Mi papá y mi hermano mayor me inician en el sexo oral y se corren en mi cara, me trago todo su semen

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Me tomo toda la lechona

Soy una chica diez en el cole, super emprendedora, con muchas amigas, fanática de las redes sociales, bastante payasita con todos y, me encanta comer golosinas.

Tengo 17 años, me llamo Priscila y la naturaleza no me dio unas tetas de muerte, ni una cola para el infarto, ni una cara preciosa. Pero sí una linda sonrisa, unos kilitos demás que me dan el toque que yo quiero a mi personalidad, unos ojos siempre suspicaces y una boca tentadora.

Sino, pregúntenle a mi hermano y a mi papi!

Hace un año atrás, desde aquella mañana en la que entré sin golpear la puerta al cuarto de Máximo, mi hermano dos años mayor que yo, hubo un click en mi cabeza que me desordenó por completo. Nadie, absolutamente nadie sabe que esa mañana comenzó mi iniciación con el sexo oral de las formas más divertidas, audaces, riesgosas y cargadas de un deseo irrefrenable.

Esa mañana Maxi se estaba pajeando viendo algo en su notebook, con el bóxer en sus rodillas y echado boca arriba en la cama.

Tenía la verga que parecía que se le iba a partir de tan dura y parada!

No pude más que mirársela, sabiendo que estaba pésimo, pero ni siquiera las cosquillitas que me invadieron la panza me impidieron retroceder.

¡qué querés nena? Andate, no vés que, que me estoy, andate, chau pendeja!, dijo Maxi alterado al tiempo que se tapaba con la sábana y cerraba la compu sobre su pecho.

Como no me iba, paralizada por lo que mis ojos admiraban, se levantó con urgencia, cerró la puerta con el pasador haciendo un poco de equilibrio, puesto que casi se da un porrazo por tener su calzoncillo en los pies, y me alzó en sus brazos para sentarme en la cama, diciendo:

¡querés verla bien de cerquita nena?!

No sabía lo que me depararía el destino. Pero cuando olí su pija, no supe hacer otra cosa que pasarle la lenguita por el tronco y darle un besito en la puntita.

Estaba extasiada. Me sentía una de esas actrices de pelis chanchas, y me ardían las mejillas con el pito de mi hermano en la boca. Sentía cosquillitas en la cola, en la panza y junto a la costura de mi bombacha. Salivaba demasiado, y no podía dejar de lamerla, hasta que escuché que Maxi dijo agitado:

¡daleee, abrí bien la boquita que me salta la lecheeee!

Fue único, inolvidable y tan excitante que, me la tragué toda. Estaba saladita, era bien espesa y abundante, blanquita, medio espumosa y calentita. No quería desperdiciar ni una sola gotita!

Mi hermano me veía relamiendo mis papilas gustativas, y envuelto en el asombro me dijo:

¡sabés lo que acabás de hacer no bebé? Le tomaste la leche a tu hermano!

Tomé valor y le dije sonriente:

¡sí nene, y me encantó… la quiero todos los días… tu lechita me volvió loca! No sabés cómo me mojé!

Maxi fue presa de un impulso cegador, como un rayo imposible de sostenerse en el cielo. Se me tiró encima y me comió la boca. Por momentos parecía que me la cogía con su lengua. Me re tocó las tetas, y yo ardía de ganas de que me garche ahí nomás. Pero supuse que era demasiado.

¿alguna vez chupaste una pija Pri?!, me preguntó sobándose el pito y haciéndome oler la mano que lo estimulaba.

¡no Maxi, nunca, y te juro que no quiero dejar de hacerlo! Pensé que era asqueroso! Cogí dos veces con mi ex, pero nunca se la mamé!, le confié totalmente despreocupada.

¡si querés, vení todas las noches a mi pieza, y cuando estoy acostada me la das en la boca, y te la tomo toda! Te gustaría?!, le propuse mientras ya volvía a mostrarme bien de cerca su erección, la que mi boca comenzó a degustar con avidés y lujuria contenida.

No tardó nada en darme la leche. Esta vez no fue tan suculenta, pero al puerquito le encantó que me atore con su estampida, ya que yo permanecía acostadita boca arriba, imparable y mamadora como nunca me había imaginado.

Esa mañana, se nos convirtió en mediodía más rápido de lo que pudimos comprender. Mamá nos llamó a comer, y Maxi me dijo:

¡no te laves la boquita! tampoco te cambies la remerita! Te diste cuenta que te la manché con semen? A veces salpica nena!

Y los dos salimos de la pieza, felices y llenos de sensaciones encontradas.

Por la noche, Maxi me sorprendió casi dormida. Pero no se apiadó de mi cansancio. Me dio unos golpesitos con su pija a media asta en la cara para que me despierte, me pidió que le dé unos besitos a sus huevos, y cuando sentí que su olor a macho invadía mis razones, me metí toda esa verga, ahora más hinchada en la boca. El pendejo me sostenía de la cabeza para entrar y salir, para darme pijazos en la cara, para hacerme desear, para que lo mire a los ojos con la pija a punto de entrar en mis labios presumidos, y para de vez en cuando tocarme una teta.

¡pedime la leche guanaquita, dale que te empacho, así, chupá bebé, sos la hermanita más, más peterita y chancha que…. Seguí nena, y mojate la bombacha! Te re mojás no cochina?!, decía cada vez menos amable mi hermano, haciendo que el rigor de su glande llegue a mi garganta. Me cogía re riiico, y me mojaba más de lo que él pudiera sospechar.

¡esta tarde me pajeé oliendo una bombachita tuya putitaaaa!, me confesaba mientras me daba su cremita, luego de retorcerse como descompuesto, pero con los ojos ardientes, la boca repleta de jadeos y la pija más venosa cada vez. Apenas acabó, se las tomó, y mis dedos tuvieron que calmar todo el fuego de mi conchita endiablada.

Hubo varias noches como esas. Maxi interrumpía lo que sea que estuviese haciendo, siempre por la madrugada, para que mi boquita se la mame con pasión, con poca experiencia pero con todo el amor que además le tengo.

Una de esas noches, yo estaba acostada, leyendo algo para ciencias biológicas. Me sacó el libro y lo reemplazó por su pija en estado de cemento implacable. Se la lamí, le di unas ricas escupidas, lo dejé que me la apoye en las tetas sobre mi remera ancha, y, de repente, me destapo y se lo pido sin contenerme.

¡pajeate contra mi bombacha nene, dale, y dejame la leche ahí!

No tuve que pedírselo de nuevo. El guacho juntó la tela de mi bombacha roja a su glande, y no demoró más de 5 o 6 apretones. Se estremeció cuando largó todo, humedeciendo hasta nuestro apellido.

A la mañana siguiente, antes de ir al cole, me apresó en el baño. yo me estaba lavando los dientes. Cuando cerró la puerta y me apoyó, no lo dudé.

¡bajame la calza y acabame en la bombacha, dale, pajeate contra mi cola!

Sentir su músculo duro entre mis nalgas, bajo la soberanía de mi bombacha fue demasiado. Él me apoyaba como si me estuviese cogiendo, y yo gemía sin controlarme. Sentí un chorro caliente de semen fluir entre mis piernas, y luego descender por mis muslos. Me había llenado toda el desgraciado, y ahora no tenía tiempo de cambiarme. Fui toda enlechada a la escuela!

Pronto, comenzamos a ser cada vez menos cuidadosos. Ahora yo se la mamaba en el living mientras él preparaba algo para la facu, en el baño antes de que se duche para salir con sus amigos, en la cocina mientras él amasaba algunas pizzas, en su pieza en cualquier momento, y varias veces en el patio. Nadie nos veía porque nuestros padres no están mucho en casa por sus actividades laborales.

Fueron 3 meses en los que ir al colegio con semen de mi hermano en las tetas, la bombacha, las medias, o donde me hubiese acabado, para mí era un honor.

Un par de veces fantaseamos con que él me ofrezca a sus amigos para que los deje bien sequitos. Pero yo no me animaba a tanto. Además, debíamos cuidar las formas.

Justamente eso fue lo que nos pasó una tarde. Maxi me encontró de casualidad en el patio, colgando unas remeritas y unas bombachas en la soga, para que el tremendo sol haga su trabajo. No se pudo contener.

Me re apoyó la pija en el culo, me bajó la calcita y empezó a pajearse bien pegadito a mi canal, sin bajarme la bombacha. Hasta que me pide que me arrodille y se la chupe, que no aguanta más. Encima se había despertado de una siesta, y supuestamente soñaba que me chupaba la conchita.

Le obedezco incapaz de pensar, y en cuanto su pija se hace cada vez más gigante en mi boca llena de babita, mi padre entra por la puerta, la que Maxi dejó abierta, además de una canilla prendida.

¡aaaah, bueno bueno! Se puede saber lo que están haciendo?!, dijo sin poder disimular una cara de lujuria que me derritió.

¡nada papi, lo que pasa es que el Maxi, pobre, la tiene re dura!, dije, y le di una lamidita a su tronco, mientras Maxi intentaba subirse el pantalón.

¡vengan conmigo, vamos a mi pieza, antes de que venga mami!, dijo luego mi padre en voz baja, como si se tratara de un pacto cómplice que debía permanecer bajo llaves invisibles.

Lo seguimos tan rápido como pudimos, mientras papi nos explicaba que mamá estaba al caer, que se había tardado en el super.

¡dale Pri, sigan haciendo lo que hacían, ayudalo a tu hermanito!, sentenció papá una vez adentro de su amplio dormitorio, ya habiendo cerrado la puerta. Se sentó en un puf y se frotó las manos para volver a pedirme lo mismo, viendo que ninguno de los dos reaccionaba, perdidos, estupefactos y conmovidos.

Pero esa vez le hice caso como siempre. Yo misma le bajé el pantalón y el bóxer a Maxi, le olí la pija y se la empecé a mamar suavecito. Él estaba de pie, y yo de rodillas con la cola sobre un mueble.

¡hace cuánto que le comés el pito a tu hermano Priscila?!, quiso saber mi padre, con los ojitos cada vez más irreconocibles.

¡no sé bien, creo que hace unos meses pa… y me encanta!, dije pasándome la puntita de esa pija cargada de presemen por los labios.

¡emmm, y se la chupaste a otro compañerito del cole bebé?!, agregó luego.

¡no, no me animo!, dije antes de tragármela casi entera.

En eso llego a pispear que mi papi tiene el paquete hecho un termo, que se lo soba, lo aprieta un poquito y que transpira cuando me oye petear cada vez más rapidito, porque a Máximo le venía la lechita en cualquier momento.

¡si tenés bombacha, bajate un poco la calza Prisci, dale!, me pidió mi papi. Apenas me la bajé, recibí toda la leche de Maxi, un poco en la boca y otro en la remerita.

Eso a mi viejo lo desencajó por completo.

Pero pronto escuchamos que mami nos llamaba desde la cocina.

¡Maxi, andá y decile que ya vamos a ayudarla con las bolsas… vos te quedás acá nena!, dijo mi papi, bajándose el pantalón mientras mi hermano cerraba la puerta tras cruzarla, todavía agitado.

¡vení gateando hasta donde estoy, y mordeme la pija encima del calzoncillo!, me exigió una vez asolas, y yo me embriagué con su olor a hombre en celo. Su pija era mucho más gorda que la de Maxi, y aunque todavía no la podía contemplar desnuda, no tenía herramientas morales para no morderla, olerla y babearla toda.

Mi papi gemía diciendo:

¡dale chiquita, sacala y dale un chuponsito, que si mami nos ve nos mata, sacale la lechita pendeja, chupala toda!

Cuando al fin la liberó mis labios la apresaron en el infierno de sus ansias, y no paré de saltar sobre su cabecita hasta que me largó un terrible chorro de semen, el que me hizo toser, ahogarme y hasta lagrimear un poco. Me encantó que hasta se me escapara leche por la nariz!

Salimos del cuarto para colaborar con mami, y desde ese día las cosas para mi boquita se volvieron mucho más interesantes.

A los tres días de aquel memorable reencuentro entre los tres, mi padre llega del trabajo y me llama desde la calle. Acudo sin dudarlo, y me invita a subir al auto.

Me subo, lo saludo normal, como cualquier hija después de abrir el portón de la cochera, y lo acompaño a entrarlo. Justo cuando me dispongo a bajarme para cerrar el portón me dice:

¡meteme la mano adentro del pantalón y tocame el pito chiquita!

Lo hice llena de vergüenza, pero emocionada. Ahí adentro había un calorsito que me emputecía.

¡querés que tu papi te dé un beso en la boquita mi amor? Ayer soñé que te me metías en bombachita a la cama, y que me la mamabas por debajo de la sábana!, me confesó mientras mi manito le pajeaba esa pija dura, para cuyo calzoncillo parecía insuficiente.

¡agachate nena, dale, y chupala!, me dijo, y luego de bajarse casi todo mi boca entró en contacto con esa piel tersa, húmeda y acalorada. Le di varios sorbitos, se la escupí, le pasé la lengua por los huevos y, no pudo soportar mucho tiempo el rigor de mis dientes contra el tronco. No me entraba más que la mitad. Me dio toda su leche, y esta vez me instó a tragármela toda.

Antes de bajarnos del auto, me pidió que le tire mi alientito en la cara, que le muestre la lengua y le eructe en la cara.

Esa noche, mientras mami preparaba milanesas, mi papi y Maxi tomaban una cerveza sentados a la mesa, y yo terminaba algo para inglés en el living. Hasta que la voz de mi padre me requiere.

¡Prisci, vení un segundo… agáchate y levantame un cigarrillo que se me cayó!

Maxi me señaló debajo de la mesa que los dos tenían las pijas al palo, y él principalmente la tenía al aire.

Me meto debajo de la mesa y se la empiezo a mamar sin hacer ruidos, pero con unos nervios tremendos. Si mi vieja llegara a vernos, no sé qué habría pasado!

Enseguida mi papi me agarra del pelo y me trae hasta sus piernas para que yo misma se la desenvuelva y se la chupe como una golosa incurable.

Entonces, empecé a ir y venir, de la pija de mi hermano a la pija de mi papi, chupando como loca, babeándoles el tronco y las bolas, oliendo con determinación y lamiendo todo el juguito que me regalaban.

Maxi acabó primero, y fue cuando el viejo le decía bajito:

¡atragantala toda, dale que tiene hambre la bebé, y no encuentra su chupete!

Mi papi acabó enseguida, ni bien me tragué la leche de mi hermano. Fue después de que me pegué unos lindos chotazos en la carita y le metí la lengua adentro del prepucio.

Menos mal que la tele estaba al palo con un partido de fútbol, y mami cuando cocina ni se percata de nosotros!

Cuando me incorporé con los cigarrillos en la mano, los que mi viejo había tirado a propósito, mi padre quiso llegar un poquito más lejos.

¡dale un piquito a tu hermano nena, y después a mí!

Claramente que lo hice, y esas dos lenguas hicieron que por poco me haga pis de la calentura.

Una noche medio ventosa, recibo un sms de mi padre al celu, justo cuando estaba poniendo el despertador para ir al cole. El sms decía: ¡vení despacito a la pieza, descalza y en bombacha, ahora Pri!

Pensé que mi viejo había erdido definitivamente la cordura! Pero la curiosidad, la intriga y mi calentura pudo más, y fui haciendo todo el silencio que me salió.

Cuando entro, veo que mi viejo está con la pija parada bajo las sábanas, y mi madre a su lado dormía como una santa.

¡sentate en el piso, meté tus piesitos y tocame el pito con ellos!, me dijo casi al oído.

El suelo frío en mi colita calmó un poco mis ganas de tocarme, pero en cuanto mis pies tocaron el miembro durísimo de mi padre, casi gimo sin querer. Le hice unos masajitos medios torpes, y cuando él lo creyó oportuno me pidió que meta la cabeza debajo de la sábana y le dé una lamidita. Eso solo bastó para empaparme la cara de semen. además me pidió que no me lave la cara ni me cambie la bombacha.

Cuando salgo me encuentro con mi hermano. Le cuento todo lo que el viejo me pidió que le haga, y mientras notaba que el pito se le paraba bajo su short de tela liviana, empiezo a pasear mi lengua por mis labios.

¡quiero darte la leche nena!, me dijo acariciándome las tetas desnudas, cosa que antes nunca le había dejado hacer.

¡y yo quiero hacer pichí nene!, le dije tocándole el pito.

¡bueno, vamos al baño, y mientras hacés pis me sacás la lechita!

Eso fue lo que hicimos. Solo que acabó después de olerme la conchita toda salpicada de pis, ni bien terminé. Me acabó en las gomas, y me prohibió terminantemente limpiármelas.

Una mañana mi padre entró a mi pieza con Maxi. No serían más de las 9.

¡dale guachita, despertate, que mami está haciendo el desayuno!, dijo Maxi sacudiéndome de un brazo.

¡dale bebé, que hoy te vas a tomar nuestra lechita primero!, agregó el viejo.

Los dos estaban en calzoncillos.

Pensaba en mi mami poniendo lo mejor de sí para atendernos como a unos reyes, en mi padre dándome su semen y en mi hermano aprovechándose de cada posibilidad que tenía, y me calentaba más.

¡ponete en cuatro, y solo en bombacha Pri… y vos Maxi olela toda!, ordenó mi padre.

En cuanto cumplí, mi papi me dio la pija para que se la chupe, y no entendía hasta entonces por qué tenía una taza en la mano.

¡cuando te acabe la leche la vamos a poner en esta tacita, los dos, y después vos la llevás a la cocina, le ponés lo que quieras para llenarla y te la tomás!, explicó mi padre con mi boca ruidosa, babeada y deseosa rodeándole la verga, saltando, atragantando gemidos y escupiendo un poco el suelo. A la vez, Maxi me olí sin tocarme, y se re pajeaba diciendo:

¡qé olor a putita nena, me encantaaa, quiero lamerte esa concha alguna vez!

Apenas mi viejo empezó a dar señales de que su eyaculación estaba próxima, me pidió que lo pajee con todo pero adentro de la taza. Finalmente un suculento y apetitoso chorro de semen cayó en el recipiente, tentándome a tomarlo ahí mismo.

Pero todavía faltaba la lechita de mi hermano. Con él no fue muy difícil.

Me metí en la cama, me saqué la bombacha, se la intercambié por mi pija y empecé a mamarla toda, rapidito como le gusta, y diciéndole:

¡olé mi bombacha pendejito, dale, que cuando quiera hacer pichí te llamo, así me olés la concha, dale, mordela, escupime la bombachita neneeee!

El tarado casi se olvida del pacto y me acaba en la boca. Pero la sacó a tiempo para dejar la tacita hasta un poquito más de la mitad con su semen.

Cuando todo terminó, yo fui a la heladera y le puse un poco de yogurt, y me senté a la mesa mientras mami preparaba tostadas con manteca. Me tomé todo el yogurt delante de ellos, y mami no podía sospecharlo! Además, no tenía bombacha debajo de mi remera larga, porque la tenía Maxi en su bolsillo!

Hubo muchas cositas más entre mi papi, mi hermano y yo! Me volví una viciosa de sus pijas, del sabor de sus lechitas y de las cosas chanchas, riesgosas y perversas a las que me someten. Era un orgullo ir al cole con la leche de ellos esparsida por todos mis rincones, aunque no me penetraran. Esas mamaderas son todo lo que necesito. Hasta me hago pis encima si no me las dan, y eso a Maxi lo excita tanto que acaba como un burro! fin

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