Desperté en una habitación con tres hombres desnudos, me habían drogado y metido la polla por todos lados. Pero me gustó tanto que cuando desperté esta vez los busqué yo
Despertar sorpresa.
Abro los ojos lentamente. Acabo de despertar y no sé dónde estoy. No recuerdo nada.
Estoy tumbada en una cama, boca arriba. Observo el techo de la habitación. Blanco, limpio. La luz entra por un gran ventanal, tamizada por una fina cortina de color blanco.
No reconozco el lugar. Tampoco me extraña. Tengo la cabeza un poco pesada. Me parece que ayer bebí más de la cuenta.
Me siento desnuda. Levanto un poco la cabeza. Mis pechos están al aire. Miro más abajo. Confirmado. No llevo nada puesto, ni calcetines. Tengo las piernas abiertas. La derecha cae fuera de la cama y apoyada en el suelo. Me siento cómoda. Me siento libre.
Mi brazo izquierdo está tocando otro cuerpo desnudo. Giro la cabeza lentamente. Es un tío. No le reconozco. Acostado y girado ligeramente hacia mí, es atractivo, parece que duerme. Al igual que yo, tampoco lleva ropa. Su miembro relajado pero voluminoso cuelga hacia abajo. Mi mano izquierda está muy cerca de él.
Todavía no recuerdo nada pero me da igual. Me siento muy a gusto así. Acerco mi mano y tomo su pene con suavidad. Lo aprieto ligeramente. Lo muevo. Parece cobrar vida lentamente. Aquello que estaba blando y maleable se torna duro y se eleva lentamente.
Vigilo al chico. No abre los ojos pero sonríe. Estira su cuerpo curvándolo hacia mí y se despereza sin abrir los ojos. No le suelto y aumenta más su tamaño. La piel de su pene la tengo retenida pero su interior se desplaza hacia afuera y descubre su glande. Redondo y de gran tamaño sobresale desafiante.
Me apetece meter aquello en mi boca. Me incorporo. Una mirada a la habitación y descubro a otro chico, tumbado en un sofá, desnudo e inmóvil. Dando la espalda a la cama sólo presto atención a que tiene un culo bonito.
En el suelo hay otro tumbado en las mismas condiciones. Boca arriba y con la pierna que da hacia mi doblada, la planta del pie apoyada en el suelo, no puedo observar su miembro.
Miro mi sexo. ¡Coño! , mi coño totalmente depilado. Suelo llevarlo recortadito pero ¡me ha desaparecido todo!
¿Qué demonios hago aquí en una habitación con tres desconocidos y todos en pelotas?- me pregunto.
No tengo ni idea pero el cuerpo me pide marcha. Yo no soy así. Reprimo mis deseos sexuales. Soy bastante tímida. Sin embargo estoy deseando comerme esta polla que tengo a mi alcance.
– ¡Dios mío! – pienso- Tampoco suelo usar estas expresiones, ni en mis pensamientos.
Empiezo a recordar algo.
………………………………
El día anterior, tras salir de clase, por la tarde, había quedado con Clara en un bar.
Llegué excesivamente pronto. Mientras esperaba, pedí un zumo de naranja y me senté en una de las mesas, al fondo, en una zona poco concurrida, para estar tranquila.
Saqué mi móvil y me entretuve consultando Facebook.
Tras un rato, estaba al día y Clara todavía no llegaba.
Cuando tengo un poco de tiempo, en la intimidad, me gusta leer relatos eróticos. Me suelo calentar con ellos y no hay ningún tipo de compromiso. Nunca lo había hecho en público pero allí, apartada de la gente, se me ocurrió que el tiempo pasaría más rápido.
Busque mi página favorita- obvio decir cuál es- y empecé a leer los que me apasionan: orgias, de chica con varios chicos. Me producen un morbo especial y me pongo fácilmente en el lugar de la protagonista.
Ensimismada en la lectura, me sobresalté cuando una voz de hombre, tras de mí, me susurró al oído el párrafo que yo estaba leyendo… ¡y vaya párrafo!
“Ana, apoyada en las rodillas, sentía dentro de su coño la polla de Arturo y en ese momento, Juan, con un brusco movimiento, le metió la suya por el ano…”
Salté de la silla, sobresaltada. Habían violado mis pensamientos. Me giré para ver quién era aquel cabrón que se atrevía a cotillear lo que yo leía.
Era un chico mayor que yo. Guapo. Me miraba con una sonrisa inocente y encantadora. Me puse colorada como un tomate. Esto formaba parte de mi intimidad. Es como si me hubieran pillado desnuda.
– ¡Hola! Me llamo Marcos- Me dijo como si aquello fuera lo más normal del mundo.
No acertaba a articular palabra. Le hubiera enviado a tomar por culo, pero dado lo que leía igual me llevaba una respuesta indeseada.
Tampoco podía articular palabra, por los nervios de verme sorprendida y por los calores de vergüenza que me entraron.
Mi silencio debió ser malinterpretado y aprovechó para sentarse enfrente de mí.
– A mí también me gustan esas lecturas. – continuó, para llenar el vacío de la conversación. -¿Cómo te llamas?
Yo seguía internamente debatiéndome entre mandarlo a la mierda o aparentar una normalidad que no sentía.
Opté por parecer una mujer segura de sí misma e intenté modular la voz para que no pareciera turbada.
– Soy Ana… y no deberías cotillear lo que leen otros.
– ¡Lo siento! – respondió sin convicción- Te he visto tan concentrada en la lectura que estaba intrigado. ¿Qué relato es?
Si quería mantener el tipo y dar la sensación de control, tenía que seguir el juego. Le acerqué el móvil para que lo ojeara.
Tras varios segundos leyendo, me reconoció que no lo había leído.
– He visto que el tema es de orgias, ¿Te gustan?- me soltó la pregunta directamente.
En mi cerebro se encendió una luz roja. Aquello no iba por buen camino. Una cosa es que me gustara leerlas y otra estar dispuesta a hacer una. Dude en la respuesta.
– Me gusta leerlas – precisé para evitar confusiones.
En ese momento soñó el teléfono. Era Clara. Me levante de la silla y me separé un poco para hablar con intimidad. Me dijo que no podía venir. Que su padre le había encargado hacer algo y le era imposible.
Me supo un poco mal. Podía haberme avisado antes.
Volví a la mesa y apuré el zumo de naranja que estaba casi entero. Ya no tenía nada que hacer aquí.
– Bueno, Marcos, me tengo que ir…- le dije acercándome a la barra para preguntar cuanto era.
– Lo ha pagado el caballero – me respondieron al otro lado – señalando a Marcos.
– Gracias, Marcos – tuve que decirle.
– ¿A dónde vas? – seguía intentando mantener la conversación.
– A dar una vuelta – le dije sin concretar. Lo cierto es que no tenía ningún plan.
-Oye, si te apetece, podemos ir a ver una exposición de arte fotográfico que han abierto aquí cerca.
No tenía mucho que hacer y ver una exposición de arte parecía un plan inocente.
Fuimos caminando y hablando de todo un poco. Estudiaba Arte. Pasamos al lado de un portal y me dijo:
– Mira. Aquí vivo yo.
Tenía un piso alquilado con otros compañeros que también estudiaban Arte.
La exposición estaba allí cerca.
¡Qué casualidad! Expuestas había obras de fotografía. Todo sobre desnudos. Sin pudor. Chicos con sus pollas al aire, empalmadas y en reposo. Zoom de las partes más íntimas. Chicas en pelotas enseñando todo. El coño abierto de par en par. En alguna foto la chica follada por uno o por varios a la vez.
¿Aquello era arte o pornografía? Lo cierto es que las fotos eran bonitas. Me gustaban.
… no podía ser por las fotos. Tampoco creo que me durara el efecto de la lectura. El caso es que me sentía con unas inmensas ganas de follar. Nunca había tenido una sensación tan fuerte. La cabeza no me respondía bien. Como si se me ralentizara.
Marcos saludó a dos amigos. Me presentó:
– Esta es Ana. Le gustan las orgias y seguro que nos dejaría follarla por todos los agujeros.
Me quedé pasmada. Incapaz de articular palabra. ¿Qué decía éste bestia? ¿Se había dado cuenta de mi calentura?
-Yo no estoy normal – pensé. En otro momento los habría dejado inmediatamente mandándolos a la mierda. ¿Qué me está pasando? No tenía fuerza de voluntad para actuar por mí misma y permanecía allí, parada, escuchando las animaladas que decían y con una sonrisa bobalicona.
– La verdad es que está como un tren. Yo le metía la polla por todos los agujeros- decía uno.
-¿Qué tal si la llevamos al piso y la follamos entre los tres? – propuso otro.
– ¡Esa era mi idea!- apostillo Marcos.
¡Y yo sin reaccionar! Empecé a pensar que me había vuelto imbécil.
-¿Le has echado mucho? – pregunto uno.
-Solo una pastilla- Respondió Marcos.
Ahora empezaba a cuadrarme todo. ¡Me había drogado con algo! Seguramente aprovechó cuando hablaba con Carla para mezclar algo en mi bebida.
La causa me daba igual. Yo quería follar y me daba igual con quien.
Marcos me tomo de la mano, como si fuéramos novios y me llevó hacia fuera de la exposición.
Sus dos amigos venían detrás de nosotros. Yo seguía sus instrucciones. No tenía fuerza de voluntad para oponerme, ni quería hacerlo.
Subimos a su casa. No había nadie. Entramos en el dormitorio principal, grande, luminoso. Con una cama grande en el centro y un sofá en frente.
Me dejó de pie en el centro. Uno de los amigos se me acerco y comenzó a desabrochar mi blusa. No tardó en quitármela dejándome solo cubierta con el sujetador.
Mis movimientos eran lentos, cualquier intento de defensa – disimulado- llegaba tarde y aquella situación me estaba gustando. No podía creerlo. ¿Era el efecto de la pastilla o yo era una guarra?
Se colocó detrás de mí y con una habilidad pasmosa me quitó el sujetador. Mis pechos quedaron libres y la vista.
El otro amigo se acercó frente a mí y me pellizcó los pezones. Estos reaccionaron poniéndose puntiagudos.
¡Lo que me faltaba! – pensé.
– Mira esta puta como se pone – dijo el que me manoseaba con gran jolgorio.
“Deja que me meta tu polla en la boca y te demostraré lo puta que soy” – me sorprendí pensando. Estaba descontrolada mental y físicamente.
De un tirón el de detrás me bajó la falda hasta el suelo y a continuación, el de delante hizo lo mismo con las bragas.
Marcos contemplaba aquello con una sonrisa de satisfacción. Se acercó a mí y tomándome de las manos me llevo al sofá haciendo que me sentara.
Tomó una cámara de fotos y comenzó a fotografiarme. Muchas fotos eran de detalle, de mis pechos, mi vagina, mis nalgas. Me colocaba según lo necesitaba.
Yo me dejaba hacer. Me parecía increíble mi comportamiento. Sin ninguna oposición, dejándome tocar. Con la excusa de colocarme, sus manos paseaban por todas las partes de mi cuerpo sin respetar las más íntimas.
– No llevas mucho pero hay que depilarte el coño – aseveró Marcos.
Sus amigos no tardaron en traer material. Un bote de espuma y una cuchilla de afeitar desechable.
Me colocó sentada con las piernas separadas. Tiró de mis rodillas hacia afuera de modo que quedé casi fuera del sofá, apoyada en mi espalda.
Roció la crema de color verde sobre mi sexo. No era espuma, era crema que se convierte en espuma al frotar. Al momento lo expandió con su mano abierta. El pelo de mi pubis quedó de color blanco y mi sexo abierto de deseo.
Con tranquilidad comenzó a pasar la cuchilla sobre mi sexo, hasta dejarlo tan despejado como el de una niña. Sus amigos vigilaban el trabajo.
– Ahora a la ducha- ordenó.
Me tomó de una mano y le seguí. Me llevó al baño. Era muy amplio. Un gran plato de ducha ocupaba una de las paredes. Una mampara transparente con una puerta corredera evitaba que el agua se saliera.
Me dejó en el centro del baño. Marcos comenzó a quitarse la ropa y sus amigos le imitaron.
Los tres estaban claramente excitados. Sus pollas saltaron como impulsadas por un muelle al quitarse la ropa interior.
Marcos me cogió de la mano y entró en la ducha. Le seguí. Sus amigos entraron detrás.
Abrió el agua. Caía de todos los lados. En la parte superior una zona rectangular dejaba caer una lluvia fina en toda la zona de la ducha. En los lados, diversas boquillas lanzaban chorros a presión. Aquello duró uno o dos minutos y todos acabamos empapados. El agua dejó de caer.
En la pared colgaba un dispensador de gel de baño. Marcos descargó una dosis sobre su mano, la distribuyó entre ambas y la aplicó en mis hombros, una mano en cada uno.
Sus amigos le imitaron. Seis manos aplicaban jabón líquido sobre todo mi cuerpo. Las manos me recorrían con suavidad sin respetar ninguna parte.
Enseguida me vi cubierta de espuma. Cerré los ojos para disfrutar más.
No sé quién se entretenía en mi sexo, arriba y abajo. El dedo medio directamente entre mi raja, el índice y el anular por el exterior de mis labios vaginales. Frotaba con ahínco sucesivas veces.
Yo mantenía las piernas abiertas, sin oposición. Notaba mi sexo abierto como nunca. Aquel dedo que se frotaba por encima, buscó la entrada y le fue muy fácil entrar. Apretaba con sus otros dos dedos, uno a cada lado, provocándome un placer desconocido.
Otra mano frotaba por mis nalgas. Abundante de jabón. Sentía un dedo enjabonado directamente sobre mi ano. Moviéndose alrededor e intentando abrirlo más. Penetró en mi interior y a ese le siguió un segundo dedo. Girándolos, entrando y saliendo, de un lado a otro hasta lo máximo que daba su longitud.
La mano sobre mi coño se recolocó y en vez de un dedo, entraron dos.
Otra mano se dedicaba a mis tetas.
La suavidad en el tacto me hacía temblar, sobre todo mis piernas, que casi no me sostenían.
Ellos también se enjabonaron. Paseaba mis manos por sus cuerpos, gracias al jabón se movían con suavidad.
Por un instante sacaron sus dedos de mi cuerpo y dejaron de manosearme.
Marcos se colocó delante de mí. Con ambas manos me tomó de las nalgas y me levanto hacia él. Colaboré agarrándome a su cuello y rodeando su cintura con mis piernas. En un esfuerzo conjunto conseguimos que su polla coincidiera con mi coño y me dejé caer para que entrara profundamente. Mi clítoris se apoyaba en el nacimiento de su miembro.
La suavidad de su polla, impregnada de jabón, era una delicia dentro de mi vagina. El interior de la misma también tenía el jabón depositado anteriormente por el contante masaje que me habían dado previamente.
Una sensación de placer y de abandono, desconocidos, me inundó.
Uno de sus amigos se aproximó por mi espalda y con su polla palpaba mi trasero como buscando donde enfundarla. No le costó encontrar el lugar. El jabón de ambas partes facilitó su entrada hasta el fondo. Estaba a punto del orgasmo pero quería seguir. No quería acabar con aquello.
El otro amigo estaba allí a mi lado. Solté una mano del cuello de Marcos y agarre aquel miembro que parecía implorarme que le tomara. Comencé a masturbarle. De vez en cuando me venía un temblor y yo apretaba más mi mano. Me gustaba observar su cara cuando lo hacía y notar la presión de su miembro en mi mano.
El amigo que estaba en mi culo se corrió en mi interior, con unos espasmos que yo trasladé a Marcos.
Marcos le siguió y también descargó su contenido con unos gemidos ahogados.
El movimiento simultáneo de Marcos y su amigo consiguió que yo llegara al orgasmo. Con mi mano derecha alrededor de su cuello, le apretaba hacia mí en un intento imposible de que me penetrara más.
Al hacer esto, la parte superior de su polla rozaba con más fuerza mi clítoris y me provocaba temblores incontrolados.
Mi mano izquierda seguía meneando y apretando la polla del otro amigo que no tardó en correrse y lanzar a presión su semen sobre mi pierna.
Tras un tiempo en la misma posición donde todos estábamos a gusto, y uno u otro se contraía de placer, no nos quedó más remedio que separarnos.
Acabamos de ducharnos para quitarnos el jabón. Yo no daba abasto. Frotaba los cuerpos de los tres mientras que ellos se dedicaban solo a mí.
Tras secarnos, me tumbé en la cama. Estaba cansada de tanto ajetreo y me quedé dormida.
………………………………
Me decido. Voy a hacer lo que me apetece. Después de ayer, estos tres me conocen por dentro y por fuera mejor que yo. No tengo vergüenza. Me siento libre.
¿Será el efecto de la pastilla o es que me he vuelto práctica y no voy a tener mejor ocasión?
Acerco mi cara a esta polla que parece decir << ¡cómeme! >> Y la meto en mi boca.
Comienzo a chupar. Me concentro en lo que hago.
Alguien me coge de una pierna y la levanta.
Siento una polla en mi culo. Un empujón. Ya la tengo dentro.
Otras manos se apoyan en mí.
Siento otra polla en mi coño. Otro empujón. Otra también dentro.
Me espera una larga mañana de placer…
Ana