En la cama mi esposa es muy caliente y le gusta intentar de todo. En el poco tiempo que llevamos casados jamás le he comentado sobre mis fantasías

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Siempre he sido fan de los relatos eróticos. Hice de mis favoritos los de infidelidades e intercambio de parejas. Me imaginaba a mi esposa siéndome infiel o participando en algún intercambio. De novios alguna vez insinué formar algún trío y al no haber una negativa de su parte pensé que no le parecía mala la idea.

En la cama mi esposa es muy caliente y le gusta intentar de todo. En el poco tiempo que llevamos casados jamás le he comentado sobre mis fantasías, no me gustaría que me lo tomara a mal o que se sintiera denigrada con este tipo de propuestas.

Bien dicen que la realidad supera por mucho la fantasía. Bastaron dos juergas entre nuestro círculo de amistades para poder escribir este relato estando seguro que en días próximos llegará a leer mi esposa.

En una de nuestras juergas, mientras recorríamos en auto la ciudad, mi esposa y dos amigas platicaban a otra chica que nos acompañaba (éramos 5) en un tono de reclamo las veces que le fui infiel a mi esposa cuando éramos novios. Eran las 3 contra mi y no había sentido en molestarse ya que tenían razón en lo patán que fui en esa época. Se lo estaban tomando tan a pecho que a mi esposa se le salió decirme con una vocecita burlona que puso a mano conmigo y se las pagué todas juntas en una excursión que realizó a la playa. Una de las amigas que en ese momento participaba en las reclamaciones hacía mí, misma que la acompañó a dicha excursión cambió de tema seguramente para que mi esposa no siguiera con los detalles de aquel viaje. Sentí un poco de celos por no saber exactamente a que se refería mi esposa y a la vez excitación al imaginármelos.

Al poco tiempo vino otra juerga. Nos encontrábamos mi esposa y yo, un par de amigos y las mismas dos amigas del episodio anterior. Uno de nuestros amigos nos confesó sobre una casada que lo acosaba en su oficina. Que ella se le insinuaba constantemente y nuestro amigo le dijo que a él no le gustaban las mujeres llenitas para que lo dejara en paz. Era tanto el deseo de esa señora por acostarse con él que se puso a dieta y un par de meses después al verla esbelta y luciendo un cuerpazo se fueron por fin a un motel. Todos los ahí presentes nos mostramos muy atentos a lo su relato. No imaginé que horas después sabría lo que cruzaba por la mente de mi cónyuge al estarlo escuchando.

Terminamos la reunión en un apartamento mi mujer, nuestras 2 amigas y yo. Ya entrada la madrugada me venció el cansancio y las copas recostándome en un cuarto contiguo mientras mi esposa continuaba platicando con ellas en la sala.

Cerré los ojos y quedé dormido al instante. Pasaron unos minutos cuando por alguna extraña razón reaccioné. Fue como si algo me despertara en el momento preciso para escuchar lo que decían. Al ser un apartamento tan pequeño sus comentarios eran muy claros para mí. Los temas de conversación entre ellas comenzaban a subir de tono: gustos en la cama, cualidades de sus parejas, las dimensiones de los penes, novios, aventuras, etc.

De mi esposa salían comentarios sobre sus antiguos novios, que ha decir verdad fueron varios. Siempre consideré a sus “exes” del tipo inocentes-respetuosos-aburridos pero nunca supe con certeza. Algo que sí detalló fue su encuentro con un compañero de universidad en un arranque de calentura al estar solos, de cómo se besaron y tocaron, algo que nunca me imaginé.

El clímax de la noche llegó con el tema de las infidelidades. Ambas amigas ahí presentes han tenido relaciones con hombres casados y dieron algunos detalles sobre ello. Callada hasta ese momento, mi esposa tomó la palabra mientras en su voz se notaba cierto nerviosismo y excitación de contarles por primera vez los deseos que se manifestaron en ella al enterarse que su primer amor se encontraba en el pueblo de dónde es oriunda (nos hemos mudado a una ciudad grande).

Para mala suerte de ella, en nuestros últimos viajes por su pueblo no ha podido verle. Les decía que quería verlo, platicar con él o conseguir su email para contactarlo. La idea de tener una aventura con él evidentemente le animaba bastante pero a la vez la invadía el miedo de involucrarse sentimentalmente sobretodo porque fue su primer amor. Llegó un punto donde junto con sus amigas pensaba en los pormenores de un posible encuentro: el que se encontraran en nuestra ciudad donde nadie los conoce y que ella tomaría las precauciones para no embarazarse o contagiarse de alguna enfermedad.

Aquí es donde la confesión de nuestro amigo que antes les mencioné se cruza con la confesión de mi mujer que escuchaba en esos momentos. Mencionó que al escucharlo relatar su aventura con la señora estuvo a punto de preguntarle cómo era acostarse con alguien que estaba casado, si era excitante hacerlo sabiendo que era algo prohibido. Yo creo que el relato de nuestro amigo conectó tanto con mi esposa por su disgusto hacia las mujeres llenitas, pues mi mujer temía que su ex la rechazara por los kilitos de más que trae consigo (que no la hacen llenita pero ya ven como son las mujeres con su peso). Finalizó su aportación al tema de las infidelidades diciéndoles a sus amigas que solo ese “ex” despertaba en ella una posible infidelidad.

Yo por mi lado no daba crédito a todo aquello y asimilaba lentamente cada frase en mi mente. Sentía una rara mezcla excitación, miedo y celos. Para nada me molesté o enfadé, ni mucho menos pensé en irrumpir en ese momento y hacerle una escenita, al contrario deseaba escuchar hasta el final.

Fue curioso que nunca mencionó algún temor por herirme si me llegara a enterar de su infidelidad. Ahora que lo pienso, en repetidas ocasiones la he escuchado opinar sobre las infidelidades en el matrimonio como algo tolerable siempre y cuando ninguna de las partes se llegara a involucrar sentimentalmente con el tercero en cuestión.

Todo terminó esa madrugada cuando se fueron a dormir. Mi mujer se recostó junto a mí. Al amanecer la contemplé por un largo tiempo. El resto del día me acompañó una sensación de remolino en la boca de mi estómago al recordar lo sucedido.

Ahora comprendo que las mujeres también desean y les gustaría probarse como amante con otro que no sea su pareja aunque se por una sola vez, sin complicaciones ni ataduras. El problema es borrarse de la mente que la mujer no tiene derecho a algo así y mucho menos si está casada.

Será mejor terminar este relato pues ha llegado el momento de platicarlo con mi esposa. Se que hay fantasías que son arriesgadas, pero demonios, solo se vive una vez. La amo y esta podría ser una buena oportunidad para los dos, ¿o para los tres?

Saludos desde México.

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