Me recomendaron aprovechar la vida universitaria al máximo, así que me dejo llevar por cada oportunidad que aparece

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Dicen que hay que aprovechar la vida universitaria al máximo. Creo que me he tomado ese consejo al pie de la letra. Me llamo Dani y estoy en primero de carrera en una Universidad de la ciudad de Madrid. Soy alto (1,82), un cuerpo normal, ojos claros y un pelo castaño muy claro, casi rubio. En esta serie de relatos os contaré algunas de las situaciones más morbosas que me han sucedido durante mi primer año en la Universidad.

Por lo general soy una persona bastante extrovertida. Me gusta conocer gente nueva y que me aporte algo interesante. En mi primer día, charlé con casi toda la clase (somos casi 80, así que me cundió bastante), pero no pude evitar fijarme en Jorge, un chico delgado, ojos azules, un poco más bajo que yo. Tenía pinta de ser de esas personas que tienen cara de buena persona pero luego son unos cerdos en la cama. Entablamos una conversación muy buena e interesante, tanto que nos sentamos cerca y continuamos charlando durante las presentaciones de las asignaturas. Venía de otra carrera que no le hizo mucha gracia, por lo que andaba algo preocupado por si esta tampoco le llenaba. El inicio del curso transcurrió con total normalidad, y mi relación con Jorge fue cada vez mejor, casi que podríamos decir que nos hicimos muy amigos en poco tiempo.

Un día nos estábamos tomando algo en la cafetería de la Facultad cuando salió el tema de las relaciones. Me preguntó si tenía pareja, a lo que le conté que desde hace un par de años estaba soltero. Ya aproveché para decirle que era gay y evitar la situación de preguntar por tías. Él me dijo que era bisexual (no me sorprendió, ya que nuestra carrera tiene una alta población de personas no heterosexuales) y que había tenido solo una pareja hombre. Desde entonces nuestra relación mejoró mucho más. El hecho de que fuera bisexual me puso algo cachondo, porque el chico es bastante guapo y está bastante bueno.

Desde casi al principio del curso cogimos por costumbre irnos de cañas una vez a la semana después de clase antes de comer. Un día se nos fue de las manos y bebimos un poco más de la cuenta, lo que hizo que mis hormonas no se controlaran. Estábamos sentados en una mesa en una esquina, y, fruto de que iba con cervezas de más, comencé a acariciar su pierna con mi pierna. Parece ser que le gustó, porque no se movía ni quejaba. En ese momento tenía ya la polla algo morcillona.

Después de estar un rato así comencé a acariciarle el brazo que tenía apoyado en la mesa. Empezó a sonreirme mucho y a ratos morderse el labio. Eso me puso muy cachondo, por lo que tuve que ir al baño a echarme algo de agua y despejarme, porque mi erección se notaba a leguas (no ando mal dotado). Cuando volví…

– No hace falta que te vayas al baño a esconder la erección, se te nota bastante. Los chicos con los que habrás estado se habrán ido contentos-, me dijo Jorge. Comencé a ponerme rojo y no sabía por donde salir. No me esperaba ese comentario. -No ha sido por eso-, dije.

Minutos después nos fuimos. Jorge me dijo de ir a su casa a tomar la última, aunque no estaba seguro, dada la situación que acabábámos de vivir. Vivía con sus padres, pero por sus trabajos no llegaban hasta por la noche a casa. Estuvimos tomándonos una cerveza y comiendo algo rápido mientras estábamos sentados en el salón con la tele en silencio de fondo.

– Bueno Dani, ¿vas a admitir ya lo que ha ocurrido en el bar?, me dijo.

– No tengo nada que admitir, han sido imaginaciones tuyas, dije con una voz temblorosa.

Acto seguido se acercó mucho, poniendo su cara a escasos 5 centímetros de la mía. – ¿Y ahora? ¿Se te pone dura? – me dijo. No pude contenerme y le di un beso, el cual no rechazó, es más, abrió la boca y comenzamos a darnos un buen morreo. Nuestros cuerpos se terminaron de juntar, y con ello nuestros paquetes con bultos más que notables. Sus besos son lentos y suaves, acompañados de caricias por la nuca y el pecho. Nos despegamos para coger aire y quitarnos las camisetas. Ambos sabíamos el desenlace de esos besos, y así fue.

Cogió de mi mano y tiró hasta llegar a su habitación. Un espacio bastante amplio, con una cama de matrimonio una de las paredes laterales y una gran estantería repleta de libros y música. Me empujó y caí en su cama. Comenzó a besarme nuevamente mientras acariciaba mi pecho. A continuación sus besos se transformaron en pequeños mordiscos y lametones en el cuello, el pecho y mis pezones. Cuando llegó a la altura de mis pantalones no lo dudó ni un instante. Tiró de ellos hasta dejarme en unos húmedos boxers, que en ese momento iban a estallar de la erección que llevaba. Levantó la cabeza y me lanzó una mirada de deseo. Asentí con la cabeza. Me quitó lentamente los boxers con la boca mientras sus manos acariciaban mi pecho y mis piernas. Acto seguido acercó tu boca a mi polla, y al sentir su aliento cerca del glande me puso como una moto. Abrió la boca lo máximo que pudo e intentó metérsela entera en la boca sin éxito. Mis 21cm finos pudieron con él, pero entre arcadas hizo una de las mejores mamadas que me han hecho nunca.

Cuando no dejó centímetro de mi polla sin recorrer, se quitó los pantalones y los boxers. Salió un bicho de unos 20 centímetros gordo que iba directo a mi boca. Mientras yo continuaba tumbado en la cama, él situó su polla en mi boca y comenzó a follármela lentamente, para después aumentar el ritmo. Me encantó. Después se dió media vuelta e hicimos un 69, ya los dos completamente desnudos mientras acariciábamos y jugábamos con el culo del otro. Escupíamos en los anos y con los dedos restregábamos el líquido y los introducíamos lentamente. Cuando no pude más, abrí bien mi culo indicándole que quería que me follara de forma salvaje.

Se levantó y sacó de su mesilla un condón (tamaño XL) y un bote de lubricante. Yo, como buena zorra que soy, me puse a cuatro patas en su cama con el culo en pompa para que me diera bien. Se puso el condón y echó bien de lubricante en mi culo. Introdujo la punta de su nabo lentamente, y cuando su glande ya estaba dentro, introdujo de golpe y a la fuerza los centímetros restantes. Sentí como si mi culo se hubiera partido en dos, pero la situación era tan morbosa que me dio igual. Jorge estuvo parado unos segundos mientras mi culo se adaptaba a semejante bicho.

Comenzó a mover su polla lentamente dentro de mi agujero, acelerando cada vez más el ritmo, hasta un punto que iba muy rápido, a la vez que mis gemidos de lo bien que lo hacía. Su follada iba acompañada de algunos azotes que me ponían más cachondo aun. Estuvimos cerca de 15 minutos en esa postura, cuando gritó que se iba a correr. Sacó su polla de mi culo y se quitó el condón. Mientras, yo me coloqué de rodillas en el suelo para que se corriera en mi boca y mi cara, idea que le encantó. Segundos después soltó cinco chorros de leche caliente que acabaron la mayoría en mi boca. Sus gemidos mientras se corría me pusieron más cachondo aun si podía.

Me tumbó nuevamente en la cama y comenzó a hacerme una buena mamada. Le indiqué que si seguía me iba a acabar corriendo, aviso que desoyó y aceleró el ritmo. Me corrí dentro de su boca, pero no pude ver ni una gota de mi leche, ya que se tragó toda. Después me dió un buen beso.

– Parece que este es el inicio de una bonita amistad-, me dijo sonriendo mientras se incorporaba dirección a la ducha.

Y tanto si lo fue…

Continuará.

¡Gracias por leer este primer relato! Podéis poneros en contacto conmigo a través de [email protected] para hacerme llegar vuestras impresiones o sugerencias de mejora. ¡Nos leemos pronto!

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