OBLIGADA A FOLLAR CON MI JEFE: Cada vez que entraba en su oficina, tenía que follar con él y obedecer en lo que él me dijera
Acababa de cumplir 18 años. Una de mis ilusiones era el baile y el espectáculo.
Una vez cumplida la edad permitida, empecé a buscar trabajo de gogó. Mi físico me lo permitía. Era una chica alta, pelo largo, tenía buenos pechos y un culito bastante deseable. Tenía novio, mi primera relación. Un chico maravilloso, 4 años mayor que yo. No le importaba que me gustara este trabajo, ya que, ante todo, me aceptaba tal y como era.
Un día, me llamaron de un local de striptease, diciéndome que el jefe quería tener una entrevista personal conmigo, así que, acepté.
Cuando llegué al local, me quedé sorprendida. Nada más entrar, vi como un camarero agarraba del brazo a una bailarina, para bajarla de la barra, le dio la vuelta poniéndola de espaldas a él y empezó a fallársela, sin mediar palabra, casi obligándola. Me asusté un poco.
Al llegar a la puerta del jefe, había un chico que me dijo que tenía que cambiarme de vestimenta. Me dio una falta muy cortita, me dijo que me quitara las bragas, que no podía llevarlas, y me puso un top, tampoco podía llevar brasier… Me dio mucha vergüenza, y dudé en hacerlo, pero no le di mucha importancia, así que, accedí.
Cuando entré, allí estaba el jefe, tras una mesa. Sentado en una silla muy cómoda, sin reposabrazos. Era un hombre maduro, de unos 50 años, era bastante atractivo. Me avisó que tenía que obedecer en lo que me dijera si quería trabajar. Me dijo que no me sentara, sino que me pusiera delante de él, tras la mesa. Empezó a mirarme, de arriba a abajo y empezó a tocarse la entrepierna. Me empecé a asustar un poco, pero su aspecto imponía mucho y no quise moverme de ahí. Me dijo que me arrodillara delante suya. Quise negarme, pero no sé por qué, lo hice. Se sacó una enorme polla de los pantalones. Era muy grande. Me agarró de la cabeza y me dijo que empezara a lamer. Me negué. Dije que no quería hacerlo. Él no dijo nada, solo me cogió con más fuerza y me obligó a meterme su polla en la boca, sin dejarme sacarla ni un instante. Empujaba con fuerza para dentro y para fuera. Podía oírlo gemir cada vez más y más y cuando me di cuenta que se iba a correr, quise quitarme, pero con la fuerza que tenía me volvió a meter su polla en mi boca, sacándola y metiéndola. Sabía que se iba a correr, pero no podía hacer nada. Se corrió dentro de mi boca, llenándomela entera de su semen. Por miedo a represalias, me lo tragué todo.
Era increíble como su polla podía seguir tan dura como al principio. Yo me quedé de rodillas, con la cabeza algo agachada, esperando una nueva orden.
Me cogió de los brazos y me sentó encima suya. Quiso meterme su polla por mi coño, pero tenía poca experiencia y estaba muy cerradita. Fue una tontería resistirme. Me agarró de las caderas y me empujó hacia abajo, metiéndome esa enorme polla en mi coñito. Pegué un grito del dolor, pero me tapó la boca y me dijo que me callara. Entonces me agarró de las nalgas y empezó a follarme salvajemente. Empecé a llorar del dolor y de la impotencia. No podía escapar de ahí.
Notaba como su gorda polla entraba y salía de mi coño. Lo oía gemir continuamente. Le fascinaba obligarme a ser follada.
En un momento, nos levantamos, él me puso de frente a la silla, agarrándola con fuerza y él detrás mío, agarrándome de las caderas, y volvió a metérmela de nuevo, follándome con fuerza.
Llegué a tal punto, que me excitaba un poquito, pero no quería que él lo notara. Me corrí una vez y noté como esos espasmos de mi coñito le excitaron aún más, así que empezó a follarme aún más rápido, oyendo como gemía cada vez más. Sabía que se iba a volver a correr, y antes de eso, fui yo quien me corrí de nuevo. Seguidamente él se corrió dentro de mí, llenándome el coño entero de su semen.
Cuando la sacó, noté como me chorreaba el coño, por las piernas. No pude limpiarme, asique tuve que irme de ahí chorreando.
Me dijo que mañana empezaba a trabajar, y me advirtió que cada vez que entraba en su oficina, tenía que vestir como iba y obedecer todo lo que él me decía. También tenía que obedecer a los camareros y hacer lo que ellos pidiesen.