Tapando los ojos de mi perra, jugando con la imaginación y sus deseos sexuales

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Llevaba un tiempo algo descolocado. Yo amo y deseo a mi mujer por encima de cualquier cosa pero últimamente notaba que el deseo sexual había bajado. No era un problema del físico de mi mujer, para mí es espectacular, es alta, un metro setenta, castaña con media melena, su tez es ligeramente morena con unos ojos grandes de color marrón claro, su mirada es preciosa, tanto que sólo su sonrisa puede competir con ella. Desde que hace deporte ha perdido peso y ahora está en su línea, los pechos ya no son tan grandes pero aun así seguían siendo bonitos. Su culo era increíble, se notaba el tiempo que dedicaba a correr.

Era culpa mía, últimamente indagando en internet había descubierto el mundo ‘cuckold’, leyendo relatos reales y viendo videos caseros. Es cierto que no me gustaba todo lo que leía o veía, pero en mi despertó un extraño deseo de ver a mi mujer con otro hombre, para al final, llena de olor a sexo y sudor hacer el amor con ella apasionadamente. Era algo imposible de realizar. No se lo había propuesto directamente, pero si había tratado de ofrecerle un trio. Algo que me parece un paso previo. Pero su respuesta era siempre la misma, “yo solo te quiero a ti”. Mi deseo se tornó por imposible, pero es cierto que este no me abandonó. Imagino que con el tiempo estas cosas pasan y posiblemente desee probar otro tipo de cosas.

Pero recientemente se me ocurrió una idea, más bien la copié de una escena porno que vi en el ordenador de mi casa. La chica del video tenía vendados los ojos y el que hacía de novio dejaba su lugar a un tercero que disfrutaba de la chica, y esta de él. A mitad del video el novio le quitaba la venda y esta se quedaba un poco en shock para finalmente acabar cabalgando al extraño cual tigresa.

Evidentemente el porno es irreal y eso no iba a poder ser tampoco. Pero lo que si haría sería vendarla los ojos en diferentes sesiones de sexo. En algunas ocasiones sólo tendría sexo normal, en la que la “amenazaría” con que algún día me quedaría mirando cómo se la follan mientras ella pensaba que era yo, y en otras fingiría ser un tercer sujeto.

La primera vez fue muy aparatosa. Yo le vendé los ojos mientras ella sonreía. Al principio muy bien, pero a la hora de cambiar posturas era todo muy torpe. Algo normal por otra parte. Pero las siguientes ocasiones fue todo mejor. Algunas veces le insinuaba que la verga que chupaba no era la mía, aunque ella sabía que sí que lo era o le prometía que algún día invitaría a alguien a la sesión.

Ella no es que lo rechazara. Dependiendo del día le gustaba más o menos, por lo que para mí fue un éxito. Había recuperado parte de la pasión perdida, que nunca desapareció quiero recalcar, pero a mí me gusta tenerla al máximo siempre y eso es difícil. Una semana que trabajaba de tarde me acerqué a un Sex shop llamado ‘Why not?’ en San Sebastián de los Reyes y me compré un pequeño arnés, que enganchado a mi pene hacía que tuviera una segunda herramienta, más pequeña eso sí. La guarde en casa y esperé a un día en el que el juego la excitase más de lo normal.

El día llegó, como era inevitable. Después de una semana en la que trabajé de tarde no coincidía con mi esposa, cuando llegaba a casa casi a la media noche ella ya estaba dormida. El viernes me esperó con un conjunto negro de encaje muy sexy, dos copas de vino y el salón lleno de velas. ¡Como la quiero! Me miró con una sonrisa en la cara y se puso en pie para recibirme. Me dio las buenas noches y me dio un beso en la boca que fue evolucionando a un descarado morreo.

A mí me latía el corazón a mil por hora. Contemplaba a una diosa. Su cuerpo olía a Halloween de Jesus del Pozo, su lengua a vino tinto. La piel siempre suave como la seda, lo que acariciarla se convertía en una droga para mí. La abrace fuerte mientras bajaba mis manos has posarlas en sus nalgas. La agarré fuerte, pegó un salto y me rodeó con sus piernas. La sujeta del culo y ya estaba a punto de explotar. En un esfuerzo físico considerable llevado con facilidad por la situación, la lleve a pulso hasta la cama de nuestro dormitorio.

La tumbé en la cama delicadamente, abrí la cajonera y saqué la venda negra que até a su cabeza para que no pudiera ver más. Me encantaba verla así, con las ganas de sentir sin poder ver. La acariciaba por los brazos, el cuello, por encima de su conjunto pasando por sus pechos y abdomen. Mientras no dejaba de besarla por ningún lado, despacio y lentamente.

Bajé sus braguitas negras a juego con el conjunto despacio mientras ella levantaba sus dos piernas en paralelo y rectas para ayudarme con la tarea. Una vez restiradas, dejó caer sus piernas abiertas y me dejó el camino libre ante el tesoro humedecido. Fui besando sus muslos desde las rodillas y bajando lentamente hasta finalizar con un beso en su clítoris ya palpitante.

Me centro y deleito con el clítoris. Empiezo con un ritmo lento, recorriéndolo con mi lengua que se torna una hélice sobre él. Ella aprieta mi cabeza agarrándome de los pelos contra el interior de su ser. Lo interpretó como que quiere mucho más y acelero mi ritmo. Apretó con mi lengua todo lo que puedo mientras recorro de abajo a arriba y de arriba abajo su clítoris. La respiración de ella se vuelve profunda y no puede evitar soltar algún gemido. Su cadera empieza a moverse juguetona. Una mano me suelta el pelo y se dirige a uno de sus pecho que intenta amasar y no puede. Las piernas le empiezan a temblar, la respiración se vuelve irregular y un gemido creciente llena la habitación de un sonido maravilloso.

Me quito la corbata, me desabrocho la camisa mientras la observo. Esta indefensa sin saber que pasará, pero deseosa de que pase. Me tengo que poner en pie para desvestirme. Me quito los zapatos, los pantalones y los calzoncillos, estoy desnudo ante ella. Sacó del cajón mi juguete y lo dejo al lado de la cama. Pongo mis manos sobre sus rodillas y las deslizo por sus piernas mientras me coloco encima de ella. Me muerde la oreja mientras mi pene se introduce dentro de ella. Sus piernas ahora me aprisionan en un abrazo. Empiezo un vaivén despacio, quiero tomármelo con calma. La besé el cuello, la oreja. Ella me pide más, me acercó a su oído y le susurro despacio, “hoy tengo un invitado especial”. Se tensa un poco por la sorpresa pero sigue moviendo sus caderas.

La agarré fuerte y de un giro sobre la cama me pongo yo debajo y ella encima sobre mí y me besa fuerte. Aprovecho para coger el juguete y me lo puse. Había está practicando así que me salió a la primera. Ahora tenía mi verga y una adicional agarrada a mis testículos, fina como un dedo. Con una mano sujetaba el ‘strapon’ y con la otra la abrazaba mientras continuaba con el vaivén.

La bese despacio y de repente paré con el mete saca, volví a acercarme a su oído, “Le he dicho que sea cariñoso contigo”. Apunté con el ‘strapon’ a su ano y lo fui introduciendo lentamente mientras ella soltó un suspiro entre la sorpresa y el miedo. Se quedó parada hasta que introduje hasta el tope en su ano. La bese despacio y comencé con el vaivén. Ella seguía parada en un principio pero poco a poco empezó a mover sus caderas al son de mis movimientos. No tardó en incorporarse y se empezó a masturbar el clítoris mientras gemía más fuerte que en su anterior orgasmo. Se abalanzó sobre mí, mis sacudidas ahora eran mucho más fuertes, ella me clavo las uñas en el hombro con su mano libre mientras pedía más y más.

Como si fuera nuevo para ella, tuvo un orgasmo. Posiblemente el más intenso de su vida, gemía y temblaba, sus uñas se clavaban en mi hombro profundamente. Cayó rendida sobre mi pecho. Saqué despacio el ‘strapon’ de su ano, y luego la hice a un lado. La hice ponerse de rodillas y le metí mi polla en la boca que estaba llena de sus fluidos blanquecinos. Me la limpió con ansía y no tarde en vaciarme en su garganta. Ella siguió chupándomela lentamente hasta que perdió toda su vigorosidad. Finalmente se tumbó en la cama y le quite la venda.

Me quedé tumbado al lado de ella contemplándola. Era una diosa satisfecha y cansada con una sonrisa imposible de mejorar en la cama. Me acaricia la cara y le devuelvo la sonrisa, pues estoy lleno de felicidad. No me pregunta nada, no hace falta, y nos dormimos.

Ahora ha pasado un tiempo y no he experimentado nada nuevo en la cama con mi mujer, aunque cuando la tapo los ojos la noto mucho más expectante, como si esperara algo, o a alguien…, tal vez lo busque, ¿Serás tú?

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