Esa piel…tan suave

Valorar

No es cualquier cosa tocar a una persona por primera vez. Es una de las cosas más perturbadoras que pueda vivirse. Pero tocar a una persona con la que se tuvo algo, después de que un largo tiempo ha pasado, es aún más perturbador. Y si, para empezar, esa persona nunca se nos entregó realmente, entonces la combinación puede ser en verdad abrumadora puede producirnos un verdadero deseo de que todo sea diferente esta vez, que este volver a tocarnos sea distinto, sea más real, sea recíproco, y a la vez nace esta autodefensa impuesta de ser yo quien no se entregue ahora, de no permitir por ningún medio que nada me hiera, que no queden cicatrices. Pero esa piel esa maldita piel esta impresa en mis recuerdos y mi cuerpo la recuerda entera. Cuando me encontré con Alicia fue de casualidad y hacia un año que no nos cruzábamos por nada, ni físicamente ni con llamadas telefónicas, ni mensajes de texto, no teníamos ni amigos ni lugares en común la vida nos había puesto juntas en una extraña fiesta y cuando lo nuestro terminó la misma vida nos separó completamente. Y ahora estaba acá frente a mi puerta mirándome, sonriéndome como si nada hubiese pasado.

Yo había ido a esa fiesta para acompañar a un amigo que recientemente había salido del «closet» y estaba ansioso por conocer gente, por vivir a pleno su recientemente liberada homosexualidad; ella estaba allí en una despedida de solteras, la supuesta novia se llamaba Daniel, si no lo recuerdo mal, y quedó fascinada con mi amigo «un putito a estrenar» fue como lo llamó. Así que mi amigo y yo nos integramos a ese grupete y bailamos nos reímos y nos emborrachamos con ellos. Mucho nos reímos Alicia y yo, tanto nos reímos, tanto nos acercamos y tanto nos dejamos llevar por ese mundo paralelo, deliciosamente permisivo e intenso que casi sin darnos cuenta embriagadas con bebidas espirituosas y risas lujuriosas terminamos besándonos apasionadamente en un rincón de la discoteca. Era la primera vez que ambas sentíamos la suavidad de los labios de otra mujer, era la primera vez que olíamos de cerca perfumes dulces, eran nuestros primeros besos con ausencia de la aspereza de una barba que quiere nacer, y se sentían tan ricos, tan deliciosamente cálidos que se nos grabaron a fuego. Y motivadas por esa noche extrañamente mágica intercambiamos nuestros correos electrónicos con un tímido deseo de volver a vernos.

Me pase casi 2 semanas dudando si agregarla a mis contactos, ella no lo hacía, ella no me escribía; finalmente una madrugada de sábado en la que estaba sola, aburrida y sin plata para salir, lo hice, le envié la invitación, no sé si fue una casualidad del destino, si se alinearon algunos planetas o qué pero me aceptó automáticamente; y ella inició la conversación. Estuvimos chateando por 2 semanas, así fue como me enteré que estaba de novio desde hacia más de 2 años; que estaban planificando vivir juntos pero por problemas económicos nunca concretaban la mudanza; supe que estudiaba medicina y que le faltaban 2 años para recibirse; supe prácticamente todo de ella y ella de mí. Nos sorprendimos con nuestras diferencias y nuestras coincidencias yo estudiante de casi todo y nada concreto, yo soltera hasta las costillas y con ningún novio formal desde hace tiempo, ella enamoradísima de su novio y con deseos irrefrenables de casarse y tener cachorritos, yo con una fobia inexplicable por mi trabajo, ella una niña consentida a quien todavía la mantenían mamá y papá; ambas adoradoras del cine y los buenos libros. Una de esas tantas noches de Chat ella se notaba mal, un tanto triste, de a poco le fui preguntando y me contó que había discutido con su novio, que sentía que el no tenía deseos de estar con ella que prefería encontrarse con sus amigos y todas esas cosas que nos ponen mal a las mujeres cuando a ellos les vienen esos deseos de rodearse de testosteronas porque nuestra sensibilidad los agobia. Y le dije que yo estaba sola en casa -era otro de esos sábados deprimentes propio de las que no tenemos pareja y nadie se prende para salir a romper la noche- que tenía una botella de whisky llena –la había comprado previendo justamente esos sábados deprimentes, para al menos tener un sueño asegurado- que si quería que se viniera y podíamos putear y llorar juntas que capaz terminábamos riéndonos y todo.

Ella llego a las dos horas comimos unas pizzas y arrancamos con la botellita, despellejamos vivos a su novio y a toda mi serie de amantes, nos reímos de las andanzas de mi amigo «el putito a estrenar» que había sido estrenado apropiadamente por Daniel el reciente recién casado, llorábamos de risa juntas mientras el whisky nadaba por nuestras venas descomprimiendo nuestros tabúes y acercándonos al recuerdo de nuestros labios juntos. Nos acercamos mucho su pelo era suave y deliciosamente perfumado, su aliento tibio; volver a sentir esos labios en los míos era una delicia, nos acariciamos por encima de la ropa haciendo aumentar la temperatura hasta que toda la tela empezó a molestarnos, desprender su camisa y dejar que su pecho se mostrara danzante ante mis ojos fue mágico, nunca había sentido una piel tan delicada y suave, ella también se veía sorprendida ante la mía, lo más deliciosamente provocador de esas caricias era el sentir que me tocaba a mi misma es lo que se siente cuando uno explora un cuerpo similar un cuerpo blando de mujer, sin los músculos firmes y la piel adherida que tienen los cuerpos masculinos, en ella es todo redondez no hay vértices acentuados los huesitos apenas sobresalen acentuando las curvas. Tímidamente tocamos nuestros sexos explorando nuestras humedades inminentes y perdiendo nuestros dedos entre los labios que comenzaban a inflamarse ante el deseo en ebullición. Los besos nos recorrían enteras su abdomen temblaba con mi lengua húmeda pero cuando nos acercamos al beso definitivo cuando mi boca estuvo frente a su clítoris anhelante sentí su incomodidad, sus dudas, no me importó mucho y suavemente deslicé mi lengua abriendo delicadamente sus labios lamiendo sus jugos ácidos, se estremeció tomándome de los hombros.

-Por favor espera- me dijo- no podemos hacer esto.

-Perdoname- le dije, incorporándome y mirándola- creí que vos también querías.

-Nunca hice esto-me dijo.

-Ni yo.

-Pero es que nunca estuve con nadie además de mi novio no se si puedo.

-¿Pero querés? – le pregunte- ¿qué es lo que te hace dudar? ¿Estar con una mujer? ¿O sentir que engañas a tu novio?

-Las dos cosas –dijo y se levantó vistiéndose- Mejor me voy.

-Esta bien.

La acompañé hasta la puerta, antes de irse me dio un beso húmedo, ansioso, cargado de deseo y pasión que me revolvió las entrañas, que me dejo extasiada, empapada, perturbada. Volvió cada dos días durante 2 meses, conversábamos y sin necesidad de alcohol siempre terminábamos bañadas en la saliva de nuestros besos colmados de sexualidad, comenzamos a adentrarnos mas en nuestra exploración, yo me derretía con su lengua jugando en mi intimidad y ella lloraba con cada orgasmo que mis besos y mis dedos le provocaban, aún así siempre se despedía como si fuera la última vez que nos veríamos. Una noche llegó con una botella de Roldós y me dijo:

-Hoy vamos a festejar y brindar

-¿Y cuál es el brindis?- pregunté.

-Vos sos mi despedida de soltera, me caso el viernes de la semana que viene.

La descorchó la bebimos y esa noche me regalo la mejor noche de mi vida; estaba tan bella tan rozagante tan triste y feliz a la vez, su lengua danzó por toda mi piel provocándome choques eléctricos. Por primera vez se conectó completamente con el acto, por primera vez me dio lo que tantas veces le había dado yo, su boca se perdió en mi miel como si fuera la suya propia sentí como la suave y fina lengua se concentraba en mi botoncito hinchado mientras sus dedos hurgaban en mi interior y su saliva me bañaba cayendo a través de mis nalgas y manchando las sábanas, deslizó la lengua que se movía como un gusano desequilibrado recogiendo todo mi flujo y con pequeños círculos acarició el orificio de mi culito ya empapado por su saliva y comenzó a empujar suavemente la sentía penetrarme entera; sus dedos en mi conchita su lengua en mi culo, le acaricie el pelo quería verla, quería ver sus ojos quería ver su entrega pero solo me miró dos segundos y pude ver que de verdad era una despedida, que nunca sería mía ni yo de ella. Y de golpe sentí una desgarradora sensación de vértigo súbdito. Sentí que mi alma se desprendía desde mi vientre y el choque eléctrico avanzaba por mi columna vertebral para explotar en mi cabeza y en ese mismo instante me dejé ir; sentí la explosión, sentí como un chorro enorme escapó de mi cuerpo y ella abandonando mi trasero introdujo la lengua en mi vagina que temblaba y escupía litros de éxtasis liquido, me bebió entera y me acaricio suavemente hasta que dejé de temblar. Me beso con sabor a mí -siempre te voy a querer- susurró en mi oído- pero ya no puedo más con esto, necesito que mi vida sea normal- No me dejó tocarla, no me dejo hacer, se vistió y se fue.

Ahora está acá y sus besos siguen siendo tan suaves, dulces y delicados como hace un año, pero mi piel ya es otra, me dejo besar me dejo acariciar y tiemblo; la acaricio, la beso y tiembla; ahora si me mira ahora si quiere quedarse aquí, ahora si descubrió que su vida normal la lastima que no le da lo que necesita. Y yo la extrañé tanto yo la soñé tanto, yo la esperé siempre, sus besos ya no son devolución a los míos, ahora si son entrega y dudo pero me arrastra me entrego y decido que podría amarla.

Deja una respuesta 0

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *