Nunca había hecho algo así, pero esta vez tenia que intentarlo y fue por eso que tuve sexo por teléfono con un desconocido

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Cuando recientemente empezaba a familiarizarme con las redes sociales, los blogs y messenger empezaba a conocer gente, y era bastante confianzuda les contaba muchas cosas de mi vida, siempre he sido muy tímida así que buscaba amigos. En una ocasión conocí a un chico en un blog intercambiamos dirección xe correo y platicábamos por messenger, intercambiamos información: nombres, edades y dónde vivíamos.

Con el tiempo nuestras conversaciones empezaron a subir de tono. Él me gustaba así que yo intentaba parecer experimentada. Lo peor era que yo tenía 16 años y totalmente virgen, ni siquiera había sido tocada por alguien. Únicamente me había besado con mis novios. Casi todo lo que sabía era por vídeos porno, relatos y novelas eróticas, asi que cada vez que me preguntaba algo pues yo le respondía conforme a lo que veía o leía y a lo que sentía cuando me masturbaba.

En una ocasión me dijo que deseaba hacerme suya, me excitó.

Me dijo que quería hablar conmigo por teléfono así que acepté. Le di mi numero y en la noche me llamó.

La conversación empezó de lo más normal, hablábamos de cosas triviales, gustos musicales, lo que habíamos hecho aquel día. Todo normal. Hasta que me preguntó mi edad, yo le había dicho que tenía 20, pero supongo que no me creyó.

—Tienes voz de niña.

—¿Y crees que soy mas chica?

—Lo eres, ¿cuantos años tienes? La verdad.

Él tenía 28, pero no quería seguirle mintiendo así que se lo dije.

—16

Se quedó callado un momento.

—Eres una niña. Ahora, dime la verdad ¿eres virgen?

Pensaba en decirle que no, pero pues… En algún momento iba a descubrirlo ¿no? Había cosas que yo desconocía y obvio sabría que le estaba mintiendo.

—Sí.

—¿Nadie ha penetrado tu coñito?

Me excité al oírlo. Sus palabras no me asustaron, ya había leído cosas así en los relatos.

—No. —Mi voz fue mas un susurro.

—Has de estar bien cerradita. Que rico has de apretar mi verga.

Yo para esos momentos estaba mojadisima.

—¿Qué traes puesto?

—Solo mi ropa interior.

—¿Cómo es? ¿Dímelo?

No quería, no sabía como.

—¿Quieres que yo adivine?

—Ajá…

—¿Traes corpiño?

—Brasier.

Probablemente él no lo sabía, pero a esa edad todas ya estamos desarrolladas, así que no, no usaba ya corpiños. A esa edad ya llenaba perfectamente una copa D.

—Que rico. ¿Copa completa?

—Media.

—¿De encaje?

—Sí. Negro.

—¿Cómo son tus pechos?

No quise decirle la verdad, había sufrido suficiente bullying como para sentirme avergonzada de ellos.

—Pequeños.

Suspiró y eso me prendió aún más.

—¿Y abajo? ¿Calzoncito? ¿Tanga?

—Cachetero.

Siempre me han gustado los cacheteros. Y hacia juego con mi brasier.

—¿Estás depilada?

—No.

—Deberías empezar a hacerlo, bonita. Para que cuando te la chupe pueda sentir lo suavecita que ha de estar.

Mi vagina estaba totalmente empapada, y no sé diga mi ropa interior.

—Desnúdate. Aunque no pueda verte. Quiero imaginarte.

—Sí…

Lo hice. Me desnudé lentamente imaginando que él podía verme. Al terminar tomé mi teléfono.

—Ya.

—¿Como son tus nalguitas?

—Ni muy grandes, ni muy pequeñas.

—Quisiera lamerlas. Dime ¿te gustaría jugar?

—¿A qué?

—Vamos a hacerlo por teléfono.

Mi pulso se aceleró. Jamás lo había hecho, pero quería hacerlo.

—Sí.

—Acuéstate en la cama, princesa. Solo déjate llevar, yo te diré lo que debes hacer.

Asentí. Me acosté en la cama.

—Cierra los ojos e imagina lo que ye voy a decir. Imagíname ahí contigo, en la cama. Recorre tu pecho con tus manos e imagina que soy yo.

Sus palabras me calentaban. Podía imaginarlo ahí, conmigo. Sus manos recorriendo mis pechos, acariciando suavemente mis pezones, pellizcandolos.

Gemí despacio.

—Ahora Imagíname sobre ti, besando tu cuello bajando hasta tus pechos. Besandolos, lamiendolos, chupando tus pezones.

Yo jadeaba despacio, inhalaba y exhalaba. Me sentía aun un poco avergonzada, quería gemir, pero no podía.

—Ahora baja tus dedos por tu abdomen, hasta tu coñito.

Deslicé las yemas de mis dedos, rozaban mi piel sensible hasta que llegué a mi monte venus, me abrí paso por entre los rizos de mi sexo y llegué hasta mi clítoris, y un gemido escapó de mis labios.

—Acariciate, hermosa. Toca tu coñito como si lo hiciera yo, se arriba a abajo, mueve tus deditos.

Lo hice. Mis fluidos hacían que mis dedos resbalaran, nunca me había mojado tanto ni siquiera cuando veía películas porno. Me toqué suave, moviendo mis dedos entre mis labios vaginales humedeciendolos.

—Que rica has de estar. Toda mojada. Quisiera probar tus jugos. Imagina mi lengua recorriendo todo tu coñito. —Su voz era mas grave, me excitaba aun mas si es que eso era posible. —Gime para mí, princesa.

Me dejé llevar. Gemí, jadee y casi grité. Measturbe moviendo mis dedos de arriba a abajo cada vez más rápido. Después me enfoque en mi Clítoris, lo acaricié trazando círculos, estaba hinchado y mas sensible.

—Metete un dedo.

Abrí mis ojos. No estaba segura… No lo había hecho nunca. Supongo que notó mi indecisión.

—Hazlo, complaceme. Solo uno.

—Esta bien… —susurré.

Suspiré profundo y metí mi dedo índice. Al principio fue un poco incomodo, me dolió un poquito.

—¿Ya entró?

—Sí.

—Muevelo despacio, de adentro hacia afuera.

Lo hice. En un rato ya estaba de nuevo jadeando y gimiendo. En algún momento solté el teléfono. Acaricié mis pechos mientras lo dedo entraba y salía de mí. Gemía cada vez más fuerte. No me importaba si me escucharan. Yo quería correrme.

Podía oír la voz de él, pero de manera lejana ya que ya no tenía el móvil a la mano. Moví mi dedo mas rápido y apreté uno de mis pezones. Sentía mi cuerpo caliente.

Después de unos momentos mi cuerpo empezó a tensarse y sentí los espasmos recorriendome. Iba a correrme.

—Correte, princesa. Moja tu dedo de tus juguitos —escuché levemente.

Y eso fue mi incentivo.

Me corrí. Muy rico.

Mi cuerpo se estremeció un poco, arqueé mi espalda y caí inerte.

No sé cuanto tiempo estuve así. Escuchaba que él me llamaba pero me sentía agotada, saciada… Muchas sensaciones nuevas.

Alargué mi mano y tome mi celular.

—Fue… Rico —murmuré.

Él soltó una risita.

—Sí, lo sé. ¿Te gustó?

—Ajá.

—¿Cansada?

—Sí.

—Duerme. Eres un encanto.

Me colgó.

La sabana de mi cama estaba tan empapada como mi vagina. Sonreí y suspiré.

Al día siguiente limpiaría todo. Estaba agotada.

Me cubrí con la colcha y me dormí.

Aquello se repitió muchas veces más y cada vez fue mas rico.

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