Le dije que se acostara conmigo sabiendo que podría pasar algo esa noche donde mi padrastro me hizo su mujer
Me pueden llamar Efraín, que en realidad es mi segundo nombre.
Hace seis años aproximadamente, yo era chofer de un camión de carga pesada, y trabajaba por contrato para una empresa, en la cual conocí a Raquel que era la secretaria, una hembra como ninguna otra había tenido yo en mi vida, al poco tiempo me fui a vivir con ella a su casa, la cual compartía con su pequeña hija Dulce María, para esa época la niña apenas y tendría unos doce o trece años de edad, era delgada, bajita, sin ningún atributo en particular que no fuera su cándida mirada.
Contrario a Raquel que era tremenda hembra, casi tan alta como yo, de piel blanca como ninguna, una hermosa cabellera negra azabache, sus ojos con rasgos asiáticos eran sumamente llamativos, pero lo que más me llamaba la atención desde que la conocí fue tremendo par de nalgas, y sus tetas que me quitaban la respiración de tan solo pensar en ellas, en fin además de tener un melosa voz, Raquel en casi todos los aspectos era única. Es cierto que me llevaba casi quince años de diferencia, pero si ella misma no me lo hubiera dicho y me muestra una identificación, no se lo hubiera creído.
Durante esos seis años, nos comportamos como marido y mujer, es más éramos más que eso, éramos amantes de tiempo completo, no había nada que como pareja no hubiéramos realizado. Pero como todo lo bueno se acaba, lo nuestro comenzó a ser algo como repetitivo, no había reto alguno, hasta nuestras fantasías se hacían cansonas. Tanto Raquel como yo nos dimos cuenta de eso, y comenzamos a buscar otras alternativas, pero como soy algo enchapado a la antigua hay cosas con las que no comulgo, por lo que nuestros tríos fueron siempre con otra mujer, cosa que a mi no me desagrada, como ella sabía mi manera de pensar, en ningún momento se le ocurrió, tan siquiera proponerme la presencia de otro hombre. Durante un tiempo nos divertimos de lo lindo, cuando no me la estaban mamando, yo se la estaba clavando por alguno de sus huecos, ya fuera a ella o alguna de sus amigas.
Pero con el tiempo, eso también terminó por aburrirme, y Raquel se dio cuenta de ello, mucho antes de que yo pensase decírselo. Yo pensaba que era algo pasajero, pero ella estaba convencida que se debía a nuestra diferencia de edades, cosa en la que yo nunca había pensado.
Cierta noche cuando nos encontrábamos en la cama, ella comenzó a mamármelo sin aviso alguno, y desde luego que me lo puso duro como el cemento, luego de ello colocó sus nalgas al aire, previamente se había embadurnado su hueco con algún tipo de crema dulzona, y no pregunten como lo supe. Acto seguido comencé a metérselo por su culo sin compasión alguna, como la mayoría de las veces, pero de momento Raquel entre sus gemidos de placer y dolor comenzó a preguntarme si me gustaría acostarme con su hija, al principio pensé que era un simple juego de su parte, pero a medida que se lo metía y sacaba, la sola idea me excitaba más y más.
Dulce María prácticamente era mi hija de crianza, y la verdad sea dicha la niña ya era toda una mujer, en más de una ocasión le había echado un ojo, pero tomando en cuenta que era la hija de mi mujer, la respetaba, es decir procuraba no verla como mujer, pero cada día me era más difícil.
Lo cierto es, que esa tarde disfrutamos los dos de un tremendo par de polvos, lo que al principio pensé que era un juego de Raquel, me excitó enormemente. al terminar mientras nos fumábamos un cigarrillo en la cama, Raquel me volvió a preguntar lo mismo, pero de forma seductora, yo no sabía que se traía ella entre manos, pero decidí responderle con la verdad, que era que hasta esos momentos no había considerado eso en realidad, Raquel realmente no me creyó, ya que me dijo que en varias oportunidades se había dado cuenta como yo me comía con los ojos a su hija, en particular su culito bien paradito, y con razón Dulce María tenía casi el mismo cuerpo de su madre pero en una versión mejorada, es decir más joven, se diferenciaban tan solo en el tamaño de sus senos, los de Raquel eran grandes pero bien parados, mientras que los de su hija eran en proporción más pequeños, pero con esa misma característica, que le daban un aire de arrogancia y belleza.
Desde esos momentos, cada vez que podía, le ponía mayor atención a Dulce María. Como la conocía desde bien niña, o mejor dicho desde que era una pre adolescente, Dulce como yo la llamaba, por lo general no se preocupaba mucho por ser recatada en mi presencia, lo mismo le daba estar en braga y camiseta viendo televisión, que pedirme que le pasase una toalla cuando había terminado de bañarse, en un sin numero de veces había contemplado su bello cuerpo desnudo tendido sobre su cama, ya que acostumbraba a dormir de esa manera, y en igual numero de veces yo entraba a su habitación para arroparla, desde luego sin dejar de verla, y no les niego que en esos momentos me asaltaba un rápido pensamiento morboso.
Pero siempre me controlé, hasta que esa tarde mientras conversaba con Raquel escuché de sus labios claramente ofrecerme el cuerpo de su hija, yo no entendía el por que de ese ofrecimiento, de inmediato descarté que lo hacía como una especie de regalo para la chica, también pensé que lo hacía para enseñarle, y quien mejor que yo para ello, pero Raquel nunca se había preocupado mucho por la educación de Dulce, de hecho era yo quien la supervisaba en la escuela, y asistía a las citas de los maestros cuando ella era una chiquilla traviesa en la escuela.
Pero como nuestra política era, no interferir en las decisiones que tomábamos con respecto a Dulce, pensé que no era el momento para hacer cambios, así que sencillamente dejé que las cosas sucedieran, para ver hasta donde Raquel se atrevía a llegar, esa misma tarde me pidió que me acostase con Dulce, pero yo le pregunté si la había preparado para ello, a lo que Raquel me respondió que no, por que pensó que eso lo hacía más excitante, y en el fondo tenía razón. A partir de ese momento prácticamente me di a la tarea de pensar como hacerlo, y mi mujer tenía razón, de haberle insinuado ella algo, le hubiera quitado el sabor de al aventura.
Al día siguiente, comencé a por decirle algunos piropos de lo buena que estaba, a lo que la muy sinvergüenza respondía positivamente, y comenzó a portarse de manera cada vez más seductora con migo. En las tardes cuando Raquel llegaba de su trabajo, en ocasiones le contaba lo sucedido, y eso nos excitaba a los dos de una manera tremenda, y por lo general terminábamos revolcándonos en la cama o en cualquier otra parte de la casa.
Cierto día, que ambos pensábamos que nos encontrábamos solos en la casa, mientras Raquel completamente desnuda, me daba tremenda mamada estando yo totalmente vestido, Dulce atravesó por el pasillo con rumbo al baño, pero al pasar frente a nuestra habitación se detuvo, como si la hubieran congelado. Descaradamente nos observaba, yo por mi parte hice como si no la hubiera visto, coloqué a su madre en cuatro y colocándome tras ella se lo enterré en su peludo y sabroso coño.
Cuando terminamos ya Dulce se había retirado, mientras vestido como me encontraba, me dirigí al cuarto de baño para lavar mi verga, cual no sería mi sorpresa al abrir la puerta, me encontré a Dulce sentada en el inodoro, dándose dedo en su clítoris, al verme se quedó paralizada por unos instantes viéndome fijamente mi verga, y a la vez permitiéndome observarla detenidamente, pasado unos segundos Dulce recobró la compostura, y como si yo no me encontrase ahí se levantó se cubrió con una pequeña toalla y se dirigió a su dormitorio, mientras que yo permanecía de pie frente a ella, con mi verga aun goteando semen.
Mientras me lavaba el solo recuerdo de verla ahí sentada, auto satisfaciéndose me excitó nuevamente, y le tocó a Raquel sacarme el calentón que su hija me había producido segundos antes. Pasaron par de días y por alguna razón que desconozco, Raquel llamó a la casa y le dijo a su hija que llegaría bien tarde, por motivos de su trabajo. Dulce casi de inmediato me lo comunicó, cuando lo hizo se encontraba vestida únicamente con su pequeña ropa intima, y mientras me hablaba se acariciaba por sobre la braga su coño, el verla en esas condiciones, me acerqué a Dulce la tomé por el brazo y ella trató de resistirse, pero de inmediato le planté un caliente beso en su pequeña boca, a lo que ella de inmediato respondió abrazándose a mi cuerpo, nuestras manos exploraron nuestros cuerpo mutuamente, los dos estábamos extremadamente excitados.
Sus calientes pezones se clavaban en mi pecho, por encima de mi ropa, en un abrir y cerrar de ojos yo me quité mi ropa mientras que ella tan solo dejó caer la pequeña braga casi transparente, y se desabotonó el también pequeño sostén, dejando en libertad sus bellos y hermosos senos, yo me abalance de inmediato sobre Dulce, los dos continuamos besándonos, casi sin decirnos nada, nos encontrábamos en medio de la sala, la recosté sobre el sofá, y mi boca buscó su hermoso y depilado coño, una vez en contacto visual mi lengua y mis labios comenzaron a lamerlo y besarlo, Dulce chillaba de placer, al igual que lo hacía su madre cuando se revolcaba conmigo, tras una buena sesión de chuparle su clítoris, y lamer los labios de su vagina, decidí que ya se encontraba a punto para introducírselo en ese bello y dulce coño.
Mi verga estaba a punto de estallar, así que la coloqué boca abajo sobre uno de los descansa brazos del sofá, su bello culito lo tenía a mi merced, pero era su depilado coño mi principal objetivo. Dulce se encontraba deseosa de que yo continuase, me decía Efra continua, quiero sentirte dentro de mi como lo haces con mamá, al escucharla no demoré ni un segundo en ensartarla, sus quejidos me excitaban más y más, una vez que la penetré por completo, ella no demoró en comenzar a mover sus caderas, su caliente coño se tragaba por completo mi erecta verga, mis manos lo mismo la agarraban por parte de su coño que acariciaban sus senos, en cierto momento sus quejidos comenzaron a ser más y más fuertes, hasta que claramente ella comenzó a disfrutar de largos y penetrantes orgasmos.
Yo por mi parte, me aguanté lo más que pude, hasta que finalmente me vine dentro de ella, tras lo cual casi como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, ambos nos dirigimos al baño, donde yo la ayudé a lavar su coño para luego continuar sobre la cama de la misma Raquel. Cuando su madre regresó a la casa, me encontró a mi en nuestra cama y a Dulce saliendo del baño, no tuvo que pensarlo mucho para llegar a la conclusión de que su hija y yo nos habíamos entregado el uno al otro, lejos de molestarse, se alegró enormemente, y en la madrugada me lo demostró a su manera.
Pasó un tiempo en que Dulce y yo manteníamos relaciones casi a diario, fue cuando me enteré por boca de Dulce, que su madre, Raquel había permitido eso, por tan solo el temor de que yo la abandonase, cosa que nunca pasó por mi mente.
También me enteré de otras cosas, cuando Dulce cumplió los veinte, se presentó a nuestra casa su novio, solicitando su mano, antes de que pasasen tres meses se casaron, yo continuo viviendo con Raquel, y de vez en cuando Dulce María pasa el día y parte de la noche con nosotros, perdón quiero decir conmigo.