Mi suegra, mi compañera de aventuras, demasiado activa para su edad y me encanta
Han pasado muchos años desde el primer relato que mandé acerca de la experiencia que tuve con mu suegra.
Para recordar un poco, el primer encuentro lo tuvimos a mediados del 2010 en una época en la que estaba sin trabajo y pasaba todo el día en casa, compartiendo con ella cosas del día a día pues nos quedabamos solos.
Pero bien, luego de ese primer encuentro (del cual pensé que sería el primero y el último) tuvimos a la mañana siguiente una conversación en mi departamento, con la cual se buscaba ponerle un alto a lo que había pasado, pero no fue así.
Ella subió a conversar sobre lo ocurrido la tarde anterior. Ella me explicaba de que no había estado bien lo que hicimos, que se dejó llevar por el momento, que las cervezas que tomamos hiceron que confundieran las cosas y todos esos argumentos que ponen las mujeres cuando han cogido rico pero que después se arrepiente.
Yo la escuché con mucha atención y una vez terminada su explicación le dije: Mire suegrita, entiendo todo lo que Ud dice y tiene razón. Pero sólo quiero que me diga algo?
– Qué cosa? – dice ella
– Dígame si le gustó o no le gustó lo que hicimos ayer?
Mi suegra se quedó en silencio durante unos segundos, no atinaba a decirme algo
– Porque disculpe que le diga esto pero, el rostro de placer que tenía ayer, se lo he visto a pocas mujeres.
Ella empezaba a sonrojarse pues con mis afirmaciones la estaba delatando. Ella era conciente que la experiencia de la tarde anterior había sido muy placentera para ella y que repetirla era algo impensado a menos que fuera conmigo.
– Mira…este…si…si lo disfruté…pero eso tiene que ver? – me respondió
– Bueno – dije yo – imagínese que si ayer disfrutó con una pequeña tarde de sexo, imagínese lo que puede disfrutar si es que le hago el amor
Su rostro se mostraba confundido, al parecer no entendía la diferencia que le estaba mencionando, por lo que me fui otra vez encima de ella, como la tarde anterior, pero esta vez con una actitud diferente. En esta oportunidad mis labios no forzaban los suyos, sino que susurraban palabras dulces y deseosas en sus oidos. Mis manos no buscaban manosearla, sino más bien su intención era la de acariciar su cuerpo.
Le decía que me gustaba, que la quería y que me sentiría muy dichoso de convertirla en mi mujer.
Ella ya no podía más y terminó cedidiendo y diciéndome al oido: hazme tu mujer.
La cargué por la cintura y colocó sus piernas al rededor de mi cadera como si estuviéramos haciendo una silla turca, y en esa posición la llevé a mi dormitorio. Si, a esa cama en donde casi a diario sometía a su hija (mi esposa) a mis más bajas pasiones.
La desnudé por completo. Su piel arrugada en ciertas partes quedaban expuestas por completo. Su vagina, llena de vellos se mostraba completa para ser degustada.
De igual manera me desnudé para ella y sentía como sus manos, liberándose de su timidez, empezaban a explorar mi cuerpo tocando mi vientre, mis piernas y por último, mi falo. Qué delicia sentir esa mano tibia y temerosa posarse sobre mi pene y practicarle una torpe paja y acariciándolo a medida que iba creciendo.
Yo a la par la besaba en los labios. Pero no era un beso grotesco, sino era como un beso de novela, lleno de sentimiento y pasión. Buscaba sus orejas para morder sus lóbulos o respirar cerca a ellos. Metía mi lengua para que su cuerpo se estremeciera. Le decía que la deseaba, que a partir de ahora sería mi mujer y que estaría disponible para ella cada vez que lo quisiera.
Mi mano derecha bajó y empezó a juguetear con su concha, al mismo tiempo en que me puse a besar sus senos. Esos senos medianos y caídos, con pezones marrones oscuros marcados por haber dado de lactar hace muchos años. Alternaba sus pezones a medida que iba metiendo un dedo o dos en su vagina, la cual ya se había humedecido.
Ya con mi suegra caliente y húmeda no tenía más opción que colocarme sobre ella e iniciar la penetración. Esta vez fue de a pocos, buscando que su vagina vaya recibiendo despacio mi pene que se encontraba totalmente duro y parado. Ella se acomodaba sobre la cama evitando caer en alguna posición incómoda para no tener que detener la faena en algún momento.
Hasta que entró todo y empezamos con el vaiven coordinado entre ella y yo. Su respiración empezaba a acelerar, síntoma inequívoco de que lo estaba disfrutando. Buscaba sus labios para estamprle un nuevo beso, de manera que se sintiera no sólo deseada, sino también amada. La besaba y metía mi lengua en su boca para intercambiar salivas. Ella estaba como loca. Cambiamos de posición a petición mía y la puse en 4 para tener bajo mi visión su vagina y su cola, de manera que podía empezar a jugar con su orificio anal.
Nos acomodamos poniendo una almohada bajo su vientre, apoyo la cabeza en la cama, e iniciamos la nueva posición. Esta vez los movimientos eran más marcados y me permitía llegar hasta la pared del útero. Se que le dolía cuando entraba con mucha fuerza, pero esos gemidos mezclados entre dolor y placer eran espectaculares. Unos minutos así pero un dolor en la rodilla no le permitió continuar en esa posición. Así que le sugería la pose que mi esposa (su hija) suele disfrutar.
Esta vez me eché en la cama y fue ella la que montó sobre mi verga. Qué delicia verla acomodarse mi verga en su vagina. Ya se estaba comportando como una verdadera hembra.
Montó, encajó la verga y a cabalgar. Ahora era ella quien dominaba los movimientos y dejaba entrar mi verga hasta donde no le doliera. Se notaba que lo disfrutaba no sólo por la penetración, sino porque esa posición permitía frotar su clítoris en simultáneo.
Un par de minutos acompañdos con masajes, palabras al oído y estrujadas a sus nalgas, hicieron que aquella mañana, luego de muchos años…mi suegra volviera a tener un orgasmo. Su rostro, sus contracciones pélvicas, las lagrímas saliendo de sus ojos me confirmaban que tanto ella como mi esposa llegaban al orgasmo de una manera similar.
Pero yo aún no llegaba. Le dije que se echara en la cama con la boca hacia arriba. Mi pene estaba humedecido por sus flujos y por la descarga que había tenido. Me paré al lado de la cama y puse mi pene a la altura de su rostro. Con una mirada entendió que la estaba invitando a degustar con sus labios tremendo manjar. Aprende rápido mi suegra. Lo cogió y se lo llevó a la boca. Una mamada torpe al inicio pero que en pocos segundos me permitió dar una buena descarga de leche directo a su boca. Unas arcadas de asco le pusieron tope a mi semen. Nunca antes lo había probado. Tragó un poco y el resto lo dejó caer. Una descarga adicional cayó sobre sus gafas (nunca se las quita) las cuales tuvimos luego que limpiar.
Me acosté a su lado y la abracé. Le dije que lo había disfrutado mucho y que había sido de los mejores encuentros que había tenido.
– Cojo mejor que mi hija – pregnuntó ella
– No lo se aún, tendrías que hacer las cosas que hago con ella para poder decirlo
– Entonces las iremos haciendo poco a poco
– Eso tenlo por seguro – le respondí
Descansamos unos minutos. Se fue al baño a lavarse la boca y la cara. Se puso la ropa y antes de bajar a su casa me dijo que el almuerzo lo serviría a las 2:00 pm
– Allí estaré – le respondí
– Perfecto, a ver si luego del almuerzo nos vamos a comer un postre
Y fue así como las aventuras con mi suegra dieron un trmendo inicio.