Una de las fantasías más grandes que teníamos con mi pareja era que nos miraran mientras follabamos, este fin de semana por fin la hicimos realidad y fue muy caliente
Os voy a contar un suceso que ocurrió hace tres años, se lo conté a un amigo y lo público por esta web. Hoy os lo cuento en primera persona lo más detallado posible.
Cuando tuvimos a nuestro primer hijo, la vida sexual cambio de rutinas, de horarios, de intensidad y sobre todo, de cantidad. Por eso, mi marido y yo decidimos tomarnos un fin de semana al mes más o menos para nosotros desde que cumplió los 2 años y nos podíamos escapar y disfrutar de la pareja. Viajecitos, casa rural, spa…todo lo que nos llevara a estar en contacto uno con otro sin pensar en otra cosa.
Uno de esos fines de semana, lo íbamos a pasar en Madrid, un fin de semana, con cenita romántica, paseo por los parques de Madrid…bueno, la verdad que íbamos a lo que íbamos.
Mi marido eligió un hotel en el centro de Madrid, frente al retiro. La habitación era luminosa, muy grande, cama ideal para jugar e incluso una bañera estilo romántico, solo separada de la cama por un pequeño muro transparente. Dejamos nuestra maleta, y salimos para comer. Volvimos justo después, pues hacia algo de calor para cambiarnos y aprovechar el ratito de la siesta. Mi marido se puso a ver la televisión tumbado en calzoncillos a lo que yo respondí, quedándome en ropa interior junto a él.
-Tenemos spa en una hora- Me dijo.
-Vale- dije mientras me acomodaba junto a él.
Llevaba un conjunto de lencería negro, con encaje en color morado, y unas braguitas negras completamente transparentes. Acaricie su torso, enseguida, su calzoncillo empezó a quedarse pequeño.
Me coloque girada hacia él, dándole mis labios. El me respondió con un beso muy caliente. Su lengua recorría mi boca, sus labios se cerraban para chupar mis labios, y termino por dejar mi comisura, para acercar sus dientes a mi cuello, mordisquear nuca, lamer mi cara hasta volver a llegar a mis labios y lamerlos. Sus manos ahora se posaban sobre mi sujetador. Me encantaba sentir su lengua recorriendo mis labios, sus manos en mis pechos, masajeando con firmeza, algo que me vuelve loca. No tarde en incorporarme y quitar mi sujetador ante su mirada. Ya estando de rodillas yo, se acercó por la cama hacia mí, introduciendo mi teta en su boca en toda la dimensión que podía. Sin manos, dejando caer el pecho, empezó a lamer mi pezón, bastante duro en ese momento. Aprovecho el momento para masajear con mis manos, la teta que deja libre su boca, alternando así hasta que se pone de rodillas ante mí, y mientras me come la boca, ahora sus manos, masajean y pellizcan mis pechos desnudos. Sus pellizcos en los pezones, rápido me provocan un gemido que a él le encanta oír.
Para ese momento mis dos manos acariciaban su polla por encima del calzoncillo. Apenas unos segundos después, se los bajo hasta donde mis brazos alcanzan para no dejar de besarlo. Sus labios dejan los míos para bajar a mi pezón, muy duro, hinchado, rosa oscuro. Lo golpea contra su lengua usando sus manos. Cada golpe de mi pecho contra su lengua me hace gemir. Me encanta cuando lo hace con los dos a la vez. Avanzo de rodillas, obligándolo a caer sobre la cama de espaldas, con las piernas atadas por sus calzoncillos me acerco a su cara. Saca su lengua cuando le acerco ahora con mis manos, los pezones a su boca. Succiona, para luego lamer, vuelve a succionar. Golpeo su cara y lengua con mis tetas, haciéndome mojar completamente mis bragas. Sus manos acariciaban mi sexo por encima de la braguita y la otra mi culo metiéndose por debajo de la goma. Pronto me soltó un cachete, haciéndome gemir incorporándome un poco con los ojos cerrados. Me bajo un poco hacia sus rodillas notando su polla bien dura recorriendo mi culo sobre la braga hasta quedarse pegada en mi tripita. La acaricio con una mano subiendo y bajando pegada a mi piel mientras miro fijamente a mi marido a los ojos. Bajo mi mano hasta el comienzo de su polla bajando su piel viendo como el gira su cara con un suspiro profundo con ojos cerrados. Me coloco aún más atrás hasta ponerla entre mis tetas. Comienzo a masajearla alternando un pecho y otro, para continuar con un movimiento a la par de ambas para realizarle una cubana en toda regla. Despacito, con un vaivén que también ayudaba agachando mi cabeza entre ambas para ensalivar y lamer su punta cuando aparecía entre mis tetas. Apretaba bien para que notara cada subida y bajada en su polla, que conseguí a los pocos minutos.
– Me voy a correr como no pares. Dijo
– Pues no voy a parar- le decía mientras mi lengua daba un lametón a su glande
A los pocos segundos aceleraba mis pechos al notar como levantaba su culo, en un aviso de que se corría. Un gran chorro de semen golpeó mi barbilla, mientras que el resto, caía sobre su polla y mis tetas. Me incorporé un poco mientras él se quedaba derrotado en la enorme cama con sus calzoncillos aun en sus rodillas, su polla aun dura en su barriga, brillante por el semen recién derramado.
– Te toca, me dijo.
– No hay tiempo, vamos a perder el spa y además, me apetece una pequeña fantasía. – conteste mientras me levantaba a limpiarme el semen de mis tetas.
– ¿Una fantasía? Mmmm. Suena bien. – dijo.
– Me lo vas a comer en el spa- termine mientras tiraba el bikini en la cama,
El spa era muy pequeño, con apenas una piscinita de chorros, una sauna y duchas de contraste, además de una pequeña zona de relax y unos zumos. Elegimos ese spa por su discreción total, pues solo pueden reservar una pareja cada turno, lo cual nos ayuda en nuestra labor de des estresarnos.
Una vez puesto mi bikini negro, y el albornoz, bajamos a la zona de spa, donde tras coger nuestros datos, y enseñarnos el lugar dejamos el albornoz en los vestuarios Una vez allí, se cierra la puerta y la luz tenue, la temperatura y la soledad, invita a las parejas a algo más que un baño.
Nos metimos en la ducha de cromoterapia, donde ya busque las primeras caricias de mi marido, que rápidamente coloco sus manos en mi culo,
– Así que fantasía, ¿eh?- dijo
– Pues sí. Pero una pequeña.-
– ¿Alguna más que quieras contarme?
– ¿Y tú’? – le contesté. – no me cuentas nada a mí.
Me cogió de la mano para salir de las duchas y volver a la piscina principal. Jugar en los chorros, toqueteos, besos muy húmedos…
– Vamos a la sauna.- y salí del agua por la escalera.
Camino delante de el por el entarimado del pasillo hasta la sauna del fondo. Me quito el sujetador y entro a la sauna colocando una toalla de la puerta para colocarla en el banco y sentarme en ella. Me quito la braguita y la dejo a mi lado. Mi marido se coloca a mi lado en el otro lado de la L que describe el banco, dejándome a mí frente al ventanal de la puerta.
Y si viene alguien _ me pregunta
En ese momento, le podría haber dicho la verdad, que me encantaría que entrara alguien, que me descubriera completamente desnuda frente a la puerta, con mis labios vaginales completamente hinchados por el calor y la excitación que llevaba desde que empezamos a jugar en la cama.
– Sabes que no puede venir nadie.- le dije finalmente.
– Tócame, anda, mientras me acariciaba mi sexo, ante la puerta, donde mi imaginación veía alguien atravesando el umbral.
Se acercó a mi lado, mirando cómo me masturbaba y poso su mano sobre mis labios. Lamí sus dedos, para luego acercarlos a mi coño. Separando los labios inferiores, y dar unos golpecitos en mi clítoris. Un gemido muy intenso salió de mi boca.
– Hace mucho calor.- me dijo al instante.
– No… le recrimine.
– No puedo con este calor.- me dijo.
Cogió mis bragas y salió fuera de la sauna. Se metió en la piscina, enseñándome las bragas en sus manos, mientras caminaba desnuda por el spa hacia él. Me metí poco a poco, recreándome en las miradas ficticias que podía casi sentir.
Aquí mejor, ¿no?- me dijo
Su mano se posó en mi coño, mientras me volvía a Besar. Finalmente, me hizo sentar en el borde de la piscinita, sobre mi bañador, mientras el, dentro del agua, acercaba su lengua a mi sexo. Empezó a comerme lentamente, olvidándose de donde estábamos, llevándome a un orgasmo tremendo, cuando sus dedos se introdujeron en mí, a la vez que su lengua golpeaba mi botoncito. Me corría mientras mi cabeza se echaba para atrás, con mis manos sujetándome, intentando no hacer demasiado ruido.
Terminé cuando mi chico, se levantó y se fue a los chorros frente a mí. Le acompañe volviendo a meterme en el agua. Al ratito de seguir jugando en el agua, acababa nuestro tiempo allí abajo y mi marido, salió delante de mí, llevándose a los vestuarios mi bikini.
Ahora, si alguien entra detrás de nosotros al spa, estará en el vestuario.- me dice
– Tú mismo.- le digo.
Por suerte para él, no había nadie. Nos recreamos un poco en la situación, casi esperando que alguien llegara en ese momento, pero no. Al parecer era la última hora de uso.
Cenando esa noche, mucho vino de por medio, charlamos animosamente de lo que habíamos hecho esa tarde.
– Entonces tenías una fantasía y no me lo cuentas- me dice
– Era una tontería, Echaba de menos que nos pudieran pillar como cuando éramos jóvenes. Reía, mas por el vino que por ser mentira.
Brindamos varias veces más esa noche, riendo, hablando de sexo sin escandalizar mucho a las mesas de nuestro lado. Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos de nuevo en la cama, desnudos y follando por primera vez en ese fin de semana. Apoyada en los cristales del ventanal, entre los visillos casi transparentes, y la habitación solo iluminada por la luz que entraba de la calle, mi marido me follaba detrás de mí de pie, haciendo sonar sus caderas contra mi culo en cada envestida.
Yo también tengo una fantasía que mañana voy a cumplir.- me dice en ese momento.
– ¿Ah si?, – digo entre gemidos.
¿Cual?
– No te la voy a contar – me dice.
Siguió acelerando el ritmo, donde mis tetas, colgando entre mis brazos, seguro se verían mover tras la ventana y eso me ponía muy caliente. Volvió a acelerar el ritmo y solo se oía nuestros gemidos en la habitación, mientras el sudor acentuaba más el golpeo de mi marido sobre mí. Acerqué mi mano mi sexo y empecé a frotar con mis dedos mi mojadísimo coño, mientras veía pasar la gente por la calle a unos metros de mí. Me corrí irremediablemente durante unos maravillosos segundos hasta casi caer. Mi marido me aviso que iba a hacerlo también, y entonces me agache para recibir la leche en mi pecho. Hice algo que no suelo hacer que es abrir bien la boca para que se corriera en mi cara. Notaba como su semen golpeaba caliente sobre mis labios y lengua, para escupirlo sobre mis pechos, junto con el resto del semen que caía de su polla directamente en mis tetas. Me quede en pie, desnuda, con el semen por mi cara y cuello, mirando la calle.
A la mañana siguiente, nos levantamos tarde, teniendo que dejar la habitación a la hora. Ducha rápida, y me vestí. Me puse minifalda granate y camisa de botones blanca con florecitas. Bajo la ropa un conjunto negro muy sexy. Mi marido me dijo que estaba muy guapa y que me quedaba de miedo ese escote, que entendía que los hombres me miraran a las tetas. Y la verdad es que me realzaba muchísimo el busto aquel sujetador y sobre todo, mis tetas que me había puesto hacia poco tiempo
– ¿Tú crees que me miran? Pregunte mientras me peinaba.
– Lo sé, me respondió desde la puerta.-
– Por cierto, ¿tú no vas a hacer tu fantasía?, dije, ¿me la cuentas?
– Nooo, luego te doy una sorpresa.
– ¿Luego? Le mire
Salimos a dar un paseo, comer algo y cogimos el coche para volver.
A los pocos kilómetros de salir a la carretera, dio el intermitente, saliendo hacia un polígono que está pegado a la carretera y hay varios locales grandes, pero en la rotonda tomo dirección al interior de dicho polígono, por calles que apenas tenían naves y menos aún, movimiento en Domingo. Giro hacia una calle más estrecha donde al fondo hay una nave muy grande y un camión aparcado. Aparcó a pocos metros de ese camión. A nuestro lado campo, unas casetas de electricidad y al otro lado, una calle cortada por bloques de hormigón.
– ¿Qué hacemos aquí?- le dije pillina. Pensando que lo íbamos a hacer allí mismo en plena tarde.
– Quítate la camisa .- me dijo sentado en su sitio, mirándome
– ¿Ah si?…, mientras me desabotonaba.
Me quede en sujetador mientras me aplastaba los pechos mirándole.
– Esta es mi fantasía, sal fuera, me dijo con cara de estar asustado ante mi respuesta.
– ¿Qué?- le dije un poco sorprendida-
– Que salgas fuera así, y te contonees un poco para mí.
– ¿Pero que dices? Le dije pero sin un tono de enfado.
Reí en el coche, mirándolo. Me excitaba aquella locura, más de lo que podía haber pensado.
Voy a salir.- le dije
Él se acomodó en el asiento, dando a entender que estaba listo. Mire por el retrovisor, espere un segundo pues pasó un coche y cuando pasó, me quite el sujetador, abrí la puerta del coche y Salí de él. Este movimiento le dejo un poco descolocado.
Mejor así, ¿no? le dije por la ventanilla.
Su cara era de sorpresa total. Miraba por el retrovisor, nervioso, miraba por la ventanilla como me apretaba las tetas para él. Un coche se acercaba. No me escondí, seguí delante del coche, solo con mi falda y mis tacones. El claxon del coche me sorprendió. Era claro. Me había visto, me había visto las tetas, no era como en la playa, aquello era con una connotación sexual clara. Quizá me confundió con una prostituta. Aquello en mi cabeza, hizo que me excitara muchísimo. Mi marido estaba más nervioso si cabe. Otro coche se acercaba. Me acerqué a la ventanilla de mi marido y sacando el culo, me apoye en ella, dejando mis pechos caer.
– ¿Es tu fantasía?
– Me encanta.- me dijo. Me encanta que te miren.
El coche pasó más despacio que el anterior, tocando la bocina al estar a mi altura. Me incorpore mirando al coche a su paso. No pude oír lo que me decían, pero me excitaba muchísimo aquella situación.
A continuación cuando aún estaba de pie junto al coche, del camión aparcado a unos metros bajo un hombre, seguramente estaba descansando y los coches le alertaron. Bajo mirándome y se acercó apenas unos metros. Cabeza afeitada, unos 50 años, sin camisa que tapara su prominente barriga cubierta de pelo bastante cano. Camino unos pasos hasta ponerse justo delante del coche apenas a un metro. Yo me adelante hacia la acera pasando por delante de él, y me apoye en el lado del acompañante del coche. Mis pezones estaban completamente duros y quise dar un pasito más. Me acerque a la puerta y mi marido se estiró para abrir, pero yo me baje la falda y la deje por la ventanilla. Me gire y me volví a apoyar en el coche, ahora solo con mi tanga negro de encaje y mis zapatos. MI marido se volvió a colocar en su asiento sin hablar nada.
El camionero, se envalentonó, y alargo una mano, dando un paso hacia delante, y dejando sus dedos sobre uno de mis pechos, unos dedos ásperos, gordos. Mientras me sobaba las tetas alternando, hablaba muy bajito, casi imperceptible en algún idioma de Centroeuropa. Yo miraba hacia abajo, respirando profundamente, dando a entender que no le negaba sus caricias, observando quien me provocaba ese placer, un desconocido. Me apoye y disfruté de su magreo viendo como bajaba su pantalón corto dejando su polla al aire. Gruesa, muy gruesa, con venas marcadas, no era demasiado larga pero no era pequeña. Allí en medio de la calle, mientras otro coche pasaba, me dejaba tocar el pecho, muy excitada, viendo cómo se pajeaba por mí. Mi tanga empezaba a empaparse de mis jugos, mis pezones se ponían más y más duros en cada pasada de sus dedos, dulcemente pero con seguridad, como el que sabe lo que tiene que hacerme. Me separe un poco de él moviéndome hacia detrás, mi marido entendió que dejaba el juego, pero aunque nunca le confesé, iba a agacharme para chuparle la polla a aquel tipo. Entre en el coche sin dejar de mirar a la cara a mi voyeur, oyendo sus palabras que no podía entender, pero excitándome aún más si cabe, cuando en mi cabeza las traducía. Al entrar gire la cabeza viendo a mi marido con su polla en la mano, pajeándose. Me quede un poco descolocada, pero entonces entendí cuál era la fantasía.
Me senté en el coche, mientras mi voyeur se acercaba hasta la ventanilla abierta, acercando su polla a escaso medio metro de mi cara. Entonces, viendo que mis dos acompañantes no cesaban en su empeño, coloqué mis piernas en el asiendo, apoyándome un poco de costado para ofrecer mejor vista a mi voyeur.
Aparté mi tanga hacia un lado, dejando aparecer para él mi rosado y rasurado coño, que para ese momento estaba ya muy lubricado y abierto. Mire a mi entrepierna pasando un dedito entre mis labios para poder mostrarlo mejor, resoplando pícaramente, para después mirar a la polla del camionero. Su mano aceleraba el ritmo, lo veía sudar por la frente. Alargo una mano para posarla en la rodilla más cercana a la ventana. Aproveche para meter dos dedos en mi coño, soltando un gemido que hizo parar su caricia en la pierna. Intento bajar para mi entrepierna pero mi marido me dijo que subiera el cristal. No quise parar el rollo y subí un palmo. Lo suficiente para quedar expuesta, pero para que su mano no pudiera acercarse a mi sexo.
Mis dedos empezaron a jugar en el interior de mi cuerpo, mis gemidos se acentuaban más aún, me coloque casi tumbada apoyada en el hombro de mi marido, dando a mi mirón, una imagen que yo al menos tengo grabada en mi cabeza. Mis dedos entraban y salían de mi a toda velocidad mientras mi otra mano acariciaba mi clítoris con energía, empezando a tener espasmos… me estaba corriendo. Cerré los ojos, deseando volver a notar la mano de aquel tipo, que al abrir los ojos estaba pegado al cristal de la ventanilla, acelerando su paja, a la misma vez que yo tranquilizaba mi coño con ligeras caricias. Estalló en un orgasmo soltando su semen contra la ventanilla, amarillento, espeso, recorriendo la ventanilla hasta donde acaba. Mi mirada no podía dejar de seguir aquella leche, vi cómo se sacudía su polla unas cuantas veces, soltando gotitas que salpicaron en el coche. Ahora si dijo algo que no pude entender y se guardó su rabo en el pantalón, volviendo por la acera hasta su camión.
Quedé tumbada en mi asiento mirando cómo se alejaba y mire a mi marido completamente excitado. No terminó su paja, guardándose su rabo en el pantalón como si no hubiese pasado nada. No pude ni intentar agarrarla para terminar yo misma el trabajo pero arranco el motor. Coloque mi camisa abotonándola sobre mi pecho desnudo y me puse el cinturón. Los kilómetros hasta casa los haría solo con ella y mis braguitas que estaban mojadas al igual que la tapicería del coche.
Ese momento de silencio guardando su polla sin terminar de correrse, me hacía dudar si realmente había cumplido su fantasía o se habría enfadado por los pasos de más dados por mí.
– ¿Todo bien? .- le dije-
– Me ha encantado.- respondió.
– ¿Era lo que querías ver?
– Ufff. Ha estado mejor de lo que creía. En casa hablamos más relajados.
– Como quieras. Termine.
Llegamos a casa, abrió la puerta del garaje y entramos. Yo aún estaba excitada y medio desnuda.