Aburrida en casa decido salir a un club y un camarero me la quiere dar
Una noche estaba sola y aburrida en casa, sin nada que hacer. Me sentía un poco traviesa así que se me ocurrió un plan. Abrí mi armario y busqué la ropa más apretada y corta que tuviese. Cogí un crop top blanco con mucho escote que me puse sin sujetador y un short vaquero con el que se me veía medio culo. Esa noche me sentía muy zorra y quería que me tratasen como tal. Iba a ir a una discoteca sola y a arrimarme a todo el que pillase hasta que alguien me llevase a su cama. Era invierno, así que encima de la ropa me puse una gabardina, que también me ayudó a pasar desapercibida por la zona por la que vivía hasta llegar al coche. Me dirigí a un club que estaba al otro lado de la ciudad, donde no encontraría muchos conocidos. Una vez llegué, aparqué, dejé la gabardina en el coche y entré. Dentro hacía mucho calor, pero yo tenía los pezones duros a causa del frío de la calle. Era uno de los motivos por los que había elegido ese top. Era perfecto para no pasar desapercibida. Fui a la barra a pedir una copa y empecé a contonearme haciendo que mis curvas se movieran e incluso que mis tetas botaran en las canciones más movidas. Uno de los camareros se dio cuenta de cuáles eran mis intenciones esa noche y en un momento de despiste de sus compañeros, salió de la barra y se acercó a bailar conmigo. Se puso detrás de mí, acercándose cada vez más hasta el momento en el que sentí su paquete en mi culo. Me di la vuelta y continuamos bailando. Se acercó a mí y me susurró al oído lo preciosa que era y que si me gustaría pasar un buen rato. Lo miré de arriba a abajo y me di cuenta de lo buenísimo que estaba y de lo cachonda que me ponía, por lo que acepté el plan. Me cogió de la mano y me llevó a una sala que tenía la puerta cerrada con llave. Al abrirla me di cuenta de que era una especie de almacen donde tenían decorados de fiestas que habían celebrado anteriormente. Yo pensaba que su plan era quedarse en ese sitio, pero no fue así, ya que se acercó a otra puerta, la abrió y me invitó a pasar de nuevo. Esa puerta conducía a una habitación.
Era un reservado para que los empleados y los clientes más fieles pudiesen pasar un buen rato con sus ligues. Había una estantería llena de paquetes de condones de todo tipo. En otra estantería había una selección de todo tipo de lubricantes, geles y aceites de masajes. Había también un minibar hasta arriba de bebidas. Y por supuesto había una cama, un sofá y diferentes puentos más donde poder follar. Me sorprendió ver lo preparado que estaba todo, pero la sorpresa fue grata, ya que había encontrado diez veces más de lo que iba buscando esa noche. Se quitó la camisa y dejó al aire unos fornidos brazos tatuados y unos abdominales muy marcados. Se notaba que el chico le daba feurte al gimnasio. Se acercó a mí y me comenzó a besar. Iba al grano, así que se apresuró en quitarme el top, dejando mis pechos al aire. Me llevó a la cama y me tumbó. Allí me quitó el short y las bragas de encaje Estaba totalmente desnuda sobre la cama y las sábanas frías hicieron que se me pusiesen los pezones durísimos. Él se acercó a una de las estanterías y cogió un gel de masaje. Después se acercó a un mueble de cuya presencia no me había percatado y sacó de uno de sus cajones un antifaz que me hizo ponerme. Sentí como se alejaba otra vez y cuando regresó empezó a atarme las manos. Abrió el gel y echó un poco por mis pechos. Después comenzó a esparcirlo con sus cálidas manos, acariciando hasta el último rincón de mi torso. Me dió la vuelta he hizo los mismo por la espalda, por los muslos, por el culo… Cuando el masaje terminó me ató los pies, dejándome las piernas abiertas y comenzó a practicarme sexo oral. Parecía que dominaba esta técnica e hizo que me corriese en pocos minutos. Fue el momento en el que se separó de mí y escuché como sus pantalones caían al suelo. Estaba deseando de que me hiciese suya. Se subió encima mía, se sentó sobre mi pecho y me metió la polla en la boca. Yo empecé a hacerle una mamada que, a juzgar por su respiración entrecortada y sus leves gemidos le gustó y terminó corriendose en mi boca. Yo me tragué su leche y seguí chupandole la polla un poco más para limpiársela.
Se bajó de encima mía sentí como una vez más se alejaba. Fue a por lubricante. Me l echó por las tetas, por el clítoris y por la vagina. Podía notar el rico olor a fresa. Empezó a chuparme una teta. Lo hacía con ternura pero a la vez con pasión. Después pasó a la otra. Acariciaba los pezones suavemente con la lengua y sus labios abrazaban la piel de mi pecho. Bajó rápidamente a mi vulva, me volvió a comer el coño con una maestría sorprendente, pero esta vez paró antes de que llegase a mi segundo orgasmo. Se puso un condón y sin pensárselo dos veces empezó a penetrarme sin que yo me lo esperase. Al sentirlo dentro gemí con fuerza y disfruté de cada embestida. Me metía y me sacaba la polla con fuerza. Mientras lo hacía tocaba mis tetas, me besaba el cuello… Y yo no podía parar de gemir. Nunca había experimentado lo excitante que era no ver lo que va a pasar y dejarme hacer lo que la otra persona quisiera. En ese momento era su juguete y además me gustaba serlo.
Me desató pero me dejó con el antifaz puesto y me preguntó si alguna vez había practicado sexo anal y que si me gustaría hacerlo. Yo sí que lo había hecho antes pero no me había gustado demasiado. Me dijo que le dejara probar,, que me iba a gustar y que si no no tenía más que decirle que paráse y lo haría. Yo acepté. Me puso a cuatro patas y sentí cómo cogía algu más del cajón. Me hizo un beso negro. Jugueteó con su lengua en mi culito, me metió un dedo, después dos y empezó a prepararme para la penetración. Después me puso lubricante para que la polla resbalase más y comenzó a frotar la polla con mi raja. De repente paró y fui consciente de lo que había ido a buscar antes al cajón. Era un huevo vibrador. Me lo metió en el coño. Iba por control remoto, él decidí cuando lo apagaba, cuándo lo encendía y a qué velocidad iba. Por el momento estaba apagado. Siguió restregando la polla por mi culo y de repente sentí cómo lo encendía. La vibración era más potente que la de otros que había probado. Pocos segundos depués de encender el vibrador empezó a meterme la polla por el culo, despacio para no hacerme daño. A mí no me dolió nada. Estaba muy excitada. Él empezó a follarme el culo, cada vez más rápido, cada vez más duro. Apagaba el huevo y cuando lo encendía la vibración era más fuerte. Estaba gozando como una perra. No había gemido así en mi vida. De no ser por la fuerte música de la discoteca, me estaría escuchando todo el edificio. Estaba al límite. Me preguntó que si estaba preparada. No sabía para qué, nome dió tiempo a preguntar. Me levantó, me puso de pie y me hizo agacharme contra el famoso mueble. Me quedé con el culo en pompa y la cara contra el mueble. Todo esto sucedió muy rápido. Entonces puso el vibrador a máxima potencia y me empotró con todas sus fuerzas. No tardé ni un minuto en correrme a chorros. Tanto que manché el suelo. Él también se corrió dentro de mi ano. Notaba su semen caliente. Me saqué el vibrador. Estaba empapado de mis flujos. El orgasmo había sido tan fuerte que ni me pude mover durante unos minutos. Cuando las piernas dejaron de temblarme, me tumbé y me quedé dormida. Al despertarme, él seguía durmiendo a mi lado. Yo me vestí y me fui a buscar el coche para volver a casa.