Con 16 años hizo que la putita de mi vecina, Marta, se convirtiera en mi juguete sexual. Le hago lo que quiero, cuando quiero
Marta, mi juguete.
Quiero contaros algo que comenzó hace unos meses.
Soy Lucas, un chico de 16 años. Vivo con mis padres y mi hermana en un buen barrio del centro de Madrid. Me gusta estudiar y eso es bueno porque apenas tengo supervisión paterna. Mis padres tienen trabajos de responsabilidad en sus empresas a los que dedican muchas horas y apenas les veo. Mi hermana es 5 años mayor que yo y pasa la mayor parte de su tiempo libre con sus amigas y un noviete al que seguro se folla siempre que puede.
Por supuesto que tengo amigos, que son mis compañeros de clase, pero como ya he dicho me gusta estudiar y paso tiempo en mi cuarto ocupado con los libros.
Bueno, tengo que reconocer que también paso algunos ratos espiando a Marta, mi vecina, una diosa de 24 años que está buenísima. Es bastante alta, rubia y tiene un cuerpo espectacular, podría ser modelo. Sabe sacarle provecho. Se viste y se maquilla de manera que todos los hombres se vuelven a mirarla. Es preciosa y me tiene loquito.
Vive sola. Se vino a estudiar y sus padres, que seguro tienen bastante dinero, le alquilaron el piso para que ella viviera sola. Tras terminar la carrera, encontró trabajo y se quedó. Sigue viviendo sola, aunque tiene un novio que se queda a dormir algunas noches de sábado. Debe ser alguien importante porque tiene algunos años más que ella, siempre viste muy elegante y repeinado, además de conducir un deportivo como el que lleva James Bond en las películas de 007.
Estoy seguro que Marta pretende dar “un braguetazo”, como dicen, ya que se nota que no quiere que se le escape. Lo sé porque una noche tuvieron una gran pelea a gritos. Se escuchaba perfectamente todo. Al parecer ella había sido demasiado “amistosa” con uno de los amigos del novio, y eso le había cabreado muchísimo. El tío es celoso y no quiere que ella tontee con nadie. Marta se defendía y le aseguraba que no, que ella solo le quería a él… y todas esas mentiras que dicen las tías. Al final (y por eso sé que no quiere perderle por nada del mundo) le hizo una mamada en la que se la metió hasta la garganta y se tragó su semen para convencerle que “era toda suya”… y eso que ella casi nunca se la chupa porque dice que la tiene muy gorda y que le hace daño. Bueno, eso es mentira porque les he visto follar muchas veces y la tiene normalita tirando a pequeña. Mi polla es más grande que la suya, lo aseguro, jajaja.
Con la generosa paga que me dan mis padres pues se sienten culpables de no dedicarme apenas tiempo, me compré una cámara digital con teleobjetivo para poder grabar a mi vecinita. Mi ordenador estaba repleto de vídeos de ella cambiándose de ropa, duchándose, dándose crema por todo el cuerpo y también follando con el novio. Le gustaba estar en ropa interior, lo que me volvía loco. Le gusta muchísimo la lencería cara, de marca, y eso a mí me pone a cien. ¡Cuántas pajas me he hecho a su salud viendo una y otra vez sus vídeos!
Mis días discurrían entre libros y voyeurismo, hasta que una tarde vi que llegaba más tarde de lo habitual y además no venía sola. El acompañante no era ni su novio ni ninguna de sus amigas, sino un chico negro bastante joven. Me extrañó mucho y puse mi pequeña pero potente cámara en la ventana a grabar “por lo que pudiera ser”.
Apenas habían llegado al salón de la casa cuando ya se estaban morreando. ¡Y de qué forma! Parecía que se querían devorar al uno al otro. Mientras se besaban comenzaron a sobarse y en un par de minutos ya estaban desnudos. Vi como Marta le hacía sentar en el sofá mientras ella se ponía de rodillas y comenzaba a comerle la polla… ¡y esa sí que era una polla de verdad! Enorme. Larga y gruesa, negrísima y con una venas bien abultadas. Ella no se sorprendió en absoluto, como si ya la conociera de antes, y comenzó a lamerla con glotonería, como si se la fueran a quitar. Se la metía y sacaba de la boca, la chupaba en toda su longitud e intentaba metérsela toda, pero no le cabía, era imposible que algo así pudiera caber en su boquita. Lo intentaba una y otra vez, metiéndola un poco más a cada intento, hasta que las arcadas lo detenían. Poco a poco lo intentaba, pero no lo conseguía. Comenzó a lamerle las pelotas al negro y algo le decía, a lo que él asentía. Entonces dejó las negras pelotas y volvió a meterse aquella enorme polla en la boca. Uno, dos intentos… y al tercero el negro la tomó por la cabeza e hizo fuerza. Increíblemente los labios de Marta tocaron el cuerpo del hombre. Toda la polla estaba en la boca y lo atestiguaba el enorme bulto que se notaba en la garganta de mi vecina.
La cara se le puso roja y abrió muchísimo los ojos por el esfuerzo, y tras unos segundos se la sacó jadeando por el esfuerzo. Ella le sonrió y él se agachó a darle un piquito en los labios. Conversaron un momento mientras ella le seguía masturbando lentamente. Lamenté no tener un micrófono direccional con el que escuchar la conversación. Tal vez sería la próxima compra que hiciera.
Ella comenzó a chupársela otra vez. Hice zoom con la cámara para sacar un primer plano… y logré grabar perfectamente como conseguía volver a metérsela toda hasta la garganta pero esta vez sin ayuda. Fue increíble que le entrara semejante trozo de carne. Había estado pajeándome mientras se desnudaban y al comienzo de la mamada, pero me quedé paralizado cuando se la tragó por primera vez. Es que simplemente no me podía creer que en la garganta de mi vecina entraran más de 25 cm de polla. Pero fue tal la impresión de verla hacerlo por segunda vez que me corrí sin tocarme. Menos mal que estaba sin pantalones.
Procedí a limpiar mi corrida y cuando volví a la pantalla de mi ordenador donde se estaba guardando toda la escena, ella estaba cabalgando con gran energía sobre la negrísima polla con los ojos cerrados y cara de placer. Él, sentado cómodamente en el sofá, la miraba mientras tenía colocadas las manos sobre su cintura, tal vez para acompañarla o ayudarla. Se notaba que la chica disfrutaba mucho. En unos minutos cambió de posición y siguió cabalgándole pero dándole la espalda. Él acariciaba suavemente su espalda lo que parecía gustarle y que terminó provocándole espasmos. Supuse que se acababa de correr, pues poco después ella dejó de moverse y se dejó caer a su lado en el sofá respirando con dificultad.
Pero él quería más y, tomándola de las caderas, la puso con las rodillas en el borde del sofá y los brazos sobre el respaldo del mismo. Ella mantenía los ojos cerrados y la cara de satisfacción. Él se colocó en posición y se la metió. Ahora podía ver mejor la follada. La polla además de larga era gruesa. Llenaba el coño de mi vecina completamente y se veía como se movían los labios al compás de las embestidas. Era un espectáculo hipnótico, y lo mejor es que estaba sucediendo junto a mi habitación, al otro lado del patio, en la casa y el coño de la buenorra de mi vecina. ¡Y yo lo estaba grabando para verlo tantas veces como quisiera!
El negro la penetraba con fuerza una y otra vez, con buen ritmo. Al poco vi como ella se tensaba y arqueaba la espalda. He visto muchos vídeos por internet y sé que se estaba corriendo de nuevo.
Pero él no estaba satisfecho. Le vi acercar su boca al oído de ella y susurrarle algo. Ella asintió levemente y contestó algo. El hombre se salió de ella y le vi salir del salón. Un par de minutos después volvió con un bote en la mano. Era vaselina. Se la untó en la polla e introdujo un par de dedos en el ano de la chica. Ajusté la cámara para no perderme nada.
Tras un par de minutos moviendo los dedos en el interior del culo de Marta, el negro colocó la cabeza de su polla contra el ano y le dijo algo. Supongo que le estaba preguntando si estaba preparada porque comenzó a empujar y la cabeza de la polla desapareció dentro del ano de la chica. Una expresión de dolor se mostró en su cara. Sus ojos ahora estaban abiertos, bien abiertos. Puso su mano contra el cuerpo del hombre indicándole que detuviera la penetración. Pasados unos momentos, separó la mano y la dejó colgando aunque en tensión.
El hombre untó más vaselina sobre su miembro y presionó. Poco a poco se fue metiendo dentro de su culo, lentamente pero sin detenerse hasta que los huevos tocaron el cuerpo de ella. La mano volvió a tocarle pidiéndole tiempo, pero él la agarró fuertemente por las caderas y comenzó lentamente a follarla. Ella mantenía la mano en tensión y los ojos y la boca muy abiertos. Se veía que le estaba costando aceptar aquella gran polla en su culo, pero tampoco intentaba detenerle.
Tras unos minutos de tensión, ella empezó a relajarse y él a aumentar el ritmo. La mano de ella volvió a su lugar sobre el respaldo del sofá y la tensión de la cara fue disminuyendo hasta convertirse en satisfacción. El negro ya no se cortaba y se la follaba a su gusto, pues ella se lo permitía con su actitud. Si los labios de la vagina eran arrastrados cuando se la follaba, podéis imaginaros lo que sucedía con su ano mucho más estrecho. Era todo un espectáculo. Estuvo dándola por el culo algo más de diez minutos cuando vi que ella volvía a correrse y casi al mismo tiempo el negro daba unas potentes y largas embestidas y se detenía recostándose sobre el cuerpo de ella. Menudo polvo acababa de echarle. Cuando sacó la polla de su interior, una blanca ý abundante corrida salió de su ano y comenzó a resbalar por su pierna derecha. Él tomó un poco con su dedo y lo llevó a la boca de la chica que chupó sin problema. Repitió la operación un par de veces y ella terminó por tragarse el semen que él había recogido. Estuve a punto de nuevamente correrme sin tocarme.
Vaya cara de guarra lujuriosa que tenía mi vecina. Se la notaba con ganas de más, y eso que se había corrido al menos tres veces. Se puso de rodillas y volvió a chupársela, primero para limpiársela, pero después esforzándose en que se volviera a poner dura. Y lo consiguió. En cuanto lo logró se tumbó sobre el sofá y el negro la penetró sin demora en la postura del misionero. Follaron unos minutos y entonces él la llevó hasta colocar el culo de ella sobre el brazo del sofá y comenzar a comerle el coño. La maniobra pareció gustarle pues ella abrazó la cabeza con sus piernas al tiempo que le tocaba el pelo. Así estuvieron poco más de cinco minutos en los que me pareció que ella tuvo otro par de orgasmos.
Por fin pareció satisfecha pues se incorporó y le besó apasionadamente. Se fueron a la ducha y, lamentablemente, ese día tenía la cortina corrida y no pude verlos allí. Volvieron unos veinte minutos después andando abrazados y besándose. Él se vistió y ella le acompañó desnuda a la puerta, donde le despidió con un nuevo beso con lengua.
Tras quedarse sola, Marta se puso un conjunto de sujetador y braguita casi transparente con el que estuvo recogiendo el salón y ordenándolo todo. Dejé de grabar porque ya tenía mucho más de lo que esperaba. Tenía para masturbarme durante meses.
-.-.-.-.-.-
La excitación que me supuso ver en directo como mi vecina se esforzaba por tragarse aquella polla, la extrema dilatación de su ano y la agitación de su cuerpo al correrse no disminuyó en muchos días. Y tampoco ayudó el ver una y otra vez de vídeo de tan glorioso polvo. Me encantaba la cara de vicio que ponía ella al chupar los dedos del negro con su blanca corrida. Era vicio en estado puro y el efecto en mi mente de chico aún virgen con escaso éxito entre las chicas fue que no podía quitármela de la cabeza ni de día ni de noche. Me hice montones de pajas en las que me corría con apenas tocarme. Estaba super-excitado con lo sucedido.
Tres días después del polvo con el negro apareció Marta con su novio. Como era habitual, ella se hacía la estrecha y apenas se dejaba más que meter mano. Finalmente tuvieron sexo, pero poco rato y nada especial. Pero al soso del novio aquello le valía y se marchó contento y dándole muchos besos en la despedida. La verdad es que, después de ver su actuación con el otro, Marta me pareció una perfecta manipuladora que manejaba al novio como quería. Pero bueno, eso era cosa de ellos dos.
Justo una semana después del glorioso polvo, Marta apareció de nuevo con el negro. Pero no estaban solos, había otro hombre con ellos. También era negro aunque menos oscuro, parecía mulato. Se sentaron en el salón y hablaban animadamente mientras se tomaban unas copas que ella había preparado. Sin llegar a terminárselas, ella los tomó de la mano y se los llevó al dormitorio. La vista que tengo de su dormitorio es aún mejor que la del salón pues la ventana está justo enfrente de la cama y la cortina descorrida. Suelen estar así porque es poca la luz que hay y menos aún en el otoño.
Tengo cientos de fotos y vídeos de ella cambiándose de ropa frente al armario. Es como si ella estuviera dentro del probador de ropa de una tienda pero sin correr la cortina, una gozada. Además le gusta dormir desnuda, y mucho más en verano con el calor que hace.
Bueno, llegaron los tres juntos al dormitorio. Ellos la rodearon y comenzaron a besarla y a meterle mano. Me aseguré que la cámara grababa bien y me volví a quitar los pantalones para no mancharlos.
Al mismo tiempo que la magreaban comenzaron a desnudarla. Ella se dejaba hacer disfrutando de la sensación de las cuatro manos recorriendo su cuerpo. En cuanto las braguitas de encaje negro salieron por sus pies, ella se agachó y comenzó a chuparles la polla a los dos. Mientras chupaba una, acariciaba y masturbaba a la otra. Así iba alternando sus esfuerzos con ambos hombres. Ellos se dejaban hacer y se quitaron mientras las camisas. Los pantalones también cayeron al suelo quedando desnudos como ella. La hicieron levantarse y la acompañaron a la cama. El más moreno, el “veterano”, se colocó entre sus muslos y comenzó a comerle el coño. El “nuevo” se puso junto a su cabeza y le metió la polla en la boca. También era una buena polla, casi tan grande como la del veterano. Ella disfrutaba de la mamada y le acariciaba los huevos con una mano. Cuando se la sacaba para lamerla, ella le sonreía y algo comentaban por el movimiento de sus labios. En eso estaban cuando la mamada se ralentizó, presionó la cabeza que estaba entre sus piernas y se corrió arqueando la espalda con la punta de la polla del nuevo aún en su boca. Ya tenía su primer orgasmo.
Cambiaron los puestos y mientras Marta se la chupaba al veterano, el nuevo le metía la polla de golpe en su encharcado coño. Ella le sonrió y siguió mamando.
Visualmente era muy bonito el contraste entre la blanquísima piel de Marta y el color oscuro de los hombres. Pero mi atención estaba centrada en el morbo de verla con dos hombres al mismo tiempo. El nuevo aumentó el ritmo de la follada y al poco mi vecina volvía a disfrutar de un nuevo orgasmo al tiempo que le pedía que parara. Tras recuperarse, les dijo algo y ambos asintieron. El veterano se tumbó en la cama y ella se montó sobre su gran polla comenzando a cabalgarle, no sin antes entregar al nuevo el bote de vaselina.
No me lo podía creer, ¡se los iba a follar al mismo tiempo! Pensaba que eso era tan solo algo que hacían las actrices porno, pero mi vecinita estaba dispuesta a realizarlo… ¡y delante de mis ojos! Bueno, y de mi cámara, jeje.
Tras untarse su polla y meter un par de dedos dentro del ano de Marta, el nuevo se dispuso a penetrar el ojete de mi vecina. Lo intentó pero no lo lograba, así que hizo que parasen. Comenzó a meterla, pero fue ella la que dio muestras de que le dolía por lo que pararon. Entonces ella sacó la polla de su vagina y se colocó para que el nuevo la porculizara, y así lo hizo. Se concentró en aceptar la intromisión en su culo tratando de soportar las molestias que ello seguro le producía. Cuando su culo aceptaba razonablemente bien la polla que lo perforaba, cuidadosamente se movieron para que la polla del veterano entrara de nuevo en su coño. Eso les costó menos. Pero el problema era que no se movían acompasados y a cada poco una de las pollas se salía de su agujero. El problema se solucionó haciendo que ellos se quedaran quietos y era ella la que se empalaba en ambas pollas una y otra vez. Pero esa maniobra duró poco porque giró su cara hacia la ventana y pude observar como lograba un nuevo orgasmo quedándose casi inmóvil. Ante tal situación, ellos comenzaron a moverse acompasadamente, más suavemente el veterano y más vigorosamente el nuevo. Ella se dejaba hacer con los ojos semicerrados. Parecía que estaba en el cielo. Me pareció que ella estaba encadenando los orgasmos uno tras otro, pero lo más impresionante y que hizo que ambos pararan fue que cayó desmayada, perdió la consciencia y quedó inerte. Ambos se separaron de ella y dejaron que se recuperara. Tardó poco en recuperarse gracias a que mientras uno le daba golpecitos en la mejilla, el otro le trajo una pequeña toalla mojada con la que le refrescó la cara y el cuello.
Ellos se acostaron junto a ella y los besó. Estuvieron hablando. Tal vez comentaron la experiencia, no sé. El caso es que ellos todavía no se habían corrido. El caso es que ambos comenzaron a masturbarse junto a su cabeza. El primero que se corrió fue el nuevo y ella se incorporó un poco para que descargara en su boca. Muy poco después lo hizo el veterano en el mismo sitio. Ella les mostró su boca llena de su semen y a continuación se lo tragó todo relamiéndose.
Ella seguía tumbada en la cama. Parecía sin fuerzas. Los orgasmos habían sido agotadores, así que ellos se vistieron, la besaron suavemente y se marcharon. Ella tan solo se arropó y se durmió.
Yo, por mi parte, me puse a revisar lo grabado. Estaba todo y se veía de fábula. La cara de vicio al chuparles las pollas, la doble penetración, su cara durante los orgasmos… Estaba excitadísimo. Si con lo del otro día tenía material para un montón de pajas, ahora parecía inagotable.
Pasé un par de semanas disfrutando de la visión de los vídeos grabados en los dos encuentros anteriores. Casi me los sabía de memoria de visionarlos tantas veces. Además de guardar los originales completos, edité copias con solo los mejores momentos. Me quedaron geniales. Incluso hice una a la que le puse música que sincronicé con las embestidas de las pollas. Disfruté mucho haciéndolo y más al verlo.
Seguí viendo a mi vecinita a través de la ventana como se desnudaba, se cambiaba de ropa, cómo pasaba la aspiradora casi desnuda… Una vecina así es el sueño de cualquiera. También la vi follar con su novio. Se notaba que a Marta le gusta follar y que disfrutaba con su novio, pero no se lo pasaba tan bien como con sus amantes. Con ellos la intensidad de los orgasmos era mucho mayor a juzgar por la expresión de su cara.
-.-.-.-.-
Estaba una tarde recreándome con la visión de los mejores momentos grabados cuando me di cuenta de que no soy muy listo. Sí, se me dan bien los estudios, pero listo no soy. Y lo pensé porque me di cuenta de que podía sacar mucho beneficio de los vídeos. ¿Cómo era posible que no me hubiera dado cuenta antes? Como ya dije, no se me dan muy bien las chicas, tal vez porque soy un poco tímido. Eso me produce más inseguridad, las veo como algo de difícil alcance para mí y tal vez por eso no me daba cuenta de que tenía a una preciosidad en mis manos. No era tan solo disfrutar de su visión a través de la ventana, ni siquiera de la visión de los espectaculares vídeos, era que podía disfrutar de ella, de su cuerpo, de sus caricias… si aprovechaba bien la ocasión, claro.
La tenía bien cogida. Estaba seguro que no querría que nadie viera esos vídeos. Por un lado estaba el cornudo ricachón de su novio, con el que esperaba asegurarse un futuro cómodo y lujoso. Si él llegaba a ver cómo le daban por el culo los negros… Además estaba su trabajo. No creo que a ella le gustara que sus jefes y compañeros de la multinacional donde trabaja vieran como se traga hasta la garganta enormes pollas de 25cm. Estaba seguro que accedería a mis pretensiones. Todos tenemos aversión a los chantajistas… hasta que tenemos la ocasión de convertirnos en uno de ellos.
Pero quedaba por pensar cómo hacerlo, cómo hablar con ella, cómo mostrar lo que tengo de forma que acepte mi proposición sin otra salida. Estuve dándole vueltas un par de días y por fin me decidí por una de las opciones, la que consideré más fiable.
Yo había hablado muchas veces con ella cuando nos habíamos cruzado en la escalera del edificio y siempre había sido muy amable. Cierto es que se notaba que para ella yo no era más que un “crío”, pero me preguntaba por mis amigos y por mis estudios, más por educación que por interés real. En una ocasión se había ofrecido a ayudarme con los deberes del instituto, por lo que me pareció una forma de entablar conversación con ella.
LUNES
Conocía perfectamente sus horarios, así que esperé el momento. Ella llega pocos minutos después de las seis, así que sobre esa hora estuve atento al ruido del ascensor. Cuando por fin oí que se detenía en mi planta y que se abrían las puertas salí de mi piso.
– Hola Marta, ¿cómo estás?
– Ah, hola Lucas, muy bien. ¿Y tú? –preguntó.
– Pues agobiado porque tengo mañana un examen –mentí- y hay una cosa que me cuesta entender. ¿Podrías ayudarme? –le pedí.
– Oh… sí, claro, ¿cómo no? Pero deja que me cambie y me quite los tacones. En cinco minutos llamo a tu puerta –si se dio media vuelta metiendo su llave en la cerradura.
Bueno, la cosa no iba mal. En unos minutos la tendría en casa y podría mostrar mis cartas. Si las jugaba bien podría tenerla en mis manos.
Efectivamente, en siete eternos minutos sonó el timbre de mi puerta.
– Ya estoy aquí para ayudarte. ¿Estás solo? –preguntó.
– Sí, ya sabes que mis padres trabajan a todas horas y mi hermana estará con sus colegas de la “uni”. Ven, mi cuarto es por aquí. ¿Quieres tomar algo? –ofrecí amablemente.
– Si tienes un refresco… me vendría bien.
Pasamos por la cocina, abrí la nevera y ella cogió un refresco de naranja. Cuando llegamos a mi habitación…
– Bien, ¿qué es lo que te cuesta entender? –me dijo.
– Lo vemos mejor aquí en el ordenador –dije encendiendo la pantalla.
Pulsé el icono del archivo de vídeo que había preparado con una edición ultra corta de los mejores momentos de ambas sesiones de sexo.
De repente Marta se vio a si misma engullendo la enorme polla con las manos del negro a ambos lados de su cabeza. Se vio cabalgándole sobre el sofá y rápidamente un primer plano de su porculización.
– ¿Có… cómo tienes eso? Apágalo –ordenó, aunque no me moví- ¿Me has espiado? ¿Cómo has grabado esto? ¿A través de la ventana?… Estás loco, esto es un delito, irás a la cárcel. ¡Bórralo inmediatamente! –gritó.
– Sí, Marta, te he espiado a través de la ventana y me los has puesto muy fácil porque tú nunca corres las cortinas. Pero estás equivocada, no voy a ir a la cárcel, primero porque soy menor y segundo porque tú no vas a querer que el pijo de tu novio vea como cuidas de las pollas de tus amigos negros. No creo que se sienta muy feliz viendo la facilidad con la que aceptas que te metan por el culo una polla tan gorda mientras que a él se lo haces sudar –afirmé con rotundidad-. Se os oye discutir. Es ridículo ver cómo intentas evitar follar con él y patético escuchar cómo te ruega que le dejes darte por el culo.
Mi corazón bombeaba a toda velocidad. Estaba haciendo un gran esfuerzo para superar mi timidez con las chicas, pero lo estaba logrando. Conseguía expresarme con fluidez porque había preparado las frases de antemano.
– Pero… -intentó cortar mis afirmaciones.
– ¡No me interrumpas! Tampoco querrás que en tu trabajo sepan cómo te lo montas con dos tíos al mismo tiempo. Seguro que, si no te despiden, tu carrera allí dentro habrá terminado. Tendrías que buscar otro trabajo, y con lo difícil que eso está ahora… tendrías que volver a tu pueblo a vivir con tus padres –dije con tono de falsa tristeza.
– Pero no puedes hacer eso, ¡es ilegal!, es un atentado contra mi intimidad… –dijo con toda razón.
– Sí, Marta, tienes razón, esto atenta contra tu intimidad, pero nadie tiene por qué saberlo. Solo necesito algo a cambio. No es mucho lo que te pido. Y nadie tiene por qué saber nada nunca de tus “amigos”. ¿Te parece bien?
Ella se quedó pensativa. Sopesaba la situación. No sabía qué hacer. Mientras, la pantalla repetía en bucle las imágenes en las que era follada por ambos hombres.
– ¿Y qué me impediría quitarte el ordenador y borrar el vídeo? –amenazó.
– Nada. Pero tampoco te serviría de nada. No soy tonto. Tengo otros dos juegos de copias de ambos vídeos bien guardados por la casa. Ni en una semana conseguirías encontrarlas. ¿Quieres probar? –ofrecí.
– Eres un maldito cabrón. No puedes hacerme esto –dijo con una mirada llena de ira.
– Marta, tranquila, no te pongas así. No pasa nada –intenté tranquilizarla-. No es el fin del mundo si no quieres. Solo tienes que pasar algún rato conmigo, eso es todo. ¿Tan desagradable soy?
Mi corazón seguía a mil por hora. Las primeras frases las tenía preparadas, pero ahora tenía que improvisar, y me cuesta.
– Eres un cabrón. ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué te la chupe? ¿Si lo hago borrarás los vídeos y me dejarás en paz? –ofreció altanera. Si dejaba la amenaza y quería negociar era una buena cosa.
– Bueno, sí que quiero que me la chupes, pero no solo eso. Aún soy virgen… y me gustaría dejar de serlo –dije con vergüenza.
– Vale. ¿Si te la chupo y dejo que me folles lo borras?
– Marta, tranquila. Hablemos con calma. Verás, no solo quiero estrenarme contigo, quiero al menos disfrutarlo un poco… aprender a hacerlo… que tú me enseñes… ¿Un mes? –propuse-. Luego te entrego todas las copias.
– Un mes es mucho… No, no… ¡Una semana! En una semana me comprometo a que sepas follar y a enseñarte cómo satisfacer a cualquier chica. ¿Te vale? Todas las chicas querrán volver a estar contigo. Es un trato justo… y no te voy a ofrecer más. ¿Lo tomas o lo dejas? –dijo pretendiendo darme un ultimátum.
Me quedé pensativo. Eso no era ni con mucho lo que yo quería, pero era un comienzo. Pensé que sería bueno tenerla aún más cogida y, si ella pensaba que había ganado la batalla, se relajaría y yo ganaría la guerra.
– Jodeer –dije con falsa cara de derrota-, eso no es lo que quería… pero bueno. Si de verdad me vas a enseñar los trucos para satisfacer a las chicas, puede que esté bien. Vale, acepto.
– De acuerdo. Tenemos un trato. Dentro de una semana me das todas las copias, ¿estamos?
– Sí. Pero tú tienes que esforzarte. Tienes que enseñarme los trucos y tienes que hacerlo de buena gana. Si tengo que estarte persiguiendo o veo que pones mala cara, rompo en trato.
– Vale, vale, no hay problema. Cooperaré, ¿qué remedio me queda? Pasaré dos horas todas las tardes de esta semana aquí contigo, enseñándote. Y trataré de hacerlo contenta, a pesar de que me estás chantajeando, cabrón –dijo con una mirada de reproche.
– Bien. Pero una semana son siete días, y el fin de semana estarán por aquí mis padres. También vendrás lunes y martes de la próxima.
– Ok, ok. ¡Jodeeeer! Vale, siete tardes, no hay problema.
– Entonces tenemos un trato y está todo claro por ambas partes –dije zanjando la negociación-. ¿Empezamos?
– Uuuf… no sé… Así en frío… -dijo ella-. ¿Puedo tomar una copa para animarme?
– Me parece bien si me preparas otra a mí –repuse-. Es un día muy especial y lo celebro contigo.
Salí de la habitación y volví dos minutos después con dos latas, dos vasos con hielos y una botella de ron.
– Quita ya ese maldito vídeo, que me está volviendo loca –ordenó.
– Ya lo quito. Prepara tú las bebidas –indiqué.
En un segundo paré el vídeo, toqué un par de teclas y dejé la pantalla en negro. Me volví para ver cómo ella preparaba las copas. Mientras nos las tomábamos…
– Así que todavía eres virgen –comentó-. Pues reconozco que tiene su morbo el desvirgar a alguien. Nunca me había pasado. Solo he estado con tipos con experiencia.
Se había tranquilizado. Seguro que la copa, bien cargada de ron, estaba ayudando.
– ¿Y con quién perdiste tú la virginidad? –pregunté curioso.
– Pues yo tenía… catorce. Acababa de cumplirlos –me dijo. Me quedé callado, mirándola fijamente para que siguiera contando-. Si tanto te interesa… fue con mi tío Esteban, el hermano de mi padre. –Hizo una nueva pausa mientras daba un trago de su vaso- Estaba pasando el verano con su mujer en su chalet de la playa y me invitaron a pasar unos días con ellos. No tienen hijos y mi tía me quiere mucho. Ya me lo habían ofrecido en otras ocasiones, pero esa vez estaba enfadada con mi madre y acepté. Por las mañanas iba con mi tía a la playa y nos tumbábamos al sol. Mi tía tenía un grupo de amigas y se juntaban todas las tardes, cada día en casa de una. Se bañaban en la piscina, jugaban a las cartas, chismorreaban… lo normal entre cuarentonas. Yo fui un par de veces con ella pero me aburrí mucho, por lo que decidí quedarme en la casa. Mi tío dijo que podíamos jugar al tenis y convencí a mi tía para que se fuera. Jugamos el partido pero no lo terminamos porque hacía mucho calor. Decidimos bañarnos en la piscina. Me puse un biquini blanco que me encantaba y nos metimos a la piscina. Nadamos un poco, empezamos a salpicarnos, a hacernos aguadillas y todo eso. En las peleas mi tío aprovechaba para sobarme… y terminó empalmándose. Llevaba un bañador como los de competición y se le notó un montón. Bueno, el caso es que terminamos follando sobre el césped.
– Vaya, que fuerte. ¡Con tu tío! Increíble –dije bastante excitado.
– Sí… bueno… es muy guapo. Además hace mucho ejercicio y estaba muy bueno. Reconozco que me gustaba bastante. Creo que por eso me puse ese biquini blanco que se transparentaba mucho cuando se mojaba.
– ¿Y fue solo esa vez? –pregunté.
– No, que va. Todas las tardes oficialmente jugábamos al tenis, pero nos las pasábamos follando en la cama de mi tía. Y por las noches a veces venía a mi cuarto. Aquél verano follamos como conejos.
– ¿Te hizo mucho daño la primera vez?
– Un poco sí, claro. Duele la primera vez que te la meten, pero no mucho. Tuvo bastante cuidado y estuvo bien. Luego con la práctica todo mejoró. Me enseñó a disfrutar. Creo que si ahora me gusta tanto el sexo es por lo que aprendí con él –me dijo.
– ¿Aprendiste mucho?
– Hicimos de todo y me encantó. Su especialidad era el sexo anal. Era un artista. Creo que me dio por el culo más veces que por el coño. Logró que me gustara tanto que luego era yo la que se lo pedía.
– Me estás poniendo a mil –le dije y era cierto.
La historia de su tío y de su afición por el sexo anal me tenía tremendamente excitado. En realidad ya lo estaba. Tan solo de pensar que en un rato me la estaría follando…
– Sí, jaja, yo también. Recordar aquello ha estado bien y me ha puesto un poco cachonda, pero dejemos la charla –dijo apurando su vaso-. Vamos a empezar. Hoy no es día de clase, sino de desvirgarte. Y vamos a hacerlo bien.
Nos pusimos en pie y nos besamos. Es cierto que no era mi primer beso, pero nunca había tenido uno como ese. Parecía que Marta iba a cumplir su palabra… y eso le venía muy bien a mi plan.
Mientras nos besábamos, comencé a sobar su culo por encima de la falda, aunque enseguida mis manos bajaron por su pierna buscando el borde de su falda para subir rápidamente a tocar su culo. Me encanta su preciosa lencería, pero en ese momento lo que quería era tocar carne, por lo que se metieron por los laterales y comenzaron a acariciar sus glúteos. Qué tersos y qué suaves. Yo estaba en la gloria.
Ella se apartó de mis labios y comenzó a desabrochar su blusa.
– No, por favor. Deja que lo haga yo –le pedí-. Quiero disfrutar de este placer.
Ella con una sonrisa pícara me concedió el deseo. Desabotoné de manera nerviosa su blusa, que resbaló hasta el suelo en cuanto la saqué de sus hombros. Acaricié brevemente sus pechos a través del sujetador de encaje blanco. Preciosos. Forcejeé con el cierre en su espalda, pero fue ella la que lo hizo al ver la dificultad que suponía para mí. Se lo quité. Por fin tenía aquellos dos magníficos pechos (según la etiqueta del sujetador supe después que son 95D) a mi disposición. Los toqué y apreté.
– No, Lucas, me haces daño –me regañó-. Así no se hace. Suavemente. Acaricia… aprieta un poco pero sin estrujar. Son muy sensibles. Chupa los pezones, ¡pero sin morder! –me advirtió.
Comencé a chupar y lamer alternativamente los pezones. Era una sensación maravillosa.
– Bueno. Ya veo que tienes mucho que aprender –me dijo al tiempo que apartaba mi cabeza de sus tetas.
Pasé a desabrochar su falda, que cayó a sus pies. Ella la apartó con el pie hacia un lado. Yo puse sus manos sobre los laterales de sus braguitas y me agaché. Quería tener un primer plano de su sexo al quedar finalmente desnudo. Se las bajé suavemente hasta sus tobillos. Ella terminó de quitárselas y su sexo quedó frente a mi cara. Su vello púbico no era más que una fina línea vertical perfectamente definida. Había visto cómo se lo arreglaba el sábado como casi siempre. Su olor llegó hasta mi nariz.
– ¿Puedo chupártelo? –solicité.
– Bueno, pero solo un poco para que me haga una idea de tus habilidades –repuso tumbándose en el borde de mi cama con los pies a los lados.
Frente a mí se encontraba por fin el tan anhelado coño de Marta. Su olor era extraño, un poco fuerte.
– Vamos ¿a qué esperas? –me urgió.
– Es que…
– ¿No te gusta el olor? Claro, acabo de llegar y no he podido ducharme. Bueno, lo dejamos para mañana –dijo ella incorporándose-. Habrá momento para ello. Hoy con la encerrona y la negociación hemos perdido mucho tiempo. Porque… ¿hasta qué hora tenemos?
– Tenemos una hora más o menos. Luego llega mi hermana –contesté.
– Pues entonces me toca.
Se puso de pie. Yo me quedé quieto y me hizo una seña de que me desnudara yo solito. Tardé dos segundos en deshacerme de la camiseta, el pantalón de chándal y mi ropa interior. Mi polla estaba totalmente empalmada.
– Vaya, sí que eres rápido, no estás nada mal dotado… y parece que no me va a costar mucho ponértela dura –comentó irónicamente mientras se arrodillaba y tomaba mi polla con su mano.
Se la metió en la boca y comenzó a chupar. Dios… qué-gozada-de-sensación. Su cálida boca unida al calentón que yo tenía y a la mirada de vicio con que ella me miraba hizo que me corriera en su boca en un minuto o menos. Ella siguió chupando, paró un instante, me mostró mi corrida sobre su lengua… ¡y se la tragó!
¡Qué subidón! Lo había visto en muchos vídeos porno, pero verlo en directo y además cuando es tuyo el semen de su boca… eso es mucho más impresionante.
– Sí que tenías ganas –dijo con un guiño mientras limpiaba los restos que pudieran quedar- y sabes muy bien.
– Gracias, ha sido genial. ¡Ya no soy virgen!, por fin –exclamé.
– De eso nada, chaval. Mientras no la metas en un coño, técnicamente sigues siendo virgen. Pero no te preocupes que seguro te la pongo de nuevo en forma en un momentín –dijo reanudando la mamada con ímpetu-. Por algo soy la profesora de sexo, ¿no?
Lamía mi polla en toda su extensión con cara de vicio. Alternaba la mamada con masturbación enérgica mientras lamía mis pelotas. Pero lo que más me excitaba era su mirada, una mirada lujuriosa y llena de orgullo de saber que ella tenía el control. En un par de minutos la volví a tener dura como una roca.
– Túmbate, déjame a mí –ordenó.
Me tumbé y ella se acercó gateando y se situó sobre mí. Acercó su cara y me besó apasionadamente. Mi polla estaba bien dura pero, de no haberlo estado, con solo ese beso lo habría logrado. Estando a horcajadas sobre mí, tomó mi polla y se la acercó a su coño.
– ¿No vamos a usar condón? –pregunté. En el instituto nos han dado varias clases sobre educación sexual y los procedimientos para evitar embarazos y transmisión de enfermedades han sido las partes más importantes.
– No es necesario. Tú eres virgen, con lo que seguro no tienes nada. Yo acabo de hacerme análisis y tomo la píldora. Estamos ambos a salvo. Además así te gustará más –dijo guiñándome un ojo-. ¿Estás preparado? Vas a dejar de ser virgen, ¿eh?
Y al decir eso bajó sus caderas haciendo que su coño engullera mi polla en un solo movimiento.
– ¿Qué te parece? –preguntó mientras se movía suavemente arriba y abajo.
– Oh…oh…oh –apenas podía hablar-. Es… es… fantástico. Oh… maravilloso… el calor… el placer… Me encanta. Oh, no pares por favor –rogué.
– No tengo la menor intención de parar. A mí también me está gustando. La tienes más grande que mi novio, Borja. Está muy bien.
– Gra… gracias –acerté a decir-. Me encanta. Oh, ¡qué gusto! Más deprisa, por favor.
– No, tómatelo con calma. Tenemos tiempo. Disfruta el momento. ¿T e gustan mis tetas? Pues acarícialas, pero sin hacer daño –ordenó.
Llevé mis manos a sus bamboleantes tetas, sopesándolas. Se movían al ritmo de las caderas de Marta y eran hipnóticas. Se agachó un poco y pude lamerlas un poco. Entonces se paró y sacó mi polla de su sexo. Yo iba a protestar cuando su mirada me detuvo.
– Tranquilo. Tú déjame que sé lo que hago –dijo volviendo a empalarse en mi polla pero esta vez dándome la espalda.
Ahora veía su precioso culo y su estrecha cadera moverse arriba y abajo. Estaba como agachada y se movía con mayor rapidez. Subía y bajaba… una y otra vez… una y otra vez… era increíble. A veces se agachaba y en otros momentos se incorporaba, logrando diferentes sensaciones en mi polla. Todas maravillosas, pero diferentes y muy placenteras. Así estuvo follándome un buen rato y volvió a colocarme mirándome a la cara.
– Te gusta, ¿verdad? –preguntó mientras me follaba dando por segura la respuesta.
Ahora más que subir y bajar, arrastraba sus caderas adelante y atrás. A ella parecía gustarle porque entrecerró los ojos, pero yo apenas notaba el roce y se lo dije.
– Aguanta un poco que estoy a punto de correrme y luego cambiamos –solicitó.
Siguió con el mismo movimiento y poco después de agitó más violentamente echándose sobre mí y quedándose quieta. Se tumbó sobre la cama y me dijo que me tocaba a mí. Me coloqué entre sus piernas abiertas. Su coño abierto, dilatado y oscurecido por la excitación del reciente orgasmo era precioso. Me coloqué sobre ella y la penetré. Entró suavemente. La cálida sensación volvió a envolver a mi polla. Comencé a follármela.
– Así. Eso es. Muy bien. Seguro que te gusta. Ahora puedes cambiar el ritmo según quieras. Te diría que primero vayas despacio disfrutando de las sensaciones y luego más deprisa cuando quieras correrte –me indicó.
– Es fantástico. No podía imaginar que esto fuera tan bueno. No tiene nada que ver con lo que siento al masturbarme –repuse.
– Claro. Donde esté un coño… jajaja. Los hombres hacéis cualquier cosa por follar.
– Uf, ya lo creo. Además te da una sensación de control, de poder. Nunca me he sentido mejor –afirmé-. Esto va a ser fantástico. ¡Cómo me lo voy a pasar!
– Vale, pero tranquilito, que el coño es mío y aquí mando yo, ¿entendido? –dijo-. Lo primero es que el acuerdo es solo por unos días, y lo segundo es que yo soy la profesora. No lo olvides.
No estaba seria ni enfadada. Creo que solo quería marcar el territorio. Yo seguí con lo mío y poco a poco fui acelerando el ritmo.
– Marta, me voy a correr. ¿Qué hago?
– Pues córrete dentro. Ya te he dicho que tomo la píldora y no puedes dejarme embarazada. Además correrse dentro es lo mejor. ¡Vamos! ¡Dame polla! ¡Córrete para mí! –me ordenó.
Sus gritos de ánimo hicieron que es ese instante me vaciara dentro de su coño. Fue una sensación indescriptible. Creo que incluso me mareé un poco. Caí sobre ella con mi polla todavía en su interior. Nuestras bocas estaban juntas y ella me besó los labios. Yo estaba en una nube y no pude devolvérselo, por lo que el beso fue solo suyo.
– Quita un poco, que pesas –dijo sonriendo, empujándome y haciendo que rodara a su costado.
– Ha sido maravilloso. Muchas gracias.
– De nada. También me ha gustado –dijo con tono de sinceridad-. Ya viste que también me corrí. Es cierto que si no hubiera sido por tu vídeo esto nunca hubiera ocurrido, pero reconozco que no ha estado nada mal. Uf… creo que soy más puta de lo que quiero reconocer, jajaja.
– Eres muy guapa, preciosa. Ahora sí que ya no soy virgen, jajaja.
– No, ya no lo eres, es cierto. Ven a probar esto –dijo tomando en la yema de su dedo un poco de blanco semen que salía de su coño.
– Aaagh, no, qué asco.
– Eres tonto. No sabes lo que te pierdes –dijo ella llevándose el dedo a su boca-. Si fuera de otro… pero es tuyo. No debería darte asco. Está dulce. Venga, prueba.
– Que no, que no, para ti. A tí sí que te gusta –rechacé su propuesta.
– Te propongo algo. Si lo pruebas, dejo que me des por el culo y así estrenas mis tres agujeros. ¿Qué dices?
– N…no. No puede ser porque mi hermana puede llegar en diez minutos. Te pillaría en casa y…
– Eso no es problema. Podemos decirle que te estoy ayudando con los estudios. … O podemos ir a mi cama, lo que prefieras. ¿Quieres probarlo? –repitió su pregunta.
– La oferta de follarte el culo es tentadora… pero no sé. Me sigue dando un poco de… Vale, pero con la condición de que lo hacemos en tu habitación y tienes que hacerme un pase de modelos de lencería. ¿Trato?
Ella asintió levemente con la cabeza y metió dos dedos en su coño sacándolos llenos de un líquido blancuzco/transparente y llevándolos a mi boca.
– Chupa… saborea… Ahora… ¡traga! –ordenó.
Aunque traté de poner una mueca de disgusto, reconozco que no estaba mal. Su sabor era raro pero no malo. Lo único es que era un poco pegajoso, como miel, y quedaba la garganta con esa sensación.
– Muy bien. Ya ves que no era para tanto. ¡Está bueno! –dijo dando por zanjada la discusión.
Ella volvió a rebañar su coño un par de veces chupando los dedos y relamiéndose. Agitó graciosamente su cabeza como regañándome. Recogió su ropa…
– ¿No te vistes? –pregunté.
– ¿Para qué? Vamos a seguir follando y el rellano solo tiene nuestras dos puertas. No hay riesgo de que nadie nos vea desnudos. Venga vamos… no pasa nada –dijo encaminándose a la puerta.
– Vale ya voy. Dame un minuto –pedí yo. Mientras recogía mis ropas, pulsé un par de botones del teclado del ordenador y la seguí.
Capítulo 3
Cerré la puerta y ella me esperaba sonriente en su casa. Fuimos directos a su habitación. Dejé mi ropa en una silla y me indicó con un gesto que me acomodara en su cama. Antes de eso corrí las cortinas pues no quería correr el riesgo de que mi hermana entrara en mi habitación y me viera follando con la vecina.
Marta se encaminó al cuarto de baño, volviendo en unos minutos.
– Me estaba meando –informó-. Siempre me entran ganas después de follar, no sé por qué, y me he lavado un poco.
Bueno, eres joven y te recuperas pronto, pero si hacemos tiempo te recuperarás mejor. Me pediste un pase de lencería… Podemos hacerlo ahora. Ven… elije lo que quieras –dijo abriendo el armario y señalando un par de cajones.
Aquello era una gozada. Creo que a todos los hombres nos gusta hurgar entre la ropa interior de las mujeres. Tiene algo de entrar en lo íntimo, en lo prohibido, de fetichista. Elegí uno de los conjuntos de sujetador y braguita de color negro con lazos rojos, uno de los más bonitos que tiene, al que añadí un liguero, un par de medias de rejilla a juego y zapatos de tacón.
Mientras se lo ponía tras un bonito biombo, yo me senté en la cama. Cuando salió… estaba preciosa. Se movía de manera sensual y provocativa. Yo era su público y quería exhibirse. Dio varias vueltas por la habitación a mi alrededor poniendo poses atractivas y provocativas. Era una diosa, mi diosa.
Entonces me acerqué de nuevo a los cajones y elegí algo similar pero en color blanco y le pedí que se lo pusiera.
Estaba aún más bonita, parecía un ángel… del pecado, porque me polla empezó a animarse. Mientras hacía sus poses, vi en el armario abierto una minifalda, realmente corta, apenas tapaba nada. Se extrañó un poco pero se la puso.
– ¿Te gusta más así? –preguntó.
– Estás preciosa –dije, y era cierto que lo estaba, mientras me tumbaba boca arriba sobre la alfombra a los pies de la cama-. Ven, por favor. Ponte aquí.
– ¿Qué es lo que quieres? ¿Verme las bragas? Pero si ya te las estaba enseñando.
– Sí, pero siempre he querido verlas desde abajo. Por favooor… andaaaa… -rogué.
Ella se situó sobre mí, con los pies a ambos lados de mi cara.
– ¿Lo quiere así el caballero? –dijo con tono de falsa sumisión-. ¡Qué guarro que eres!
– Sí, lo que tú digas, pero da un par de pasos hacia adelante y hacia atrás así como estás. Quiero verlo bien desde todos los ángulos, por favor.
Ella lo hizo. Incluso giró la cintura como si mirara hacia atrás. Parecía que mi capricho le hacía gracia.
– ¿Ya me has visto bien?… Pues espera –dijo separándose un poco. Con un gesto se quitó las bragas y volvió a colocarse sobre mí, como antes.
– ¿Qué te parece? Así puedes comparar la vista con y sin bragas… ¿Te gusta?
– Me encanta, muchas gracias.
– De nada. Pero no te muevas –se levantó un poco la minifalda y se agachó dejando su depilado coño a pocos centímetros de mi cara-. Ahora está limpio… ¿te gusta?
– Uau… ya lo creo. Ahora sí que me gustaría comértelo –dije.
Ella se incorporó, se quitó la falda y se tumbó boca arriba en la cama tras colocar una almohada bajo su culo.
– Ven aquí y demuéstramelo –ordenó.
Un segundo después mi cabeza estaba entre sus muslos y mi cara a escasos centímetros de su sexo. Me abalancé y metí mi boca y nariz en su coño.
– Tranquilo, con suavidad. No me voy a ninguna parte y tenemos tiempo. Hoy no es día de clase y puedes hacer lo que quieras, pero tan solo te diré que lo que tienes que usar es tu lengua –indicó-. A ver qué sabes hacer con ella.
Comencé a tratar de lamerlo todo. Estaba un poco desconcertado porque era el primer coño que veía en directo, además de por verlo tan cerca, por su olor al que no estaba acostumbrado y por tratar de estar a la altura de lo que Marta esperaba. Traté de hacerlo lo mejor que se me ocurría, pero parece que no logré mucho.
– Bueno, no está mal. Te falta mucho aunque le pones voluntad. ¿Qué te ha parecido? –me preguntó.
– Me gusta, me gusta mucho. Me encantaría ver cómo te corres con mi lengua. Si tú me enseñas… -dije con gesto de petición.
– Sí, yo te enseñaré. Pero ahora te voy a enseñar otra cosa –dijo poniéndose a cuatro patas mirando hacia la puerta del armario que era de espejo -. ¿Te gusta lo que ves?
– Uf, ya lo creo. Vaya vista. Tienes un culo precioso y tu coño se ve tentador –contesté.
– Pues aprovecha para darle unos lametones tal como está, y de paso al ano, que está limpio. ¿O también te da asco comerme el culo?
– No, no. Encantado –mentí por temor a su enfado y metí mi cara inmediatamente.
– Pues dale un poco y así le vas relajando.
Durante unos minutos estuve lamiendo tanto su ojete como su coño. Al poco ella me indicó que me untara un poco de lubricante en mi polla y que se la metiera.
– Pero no te lo he dilatado. Te dolerá, ¿no? Tengo entendido que siempre hay que meter un par de dedos y lubricarlo bien –dije.
– Sí, pero no en este caso. Tu polla está bien pero no es tan gorda como la de mis amigos. Además, cuando me follan por detrás, me gusta que sea sexo duro. Venga, métela ya, de golpe, con decisión –ordenó.
Coloqué la punta frente al pequeño orificio y empujé, pero resbaló y no entró. Me dijo que metiera primero la punta y que luego empujara. Tomé la polla con la mano e hice fuerza para lograr meter la punta. Esta vez lo logré.
– Marta, ya está la punta dentro. ¿De golpe? –volví a preguntar.
– Ya sé que está dentro. Es mi culo ¿recuerdas? Y sí, de golpe. ¡Vamos! –me urgió.
Era su culo… Ella lo quería así. Agarré con fuerza sus caderas y di un empujón. Entró toda. Mis huevos chocaron contra su coño. Un suspiro salió de la boca de Marta que bajó la cabeza hasta tocar la cama.
– ¿Te he hecho daño? Perdona.
– No, no, que va, lo has hecho muy bien. Te he dicho que me gusta así, duro. Venga, dame fuerte –ordenó.
Bien agarrado a sus caderas comencé a embestirla con fuerza. Tenerla en su culo era como follar su coño. Tal vez algo más apretado pero no mucho. Estaba bien abierta, se ve que sus “amigos” negros y otros antes que ellos se lo habían usado con frecuencia.
Estábamos mirando hacia el espejo del armario, por lo que podía ver nuestra imagen reflejada. Marta había vuelto a levantar los brazos y podía ver sus bonitas tetas dentro del blanco sujetador. Su cara mostraba placer, le estaba gustando. Me preguntó que si me gustaba. A lo que asentí con la cabeza.
– ¿Y a ti? ¿También te gusta? –pregunté a mi vez.
– Ya lo creo. Me encanta. Tienes la polla perfecta para mi gusto. Las de mis amigos terminan haciendo algo de daño porque son muy gordas, pero la tuya… Aaah… Me encanta. Sigue, sigue, dame fuerte, con ganas. Quiero correrme otra vez. ¿O es que no te gusta?
– Sí… me gusta… claro que me gusta.
– ¿Y te gusta más o menos que antes? –preguntó de nuevo.
– Por ambos sitios me gusta. Tal vez por el culo un poco más. Además me encanta ver nuestra imagen en el espejo. Es muy excitante –dije cambiando mis manos de sus caderas a sus tetas.
– Cuidado con dónde me agarras. Mejor cógeme por los hombros, podrás hacer más fuerza –sugirió.
Sí, pude embestir con más fuerza. Además así estaba en una postura un poco más erguida y sus grandes tetas se movían incluso dentro del sujetador.
– Aah… aaah… sí… muy bien… lo… lo haces… muy bien. Ah… me gusta… sí, así… con ganas… soy tuya… vamos… fóllame… duro… ah… ah…
Ella me enviaba palabras de ánimo. Se notaba que le faltaba poco y quería que se corriera. Tenerla agarrada por los vídeos era bueno, pero si además a ella le gustaba… era más seguro. Redoblé mis embestidas en ritmo y en potencia. Yo pensaba que debería estarle doliendo porque le daba con todas mis ganas, pero su cara solo mostraba placer… y su boca solo hacía que animarme.
– Vamos… mi macho… ah… dame… así… soy… tu puta… vamos… ¡vamos!… fuerte… así… ah… ah… me… me… me corro… -dijo cerrando del todo sus ojos.
–
–
Y sí que se estaba corriendo porque noté con fuerza cómo su ano se cerraba y se abría alrededor de mi polla con sus contracciones. Aquello era lo poco que me faltaba e instantes después me derramaba, esta vez en sus intestinos.
Había sido un buen orgasmo. Nos quedamos un rato en la misma postura, con mi polla todavía dentro de su culo, recuperando ambos la respiración. En el espejo se veían nuestras caras coloreadas por el esfuerzo realizado y el placer alcanzado.
– ¿Te vas a quedar para siempre con tu polla dentro de mi culo?
La verdad es que un poquito borde sí que era mi vecinita. ¿Acababa de lograr que se corriera y se ponía así? Bueno, ya llegaría el momento de ponerla en su sitio.
– No, perdona, ya me quito –dije echándome para atrás. Un poco de semen escurrió por su pierna-. Aunque no conozco un lugar mejor para estar –bromeé intentando que se relajara.
– Sí, mi culo es acogedor… no te fastidia.
– …Y bonito, muy bonito –apostillé.
– Anda, golfo. Menudo embaucador estás hecho. Me gusta cómo me follas, pero no me olvido que me chantajeas –dijo con cara seria.
– No te pongas así, Marta. Es un trato, nada más. Míralo de esta manera, es como que tú me enseñas a follar y yo te regalo un par de vídeos con tus amigos. No es tan malo. Venga, anímate. Te has corrido dos veces… -dije tratando de quitarle de la cabeza esa idea negativa.
Sí que era cierto que la estaba chantajeando con los vídeos, pero también se lo estaba pasando bien. Necesitaba su cooperación para tenerla sujeta del todo.
La abracé y le di un pequeño beso en los labios. Ella me miró con cara de resignación y permitió un beso un poco más largo. Tras el tercero…
– Vaya cabrón que estás hecho. Me obligas a hacerte todo esto y apenas puedo enfadarme contigo. Tienes una polla de la talla adecuada para mi culo… y reconozco que me encanta cómo me has follado –dijo besándome de nuevo.
Pasé a su cuarto de baño y me di una ducha. Rechazó mi propuesta de que nos ducháramos juntos diciendo que estaba cansada y dolorida. Le gusta el sexo anal duro pero también le duele. Quedamos que al día siguiente vendría a mi casa al regresar de su curro y me marché con un breve beso.
-.-.-.-.-
MARTES
Apenas pude dormir por la noche. Estaba muy excitado por la excitación de la “negociación” con Marta, por haber perdido la virginidad y por haberme corrido en sus tres agujeros. No sabía cuál había sido el mejor… pero eso daba igual porque por la tarde volvería a tenerla. ¡Y al menos seis tardes más!
Tampoco estuve muy atento en clase, en parte porque me caía de sueño y en parte pensando en la tarde que pasaría con mi vecinita.
Diez minutos después de oírla llegar llamó a mi puerta. Al abrir me la encontré con un camisón transparente de color rojo, un diminuto tanga del mismo color, medias con liga y zapatos de tacón. Me quedé con la boca abierta… estaba espectacular.
– Yo estoy cumpliendo con lo acordado. Espero lo mismo por tu parte. ¿Te gusta? –dijo abriendo los brazos.
Y sin esperar contestación entró como si fuera una estrella de cine frente a los fotógrafos, contoneándose de manera provocadora. La seguí hasta mi cuarto.
– Marta, estás preciosa.
– Ya lo sé. Yo siempre lo estoy. ¿Qué te parece mi conjunto? –preguntó dando un giro frente a mis ojos.
– Es muy bonito. No lo conocía. ¿Lo estrenas hoy?
– Gracias. Pero… ¿Cómo sabes que lo estreno? ¿Es que me espías a todas horas?…pequeño cabrón salido –me regañó con enfado fingido-. Voy a tener que mantener siempre las cortinas corridas.
– No, por favor, Marta. Te lo ruego, no lo hagas. Necesito verte, eres preciosa… por favor –rogué.
– No te preocupes, no lo haré, tonto. Te he visto algunas veces mirándome y reconozco que me gustaba. Tal vez soy un poco exhibicionista o tan solo una guarrilla, pero me gusta que me miren –reconoció-. Pero cuando folle sí que correré las cortinas –dijo seriamente.
– Vaaale, pero dejemos esas cosas. ¿Podemos comenzar? –dije acercándome para darle un beso.
Comenzó un poco fría pero en seguida noté que comenzaba a implicarse. Se notaba que a pesar de todo era una mujer muy caliente. Tras el largo y ardiente beso…
– Uuf… ¡Cómo estás de lanzado! No pareces el mismo de ayer. Se nota que ya tienes experiencia… ¡Pero qué buena maestra que soy!, jajaja –dijo ella alegremente-. Bueno, empecemos. Primera lección: Cómo comerse un coño –y diciendo esto se quedó esperando a que yo le quitara el pequeño tanga para luego tumbarse sobre la cama con la almohada bajo sus caderas-. Me acabo de duchar… hoy no tienes excusa. Vamos, te iré diciendo. Atento a mis indicaciones. Tienes que hacer que me corra o te suspendo –dijo arqueando una ceja.
Ahora podía verlo y disfrutarlo. Las indicaciones de Marta comenzaron al momento.
– No se te ocurra tocarlo todavía. Primero acaricia los muslos… el pubis… Sí, así… primero con los dedos… suavemente… así, bien… ahora lo mismo pero con tu lengua… sí, eso es… así… sigue hasta que te avise…
– Ahora puedes irte acercando, pero despacio… más despacio, todavía no… así… más cerca pero poco a poco, haciéndote de rogar… hummm, vas aprendiendo…
– Ya puedes tocarlo, pero empieza por los labios mayores… esos no, estos –dijo llevando mi cabeza al lugar indicado-… eso, así… un lado, luego el otro y vuelta a empezar… bien… no, el clítoris todavía no, los labios menores… bien… muy bien… sigue así un poco más por toda esa zona, haciéndote esperar…
– Es el momento de ir subiendo, pero no lo toques directamente, da vueltas alrededor… hummm, sí… así… así… buen chico… ahora pasa la lengua por arriba… por los lados… hummm… sí… así… vueltas alrededor… joder, lo estás haciendo muy bien… ah… ah… dale golpecitos con la punta de la lengua… aah… aah… aah… vas a lograr que me corra… aaah… ahora… sigue… tú solo…
Su respiración era agitada. Había cerrado los ojos y su lengua humedecía sus labios. Sus manos estaban posadas sobre mi cabeza jugando en el cabello. Yo seguía lamiendo en círculos alrededor del clítoris, por encima, golpecitos… Iba variando según mi criterio tan solo orientado por sus suspiros y gemidos… hasta que sus manos se crisparon sobre mi pelo y empujaron mi cara contra su sexo. Tenía su orgasmo. Su coño tenía un sabor ligeramente distinto, más dulzón… exquisito. Poco después, las mismas manos que casi me habían asfixiado contra su coño me apartaban impidiéndome que lo tocara.
– Vaya con el chaval… -dijo todavía con la respiración agitada-. Parece que vas a ser un figura de cunnilingus… Eso está muy bien, es el primer paso… Muchas con eso se sentirían satisfechas…
Se la veía contenta. Debía de haber tenido un buen orgasmo.
– Pasemos a la fase de follar. Vamos a…
– ¿Puedo sugerir algo, profe? –dije interrumpiéndola.
– A ver, ¿qué tienes en tu enfermiza cabeza? –dijo poniendo cara de contrariedad fingida.
– Me gustaría probar el Kamasutra, tengo el libro. Quiero que hagamos todas las posturas –dije ilusionado.
– ¿Todas las posturas? No creas que es fácil. Algunas son muy complicadas y muchas tampoco son muy placenteras. He probado algunas, bastantes… perooo ¿todas? ¿Estás seguro?
– Bueno, podemos irlas probando… ¿no? Si alguna no nos gusta, pues cambiamos a otra. Por favooor –pedí con gesto lastimero.
– Vale, como quieras. Tenemos hora y media antes de que llegue tu hermana, ¿no? Pues venga –dijo quitándose lo poco que le quedaba-. Pero los últimos quince minutos son para mí. Tienes que darme por el culo como ayer –dijo mirándome hasta que asentí.
Si todo el problema era que quería que diera por el culo a un bombón como ese… solucionado, jajaja.
Pasamos el tiempo acordado probando una tras otra diferentes posturas. Reconozco que algunas están muy bien, unas pocas son geniales pero hay bastantes que son solo para gimnastas muy flexibles y/o forzudos. Marta es delgada y no pesa demasiado, pero yo no tengo fuerza suficiente para aguantarla mucho rato en mis brazos y menos si además tengo que esforzarme para penetrarla. Supongo que también con tiempo y práctica se consigue mejorar. Notamos que hicimos mejor las últimas posturas, tal vez porque ya estábamos más compenetrados o porque decidimos elegir posturas más fáciles, no lo sé. En resumen, fue divertido y bastante cansado, descubrimos que unas posturas eran más románticas, otras más agresivas, otras cansadas y algunas imposibles, pero me lo pasé muy bien follando más de una hora con mi vecina, disfrutando de su cuerpazo y riéndonos mucho al vernos reflejados en el gran espejo del armario.
– ¿Te ha gustado? –preguntó Marta-. Pues ahora es el momento de follar de verdad. Ponte un poquito de lubricante, poco, métemela de golpe y comienza a follarme sin piedad. Ya sabes que me gusta duro.
Lo hice tal como me indicó. Se la metí de un solo empujón hasta el fondo. Un breve quejido salió de sus labios y su cara se contrajo en una mueca.
– Sigue, cabrón, no te pares. Aaah… me duele… aaah… sigue, sigue, dame duro –ordenó.
Al instante su cara volvía a expresar placer. Tal vez va a ser cierto eso que dicen que el dolor y el placer van unidos. En cualquier caso la agarré por el pelo y redoblé los golpes de mi pelvis contra su culo. A veces la follaba con mucha rapidez sacando poco mi polla y otras la sacaba casi del todo chocando violentamente contra ella. También le daba azotes con la mano poniéndole el culo rojo. Gemidos de placer acompañaban a cada azote. Con la mano derecha en su hombro para darme impulso, llevé la izquierda a su pezón y se lo estrujé. Un gemido mitad dolor y mitad placer salió de su boca, pero lo que no dijo es que parara. A Marta le iba el dolor, eso estaba claro.
El ver que estaba rendida a mi voluntad y que podía hacer lo que quisiera hizo que me viniera arriba. Me agarré de ambos pechos y me puse a follarla con furia. Sus gemidos de placer se redoblaron y poco después notaba las contracciones de su ano, señal inequívoca de que se estaba corriendo, lo que provocó que yo me corriera a mi vez.
– Joder… cabrón… me encanta… lo que me haces… -dijo con dificultad-. Uf, me ha gustado… más aún que ayer… Pero no te pases con los azotes, o cambia de sitio al menos, mamón. Me has dejado el lado derecho dolorido.
– Entendido, no volverá a pasar. A mí también me ha gustado. Tu culo es el paraíso. He visto en vídeos a mujeres que tienen orgasmos mientras les dan por el culo pero suelen tocarse el clítoris, pero tú no –comenté realmente sorprendido.
– Las demás no lo sé, pero yo no lo necesito. Tras el primer dolor inicial, el placer va subiendo y subiendo hasta que me corro sin necesidad de tocarme. Tendrías que probarlo. Dicen que los hombres tenéis vuestro punto G ahí dentro –sugirió.
– Ya veremos. Sí que me resulta curioso que prefieras follar por el culo a por el coño… pero tenemos mucho que aprender antes que eso –dije cerrando el asunto “anal”-. Hablando del punto G, tienes que enseñarme eso, dónde está, como usarlo…
– Sí, pero eso mañana, que ya es tarde –dijo recogiendo sus pocas ropas y encaminándose a la puerta.
– ¿Hoy también te vas desnuda? Pues al final sí que vas a ser una exhibicionista… -dije riéndome.
– No, tonto, ¿pero para qué me voy a vestir si voy derecha a la ducha? No es necesario.
Esas palabras las pronunció ya en el rellano, y justo entonces se oyó el motor del ascensor… alguien subía. Marta rápidamente abrió su puerta y se metió dentro, pero era una falsa alarma ya que el ascensor siguió su camino hacia una planta superior.
MIÉRCOLES
Definitivamente Marta tiene algo de exhibicionista… o es que quiere matarme de un infarto. Al abrir la puerta me la encontré en una pose sexy, con los zapatos de tacón… y-na-da-más.
– Me gusta tu vestido, te hace más delgada –dije con sarcasmo.
– No sé si me hace más delgada, pero me sienta muy bien, el fácil de lavar y no necesita plancha –dijo en el mismo tono y ambos nos echamos a reír.
– De verdad que estás muy guapa, profe. ¿Qué has preparado? ¿Empiezo como ayer por comértelo? –pregunté.
– Sí… pero no. Vas a seguir practicando el cunnilingus pero primero vamos a estudiar el punto G. Para que lo puedas practicar luego. ¿De acuerdo? –indicó.
– ¡A sus órdenes!
– A ver –dijo echándose hacia atrás sobre la cama apoyándose en los codos y con las piernas abiertas-. Vas a explorar mi vagina. Humedece dos dedos y mételos dentro… Eso es. Ahora muévelos. ¿Qué notas?
– Pues que me encanta tu vagina.
– No, idiota. Más seriedad o me voy a mi casa –dijo contrariada.
– Pues… que está húmeda… y que hay un pequeño bulto dentro.
– No es un bulto, es la entrada a mi útero. Supongo que sabes la función del útero, ¿no? –preguntó.
– Sí, claro, es donde se forman los bebés –respondí.
– Correcto. Gira dos dedos por dentro. Recorre todas las paredes –ordenó-. ¿Qué más notas? ¿Algo en la parte superior?
– S…sí… es algo como… rugoso. ¿Qué es? –pregunté.
– Ese es mi punto G. Suele estar a unos pocos centímetros a la entrada de la vagina en la parte frontal. Bien acariciado y en el momento oportuno… todas te lo agradeceremos mucho, jajaja.
– Entonces… ¿lo acaricio ahora?
– Solo un poco para que te familiarices con él. Ahora no es el momento, luego… -me dijo.
Tras un par de minutos acariciando el interior de su vagina, Marta se colocó en posición sobre la almohada con sus piernas separadas esperándome. Me dijo que lo hiciera igual que el día anterior, que quería ver qué tal se me daba sin sus orientaciones.
Comencé a lamer y acariciar muslos y pubis de mi vecina poco a poco, sin prisas. Marta estaba relajada con los ojos cerrados, concentrada en las sensaciones. Proseguí acercándome… despacio. Estaba disfrutando… ambos lo estábamos pues me encanta su sabor. Llegué poco a poco a su clítoris y lo acaricié con mi lengua.
– No, aún no. Eres impaciente, como todos los hombres. Sigue alrededor hasta que yo te diga – me regañó.
Volví a los alrededores durante varios minutos… hasta que con su mano en mi cabeza me indicó que ya podía. Estaba muy excitada y se notaba en el sabor, que ya había cambiado. Jugué con su clítoris acariciándolo, rozándolo por arriba… por los lados… dándole golpecitos… succionándolo…
– Ah… ahora… mete dos dedos… en mi vagina… con las yemas hacia arriba… y acaricia esa parte rugosa –ordenó
Lo hice tal como me dijo y su respiración se convirtió en jadeos. Ella movió su cabeza hacia un lado mordiendo la almohada… luego hacia el otro… A continuación con los ojos cerrados abrió mucho su boca y noté como las paredes de su vagina presionaban sobre mis dedos rítmicamente… se estaba corriendo. Su espalda se arqueó y ella se quedó rígida. Yo seguí moviendo mis dedos en su interior y acariciando su clítoris con mi lengua hasta que ella me paró poniendo una mano sobre la mía y la otra en mi cabeza. Quise incorporarme pero me detuvo, por lo que me quedé quieto sintiendo como mis dedos eran presionados por las contracciones.
– Sigue –me dijo con un hilo de voz.
Pocos segundos después tuvo un nuevo orgasmo. Volví a quedarme quieto unos momentos y luego reanudé mi labor. Así logré que tuviera no menos de cinco orgasmos encadenados.
– Basta, basta, vas a matarme de placer –me dijo deteniéndome y haciendo que me incorporara-. Uf, ha sido genial. Ya sabes cómo se come un coño. Lo único que debes tener siempre en cuenta es que, cuando pienses que ya es hora de llegar al clítoris, esperes varios minutos más. Eso y que acaricies el punto G con más suavidad. No es el botón de una máquina, ¿entendido? Por lo demás, te has graduado con honores.
Me sentía lleno de orgullo. No solo por sus palabras sino también por la sensación de haber sentido como se corría una y otra vez hasta que no podía más. Me sentía poderoso.
– Ahora te voy a hacer la mejor mamada que te harán nunca. Siéntate en el borde de la cama –indicó.
Hizo que abriera bien mis piernas y se arrodilló entre ellas. Comenzó la lamer toda la extensión de mi polla, metiéndosela en la boca, sacándola, a veces solo la punta otras veces toda. Pero lo más excitante era que no dejaba de mirarme a los ojos con cara de lujuria ni por un segundo. Mis pelotas también recibieron las caricias de su lengua y hasta mi ano llegó con sus caricias. Cuando ya estaba muy excitado, comenzó a meterse toda mi polla en su boca. Sus labios tocaban mi pubis y sus ojos, que no habían dejado de mirarme, se enrojecían con el esfuerzo de rechazar las arcadas. ¡Mi polla estaba en su garganta! La sacó, tomó aire y volvió a metérsela toda. Aguantó un poco y volvió a sacarla. Otra vez… y otra. Cada vez parecía que aguantaba más tiempo con ella en su garganta, incluso hacía como si tragara saliva, lo me masajeaba la punta de mi polla. Hasta que en una de ellas separó solo unos pocos centímetros de boca de su cuerpo y ¡comenzó a follarme con su garganta!
– Me… me corro… -dije de manera apenas audible y ella apretó su cabeza contra mi cuerpo mientras su mano cubría mis pelotas.
Puse mis manos sobre su cabeza mientras me corrí, aunque en ningún momento hizo intención de apartarse, todo lo contrario. Mantuvo su boca contra mi cuerpo una eternidad de tiempo y luego la sacó lentamente lamiéndola toda y dejándola limpia y reluciente.
– Marta… ha sido increíble… Gracias, gracias, muchas gracias –le dije sinceramente.
– Me alegro que te haya gustado Es lo menos que podía hacer después de cómo te habías esforzado tú, jajaja. No es fácil mantenerla dentro de la garganta, pero si te sigues portando bien podremos repetirlo –prometió.
– He visto en internet como la chica se tumbaba en el borde de la cama y el hombre de pie sujetaba su cabeza y se la follaba –dije con curiosidad.
– Bueno, ya veo que te gusta mucho el porno… -dijo con gesto de falsa recriminación-. Sí, te dejaré que me lo hagas mañana si quieres, pero tienes que ser cuidadoso porque puedes hacer daño si eres brusco.
– Claro, claro, como digas. Tú eres la profesora –dije rápidamente-. ¿Y ahora…?
– Pues vamos a follar, claro. Vamos a ir cambiando de posturas para que cojas práctica. Túmbate que yo empiezo –ordenó.
Me metió mi polla en la boca y me la estuvo chupando hasta que volvió a estar bien dura. Estuvimos follando más de una hora en todas las posturas que se quise, repasando las que más me habían gustado la tarde anterior. Por último me pidió que la diera por el culo de manera salvaje, como a ella le gusta. Y lo hice, ya lo creo que lo hice. Comencé por ponerla a cuatro patas y, sujetándola por los hombros, metérsela de golpe por el culo de un solo golpe. Es raro que a ella le guste que se lo haga así porque le tiene que doler… pero así lo quiere y así se lo hago. Tras unos minutos en esa postura, sujeté sus manos a la espalda (su cara quedó contra la cama) con mi mano izquierda y con la derecha le fui dando azotes en sus nalgas. Era una gozada follarme su culo tan bonito y apretadito sin preocuparme lo más mínimo si le hacía daño o no. Creo que en el fondo le gusta sentirse forzada.
Tras un buen rato dándole fuertes y profundas penetraciones volvió a correrse.
– Gracias… gracias… muchas… gracias… lo necesitaba… -balbuceó-. Me encanta… como me follas… me estoy… haciendo adicta… jajaja
– Pues siempre que quieras, guapa. Me encanta agarrarte de tu estrecha cintura y follarte bien fuerte. Podría pasarme toda la noche dándote por el culo de manera salvaje –afirmé.
– Aahhh… Me encantaría… Tenemos que hacerlo… Te tomo la palabra.
JUEVES
Puntual como siempre llegó mi vecina y profesora. Lucía un precioso conjunto de sujetador, braguita y liguero de encaje rosa.
– ¡Qué guapa estás! –dije mientras me apartaba para que pasara.
– Gracias. Las cosas bonitas hay que presentarlas bien, ¿no te parece? –dijo mientras me besaba apasionadamente todavía con la puerta abierta.
– Ven, que tengo muchas ganas de jugar –afirmó metiendo su mano por mis pantalones de chándal, agarrando firmemente mi polla y llevándome así hasta mi cuarto.
– ¿Me dejas que te desnude? –le pedí.
– ¿No has dicho que estoy muy guapa? Hoy me vas a follar así. Vamos, cómeme el coño –ordenó tumbándose en la cama.
Comerle el coño con las braguitas estorbando… Por mucho que me encante su ropa interior… Y al abrir sus piernas me quedé sorprendido. ¡Las braguitas no tenían entrepierna! El pequeño triángulo del pubis terminaba un centímetro por encima de su clítoris y un colgante con una piedra rosa pendía del centro golpeaba su clítoris al andar. Su vagina quedaba enmarcada por dos cintas que se perdían en la raja de su culo.
– Son… son preciosas… -le dije-. Me encantan.
– Jajaja… Vaya cara que habías puesto. Sí, son muy bonitas… y caras. Me las regaló ayer mi novio. Quiere que me las ponga hoy.
– Pues yo las voy a estrenar antes que él, jajaja –afirmé con rotundidad metiendo mi cara entre sus piernas.
Aunque ver su coño enmarcado por esas braguitas tan caras era una maravilla, comérselo era un poco incómodo porque mi lengua tenía que lamer las cintas de los laterales. Marta lo notó y me indicó que sustituyera mi lengua por mi polla. La penetré inmediatamente.
Me gustó mucho. Era muy agradable sentir el suave roce de la prenda y de la cadenita con la piedra. Pero lo que más me gustaba era ver sus preciosas tetas dentro del sujetador de encaje rosa. Las copas eran pequeñas y apenas tapaban sus pezones. Parecía que con el movimiento de cada penetración se iban a salir… pero siempre quedaban medio asomando… tentadores.
La puse a cuatro patas y aquello mejoró aún más. Su espalda estaba ceñida por el cierre del sujetador, la cintura por el liguero y de la raja de su culo salían brevemente las dos cintas que se unían en un triángulo de encaje bordado que se alargaba hacia sus caderas. Mi polla notaba el roce de las dos cintas que incrementaban el placer que su coño me proporcionaba.
Aquello no era solo el placer que proporcionaba su precioso, joven y desnudo cuerpo femenino con su cálida vagina. Era además el placer de verlo adornado con esas finas y elegantes prendas. Me corrí en pocos minutos quedando tumbado junto a ella.
Entonces llegó una nueva sorpresa. Ella colocó sus piernas a ambos lados de mi cara bajando su pelvis hasta que su coño quedó sobre mi boca.
– Chupa –ordenó-, límpiame.
– No, yo. Qué asco –dije.
– La profesora soy yo y tengo que enseñártelo todo. Tendrías que ser un machista asqueroso para pedir a una chica que se trague tu corrida si tú no eres capaz de hacerlo.
Me dejó pensativo. Su lógica era impecable… pero para un chico de quince años que hacía pocos días que había perdido su virginidad… tragarse su corrida.
– Vamos… ¿A qué esperas? Yo lo hago siempre porque está buena. Al menos no es desagradable. Pruébalo –ordenó-. Vamos, solo un poquito.
Gotas de espeso semen habían caído alrededor de mi boca. Saqué la lengua y con la punta toque una gota que estaba a punto de caer. La saboreé. El sabor era extraño… pero no desagradable. Un poco… pegajoso. Volví a sacar la lengua y lamí su vagina.
– Eso es. ¿Ves como no está malo? Yo no te engaño. Así, lame, límpialo todo –dijo con cara alegre y divertida.
Seguí lamiendo un poco más hasta que ya no cayó nada. Entonces se apartó un poco y con su dedo llevó lo que rodeaba mi boca a su interior.
– Buen chico. Estoy contenta. Te has ganado un premio. Dime qué quieres que hagamos –me dijo con una gran sonrisa.
– ¿De verdad? Oh, gracias –dije-. No sé… no me lo esperaba.
– ¿No hay nada que se te ocurra? ¿Alguna fantasía? ¿Algo que hayas visto en el porno? –sugirió.
– Hummm… Es verdad. Hay una cosa que he visto y que me llamó mucho la atención. Es el fisting. Vi cómo a una mujer le metían todo la mano en el coño.
– ¡Qué barbaridad! ¿De verdad que eso te gusta? –preguntó con cara de asco.
– No, bueno, no es que me guste… pero es algo que me impresionó.
– Pero en el coño no. Si quieres puedes intentar meter la mano en mi culo, ¡pero si me duele paras! ¿vale? –propuso.
– Sí, sí, de acuerdo, vale. ¿Qué hago?
– Trae lubricante… o si no, mantequilla de la nevera –pidió-. Pero sé si será posible, nunca lo he intentado…
Un minuto después estaba junto a ella con una tarrina de mantequilla en la mano. Me ordenó que me pusiera a su derecha y que me embadurnara bien la mano.
– Así vale. Ahora empieza por meter un par de dedos. Muévelos bien para que se lubrique todo. Ahora mete un tercer dedo. Bien. Sigue así. Muévelos con un movimiento rotatorio. Eso es. Ahora intenta meter un cuarto dedo. Aaaah, ¡despacio! Te he dicho que despacio –dijo con tono de enfado-. Si me haces daño lo dejamos.
– Perdona, perdona, no volverá a pasar. Seré muy cuidadoso –prometí.
– Vale. Sigue, mueve la mano… entrando y saliendo… con movimiento de giro… Eso es, bien. Un poco más. Ahora intenta meter el dedo que falta… Aaaahh… Despacio… despacio. Girando la muñecaaaaaah. ¡Para, para! Me duele. Espera un poco antes de empujar. Ponte un poco más de mantequilla… Vamos a hacer una cosa, tú mueve la mano girándola y deja que sea yo la que la meta, ¿de acuerdo? Bien… pues allá vamos.
Ella me tomó del antebrazo y, al mismo tiempo que yo no dejaba de girar la mano hacia uno y otro lado, ella apretó la mano contra su cuerpo. Cerró los ojos y en su cara se reflejó un gesto de dolor… Pero siguió empujando y de repente mi mano se coló dentro.
– Aaaah, aaah, ah… Ya está… ha entrado. ¿Lo notas? –preguntó.
– ¡Guau! –exclamé-. Claro que lo noto. Es increíble. ¿Te hago daño?
– No, ya no, pero antes sí que me ha dolido y mucho. Aprovecha la ocasión porque esto no lo vamos a repetir, ¿está claro? –dijo con gesto de que no hablaba en broma.
– Sí, sí, vale, lo que tú digas. ¿Qué quieres que haga ahora?
– No sé. Nunca me habían hecho esto. Prueba a abrir y cerrar la mano… Explora, pero con cuidado –advirtió.
– Me encanta. Es un sitio tan cálido y apretado… Es genial –dije formando un puño.
Estuve unos minutos jugando… abriendo y cerrando la mano… disfrutando de la sensación. Entonces probé a meter la mano más profundamente…
– ¡Aaaah, cabrón! ¡Me haces daño! Ya está bien. Saca la mano ya, pero con cuidado –ordenó-. Despacio… sigue… sigue… un poco más…
De repente mi mano fue expulsada de su culo y la expresión de dolor desapareció de la cara de Marta.
– Aaaah… qué escozor, cómo duele. Uuuf… esto no lo volveremos a repetir –afirmó seriamente.
– Chica, perdona, no era mi intención…
– Ya, ya, ya, pero a la que le duele el culo es a mí. Aaaah… Ahora me duele bastante. Creo que por hoy lo vamos a dejar así. Me voy a mi casa a ducharme y a ponerme crema que me calme el dolor. Tú, lávate bien que, aunque siempre me pongo enemas para estar limpia, nunca está limpio al 100% -dijo encaminándose rápidamente hacia la puerta con su mano tapándose el culo.
VIERNES
Marta todavía tenía su culo un poco dolorido por la sesión del jueves, por lo que la dedicamos a practicar el 69 y a follar. Me estuvo enseñando trucos para tratar de acariciar el clítoris de la chica en las diferentes posturas (las que son posible hacerlo) para que ella llegara al orgasmo más fácilmente.
Fue muy instructivo aunque un poco cansado, porque algunas posturas son un poco incómodas si además tienes que acariciar su “botoncito del placer”. Terminamos con una gran mamada y volví a correrme en su garganta.
– Nos volvemos a ver el lunes… como acordamos, ¿no? –preguntó afirmando ella-. Hoy me he quedado sin que me dieras por el culo a causa del dolor, pero en estos días se me curará… Y quiero que el lunes tengamos a tener sesión intensiva. ¿De acuerdo?
– Claro, Marta, lo que quieras. No hay problema. Sexo anal a tope. Quedamos así –dije dándole un beso.
Me quedé mirando cómo cruzaba el descansillo hacia su casa moviendo su bonito culo.
LUNES
Marta llamó a mi puerta con un precioso conjunto de lencería negro casi transparente.
– Hola Lucas. ¿Preparado para el maratón de sexo anal? Ya estoy recuperada y con muchas ganas –dijo dándome un suave beso en los labios antes de encaminarse a mi habitación.
– Estás preciosa –dije abrazándola poniendo mis manos en su culo-. Claro que lo estoy. Y además te tengo preparada una sorpresa.
– ¿Síiii? –dijo acariciándome la cabeza-. ¿Qué me habrá preparado este chico malo?
– Pueesss… Me he buscado ayuda.
– ¿Y qué quieres decir con lo de la ayuda? –preguntó frunciendo ligeramente el ceño.
– Pues que en un rato va a venir mi amigo y compañero de instituto Bruno. Es mi mejor amigo.
– De eso nada –afirmó apartándome de ella-. Ese no era nuestro acuerdo. Y no tengo nada más que decir.
– Como quieras, pero las cosas han cambiado –dije suavemente y con aplomo.
– Quedamos en que lo haríamos durante siete tardes… ¡Tú y yo! En ningún momento se habló de incluir a amigos. Ese es el trato.
– …por entregarte los vídeos con tus amigos morenos. Cierto. Aquí los tienes y no hay más copias –dije ofreciéndole un lápiz de memoria.
– Oh, gracias. Entonces ya hemos acabado el trato –afirmó mirando fijamente el dispositivo informático.
– Correcto. Pero tengo un nuevo trato. Te ofrezco que seas mi esclava sexual a cambio de no enviarte a la cárcel –dije con aplomo.
– ¿Qué dices de ir a la cárcel? ¿De qué hablas? Yo no he hecho nada.
– Según como lo mires. ¿Qué diría la policía si te viera abusando de un niño de quince años? Tengo más de diez horas de vídeos en HD en los que se te ve abusando de mí repetidamente. ¡Me has corrompido! –dije con un gesto cómico de falsa vergüenza-. ¡Eres una corruptora de menores!, jajaja
– ¿Pero cómo… qué has…? –dijo medio tartamudeando.
– A ver, Marta. Si pude filmarte desde mi habitación a través del patio… ¿no crees que será mucho más fácil hacerlo en mi propia cama y delante de mi ordenador?
– Pe…pero… es una broma. Tú no me harías eso… -dijo para ver mi reacción.
– ¿No? Tal vez tengas razón. ¿Quieres apostar? Yo no pierdo nada. Al contrario, mis padres darán todos los caprichos para que se me olvide el “trauma” del “abuso” al que me has sometido. Pero tú vas a la cárcel seguro. Te has follado repetidamente a un menor… eso no tiene excusa alguna, lo mires por donde lo mires –afirmé seguro de lo que le decía.
– ¡Me has engañado! Es una trampa. Te denunciaré –afirmó.
– ¿Con el vídeo en el que abusas de mí? Marta, tú eres mucho más lista que eso. Reconócelo, te tengo bien atrapada. Con el vídeo de tus amigos corrías el riesgo de perder a tu novio y tu trabajo. Ahora corres el riesgo de perder la libertad por muchos años.
Marta se dejó caer sentándose en el borde de la cama mirando, abatida, el dispositivo de memoria.
– Pero no soy un monstruo. No quiero destruirte, solo quiero que sigamos pasándolo bien juntos. Reconoce que disfrutas mucho cuando te doy por el culo –dije pasando mi brazo sobre sus hombros y cogiendo su barbilla con la otra mano-. Me has enseñado bien y he logrado con mi boca que tuvieras orgasmos en serie, no lo negarás… Eso no tiene por qué cambiar. Seguirás disfrutando de sexo genial, eso no va a cambiar.
– Sí, pero también disfruto con mi novio y mis amigos. Me ha gustado hacerlo contigo… te he desvirgado… ha sido divertido darte clase… pero es que no quiero que esto dure para siempre. Quiero controlar mi vida, eso es todo. Me gusta follar contigo, pero no cuando me obligas –dijo abatida.
– No te lo tomes así. Vamos a divertirnos porque todo va a seguir igual, solo que de momento no se acaba. Piensa que es como si fuera un “mal estudiante” que tiene que repetir curso y al que vas a seguir dando clase… Anda, tonta, no te enfades –dije acariciando su cara-. Vamos… estás preciosa… y te mueres de ganas, reconócelo. Mira… olvídalo todo y simplemente vamos a hacerlo. Si te parece, puedes usar esta máscara para que Bruno no sepa quién eres. Así mantienes tu privacidad –propuse.
– Bueno… no puedo ir a la cárcel… aceptar tu chantaje es la única forma de evitarlo… no tengo otra salida. Tendré que hacerlo. Es cierto que tengo muchas ganas de follar… pero no conozco a tu amigo y un poco de vergüenza sí que me da… Vale, de acuerdo. Intentaré no pensarlo. Dame esa máscara –dijo quitándomela de la mano y colocándosela-. ¿Dónde está tu amigo?
– Está a punto de llegar. Además no sabe nada de lo que he preparado. Va a ser una gran sorpresa para él –dije encantado de que mi plan hubiera funcionado tal como había pensado-. Vamos a hacer una cosa, además de la máscara te voy a poner un poco de cinta adhesiva en la boca. Así se te ve menos y además evitamos que pueda oír tu voz. Cuanto menos sepa… mejor. También me he dado cuenta que te gusta sentirte dominada cuando te doy por el culo, por lo que he pensado que puedo atarte… Tranquila, solo cada mano con su rodilla. Además solo utilizaré una bufanda y el cinturón de mi bata y sin apretar. Es poco más que estético.
Marta estuvo de acuerdo y procedí a colocarla en posición. Su culo quedaba levantado y muy provocador. Para que estuviera cómoda durante la larga enculada y la cara no se aplastara contra la cama, puse una almohada bajo su pecho y hombros. Sus braguitas negras eran tan solo una fina tira por la parte de atrás y comprobé que se podía apartar cómodamente para tener acceso a su ano. De manera juguetona, se lo lamí al tiempo que acariciaba suavemente su clítoris provocando suaves gemidos de placer. Acordamos que si quería decirme algo, gruñiría, yo me acercaría a su cara quitando parcialmente la cinta para que pudiera decirme lo que fuera.
Y entonces sonó el timbre de la puerta.
– Hola Bruno. ¿Qué tal?
– Bien… sorprendido por tu misteriosa llamada. ¿Qué es eso que me quieres mostrar? –preguntó mi colega.
– Te he preparado una sorpresa. No tienes ni idea de lo que es, ¡ni te lo imaginas! Lo tengo en mi cuarto, ahora lo verás. Pero me tienes que prometer dos cosas: que no se lo vas a contar a nadie y que vas a hacer exac-ta-men-te lo que te diga sin hacer preguntas. ¿De acuerdo?
Bruno se quedó callado un instante.
– Me estás asustando, tío. ¿De qué se trata? ¿Por qué todo esto?
– ¿Lo prometes o no? –insistí-. Yo no te obligo.
– Claro, claro, lo prometo. ¿Qué es?
Abrí la puerta de mi cuarto y Bruno se quedó parado mirando atónito a la preciosa chica enmascarada en ropa interior atada y en una postura… digamos que extraña.
– Lucas, ¿qué es esto, quién es? –preguntó mi amigo.
– Has prometido no hacer preguntas –le recordé-. Tan solo te diré que es una amiga y que necesito que me ayudes a darle por el culo durante dos horas. ¿Te parece bien?
– Pero tío, no entiendo nada. ¿Me dices que tienes una “amiga” a la que te follas y que quieres que yo te ayude…? No lo entiendo –insistió-. ¿Pero tú no eras virgen como yo?
– Hasta el lunes pasado, sí, pero ella lo solucionó, jeje. Y tú puedes dejar de serlo si quieres. Eres mi mejor amigo y te lo ofrezco. A ella le encanta follar, adora que le den por el culo y más aún si es duro. Le prometí que tendría una sesión intensiva de sexo anal y por eso estas aquí. ¿Qué decides?
– Guau. ¿No me engañas? ¡Una tía buenísima que te pide que le des por el culo a saco…! Esto es la ostia. Chica, ¿es eso así? ¿De verdad es eso lo que quieres? –le preguntó Bruno a Marta.
Marta, tras su antifaz y con la cinta en la boca, lo único que pudo es asentir levemente con la cabeza. Bruno tomó aire…
– ¡Pues cuenta conmigo! –dijo él abriendo mucho los ojos-. ¿Cómo lo hacemos?
– Si queremos aguantar, la única forma es cambiar cada pocos minutos antes de correrte, que luego te quedas… Primero yo, que tengo más práctica y sé cómo le gusta que empiece. Cada cinco minutos cambiamos… o antes si ves que te vas a correr. ¿Vale? –propuse.
– Claro, como digas. Venga, dale. ¿Usamos preservativo?
– No es necesario, lo tiene limpito, pero si quieres mira en el tercer cajón de mi mesa. Luego puedes ducharte si quieres –dije poniéndome detrás de la chica entre sus piernas.
Puse mi polla, ya bien dura, contra el ano de ella, la agarré por las caderas y de un solo empujón se la metí hasta el fondo. Un ahogado gritito salió de su garganta.
– Eeh… cuidado, que le haces daño –dijo preocupado mi colega.
– No, tranqui, a ella le gusta así. ¿Verdad, preciosa?
Marta asintió de nuevo. Mientras veía a Bruno como luchaba para colocarse el preservativo en su virgen polla, yo follaba con ganas el culo de mi vecina. Tras cinco minutos de intensa follada, le llegó el turno a mi amigo.
Se colocó en posición y lo intentó, pero no acertaba a penetrarla… la falta de práctica.
– Lucas, meterla en su culo no es fácil… ¿Puedo follarme su coño? –preguntó.
– No, le prometí que la sesión sería de sexo anal. Tal vez al final… pero ya veremos. Venga, te ayudo –le dije.
Agarré su polla con una mano colocándola en su sitio y con la otra empujé la espalda de mi amigo, logrando que entrara una buena parte.
– Guau, esto es increíble. ¡Es genial!
– Pues agárrate a sus caderas para que no se salga y métesela toda. ¡Dale! –le dije.
No habían pasado ni dos minutos cuando Bruno se salió de la chica porque se corría. Cinco segundos después mi polla ocupaba el sitio de la suya. Yo quería que Marta se lo pasara bien (y así se olvidara de todo) y era clave que su culo estuviera permanentemente ocupado.
Estuvimos cambiándonos alternativamente cada pocos minutos. Es cierto que Bruno duraba menos que yo, pero yo llevaba una semana follando a saco y para él era su primera vez y tenía que hacer grandes esfuerzos para no correrse casi inmediatamente. La magnífica vista del precioso culo de Marta, lo buenísima que está, el verla atada e indefensa y la fina lencería tampoco ayudaban.
Bruno se corrió un par de veces sin poder evitarlo, con lo que yo tuve que pasar más rato “cabalgando” mientras se recuperaba un poco. Marta también debía de haber disfrutado bastante pues tan solo emitía gemidos de placer, unas veces más fuertes que otras.
Cuando ya casi habían pasado las dos horas decidí que me había ganado el derecho a correrme, por lo que aceleré aún más el ritmo y me vacié en sus intestinos. Entonces me acerqué al oído de mi vecina y le susurré que iba a permitir que Bruno se la follara sin condón y se corriera en su coño. Ella negó con la cabeza, pero le dije que no se trataba de una petición sino de un aviso de lo que iba a pasar y sin más le dije a Bruno…
– Oye, si quieres, quítate el condón y fóllate su coño. Tranquilo que toma la píldora y no la vas a preñar.
Lo que, sin dilación, hizo con gran alegría y satisfacción.
– Muchas gracias. Su culo es fantástico, pero quería saber cómo es follarse un coño. Me encanta –dijo mientras penetraba una y otra vez el sexo de mi vecina-. Es muy cálido… y sin el condón es mucho mejor.
– Jajaja, si no te lo hubieras puesto no habrías aguantado nada sin correrte en su culo, jajaja. Dale, dale, disfruta a tu gusto. A ella le encanta –le animé a disfrutar la experiencia.
– Tranquilo, ya lo hago. Por cierto, ¡esto hay que repetirlo más veces! –dijo mi compañero.
Pude ver cómo, tras el antifaz, los ojos de Marta se abrían mucho y su cabeza negaba vehementemente.
– Sí, cuando consigas poner así a tu hermana, que está buenísima y le tengo ganas –dije en un tono entre broma y serio.
– No seas cabrón. Mi hermana es mi hermana. Además es una borde. No hay nada que hacer con ella… Oye, no será esta tu hermana, ¿verdad? –dijo dejando de moverse pero sin sacar la polla de su coño.
– Ya me gustaría, lo sabes bien, pero no, no lo es… ¡y no te lo voy a decir! –dije mirando hacia Marta para tranquilizarla-. Tampoco puedo prometerte que se pueda repetir… Ya veremos. Y, desde luego, que si se te escapa algo de lo que ha sucedido… -hice un gesto para incrementar la afirmación.
Claro que lo repetiríamos, pero quería mantener el control. Es cierto que tenía bien cogida a Marta, pero no quería forzar la situación. Mejor que se fuera acostumbrando poco a poco a su situación de esclava sexual. Tampoco sería bueno darle muchas esperanzas a Bruno o terminaría pensando que tenía algún tipo de “derecho” sobre mi vecina… Mejor tenerlo controlado.
En pocos minutos Bruno se corrió en el coño de la chica. Un poco de blanco semen quedó en el borde del sexo de ella. Lo tomé con mi dedo y lo acerqué a la boca de mi amigo.
– Tío, quita eso, no seas guarro –me dijo apartándose con cara de asco.
– ¡Eh! ¡Abre la boca! Me lo debes. Llevas dos horas follándote a esta preciosidad y te acabas de correr en su coño. Gracias a mí, ya no eres virgen. Me lo debes. Abre la boca, es solo una gota –ordené con una sonrisa pero de manera rotunda.
Bruno se acercó, sacó la lengua, deposité la gota y él puso cara de asco.
– Vamos, no hagas el tonto que no es para tanto. No sabe mal.
– ¿Y tú qué sabes, también lo has probado? –preguntó él.
– Pues claro, es una especie de bautismo, una tradición. Todos los que se la follan tienen que probarlo, es su condición –mentí guiñando un ojo a Marta sin que lo viera mi amigo.
Tras aquello, Bruno se vistió y se marchó, no sin antes pedirme una vez más que había que volver a repetir aquello algún día.
Cuando volví a mi habitación, Marta se había quitado las ataduras, el antifaz y estaba quitándose la cinta que tapaba su boca.
– No te atreverás a volver a compartirme con ese –dijo con mirada de desafío.
– Marta, Marta, te estás equivocando. Tienes que ver la situación en conjunto –dije con aplomo-. No estás en situación de decidir y además acabas de correrte… ¿cuántas veces…? ¿siete… ocho? Valora el esfuerzo que hemos hecho para satisfacerte. Te prometí una sesión intensiva de sexo anal que te gusta… y te la he proporcionado con creces. ¿Que has tenido con follar también con Bruno? Pues eso que has ganado. Yo solo no habría podido y he buscado a alguien joven y con ganas para que te lo pasaras bien. ¿Que no te gusta que te comparta? Pues te vas a tener que joder porque pienso compartirte, cuándo y con quién yo quiera. Tú-no-decides-nada. Me perteneces. Eres mía. Tu coño ya no es tuyo, es mío. Y yo lo decido todo. ¿O prefieres pertenecer a alguna lesbiana compañera de celda que te preste por un paquete de cigarrillos? Sabes que eso SÍ que no lo quieres.
Me acerqué a ella y la abracé. Ella estaba muy nerviosa y podía hacer alguna tontería. Quería hablar, pero no le salían las palabras. Además yo tampoco le dejaba meter baza.
– Marta, tranquilízate. No pasa nada. Yo te cuido, te estoy cuidando. Quiero que seas feliz. Junto a mí, pero feliz. Me encargaré de satisfacerte y que tengas tantos orgasmos como quieras. Me gustas y te quiero para mí. En ocasiones te compartiré. Tranquila, tranquila… Será solo de vez en cuando. Todo siempre estará bajo control y no te pasará nada. Procuraré preservar tu identidad, nadie sabrá quién eres, ¿vale?
– Pero no puedes hacerme esto, Lucas. Yo he sido buena y he cumplido con mi parte del acuerdo –dijo con tono lastimero.
– …y seguirás haciéndolo. Nada cambia, el acuerdo sigue en pie solo que sin fecha de finalización. ¡Vamos…! Te lo pasarás bien, ya lo verás. Sé que me ves como a un niño, pero soy muy maduro para mi edad. Te cuidaré y protegeré –le dije.
– Pero…
– No hay peros. Ya está, se acabó… Ninguno de los dos queremos que vayas a la cárcel. ¡Acéptalo! Venga, hazme una mamada como la otra vez. Solo me he corrido una vez y me encanta como me lo haces.
Abatida, Marta lentamente se arrodilló entre mis piernas, se limpió unas lágrimas que intentaban salir y, sin ganas, empezó a chuparme la polla. Lo hacía como la otra vez, pero sin ganas ni entusiasmo, y sin mirarme. Pero seguía chupando que era lo importante. Poco a poco se fue animando y terminó haciéndome una gran mamada. Terminé corriéndome en su boca. Le pedí que me lo mostrara y ella abrió la boca para que pudiera ver el blanco líquido con el que su lengua jugaba. Se lo tragó y nos dimos un largo beso. Su boca sabía a mi semen… y no me desagradó.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Marta llegó puntual, como siempre. Sin la alegría de días anteriores y esta vez con blusa y pantalones.
– Marta… ¿No habíamos quedado en que todo seguía igual? Por favor, cámbiate y ponte algo bonito para mí. Por favor. Venga, ya sabes lo que me gusta. Dejaré la puerta abierta. Te espero en mi cuarto.
Cinco minutos más tarde Marta entró a mi habitación luciendo un conjunto de lencería color crema. Le sentaba muy bien y realzaba sus curvas.
– Eso está mucho mejor, gracias. Estás preciosa… y lo digo de verdad –dije dándole un beso en los labios.
– Gracias. Me gusta ponerme guapa para ti, pero es que no puedo quitarme de la cabeza… -comenzó a decir.
– Olvídalo. Mejor haré que lo olvides. Ven, túmbate en la cama que te voy a hacer la mejor comida de coño de toda la historia de la humanidad –dije arrancándole una ligera sonrisa.
– No me creo nada –bromeó ella-. Ya será menos…
– Bueno, entre las diez mejores, jajaja –apostillé.
Realmente me esforcé en que disfrutara. “Se consigue más con miel que con hiel”, decía siempre mi abuela. Marta ya tenía mucha hiel con la amenaza de la cárcel y ahora había que aumentar la dosis de miel.
Al principio le costó relajarse. Se notaba que le costaba aceptar que no tenía salida. Poco a poco noté como su respiración se iba agitando. Más tarde comenzaron los gemidos de placer. Eso hizo que redoblara mis esfuerzos y, cuando ya casi tenía entumecida la lengua, Marta arqueó su espalda en signo inequívoco de que un potente orgasmo había hecho su aparición. Hasta ese momento ella había tenido mi cabeza sujeta apretada contra su pubis, pero entonces intentó apartarme. Yo me mantuve firme atacando aún más a su clítoris con mi boca y su punto G con mis dedos. Sus gemidos se intensificaron y el orgasmo se prolongó. Pero parece que no podía aguantar tanto placer y se giró sobre la cama obligándome a liberar mi presa.
Aquello me había excitado. Terminé de realizar el giro y la puse boca abajo. Aprovechando que todavía estaba bloqueada sintiendo el final del orgasmo, penetré de golpe su culo. Un nuevo gemido de dolor y placer salió de su boca. La cabalgué durante varios minutos. A juzgar por sus gemidos y por los espasmos de su esfínter anal, disfrutó de al menos otros tres orgasmos más. Con el último de los suyos llegó el mío y me corrí dentro de su culo. Ambos quedamos jadeando por el esfuerzo y recuperándonos del placer.
– Creo que sé cómo hacer que disfrutes… ¿no? –pregunté cuando recuperé el aliento.
– Sí, ya lo creo. No ha estado nada mal –contestó.
– ¿Nada mal? Creo que has disfrutado como una perra, jajaja.
– No me llames eso. Siiii… he disfrutado mucho, gracias –reconoció-. Sabes cómo darme placer, y así no hay forma de enfadarse contigo –dijo bajando la mirada-. Me has hecho una mala jugada y estoy en tus manos. No debí aceptar tu primer chantaje, pero me puse nerviosa y además siempre me pareciste muy guapo. Mi novio es un imbécil, con mucha pasta, pero un imbécil pichacorta. Es posible que termine dejándole, ya veré. Y con respecto mi trabajo, no me hubiera gustado perderlo y menos por un escándalo. Es una gran multinacional y tengo posibilidades de ascender… pero solo si me follo a mis jefes. Da igual lo bien que haga mi trabajo, solo ascienden a las más guarras y eso es decepcionante.
– Bueno, tal vez te equivocaste, no lo sé, pero piensa que ahora, gracias a ello, vamos a ser muy felices juntos. Anímate, todos tenemos preocupaciones. Yo mañana tengo un examen importante y apenas he estudiado.
– ¿Puedo ayudarte? Si puedo hacer algo dímelo –me pidió.
– Hummm… Tal vez puedas hacer algo… –mi mente funcionaba a toda velocidad-. Puedes ayudarme a relajarme mientras estudio. Me voy a sentar en esa butaca y, mientras estudio, tú me la vas a chupar. Pero despacito, suave, no quiero correrme, solo notar tu cálida boca en mi polla y pelotas. A ver si eso me ayuda.
Me levanté y coloqué la almohada frente a la butaca. Cogí mi libro y Marta se arrodilló entre mis piernas. Segundos después su boca engullía mi polla. Pero, pasados algo más de diez minutos, algo sucedía porque ella no hacía más que moverse buscando una mejor colocación. Pregunté y me dijo que se le dormían las piernas. Puse un cojín sobre la almohada e hice que se sentara con la espalda contra la cama. Regulé la butaca para que quedara a una altura adecuada y mi vecina pudiera acceder cómodamente a mis genitales… Si quería disfrutar de una larga y plácida mamada, hacer que estuviera cómoda seguro que ayudaría.
No hubo más interrupciones hasta que llegó la hora de irse (antes de que vinieran mis padres, claro)
Es muy productivo estudiar mientras una chica imponente te chupa los huevos. Lo recomiendo. Baste con decir que saqué mucha mejor nota de la habitual.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Mi vecina acudió vestida esta vez como sabe que debe venir, con un conjunto de lencería sexy.
– ¿Qué tal estás? ¿Todo bien? –le pregunté en cuanto estuvimos en mi cuarto.
– Sí, todo bien. Más tranquila… aunque no termino de hacerme a la idea… –noté un ligero tono de reproche.
– Te dije que lo olvidaras. Ahora volvemos a ser la profesora y el alumno. ¿Qué es lo que has preparado para hoy? –pregunté con curiosidad.
– Pues no había pensado en nada. Estoy un poco bloqueada todavía… ¡Sí, que lo olvide! Yo lo sé, pero no es fácil. Si quieres vamos a mi casa. Allí tengo juguetes y ya se nos ocurrirá algo –propuso.
Me pareció buena idea. Cogí mi cámara digital y nos encaminamos a su domicilio.
– ¿Para qué quieres la cámara? Ya me tienes bien pillada, ¿no crees?
– Ya. Es de recuerdo, nada más. Es solo que me gusta ver cómo follamos. Pones unas caras muy graciosas cuando te corres.
Por una vez estaba siendo sincero. Me gustaba ver su cara, pero sobre todo me gustaba verme a mí. Todavía no podía creer que me estaba follando a este pedazo de rubia. No sé cuánto duraría este capricho, pero de momento quería grabarlo todo.
Sacó una caja de su armario. Aquello era increíble. Había un montón de cosas que solo había visto en las páginas de las sex-shops. Esposas, dildos, vibradores, pinzas, látigos, arneses, lubricantes… Había de todo y de algunas cosas las había de diferentes tamaños.
– Vaya, tienes de todo –dije cogiendo un enorme dildo que imitaba la polla de un enorme negro.
– Bueno… Digamos que me gusta jugar y pasarlo bien. Los juguetes ayudan y son divertidos.
– ¿Y este arnés? ¿Para qué lo quieres? –pregunté extrañado.
– Para mi novio. A veces le gusta que cambiemos los papeles y que sea yo la que folla y él quien pone el culo. Le gusta mucho, de verdad –aseveró.
– Eso se me hace muy raro. Follar es maravilloso, pero que te follen a ti… No lo creo.
– Que tonto eres haciéndote el “machito”. Es ahí, en el culo, donde los hombres tenéis vuestro punto G –dijo poniéndose en el papel de profesora.
– No me lo creo –insistí.
– Pues es así… y no discutas con la profesora –me regañó bromeando-. El punto G es un punto que hace que suba la excitación y aumenta las sensaciones en los demás órganos sexuales. ´Las mujeres lo tenemos en la parte anterior de la vagina y los hombres lo tenéis ahí dentro. Ya sé lo que te voy a enseñar hoy: teoría y práctica del punto G masculino –afirmó convencida.
– Si crees que me vas a meter algo por…
– Silencio, alumno –me interrumpió-. Lucas, no seas niño. Te obligué a probar el semen… y no te desagradó.
– Bueno, pero tampoco me encantó –repuse.
– …¡pero hiciste que Bruno lo probara! Y lo probaste porque quieres poder pedir a las chicas que nos traguemos tu semen. Pues de la misma forma, es justo que si quieres darnos por el culo, al menos lo hayas probado una vez.
Su razonamiento era impecable (al menos a mí me lo pareció) Me tenía cogido. Es cierto que podía decirle que no y que yo era el que mandaba… pero algo me lo impedía. No sé si es que estaba cachondo o simple curiosidad.
– Joder, Marta… ¿De verdad que tengo que hacerlo? –dije sin mucha convicción-. ¿No irás a meterme esa enorme polla negra?
– Claro que no. ¿Estás loco? Uno pequeñito. Además seré muy cuidadosa. Te prometo que no te haré daño. Y te gustará. Ya ves que a mí es lo que más me gusta, ¿o no? –preguntó sin esperar respuesta-. Desnúdate y échate boca abajo en la cama.
Comencé a desnudarme. Mientras lo hacía, ella me indicó que me pusiera a cuatro patas. Trajo un tubo de lubricante de la caja de los “juguetes”.
– Lo más importante es que estés relajado. ¿Confías en mí? –preguntó.
– S…sí… -respondí con temor.
– Así no vamos bien. O confías o no confías, pero esa respuesta dubitativa no me vale –me recriminó.
– Vale, sí, confío en ti. No sé por qué, pero confío. Solo espero que pueda sentarme a cenar esta noche.
– Idiota… Al final harás que me enfade. Voy a empezar a lubricar la zona. Relájate y haz lo que te diga.
Noté como un líquido pastoso caía sobre la raja de mi culo y como su dedo comenzaba a jugar con mi ano. Me dijo que apretara como si fuera a cagar… y su dedo se coló en mi interior.
– Uahhh… qué sensación. Ya lo has metido, ¿verdad? –pregunté.
– Sí, solo la punta del dedo. Sigue apretando… pero solo un poco, no sea que salga “lo que no queremos”, jajaja.
Marta mantuvo su dedo quieto como un minuto y luego siguió introduciendo el dedo con movimientos de vaivén. Noté como su mano chocaba contra mi culo, señal de que todo el dedo estaba dentro. Volvió a dejarlo quieto un poco y luego noté como lo metía y lo sacaba girándolo al mismo tiempo.
Reconozco que no era desagradable ni me hacía daño, por lo que decidí que podía continuar. Un poco después eran dos los dedos que se colaban en mi interior.
– ¿Ves como no te hago daño? Tienes que estar abierto a probar cosas –dijo ella.
– ¿Y tú cómo es que sabes tanto sobre sexo? –le pregunté.
– Porque desde que mi tío me desvirgó, he practicado mucho. No es que haya tenido muchos amantes, pero sí que he hecho de todo con ellos. Por supuesto que todo-todo no lo he hecho, pero considero que hay que probar las cosas al menos una vez. Así es como únicamente puedes saber lo que te gusta o lo que es bueno y lo que no. La verdad es que el sexo me gusta y no me avergüenza decirlo.
Seguía moviendo los dedos en mi ano cuando noté una punzada de dolor.
– ¿Qué haces? –pregunté enojado.
– Perdooona. He querido meter un tercer dedo pero es demasiado. Y no hace falta, para el vibrador pequeño así es más que suficiente –afirmó.
– ¿Estás segura? Me ha dolido…
– Calla, quejica, que no ha sido nada. Espera un segundo…
Se acercó a la caja y extrajo algo que parecía un rotulador de unos 15cm de color rosa y con la punta un poco doblada. Le puso un preservativo, lo embadurnó bien de lubricante y…
– Aaaaadentrooo… Ya lo tienes. ¡Y-no-te-ha-do-li-do! Espera que ahora verás…
Una suave vibración recorrió toda mi espina dorsal. Aquello era muy agradable. Debió de pulsar algún botón porque la vibración aumentó bastante haciendo que mi excitación aumentara bastante. Pasó unos minutos metiendo, sacando y moviendo aquel vibrador en mi culo.
– Reconoce que te gusta –me dijo.
– No… no… es mucho más, me encanta –reconocí-. Sigue moviéndolo, por favor –solicité.
– Pues ahora viene lo mejor…
Mientras con una mano mantenía el vibrador en posición, ella se metió entre mis piernas boca arriba. Empujó mis caderas para que las bajara un poco y noté como su boca tomaba posesión de mi polla. Comenzó entonces la mamada que apenas duró un minuto. La excitación y el placer que me provocaba el vibrador se sumaron a las caricias de su boca haciendo que me corriera en un instante.
– Vaya, qué cantidad… Casi me atraganto –dijo Marta-. Entre la fuerza con que ha salido y que estaba tumbada, me ha llegado hasta la garganta de golpe. Uf, ha sido intenso. ¿Qué tal tú? –preguntó Marta incorporándose y extrayendo el vibrador de mi ano.
– No sé lo que has hecho, pero me ha gustado mucho el vibrador… ¡y tu boca mucho más! Muchas gracias. Me escuece un poco el culo, pero poca cosa.
– Sí, bueno… lo tienes un poco rojito, pero es normal. Es la primera vez que entra algo por ese agujero… ¿Repetirás la experiencia? –preguntó mi vecina.
– Uf… no sé. Es posible. Por un lado, reconozco que me ha gustado y que ha estado muy bien. Pero por otro la idea de que algo me penetre el culo… se me hace rara –respondí.
– Lucas, si eres tan maduro como dices que eres, tienes que pensar por ti mismo y dejarte de ideas preconcebidas. Si algo te gusta, no haces daño a nadie y no es ilegal, ¿por qué no hacerlo? Es parte del juego sexual, nada más. Algo que seguro ronda por tu cabeza es el temor a volverte maricón, ¿cierto? –moví la cabeza en signo de duda-. Pues eso es una estupidez. Nadie se vuelve gay por meterse un vibrador ni porque una chica te folle con un arnés. Incluso aunque te folle una polla de verdad. Gay es el que se excita con los hombres, no el que siente placer anal. Si estuviéramos Bruno y yo, los dos desnudos… ¿cuál te atrae, con cuál te acostarías? –preguntó ella.
– Contigo. Lo tengo claro al 100%.
– Pues ahí tienes tu respuesta. Si no te atraen los hombres no eres gay… al menos yo lo entiendo así –dijo ella dando por cerrado el debate-. Ahora quiero saber qué desea hacer mi semental.
– Pues precalentar mi coño con la lengua (te recuerdo que tu coño es mío, jajaja), luego follarte un poco y finalmente darte bien duro por el culo hasta que nos corramos juntos.
– Como ordene mi señor –dijo con un guiño pícaro-. Otro día probaremos el arnés. Te recuerdo que la sensación de un pequeño vibrador no es lo que sentimos las mujeres cuando nos dais por el culo… que es lo que hemos quedado, ¿cierto?
– Vaaale… Pero otro día. Ahora quiero sentirme muy macho y follarte a saco.
– ¡Pues adelante, mi semental! –dijo ella quitándose las braguitas.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Estaba en época de exámenes y tenía mucho que estudiar. Como en el anterior examen me fue tan bien con aquella forma de estudio decidí repetirla. Casi dos horas en las que una rubia de 24 años te chupa la polla y los huevos lenta y suavemente… hummm, es gloria. Luego la salvaje follada anal que tanto nos gusta a ambos.
Es una receta magnífica, pero la repetición sistemática termina aburriendo. Así que lo modifiqué sin cambiar lo básico: sexo suave. Puse una almohada sobre la mesa e hice que Marta se inclinara. Sus pies quedaban en el suelo y su cuerpo sobre la mesa. Le quité las braguitas y tuve una vista que hizo que me empalmara de inmediato. Ante mí estaba su coño coronado por su ano y enmarcado por sus nalgas y muslos. Comprobé que estaba suficientemente húmeda, puse mis apuntes sobre su espalda… y la penetré. Diooosss… que delicia. Comencé a mover suavemente mi cintura adelante a atrás… lentamente… Tuve que hacer que abriera sus piernas para tratar de que la fricción fuera menor y evitar correrme. Incluso tuve que ponerme un condón retardante porque seguía sintiendo mucho placer.
Otra versión fue sentarme en la cama apoyando mi espalda en el cabecero y hacer que ella se sentara sobre mi polla dándome la espalda para luego tumbarse sobre mis piernas. Mi polla quedó en su interior. Poco a poco perdió su dureza pero siguió recibiendo el calor de su coño. Acariciar su culo y ano resultó muy agradable. Todas las sesiones terminaron en nuestro tradicional sexo anal… como siempre
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Celebramos la finalización de los exámenes, y las excelentes calificaciones, con una sesión de sexo desenfrenado. Los dos teníamos ganas y nos pusimos a ello con entusiasmo. Repasamos todas las posturas que más me gustan y me corrí varias veces. Marta y se boca se esforzaron en que mi polla recobrara su dureza en el menor tiempo posible.
Al día siguiente…
– Lucas, tienes una promesa pendiente de cumplir –me dijo ella.
– ¿Promesa? –dije realmente extrañado pues no recordaba nada.
– Sí, la de usar el arnés contigo –afirmó mi vecina.
– Pero es que…
– Lucas, no me vengas con excusas –me interrumpió-. Lo acordamos, no digas que no ni te eches atrás, me lo debes –dijo en tono un poco serio-. Va a ser divertido y sé que te va a gustar –dijo cambiando a una actitud melosa-. ¿De acuerdo?
– ¿Y tiene que ser hoy? Necesito hacerme a la idea antes porque…
– ¡Vamos, hombre! ¿Por qué tanta excusa, qué temes? No volverás con lo del otro día… Ya te dije que nadie se vuelve maricón, que no te vamos a dejar de gustar las mujeres, que es solo por experimentarlo… ¿Está claro? Venga… dame este capricho. Ya sé que tengo que hacer todo lo que quieras a causa de tus vídeos, no se me olvida, pero si lo haces por mí te deberé una y no protestaré… hummm –dijo quedándose pensativa un instante- … si quieres volver a compartirme.
Aquello me gustó. Bruno se estaba poniendo pesado pidiéndome volver a repetir la experiencia y ya no sabía cómo decirle que no. Además faltaba poco para mi cumpleaños y quería hacer algo especial. Mejor si ahora ella me debía un capricho.
– De acuerdo… ¡pero te tomo la palabra! Colaborarás si decido compartirte. Es un trato. ¿Qué hago?
– ¡Eeeh! Yo he dicho que no protestaré, de colaborar activamente no he dicho nada –repuso-. Pero colaboraré con gusto si me dejas ahora “arreglarte” un poco.
– No sé a qué te refieres con eso, pero vale. Haz lo que quieras.
Fuimos a su piso y me llevó al cuarto de baño donde me puso un enema para limpiar mis intestinos. Tras eso procedió a afeitarme el vello de las axilas, del pecho y, sobre todo, de mi zona genital. Me dejó sin un solo pelo y a continuación me untó una crema suavizante. Sentado frente a su tocador procedió a peinarme (me gustaba el pelo un poco largo) y maquillarme. A lo que me negué fue a que me pintara las uñas… eso ya era excesivo. Tras pintarme los labios de rojo fuerte, mi imagen en el espejo era extraña. “Tranquilo que no hemos terminado”, me dijo y la dejé hacer. Me hizo poner un conjunto suyo de lencería rojo, con liguero y medias. Por último, un camisón transparente a juego y unos pendientes de clip hicieron de broche a la transformación.
Ahora ya no era yo quien aparecía en el espejo. Se parecía a mí, pero no era yo. Era totalmente una chica, y no estaba mal.
– ¿Qué te parece mi amiga… Luz? –preguntó Marta.
– El cambio es increíble. Realmente parezco una chica.
– Claro, es que todavía eres muy joven y tus facciones aún no son demasiado masculinas. Si quisieras y con mi ayuda, podrías convertirte en Luz a voluntad. ¿No te gustaría?
– No, no, es muy arriesgado, se darían cuenta. Qué vergüenza… no, no, ni pensarlo –dije horrorizado.
Una cosa es jugar a travestirme así, jugando en la intimidad, con Marta, y otra muy distinta es que alguien más me pudiera ver. Me pondría muy nervioso, me bloquearía, se descubriría todo y pasaría la mayor vergüenza de mi vida. Además pensarían que yo era… ¡No! Ni hablar de ello.
– Todos los hombres sois iguales. Tenéis un miedo horrible a explorar vuestra sexualidad. Que sepas que a las mujeres nos gustan los hombres que se arriesgan.
Pero dejemos eso. Ven, Luz, levanta y mírate en el espejo grande –me pidió.
– Que no me llames Luz. Soy, Lucas, no te olvides –ordené mientras me ponía unas zapatillas suyas con tacón que me quedaban un poco pequeñas.
Me gustaba lo que veía en el espejo. Si no miraba a su cara, esa chica, Luz, estaba muy buena. Sin tetas pero “follable”. Por un instante me sentí vulnerable pues sentí lo que sienten las mujeres cuando son miradas con deseo por un hombre. Y aquello me excitó. Caminé frente al gran espejo girándome y adoptando poses…
– Ya veo que te gusta mucho esa chica… ¿A que sí? No contestes, no hace falta. Se te ve de sobra. No soy lesbiana, bien lo sabes, pero no me importaría tener una ventura con ella. Hummm… es preciosa. Déjame que te llame Luz, me encanta. Ahora tengo dos compañeros de juegos sexuales, Lucas y Luz…
– Vale, llámame como quieras. Es tu juego. ¿Y ahora? –pregunté.
– ¡Pero qué impaciente eres! Disfruta del momento. Las mujeres a veces nos ponemos guapas tan solo para sentirnos bien. Ahora eres Luz, disfrútalo. Haz lo que te diga… date la vuelta… así. Saca la pierna por el lateral del camisón… eso es. Acaricia tu pierna… ¿A que te gusta el tacto de las medias sobre tu piel? Pues claro. Ahora agáchate, levanta un poco el camisón… que se vean las bragas… Vaya piernas que tienes… y con las medias de costura se ven aún mejor…
Estuvimos un rato haciendo poses frente al espejo. Parecía una sesión de fotos de un catálogo de lencería.
– Vale, ya has dejado salir a Luz y te sientes más ella, ¿verdad? –asentí un poco avergonzado-. Pues, guapa, vamos a follar. Por segunda vez te voy a desvirgar… no me había dado cuenta de ello –dijo Marta besándome apasionadamente-. Déjame quitarte el camisón… las braguitas tampoco las vas a necesitar… con el liguero estás… imponente.
Me hizo subirme al borde de la cama a cuatro patas mirando hacia la puerta de espejo del armario… y vi a Lucas. Mis brazos, muy musculosos para ser de chica, no encajaban con el aspecto femenino que el maquillaje, pendientes y peinado proporcionaban a mi cara, por lo que decidí meterlos bajo mi cuerpo quedando con los hombros pegados a la cama. Ahora solo veía además de mi cara la parte baja de mi espalda con el liguero y mi culo… y a Marta detrás, con sus lindas tetas al frente, claro. Volví a ver a Luz y me traquilicé.
Marta se terminó de colocar el arnés. Pude darme cuenta que el aparato, además del pene de goma de un tamaño similar al mío, disponía más abajo de uno más pequeño que se introducía en la vagina de la chica. Marta seguro iba a disfrutar con mi enculada. Estaba por ver si yo también.
Procedió a echar una buena cantidad de lubricante en mi culo. Con uno y luego dos dedos procedió a dilatar mi esfínter.
– Esta vez sí que voy a meter un tercer dedo para dilatarlo bien. El arnés es más grueso que el vibrador del otro día y no quiero que te duela. Al menos no la primera vez –dijo con una sonrisa traviesa.
Pasaron unos minutos muy largos con sus manipulaciones. Por un lado tenía muchas ganas de que empezara, pero por otro temía el dolor que me podía provocar. Sus tres dedos dentro de mi ano me estaban produciendo un escozor que no pronosticaba nada bueno.
– Marta, me duele un poco… ¿Y si lo dejamos para otro día? –pregunté.
– Va a ser que no. ¡Con lo guapa que estás, Luz –dijo bromeando-. Tranquila que ya he terminado.
La verdad es que oír que me llamaba con el nombre de mi yo femenino me causó impresión, pero la mirada de Luz desde el espejo me calmó. Es cierto que yo estaba muy “guapa”. Noté como Marta colocaba la punta del arnés contra mi ano y cómo se agarraba a mis caderas.
– Despacio, por favor, te lo ruego –pedí seriamente preocupado.
– Tranquiiilo… -me respondió-. Sé muy bien lo que hago. Te lo hice bien con el vibrador y ahora estamos con el arnés. Si te lo hago bien con el arnés… quién sabe qué será lo próximo –y mientras decía esto no notaba como poco a poco se iba introduciendo en mi interior.
– ¿Qué tal? Ya la tienes casi toda dentro y tu cara no muestra dolor… ¿A que soy la mejor? –afirmaba más que preguntaba con una gran sonrisa.
– Aaah… No está mal… -dije con esfuerzo-. Pero noto mi culo muy estirado. No metas más –pedí.
– No puedo meterte más porque ya la tienes toda dentro. Me quedaré muy quieta esperando a que se acostumbre. Es normal que lo notes estirado, es la primera vez. De todas formas siempre lo notarás así al principio y luego pedirás que te de caña –profetizó.
– Aaah… No lo creo… De momento no me está gustando. Ya vale, sácalo –ordené.
– Ahora estoy al mando –dijo dándome una palmada en mi culo-. Cálmate y deja que yo me encargue.
La palmada causó un extraño efecto en mí, pues las molestias de mi culo las sentía Lucas, pero la palmada hizo que Luz tomara protagonismo. A Luz le gustó aquella palmada. Entonces recibí una segunda palmada.
– Luz, voy a empezar a moverme. Tranquila que he puesto un poco más de lubricante. Te va a gustar –dijo con una sonrisa de seguridad de quien sabe lo que está haciendo.
Comenzó a moverse y una sensación como que te estás cagando me invadió… para volver a sentir como mi culo se llenaba de nuevo… Era extraño, sorprendente, pero para nada doloroso. Marta fue aumentando el ritmo y aquello incluso mejoró, debo reconocerlo. Me gustaba lo que me hacía, y las palmadas que a veces me daba hacían que me gustara aún más. Poco después me follaba a ritmo normal, como si yo tuviera un coño en lugar de un ano.
– ¿No dices nada? –preguntó mi vecina.
– Aaah… Me… me gusta… -me oí decir sin dar crédito a mis oídos.
– Vaya… Luz está cachonda… Vaya guarrilla que está hecha –dijo mientras aumentaba un poco el ritmo de su follada-. ¿Ves cómo yo tenía razón? Te encanta, y apenas llevo unos minutos follándote. ¡Soy la mejor!
– Des… despacio –pedí.
– Claro, con tranquilidad. Para que puedas disfrutarlo más. Así, ¿verdad?
– Sí, sí… Oh, estoy empezando a sentir algo… distinto… un calor… -comenté.
– Eso es bueno –dijo Marta-. Tranquila, déjate llevar.
Y me dejé llevar. Me centré en las agradables sensaciones que me llegaban de mi culo, en el calor que me subía por todo el cuerpo. Abrí un poco los ojos y vi a Luz en el espejo. Sus mejillas enrojecidas por la excitación del placer. Estaba bellísima… y ella era yo… y yo era ella, la que disfrutaba de la enculada. Y me corrí ¡sin tocarme siquiera!
– Vaya, Luz, eres increíble. Te has corrido en tu desvirgamiento ¡y con un arnés! que es mucho peor que una polla real. El día que pruebes una…
– Ca… calla… No digas… eso –pedí aún sin aliento-. No soy… maricón… Ni lo pienses… siquiera –le ordené.
– Y otra vez con lo mismo –dijo Marta-. ¡Qué te puede gustar que te den por el culo sin ser maricón, jodeeer! Eres un tonto. Arturo, mi novio, solo le gustamos las mujeres. Lo sé bien porque mira a todas con las que nos cruzamos. También hemos hecho tríos y, si son con chicas, perfecto. Pero una vez lo hicimos con un chico y aquello fue un desastre. Pues a ese mismo Arturo le encanta que me ponga el arnés… y yo no lo considero menos macho por eso. ¿Te queda claro de una vez por todas? Al final he tenido que contarte mis cosas.
– ¿Entonces la otra vez con Bruno no fue tu primer trío? –pregunté.
– Claro que no. Ya te he dicho que empecé pronto a tener sexo y que me gusta probar cosas –confirmó.
– ¿Y has estado con chicas? –insistí curioso.
– ¡Qué pesado eres! Sí, pero no tanto como tú querrías. Una vez me acosté con una amiga. Estábamos muy borrachas y de alguna forma comenzamos a besarnos, acariciarnos… y terminamos con una experiencia lésbica completa. No estuvo mal, pero no me apetece repetir.
– ¿Y qué diferencia hay de hacerlo con un chico que con una chica? –pregunté curioso.
– Pues… con las chicas es más suave, menos rudo, con más caricias. Los hombres en seguida vais a derechos a follar y follar… A las mujeres nos gustan las caricias, tomarse tiempo con los preámbulos… todo eso –respondió.
– ¿Pero si te gustan tantos los preámbulos y caricias, cómo es que no has vuelto a hacerlo con una chica?
– Porque también me gusta que me den caña. Me gusta empezar suavemente, pero luego que me follen a saco y con las chicas eso no es posible. Reconozco que en eso soy un poco rara, pero soy así. Necesito sentirme usada para lograr la satisfacción completa. Qué le vamos a hacer… -dijo encogiéndose de hombros.
– ¿Y no hay veces que solo te apetece la suavidad de los preámbulos? –insistí.
– De momento no. Para eso las chicas son mejores, mucho mejores. Ya llegará el momento en que me apetezca hacerlo con una chica y entonces lo haré. De momento la única mujer que me atrae es Luz –y se quitó el arnés.
– Vale, vale, como quieras. A Luz también le gusta hacerlo contigo –dije con sorna.
– Pues ahora quiero a Lucas… ¡y a su dura polla en mi culo! –dijo abalanzándose sobre mi entrepierna.
– ¿Y no me dejas quitarme todo esto? –pregunté señalando el maquillaje.
– No, quiero follar con Lucas y que Luz me mire hacerlo –dijo con cara de lujuria.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Los diez días que faltaban para mi cumpleaños los pasé pensando algo especial para celebrarlo con mis amigos. Esa idea poco a poco iba tomando forma en mi mente. Mientras, seguí probando los juguetes de la caja del tesoro de Marta. Me había dado cuenta que era mejor “jugar” en su casa que en mi habitación, aunque seguí grabándolo todo.
Probé a ponerme el arnés un poco más arriba de mi polla y así poder follar sus dos agujeros al mismo tiempo pues afortunadamente su forma lo permitía. Ella se lo pasó genial, pero a mí no me gustó mucho. También probé a ponerle muñequeras y tobilleras, enlazándolas entre sí y dejándola inmovilizada. Marta disfrutaba más cuando estaba así sujeta, atada, pues se sentía vulnerable (las mujeres son muy raras) pero a mí no me gustó mucho porque dificultaba el cambiar de postura. Tan solo me gusta cuando además utilizo con ella una mordaza de aro que le impide cerrar la boca. Con sus manos sujetas y su boca totalmente abierta puedo follar su garganta aunque no quiera. Es cierto que hace fuerza para que no se la meta hasta la garganta, pero si le tapas la nariz deja de oponer resistencia y usas su garganta como si fuera un coño. Por supuesto que tengo cuidado de no asfixiarla, pero he cronometrado que aguanta casi dos minutos con mi polla en su garganta. Sus ojos lagrimean por el esfuerzo, pero no se enfada por hacérselo… creo que en el fondo le gusta.
También sentía curiosidad por lo que se siente al azotar a alguien, así que decidí probarla con mi esclava porque… para eso es una esclava, ¿no? La sujeté con cuerdas del soporte de la lámpara del techo y de un gancho muy alto en la pared. Sus tobillos los sujeté a un palo de escoba para que no pudiera cerrar las piernas. Le metí sus bragas en la boca y la tapé con cinta. Más que por evitar los gritos (seguro que los vecinos nos habían oído muchas veces) quería reforzar su sensación de indefensión. Le dije que se preparara que le iba a doler y una mirada de miedo llenó sus ojos. No pensaba hacerle nada serio, pero el culo sí que le iba a doler. Se iba a sentir como toda una esclava.
Comencé por usar una fusta de las que se usan en equitación. Su culo, sus muslos, sus pantorrillas se fueron enrojeciendo con las marcas que dejaba sobre su piel. Ella se agitaba y trataba de evitar el golpe… era divertido. Pasé a visitar su vientre y sus pechos. Procuré ahí darle menos fuerte, pero sus gritos ahogados eran mayores. Los que sí fueron muy grandes fueron los tres toques, porque aquellos no se podían llamar golpes, que le di en su vagina. Aulló, vaya como aulló, tanto que me asusté y le quité la mordaza de la boca.
– Cabrón, me has hecho daño –me dijo medio sollozando-. No vu…
– ¡Calla! –interrumpí-. No te atrevas a decir nada más o sigo azotándote ahí, y serán golpes de verdad –amenacé-. Estos han sido suaves. Hoy te toca dolor, ya te lo dije antes y lo sabías desde ayer. Así que aprieta los dientes y aguanta lo que venga o lo repetiremos muy a menudo –dije al tiempo que le volvía a colocar la mordaza.
Dejé la fusta y cogí un látigo corto de varias colas. Lo probé en mi mano y no pareció muy doloroso, por lo que lo apliqué sobre su espalda. Marta se encogió pero no gritó. Seguí golpeando sus hombros, su culo, sus piernas… se retorcía un poco pero no gritaba. Entonces lo probé con su parte frontal. Sus muslos, su vientre… Sus pechos sí que eran más sensibles porque un grito ahogado acompañaba a cada golpe que le di ahí.
En aquél momento me paré a reflexionar. Podía seguir azotándola… ¿o ya era suficiente? Podía seguir causándole dolor… Aunque no le gustase no tenía forma de evitarlo. Pero la verdad es que tampoco estaba siendo muy divertido. Producir dolor no me producía placer. Además tenía que tener cuidado con no pasarme ni con la fuerza ni con el lugar donde golpeaba porque no quería herir su piel. Que se enfadara por el castigo tampoco era bueno. Cierto que la tenía en mis manos con los vídeos y podría seguir follándomela, pero si estaba contenta y disfrutaba con el sexo ella estaría más dispuesta y colaboradora. Por todo ello decidí que no merecía la pena seguir con aquello.
– Bueno, esclava, ¿quieres que siga azotándote? –le pregunté mientras le quitaba la mordaza de la boca.
– No, por favor, más no, te lo pido por favor, te lo ruego –imploró-. No me gusta el dolor.
– Pero sí que te gusta que te la meta por el culo de golpe y sin lubricante ¿verdad?
– Sí, eso sí –confirmó.
– Pero seguro que eso te duele… -insistí mientras le retorcía un poco los pezones.
– Aaaahh… Bueno… sí, pero es un dolor distinto. No sé cómo explicarlo. Uf, para, no aprietes tanto –pidió-. Por el culo siento incluso más placer que por el coño. Pero tengo que comenzar con dolor y luego ser follada de manera dura, violenta. En caso contrario me gusta pero no llego al orgasmo. Es raro o por lo menos no muy habitual, pero soy así.
– Pues te voy a ofrecer un buen orgasmo –afirmé.
Sin soltarla de sus ataduras, le coloqué un vibrador potente sobre su clítoris, me puse detrás de ella y de un solo golpe le metí toda la polla en su culo. Su cuerpo se tensó por el dolor pero ni el menor gemido salió de su garganta. Seguí follando su culo así, de pie y atada, con fuertes golpes de mis caderas. Poco a poco gemidos de placer fueron haciéndose presentes y fue entonces cuando agarré y apreté sus pezones. Un aullido de dolor se terminó transformando en grito de placer. Noté en mi polla las contracciones de su ano. Se estaba corriendo.
La dejé colgada mientras se corría y tan solo la liberé cuando su respiración se calmó y su mirada volvió a ser la de siempre. Sin mediar palabra, me tumbó sobre la cama y me hizo una de sus mejores mamadas. Me encantó ver su boca llena de mi semen, a su lengua juguetear y su expresión de lujuria cuando se lo tragó relamiéndose. Sí, definitivamente era muy agradable tenerla contenta.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Reconozco que hay algunas veces en las que me comporto como un crío en las que me da por hacer tonterías. Una tarde hice que tuviera puesto el arnés bajo el vestido. Era gracioso ver como se notaba el bulto bajo la falda, como si tuviera polla y estuviera empalmada.
Otro día me dio por orinar dentro de su culo. Hice que me la chupara. Cuando estuvo ligeramente dura se la metí en el culo y esperé unos instantes. Cuando se aflojó, pude mearme dentro de sus intestinos. Fuimos hasta el cuarto de baño con mi polla metida en su culo porque tenía miedo de que al sacarla se saliera todo y ensuciara el dormitorio. Al llegar al baño se la saqué y apenas salió un chorrito porque ella apretó fuerte el ano. Aguantó un par de minutos y luego dejó que aquello saliera. Fue divertido para ambos. Era como un enema solo que de orina. Ella es muy limpia y siempre se limpia los intestinos antes de nuestras sesiones de sexo ya que casi siempre terminamos haciéndolo por ahí.
Hubo otro día en el que me dio por mirar su vagina con lupa. Hice que se abriera bien de piernas y cogí una lupa grande. Me pasé más de una hora mirando con detenimiento cada pliegue de su sexo, cada bultito, cada pelo y cada poro. Insospechadamente ella disfrutó con la experiencia pues el perfume de su sexo se hizo más intenso a causa de la excitación de mi manipulación de sus genitales.
Una tarde en la que sus padres vinieron a visitarla, hice que se introdujera un vibrador cuyo mando a distancia yo controlaba desde mi casa. Fue muy divertido ver en la distancia los esfuerzos de Marta por ocultar a sus padres la excitación que las vibraciones le provocaban en su suave coño bajo el vestido sin ropa interior.