Una nochebuena se terminó convirtiendo en una noche salvaje

Rate this post

Durante toda mi vida me había considerado completamente hetero hasta que lo conocí a él. Me presento, me llamo Álvaro, soy de Málaga (España) y tengo 20 años.

Todo comenzó cuando conocí a Roberto mientras vivía en otra ciudad, él, aunque es mi amigo más reciente, también se ha convertido en mi mejor amigo ya que desde el principio conectamos de forma especial y tuve más confianza con él que con cualquier otro hasta el momento.

Lógicamente el roce hace el cariño y, aunque yo por fuera pueda parecer frío o distante, en mi interior soy una persona cariñosa así que no tardé en empezar a sentir un gran cariño por Roberto, aunque era el cariño que se le puede tener a un gran amigo (o eso creía yo) por lo que no me preocupaba.

Cuando llegó navidad Roberto y yo nos separamos, yo me fui a Málaga y él se iba a ir a su ciudad también. Ya estando en mi casa con mis padres, pasaban los días y poco a poco me iba dando cuenta de que no podía evitar pensar a menudo en Roberto, era algo que nunca me había pasado con ningún otro amigo, al menos con tal frecuencia, por lo que en mi mente empezaba a tener la idea de que sintiera algo más por él, sólo que eso me aterraba y lo evitaba.

Un par de días antes de nochebuena Roberto me escribió un WhatsApp para felicitarme las fiestas y yo reaccioné de una forma digamos “extraña” al menos para mí.

Veréis, él aún no se había ido a su ciudad y para llegar a ella, tenía que pasar cerca de Málaga por lo que le pedí que hiciera un alto en el camino para poder vernos, le llegué a decir para convencerlo:

– Y luego te llevo yo en mi coche a tu ciudad.

Ya que, si hacía tal escala para vernos, luego no tendría conexión directa para llegar a su casa. Quizá sonó un poco desesperado, y creed que a mí también me sorprendió decir eso, pero al menos funcionó.

Así que llegó el día de nochebuena y quedamos para vernos en el centro, concretamente en la esquina de la que probablemente sea la calle más conocida de Málaga, allá donde no suele quedar nadie (ironía), que, si algún malagueño o conocedor de la ciudad lee esto, ya sabrá a qué calle me refiero.

Estaba tremendamente ilusionado con la idea de pasar ese día tan especial con él así que me duché, me recorté un poco la barba y me eché mil cremas, esto último no es muy habitual en mí, pero, casi inconscientemente me estaba preparando para una “cita” con Roberto y quería ir guapo con la absurda idea de que se fijara en mí, que empezaba a rondar mi cabeza, aunque no seriamente sino como una loca idea fugaz, no me reconocía a mí mismo ¿por qué actuaba así con él?

Al llegar al punto de encuentro, otra reacción mía me volvió a sorprender, él ya estaba allí esperándome y yo lo sabía porque me había escrito diciéndomelo, pero entre el bullicio no lo localizaba con la vista hasta que en un claro entre el remolino de gente en el que me había metido, lo vi apoyado en una pared, entonces el corazón me dio un vuelco y me empezó a latir con mayor fuerza mientras me acercaba a él.

Al ponerme frente a él intenté disimular que me había puesto nervioso al verlo y lo saludé con normalidad, hablamos un poco y luego le propuse dar una vuelta por el centro ya que él no había estado antes en la ciudad y aún era temprano para ir a casa a cenar, a lo que Roberto aceptó.

El ambiente de navidad de mi ciudad siempre me ha encantado, ver las luces de navidad brillar, los artistas callejeros que en bastantes ocasiones hay que reconocer que son buenos… el ambiente cálido y acogedor en general, detalles que me vuelven a convertir en un niño pequeño lleno de ilusión y de ese orgullo malagueño que nos caracteriza a la gente de esta tierra.

Íbamos hablando y riendo, disfrutando de su compañía el tiempo se me pasó volando, así que un rato después nos dirigimos a mi casa dónde al llegar, le presenté a mis padres, iba a ser la mejor nochebuena de mi vida (no sabía cuán mejor aún). No tengo más familia que mis padres y ahora se había incorporado mi mejor amigo ¿qué más podía pedir?

Cenamos tranquilamente y después de charlar distendidamente los cuatro, ya bien entrada la madrugada nos fuimos a acostar, pero, había un “problemilla” en el que no habíamos caído ninguno ¿o quizá sí?, en mi casa sólo hay dos dormitorios y en cada uno, sólo una cama.

Un dormitorio es el de mis padres y el otro el mío lógicamente, así que no quedaría más remedio que, que Roberto, durmiera conmigo, en mi misma cama. A mí no me importaba en absoluto y a él tampoco pareció importarle así que no había problemas, éramos simplemente un par de amigos que iban a dormir juntos ¿qué podía pasar?

Pues podía pasar lo que pasó, aunque en ese momento, aún no lo sabíamos (o por lo menos yo).

Una vez acostados, ya con todas las luces apagadas, la única luz que entraba a mi cuarto era la tenue luz del árbol de navidad que brillaba en el salón, situado enfrente de la puerta de mi cuarto que permanecía abierta.

Nos acostamos espalda con espalda y unos minutos después, cuando ya me empezaba a quedar adormilado, noté cómo Roberto se movía, no estoy acostumbrado a dormir con otra persona así que cualquier pequeño movimiento lo notaba.

De repente su brazo me rodeó y su mano se posó en mi pecho, en un principio me sorprendió, pero supuse que había sido un movimiento involuntario por estar él dormido, aun así, por un motivo que no alcancé a entender en ese momento, en el fondo aquello me gustó y en vez de retirar su brazo, lo dejé estar.

Me empecé a quedar de nuevo adormilado esta vez con una media sonrisa en la boca, pero unos segundos después su mano empezó a bajar por mi pecho lentamente por lo que me volví a espabilar inmediatamente y como con un movimiento reflejo, agarré su mano y la detuve a la altura de mi vientre aprisionándola contra mi cuerpo.

No sabía cómo reaccionar, si girarme o no, mientras mis ojos permanecían abiertos como los de un búho y mi corazón se aceleraba por momentos.

Sentí cómo se acercaba más a mí y algo duro rozaba mi culo. Cualquier hetero en mi situación se hubiera cabreado como poco, o al menos, como yo no hubiera reaccionado un chico al que le gustan las chicas porque yo directamente es que no era capaz de reaccionar ¿o quizá es que no quería reaccionar?

Roberto siguió avanzando en su hacer y me rozó la nuca con sus labios, escalofríos me recorrían entero como terremotos con epicentro en los lugares donde sus labios acariciaban mi piel y el corazón se me encogió. ¡Dios, el cabrón me estaba seduciendo! consiguiendo incluso que emitiera un pequeño quejido de gusto y perplejidad en partes iguales.

Él, que me escuchó, tiró hacia atrás de mi hombro izquierdo dejándome tumbado boca arriba en la cama y en dos rápidos movimientos, acabó sentado a horcajadas sobre mí y me besó apasionadamente en la boca. A la vez, mi mente me repetía una y otra vez: ¿en serio me está besando?, ¿en serio me estoy dejando besar por un tío?

Pues sí, así era y, aunque fue un beso algo rudo, me gustó mucho, he de admitirlo, signo de ello era que mi cuerpo reaccionaba de forma completamente contraria a lo que decía mi cabeza, ya que no tardé en empezar a meter mis manos por debajo de su camiseta para levantarla un poco empezando a descubrir su pecho.

Él, visto lo visto, se quitó la camiseta y me la quitó a mí también rápidamente quedándonos ambos desnudos de cintura para arriba, por lo que pude ver por primera vez su pecho al descubierto, Roberto es un chico más o menos igual de alto que yo, que mido 1,80 m, es moreno y muy masculino, con una barbita algo más poblada que la mía, de ojos marrones y cuerpo algo atlético con músculos ligeramente marcados y con una cantidad de vello sobre su pecho, digamos media, que no me resultó nada desagradable, más bien al contrario. Por otro lado, yo tengo los ojos también marrones y mi piel es más bien clara, soy de complexión normal tirando a delgado y casi no tengo vello en el pecho, pero sí en brazos y piernas, no porque me depile sino porque no me crece.

A estas alturas el bulto bajo el pantalón de Roberto ya marcaba un buen rabo queriendo salir de su envoltura, no parecía llevar calzoncillos por lo que su anatomía se marcaba más perfectamente si cabe, mientras tanto, yo seguía sin poder reaccionar, pero sí que era consciente de que no podía dejar de mirar ese paquete y la boca me empezaba a salivar.

Hasta que de repente algo se apoderó de mí, por un arrebato me incorporé en la cama veloz como un rayo, y empujándolo desde los hombros hacia atrás lo tumbé quedando su cabeza a los pies de la cama y yo sobre él mientras Roberto se reía, necesitaba descubrir eso que él tenía entre las piernas, todo sucedió en muy pocos segundos.

Así que, con un seco tirón de su pantalón hacia abajo, se lo bajé dejándolo desnudo por completo, su polla saltó y mi corazón hizo lo mismo al ver semejante rabo que debía medir cerca de 20 cm si no llegaba a ellos, además lucía circuncidado con un buen capullo, con grandes venas que recorrían todo el tronco dándole relieve, y bajo él, unos buenos huevos bien redondeados y con algo de vello. Definitivamente era más grande y grueso que el mío que ya de por sí tampoco tiene un tamaño despreciable para decir verdad.

Como una fiera a su presa me lancé a por esa polla como si de forma instintiva tuviera que hacerlo, aunque mi consciencia me dijera sin parar: ¿qué coño estás haciendo?

Se la agarré por la base con una mano y empecé a darle lametazos, nunca había chupado una polla, ni siquiera había soñado con hacerlo, pero cuando empecé, no podía parar, fue una explosión de morbo y lujuria en mí como pocas veces o nunca había sentido con las chicas.

Mientras tanto, Roberto sonriente no decía nada, simplemente se limitaba a ver cómo mi boca intentaba tragarse esa barra de carne que me ahogaba y que se iba cubriendo de mi saliva, seguramente estaría sorprendido de mi reacción (al igual que yo mismo) y de lo poco que le había costado seducirme. Todo esto mientras su salado líquido preseminal se empezaba a derramar en mi boca.

Mis movimientos eran toscos, pero normal, era la primera vez que hacía algo así, aunque no la primera vez que veía el “procedimiento”, en las películas porno, me ponía a cien ver como las tías chupaban los grandes rabos de los actores y en más de una ocasión también había sido yo el receptor de una mamada.

Creo que, si por mí hubiese sido, hubiera seguido hasta sacar cada gota de su leche, ya que estaba completamente embelesado, sin querer pensar en lo que estaba haciendo, pero en un determinado momento, Roberto me cogió de la barbilla suavemente parando mi frenesí, y haciéndome subir hasta su boca, me besó, esta vez su besó fue mucho más suave, su boca se abrió y su lengua entró en mi boca, “joder que bien besa”, pensé. Nuestras lenguas se retorcían compartiendo nuestras salivas, y yo con él, el sabor de su propia polla y su líquido preseminal que permanecía en mis papilas gustativas. Cuando separamos nuestras bocas, Roberto me dijo susurrando pero con firmeza:

– Date la vuelta.

Me eché a temblar literalmente, ¿para qué?, ¿Roberto quería follarme?, no creía que llegaríamos tan lejos, sentí miedo y por ello, pregunté ingenuamente por no querer responderme a mí mismo:

– ¿Qué vas a hacerme?

Su respuesta fue más que tentadora desde luego:

– Hacerte disfrutar. Dijo.

En ese momento la consciencia volvió a tomar protagonismo en mí y dije tartamudeando:

– Pe… Pero yo nunca…

Todo eran dudas y miedo en mí de repente, ver aquel duro rabo brillando mojado por mi saliva entre nuestros cuerpos, deseoso de clavarse en mi virginal culo no me convencía, “¡me va a reventar!” Pensaba, pero ahí estaba él para convencerme. Roberto sonriéndome me dijo:

– Tranquilo tendré cuidado.

Muy en mi interior algo me decía que no me arrepentiría de hacerlo, por lo que una parte de mí quería probar, pero aún había un problema y se lo hice saber diciendo:

– Pero… me muero si nos escuchan mis padres.

Su habitación estaba pared con pared con la mía y no sería difícil que nos escucharan gemir o al menos suspirar de gozo en el silencio absoluto de la noche. Entonces él rió más fuertemente, no parecía preocuparle nada y dijo:

– Entonces te tendrás que esforzar en no hacer ruido, yo no lo haré, te lo prometo.

Y añadió insistiendo, pero a la vez siendo considerado:

– Vamos date la vuelta, no te preocupes.

Interpreté su petición casi como una orden, no encontré ninguna excusa más, así que obedecí y quitándome de encima de él, me tumbé boca abajo sobre el colchón, sin estar aún convencido cien por cien.

Roberto se colocó sobre mis piernas de rodillas y empezó a besarme espalda abajo hasta llegar a mi culo, el cual, empezó a masajear con sus manos, besar y por último lamer, cada vez más cerca de mi agujero hasta que la punta de su lengua se introdujo un poco en mí y así jugó un rato.

Aquello me estaba gustando, me relajó mucho y pensaba: “si esto sigue así me va a gustar mucho”, hasta que minutos más tarde cogiéndome de la cintura me levantó un poco haciendo que me pusiera a cuatro patas, creí que me iba a penetrar ya, por lo que respiré profundamente y cerré los ojos esperando la primera estocada. Inocente de mí.

Entonces, todo se empezó a tornar menos liviano al notar cómo me metía un dedo sin previo aviso, realmente cuando lo hizo fue más la impresión y la sorpresa que el dolor, que prácticamente no existió en ese momento, pero aun así me sobresalté.

Un poco después probó a meter otro dedo y mi culo se dilató más, comenzaba a ser incómodo y yo me empezaba a tensar por lo que cogí la almohada y la abracé como intentando buscar refugio en ello. Mientras, él me decía que relajara el culo, yo lo intentaba, pero involuntariamente lo contraía con cada movimiento de sus dedos dentro de mí.

Cada vez notaba el culo más abierto, especialmente cuando sacaba los dedos para volver a escupir y lubricarme más. Así continuó hasta que un rato después me intentó meter un tercer dedo. Las paredes de mi interior y mi esfínter se dilataron como nunca, la piel se estiraba y empezaba a sentir algunos dolores punzantes, quise quejarme, pero recordé que no estábamos solos y me tuve que contener como pude.

Por último, sacó sus tres dedos y empujó mi espalda hacia abajo quedando esta curvada, mi cabeza clavada en el colchón y mi culo completamente expuesto y vulnerable a su voluntad. Roberto dijo:

– Vamos a intentarlo. Ahora si te tienes que relajar bien.

E inmediatamente noté su polla apoyándose en mi agujero y punteándolo, me quedé petrificado, no me atrevía a mover ni un músculo, volví a cerrar los ojos y respiré todo lo profundo que pude conteniendo el aire en mis pulmones.

Roberto me sujetó por la cintura y, en vez de empujar como esperaba que hiciera, tiró de mí hacia él con un golpe seco y me metió todo el capullo del tirón. El aire que contenía en mis pulmones salió de golpe.

Jamás había sentido un dolor tan intenso en esa zona, una fuerte punzada me atravesó entero por dentro cuando me traspasó aquella cabeza de misil. Quise gritar, pero de nuevo lo tuve que resistir estoicamente luchando contra mí mismo, mordiendo la almohada y estrujándola con todas mis fuerzas, dos lagrimones saltaron de mis ojos, ¿dónde había quedado aquello de que tendría cuidado?, ¿y de que me iba a hacer disfrutar?, pensaba: “¿cómo es posible que esto le guste a alguien?”, de repente, supe poner en valor la entrega de los gays pasivos y también reflexioné sobre lo machitos que nos creíamos a veces los heteros, ¡A más de uno lo hacía probar esto y luego hablábamos! Pensaba yo.

Roberto se había quedado también completamente inmóvil con la punta de su rabo hundida en mí, dejando que me acostumbrara a ello a la vez que me acariciaba la espalda y me pedía disculpas por ser tan brusco, no obstante, también se justificaba diciendo:

– Lo peor ya ha pasado, ahora sólo te queda disfrutar.

Se mantuvo así durante minutos mientras mi ano no paraba de boquear espasmódicamente intentando expulsar aquello que lo dilataba sobremanera. Hasta que noté cómo mi culo parecía empezar a aceptar a su asaltante.

Roberto también debió notarlo por lo que empezó a moverse intentando adentrarse más en mí con un suave y corto vaivén mientras yo con mis manos lo intentaba empujar hacia atrás, contenerlo, no fuera a ser que le diera de repente por espetármela hasta el fondo de golpe.

Conforme entraba me iba sintiendo más y más repleto y mi piel volvía a estirarse provocándome de nuevo dolor. Mi respiración se iba haciendo más fuerte en forma de resoplidos y bufidos que más parecían los de una parturienta mientras mordía lo primero que pillaba para no gritar: la almohada, mi puño, la camiseta del pijama…

Mi agujero seguía boqueando para expulsarlo, pero el efecto conseguido era el contrario y con cada espasmo se colaba un par de centímetros más en mí. Un poco después, por fin noté su vello púbico y sus huevos rozando mi culo, estaba completamente dentro. Una extraña sensación de orgullo me invadió al verme capaz de haber aguantado esa tortura.

Roberto puso sus manos en mi vientre y empujándome suavemente hacia él, me enderezó y pegó su pecho a mi espalda, bajó sus manos hasta casi mi pubis y me susurró al oído:

– Ábrete para mí por favor. Disfruta de tu regalo.

Aquellas palabras tuvieron un efecto tremendamente seductor en mí y, en donde hasta ahora sólo había habido, dolor e incomodidad, empecé a sentir algunas notas de placer, es decir, seguía habiendo dolor, pero podría decirse que era un dolor placentero.

Dejé caer mi cabeza hacia atrás y la apoyé en uno de sus hombros, por lo que mi inesperado desvirgador aprovechó para besarme en el cuello. Sus besos y caricias me calmaban y cada vez el placer ganaba más protagonismo en mí. Roberto me empezó a preguntar cosas como:

– ¿Estás bien?, ¿te gusta?, ¿estás cómodo?

¡Se preocupaba por mí! Me sentí comprendido por él con su nueva actitud, hasta entonces había mantenido un rol más dominante que, en el fondo, por mucho que me quisiera lamentar, le agradecía ya que, si no fuera por ello, creo que jamás hubiera llegado a experimentar esos placeres. No pasó mucho rato hasta que Roberto salió de mí y me dijo:

– Túmbate boca arriba, quizá sea más cómodo para ti.

¡Joder, tenía el culo abierto!, quise volver a tenerlo dentro rápido para no sentirme vacío, así que me di la vuelta enseguida y levantando a la vez que separando mis piernas, le hice un hueco entre ellas para que se acomodara sobre mí. Un nuevo sentimiento de entrega nacía en mí.

Al ver el brillo de sus ojos que me miraban fijamente quedé como hipnotizado y, novedosamente, fui yo el que por primera vez tomó la iniciativa y lo besó, mientras él volvía a penetrarme y moverse con un sexy movimiento de caderas a un ritmo normal que yo ya era capaz de aguantar, aunque con ardor.

Toda mi vida me había considerado hetero, por lo que me resistía a aceptar que esa heterosexualidad, que estaba más que debilitada (y cada vez más con cada movimiento de Roberto dentro de mí), ya prácticamente no existía.

Poco a poco su ritmo fue aumentando, yo sabía que si continuábamos así, no iba a ser capaz de aguantar mucho más y así fue, en una de las ocasiones que Roberto se inclinó sobre mí para besarme, con el simple cosquilleo del vello de su cuerpo, unido a su ardiente y sudorosa piel frotándose contra mi polla y el propio líquido preseminal que la cubría, me corrí como nunca sobre mi propio pecho, llenando también el suyo y lanzando varios fuertes trallazos de espesa leche, quise gemir fuertemente pero, gracias a que Roberto me ahogaba con su beso, pude contenerme.

Unos segundos más tarde vi cómo Roberto se mordía los labios y agachaba la cabeza, se iba a correr y, ni él tenía la intención de salirse, ni yo quería que lo hiciera fuera, estaba claro, por lo que no tardé en sentir cómo su polla se hinchaba y palpitaba dentro de mí para disparar su caliente líquido e inundarme con él. Entonces fue mi hasta hacía unas horas, impensado amante, quien no pudo aguantar un gemido que se escuchó bastante, pero que intentó disimular simulando un poco de tos.

Yo me empecé a reír y él se desplomó sobre mi cuerpo completamente agotado mientras yo le acariciaba la espalda, le besaba un hombro y le susurraba un “gracias” a lo que él me contestó con un “a ti” añadiendo después con una pícara sonrisa:

– Ya tienes experiencia para la próxima.

Por lo que una nueva pregunta vino a mí: ¿Realmente quería repetir?, esta vez no tardé en responderme: Sí, desde luego que sí. Necesitaba liberar esa tensión que había acumulado al no poder desahogarme gimiendo sin miedo y hacerlo como una perra si era necesario.

Sentí cómo de mi culo iba saliendo el líquido que me había inyectado, cuando nos recuperamos un poco nos volvimos a vestir y nos acostamos de nuevo, quise abrazarme a él y lo hice, no me corté en hacerlo, por primera vez, con ese gesto acepté que sentía algo más que amistad por Roberto y así nos dormimos.

A la mañana siguiente, cuando me desperté seguía abrazado a él y mis padres ya se habían levantado por lo que me di cuenta de que a lo mejor me habían visto dormir abrazado a Roberto porque la puerta de mi cuarto se había quedado abierta (tampoco me importó mucho).

Lo que si me importó más fue ver sobre las sábanas y dentro de mis pantalones una mancha rosácea, mezcla de semen y sangre que era muy poco discreta, al igual que mi forma de andar debido a la irritación, por lo que intentaba no moverme mucho delante de mis padres cuando nos levantamos.

Empezaba el día de Navidad y me tocaba cumplir mi parte del trato, debía llevar a Roberto a su ciudad en mi coche, lo haría encantado, por delante, bastantes kilómetros por carretera y sólo nosotros dos, ¿Qué podría pasar?…

FIN

Espero que os haya gustado mi nuevo relato, un saludo y gracias por leer.

Deja una respuesta 0

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *