Trabajo en un Estudio Contable hace diez años, Soy Contadora y mis fantasias sexuales mas recurrentes son

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Tanta excitación acumulada durante dos años se desata…

Trabajo en un Estudio Contable hace diez años. Soy Contadora, tengo 31 años.

El día que él entró a mi trabajo, yo tenía 29 años, y él también. Es rugbier con lo cual me impresionó su físico, pero inconscientemente lo evité durante dos años.

No obstante, a veces veíamos trabajos juntos, y me era inevitable mirar su cuerpo. Es alto, y a través de sus camisas y sus trajes, podía darme cuenta que tenía una espalda grande, hombros y músculos marcados. Tiene una sonrisa hermosa, y siempre lo vi como todo un caballero.

Durante esos dos años, yo podía darme cuenta de que él miraba mi cola, cuando iba a la heladera, y me miraba de atrás mientras caminaba. Sabía que me deseaba.

A los dos años de estar compartiendo una misma oficina, empecé a tener más trato con él, ya que me cambié de escritorio. Tuvimos la oportunidad de hablar un poco más. Entonces fue que empecé a mirar a ese pedazo de hombre, con otros ojos.

Observaba su cola cada vez que podía, marcada por los trajes divinos que usaba. A su vez, él se acercó a mí de otra forma. Yo le ofrecía café, él venía con cualquier excusa a mi escritorio… Empezamos a chatear y quedamos que un día lo iba a llevar a la parada del colectivo.

El día que lo llevé, estábamos en la parada, y comenzamos a hablar en el auto y nos dimos cuenta de que había buena onda. Fuimos a tomar un café y hablamos durante mucho tiempo. Él se dio cuenta que yo no era tan dulce como parecía, y yo me di cuenta que él era más macho de lo que aparentaba. Nuestras apariencias de contadores serios y formales, empezaban a disiparse.

Después de tomar un café, ya era de noche. Fuimos a mi auto. Después de un poco de charla, caricias en las manos, y un primer beso que erizó mi piel (y creo que también la de él – fue dulce, sensual). Ambos tenemos labios carnosos, con lo cual nuestras bocas se hacían una fiesta. Empezamos a besarnos el cuello, las orejas, él me sacó el pullover, era invierno, quedé sólo con una camisa, la cual desabrochó un poco, y empezó a besar mi pechos, me pasaba la lengua cerca del corpiño, y por debajo de él, besando mis tetas, cerca de mis pezones.

También deslizó su mano hacia mi vagina, presionándola sobre mi pantalón. Yo exploré con mis manos su cuerpo, y pude afirmar que realmente estaba buenísimo, como imaginaba.. Tuve ganas de tocar su pija, que estaba evidentemente dura y muy parada, ya que se marcaba a través de su pantalón. Yo estaba muy mojada, deseosa de que metiera sus dedos adentro de mi vagina, de que acariciara mi clítoris. No podía creer lo que estaba haciendo. Tocando, besando, deseando a ese hombre con todo mi ser. Dejándome llevar por la excitación y un placer extremo.

A todo esto, estábamos en una calle bastante iluminada, así que cuando se empezó a poner más caliente todo, fuimos a un pasaje bastante oscuro. Yo me estaba comportando más o menos como una dama hasta ese momento. Cuando llegamos al pasaje, dejamos toda nuestra timidez y el respeto a un lado, nos olvidamos de quienes eramos, de donde estabamos, de lo que hacíamos. Nos dejamos llevar por un irrefrenable deseo, por una inmensa calentura. Yo me puse arriba de él, él desabrochó casi toda mi camisa, y comenzó a besarme los pechos, los pezones que ya estaban duros y erectos. Me pasaba la lengua y me hacía estremecer con cada lamida, me mordisqueaba, me los tocaba fuerte. Finalmente toqué su pene por fuera del pantalón. Me mojé muchísimo cuando hice eso, tenía una pija increíble, grande, muy parada y dura. La toqué suavemente y cada vez más fuerte, acariciaba la cabeza suavemente por sobre el pantalón, hasta que él no aguantó más y se bajó el pantalón y el slip hasta las rodillas. Impactante imagen la de su pija desnuda. Yo me saqué el pantalón y la tanga, quedando mi cola a la vista de cualquier persona que caminara por ahí (y mi cola no pasa desapercibida), así que me tapé con el saquito. El tocó los labios de mi vagina, al fin metió dos dedos dentro de ella y me dijo que le gustaba que esté tan mojada. Su pija también estaba mojada, además de grande, gruesa, con el glande rojo de tan parada que la tenía, se marcaban sus venas, estaba a punto de explotar. Me dijo que quería penetrarme. Mi concha latía, deseaba ese pene dentro mío, pero me contuve. Antes de que me penetre quería chuparsela un poco. Lo toqué, y después se la chupé empezando por su glande, pasando la lengua muy despacio, mientras tanto le tocaba los testículos. Cada vez lo chupaba más fuerte a la vez que le hacía una paja. El no sabía como moverse, estaba incómodo dentro del auto, yo también pero era una situación de lo más excitante. Cada tanto pasaba gente y nos teníamos que quedar quietos, lo cual aumentaba nuestra excitación. Me empezó a decir cosas chanchas, como que era su puta, que quería que se la chupe, que le duela, que lo deje metermela. Entonces me subí a su pene, metiéndomelo despacio dentro mio, para aumentar la excitación y también porque era muy grande y lo sentía demasiado, no al punto de dolerme, pero casi. Y eso que estaba empapada, y él también. Estuve arriba de él bastante tiempo, debemos haber estado veinte minutos así. Yo lo cogía más despacio y más fuerte. Nuestras respiraciones eran terribles. Yo soy muy gritona pero como estabamos en la calle, sólo podía gemir despacio. Nos besabamos con locura, con una pasión indescriptible, nos tocabamos, pegabamos nuestros cuerpos transpirados. Estabamos sucios, mojados, despeinados, llenos de saliva, sudor y olor a sexo. Ese olor estaba impregnado en el auto, en nuestra ropa, en todos lados. Los vidrios estaban empañados hacía ya un tiempo, cosa que nos permitía zarparnos un poco más. Yo gemía, él respiraba muy fuerte. Sentía su miembro dentro mío, el placer era enorme, ese hombre me estaba enfermando la cabeza, hizo sacar lo más instintivo de mí. Estabamos haciendolo como dos animales, no nos importaba nada, solamente queríamos darnos placer durante mucho tiempo. No queríamos acabar nunca. Para mí, era un orgasmo constante. Acabé tres veces así. Estaba muy perra, y él me estaba haciendo gozar como una puta. Sus caras de calentura, de hombre excitado y perdido, eran terribles. No podía creer que estaba cogiendo con mi compañero de trabajo en mi auto. La situación me parecía de lo más zarpada y sabía que, en parte, era prohibido. La adrenalina era terrible. El acabó dentro mío, sentí los chorros de semen en mi vagina. Reposé cansada, empalagada y extasiada, en su pecho, sin salir de adentro de él. Luego salí de adentro de él pero me quedé sentada arriba suyo, recostada sobre su pecho, oliendo todos los aromas fantásticos que tenía en su piel. Estuvimos un rato así y a él se le paró de nuevo. Yo no lo podía creer…

Me pidió que pasaramos al asiento de atrás. El se sacó del todo el pantalón y me pidió que me ponga boca abajo. Le pregunté por qué y me confesó que tenía ganas de romperme la cola desde que entró a trabajar. Le dije que lo haga despacio porque sabía que con semejante pene tan gordo, me iba a doler mucho. Me penetró despacio y me hizo gritar. Se movió despacio dentro de mi cola y después cada vez más rápido. Yo sentía como que me estuviera desgarrando, tenía ganas de llorar, de reír y de gritar, todo a la vez. A él también le dolía pero el “caballero” me dijo que le gustaba que nos duela, que quería que le haga doler, que me quería hacer doler. Yo estaba tan caliente que no me importaba nada. Estuvo bastante tiempo así, yo no podía creer lo mucho que duraba su erección. Su pija estaba erecta, durísima. Yo me tocaba el clítoris con fuerza y sentía sus testículos golpeando cerca de mi vagina. Se sentía el sonido de su cuerpo contra el mío. Acabé y quería parar, porque fue explosivo, pero él siguió fuerte como estaba haciéndolo, me dijo que hacía dos años tenía ganas de hacerme esto y que nada se lo iba a impedir, que quería cogerme todo el tiempo, por todos lados. Yo a todo le dije que sí y prometí cumplir todas sus fantasías, no podía negarle nada a ese macho. Me estaba haciendo sentir como una mujer, me estaba satisfaciendo más de lo esperado. Me cogía y me hacía el amor a la vez. Nuestra química era increíble. En determinado momento sentí que su pija estaba enorme, que explotaba, sentí dolor, y acabó en mi cola, había mucho semen. Manchamos el tapizado del auto. El olor a sexo, transpiración femenina y masculina, al olor del aliento de nuestras bocas, de la humedad de nuestros genitales, el olor a semen, eran terribles. Despertaban mi instinto animal. Nos cambiamos, abrimos las ventanillas, y, finalmente, lo llevé a la parada.

Al día siguiente nos vimos en el Estudio, me escribió un mail diciendo que la había pasado muy bien y quería repetirlo. Y así fue como lo repetimos, durante ocho meses, en varios hoteles, en una pileta, en la casa de mis viejos, en la ducha, en un sauna… y lo seguimos repitiendo todas las semanas. El no trabaja más acá, ahora somos novios, seguimos siendo dos contadores formales, pero cuando nuestros cuerpos se encuentran, todo vale y nuestro instinto animal es quien domina.

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