Una buena noche para luchar contra el estrés

Valorar

Aquella semana había sido insoportablemente larga. El trabajo había sido bastante duro y no parecía estar mejorando. Podía llegar a sentir la frustración y el estrés constantemente. Por lo que en cuanto llegué a casa salí a correr, me di un baño y trate de relajarme sin que nada funcionara.

Necesitaba desconectar de toda aquella semana y sabía como descargar todo el estrés, así que le mandé un mensaje ordenandole que viniera.

La situación no tardó en mejorar. Ana llegó a mi casa en apenas 15 minutos. Enseguida estuvo en mi habitación con los ojos vendados, completamente desnuda sobre la cama. Sus pezones estaban duros pidiendo ser maltratados y sus piernas estaban abiertas invitandome a acercarme. Podía sentir su respiración acelerada ante la incertidumbre de que iba a suceder a continuación.

Le deje en esa situación durante unos minutos. La intriga ante lo que va a suceder suele ser algo que llega a hipnotizar e impedirte actuar de ninguna manera. Ella estaba en silencio, sabía que no tenía permitido hablar a menos que yo se lo ordenara y como siempre, era obediente. Pero no era difícil interpretar lo que habría dicho: Suplicas para que le tocara y empezará a descargar mi estresante semana sobre ella.

Primero toqué suavemente su muslo, ante lo que soltó un fuerte suspiro y empezó a temblar de placer con ese simple roce. Lo siguiente que hice fue atar sus tobillos con unas tobilleras que había preparado en la cama anteriormente. No tenía ninguna prisa, así que me tomé todo con calma, esas situaciones se deben disfrutar cada segundo sin pensar en llegar con rapidez al final. Se toma su tiempo, sin duda disfrutando de la intensidad de la tensión que está creando. Até también sus dos muñecas por encima de su cabeza y empecé a acariciar su brazo, deteniendome justo antes de llegar a su pecho, no había llegado aún el momento de darle lo que tanto deseaba. Su cuerpo estaba pidiendo que siguiera, que no parara y utilizará su indefenso cuerpo a mi antojo.

Me acerqué suavemente a su oido «Eres mía». Tras esto empecé a recorrer su cuerpo con mis manos, evitando las zonas más sensibles por ahora.

«Sí, señor. Soy completamente suya», suspiró, temblando por la combinación de mis caricias. Mi mano comenzó a subir por el interior de su muslo con suavidad hasta llegar al final de este que lo agarro con fuerza. Ella gime. «Por favor, señor…» Se comienza a retorcer contra las ataduras intentando acercar una zona más sensible a mi mano. “Tranquila querida, obtendrás lo que deseas cuando yo quiera, no antes”.

Repetí el mismo movimiento en su otra pierna. Mi mano rozó finalmente su entrepierna, de una manera suave pero que fue suficiente para que su cuerpo se moviera sin control entre las ataduras. Empecé a masajear sus labios, sintiendo lo humeda que estaba. Las caricias comienzan a intensificarse y atravesar sus labios para sentir su interior. Al principio lento y con suavidad, pero no tardo en aumentar el ritmo. Ante lo que ella tiembla sin cesar. Finalmente logra juntar las palabras: «Por favor, señor, ¿puedo correrme?»

Con unos últimos intensos instantes decido parar. Noto su cuerpo pidiendo que no parara, intentando acercarse a mi mano todo lo posible. Ante lo que le doy un fuerte azote en la entrepierna que le hace retorcerse. “Aún no es el momento de que acabes. Antes debes demostrarme que eres una buena chica”

“Si, señor.” Su cuerpo seguía temblando aunque ella intentara controlarlo.

Decidí quitarme la ropa y acercarme a ella “Vamos a buscarle una buena función a esa boca” No le di apenas tiempo a reaccionar a la frase antes de que mi pene estuviera atravesando su garganta hasta lo más profundo. Al principio tan solo la dejé ahí dentro, sin intenciones de sacarla, ella con las ataduras estaba completamente indefensa y era incapaz de liberar su garganta por mucho que lo necesitara para respirar. Esperé hasta que llegó al limite para permitir que respirara y entonces comencé a follarme su garganta con gran intensidad durante un par de minutos lo cual hizo que algunas lagrimas empezaran a salir de sus ojos, pues por debajo de la venda se notaba la humedad en su rostro.

Me alejé un poco y observé de nuevo la situación. Su cuerpo intentaba recuperarse respirando con fuerza y no paraba de temblar intentando presionar su entrepierna contra cualquier cosa que pudiera. Aunque yo me había asegurado de que no hubiera nada en la cama con lo que pudiera calmar sus ganas.

Me di cuenta de que tan solo faltaba una cosa para que aquella imagen que tenía frente a mi fuera perfecta. Saqué unas pinzas para pezones regulables y se las puse. Ella empezó a gemir de placer y dolor al mismo tiempo. Yo fui apretando cada vez más las pinzas hasta que llegué a su limite.

Volví a alejarme de ella, satisfecho de la imagen que tenía frente a mí. Quería tener esa imagen para siempre, por lo que saqué mi camara de fotos y le hice una pequeña sesión. Ella escuchaba el sonido de cada foto y podía notar como le excitaba aún más el hecho de estar expuesta en mis fotos.

Liberé sus ataduras por un momento y le coloqué en posición de a 4. Aquella vista era preciosa y empecé a acariciar su culo, con suavidad, caricias que le hacían temblar que luego pasaron a ser azotes. Los primeros fueron suaves e iban acompañados de ligeros suspiros. Pero fui intensificando cada vez más los azotes hasta que empezaron a dejar marca en su precioso culo. Que mejoraba con el color rojo y la forma de mi mano. Mi estrés empezaba a desaparecer, pero sabía que solo había una manera de que desapareciera por completo.

Entonces fue cuando se la metí entera de una sola vez, sin ningún tipo de cuidado. Seguido por unas embestidas con toda mi fuerza que le hacían temblar y gemir de dolor y placer a partes iguales. Su cuerpo explotó a los pocos minutos en un gran orgasmo que le quitó todas sus fuerzas y pasó de estar moviéndose sin cesar a bajar el pecho a la cama y dejar que le destrozara la entrepierna hasta que estuviera satisfecho.

Acabé llenando su vagina de semen, tanto que desbordaba por sus labios. Acerqué mi mano, cogiendo el semen que iba saliendo y llevándolo a su boca para que lo lamiera, cosa que hizo como si no hubiera comido durante semanas. Sentí que por un momento el estrés había desaparecido, pero sabía que volvería por lo que esa noche acababa de comenzar.