No me pude sentar en dos días después de que me follaron en el párking

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Como todas las historias que suelo publicar, son reales. Hace casi un año que no escribo, y se debe a que no he tenido ninguna experiencia destacable digna de un relato erótico, sino polvos de una noche.

INTRODUCCIÓN

Hola a todos, soy Marcos.

Os recomiendo leeros mis otros relatos, empezando por el de «Mi ojete recibe rabos en secreto» para poneros más en situación. El caso es que no, no soy homosexual, tengo novia desde hace bastantes años y además vivo con ella, pero siempre he tenido predilección por algunas pollas, las que son grandes, y sobre todo por meterme cosas por el culo. Ya en muchos polvos con mi novia ella me mete un dedo, porque sabe que me gusta, pero nunca se ha imaginado que prácticamente llevo una «doble-vida».

Y como digo, el no ser gay provoca que nunca, o casi nunca, vea las señales que otros tíos me mandan. Ya me pasó en el anterior relato del camionero.

Después de esta breve introducción, os dejo con el relato, el cual como digo es completamente real, dado que si no lo fuera ni perdería el tiempo en subirlo. No lo haré excesivamente largo porque no tengo mucho tiempo, pero será más que suficiente para contaros la historia, poneros bien bien cachondos, y sobre todo para que se me vuelvan a poner los huevos cargados a mí (que en parte es una motivación que me hace escribir).

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ANTES DEL PÁRKING

Hace dos semanas teníamos en la universidad la cena de «final del cuatrimestre», donde cada año nos reunimos en algún sitio especial después de exámenes para cenar un grupo de amigos de la uni. Eramos 11 los que ibamos ese día, y pensábamos ir a un restaurante italiano, en concreto «La Tagliatella», el cual será más que conocido por muchos.

Mi novia ese día se quedaba en casa (a veces suele venir conmigo a este tipo de cenas, aunque sean de mis colegas de la uni, dado que es amiga de bastante gente) porque a la mañana siguiente se iba de viaje con su facultad a una excursión de una asignatura. Ella estudia Biología, y por la mañana temprano salían hacia una zona rica en minerales para la asignatura de Geología. Por tanto, al no poder venir conmigo dado que después de cenar íbamos de fiesta, se quedó en casa directamente.

La cena no fue nada especial, incluso hubo alguna discusión de por medio, así que no merece la pena relatar nada de ahí. Cenamos, pagamos y nos fuimos.

Eran las 11 de la noche y empezamos a ver por qué zona salíamos. Empezamos a encontrarnos la típica gente que te regala cupones para chupitos, descuentos para fiestas, y demás. Comenzamos a entrar en distintos sitios y a beber bastante.

Cuando llevábamos una hora en ese plan, al llegar la medianoche, me encontraba hablando con un colega del antiguo equipo de fútbol cuando al girarme veo que mis amigos no están. Directamente se habían pirado. Miro el Whatsapp y veo que se han ido a un pub que está en la otra punta de la ciudad porque otro colega (de un amigo mío, yo apenas lo conocía) había pillado setas. Para los que no sepáis a que setas me refiero, obviamente a las alucinógenas. Querían pegarse un buen colocón. Mi grupo de amigos son gente bastante sana, van al gimnasio, siempre tienen dietas bastante saludables y demás, pero una vez al mes se pegan un buen ciego normalmente con marihuana.

Me jodió bastante por varias razones. La primera: no sabía donde vivía ese amigo de mi amigo. La segunda: se habían ido sin decirme nada, y el local en el que estábamos era muy pequeño, podrían haberme avisado porque estaría a unos 15 metros de ellos. La tercera: yo no soy realmente de la ciudad, sino de un pueblo que está a unos 50 kilómetros, y había ido solo, con lo cual me encontraba solo.

Entre eso y que en la cena ya habíamos tenido mal rollo, decidí pirarme a casa. Con suerte, aún podría llegar, echarme una partida a algún juego del ordenador, incluso pillar a mi novia despierta y follar un rato antes de que se vaya a dormir. No hay nada más romántico que tu novia te vea llegar cuando se supone que te vas a ir de fiesta, y vuelves para estar con ella. Todo un caballero.

Mientras iba al párking público donde había dejado el coche, pensaba en lo cabrones que eran mis amigos a veces. Capaces de lo mejor y de lo peor, la verdad. Llevábamos preparando esta noche todo el mes, un ciego de la hostia, y se lo pegan sin mi. Además, hacía un frío de cojones, pleno Enero.

¿Por qué habría dejado el coche en el párking más alejado del centro? Después, di gracias a dios por haberlo dejado allí, pero os lo cuento en breve.

Total, que llego al párking y me monto en el coche. Arranco y pienso: «hostia, tengo que sacar el ticket y pagar». Ya no se ni en qué estaba pensando. Me bajo del coche y voy a la máquina, y veo que me toca pagar 6.30€. No admitía tarjetas de crédito, obviamente, y en efectivo al abrir la cartera solo veo un billete de 5€ arrugado. Me había dejado bastante dinero en la cena y chupitos, y ni me acordaba del párking. Por lo menos llevaba 5€, era mejor que nada, así que fuí a avisar al vigilante del párking a ver si «hacía la vista gorda».

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LA FOLLADA DEL AÑO

Al acercarme a la cabina del vigilante del párking, veo como tiene las persianas bajadas. La mayoría de ellas permitían ver luz blanca desde dentro, imagino que de las pantallas. Por un momento pensé que no iba a haber nadie y que me iba a tocar pedirle dinero a alguien.

Al acercarme, veo como se levanta una persiana, se vuelve a bajar, se enciende la luz y se abre la rejilla por donde se comunica la gente.

– Buenas, ehm.. resulta que me he pasado de hora sin querer por estar de fiesta, y la máquina me pide 6.30€ y yo solo llevo 5€.

+ ¿Y qué me quieres decir con eso chaval, qué te crees, que el dinero de aquí es mío? – me dijo la voz.

Digo voz porque no alcancé a ver prácticamente nada de su cara, solo oía una voz y veía una camiseta roja a través de la rejilla. Una voz bastante grave, me dio mal rollo y encima era tarde y el párking estaba desierto.

– Es que es tarde y necesito volver a casa por un problema familiar, es urgente. Vengo mucho por aquí, podría dárselo otro día – dije esperando un milagro.

+ No. Lo siento. Pídele el dinero a algún amigo o ve a un cajero a sacar dinero.

Vaya un gilipollas. No entiendo como puede haber gente tan amargada en esta vida. En fin, lo que me imaginaba, iba a tener que llamar a algún amigo y que me indicara la dirección de la casa del otro colega. La noche no acababa aquí por lo visto…

Cuando se volvió a bajar la persiana, la luz se quedó encendida. Como aún no sabía bien qué hacer, mi instinto de persona curiosa me hizo poner un ojo a través de la persiana. Lo que vi me dejó helado.

El hombre de la camiseta roja tenía simplemente eso, una camiseta roja. Por abajo tenía los pantalones por los tobillos, estaba mirando un video porno en su portátil (el cual no podía siquiera distinguir qué era), y se estaba cascando una paja de campeonato. Con razón estaba tan de mala hostia, le había cortado la paja. Además, era negro, y la polla tampoco podía vérsela bien, pero se estaba haciendo la paja con dos manos, así que imaginaba que tenía un rabo importante.

Como siempre he dicho, no soy gay, así que mi primera reacción fue prácticamente de risa, de querer echar una foto y pasársela a mis amigos. Vaya puto espectáculo. Pero entonces, me vino a la cabeza la maravillosa idea que sieeeeempre me viene en estos momentos… Y es que, amigos míos, prácticamente tengo una enfermedad… Me encantan las mujeres, me encantan los coños, pero estoy seguro de que la parte de mi cuerpo que más placer me proporciona en la vida es mi ojete. Mi más preciado rincón, que no siempre tiene la suerte de ser satisfecho, pero que siempre espera su momento, y su momento después de casi medio año había llegado.

Volví a llamar al timbre de la cabina, la luz se encendió, y la ventanilla se subió brúscamente. Había mal rollo en el ambiente, pero no iba a dejar a mi agujero sin fiesta esa noche. No había tenido fiesta en el pub, pero sí que la iba a tener en un párking.

– Disculpa otra vez, pero… ¿y si el dinero que me falta te lo compenso ayudándote? – dije directamente, sin rodeos, soy bastante directo cuando quiero algo.

+ ¿Qué? ¿Ayudándome? ¿Tú te crees que son horas de que te metas aquí a vigilar un párking desierto chaval? Te he dicho que vayas a buscar el dinero que te falta y dejes de dar por culo – me dijo el negro, al cual podía verle la cara ahora, con gotas de sudor en su frente (tendría la calefacción puesta, jajaja).

– No no, digo con la paja, que te he visto por la persiana.

Se hizo el silencio 3 segundos. El negro se quedó petrificado, como si lo hubieran pillado matando a alguien, increíble. Después de este momento incómodo, donde llegué a pensar que iba a salir a darme incluso una paliza, sonrió y me dijo que pasara por la puerta de atrás. Y para allá que fuí, sin decir palabra, dispuesto a subir al cielo.

Al entrar, efectivamente tenía la calefacción puesta. Allí hacía un calor de cojones. El negro no sabía ni qué decir, seguía teniendo los pantalones bajados. Me sorprendió que me dejara pasar tan rápido, pero tendría los huevos muy cargados y necesitaría una mano, boca o culo que le sacara el veneno que llevaba dentro.

No me andé con rodeos, iba algo mareado por el alcohol de antes y por los nervios, así que me arrodillé y me acerqué a la silla de escritorio donde estaba sentado. Ahora que lo pienso, jamás supe si el negro era gay o no, no llegó a decirmelo, aunque por su forma de actuar seguramente no sería el primer culo que rompía.

Cogí su polla, la cual estaba algo flácida de los dos intentos de paja anteriores, y le pasé la lengua desde abajo hasta arriba. El negro se incorporó en la silla, se puso recto, como si lo bueno fuera a comenzar. Me paró, se levantó de nuevo, bajo más las persianas, y se sentó otra vez. Se le notaba algo nervioso, al contrario que a mi, que ya estaba muy muy cómodo y calentito.

– Vaya pedazo de polla tienes amigo. Que buena pinta tiene… ¿cuánto te mide? – le pregunté, quería saber el tamaño de mi verdugo aquella noche.

+ No lo se la verdad, nunca la he medido, pero creo que unos 20 – dijo sonriendo el puto negro. Era negro negro, por cierto, como los de Camerún.

– ¿20? Imposible, esto mide más jajajajajaja. Da igual, me la voy a comer de todas formas – dije riéndome.

Nunca me había gustado comer pollas, la verdad. Solo me gustaba que me abrieran bien el culo, como os conté en el primer relato, pero desde mi experiencia con el camionero, descubrí que no sólo de coños vive el hombre. Comerte una buena polla de vez en cuando era algo que ya estaba apuntado con letras rojas en mi dieta.

Cogí ese pedazo de polla y comencé a lamerle el capullo. A ojo calculaba que medía unos 23 centímetros estándo medio morcillona. Todavía no estaba tiesa, ahí sí que debía llegar a los 25 o 26. Vaya tela, me estaba dando hasta miedo.

Le chupaba el capullo en circulos, y me la metía hasta el fondo de la garganta con la lengua fuera. La sacaba, escupía, y me la volvía a meter. El ambiente se estaba calentando por completo, y a mi amigo le empezaba a dar igual todo, dado que tenía la cabeza hacia atrás y empezaba a gemir y decir cosas.

+ Ahhhh… hostia amigo, sigue chupando sigue. Vaya noche ha resultado ser esta – dijo el negro, el cual hablaba bastante bien español si os soy sincero, casi como yo.

+ Chupa chupa, entera, hasta el fondo, vaya boca de puta viciosa tienes jo… joderrrrr.. aaargggg, así, traga…

– Glup, shhrrsh, glup – era lo único que salía de mi boca.

+ Entera, hasta la garganta nene – me pidió el negro, acompañándo mi cabeza con su mano hacia abajo.

¿Cómo estaba yendo la noche tan bien? ¿Cómo había pasado todo tan rápido? Mi enfermedad por darle gusto a mi ojete, mezclado con las dos pajas fallidas de mi vigilante favorito, habían iniciado una de las mejores noches de mi vida. Mientras estos pensamientos rondaban mi cabeza, su nabo rondaba mi garganta, que empezaba a abrirse para dar cabida a semejante manjar de ébano.

Su glande tocaba la pared de mi garganta, y los movimientos del negro empezaron a tomar un compás casi rítmico, como intentando follarse mi boca. Yo estaba deseando pasar a la acción de lo que realmente me gustaba, así que no me mantuve así por más de un minuto.

– Glup, glup, glup… follame por favor, follame ya – supliqué mientras me atragantaba con ese aparato.

+ Levántate y date la vuelta, voy a prepararte el culo, ya verás que bien nos lo vamos a pasar – dijo el negro mientras se levantaba rápido de la silla, como si se le fuera la vida en ello. Pasar de hacerte una mala paja a follarte un culito apretado y depilado como el mío, es convertir una noche monótona de vigilante en una noche de placer absoluto.

Mi amigo africano me dió la vuelta y me bajó la espalda, quedándo yo apoyado en la mesa y con la cabeza apoyada en la misma. Se puso justo donde yo estaba antes, y me abrió los cachetes del culo con las manos. Yo pensaba que me iba a follar ya, y justo cuando estaba a punto de decirle que no lo hiciera, que me chupara o echara lubricante porque me iba a destrozar, vi que no hizo falta. Se había agachado, y acercó su negra cara a mi culo. El resto os lo podéis imaginar, y muchos ya lo habréis experimentado.

Sí amigos, un beso negro, y más negro que nunca la verdad. Si meterme cosas por el culo es un placer para mí, que me lo coman con saliva es directamente abrir las puertas del cielo. El negro además tenía una lengua muy larga recuerdo, y podía comerme todo el ojete literalmente de una pasada. Yo estaba con los ojos en blanco, y empecé a gemir como una perra en celo.

– Ahhhh, joder sí, si… dame lengua cabrón. Ahhhh, ohhh, ohgggg, mmmmm… – gemía como loco.

+ Qué culo más rico tienes, podría estar toda la noche chupando este agujero, parece el de una tía – dijo.

Por lo que acababa de decir, habría visto ojetes de tías, así que puede que fuera heterosexual. Era lo de menos, porque yo también lo era, y esta era la mejor prueba de que cualquier hombre en el mundo es capaz de comerse una polla, un culo o abrir un ojete masculino. Siempre, en algún momento, podemos ceder. Seas lo macho que seas, hay situaciones donde un agujero es un agujero, y hay que romperlo.

+ Te voy a ir metiendo … (lametazo al ojete) … los deditos por el culo este … (lametazo al ojete) … de putita que tienes – susurraba el negro mientras le daba lengua y saliva a mi ojete, que iba abriéndose y palpitando por tener algo dentro ya.

El negro empezó a meter un dedo, luego dos, tres… hasta que todos entraban muy muy fácilmente. Tengo esos músculos muy experimentados y no solo de follar, ya me meto cosas en casa, incluso mi novia me mete los dedos mientras follamos, así que hay mucho ejercício ahí detrás. Una vez todo estaba listo, giré mi cabeza para ver cómo comenzaba la función.

Con mi cabeza apoyada en horizontal, vi como el negro agarraba su polla y la dirigía hacia mi agujero. La vi desaparecer y le perdí la pista, ya solo veía los muslos del negro. Entonces lo noté… Ese capullo rosado llamándo a la puerta, y no hacía falta que nadie le abriera, ya iba a echarla él abajo. Y así fue.

La polla de mi amigo africano empezó a abrirse paso por mi culo. Dolía, dolía muchísimo, no lo voy a negar.

– Ahhh, ve despacio por favor, despacio, que me duele aún, es enorme – supliqué, ansioso porque el dolor cesara y empezara el mejor placer que se puede sentir.

+ Tranquiiiiilo, tranquilo nene, aguanta que lo bueno va a llegar ya – me pedía el negro haciéndome caricias en la espalda y pegándose más a mi. Me seguía doliendo.

Y llegó el momento en que mi cuerpo cedió. Tras algún mete-saca lento, llegó ese punto que siempre esperamos y que parece que tardar en llegar. Mi ano decidió que había perdido la batalla, se relajó al máximo, y dejó que ese intruso hiciera lo que quisiera. Y vaya si lo hizo…

– Ya ya, dale dale, ya puedes joder, follame el culo, dale duro – pedí ansioso de rabo.

El negro al oír esto llegó al cielo. Agarró mi cintura, se apoyó bien en el suelo, y comenzó a perforarme el agujero trasero. Cada vez iba más rápido y yo tenía los ojos literalmente en blanco.

– Ah, ah ah, ah, ah, ah, ah… – repetía al ritmo de sus embestidas.

+ Ohhh, que ojete, toma, toma… (plof plof plof plof)… toma cabrón, ahhhhhhhhh joder – gemía el negro.

– Escupe escupe, echame un lapo en todo el culo – le pedí, para que la follada siguiera en esta buena línea.

El negro sacó la polla, la cual hizo sonido de vacío al salir, como cuando descorchas una botella de champagne, señal de que estaba bien empalado. Bebió agua de una botella y empezó a echarme saliva en el culo. Una vez estaba lleno de babas, se echó hacia atrás y se sentó en la silla. Y aquí llegó la mejor parte de la noche, porque es la postura que más me gusta.

+ Ven, sientate encima, clavatelá tú solito – me invitó a hacer.

– Voy voy, me encanta esta postura – dije como loco.

Me acerqué a él y me quité los pantalones enteros, porque no quería que nada me jodiera la auténtica fiesta de la noche. Cuando estaba encima de él, cogí su polla venosa, la cual estaba caliente y a reventar, y la apunté hacia la boca de mi ojete. Y… me dejé caer.

Estaba volando, literalmente estaba en el cielo. Mis intestinos se abrían para darle la bienvenida a la polla más grande que me he follado nunca.

+ Diooooooos, que culo más caliente. Que rico nene, salta salta, quiero llenarte el culo de leche – susurraba el negro.

– Ay dios, que puto gustazo – decía yo con la cabeza hacia atrás, fruto de la follada que me estaban propinando.

Chof chof chof… era el único sonido que se escuchaba en la sala. Mis muslos rebotaban con los suyos mientras su pedazo de falo y mi culo libraban la más dulce de las batallas. Pero toda batalla tiene un final, y después de estar más de 5 minutos pegando saltos en esa polla, me corrí.

Sentir un «handsfree» es una de las cosas más bonitas de la vida, la verdad. Podéis buscarlo en cualquier página porno, pero básicamente es cuando te corres sin tocarte la polla. Yo soy un experto en esto, y cuando una polla me abre el culo y roza mi próstata, no necesito nada más. Empecé a eyacular en la barriga del negro, que al ver mi leche fue como si se acordaba que él también podía correrse, y aceleró su follada.

+ Mira que putita, se corre sin tocarse, te gusta ¿eh zorrita? ¿Te gusta como te lleno el culo? – preguntaba el negro.

– Me encaaaaaanta joder, que gusto, que maravillaaaa por dios – gemía como un poseso.

Estaba sudando, en el cielo, me había corrido y el invasor seguía dentro. Pero todo tiene un final como he dicho antes, y el negro no aguantó tal excitación y empezó a regarme el ojete con su lefa. Chorros y chorros golpeaban mi interior, los cuales aliviaban mi culo.

+ AAAAAArgrgrgggggg, siiiii, siiiiiii… toma zorra toma leche, ohhhhh dios…. – se retorcía.

Me sentía en la gloria, bien preñado, como me gusta. En esos momentos te dan igual las enfermedades sexuales, te da igual tu familia, tu orientación sexual, tu pareja… todo. En esos momentos solo puedes agarrarte bien a tu compañero de follada y prácticamente desmayarte, o al menos eso es lo que yo siento cuando estoy empalado.

Me levanté y el rabo negro salió de mi interior. Había algo de caca en la punta, no lo voy a negar, pues no me había hecho ningún enema esa noche. Al negro no pareció importarle porque se limpió con una servilleta mientras tenía una sonrisa en la cara y sus dientes blancos me deslumbraban. Yo no podía ni tenerme en pie, no recuerdo otra vez donde me hayan dejado el culo así, que puto gustazo por favor.

Me despedí del negro y nos dimos los números de teléfono, aunque no hemos vuelto a hablar pero tengo seguro que alguna vez le haré una visita, cogí algo de dinero que había en la esquina de la mesa y no pareció ni darse cuenta. Cogí el ticket y me monté en el coche, y puse rumbo hacia mi pueblo.

Mientras volvía, eran ya las 2 de la madrugada, abría y cerraba mi culo con el esfinter para notar ese escozor post-follada que se siente. Me encanta sentir eso, me pone los pelos de punta la verdad. Tengo claro que volveré a ese parking cuando me de otra vuelta por la ciudad, probablemente la semana próxima a la escritura de este relato. Espero que esté el mismo vigilante, porque de vez en cuando una buena follada de culo sienta de maravilla.

Espero que os haya gustado la historia, y aunque los diálogos sean para crear ambiente y puedan no ser exactos en ocasiones, os juro por mi vida que la historia sí lo es, y si la próxima semana me vuelven a partir en dos, os intentaré traer la historia lo antes posible amigos, porque ahora voy a cascarme una paja tremenda (recordar esto me ha puesto los huevos como dos pelotas de tenis…), ya que necesito descargar.

Marcos.

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