Fue a una cita a ciegos, jamás me imagine que podría encontrar a una chica que me daría todo lo que buscaba por lo menos en sexo
Hace no mucho decidí apuntarme a uno de esos encuentros de speed-dating donde te dan la posibilidad de hablar y conocer a un pequeño número de chicas en breves conversaciones. En este caso eran 7 minutos. Era mi primera vez y el perfil de las chicas que había allí no me cuadraba. Sinceramente idealizaba con la idea de encontrar alguna que diera un vuelco a mi corazón. Pero no fue así.
Las chicas en general eran majas y venían dispuestas a facilitar la conversación con chicos totalmente desconocidos. La mayoría eran bastante tímidas pero había una, Laura, que era bastante más lanzada. En general la conversación con las chicas era muy similar; hablábamos de la edad, aficiones, trabajo, …. pero Laura se interesó enseguida por otros temas como las relaciones de pareja que había tenido.
Al terminar la velada, casi todos los chicos y chicas decidimos ir a un bar cerca a cenar algo y a seguir charlando.
Laura estaba sentada a mi lado en una de las esquinas de la mesa y como ésta era bastante pequeña era normal que nuestras rodillas se tocasen de vez en cuando. Al principio los toques eran accidentales pero luego nuestras piernas empezaron a quedarse juntas por más rato que un simple toque. Hablábamos entre nosotros y con el resto de la gente y al mirarnos nos sonreíamos.
Decidí hacer una maniobra arriesgada y puse mi mano sobre mi rodilla que lentamente pasó sobre la suya. Al ver que ni se inmutaba empecé a acariciarle el muslo mientras los dos disimulábamos hablando con los demás.
Laura seguía conversando como si nada mientras mi mano se desplazaba por toda su pierna hasta las ingle. Estaba haciendo demasiado calor; me preocupaba que cualquiera viera lo que estamos haciendo. Ahora nos resultaba difícil concentrarnos en la comida. Su pie empezó a chocar contra mi pierna.
Fue ella quien me sugirió que fuéramos a su casa. Primero fui yo quien me despedí y 5 minutos más tarde ella salía también. El trayecto de unos 20 minutos en metro se me hizo eterno. Estaba cerca de ella, podía oler la fragancia de su cabello, el olor ligero de su perfume, sentir su cálido cuerpo contra mí.
Una vez llegamos a su casa y cerramos la puerta nos quedamos varios segundos mirándonos a los ojos. Lentamente puse mis labios a los suyos suavemente dejando que mis labios presionasen contra los de ella mientras me abrazaba completamente, dejándome sentir sus tetas generosas aplastadas contra mi pecho. No queriendo romper el contacto con ella, comencé a acariciarle el cuello y la cabeza, pasando mis dedos por su pelo, masajeando sus tensos músculos. Sentí que ella empezaba a relajarse y relajarse bajo mis cuidados. Acaricié más su cuello y le di varios pequeños besos suaves detrás de la oreja. Sentí y oí a Laura gemir suavemente, y sus manos y brazos comenzaron a cambiar sutilmente sus movimientos. En vez de aferrarse a mí, ella comenzó a devolver las caricias y masajes. Cuando rompimos el beso, movió la cabeza un poco hacia atrás y nos buscamos los ojos. Había fuego en sus ojos, algo que no había visto antes. Sacó mi camisa de mis pantalones y desabotonándome me la quitó mientras yo me quitaba los zapatos y los calcetines.
Aflojando mi cinturón desabroché mis pantalones y los dejé caer al suelo. Mi pene estaba queriendo salir de mi ropa interior y ella masajeó mi erección con sus manos, mirándome a la cara.
La tumbé sobre la cama y enterré mi rostro entre sus muslos, por debajo de su falda, inhalando el aroma cálido y dulce a sexo que emanaba de Laura. Le quité el tanga. Le besé los muslos. Le besé su entrepierna. Me quedé besando y lamiendo en esa zona. Separé sus muslos y me puse entre ellos.
Sus muslos se separaron cuando mis dedos se acercaron para encontrar su coño ya mojado. Acaricié mi dedo sobre su humedad, deslizándome para presionar contra su clítoris y luego sobre sus húmedos labios. «Por favor,» ella jadeó, «Sí, allí, justo allí», mientras mis dedos se movían. Metí la punta de mi dedo en ella, ella gimió en voz alta. Lentamente deslizaba mi dedo dentro y fuera de su coño mojado. Cada vez que sacaba mi dedo, yo rodeaba su clítoris dándole un par de vueltas y luego volvía a introducir mi dedo en su agujero.
Su coño estaba húmedo. Empujé mi pene erecto dentro de su coño. Oohhh, hacía mucho calor. Mi pene duro y rígido no tuvo ningún problema en entrar en su coño. Le di unos empujones y ya estaba completamente dentro de ella.
Ella gimió en éxtasis. Empecé a mover mi torso de adelante a atrás. Mi pene crecía dentro de ella. Se estaba volviendo más grueso y grueso. Al principio hice movimientos lentos. Me abrazó y empezó a gemir en voz baja y sexy: «… .uuuhh … .aaaahhhh … ..oooofff».
Ella rodeó con sus muslos mi cintura. Su voz se hizo un poco más fuerte. Yo seguí jodiéndola suavemente. Después de algún tiempo arqueó las piernas y los muslos facilitando aún más mi penetración. Se la metí un poco más.
Cambiamos de postura y se colocó sobre mis rodillas. Ella levantó sus caderas y separó sus muslos bien para poder acomodarme cada vez más dentro de ella. Sostuve sus caderas con las manos y le di un poco de apoyo para mantener su vagina en posición, justo en frente de mi polla. Empujé mi pene otra vez en su vagina caliente y mojada y comencé a follarla. En esa posición pude follarla profundamente; la estaba follando más y más profundamente.
Aumenté mi velocidad. Yo la acariciaba con fuerza. Trataba de meter mi polla más y más en ella. Mi polla iba y venía rápido hacia y desde su vagina. Estaba bombeando duro y follándola salvajemente. Sus gemidos y gritos me calentaron aún más y aumenté mis empujes en su coño hasta que nos corrimos los 2 a la vez.