Se encontraba volviendo de su cita la cual no salió muy bien, pero Remedios le hizo un favor y le alegro la noche dándole una buena mamada
Subió el muchacho cabizbajo y melancólico. Sacó su tarjeta-llave y entró en su habitación con un nudo en la garganta.
Tres golpes en la puerta le hicieron girar en redondo y abrirla con extrañeza. Un torbellino envuelto en un batín floreado irrumpió en forma de señora espectacular en el cuarto. Remedios llevaba una botella de cava en una mano y dos copas en la otra. Sus tetas desbordaban el escote generoso, dejando a la vista las areolas y su cortísimo picardías no llegaba a cubrir los vellos rizosos cobrizos que asomaban entre las ingles.
Pero ¿dónde te habías metido, bujarrón? Se lamentó la murciana. ¿No sabes que te estoy esperando hace dos horas? Y sin más, se lanzó a sus pies, es decir, se arrodilló ante su paquete, procediendo a desempaquetarlo con una habilidad casi circense. Antes de que pudiera él resistirse, cuatro dedos de polla se habían sumergido en la húmeda y golosa boca de la murciana. Un tufillo inconfundible y un sabor ya conocido recorrieron la atrevida lengua. “¡La madre que lo parió!” se dijo ella “ si esto no es caldo de chocho, yo no soy la hija de la señora Paquita!” Pero no se detuvo al reconocer el sabor que por algo le era familiar
Con un residuo de cordura y asepsia, Javier se apartó de Remedios y se terminó de sacar las perneras del pantalón, los zapatos, los calcetines y, sable en ristre, se dirigió al lavabo para eliminar los rastros de la reciente corrida, a pesar de que la señora le había hecho ya una limpieza general con su boquita de fresa. No le daba ningún asco a Reme compartir aquellos fluidos; más bien era morbo. Algún chochito se había comido ya en su larga vida de folladora audaz. En medio de una orgía, bien cargadita de alcohol y otros estimulantes, Reme había disfrutado de todos los coños y las pollas que se le habían puesto a tiro y ahora acababa de identificar en las carnes enhiestas de Javier el sabor y, sobre todo, el olor de otra hembra.
El aroma era penetrante y ligero a la vez. Floral y frutal a partes iguales. No era un perfume corriente, eso desde luego. Era elegante, exclusivo, exótico,.. y, sin embargo, a Remedios le daba la nariz que ya lo había olido alguna vez, ves a saber dónde.
Oyó el agua correr por la ducha y se armó de paciencia. Se metió dos dedos entre las ingles para hacer un test de su estado. La abundancia y densidad del flujo presagiaban una corrida apoteósica, pero había que esperar al pipiolo que se seguía higienizando. “Pero si es igual cariño” estaba tentada de decirle “Si ya sé que has estado follando por ahí. Ven aquí y cumple como un buen semental” .
Por hacer algo, recogió la ropa de Javier y dobló un poco el pantalón. Al hacerlo, un trozo de papel cayó del bolsillo. ¿Cómo resistir la tentación de curiosear un poquito? Reme leyó
“Fuente de Cibeles a las 19,00”
Esta era la cita de Javier, sin duda. La letra era firme y delicada a la vez. Había energía en el trazo y una elegancia natural. Le llamó la atención el puntito de la “i”, que estaba representado por una miniesfera de extrema regularidad. Un poco demasiado alto, como un globito que se escapa sobre los tejados de la ciudad.
Javier salió desnudo, sonriente y mojado y Reme tuvo el tiempo justo de tirar el papelito debajo de la cama y abalanzarse sobre su atractivo acompañante para comérselo a besos de los pies a la cabeza.
El muchacho había reflexionado en la ducha. Decididamente, el disgusto de separarse de Lucía apenas reencontrada, lo iba a aliviar jodiendo como un conejo en celo con aquella sencilla y opulenta señora, que no le quería complicar la vida sino llenarse todos los agujeros con su presencia material. Así que, con alegría y un punto de lujuria, Javier tumbó a Reme sobre la cama y empezó a recorrerla con manos y boca, alocadamente, algo violento y precipitado, pero buscando encender hasta la última fibra de aquel veterano cuerpazo.
A los cinco minutos Remedios estaba tan cachonda y sofocada que tuvo que plantarse- ¡Basta ya, cacho cabrón! ¿Quieres volverme loca o qué? ¡Venga!¡Fóllame de una puta vez que tengo el chichi como la fuente de la Cibeles! Se le escapó la indiscreta comparación, pero disimuló como si fuera casualidad haber aludido al húmedo monumento de la cita de Javier. Él se detuvo turbado. Sólo fue un segundo, pero bastó para que ella confirmara sus sospechas. La reacción fue inmediata. Javier se colocó entre las piernas abiertas, apuntó y entró como un cohete perforando el cielo primaveral, como cuchillo en la mantequilla, como carajo en chocho abierto… Presa de una excitación poco habitual, con el despecho haciendo vibrar sus pelotas, Javier inició un mete-saca imposible, a un ritmo endiablado, haciendo vibrar las abundantes carnes de su amante como grandes flanes de vainilla. Saltaron las tetas fuera del picardías, se abrió éste, dejando el redondo vientre al descubierto y balanceándose en todas direcciones.
Era la resurrección de la carne, el milagro de los panes y los peces, la trompeta del juicio final, o al menos eso le pareció a Remedios, que había perdido el mundo de vista y estaba galopando hacia un orgasmo brutal, deseosa de que aquel arrebato de pasión no tuviera fin.
Oyó la voz ronca de Javier lanzando confusos insultos que no pudo interpretar, se crispó buscando más contacto aún y se corrió poniendo los ojos en blanco, tensando los dedos de los pies, estrujando las sábanas entre las manos y lanzando un balido gutural, de oveja degollada, hasta derrumbarse y hacer que la polla enhiesta saltara como un muelle fuera de su gruta.
¿Te has corrido? Musitó con voz entrecortada después de unos segundos.
No, no sé qué me pasa, buscó él una excusa para lo que era ya evidente a ojos y boca de Reme, y era que ya había vaciado la bolsa en otra parte antes de venir a su encuentro.
Mejor, porque tengo un regalo para ti, dijo Reme mientras rebuscaba en el bolsillo de su batín y extraía una botellita azul de contenido ignoto.
Lo prometido es deuda. Hoy te voy a dar el regalo mejor que una mujer tiene para su hombre.
¿Tu alma? Preguntó Javier guasón dejándose caer en la cama.
¿Qué coño del alma, melón? ¡El culo, hombre, el culo! Es el bien más preciado de una doncella.
No sé, Reme. No quiero lastimarte, a mí me da igual. La boca, las tetas,… todo esto me gusta más.
¿Más que mi culo? No sabes lo que dices. A ver, ¿cuántos culos te has beneficiado, tú? Se interesó ella encaramándose sobre el manubrio.
No sé, ahora no sabría decirte… contestó él vagamente.
¿No te has follado un culo en tu vida? ¡Serás peluso! Entonces el regalo va a ser mayor de lo que pensaba. Venga, añadió tirando de sus manos para ponerlo en pie. Te lo has de ganar primero. Esto tiene su ciencia. Remedios se arrodilló ofreciendo sus nalgas gordas y temblorosas y alargó la botellita a su amante. Empieza a extenderla por aquí. Primero calienta la crema con las manos. Un poco más. Ahora. ¡Uum! ¡Qué fresquito más bueno! Ahora mete un dedo. Sin miedo, a fondo, nene que yo tengo aguante… ¡AAyy! Cuidado, cabrón que es mi culo eso…
Dejémoslo, Reme, ofreció Javier sacando su potente índice de la sima prohibida. No es necesario..
Ni hablar. ¿Qué te has pensado?¿Que no me cabe tu pollita de aldeano raquítico? Remedios bromeaba evidentemente, porque la tranca que se estaba irguiendo sobre su grupa hubiera espantado a un sodomita experto. Venga, ahora dos. Javier se embadurno bien los dedos y vertió media botella en torno al ojete peludo y tenso y en su oscuro interior.
Las dos caras del sexo se mostraban en toda su crudeza ante el muchachote. Después de gozar del más tierno y amable que la imaginación puede concebir con su élfica Lucía, se ofrecía ahora ante él aquella imagen descarnada de los dos globos inmensos, carentes de la proporción y la tersura de la grupa de la rubia ejecutiva, macizos y rugosos, como hogazas de pan, con aquel agujero negro y peludo, prieto y resistente, embadurnado de un líquido azul y aceitoso que lo hacía aún más extravagante. Y sin embargo, una fuerza irresistible le atraía hacia aquel agujero negro y desafiante.
Sujetó el mango con la mano para aumentar la presión y atacó sin piedad con su amoratado glande. Su intención era estrujarlo hasta que el dolor le hiciera bramar como un búfalo herido. Empujó con fuerza y apretó los dientes. Para su sorpresa, el agujero se abrió, envolvió su glande y se lo tragó con un mínimo esfuerzo. Sin pensar en las consecuencias, Javier se tiró a fondo y enterró media verga en aquel antro hermético.
¡AAAyy! Bramó Remedios. Pero ahora Javier no se ofreció a parar. Al contrario, con un gesto brusco enterró el resto de su miembro en la gruta prohibida. Apretó con fuerza las nalgas de la mujer. Ella estaba tensa y temblorosa. Apenas un hilo de voz salía de su garganta NLSKS.. gemía ella enigmáticamente. ¿Qué? Inquirió él ¡Que no la saques ahora, coño! Quieto, quieto. Me he de acostumbrar. Joder, qué fuerte.
Al cabo de unos segundos Reme empezó a moverse muy despacito, y su esfínter cobró vida propia y se contrajo brevemente para relajarse y volver a apretar a su invasor.
Fue como una señal del cielo. Lentamente, el chavalote retrocedió hasta casi salir y volvió a entrar.
A pesar de todas las dificultades, o quizás gracias a ellas, el pito de Javier empezó a disfrutar del masaje estrujador del esfínter de Reme. La sensación de liberación era intensa cuando emergía entre el mar de pelos y pomada; Por ello se apresuraba a volver a sumergirse en el negro abismo, a la espera de disfrutar de nuevo de la extracción, y así sucesivamente.
Remedios estaba pasando por un mal trago. Había exagerado su experiencia sodomítica, ya que en realidad nunca había recibido un huésped de aquel calibre y longitud por la puerta trasera. Haciendo de tripas corazón, ahogó sus sollozos para fingir gemidos de placer, pero lo cierto es que estaba a punto de tirar la toalla y pedirle a Javier una tregua.
Como guiado por un sexto sentido, él detectó que algo no funcionaba y detuvo sus penetraciones sin acabar de extraer el palo del tormento del castigado orificio. Con habilidad dirigió su mano izquierda hacia la chorreante vagina, sin descuidar las caricias al sensible botoncito. Con la otra mano pellizcó suavemente cada nalga, como si estuviera calmando a una yegua salvaje, renuente a la montura.
Tras cinco minutos de tratamiento, Reme recuperó el punto de excitación perdido y se empaló de nuevo lentamente. Era mejor dejar a la mujer que se administrara el castigo a sí misma según su voluntad, así que Javier se colocó en postura estática, amasando cada vez con más vigor las gordas esferas de carne. Pronto Reme gemía, ahora sí, de gusto, penetrándose el ano con el cipote estático, no dejándole introducirlo más allá de la mitad, ni salir del todo al retroceder.
Ahora Javier tenía dificultades para contenerse, ya que el placer se contagia y la gruta oscura rebosaba de excitación. Los gemidos de gusto eran ya gustosos de verdad y el chico tenía dificultades para mantenerse estático ante los balanceos lúbricos del tembloroso culo.
Ahh!, exclamó mientras empezaba de nuevo a moverse, primero despacio, luego más y más rápido, hasta que el carajo quedó gustosamente enterrado en la estrecha angostura.
Muévete, vamos,.. susurró Reme arrebatada de lujuria. ¡¡Vamos, rómpeme el culo!! ¡Lléname de leche! Y no hizo falta repetirlo. Con un bramido titánico, Javier empezó a bombear en serio, con fiereza y sin piedad, como la pedía su madura colega. El esfínter se acoplaba al movimiento del pito, hundiéndose unas pulgadas en las embestidas y dejando entrever un tejido rosado y brillante cuando la polla se movía hacia fuera. Casi a la vez, los dos órganos cobraron vida propia, más allá de los movimientos de sus propietarios. El pene convulsionó en violentos espasmos y el ano se dilató y contrajo dolorosamente, estrangulando a su invasor y ordeñando hasta la última gota del líquido espeso que derramaba.
Sin fuerzas para gritar, Javier dejó sus diez dedos marcados en las nacaradas nalgas de Reme y ésta hizo lo propio con la colcha utilizando sus incisivos y caninos para desgarrar el tejido en un arrebato de placer.
Cayó él sobre ella exhausto y ella se desplomó también sobre la cama. Unidos aún por la polla y el culo, los amantes descansaron un instante antes de probar a desencajarse.
Relájate, chica, que esto no sale.. Pidió él algo espantado
Se me ha quedado todo tieso. Tira un poco, a ver. Ella con alarma en la voz
¡Aayy, no puedo!. ¡No sale, tía! Haz fuerza, como si fueras a hacer de cuerpo.
Reme se estremeció de risa con el eufemismo aquel.¡Ja, ja, ja! Y cada carcajada era un espasmo de sus tripas y un violento apretón de la polla cautiva. ¡A cagar, dices!. ¡Como si fuera a cagar!, ¡ja, ja, ja,..! y Javier se empezó a contagiar de las risas, ya que la situación era cómica a pesar de que polla y culo seguían bien encajados.
Uno sobre otra empezaron a relajarse. Si pudiera fumarme un pito, seguro que te soltaba el tuyo… ¡ Ay, no me hagas reír más, burra! Se quejaba él.
Oye, ¿tu has estado echando un polvo con alguien esta tarde, verdad? Dijo Reme acomodándose en la cama y mirando con sorna a su amigo que estaba bien a gusto, sobre el mullido cojín de carne.
¿Por qué me preguntas eso?
No sé, cabronazo. Será por el pestazo a coño que echabas antes de ducharte, contestó ella risueña.
De pronto la polla se empezó a encoger.
¡Ahí va la Hostia! Ya sale, ya sale
¿Con quién follabas? Masculló Reme apretando su esfínter y bloqueando la salida del cipote.
¡Para, para! No me la aprietes más. No era nadie conocido.
¿Una puta? ¡Serás maricón! Se giró para acoger contra sus tetas al muchacho y estrecharlo posesiva entre sus muslos. ¿Has ido a regalar mi leche a una zorrona de Lavapiés?
No. No es una puta, pero no la conoces.
Me parece que mientes, y lo haces super-mal. O sea que o sí que es una puta, o.. sí que la conozco.. Oye, me pica mucho el culo. ¿Qué me has echado dentro? La pregunta era ociosa
No sé. Javier buscó los labios de Reme. Quería besarla para demostrarle su cariño, pero también para cambiar de conversación. Pero ha sido formidable. Nunca había tenido uno así de fuerte. ¿Vamos dentro de la cama?
No, cielo. No te disgustes, pero yo no duermo con los hombres que me follo. Reme rodó sobre sí misma y se escurrió de debajo de Javier. No hace falta que me acompañes, conozco el camino. ¡Ay, mi culo, cabronazo! Vaya, ahora me está resbalando por el muslo tu corrida. Joder, ¿eres un manantial de leche, tú, o qué?
Efectivamente, el semen de Javier parecía un reguero que brotaba de la sima, arrastrando parte de la crema azulada y mostrando un extraño riachuelo que se deslizaba ya hasta la pantorrilla de Reme. Se limpió someramente ella con su picardías y se embutió en el batín. Me llevo el cava, que para el caso que le has hecho.. Mañana a las nueve en el hall. Felices sueños, campeón. Y salió del cuarto tapándose el culo con la punta del batín, para no dejar rastro en su viaje de vuelta a la habitación.
Y Javier se envolvió en la sábana y se sumió en sus pensamientos. Tantas sensaciones en tan poco tiempo le habían dejado agotado. Así que se durmió.