Me gusta tanto el sexo que al final lo que hice fue dejarme llevar, no me importa con quien lo haga siempre y cuando sienta placer

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Esa noche fui tratada como una muñeca de trapo. Me quedé sola con aquellas dos personas y mientras bebía whisky y fumaba marihuana, José y Mario se turnaban para uno cogerme y al otro mamarle la verga.

 

Sentir la verga de José mientras me daba de perrito, sus caricias y besos en mi espalda. Uno que otro jalón de pelo, y yo con la verga de Mario dentro de mí boca. Aquella verga enorme que no dejaba de mamar.

 

O cabalgar la verga grande de Mario, haciéndolo como mejor sabía hacerlo, y con José parado a lado de mí y su verga dentro mi boca.

 

Tragando la leche de aquellas dos personas. El tiempo pasaba y los embistes de los hombres y mis movimientos se hacían lentos. Mi mente me jugaba bromas y me borraba momentos…

 

Abrí mis ojos.

 

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Miré el techo. Por un momento no reconocí el lugar. Mis pensamientos se empezaron a acomodar. “José, Mario, Magda y yo”, pensé. “Cogimos toda la noche”, “Nos drogamos”, “Cenamos”, “Firmé un contrato y soy socia”. Volteé a un lado, con un dolor de cabeza. No había nadie. Luego miré al otro lado y me di cuenta que estaba sola en la cama, en ese cuarto.

 

Me quedé un rato acostada y miré la hora. Eran las 9am. Me levanté y me enredé en la sabana de la cama. La casa aún se miraba algo oscura. Salí del cuarto, caminé por un pasillo con varios cuartos a los lados. Abrí uno por uno y cada uno tenía su cama. En total eran 4 recamaras.

 

Llegué a la sala y recordé la noche anterior. Magda y yo bailando al ritmo de la música.

 

-¿Hola? –Dije un poco asustada. No recibí respuesta. La sala tenía una puerta de cristal que se recorría para abrir. Esa puerta daba al patio que en el centro tenía una alberca. –Anoche no la vi, así andabas, Julia. –Dije.

 

Seguí el camino y llegué a la cocina que tenía una puerta que daba a la cochera. Estaba sola en la casa.

 

-¿Dónde andarán? –Dije. Caminé rumbo al cuarto y me detuve frente a la puerta de cristal. Vi la alberca. Abrí la puerta y me puse en la orilla de la alberca. Toqué el agua con un pie. Estaba muy fría.

 

Solté la sábana y quedé completamente desnuda. Y sin pensarlo mucho, salté. Caí dentro del agua y me congelé. El frío me duró poco. El agua me llegaba hasta el cuello. Caminé a la orilla mientras ubicaba las escaleras. Las vi cerca de mí y fui a sentarme en el escalón donde pudiera hacerlo y taparme con el agua.

 

Empecé a limpiar mis brazos y manos. Luego llevé agua a mi rostro. Siguieron mis tetas y me di cuenta que estaban llenas de semen. Las tallé un poco para limpiarlas. Mis piernas, pies y luego mi entrepierna. Salí de la alberca, fui al baño y agarré shampoo y jabón. Regresé a la alberca y me bañé.

 

Cuando terminé, puse las cosas a un lado y me recargué en los brazos. Esta posición, en ese momento, me hacía sentir muy bien. Mis tetas me estaban pesando demasiado y me provocaban un dolor en la espalda por cargarlas.

 

-¿Por qué están tan grandes? –Les dije. Las miré y sin duda, esa parte de mi cuerpo era mi atractivo. Los hombres al verlas, cedían ante mí. –Ayúdenme. No me provoquen dolor. –Les hablé.

 

Miré el cielo azul. Rafa fue mi primer pensamiento, “¿Qué estará haciendo? ¿Trabajando? ¿Cogiendo con Andrea? ¿Con Olga? ¿Con otra u otro?”, “¿Andará preocupado por el embarazado de mi hermana?”, “¿Estará pensando en mí?”.

 

-Lo dejé solo con el problema del embarazo de mi hermana. –Dije y me sentí muy triste.

 

Y luego llegaron mis papás a mi mente. “Ellos también andarán preocupados por Olga y el bebé. Aunque a estas alturas ya lo habrán asimilado. Tanto que mi papá anda aquí buscándome” y sonreí. A la tristeza que traía por Rafa, al instante le llegó una más por mis papás. La risa me hizo sentir peor. Tenía que enfrentarlo y más que enfrentarlo, platicar con él. Ya no era una niña, era una adulta que ya podía valerse por sí sola. Quizá si le explicaba, entendería y quedaría tranquilo, y sin preocupaciones sabiendo que estoy bien.

 

De pronto me llegó una visión. Me vi ahí sentada en la alberca, desnuda, viendo al cielo, en una casa desconocida, en una ciudad ya no tan nueva para mí, dentro de un mundo lleno de drogas y prostitución, que estaba en un planeta que se encontraba en una galaxia con muchos planetas y millones de estrellas. De pronto me sentí tan chiquita. Y comencé a llorar.

 

-Te necesito Rafa. Te necesito papá. –Dije. –Los necesito a todos como familia. –Y empecé a pegarle al agua. Grité lo más fuerte que pude.

 

Al cabo de 5 minutos, terminé de desahogarme.

 

Me levanté y caminé al cuarto a buscar una toalla. Me sequé y me enredé en ella. Agarré mi teléfono y eran 10:30am. Me puse a husmear un rato la casa.

 

Para este día no tenía plan alguno. Recordé que Rebecca me invitó a conocer el negocio de las edecanes y le tomaría la palabra. Vi mi ropa y dudé en ponérmela. No quería vestir esa ropa en ese momento. Tenía que vestir más formal pero no tenía otra cosa que ponerme.

 

Por curiosidad abrí el ropero que tenía la recamara y estaba llena de ropa de mujer. Saqué y había de todos los tamaños y colores. Caminé a las otras recamaras e igual los roperos estaban llenos de ropa.

 

-¿De dónde salió todo esto? –Dije. –No es la primera vez que estos tipos traen mujeres a esta casa. –Saqué ropa. –Se han de conseguir mujeres y las traen aquí para cogérselas. Y cómo son casados, este es su escondite.

 

Para las 11am, pasadas, iba saliendo del cuarto con unos pantalones y una blusa. Abajo tenis. Muy casual. Me eché perfume, cepillé mi cabello, maquillaje y salí.

 

Lo primero que hice fue buscar las llaves de la camioneta, cosa que no encontré. Luego salí de la casa y busqué la camioneta, que era obvio, no estaba.

 

-CHINGADA MADRE. –Dije. –ESTOS PENDEJOS SE LA LLEVARON. –Afortunadamente dejaron mi cartera.

 

Agarré un taxi y pedí que me llevaran a la empresa. En el camino vi mi teléfono y recordé que tenía una cita con Clara, la muchacha que conocí en el bar gay. La cita era a mediodía. Le marqué.

 

-Buenos días. –Dijeron.

 

-Hola Clara, buenos días. –Dije. -¿Dónde vienes?

 

-Venimos entrando a la ciudad, yo creo que en unos 10 minutos llegamos. –Vi el reloj y eran las 11:20am.

 

-Ahí estaré. –Dije y colgamos.

 

Marqué el número del guardia1.

 

-Oye. –Le dije.

 

-Diga.

 

-Búscame la camioneta. Anoche me perdí un poco con los socios de la empresa y ahorita en la mañana ya no estaba la camioneta. Como andábamos en ella, lo más probable es que ellos se la llevaron para ir por sus autos.

 

-De acuerdo.

 

-Gracias. –Le dije.

 

-Por cierto, ya llegó el guardia2, usted le dijo que se presentara hoy.

 

-A sí, no me acordaba. Cuando vengas a esta ciudad no se regresen, les voy a hablar para que vengan por mí.

 

-Enterado. –Colgamos.

 

Llegué a la central de autobuses. Me puse en la entrada y esperé. Ese día se estaba volviendo muy atareado. Todo se amontonó.

 

A lo lejos vi una cintura chiquita, con unas caderas anchas cargando unas nalgas ricas hacía mí. Me vio y bajó la vista apenada. Yo sonreí.

 

-Hola. –Le dije. Nos dimos un beso en la mejilla y nos abrazamos. –Hola. –Saludé al hombre con que el venía. -¿Cómo estás? –Pregunté.

 

-Loca. –Me dijo riendo. –Estuve a punto de no subirme al autobús. Y durante el camino, quería regresarme.

 

-¿Por qué? –Sonreí. La vi y no era fea. Caminamos a la salida.

 

-No puedo creer lo que estoy haciendo. Engañé a mi esposo y no solo lo engañé, lo engañé con una mujer a la cual, vine a ver desde tan lejos porque creo que estoy enamorada de ella. –Fingió una risa.

 

Agarramos un taxi y nos llevó a un restaurante.

 

-Me alegra mucho que vinieras. La verdad es que a mí también me pasa algo similar. Necesito platicar con alguien, que me escuche, que me haga olvidar mi mundo, mi vida. –Y no era mentira. Necesitaba a alguien y no solo para hablar, sino alguien con la cual pudiera tener otro tipo de sexo pero sin enamorarme. Ya no cometería ese error.

 

-Ándale, eso me pasa. Y contigo, me siento muy a gusto. Incluso en este momento. –Agarramos una mesa.

 

-¿Nos puedes dejar solas? –Le dije al muchacho.

 

-Por favor. –Le dijo Clara en tono de súplica.

 

-Sí, está bien. –Nos dijo y se fue a sentar a otra mesa

 

-¿Cómo estás con tu marido? –Le pregunté.

 

-La verdad mal.

 

-Cuéntame. –Pedí.

 

-Mira, me engañó. El hombre al que amo se metió con otra mujer y eso no lo puedo perdonar, a diario que lo veo, no puedo evitar ver la imagen de él y la otra mujer teniendo relaciones. –Me dijo.

 

-¿A pesar de lo de nosotros? –Le pregunté.

 

-Creí que pagándole con la misma moneda me sentiría mejor pero no fue así. Ese día que llegué con él después de estar contigo, sí fue diferente, incluso te digo que tuvimos relaciones esa noche.

 

-Y ¿Luego?

 

-Los días pasaron y cuando parecía que estábamos bien, los recuerdos me llegaban y de nueva cuenta lo odiaba. –Me dijo.

 

-Entonces, estar conmigo ¿Te ayudó? –Pregunté.

 

-Por eso estoy aquí, quiero averiguarlo. –Me dijo y bajó la cabeza apenada. Se la levanté con mi mano.

 

-Quizá nos encontramos para ayudarnos. –Le dije.

 

-¿Quieres intentarlo? –Me dijo.

 

-Yo también te necesito y claro que me gustaría intentarlo. –Le dije. –Pero necesitas saber cosas de mí que quizá lleguen a asustarte. Y quisiera comprensión de tu parte ya que para esto te necesito. No he podido encontrar a alguien, aparte de mi novio, que entienda la situación. Todos huyen. –Y empecé a platicarle mis cosas.

 

Pasaron cerca de 40 minutos entre risas, sustos, silencios largos, lágrimas.

 

-No te puedo creer. –Me dijo con un tono muy tembloroso.

 

-Vale más que lo creas. Y lo último que hice, para salvar mi identidad, fue “secuestrar” a mí papá para que no me encontrara. –Le dije. Vi que abrió sus ojos lo más que pudo en señal de asombro.

 

-No sé si entendí bien. –Dijo. Los platos de la comida los habían retirado y tomábamos café. –Eres narcotraficante, prostituyes mujeres y…

 

-Sí, algo así. –La interrumpí. Silencio.

 

-Necesito aire. –Me dijo. Pagamos y salimos los tres de ahí. –Quiero caminar.

 

-Vamos a la plaza. –Le dije. Asintieron.

 

Llegamos y nos sentamos en unas bancas. El amigo nuevamente nos dejó solas.

 

-Lo que me dices es difícil de creer. Estoy frente a una persona que es la que controla la ciudad, vende drogas y comete delitos.

 

-Y ¿Qué piensas? –Pregunté.

 

-Estoy aterrada. Quiero ir a mi casa y estar con mi esposo. –Me dijo. –Que me cuide, que me proteja. Pero ahora que sé quién eres, no creo que me vayas a dejar ir por las buenas.

 

-No te preocupes, entiendo tu situación. Eres una buena mujer, y vienes huyendo de tu esposo, de tu vida, quieres algo diferente y aquí lo encontraste. Yo también vengo huyendo pero por otras razones. –Le dije bajando mi vista. Silencio. Vimos a varias parejas y niños jugando. Estaba muy bonita la plaza.

 

-¿Te puedo preguntar algo y me responderás con la verdad? –Me dijo.

 

-Adelante.

 

-¿Estaré segura? –Preguntó.

 

-¿Cómo? –Dije.

 

-Con esta platica acabo de resolver todas mis dudas. Me confiaste algo muy grande y quizá sea desesperación o tristeza o confusión o no lo sé, pero al hacerlo siento que me necesitas y siento que yo necesito estar aquí, contigo. –Me dijo viéndome. –Dices que no has podido encontrar a alguien que te entienda, yo quiero ser esa persona.

 

Nos vimos fijamente. Luego acerqué mi cabeza para besarla y ella la hizo a un lado.

 

-¿Qué pasó? –Pregunté.

 

-Aquí no, nos pueden ver. –Me dijo con pena.

 

-A mí no me importa. –Le dije.

 

-Pero a mí sí. –Dijo. –Vamos a un hotel… -Silencio. Nuestras miradas estaban fijas en nuestros ojos.

 

Se levantó y caminó a donde estaba su amigo y le dijo algo, luego regresó conmigo que ya la esperaba en un taxi. Pedimos que nos llevara a un hotel. Durante el camino no dijimos nada pero era claro el deseo de las dos por comernos. Estaba empezando a arder solo imaginando.

 

Llegamos a un hotel lujoso, pedimos un cuarto. Fuimos rumbo al cuarto. Yo iba temblando de deseo. Abrimos la puerta, apenas la cerramos y juntamos nuestros cuerpos.

 

Las bocas chocaron, los dientes se golpearon y nuestras lenguas pasaban cada centímetro de la boca. Ella acariciaba mi espalda y yo apretaba sus nalgas. Tenía unas nalgas de infarto, y duras. Eran perfectas.

 

-No puedo imaginar cómo tu esposo se comía todo esto. –Le dije. –Y como no lo quiere ahorita.

 

-Olvídate de él. –Me dijo. Se separó y se aventó en la cama boca abajo. –De ahora en adelante serán solo tuyas, se las cerraré a él.

 

Me puse encima de ella. Mi estómago quedó en sus nalgas. Empecé a besar su cuello, morder despacio sus orejas. Su cabello en mi cara me volvía loca. Me moví simulando que le penetraba esas hermosas nalgas.

 

Con fuerza, me movió y luego, en la orilla de la cama se puso de perrito. Me volteó a ver, su cabello tapaba la mitad de su cara. Tenía una sonrisa que me invitaba a poseerla.

 

Me levanté y caminé por la orilla de la cama sin dejar de ver su culo. Llegué y me puse detrás. Mis manos tocaron las nalgas, y las empecé a mover en círculos. Luego llevé mis manos a sus caderas anchas y acariciándolas las subí hasta su cintura. La agarré con fuerza y la empujé hacia mí. Sus nalgas chocaron a la altura de mi estómago, mi panocha y parte de mis piernas. Así de grandes eran sus nalgas. Nuevamente la jalé hacia mí pero ahora yo moví mi cuerpo contra ella. Y empecé a simular un mete y saca de perrito.

 

Pensé en que yo debería estar empinada, recibiendo una verga enorme, venosa, jugosa. Estaría disfrutando más de las embestidas que me estarían dando.

 

Bajé mi cabeza y vi la parte donde nuestros cuerpos chocaban. De pronto, apareció una verga donde yo debería tener una panocha. Una verga de más de 20cm, gruesa, con las venas saltadas, y jugosa. La verga entraba y salía de la panocha peluda de Clara. Abrí mis ojos lo más que pude por el asombro que me dio ver aquello.

 

Clara gemía con cada embestida que le daba. Yo sentía un placer enorme con cada mete y saca. La mujer se levantó y pegó su cuerpo contra el mío. Sin dejar las embestidas, mis manos buscaron sus tetas y de ahí me agarré.

 

Las embestidas eran un poco más difícil porque al no agarrarle sus caderas, no ponía mi ritmo. Pero rápido nos acoplamos. Y me gustó porque disfrutaba de sus tetas.

 

Clara aplicó fuerza y se tumbó completamente en la cama. Y yo, sin sacar la verga de dentro de ella, me puse encima y me dediqué a darle las últimas embestidas y llenarle la panocha de leche.

 

Me acosté a un lado, agotada, agitada y vi a Clara que estaba igual de agotada. Sentí mi calzón mojado y líquidos escurriendo por mis piernas. Había tenido un orgasmo tan solo imaginando.

 

-¿Fue… rico? –Me preguntó Clara.

 

-Riquísimo. –Sonreí y Clara también lo hizo, apenada.

 

-Nunca… había tenido un… -Dudó. Habló. –Ya sabes…

 

-Un orgasmo. –Le dije.

 

-Sí, un orgasmo, tan solo imaginando lo que tenía detrás de mí. –Dijo nuevamente apenada.

 

-¿Qué te imaginaste? –Pregunté. Se volteó y se puso boca arriba viendo el techo.

 

-Que tenía a un negro bien dotado, hablándome sucio. Pero la persona era cubana. –Sonrió. –Ya sabes, una loca escucha historias y confesiones de otras mujeres. –Silencio. Añadió. -Aunque con tú historia, dudo que no hayas visto una grande. –Me vio.

 

-Sí, unas cuantas. –Le respondí. Me puse de lado y la miré. Ella seguía viendo el techo. Luego volteó a verme.

 

-¿Cómo fue la primera vez que viste una grande? –Me preguntó. Y de pronto mi corazón saltó de alegría.

 

-Pues… ¿En serio te gustaría saber? –Le pregunté con algo de incredulidad.

 

-Sí, ¿Por qué no? Es parte de conocerte. –Dijo. –Es más, mejor platícame tu primera vez con este novio tuyo, ¿Rafa? ¿Cómo fue? ¿Cómo se conocieron? –Sus ojos se llenaron de brillo, de felicidad. Y yo estaba excitada de la emoción.

 

-Mira, una vez recibí un mensaje de Rafa, al parecer mi amiga, que es su prima, le dio mi número y todo empezó ahí. Yo estaba en tercero de secundaria… -Y perdiendo la noción del tiempo le platiqué como fue que me enamoró Rafa; las cosas que platicábamos, sus regalos, su físico y todo lo que pasó antes de entregarme a él por primera vez. –…Y debo decir que esa noche no pensaba mucho en disfrutar o sentir rico o su tamaño o cuidarme, yo estaba muy enamorada de él y estaba dispuesta a hacer todo lo que él me dijera esa noche. Yo solo tenía un miedo.

 

-¿Cuál? –Me preguntó.

 

-Que al siguiente día me dejara de amar. –Dije.

 

-Y ¿Qué pasó?

 

-Fui la mujer más feliz del mundo al día siguiente porque Rafa, era solo mío. –Sonreí. Nuestras manos jugaban entre sí.

 

-Yo soy un poco más conservadora.

 

-Cuéntame. –Le dije.

 

-Virgen hasta el matrimonio. –Me dijo.

 

-¿En serio? –Pregunté. –Y ¿Cómo te aguantaste? O sea me refiero a que muchos hombres debieron andar detrás de ti…

 

-Sí. –Dijo interrumpiéndome. –La verdad es que cuando me casé con mi esposo, ya no era virgen. Es el único secreto que le tengo. Bueno, ya son dos secretos, tú eres el otro secreto. –Sonrió. –Fue en el viaje de graduados de la universidad. Entre la convivencia, juegos con los amigos, bares y alcohol, terminé en la cama con uno de mis compañeros de clase.

 

-¿Ya estabas de novio con tú esposo actual? –Pregunté.

 

-Sí. Pero él no era parte de mi escuela. –Silencio. –Fue el único y la única vez, luego todo con mi esposo.

 

-¿Hace cuánto tiempo de eso? –Pregunté.

 

-Cinco años. –Me respondió.

 

-¿Qué edad tienes?

 

-28 y ¿Tú?

 

-18. –Dije. –Espero que la edad no te importe.

 

-Siempre y cuando, a ti no te importe. –Y sonriendo, nos empezamos a besar. Se levantó, se bajó de la cama y se puso frente a mí. Empezó a bailarme moviendo sus caderas de un lado a otro y sus manos recorriendo su cintura, pechos y bajando por su vientre. Dio un par de vueltas mostrándome su culo enorme.

 

-Como quisiera ver una verga dentro de ese culo. –Dije sin pensarlo. La excitación y la calentura invadieron mi cuerpo y me dejé llevar. Deseaba ver a Rafa mordiéndole las nalgas.

 

-¿En serio te gustaría verme con otro hombre? –Me preguntó.

 

-Como no tienes una idea, mamita. –Le dije mientras me la comía con los ojos.

 

Caminó por un lado de la cama y se puso frente a mí. Agarró su teléfono, le movió a algo y luego lo dejó a mi lado.

 

-Cuando el teléfono suene, entras al baño. –Me dijo y sin decir nada más, entró y cerró la puerta.

 

Rápido me levanté y me desnudé completamente. Me tiré en la cama abriendo mis piernas. Llevé mi mano derecha a la boca y llené de saliva dos dedos. Toqué mi rajita con esos dos dedos y empecé a sobarme despacio, en círculos. Cerré mis ojos e imaginé a Clara empinada y un hombre cogiéndosela.

 

Mi panochita estaba calientita y despacio iba mojándose. Luego los movimientos de mi mano se hicieron más rápidos y apliqué presión sobre mi panocha. En mi vida, fueron pocas las veces que me masturbé. Para aplacar mi calentura, lo mío era salir a coger con alguien sin pensar en nada más. No tenía mucha práctica en esto, pero mi cuerpo me decía que hacer, donde tocar y de qué manera.

 

Y en ese momento, escuché gritar a las paredes de mi panocha. Pedían a gritos una verga.

 

Guie mi mano a la entrada de mi cuevita y metí un dedo. Entraba y salía rápido y en ocasiones jugaba dentro de mí. Rápido me di cuenta que un dedo no era suficiente, metí dos dedos.

 

En mi cabeza, Rafa se cogía a Clara y Rafa me cogía a mí. Y al minuto, Rafa estaba terminando dentro de mí y yo tenía un orgasmo.

 

Saqué mis dedos y puse mi mano a un lado. Estaba cansada del brazo pero satisfecha. No se sintió igual que una verga pero calmó mis ganas.

 

Cerré mis ojos y al instante escuché que timbró el teléfono. Me levanté y apagué la alarma y caminé directo al baño. Me había masturbado y sin embargo, traía más ganas de comerme a Clara.

 

Abrí la puerta y delante de mí había un espejo con un tocador. En el piso estaba la ropa de Clara; camisa, pantalón, ropa interior. Y la vi, acostada dentro de la tina de baño que estaba llena de burbujas y espuma. Me sonreía.

 

Me vio de pies a cabeza. Salió de la tina de baño, y se puso frente a mí. Sus tetas eran chiquitas y su pezón era café muy oscuro. Me agarró de la cintura y yo llevé mis manos a sus tetas. Nos besamos. Sentí como agarró mis nalgas y las masajeó. Mis manos jugaron con sus tetas y luego bajaron despacio por su cuerpo hasta llegar a sus nalgas. Las apreté despacio.

 

Levanté mi cabeza y besó mi cuello. Besaba y succionaba un poco. Bajé mi cabeza y nuevamente nos besamos pero ahora con un poco más de desesperación.

 

Mis manos apretaban su espalda, mi boca mordía sus labios. Ella hacía lo mismo con mis nalgas. Llevé mi boca a su hombro y le di una mordida no tan fuerte. Luego besé esa parte de su cuerpo.

 

Subió sus manos a mi espalda y me apretó contra ella. Guio su boca a mi cuello y lo besó. Sentí en mis tetas grandes y redondas, sus pezones. La empujé despacio y la llevé hasta la tina. Se sentó en la orilla.

 

Rápidamente incliné mi cuerpo y me comí sus tetitas. El sabor a jabón desapareció rápido mientras más chupaba. Succioné los dos pezones y los mordí despacio. Me levanté, le tomé su cabeza y la empujé contra mí. Con sus manos, apretó mis tetas entre sí y empezó a comérselas de manera desesperada.

 

Abría su boca y desparecía mis pezones, dentro de su boca, su lengua los golpeaba. Mordía mi pecho, los llenaba de saliva. Lo hizo hasta que se cansó. Se levantó y chocamos nuestros pechos mientras nos besábamos. Sonreímos.

 

-Esto es increíble. –Me dijo.

 

-No, todo es real. –Dije. –Créelo.

 

Nos sentamos en la tina del baño, nos besamos las bocas, el cuello, el pecho, nos tocamos cada parte del cuerpo de manera lenta. Yo estaba muy excitada. Abrí mis piernas y la invité a meter sus dedos. Clara rápido entendió y besó mis tetas mientras sus dedos jugaban con mi panochita.

 

Al minuto, llevé mi mano a su entrepierna e hice lo mismo. Levantó su cabeza y nos besamos mientras nos tocábamos.

 

El placer era delicioso. Solo se escuchaban nuestros gemidos y nuestros dedos chocando en nuestras panochas.

 

Me dio un empujón y me sonrió. Metió un pie a la tina y yo hice lo mismo. Nos volvimos a juntar y a besarnos. Mis manos jugaban alrededor de su cuevita. Se acostó y su cuevita quedó a mi total disposición.

 

Me separé un poco de ella y baje a su vientre, a besarlo. Mi mano derecha empezó a sobar su rajita. Clara se retorcía de placer. Me levanté y me dediqué a verla. Gemía como loca, se movía mucho.

 

-ME VENGO. –Gritó. Me agarró la cabeza y me empujó hacia abajo. Saqué mi lengua y jugué con su cuevita lista para recibir los líquidos que soltaría.

 

Empezaron a salir y yo a beber con gusto. Clara no dejaba de retorcerse.

 

Me levanté y ella se levantó a lamer mi boca y sus alrededores.

 

-Me da pena decírtelo pero, quería probarme. –Me dijo.

 

-Y ¿Tú esposo? –Pregunté.

 

-No le gusta hacerme sexo oral. –Respondió. –Y tú sabes, como mujer que conoce esto, que una mujer, aunque sea la más santa en el sexo, necesita experimentar cosas y si su marido no le cumple, buscará en otros lados esas experiencias.

 

-Tienes toda la razón. –Dije.

 

Silencio. Nos dábamos besos, nos mirábamos, nuestras manos unidas. Bajé la mirada y por la posición en la que estábamos, nuestras panochitas estaban casi tocándose.

 

Mi entrepierna ardía, me decía que la tocara con la entrepierna de Clara. Y la acerqué. La sentí calientita, tocando la mía. No sé porque pero empecé a mover mis caderas. Clara, instintivamente, hizo lo mismo. Cada roce de mi panocha con la de Clara, me daba un placer inmenso. Era como si sobara mi rajita con mis dedos, pero mi mente me decía que era una panocha la que me tocaba.

 

Gemí. Me moví más rápido y Clara hizo lo mismo. Y ahí estábamos, en el baño realizando “La Tijera”.

 

Entre los besos, caricias, no tardé en tener un orgasmo.

 

Caí acostada en la tina del baño agotada y Clara igual.

 

-Sin duda, no quiero que estés fuera de mi vida. –Le dije. Me levanté y caminé fuera del baño para acostarme en la cama. Clara hizo lo mismo y se acomodó en mi pecho.

 

-Pero aún no me respondes. –Me dijo.

 

-¿Qué cosa? –Dije.

 

-¿Estaré segura? –Preguntó. Recordé que me había hecho esa pregunta y no había entendido hasta ese momento.

 

-Tú estás fuera de esto, solo quiero que nos veamos para platicar y tener sexo. –Le dije. –Eso necesito.

 

-Tener sexo… se escucha raro escucharlo de otra persona que no sea mi esposo. –Dijo y añadió. –De hecho, se escucha muy raro viniendo de una mujer.

 

-¿Qué piensas? –Pregunté.

 

-¿De qué? –Me dijo y se levantó a verme.

 

-Me comentaste que eres una mujer con una educación muy conservadora. Y ahorita estás con otra persona, mejor dicho, con una mujer. Algo que quizá nunca imaginaste en tu vida. –Acomodó su barbilla en mi pecho y con un dedo comenzó a jugar con uno de mis pezones y se quedó pensativa. –Aunque pareciera algo normal hoy en día, no es algo que una mujer como tú o yo, haríamos.

 

-Cuando era niña, mis papás siempre me dieron todo lo que podían y una educación en una buena escuela. Tuve un novio en la secundaria pero nunca pasó de agarrarse la mano y uno que otro beso. En la prepa tuve otro pero fue un poco más destapado; íbamos a fiestas y los besos incluían caricias. En la universidad, ya salía más con amigos y por mi mente pasaba el sexo, pero en mi cabeza aparecía mi mamá que no era correcto si no era mi esposo. Con lo que me platicaste, creo que me entiendes.

 

-Perfectamente. –Le dije. Y a pesar de que mi vida se había convertido en tener sexo con cualquiera que se apareciera en mi camino, durante un tiempo mi mamá aparecía en mi cabeza para decirme que estaba mal.

 

-El sexo con el compañero de la escuela, en ese viaje, te debo decir que era algo que deseaba. –Dijo. Luego me vio. –Mis amigas comentaban algunas aventuras con sus novios y la verdad no las miraba arrepentidas, ni a sus novios alejados. Más bien su relación era envidiable.

 

-Y ¿Por qué no tener sexo con el que fue tu esposo? –Pregunté.

 

-Cierta ocasión, estábamos en pleno faje, yo ya había decidido entregarme a él, pero mis papás cayeron por sorpresa y no hubo nada. –Silencio y acostándose en mi pecho, habló. -La verdad es que mis amigas tuvieron gran parte de culpa. –Y sonrió.

 

-¿Por qué?

 

-Ellas hablaban de sus aventuras con sus novios pero al final terminábamos hablando de los compañeros guapos y con cual nos gustaría tener sexo. Terminaba deseándolos más a ellos que a mi novio. A este lo quería, pero se me antojaba tener sexo por primera vez con mis compañeros. En nuestro viaje, decidimos tener sexo con otros que no fueran nuestros novios.

 

-Y ¿Cómo fue?

 

-Los novios de mis amigas, al ser de la misma universidad también fueron. Entonces una noche salimos en plan de chicas y nos cubrimos para irnos con los chavos. Ellas tuvieron sexo y yo no. Mis amigas querían que tuviera con el chavo guapo de la universidad, ellas armaron el plan y lo tuve. –Silencio.

 

-Eso no explica porque estás aquí, conmigo. –Dije sonriendo.

 

-Claro que no, pero es parte de. Ese era mi pensamiento. Luego me casé con mi novio, más enamorada que nunca, imagino que por el sexo y todo era miel, hasta que descubrí su infidelidad. –Dijo. –Y andaba dolida y tú sabes que una mujer dolida comete locuras. Y la cometí. A ti no te vi como un hombre, te vi como una salvación, una escapatoria para sentirme bien. Me ayudó bastante esa noche contigo, más que el sexo, tu protección. Regresé porque en mi casa ya no siento eso, y mírame, contigo ya me abrí totalmente. Me siento mejor que nunca.

 

Se levantó y nos besamos. Fue un beso tierno y dulce. Se podía escuchar nuestros labios tronando.

 

-¿Te repito lo que quiero y pienso de ti? –Asintió. –Te considero igual que tú a mí. El muchacho que… que… que te conté que tenía algo con él aquí, me recordaba a mi novio, pero nunca fue igual en sus sentimientos, solo en el sexo que era rico. Quizá debí alejarme y no haberle hecho lo que le hice… -Me puso en dudo en la boca y me cayó. Nos vimos.

 

-Lo hecho, hecho está, no nos vamos arrepentir. Yo no me arrepiento de haberte conocido, ni de estar teniendo sexo con una mujer, ni de estar con una delincuente. Aquí soy feliz.

 

-Yo también aquí soy feliz. –Le dije.

 

Se volvió acomodar en mi pecho y se hizo el silencio más agradable que había escuchado en mi vida. Cerré mis ojos y no pensé en nada.

 

-Julia, despierta. –Escuché decir a Clara.

 

-¿Qué pasa? –Pregunté.

 

-Nos quedamos dormidas, mi esposo nos despertó con una llamada al celular. –Dijo y puso cara de asustada.

 

-¿Te dijo algo?

 

-No, solo quería saber cómo estaba y esas cosas. –Me dijo. –Tú teléfono también sonó.

 

Lo agarré y era el guardia1 y al instante sonó.

 

-Dime. –Respondí.

 

-Traemos la camioneta. ¿Pasamos por ti? –Preguntó.

 

-Estoy en tal hotel, para que vengas por mí. –Le dije.

 

-Está bien. –Y colgamos.

 

Vi y eran casi las 5pm.

 

-Van a venir por mí, para llevarte. –Le dije.

 

-¿Quiénes? –Me vio dudando.

 

-Mi escolta, no te preocupes, no pasará nada.

 

-Es que no quiero meterme en esto, contigo todo pero hasta aquí. –Me dijo con tono asustado.

 

-Solo será esta vez, para la próxima, tendrás un auto esperándote aquí. –Me vio y medio dudando, asintió.

 

Nos vimos desnudas un rato, un par de besos y nos vestimos. En 40 minutos estábamos saliendo del hotel.

 

El amigo de Clara nos esperaba fuera del hotel y la camioneta también. Los tres caminamos rumbo a la camioneta y nos subimos. Mandé al guardia2 adelante para ir nosotros tres atrás. En 10 minutos llegamos a la central, y despidiéndonos de una manera indiferente, vi subir al autobús aquel culo enorme que me había comido.

 

-¿A dónde vamos? –Me preguntó el taxista.

 

-¿Qué te dijeron los empresarios? –Pregunté olvidando a Clara y centrándome en mis negocios.

 

-No los vimos, llegamos a la empresa y ahí estaba la camioneta. El guardia2 entró, y dice que la secretaria le dio las llaves y te mandaron disculpas. Esperamos un rato a que salieran o llegaran pero no hubo movimientos.

 

-Está bien. –Dije quedándome un poco pensativa. Agarré un poco de coca y esnifé. Pensé un rato en esas personas, y me agarró un poco el coraje por dejarme sin vehículo. Por un momento pensé en irlos a buscar y darles unos golpes, tenía con que. Respiré tranquila, “Tan solo la agarraron porque la necesitaban para ir por sus autos”, pensé. -¿Hay algo que hacer? –Pregunté.

 

-No pues usted es la que sabe. –Dijo el guarda1.

 

-Vámonos a la casa. –Dije. –Hay que ver lo de la casa que vamos a comprar para el negocio.

 

Arrancamos. En el camino timbró el teléfono, era Rebecca.

 

-July, ¿Dónde estás? –Dijo con su voz agradable y llena de vida.

 

-Voy rumbo a mi casa. –Me dijo.

 

-Lo sé, aquí estoy. ¿Recuerdas que me ibas a acompañar a mi trabajo? –Me preguntó. Y recordé este compromiso, y me interesaba entrar a trabajar ahí ya que de ahí quería agarrar chicas para mi negocio de prostitución.

 

-Lo olvidé, Rebe. –Le dije. –Pero ya voy para allá, ¿A qué hora es?

 

-A las 7pm, y son las 6pm. –Me dijo en tono de reclamo.

 

-Creo que no alcanzo a llegar. –Le dije.

 

-Te voy a esperar, pero apúrate. –Me dijo.

 

-Sí, ya vamos. –Y colgamos.

 

-Tengo un compromiso así que debemos apurarnos. –Les dije. –Rebecca me quiere mostrar su trabajo, es sobre edecanes, y quiere que entre a trabajar ahí. Nos conviene porque de ahí puedo contratar muchachas para nuestro negocio de prostitución.

 

-Perfecto. -Dijo el taxista que miraba por el retrovisor con cara de lujuria.

 

Metió el acelerador y la camioneta empezó a volar. Llegamos pasadas de las 7pm. Se miraba luz en la casa.

 

-Necesito que esta noche me dejen sola la casa. –Les dije. Más bien me refería al guardia1 que era el que vivía ahí. –Vete a un hotel. –Saqué dinero y sin ver cuánto, les di. –Y mañana yo les hablo para que vengan por mí.

 

-¿También trabajamos los domingos? –Me dijo el guardia2.

 

-Por el dinero que te pago, no tienes descanso. –Le dije y le eché una mirada fulminante. Nadie dijo nada. Bajé de la camioneta y vi cómo se fue. Caminé rumbo a la casa. Entré. -¿Rebecca? –Dije.

 

-ARRIBA. –Escuché. Caminé y entré. Se estaba maquillando.

 

-Pues, ¿No que era a las 7pm? Ni lista estás.

 

-Nos contratan por horas, es las 8pm y debemos estar ahí hasta medianoche. –Me dijo. –Pero si te decía que era a las 8pm te hubieras hecho pendeja.

 

-Y tenías razón. Me baño y me arreglo rápido. –Dije y lo hice. En 30 minutos estaba maquillándome. Y para las 7:50pm había alguien esperándonos. -¿Quién es? –Pregunté.

 

-Es mi novio, te dije que ahí trabaja. Él nos va a llevar.

 

Salimos rumbo a la camioneta que nos iba a llevar. Ese día me puse un calzón cachetero que me cubría la mitad de las nalgas. Arriba mi brassier. Y mi ropa no era ni muy provocativa, era un pantalón y una blusa y abajo unos zapatos.

 

En cambio, Rebecca andaba con ropa de lycra muy pegada. Su figura se miraba increíble. Un culito chiquito que resaltaba, y unas tetas chicas que se alcanzaban a marcar. Su ropa traía alrededor marcas de empresas famosas de México.

 

-Esa ropa, ¿Dónde la consigo? –Pregunté.

 

-Te la da la empresa para la que trabajamos. Ahorita que te presente, si te aceptan, vamos a ir a la empresa a que te midas ropa que es la que necesitas para los eventos. –Cerramos la casa y caminamos rumbo a la camioneta.

 

-¿Solo es esa ropa? –Pregunté.

 

-No, hay ropa para cada evento. –Me dijo. –Normalmente esta ropa es para eventos deportivos.

 

-Y hoy, ¿Qué hay?

 

-Luchas. –Dijo y subimos a la camioneta.

 

Arriba estaban dos chicas más con el mismo atuendo que Rebecca.

 

-Hola. –Saludó Rebecca a las muchachas y a su novio. Yo hice lo mismo. Avanzó la camioneta. –Disculpen la tardanza, vamos a llegar un poco apretadas. ¿Cómo vamos a estar? –Les preguntó a sus amigas.

 

-Dos tienen que entrar con los luchadores y la otra tiene que estar en el ring al final de las peleas. –Dijo la muchacha2.

 

-Creo que transmitirán las luchas por televisión local. –Dijo la muchacha3. Les puse atención a las chicas y eran muy normales. El cuerpo muy parecido al de Rebecca, si acaso con más carnita. Su rostro agradable. “Sin duda escogen a modelos para estos trabajos”, pensé.

 

-Qué bueno que nos toca este evento. –Dijo Rebecca.

 

-Sí, la verdad es que el último evento fue horrible. –Dijo la muchacha2.

 

-¿Qué pasó? –Hablé porque me entró la curiosidad por saber.

 

-Fue un evento de tal compañía de cerveza, en un lugar grande. La verdad es que estaba más preocupada por las personas que por el evento, no supe de que trató. –Dijo la muchacha2.

 

-Te explico. –Dijo Rebecca viéndome. –Fue un festival de música organizado por tal compañía, fuimos alrededor de 20 muchachas, ya que el evento duró 2 días.

 

-El problema es que en esos eventos, las personas, sobre todo los músicos creen que somos una especie de prostitutas. –Dijo nuevamente la muchacha2. La muchacha3 no decía nada.

 

-Conmigo se tomaron fotos muchas personas, pero se me acercó una banda y me invitó a su camerino. –Rebecca hizo una cara de asco. –No, que miedo.

 

-Conmigo si estaban dos de una banda, queriéndome convencer; que la pasaríamos bien, solo unas cervezas. Uno de ellos me tenía abrazada y despistadamente me tocaba mi trasero con los dedos. –Dijo la muchacha2.

 

-Pero por culpa de esta, es que ellos creen que somos prostitutas. –Dijo Rebecca señalando a la muchacha3.

 

-¿Qué hizo? –Pregunté. Las dos muchachas la vieron con odio. Ella las miraba con una mirada altanero y sin remordimiento.

 

-Acepté la invitación de una banda a su camerino. Pero ya les expliqué que ahí estábamos muchas personas, fueron un par de cervezas y platica agradable… –Dijo la muchacha3.

 

-Y no regresó hasta que se acabó el evento. –Interrumpió Rebecca.

 

-Son muy mis nalgas, ¿No? –Dijo algo molesta la muchacha3. –Tenía ganas de salir con alguien y sin compromiso, estoy soltera y hago lo que quiero.

 

Se hizo el silencio incómodo.

 

-Al menos, ¿Pagó bien? –Pregunté.

 

-No tienen en que caerse muertos esos pendejos. –Dijo la muchacha2.

 

Nuevamente el silencio. Llegamos al lugar del evento. Dimos un par de vueltas al lugar, y nos estacionamos en la entrada de atrás. Nos bajamos.

 

Entraron primero Rebecca y su novio, atrás de ellos la muchacha2 y yo iba junta a ella. La muchacha3 se quedó un rato atrás de la camioneta. Pensé miles de cosas y una de ellas era proponerle trabajar para mí. Caminé a donde estaba ella. Vi como esnifó cocaína y cuando me vio se asustó y rápido la guardó.

 

-No te preocupes. –Dije mientras sacaba mi coca y esnifaba.

 

-¿Qué quieres? –Me preguntó algo molesta.

 

-Siento que no te llevas bien con tus compañeras.

 

-Ellas no son mi equipo, tengo a otras compañeras. Pero me cambiaron hace un tiempo con ellas y eso les molestó. –Me dijo.

 

-Y ¿Por qué les molestaría? Si haces tú trabajo. –Dije.

 

-Tenían a otra amiga, que la cambiaron por mí y se enojaron.

 

-Es eso. –Dije al aire.

 

-Vamos. –Me dijo caminando a la entrada.

 

-¿No te gustaría trabajar en otra cosa? –Solté la bomba.

 

-¿Mande? –Dijo parándose un poco.

 

-¿Qué si te gusta este trabajo? –Pregunté. -¿Ganas bien? ¿Es suficiente? –Se encogió de hombros. –Yo trabajo en otra cosa, donde pagan mejor que aquí… -Se quedó esperando más pero hasta ahí mi comentario.

 

Me vio de manera sospechosa y luego habló.

 

-Hablamos a la salida. –Dijo algo más animada. Quizá había entendido a lo que me refería.

 

Entramos. Se escuchaba mucho ruido. Caminamos un poco por un pasillo hasta llegar a una cortina. A lado estaba otro pasillo, tenía una luz muy baja. Alcancé a distinguir unas puertas. Entre la cortina y ese pasillo, había mucha gente. Vi a las tres muchachas hablando con una persona que parecía que les daba indicaciones. Las muchachas solo asentían.

 

De pronto, de entre las puertas y la gente, alcancé a distinguir a una persona que traía máscara; traía una playera y unos pantalones de lycra. Algo le gritaba la gente que tenía a su alrededor. Y luego se armó otro grupo de gente y empezó a gritar. Había salido otro luchador, vestido de manera similar al primero.

 

Sentí como alguien me empujó y vi que llevaba unas banderas. Eran dos y se las dieron a Rebecca y a la muchacha3. El ruido de la gente detrás de la cortina aumentó. El luchador se puso cerca de la cortina con un montón de gente y Rebecca se paró justo ha lado de ellos.

 

-Acompáñame. –Me dijo la muchacha2. Me tomó de la mano y caminamos por el pasillo entre el mar de gente. Pasados unos segundos llegamos a la entrada del lugar y nos metimos entre la gente y nos sentamos. –Aquí espéranos. –Y me dediqué a disfrutar del espectáculo.

 

Unos minutos después entró el luchador con unos 2 acompañantes y Rebecca a lado con la bandera. Llevaba una sonrisa enorme y se movía lo más que podía. El luchador se subió al ring y Rebecca le dio un par de vueltas y luego regresó. Luego entró el otro luchador junto con la muchacha3. Hizo lo mismo que Rebecca.

 

Durante los siguientes combates, se turnaban las tres muchachas. Cerca de las 11:30pm, más aburrida y cansada que nunca, se terminaron las luchas. Las muchachas subieron al ring por última vez y estuvieron luciendo su ropa, su cuerpo y una sonrisa en todo momento. La gente se fue y Rebecca corrió hacia mí.

 

-¿Qué te pareció? –Me preguntó muy feliz.

 

-¿Te soy sincera? –Puse una cara de desaprobación. Rebecca puso cara triste. Luego sonreí. –Me gustó. Todo este ambiente, el trabajo, lo que hay que hacer. Todo ha sido increíble.

 

-Sí, ¿Verdad? –Dijo Rebecca. Se le notaba mucho orgullo por su trabajo y por eso odiaba a la muchacha3. Pero la muchacha3 era la que me interesaba. Todo ese tipo de muchachas que buscaban dinero fácil.

 

-Me interesa y quiero entrar. –Rebecca se puso feliz y me abrazó.

 

Caminamos de nuevo atrás de la cortina y había mucha gente hablando. Los luchadores convivían entre sí y todos sonreían. Llegamos con un señor y Rebecca le comentó que quería entrar. El señor me comió por un momento con la mirada y aceptó dándome su tarjeta. Vi la hora y eran las 11:40pm, todavía era horario de trabajo para las muchachas que se tomaron fotos con las personas. Me quedé sola viéndolas.

 

Noté que muchos hombres, que eran del público, las agarraban bien bonito de la cintura. Todo este ambiente me estaba calentando mucho.

 

-¿Qué tal se la pasó? Señorita. –Escuché una voz detrás de mí y noté que a lado de mí se puso un luchador.

 

De cerca noté que tenía un cuerpazo; su pecho era increíble, brillaba por el sudor. Tenía unos brazos gruesos y unas manos grandes. Mi mano trató de levantarse para tocarlo pero algo me dijo que no lo hiciera y me detuve.

 

-Bi… bien. –Dije tartamudeando y viéndolo por entre la máscara. No se podía distinguir quien estaba detrás de la máscara.

 

-¿Qué le pareció la lucha? –Me preguntó. Llegaron unas personas a tomarse fotos con el luchador. Luego se volvió a acercar a mí.

 

-¿No le molesta? –Pregunté.

 

-¿Qué cosa?

 

-Ser algún tipo de héroe para las personas.

 

-No entiendo. –Dijo.

 

-Debe andar cansado, fastidiado, incluso adolorido y todavía tiene que poner la cara para la foto. –Dije.

 

-De esto vivimos. Aparte, los golpes no son tan fuertes como se ven. Todo está preparado, entrenamos para caer. Sí hay cansancio, no le digo que no. Pero sí un niño es feliz, vale la pena. –Más personas a tomarse fotos. –Y ¿Cuál es su historia? –Me preguntó.

 

-Soy una persona común y corriente disfrutando de estas noches. –Le dije. Empecé a coquetear. Andaba caliente y verlo a lado de mí, con ese cuerpazo y sin duda con ganas de cogerme, quería salir de ahí con él.

 

-La noche es joven. –Me dijo.

 

-¿Está queriéndome invitar a salir? –Pregunté.

 

-Conozco un par de lugares a donde podemos ir.

 

-¿Iría con su máscara puesta?

 

-Siempre uso máscara, para no causar problemas. –Y había entendido lo que dijo.

 

-Y ¿Si nos ven los fans? Nos van a interrumpir. –Dije.

 

-Por eso la quiero llevar a un lugar tranquilo, si no le incomoda mi propuesta. –Y se hizo el silencio. Nos miramos por un momento. Quería salir de ahí con él pero me detenía algo: Rebecca. Me odiaría de por vida si me fuera con el luchador. Y necesitaba entrar a trabajar ahí.

 

-Ahorita no estoy disponible. –Le dije.

 

-Yo también tengo un compromiso. Por eso será todo entre nosotros. –Me dejó pensando.

 

-Quiero pasar una noche agradable con usted por eso ahorita no puedo. ¿Cuánto tiempo estará aquí?

 

-Estaré aquí mañana y todavía el próximo fin de semana. –Me dijo.

 

-En este mismo lugar. –Asintió. –Entonces nos vemos el próximo fin sin falta. Y lleve su máscara. –Vi que Rebecca se acercó a nosotros. –Tómanos una foto. –Le dije.

 

El luchador me agarró de la cintura y me juntó fuerte con él. Yo puse una mano en su pecho y lo toqué. Solté líquidos en mi entrepierna.

 

-Te espero. –Me susurró. Asentí.

 

Pasaron los 20 minutos y las tres muchachas junto con el novio de Rebecca, y claro yo, fuimos a un bar a tomar algo.

 

La muchacha3, algo molesta se tuvo que ir. No le gustaba convivir con sus compañeras. Salí con ella y le platiqué de mi supuesto trabajo.

 

-Soy prostituta. Se paga bien y disfrutas del sexo, aunque hay cada hombre o mujer que no hacen nada bien. –Le dije.

 

-¿También hay que hacerlo con mujeres? –Me preguntó.

 

-Tú escoges. Pagan más obviamente.

 

-¿Cómo funciona eso? ¿Con quién hay que hablar?

 

-Yo hablo con ella, tengo mucha confianza. –Le dije. –Ella hace todo eso en una casa grande. Todo es privado y seguro.

 

-Eso me gusta, no las clásicas putas que están en las esquinas.

 

-¿Conoces a alguien más que quieras trabajar en esto?

 

-Conozco a un par, hablaré con ellas, les interesará y mucho. –Cambiamos teléfonos y nos despedimos.

 

Entré al bar más animada. Los tres reían y bebían y me uní a la conversación. Llegó la una de la mañana y mi idea sobre coger no se me quitaba. Necesitaba verga. Vi a Rebecca muy cariñosa con su novio. Pensé en seducirlos para un trío. La muchacha2 bailaba al ritmo de la música y pensé en lanzármele.

 

Las dos ideas eran malas. Ni Rebecca aceptaría y se enojaría conmigo y no tenía la suficiente confianza con la muchacha2 para hablar de eso. Y se enojarían conmigo. Y no me importaba en lo más mínimo pero necesitaba la ayuda de Rebecca para mi negocio.

 

Miré un rato alrededor en busca de alguna presa. Nada.

 

Para las 2am salimos del lugar algo tomados. Llevamos a la muchacha2 a lo que entendí era la casa de las tres amigas y luego Rebecca y su novio me llevaron a mi casa. Iba sola y me sentí mal. No se me antojaba masturbarme.

 

Me animé cuando Rebecca me dijo que se quedaría a dormir en mi casa con su novio y miré una enorme oportunidad para tener sexo. “El alcohol me ayudará”, pensé.

 

-Nada más no quiero que hagan mucho ruido. –Les dije. Inicié mi juego.

 

-Seremos muy discretos. –Dijo el novio de Rebecca que rápido se ganchó en el juego. –Por supuesto yo soy muy callado pero esta… -Señaló a Rebecca.

 

-Cállate, tonto. –Le pegó Rebecca que se había puesto roja. Sonreí.

 

Llegamos y entramos. Vi una de las botellas del guardia1 y agarré.

 

-Vengan, vamos a la sala a tomar un rato más. –Les dije. Asintieron y nos sentamos en los sillones de la sala. Serví para los tres. Ellos dos se sentaron juntos.

 

Yo los miraba y los cazaba como halcón. Realmente no sabía cómo llegarle a Rebecca. Le echaba una mirada a su novio y este caería fácil. Pero no me lo iba a coger frente a ella.

 

“Quizá jugando a la botella la caliente”, pensé.

 

-Deberías presentarle un amigo tuyo a July para que no esté sola. –Le dijo Rebecca a su novio.

 

-Sí, claro, en otra ocasión podemos salir los cuatro, ¿Te parece Julia? –Me preguntó su novio.

 

-Claro, sería muy rico terminar estos sábados en la cama con alguien. Ustedes sí que disfrutarán. –Vi que el novio sonrió y Rebecca bajó la cabeza apenada. Me di cuenta que el comentario no había sido apropiado para lo que quería, Rebecca se estaba enfriando. –Ahorita vengo. –Les dije mientras me levantaba y caminaba rumbo a mi cuarto.

 

Al entrar, mis manos se fueron a mi panocha a tocarse. Me ardía muchísimo. Tomé aire y me tranquilicé. Agarré mis tetas, me dolían de placer. Los quería a los dos conmigo y estaba dispuesta a hacer lo que fuera por tenerlos en mi cama.

 

Rebecca me estaba empezando a excitar mucho por ser una mujer que deseaba y no poderla tener. Su desinterés por mí, provocaba que soltara líquidos.

 

Me quité la ropa hasta quedar desnuda completamente. Luego me puse un short para dormir chiquito y una playera de tirantes blanca. La playera no era transparente como yo quería, pero mis tetas enormes y sobre todo mis pezones en ese momento, se marcaban muchísimo.

 

Mi plan consistía en empezarlos a seducir ayudándome con el alcohol y mostrándoles mi cuerpo. “Se calentarán”, pensé.

 

Bajé a la sala despacio, sin hacer ruido para encontrarlos en pleno faje. No los miraba en el sillón donde estaban. Me asomé un poco más y no estaba en ningún sillón de la sala. Sin preocupación alguna por el ruido, caminé y no los encontré.

 

Me senté en el sillón, con mis piernas dobladas y con un vaso de alcohol en mis manos.

 

-Estos ya se fueron al cuarto al coger. –Bebí.

 

“No sé porque me molesta. Rebecca es buena mujer, buena amiga y no es nada parecida a las mujeres con las que he convivido en mi vida. Ella ya me demostró que quiere mi amistad sincera y quiere ayudarme. Quizá deba dejarla en paz con este tema del sexo y dejar que disfrute con su novio”, bebí nuevamente. “Estaría bien que me presentara a uno de sus amigos para poder disfrutar los 4 cuando salgamos y que ella no esté al pendiente de si ando seduciendo a su novio o a ella. Que me tenga total confianza”, me acabé el whisky del vaso. “Su novio está descartado para mí”, pensé y por arte de magia, me sentí más aliviada.

 

Por la calentura, el sueño se me fue. Encendí la tele y sin subirle al volumen, me puse a verla y seguir bebiendo whisky.

 

A los 10 minutos pude escuchar algunos golpes de la cama en la pared que desaparecieron al instante. No pude evitar imaginármela de perrito o encima de su novio.

 

Empecé a calentarme pero no se me antojaba masturbarme. Quería una verga real, cosa que no tendría en ese momento. Seguí viendo tele. Realmente no miraba nada. Pensaba mucho en Rafa, que él estaría ahí conmigo a la hora que fuera, cuando se lo pedía. Ahí lo necesitaba.

 

Agarré mi teléfono y le marqué al guardia1.

 

-¿Estás despierto? –Pregunté.

 

-Sí, ¿Qué se le ofrece? –Me dijo.

 

-Necesito que me consigas información de una persona. –Y le di algunos datos de Rafa. –Sobre todo quiero su número de teléfono.

 

-De acuerdo. Mañana a primera hora lo hago. –Me dijo.

 

-Gracias. –Y colgamos.

 

Pasaron los minutos y pensaba en mi vida. Hasta ese momento no me había arrepentido de nada. Si acaso, lo que pude haber manejado de otra manera, era lo de Cesar. Quizá pensándolo mejor y con un poco más de madurez, lo hubiera hecho un amante muy bueno. Pero cometí el error de enamorarme. No tenía caso arrepentirme de eso, ya no.

 

-Lo hecho, hecho está. –Dije.

 

Pasado un rato, escuché pasos y volteé la mirada. Iba bajando el novio de Rebecca.

 

-¿Sigues despierta? –Me preguntó.

 

-Sus ruidos me quitaron el sueño. –Le dije instintivamente. Me arrepentí. “Con él no”, me dije.

 

-Rebecca es muy ruidosa. –Vi que caminó a la cocina por agua. No dije nada. Caminó hacia mí y se sentó a mi lado. -¿Qué miras? –Y hasta ese momento le puse atención a la tele. Eran los clásicos infomerciales.

 

-Es lo único que hay a esta hora. –Le dije.

 

-A esta hora hay muchas otras cosas… -Dijo al aire, y a mí. Sabía a lo que se refería y quería seguirle el juego. Pero si lo hacía, acabaría siendo cogida por él y no podía hacerlo. Lo deseaba sin duda.

 

-Rebecca, ¿Está dormida? –Pregunté cambiando de tema y recordándole a su novia.

 

-Sí, tiene rato. Terminamos y por lo cansado del trabajo, se durmió rápido. –Me dijo y añadió. –Tiene el sueño pesado.

 

Coqueteaba mucho conmigo. Sin duda, había entendido todas mis indirectas y ahorita estaba ahí para agarrarlas todas. Silencio.

 

Distraídamente pasaba una mano por mis manos. Por mis piernas. Luego me abrazó y me juntó con él. “Huye”, me decía en la cabeza mientras soltaba líquidos. Mi panocha me pedía a gritos esa verga.

 

Pasaba toda su mano por mi espalda. Luego recorrió mi cintura y con su dedo pulgar tocó una parte de mi teta. Rápido movió la mano nuevamente por mi cintura y espalda.

 

Y cedí completamente. “Lo siento Rebecca, no pude contenerme”. Llevé una mano directamente a su entrepierna y empecé a sobar por encima de su bóxer. Se sentía algo grueso. El novio de Rebecca metió su mano por debajo de mi playera y sobó mis tetas. Nos miramos y nos besamos.

 

El beso fue despacio, lento, al ritmo de mis caricias y de sus caricias. Nos separamos y nos vimos.

 

-Sabía que querías. –Me dijo. Sonreímos y nos volvimos a besar pero ahora yo poniéndome encima de él.

 

Comencé a moverme como si lo montara y él apretaba mis tetas con sus manos. Me detuve y me levanté. Me quité la playera y el short que traía y quedé completamente desnuda. Él se quitó su bóxer y salió una verga que ya había tomado tamaño. Era de tamaño normal, pero estaba muy gruesa. La agitó en señal de que quería que se la mamara.

 

Me puse de rodillas frente a la verga. La tomé con una mano e hice a un lado mi cabello. Abrí la boca y empecé a comerme la verga del novio de Rebecca.

 

Arriba, abajo, al ritmo de la mano. Movimientos lentos. La llenaba de saliva mientras lo hacía. Él tenía una mano en mi cabeza y dejaba que yo llevara el ritmo de la mamada. Empezó a gemir luego de un rato. Me detuve, y lo miré mientras lo masturbaba.

 

Se levantó.

 

-Empínate. Ponte de perrito. –Me dijo.

 

Me acomodé en el suelo. Abrí mis piernas para que pudiera entrar fácil. El espectáculo que miraría sería estupendo.

 

Sentí sus manos en mis caderas y luego su verga tocando mi rajita. Bajó y se acomodó en la entrada de la cuevita. Mi panocha estaba mojada, no le sería difícil entrar. Y despacio, la metió y se quedó un rato dentro sin moverse. Sentí demasiado rico. Casi había tenido un orgasmo nada más cuando entró y eso quería decir que en cuanto se moviera, lo tendría.

 

Gemí despacio y muy rico. Cerré mis ojos y apreté mis labios. Y comenzó a moverse.

 

Ese silencio, que invadía esa casa, fue interrumpido por los golpes de sus piernas en mis nalgas, por nuestros gemidos y por el sonido que hacía la verga al entrar y salir de mi panocha.

 

Aflojé mi cuerpo completamente y me dejé llevar a su ritmo. Golpe tras golpe, entraba y salía. Mis tetas bailando con mis movimientos. Levanté una mano para sobar mis tetas. Las sentía arder y sobarlas me hacía disfrutar.

 

Y al minuto, me puse dura.

 

-No te muevas y no te salgas. –Le dije. Y disfruté del orgasmo que me llegó. Aflojé mi cuerpo y el novio de Rebecca siguió dándome por unos segundos más hasta que se puso duro. Había terminado.

 

Caí en el piso totalmente agotada. Sentí que él se levantó. Cerré mis ojos agotada…

 

El sol pegó en mi cara. Abrí mis ojos. Tenía un poco de dolor de cabeza. Miré y estaba en mi cama, desnuda. Me estiré. Me levanté y al instante vi sangre en mí las sabanas. Y respiré tranquila. La había librado otro mes.

 

Tenía una semana de descanso, y sobre todo una semana para dedicarme a mis negocios al 100%.

 

Continuará.

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