Acepte un trabajo en una veterinaria que ofrece servicios completamente extraños. Masturbando a esos perros, descubrí el placer en la zoofilia

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Sara y sus mascotas

2017 ha sido un buen año para mí. He encontrado un trabajo estable, he salido del armario y…me he iniciado en la zoofilia. Creo que de las tres cosas lo que más me ha llenado es esta última, ya que es algo que no tenía previsto y que hasta hace muy poco desconocía.

Me llamo Sara, y si no os importa os explicaré mi último año.

Empecé mis estudios en veterinaria y no esperaba encontrar trabajo, ya que las expectativas en este sector no eran muy halagüeñas, pero tuve la suerte de que me aceptaran en una clínica cerca de mi casa. En esta clínica mi suerte fue doble, porque además de dejar de engrosar la larga lista del paro, conocí a la chica con la que actualmente lo comparto todo, y la que me ha enseñado todo. Sobretodo en el sexo, y cuando digo todo creo que lo digo en el sentido literal, con ella he probado de todo, cosas que yo no me imaginaba que podían existir, y que no sería capaz de probar, pero con ella lo he conseguido.

Todo empezó el día que recibí la llamada de la clínica.

  • Hola, buenos días, ¿podría hablar con Sara?
  • Sí, soy yo misma.
  • Te llamo de la clínica veterinaria “Mascota Feliz”, sobre el currículum que me enviaste. Soy Teresa, la dueña de la clínica.
  • Ah, hola, encantada. ¿Hay algún problema con los datos que os envié?
  • No, para nada, precisamente te llamo para saber si te puedes incorporar a nuestra clínica lo antes posible.

Mi suerte empezaba a cambiar, era el inicio de un buen año para mí. Me dirigí rápidamente a la clínica, y en 15 minutos estaba llamando a la puerta.

  • Adelante –  me dijo una voz.

Abrí la puerta, y ante mí se presentaba Teresa, la mujer más sensual que he conocido nunca. Y digo mujer, porque ella es bastante mayor que yo. A simple vista podría aparentar entre 30 y 40, pero la realidad es otra, Teresa es una madura de 48 años que quita el hipo, y yo simplemente era una estudiante de veterinaria con apenas 16 años.

  • Hola, buenos días – dije tímidamente. – Soy Sara, acabo de hablar contigo por teléfono sobre la vacante en la veterinaria.
  • Sí, hola Sara. Encantada de conocerte. – Se acercó a mí y me dio dos besos. Mi cuerpo se sobresaltó de un modo que nunca me había pasado.
  • Vengo dispuesta a empezar ahora mismo si hace falta, aunque como habrás podido comprobar en el currículum apenas tengo experiencia, aún estoy estudiando.
  • Tranquila, eso ya lo he tenido en cuenta, pero tienes el perfil que buscamos, pareces una chica inteligente y además…muy guapa.

Supongo que ella notó que me ruboricé un poco, ninguna chica me había dicho nada parecido.

  • Te voy a enseñar la clínica, sígueme.

Teresa me enseñó la clínica, un lugar acogedor como pocos en los que había estado. Ya ha pasado un año, y aún sigo aquí. Pero imagino que vosotros deseáis escuchar la otra parte de la historia. Cómo empezó todo con Teresa, qué cosas he probado y cómo llegué a iniciarme en la zoofilia. Tranquilos, enseguida os complaceré.

Los primeros días ayudaba en lo que podía a Teresa, la mayoría de los animales que atendíamos eran perros, y sobretodo entraban muchos casos de dolores de barriga, así que yo observaba lo que había que hacer en esos casos. Pero aprovechando que yo entré a trabajar en la clínica, Teresa abrió un nuevo servicio para lavar a los perros. Por lo visto, ese servicio ya lo ofrecía anteriormente, hasta que la chica que estaba antes que yo dejó el puesto vacante.

  • Sara, a partir de hoy vamos a recuperar el servicio de lavado de los perros. Este servicio ya lo hacíamos antes, y tenemos algunos clientes que sobretodo les interesa este servicio de forma exclusiva. Te enseñaré que es lo que tienes que hacer, ya que algunos de ellos quieren que el perro “quede muy contento y relajado”.

Teresa recalcó sobretodo lo de “quede muy contento y relajado”. Al principio no le di mucha importancia a la frase, pero ésta sería la que iniciaría mi relación con los perros.

Supongo que Teresa llamó a sus mejores clientes informando de la recuperación del servicio de lavado, porque el primer día tuvimos varias llamadas seguidas.

A primera hora del día siguiente teníamos nuestro primer servicio de lavado.

  • Sara, este primer servicio lo vas a hacer tú, así que tienes que fijarte en todo lo que te voy a explicar y hacer lo mismo – indicó Teresa
  • Vale, no hay problema – respondí.

El primer perro que tuvimos que lavar era un labrador muy bonito, bastante adulto y de tamaño medio. La dueña, que aparentaba tener mucho dinero tal y como iba vestida, dejó unas instrucciones bastante precisas sobre cómo  quería que fuera el servicio.

  • Sobretodo quiero que mi perro quede muy contento y relajado – recalcó.

Sabía que los baños relajaban mucho a los perros, pero tanta insistencia por todos lados con lo de “contento y relajado” me empezaba a sorprender.

  • Tranquila, señora, se lo devolveremos como nuevo – respondió Teresa.

Cojimos al perro y lo llevamos a la sala de baños.

  • Sara, fíjate en todo lo que hago, estos servicios nos lo piden varios clientes exclusivos que tenemos y con esto ganamos bastante dinero.
  • Vale, no hay problema – contesté.

Subimos al perro entre las dos a la mesa, y Teresa empezó a echarle agua. Me sorprendió la docilidad del perro, como si estuviera muy habituado.

  • Pásame el jabón, por favor.
  • Enseguida – contesté.
  • Este jabón es neutro y no afecta a las partes delicadas del perro, así que es el que tienes que usar siempre.

Asentí con la cabeza. Teresa se frotó las manos para hacer más espuma y empezó a pasarlo por el cuerpo del perro. Éste se colocó mirando hacia arriba.

  • Acerca tus manos, que te enseño cómo se hace.

Teresa cogió mis manos, y las acercó al perro. Sentí una extraña excitación al notar sus manos jabonosas y suaves. Era nuestro primer acercamiento. Empecé a tocar el vientre del perro, realizando movimientos circulares, siempre guiada por las manos de Teresa. Noté que cada vez nos acercábamos más a su zona genital.

  • Tienes que seguir hacia aquí
  • Hacia aquí? ¿Qué quieres decir?
  • Estos perros necesitan de un cariño un poco especial, no tengas miedo, que no pasa nada, yo te ayudo.

Teresa cogió mi mano derecha y la acercó a los genitales del perro. La frotó contra ellos, y noté como poco a poco un bulto rosado empezaba a salir.

  • No te asustes, eso es normal – afirmó

A mí me pareció cualquier cosa menos normal. “Estaba poniendo cachondo al perro”. Sentía en parte miedo, en parte excitación. Y el perro creo que aún más, porque “aquello” no paraba de crecer.

  • Supongo que todo esto te parecerá muy extraño, pero no te preocupes, yo te cuento de qué va todo esto. Algunos de nuestros clientes pagan por esto. Nos traen sus perros para relajarlos, y nos pagan bastante por ello. Solamente tienes que relajarte un poco y dejarte llevar.

Cogió mi mano con más fuerza e hizo que tocara directamente la parte rosada, que por entonces ya tenía un tamaño considerable.

  • Esto que estás tocando es el pene del perro. Para que salga completamente tienes que frotar arriba y abajo. Así, un poco más rápido.

Movió mi mano cada vez más rápido. No me lo podía creer, estaba masturbando a un perro. “¿Dónde me he metido?”, pensé. Pero no tuve reparos en continuar. Me sentía muy excitada.

  • Cógela bien y ponla en vertical.

Hice lo que me dijo, y pude comprobar el tamaño del pene….Bueno, a estas alturas ya puedo decirlo de otro modo, sin remilgos, de su polla. Bueno, de su pollón. Nunca había visto una tan grande. No es que haya visto muchas, al contrario, y evidentemente eran de hombre, pero esta era…Ufff.

  • Quítale el jabón, la verás mejor.

Cogí la ducha y quité el jabón. Ahora la polla se veía mucho mejor, casi se podría decir que más grande y todo. Quité el jabón de mis manos también, y la volví a coger. La sequé con una toalla. Noté que no paraba de salir líquido por la punta.

  • Ya verás que eso es habitual, mientras la tocas no para de soltar semen. Esta parte es la más excitante. Tú no pares y complácelo.

Hice lo que ella me decía, y el perro no paraba de soltar semen por su polla. Yo creo que se corrió varias veces, porque aquello no paraba. Hasta que Teresa me hizo parar.

  • Ya está, creo que puedes dejarlo. Se habrá quedado relajado para el resto del día.

Hice lo que me dijo, volví a pasar agua de la ducha por la polla y mis manos para limpiar la abundante cantidad de semen, lo secamos y lo llevamos fuera, dónde estaba la dueña esperando.

  • Qué tal, cómo ha ido, se lo ha pasado bien mi cachorrito? – preguntó la dueña.
  • Sí, todo ha ido bien. La chica nueva ha aprendido rápido – afirmó Teresa.
  • Me alegra oír eso, así podremos venir cada día.
  • Sí, claro, cada vez que usted guste, aquí estaremos para satisfacer las necesidades de su mascota.
  • Gracias, hasta otra.

La señora se fue por la puerta y me quedé sola con Teresa.

  • ¿Qué te ha parecido tu primer día? Supongo que te habrá sorprendido lo que acabas de hacer, y entendería que te marcharas y no volvieras, pero si te quedas te aseguro que ganarás bastante dinero y aprenderás mucho.
  • Estoy un poco en estado de shock, y no sé realmente qué pensar. Nunca me habría imaginado que alguien pidiera este tipo de servicios para sus mascotas y menos que fuera yo quien lo hiciera.
  • Ya, entiendo. Mira, si te soy sincera, si no te hubiese gustado aunque fuera solamente un poco habrías salido corriendo hace ya rato, así que deduzco que te lo estás pensando.
  • Bueno, la verdad es que sí, me lo estoy pensando. No creo que tengas muchos clientes que te pidan estos servicios…
  • Te equivocas, tengo más clientes de los que tú te crees, la gente con dinero suele hacer este tipo de cosas

El timbre de la clínica sonó de golpe. En la puerta esperaba otra señora, más mayor que la que se acababa de ir, con dos perros dálmata.

  • Es una de nuestras mejores clientas, la señora Peláez. Tiene mucho dinero, y es una de las que nos ha solicitado este servicio más veces, vive sola con sus perros.

Teresa abrió la puerta, y la señora entró.

  • Hola, señora Peláez, cuanto tiempo sin verla.
  • Hola, guapa, qué bien te veo. Es cierto, desde que cerraste este servicio no he encontrado a nadie dispuesta a satisfacer a mis mascotas… Créeme, lo he intentado yo misma, pero no he sido capaz.
  • Tranquila, hoy hemos vuelto a iniciar el servicio y la primera vez ha ido muy bien. Le presento a Sara, la chica nueva que me ayudará con los servicios, a no ser que quiera dejarlo el primer día.

Noté que las dos me miraban esperando una respuesta. Mi cabeza quería decir que debía irme de allí lo más rápido posible, pero mi corazón me pedía quedarme. Ni tenía mucho tiempo para pensar, así que decidí quedarme.

  • Sí, me quedo, no hay problema.
  • Estupendo, – asintió la señora. – Entonces hoy mis cachorros se llevarán una alegría. Espero que te comportes con ellos.
  • Sí, no hay problema – dije sin vacilar. Acabamos de hacer un servicio y no se me ha dado mal.
  • No lo dudo, pero en este caso, por ser la primera vez con mis perros me gustaría estar presente en el servicio, yo sé bien qué le gusta a cada uno de ellos y me gustaría indicarte lo que tienes que hacer.

Esa petición me pareció muy extraña, pero ya había dicho que sí y no quería echarme atrás.

  • Tranquila, Sara – dijo Teresa. – Yo también tuve que pasar por ello. Simplemente que la señora Pelaez no se conforma con un simple “final feliz” como el que acabas de hacer.

Asentí con la cabeza, no sin quedarme intrigada por las explicaciones de Teresa.

Volvimos a entrar en la sala de baños, esta vez con dos perros y la dueña de éstos.

  • Esta vez tendrás doble trabajo – dijo Teresa con una sonrisa.
  • No creo que sea problema – contesté.
  • Perfecto, puedes empezar cuando quieras.

Teresa me ayudó a subir los perros a la mesa, y los puso uno al lado del otro, quedando sus colas una frente a la otra.

  • Así tendrás más libertad para trabajar con una mano para cada uno.

Cogí la ducha y empecé a mojar a uno de los perros. Llené mi mano de jabón y empecé a frotar su vientre, tal como había hecho anteriormente con el perro de la anterior clienta. Poco a poco fui acercando mi mano hacia su polla. El perro enseguida notó mis intenciones y se puso un poco nervioso, intentando chuparla. Me dejé de preámbulos y fui directamente a cogérsela. Bajé la piel que la recubre y pude ver que no era tan grande como la del primer perro, pero sí bastante larga. No paré de mover la mano arriba y abajo, y la polla ya no paraba de soltar abundante semen.

  • Dame la otra mano – dijo Teresa.

Acerqué mi mano libre a las suyas y echó una buena cantidad de jabón.

  • Ahora tienes que hacer lo mismo con el otro, ya te lo he dejado preparado yo, bien mojado.

Sin soltar la mano de la polla del primer perro, empecé a realizar el mismo proceso con el otro. Con éste ya casi fui directa al grano. Con movimientos más rápidos conseguí hacer salir su polla casi al instante. Noté como Teresa me miraba sin parar, y vi en su mirada cara de lascivia. Se acercó a mi oído y noté casi con un susurro que me decía “me pones muy cachonda”. Ésto me hizo hacer mi trabajo con más esmero. Puse las dos pollas en posición vertical y empecé a masturbarlas cada vez más rápido. De las dos no paraban de salir chorros de semen de forma abundante. Yo también noté que mi coño estaba muy mojado.

  • Lo estás haciendo muy bien, chica. Pero a mis perros les encanta también que les hagan otras cosas. Seguramente podrás imaginar que no solamente puedes complacerlos con las manos… – dijo la señora Peláez.
  • Es cierto, Sara, – contestó Teresa. – Veamos cómo te defiendes con la lengua.

Me quedé mirando las pollas fijamente. No creía lo que estaba a punto de pasar. Pero estaba tan caliente que no pude resistirme. Acerqué mi boca a la polla de uno de ellos y empecé a chupar. Estaba muy viscosa, de todo el semen que había soltado, pero me encantó sentirla en la boca. El semen seguía saliendo a chorros, aún más intensamente que antes, y directamente en mi boca. Paré de mamar y me dirigí a la otra polla. Fui alternando de una a otra, hasta que de ellas dejó de salir semen y entendí que ya habían tenido suficiente. Solté las pollas y fui corriendo al baño, a escupir todo el semen de mi boca.

  • Mis perros estarán contentos, creo que lo han pasado genial. Volveré pronto, sin duda – dijo la señora.
  • Cuando usted desee – contestó Teresa. – Dejemos a Sara que se lave un poco.

Teresa y la señora salieron de la sala y se despidieron hasta otro día. Yo acabé de lavarme y salí de la sala.

  • Has estado genial ahí adentro – me dijo.
  • … Gracias … ha sido todo muy…
  • ¿Excitante ?
  • Sí, es posible.
  • Comprobemos tu estado de excitación.

Se abalanzó sobre mí, y sin mediar palabra metió su mano por dentro de mis bragas. Mi coño estaba completamente mojado. La sacó y dijo:

  • Vaya, estás super mojada…. Creo que lo vamos a pasar genial tu y yo…

Pero esta es otra historia que ya os contaré más adelante….

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