Después de un duro trabajo, la mejor forma de olvidarlo es con tu pareja haciendo lo que más les gusta que es disfrutar de sus cuerpos

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Quizá de los peores días en cuanto a carga de trabajo que he tenido en mi vida, sin tiempo a reflexionar cada acción que se hacía, además estábamos sufriendo una de calor en pleno Julio, pudimos parar 10 minutos para desayunar a eso de las 12, sin hambre, sólo con ganas de llevarme a la boca un poco de agua, le dediqué unos minutos al teléfono por si tenía algún mensaje que atender, mi mujer como de costumbre me había escrito:

María: Buenos días cariño que tal vas?

Yo: Pues acabo de para a desayunar y sólo tengo 10 minutos, pero bueno al menos ahora repongo algo de líquido que hace muchísimo calor.

María: Bueno ya queda poco, cuando estés de vuelta te esperará una buena comida 🙂

Yo: Muchas gracias! Bueno sigo a lo mío que ya aparece el jefe y viene para acá.

Pues ahí seguí, un no parar, entre las visitas y lo que iba surgiendo entre medias y se supone que los meses de verano son tranquilos…

Terminada la jornada laboral, fui a los vestuiarios y me duché, no me gustá llegar con olor a tigre o algo peor a casa. Mi mujer me había mandado el menú para hoy: Gazpacho y ensaladilla rusa con su fantástica mayonesa casera, más ganas tenía de llegar a casa!

Ya con el coche aparcado en el garaje, me dispongo a subir, notaba el cansancio general, la verdad que el plan era comer y echarme un rato la siesta.

Abrí la puerta y allí estaba ella en la cocina terminando algunas cosas en la cocina, cuál fue mi sorpresa que llevaba el delantal puesto, además de unos tacones de unos 10cm de largo, unas medias de encaje negras a juego con su tanga en el que se podían observar unas perlas blancas en el interior que le rozan sus partes, además lleva un fantástico picardías… Ante tal sorpresa olvido mi cansancio, de mi trabajo, también de la comida, la cual se toma toda fría así que tenía vía libre para ir hacia ella…

Pero no me lo iba a poner facil, al acercarme lo más sutilmente hacia ella, la abracé por detrás y pudo notar mi miembro viril en la raja de su culo, ella llevaba un carmín de color rojo, tenía bastante predisposición pero me frenó, me dijo que a dónde iba, que no entendía mi reacción… Y me suelta eso la tía… Me hizo dar un paso atrás y me dijo que teníamos que poner la mesa, pusimos la mesa, la ensaladilla estaba en la nevera y el gazpacho también con lo que no había ningún peligro en que se pudiera poner mala la comida.

Una vez la mesa estaba puesta mi mujer me dio un beso de los que marcan época, nuestras lenguas dibujaban lentamente formas abstractas, cada roce con su lengua hacía que se me pusiera la piel de gallina, mi polla llevaba lista un buen rato, ella lo sabía, no paraba de restregarse. Cuando dejamos de besarnos la busqué de nuevo y se retiró… más ganas tenía de besarla. Nos tumbamos en el sofá, de tipo chaise longue, puse mi polla entre sus piernas mientras seguíamos besándonos, me encata el roce con sus bragas y mi polla, notaba cierta humedad a pesar de que el contacto no era directo. Dejé de rozarme y comencé a besarla por el cuello, bajé a sus grandes pechos, le besé los pezones, la ví estremecerse un poco, su mirada era lasciva, jugué con sus pechos todo lo que quise y más, pero ya bajé más y más hasta llegar a su húmedo coño, besé sus labios, le encanta que haga eso, se cogió sus tetas y vi como se retorcía suavemente sus pezones.

Paré, le tocaba a ella, pero como nos gustan los juegos le dije:

Yo: ¿Quieres que te folle?

María: Sí, por favor.

Yo: Pues tendrás que hacer todo lo que diga, sino no te follaré.

María: Sí por favor, haré todo lo que pidas…

Le fui indicando todo lo que tenía que hacer, lo primero fue que se pusiera a 4 patas, cosa que hizo con la mayor premura posible, vi sus pedazos de nalgas, se las toqué suavemente hasta que le solté un cachete en el culo, no muy fuerte -la oí gemir-, le dí otro, no muy fuerte y me pidió que le pegara más fuerte, cosa que hice repetidas veces. Utilicé un antifaz y así ella no podía ver nada, le puse mi polla en la boca y sin avisar le solté un cachete en una de sus nalgas menos doloridas, a lo que se estremeció me dijo: «Me encanta pero eres muy malo…» Después de que dijera que soy muy malo le solté otro…

Acto seguido le ordené que se pusiera de lado en el sofá, seguí jugando con ella, le até las manos a la espalda y le recorroría una cuerda que iba a sus pies, los cuales también estaban atados. Le dije que lo siguiente que tenía que dejarme hacer era correrme donde quisiera, pero después tendría una gran recompensa, no preguntó cuál era, pero accedió igualmente. Se la metí del tirón pero suavemente, estaba chorreando de placer, no hacía falta más dilatación, me la follé muy duró, pero paraba de cuando en cuando, no quería que ni ella ni yo nos corriéramos pronto, especialemnte ella, no iba a dejar por nada del mundo que se corriera, de hecho se lo prohibí aunque me corriera ella no podría correrse hasta que yo se lo ordenara…

Para descansar un poco le ordené que me chupara la polla, a lo que accedió gustosamente y se la notaba con ganas, hoy sólo quería mi polla, de primero, de segundo y de postre. Cambiamos de postura, volví a ponerla a 4 patas para tener las mejores vistas del mundo, ahí estaba su coño húmedo y su culo que sin haberlo tocado estaba un poco abierto, le puse un dedo en su ano, no llegué a metérselo, sólo le estaba rozando el culo, y al hacerlo noté como gritaba más y más, no podía contenerme así que sin media ni una palabra más le meti mi polla en su boca y le solté toda mi leche, la cual iba a tragarse sin yo pedirle nada.

Había accecido a todas mis peticiones así que tenía que darle su premio… Sin cambiar de postura, me puse debajo de su coño, cogí su consolador y mientras le comía el clítoris la follaba con el consolador, no tardó mucho en correrse, El dilgo empapado, yo también, nunca se había corrido tan salvajemente.

Le quité sus ataduras, la besé suavamente, le dije lo mucho que la quería y ella me correspondió con las mismas palabras… Además de decirme que había sido el mejor polvo de su vida.

Y sin más ya podíamos comernos el gazpacho y la ensaladilla rusa, que por cierto le salió todo muy bueno, como de costumbre.

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