Le ruego a mi primo para que se masturbe al frente de mí, como motivación le digo que me puede acabar en las tetas, llenándome de semen

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Una pajita a ciegas

Estaba en la cama intentando dormir. No había estudiado para el recuperatorio de ciencias biológicas y, la verdad me importaba un bledo. Sólo podía pensar en lo erecto que tenía el pene, en lo rebalsado de presemen que yacía mi slip y en el dolor de mis testículos artos de mis desatenciones.

Hacía un mes que no me pajeaba, y mi mano se dio a la tarea de subir y bajar unas seis o siete veces por mi tronco fibroso, hasta que el mismo desenfreno me hizo suspirar, arquear un poco las piernas y, como resultado impostergable, liberar un chorro de semen que cayó en mi abdomen, humedeció mi sábana y recorrió el elástico de mi calzoncillo.

Pero no era suficiente. La pija no se me bajaba, los huevos me punzaban al borde del colapso, la temperatura de mi cuerpo parecía sofocarme y, el olor a menta de mi compañera de banco en mi recuerdo me torturaba.

Como soy ciego no me quedaba otra que imaginarla. Sólo contaba con el sonido de su voz, con lo fresco de su aliento cuando me hablaba cerquita, con su solidaridad para acompañarme a cualquier sitio y con el tacto de sus manos. Pero en mi mente sus tetas eran devoradas por mi boca, sus pantalones despojados de su cintura por mis manos, su cola se transformaba en dos tambores deliciosos, y su bombachita se me antojaba suave, chiquita y mojada. Quería descubrir el olor de su sexo, el frenesí de su lengua, el sabor de sus pezones.

En eso estaba cuando mi mano estimulaba mi pija a la vez que mis talones se friccionaban en mis nalgas abriéndolas con cuidado para que mi ano sienta el alivio de una brisita caprichosa que, se generaba entre las sábanas por mis movimientos.

Volví a derramar un poco de leche en cuanto soñaba despierto que mi compañera rodeaba mi pene con su boquita fanática de las golosinas, que me ponía sus tetas en la cara tras untarlas en licuado de banana, y que en el colegio le pedía que me acompañe al baño, solo para que me ayude a bajarme el pantalón.

Allí recordé que estaba en el cuarto de la casa de mis tíos, y que en la cama que tenía a mi derecha descansaba mi prima Ruth. El tío Oscar me pidió que esa noche me quede a dormir, ya que mis padres habían viajado a Chile para cerrar un contrato de negocios.

Pensaba en cómo estaría durmiendo, en lo mucho que le gusta la chocolatada y en lo largo de su pelo, cuando la oigo darse vuelta hacia el lado de la ventana. Mi pija se endurece cuando más tarde la oigo suspirar y hacer unos ruiditos con la boca.

No quise perder el tiempo y, me levanté en calzoncillos. Me acerqué a su cama, metí una de mis manos bajo sus sábanas y le toqué una pierna. Ni se mosqueó la piba!

Entonces fui más directo. Le rocé una nalga y descubrí que tenía una bombachita de tela suave y fina.

Saqué mi pija afuera del calzoncillo empapado, la sacudí, la froté en su sábana sin llegar a tocarla, la destapé por completo, le olí los piesitos desnudos y me animé a acariciárselos con el pito.

No aguanté el impulso de mis eufóricos ratones, y, apenas le acerqué mi olfato a su culo, un culo carnoso, firme y bien trabajado, me acabé en las manos de tanto apretármela procurando no emitir ni una pizca de ruido. Me las limpié en su sábana de abajo, y tras quitarle del todo la de arriba hice un gran esfuerzo por sacarle la bombacha.

Lo hice de a poco, despacio, lentamente, con el corazón martillando en mi pecho, alternando tamaña adrenalina con algo de paja, tramo a tramo y sin perderme detalles.

Cuando llegué a sus rodillas le lamí la cola, y en ese exacto momento Ruth despierta, o finge hacerlo, cosa que, para el caso daba igual.

Cuando su voz renació en el silencio diciendo:

¡sacamela toda, dale, olela y tocate cochino!

Me subí de lleno a su favor, y en cuanto la tuve en las manos agregó:

¡ponetela, ahora, y no pares de pajearte, dale, que ninguno de los dos nos vemos, y no pienso prender la luz!

Mi slip voló por el aire, y su bombachita ocupó su lugar, después de haber pasado por el testeo de mi nariz y lengua.

La fragancia de su vagina era una droga afrodisíaca que se mezclaba con el de un sudor supremo.

De repente Ruth me manotea el pedazo mientras yo me masturbaba de pie, bien pegado a su cama, y acerca su cara a mi pubis.

¡sos un pibito pajero nene, y me encanta! Pero ahora quiero tu leche en mi boca!

Me escupió desde la panza a los huevos, mordió su bombachita gimiendo al tener los sabores de su vulva tan a mano, me pajeó ya sentadita en la cama y me refregó su par de tetas en la pija, las que nunca me podía imaginar tan grandes.

¡tocalas nene, dale, avivate un poquito, pajeate en mis tetas primito!, dijo cuando mis oídos se distraían con unos soniditos que provenían de entre sus piernas. Seguro que se re tocaba la pajera!

Cuando mi pene entró en el paraíso de su saliva, sentí que se me venía el mundo encima de tantas cosquillas, escalofríos, subidones de un calor y una resequedad en los labios que me alertaba. Pero me la succionaba, me lamía desde los costados, de arriba hacia abajo, hundía su lengua en el cuero para rozar mi glande, besaba mis bolas, me abría los glúteos y me mataba de deseo cuando su boca la soltaba de golpe para atraparla con la misma inmediatés.

Le bañé la cara de leche mientras el tío Oscar golpeaba la puerta para saber si teníamos luz, ya que al parecer en la calle no había, y en el momento en el que Ruth pedía insurgente:

¡dame esa leche cieguito calentón, dale que es mía, porque vos te pajeaste con mi olor, dame lechiiiitaaaa!

Corrí a mi cama todo lo rápido que pude, porque el tío decidió entrar al cuarto al no obtener respuestas de nosotros.

Me hice el dormido a la vez que escuchaba al tío rezongar a media voz:

¡nena, qué hacés así en bolas chiquita!

Y, acto seguido me empecé a pajear con todo, solo que boca abajo para hacerle el amor al colchón, mientras oía unos besos, gemiditos, respiraciones cada vez más aceleradas, y a la voz de mi primita decirle:

¡así, meteme los dedos, y comeme las tetas pa, dale que estoy re alzadita, y mi primo no me quiere dar la leche! fin

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