En familia todo queda, la hijastra se coge al padrastro y el hijastro se come a su madrastra. Una familia que disfruta del placer
Viernes – 7 de julio de 2017 – 9.40. P. M – En un pazo gallego.
-Necesito tu opinión profesional, Rosendo.
Rosendo, 50 años,1.82 de estatura, moreno, de pelo cano, psicologo de profesión, sentado en un sillón de una lujosa sala de estar, le dijo a su hijastra.
-Pregunta, cariño, pregunta.
-Lo que necesito es hablar. Que me escuches y me des tu opinión.
-Ponte cómoda y cuéntame tu problema.
Elisa, que medía un metro setenta y ocho y era rubia de ojos azules, se echó boca arriba en el tresillo. Llevaba puesta una minifalda gris, cortita, y un top blanco, ceñido al cuerpo, bajo el que no llevaba sujetador y en el que se marcaban los gruesos pezones de sus grandes y redondas tetas. Sus piernas eran largas y moldeadas y su cuerpo escultural.
Elisa comenzó a contar su historia.
-Hoy, a la hora de la comida, tuve un love affair con mi cuñada Olivia. Todo enpezó cundo me dijo que cree que mi hermano Luis tiene una aventura con otro hombre porque hace un tiempo que acaba enculándola. Me dijo que llevaba más de seis meses sin correrse con él. También me dijo que por más que se masturbaba no conseguía satisfacerse plenamente. Que tenia pensado buscar a otro o a otra. La noté muy estresada y le dije que lo que necesitaba era relajarse. La convencí para que fuese conmigo a mi sala de masajes. Una vez allí, mientras se quitaba la ropa, me preguntó:
-«¿Cuando te mastubaste por última vez, Elisa?»
Vi que tenía ganas de hablar de cosas íntimas. Si ella quería que nos confesásemos, nos confesaríamos, por mí no había problema.
-Esta mañana. ¿Y tú?
-«Ayer noche. Tu hermano acabó dentro de mi culo. Le dije: No me dejes así. Fóllame el coño. Hazme un cunnilingus. Mastúrbame. ¿Sabes qué me contestó?»
-No, ¿qué te contesto?
-«Hazte un dedo que ya eres grandecita».
-«Acabé mastúrbandome en el baño».
-¡Qué cabrón! ¿Nunca te corriste dándote por el culo mi hermano?
-«Una vez, y me encantó. Sentí un placer bestial, pero requiere mucho tiempo y estar muy excitada, y tu hermano ya no se para. Se volvió un egoista».
Ya estaba casí desnuda. Le pregunté:
-¿Te corres con un buen cunnilingis?
-«Como un río».
-Echate boca abajo sobre la camilla.
Boca abajo sobre la camilla, y sólo con una braguita puesta, masajeándole los hombros y la espalda con aceite de coco, seguí sacando de ella.
-¿Te comió el chichi alguna mujer, Olivia?
-«Mi compañera de cuarto en la universidad. Nos lo comíamos todo y nos corríamos como dos locas. ¡Qué tiempos aquellos!»
-¿Cómo era la chica?
-«Un ángel rubio al que desvirgé con mis dedos. A veces me hago un dedo pensando el ella. ¿Y a ti te la comió bien comida otra mujer?»
-No, ni nunca me dieron por el culo.
-«Con alguien que lo sepa hacer se llegan a ver las estrellas».
-¿Con un cunnilingus?
-«De las dos maneras, pero enculándote bien enculada, al correrte parece que estás volando».
-Masajeé sus glúteos. Se calló. Vi como lentamente abría las piernas. Al masajear su entrepierna, con el canto de mis manos toqué su coño. Se estremeció. Masajeé las plantas de sus pies, los talones, los tobilos y los dedos. Volví a los glúteos. Aparté con dos dedos sus nalgas y su braguita y dejé caer sobre su ojete el aceite. Con dos dedos se lo masajeé. Le comenzó a latir. Hice movimientos circulares sobre él con el dedo medio de mi mano izquierda. Le metí la puntita, Olivia levantó su culo y lo metió hasta la mitad. Se lo metí del todo. Dejé que me follara el dedo con el culo. Con la otra mano masajeaba sus nalgas, su espalda, sus hombros, su costillas, y masajeando sus costillas, al llegar a la altura de las tetas, se levantó un poquitin para que las pudiese masajear. Le masajeé las tetas y le apreté los pezones. Comenzó a gemir y a mover el culo más aprisa. De repente, su ojete apretró mi dedo y comenzó a correrse. Sus gemidos eran tan escandalosamente eróticos que si me llego a tocar me hubiese corrido con ella… Al acabar de correrse le di la vuelta. Su braguita blanca estaba encharcada y se metía en el corte de su coño rasurado. Olivia seguía con los ojos cerrados. Masajeé de nuevo sus hombros, su cuello, el antepecho y después bajé a sus pequeñas tetas. Tenía las areolas grandes y rosadas, las froté con movimientos circulares, sus pezones estaban duros y erectos. Se los volví a apretar. Masajeé su vientre. Le quité la braguita. Estaba chorreando. Tenía el coño empapado. Masajeé su cintura y sus caderas. Masajeé su entrepierna. Esta vez el canto de mis manos apretó su coño. Olivia soltó un pequeño gemido de placer. Me dijo:
-«Bésame».
-Acerqué mi boca a la suya y le pasé la punta de la lengua por los labios. Ella sacó su lengua queriendo meterla en mi boca. Yo sólo dejé que rozase mis labios con ella. Olivia se desesperaba, con la voz entrecortada, me dijo:
-«Cómeme todo, cariño».
-Sus palabras me pusieron tan cachondada que me olvidé de que era masajista. La miré y vi a una belleza morena, de ojazos negros y cuerpo de muñeca. La besé en los labios… Nos comimos las lenguas. La besé en los ojos, en la punta de la nariz, en el mentón, en el cuello, en las muñecas, en el interior de sus brazos, en los sobacos… Le comí las tetas saboreando cada gota de sudor, cada centímetro de ellas. Luego bajé a su sexo. Lo abrí con dos dedos. Sus labios carnosos estaban empapados de flujo de la corrida que acababa de echar. Lamí la humedad. Sus gemidos hicieron que me mojara aún más. Las manos de Olivia se posaron en mi cabeza y llevaron mi lengua a su clítoris erecto. Se lo lamí y se lo chupé, luego, con lentitud, metí mi lengua en su vagina lo más profundo que pude, y con lentitud, la saqué. Cada vez que mi lengua entraba en su coño arrancaba un gemido de su garganta. Diez, doce, o veinte minutos más tarde, no lo sé con certeza porque perdí la noción del tiempo, su cuerpo se curvó y empujó el coño contra mi boca. Sentí un desgarrador gemido de placer al tiempo que mi boca se iba llenando de un jugo calentito. Mi coño se abría y se cerraba. Necesitaba algo dentro, una polla, unos dedos… Me tuve que aguantar las ganas de masturbarme y de correrme en aquella boca abierta que aullaba de placer
Al acabar de correrse la besé con mis labios mojados de su jugo. Los lamío, me besó, y me dijo:
-«Gracias, cuñada. Te debo dos».
-Se vistió. Se fue, y yo me metí en la ducha. Allí, con su recuerdo, la alcachofa y mis dedos, tuve uno de los mejores orgasmos de mi vida. ¿Crees que hice mal, Rosendo? Mejor yo que otra o otro, ¿no?
Rosendo, tapando con una mano el empalme que tenía, le preguntó a su hijastra:
-¿Desde cuándo tienes ganas de liarte conmigo, Elisa?
-Eres bueno.
-¿Desde cuándo tienes interes en practicar sexo anal?
-Eres buenísimo. ¿Pides una pizza familiar mientras me doy un baño?
-Mientras te das un baño y te haces una paja.
-¿Tú qué eres, un psicologo, un mentalista,un vidente, o un puto adivino?
-Habla bien. Y deja de follar con tu cuñada que esas cosas se sabe como empiezan pero no se sabe como terminan.
-Es muy guapa, pero no me voy a enamorar de ella.
-Eso nunca se sabe y menos si ella se enamora de ti. No debías volver a liarte con ella.
-No te prometo nada. La idea de que me coma el coño ella a mí no me desagrada en absoluto.
-No es que te desagrade, es que te quedaste con ganas de que lo hiciera.
-¡Puto mentalista! ¿Qué vamos a cenar?
-¡Te dije que hablaras bien! ¿La pizza con pimientos y anchoas?
-Sí, y saca ese vino que tienes guardado para las grandes ocasiones.
-¿Adega do Moucho o El Canto del Mirlo?
-El que sea mejor.
Rosendo acabó con las esperanzas de aventura de su hijastra.
-¡Agua es lo que vas a beber!
Viernes – 7 de Julio de 2017 – 10.20. P.M – The George Inn. Londres.
-… Este pub, antiguamente, fue una posada para diligencias. Cuando ya era una cafetería estuvo aquÍ Charles Dickens. Lo menciona en la novela La Pequeña Dorrit.
Sandy, la madrastra de José, esposa de Rosendo y madre de Lisa, era inglesa de nacimiento, tenía 42 años, y era rubia, de ojos azules, alta y delgada, estaba en el restaurante del George Inn, dándole una lección a su hijastro, un joven muy alto, moreno, con cuerpo de gimnasio, que la miraba a los ojos y se perdía en lo profundo de sus azules pupilas.
-Tengo que decirte algo, Sandy.
-No hace falta, lo sé. Hay cosas que una mujer percibe, en las miradas, en los silencios.
-¿Y qué quieres que haga?
-Disfrutar de este fin de semana que te pagó tu padre por tus buenas notas de selectividad.
-Nunca estarás en mis brazos, ¿verdad? Nunca sabré a que saben tus labios, tus senos, tu sexo. Nunca sabré el sabor que tiene un sueño.
-Una mujer de 42 años no puede ser el sueño de un joven de 18, si acaso podría ser su pesadilla.
-¿Pesadilla? Eres mi Afrodita.
-¡Vaya tontería! Afrodita era la diosa griega de la belleza y del amor, y mi belleza ya no es lo que fue.
-Fuiste, eres y serás la mujer más bella que Dios puso sobre la tierra. La mujer que todo hombre quisiera amar, además de…
José, bajó la cabeza y se calló.
Sandy, era mujer, y a toda mujer le gusta que le den cera, por eso le preguntó:
-¿Además de qué?
-Si te lo digo igual te enfadas.
-Contigo nunca me enfadaría. ¿Además de qué?
-Además de ser escandalosamente sensual.
-¿Por qué dices eso?
-No te va a gustar lo que te diga.
-Deja que sea yo la que lo juzgue.
-Por tus grandes tetas, tu fina cintura, tus grandes caderas, tu precioso culo, tus labios carnosos, tus largas piernas, porque eres…
José, se volvió a callar.
-Acaba.
-Ahora si que te vas a enfadar.
-Suéltalo.
-Por qué eres un polvazo con patas.
-Algo fuerte, pero halagador.
-Será halagador pero nunca te tendré.
-Déjate de tonterías, José. Si me quieres tener no tienes más que cerrar los ojos y tirar una paja. En tus pensamientos seré tuya y te sabré a lo que tu quieras.
-Jamás me masturbaría pensando en ti. Lo que siento es algo puro.
-Ahora va a resultar que no quieres follar al polvazo con patas.
-Claro que quiero.
-Entonces calla. No hay pureza en follar con la mujer de tu padre.
-Puede que no, pero te quiero tanto que por ti mataría, robaría, me humillaría…
-No puedes seguir en ese error, cariño.
-No es un error, es amor.
-¿Con cuántas chicas te has acostado antes de fijarte en mí?
-Con muchas, pero las seis últimas te estaba follando a ti mientras las follaba a ellas.
Sandy, cedio.
-Hay que acabar con esa obsesión. Voy a dejar la puerta de mi habitación abierta. Ven y hazme lo que quieras. Verás como cualquiera de las jovencitas con la que te has acostado vale cien veces más que yo. Me voy para cama. Ven dentro de media hora.
Sandy llegó a su habitación… Encendió la lampara que había sobre la mesita. Delante de un gran espejo se quitó los zapatos marrones con tacón alto, el traje marrón, la blusa blanca, y quedo cubierta con una lencería fina de color blanco. Se metió en cama por encima de la ropa. De lado, se miró al espejo. Levantó un brazo y vio el vello de su sobaco. (Tenía vello en los sobacos y en el coño porque era algo que excitaba a su marido) A su cabeza vinieron las palabras de su hijastro: «Eres mi Afrodita». Mirándose al espejo, se tocó las tetas por encima del sujetador. Le gustaba lo que estaba viendo. Bajó una mano y acarició el coño por encima de las bragas. Después se quitó el sujetador y acarició las grandes tetas y los pezones. Se llevó las tetas a la boca. Lamió areolas y pezones. Por primera vez en su vida no se masturbaba pensando en alguien, se estababa masturbando viendo como se masturbaba. Se quitó el liguero y las medias. Metió una mano dentro de las bragas y acarició su clítoris, los labios, y comenzó a hacerse un dedo… Al ratito se quitó las bragas y se sentó en la cama. En el espejo vio su coño abierto y mojado. Volvió a jugar con sus tetas. Luego metió dos dedos y durante un rato estuvo viendo en el espejo como sus dedos entraban y salían del coño. Al final los llevó a la boca y lamió el jugo que los mojaba, después se levantó de la cama y en el cajón de un mueble cogió un bolso, de él sacó un vibrador y volvió a la cama. Se puso a cuatro patas, dándole el culo al espejo. Abrió el coño con dos dedos y en el espejo lo vio en todo su esplendor. Acto seguido metió en él el vibrador… Con la cabeza sobre la almohada, girada hacia el espejo, se fue metiendo el vibrador en el coño… Vio como entraba y salía y sintió como se empapaba, más, mas, y mas… Vio como bajaba por el interior de sus muslos el jugo que salía de su coño. El ojete de su culo se abría y se cerraba. Metió el dedo medio en la boca y, humedecido, lo introdujo en su culo… Unos minutos más tarde sintió que se iba a correr. Quiso aguantar, pero el vibrador no sabía de pausas. Su vista se fue nublando. Sus ojos se cerraron. De repente, se abrieron, mirararon al techo, se volvieron a cerrar de golpe, y entre gemidos y temblando, Sandy, se corrió. El vibrador cayó sobre la cama y detrás de él el flujo de una inmesa corrida.
Poco después…
José entró en la habitación de su madrastra y cerró la puerta con llave. Sandy estaba en cama con los ojos cerrados y tapada con una sábana. La habitación seguía iluminada por la lámpara de la mesita de noche. José, se desnudó, fue hasta la cama, levantó la sábana. Sandy estaba completamente desnuda. Vio su coño rodeado de una gran mata de vello rubio y sus grandes tetas con las areolas inchadas y los pezones erectos. José se echó a su lado. Besó a su madrastra en los labios, Sandy no le devolvió el beso. Estaba visto que se iba a dejar pero no iba a colaborar. José le cogió las tetas con las dos manos y se las magreó. Chupó y lamió con dulzura las areolas… Le lamio y le chupó los pezones… Metió la cabeza entre sus piernas. Le pasó la lengua por los labios del coño, muy despacito… Estaba empapada. Saboreó el jugo. Aún con más ternura, le besó lamió y chupó el clítoris… Sandy, con los brazos estirados al lado de su cuerpo, parecía una estatua, una estatua que unos quince minutos más tarde se corría en la boca de su hijastro sin que de su boca saliese un sólo gemido… José, al acabar de beber de su madrastra, se volvió a echar a su lado. Le puso la verga mojada en los labios. Sandy sintió como se la frotaba entre los labios y como tocaba sus dientes. No abrió la boca. José subió encima de su madrastra, puso su larga y gorda verga en la entrada de su coño. Empujó. Le entró apretada. Cuando la tenía toda dentro, le cerró las piernas a su madrastra y abrió las suyas. Si a Sandy ya le había entrado apretada, ahora con las piernas cerradas, le parecía que tenía un cañón dentro de su coño. José, besando a su madrastra en el cuello, la folló haciendo palanca con el culo. Su pelvis se frotaba contra el clítoris y la cabeza de la polla con el punto G. Al rato largo, José, sintió como el coño de su madrastra descargaba un torrente de flujo calentito sobre su verga y como la apretaba con sus contracciones. Sandy, agarró con fuerza la sábana de la cama durante el tiempo que el orgasmo la llevó al paraíso del gozo. De su boca seguiá sin salir un sólo gemido. A los pocos segundos, con la verga dentro de ella haciendo estragos, se volvió a correr con más fuerza, y otra vez agarró las sábanas. Después de correrse, no tardó ni un segundo en tener otro orgasmo más fuerte que el anteriór. Esta vez levantó la pelvis y soltó un pequeño gemido, mientras estrujaba la sábana entre sus dedos. No le diera tiempo a recuperarse cuando le llegó su cuarto orgasmo seguido. Le vino con tanta fuerza que rompió a gemir. Sus manos apretaron el culo de su hijastro contra ella. Gimiendo y retorciéndose, le dijo:
-¡¡Qué cooooooooooorrida!!
Al acabar de correse, le dijo José a su madrastra:
-Te puedo hacer correr tantas veces como quieras.
-Lo sé, cariño, lo sé, pero para, para que ya me corri cinco veces y me puedes matar de gusto. Ahora te toca. Mete esa maravilla de polla en mi boca.
José le metió la polla en la boca a su madrastra. Sandy se la mamó. hasta que su hijastro le dijó:
-Deja de mamar que me corro.
-Córrete, vida mía, córrete en mi boca.
Sandy, siguió mamando, José se corrió en su boca. La mujer se tragó la leche espesa y caliente de su hijastro.
Al acabar de correrse, le dijo José a su madrastra.
-Aún era más hermoso de lo que yo pensaba.
-La hemos hecho buena, cielo.
-¿Por qué lo dices?
-Por que ahora también yo me siento atraída por ti.
Sábado – 8 de Julio de 2017 – 00,12. A.M – En un pazo gallego.
Rosendo estaba en cama. A su mente vino la imagen de su hijastra comiéndole el coño a Olivia. Introducía una mano dentro de los calzoncillos cuando sintió que alguien se metía entre las sábanas. Encendió la luz y vio a Elisa. Estaba desnuda. Vio sus tetazas redondas, con sus inmensas areolas rosadas. Sus gruesos y grandes pezones, su coño rodeado de una pequeña mata de vello rubio y sus sobacos sin depilar. (Elisa sabía que a su padrastro le gustaban las mujeres con pelo en los sobacos y en el coño) ¡Cómo estaba la chavala! Le preguntó, por preguntar:
-¿Qué buscas, Elisa?
Elisa lo destapó, le cogió la polla y le dijo:
-Esto.
Elisa se inclinó y comenzó a hacerle una mamada a su padrastro. (tenía una polla normalita) Como Rosendo no ofreció resistencia, se dio la vuelta y le puso el coño en la boca.
Elisa cogía la polla de su padrastro por la base y le mamaba el glande, le lamía el prepucio y la corona. Se la sacudía. La metia toda en la boca. Le acariciaba los cojones, se los besaba, se los chupaba y volvía a empezar. Rosendo magreando las tetas de su hijastra, le lamía el clítoris, la vulva el periné y y le follaba el ojete y coño con la punta de la lengua.
Un cuarto de hora más tarde, más o menos, Elisa, decía:
-¡Me voy a correr, me voy a correr, me voooooy! ¡¡¡Me coooooooorro!!!
Rosendo vio como el ojete de su hijastra aceleró sus contracciones, y como de su coño, que se abría y se cerraba, salía un diminuto riachuelo de líquido mucoso. Era el jugo de su orgasmo. Abrió la boca y se lo fue lamiendo y tragando hasta que acabó de correrse.
Al acabar de correrse, Elisa, se dio la vuelta. cogió la polla de su padrastro y la puso en la entrada del ojete. Rosendo, empujo. Elisa apretó los dientes. El glande entró tan apretado que se quejó del dolor. Rosendo, viendo que a su hijastra le caían las lágrimas, le quitó la polla del culo y se la metió en el coño. Elisa, folló a su padre, a lo bestia. Su culo se movía de atrás hacia delante y de delante hacia atrás a mil por hora. Era como si quisiera romperle la polla por el dolor que había sentido, pero ni dos minutos tardó en decir:
-¡¡¡Me voy!!!
Corriéndose, la muy viciosa, sacó la polla y le puso el coño en la boca a su padrastro, Rosendo, se tragó otra deliciosa corrida oyendo como gemía y viendo como se convulsionaba su hija.
Después de la tremenda corrida con que llenó la boca a su padrastro, y aún tirando del aliento, la cabra volvió al monte. Elisa tenía metido entre ceja y ceja conocer el placer de un orgasmo anal. Puso otra vez la polla en la entrada del ojete. Esta vez estaba bien lubricada. La fue metiendo, despacito. El dolor fue aminorando a medida que iba entrando. Cuando llegó al fondo ya comenzó a disfrutar la enculada. Elisa le dio las tetas a chupar a su padrastro… Lo besó y lo folló hasta que se corrió dentro de su culo. La polla de Rosendo se puso flácida después de correrse. Elisa siguió follando a su padrastro hasta que se la puso dura de nuevo.
Media hora más tarde, Elisa, sintió que se iba a correr.
-¡Me viene, me viene! ¡¡¡Me vieeeeeene!!!
¡Fue un orgasmo anal brutal! Tanto azotó el placer el cuerpo de la muchacha que cayó desmayada encima de su padrastro. Rosendo, sintiendo como la cascada de jugo que salía del coño de su hijastra empapaba sus cojones, le volvió a llenar el culo de leche.
Se agradecen los comentarios buenos y malos.