Una sesión de masajes que se nos fue de las manos

Valorar

Date un capricho, masajista bisex para pareja. Un masaje placentero contigo y con tu pareja, déjate mimar por unas manos expertas, que primero te relajarán y luego te excitarán, para acabar el masaje como tú desees. Masaje full body, en camilla o tatami.

Este era el anuncio que estaba leyendo en una pagina de contactos en internet.

Mi mente empezó a trazar un plan para darle una sorpresa a mi mujer.

Lo primero que hice fue pedir hora en el salón de ese masajista como un cliente normal.

Esa misma semana iría a ver si los servicios que ofrecía eran tan especiales.

Llegó la fecha y me dirigí a su salón de masajes. estaba en un barrio de la periferia al que había que conducir como una media hora para llegar. Encontré aparcamiento en la misma calle, una calle apartada del centro y muy tranquila, enseguida leí un letrero donde ponía: Zen-tro de masajes.

Se me puso una sonrisa de medio lado en la cara.

Llamé a la puerta y me abrió un joven alto y delgado.

– Hola buenos días. Tenía cita a las 12;30. Soy Mario.

– Hola Mario buenos días, soy Miguel. Espera un poco que enseguida te atiendo. – Me dijo estrechándome la mano con fuerza.

Me senté y me puse a ojear unas revistas de triatlón que tenía encima de la mesa.

Cinco minutos después se abrió la puerta y salió miguel acompañando a una mujer rubia que lucía con una gran sonrisa. Mi mente enseguida empezó a imaginar que masaje había tenido la rubia.

– Adiós Andrea, hasta la próxima.

– Adiós Miguel. Te llamaré para pedir cita. – y dándole dos besos, salió por la puerta meneando exageradamente el culo.

– Ya puedes pasar Mario.

Una vez adentro me explicó que sus masajes eran relajantes y que podía elegir el sitio donde dármelos: tatami o camilla. Elegí la camilla por comodidad.

Bueno quítate la camisa, el pantalón y túmbate boca abajo.

Hice lo que me dijo y al desabrocharme el pantalón mi polla reaccionó y se puso morcillona. Me tumbé boca abajo y metí la cabeza por el hueco de la camilla. Entonces sentí sus manos en mi espalda.

Sus manos se deslizaban por mi espalda, bajando hasta mis lumbares y por mis piernas, desde mis glúteos hasta los tobillos. Cuando ya llevaba un rato acariciándome la parte de atrás, empezó a sobarme la parte alta del culo, mi polla reaccionaba a sus masajes y se ponía más dura por momentos.

– Oye miguel. Tienes un anuncio en la página de contactos de pasión?

– Ehhhhh. Jajajajajajaja. Si, si. Tengo un anuncio especial. – Me contestó mientras seguía sobándome.

– He venido para proponerte algo. Y de paso que me alivies la espalda.

– Solo la espalda? – Dijo Miguel. Apretándome el culo y metiendo una mano entre mis piernas hasta llegar a acariciar mi ano.

– No llevaba idea de hacer nada hoy. Pero si me haces algo especial, tampoco me voy a negar. – Le dije yo, notando como hurgaba en mi agujero trasero.

– Algo se me ocurrirá. – Dijo bajando su mano hasta mis testículos, agarrándomelos y estirándolos suavemente.

Se echó aceite en las manos y está vez subiéndose en la camilla me abrió las nalgas y metió sus manos pasándolas a lo largo de mi raja una y otra vez, hasta lubricarlo todo muy bien.

– Tienes un buen culo Mario. Me gustan así, tiesos, duros y depilados. Mmmmmmm. Delicioso.

Al decir esto sentí uno de sus pulgares presionar en mi agujerito. Sabía lo que iba a pasar, no tardó ni un minuto en deslizar su dedo dentro de mí. Al notar que me dejaba hacer y no oponía resistencia, se apartó de mi sacando de mi interior ese dedo que me estaba violando.

– Date la vuelta. Que estarás más cómodo.

Mientras decía esto, empezó a quitarse la camisa del uniforme, dejando ver un torso cuidado y sin una gota de grasa, se nota que se cuidaba. Después se quitó el pantalón, dejando ver unos bóxer de Armani, en los que se notaba un bulto bastante generoso.

– Vaya paquete que tienes. -Le dije yo en tono de broma.

– Jajajajjaja. Si. No está mal. Mira lo que hay debajo.

Los ojos se me abrieron como platos cuando se bajó el bóxer muy despacio. Una polla de considerables dimensione, saltó como un resorte apuntando hacia donde yo estaba. Miguel me miraba orgulloso de ese poderoso pedazo de carne.

Yo que ya estaba boca arriba esperando su próxima maniobra, ví como acerándose mí, me puso la cabeza de medio lado, me abrió la boca con una mano y sujetándose el miembro con la otra, dirigió la punta de su gran polla hasta mi boca, cuando la sentí dentro, cerré los labios apresando esa caliente barra de carne entre ellos para con mi lengua empezar a jugar con su glande que estaba todavía creciendo. Una de sus manos fue a parar a mi polla mientras con la otra me agarraba la cabeza. Empezó un movimiento de vaivén, estaba follándome la boca. Era la primera polla que entraba en mi boca y me estaba gustando la sensación, hacía lo que a mi me gusta que me hagan, y a Miguel por los gruñidos que emitía, parecía gustarle mucho. Sus manos también eran expertas y estaba haciéndome una paja como a mi me gusta, apretándome muy fuerte la polla y llenándomela de sangre en cada movimiento de abajo a arriba. Parecía que me iba a estallar.

– Que bien la chupas cabrón. Seguro que no te has comido ninguna antes?

– No. Es la primera vez que me como una polla. -Dije sacándomela de la boca.

Con una de mis manos había empezado a hacerle también una buena paja mientras tenía la punta dentro de mi húmeda y caliente boca, jugando con mi lengua y con una buena cantidad de saliva.

– Que bien lo haces, si sigues así me harás correrme muy rápido.

– También serás el primero en llenármela de leche. Así que cuando quieras.

Al oír esto y volver a sentir mi boca succionando su polla, Miguel se puso tenso, su polla se hinchó, empezó a palpitar y acto seguido, unos chorros de abundante semen llenaron mi boca, llegando hasta mi garganta, me había sujetado la cabeza para que no pudiese moverla y casi atragantándome me estaba haciendo engullir todo su espeso regalo. Era un sabor agridulce, no me desagradó y lo tragué sin problema.

– Bufffff. Que mamada me has hecho. Impresionante. De las mejores que me ha hecho un tío. Que bueno. Mmmmmmmm. Te voy a tener que recompensar. – Dicho esto, Miguel se fue a los pies de la camilla y tiró de mí hacia abajo.

Me levantó las piernas para tener acceso a todos mis órganos de placer y dándose más aceite en las manos se sentó delante de mí.

– Prepárate que ahora te toca a ti.

Diciendo esto y con cierta brusquedad metió su dedo índice en mi culo. Le dió dos vueltas, abriéndome un poco el esfinter, intentando relajarlo cuando sin parar metió el dedo corazón también. Su otra mano estaba subiendo y bajando la piel de mi reactivada polla, haciéndome una paja magistral. Con sus dos dedos me hurgaba y dilataba el ano, que cedía y se acostumbraba enseguida a la sensación. Al poco de estar así, la presión aumentó de nuevo al meter otro dedo. Era un maestro haciéndolo, mi polla estaba al mil por cien y mi culo se empezó a menear al compás de los movimientos de la mano que me estaba follando.

– Ahora te la voy a chupar y me vas a llenar la boca a mi.

– Como quieras pero no pares de follarme con tus dedos.

Justo al acabar de hablar, su cabeza ya se había agachado en busca de mi miembro que estaba duro como una roca. Al sentir su lengua jugando con mi amoratado capullo, sabía que aquello no duraría mucho más. El placer que estaba recibiendo por ambos lados me tenía al borde del orgasmo. Un empujón de su mano con sus tres dedos dentro de mí, desencadenó todo. Un calor me recorrió el cuerpo, subiendo desde mi vientre hasta quemarme el pecho y abrasarme la cabeza.

– Me voy a correr. – Avisé gritando de placer.

La única respuesta por su parte fué múltiple, hundió sus dedos dentro de mí con toda la fuerza que pudo, su mano aumentó la cadencia de la paja que me estaba haciendo, y su boca engulló mi polla entera hasta el fondo. Y entonces fué cuando descargué un torrente de semen en el interior de su garganta. No separó la boca de mi polla pero de la comisura de sus labios brotaban hilos de leche que resbalaban por su mandíbula.

Una vez que me relajé un poco, saco los dedos de mi culo con cuidado y su boca liberó mi ya flácida polla de su interior.

– Tenias algo que contarme de tu mujer? Querías algo para ella verdad?

– Si. La quiero sorprender. Y tengo una idea que contarte.

Estuvimos un buen rato hablando y quedamos en que la siguiente semana le pediría hora para mi mujer y entre los dos le prepararíamos una sorpresa.

Pasaban los días y se acercaba la fecha que había elegido. Había pedido hora para el viernes a última hora. Así no habría clientes después y justo antes del fin de semana para después tener días libres para fantasear sobre lo ocurrido.

– Buenos días cariño, me voy a trabajar. Te he dejado una sorpresa encima de la encimera de la cocina. – Le dije a mi mujer dándole un beso de buenos días.

– Una sorpresa?

– Si una sorpresa. Te gustará, es para que te relajes para el fin de semana.

Salí por la puerta de mi casa con una sonrisa en los labios, una sonrisa de niño travieso.

Al rato recibí un whassup de Elisa.

– Y eso? Un masaje relajante? Y tan lejos?

– Me lo recomendaron y es buenísimo. Ya está pagado, solo tienes que ir.

– Ok. Esta noche te cuento como me ha ido. Me vendrá bien para empezar relajada el fin de semana.

– Disfrútalo cariño. – Le dije a mi mujer.

Pasaban las horas y me ponía más y más nervioso pensando en lo que estaría haciendo Elisa.

Mi mujer mientras tanto se había dado un baño, para empezar a relajarse, y después de secarse, se perfumo entera, no se dió crema porque supuso que el masajista la daría después aceite.

Se puso un vestido corto, ya que era verano y hacía calor. No llevaba tanga, en verano le gusta ir sin nada debajo y total suponía que luego se las tendría que quitar, así que ni siquiera se puso.

Cogió el coche y guiada por el gps llegó hasta la dirección indicada, aparcando casi en la misma puerta del salón de masajes.

Llamó a la puerta y un joven alto, delgado y un atractivo salió a su encuentro.

– Hola buenas tardes. Yo soy Miguel. – Y acercándose, le dió dos besos en la mejilla.

Elisa se extrañó de que le diera dos besos, pero los aceptó. El chico era un guapearas y después de todo la iba a tocar entera, ya que el masaje era relajante, Full Body y en tatami.

Si querer notó como su vagina se humedecía al sentir el contacto de esos labios. Pasaron a una habitación en la que solo había un tatami, rodeado por velas aromáticas. De fondo sonaba música relajante, Elisa la reconoció enseguida. Era Enigma, música new age muy sensual y excitante a la vez. El clima de la habitación era cuanto menos sugerente y propenso para un momento íntimo.

– Por favor. Desnúdate y túmbate boca abajo. – Le pidió Miguel a mi mujer, mientras preparaba los aceites y las toallas.

Elisa se tumbó boca abajo como le había pedido su masajista.

– Ahora cierra los ojos y relájate. Déjate llevar.

Mi mujer muy obediente, cerró los ojos y se dispuso a recibir un masaje relajante.

Miguel entonces abrió una puerta que daba a una habitación contigua, en esa habitación estaba yo desnudo esperando una señal. Salí a la habitación de tatami y me acerqué a mi mujer, sin decir nada, me unté las manos con aceite y frotándolas para extenderlo, las puse sobre los hombros de mi mujer. Noté su reacción, dió un respingo y sus piernas se entreabrieron como un acto reflejo. Seguí con movimientos circulares en su espalda para relajarla. Miguel se había sentado cerca de nosotros y con una mano se acariciaba su pollón, contemplando el espectáculo.

Mis manos se deslizaron por la espalda de mi mujer hasta sus nalgas. Empecé a amasar sus glúteos, a sobar su duro y tieso culito. Ella lo levantaba ofreciéndomelo todavía más, pensando que era Miguel el que lo hacía. Pasé a sus piernas, recorriéndolas sin prisa desde arriba hasta abajo y a la inversa. Cuando llegaba a la parte de arriba de sus muslos, metí las manos por el interior, llegando hasta su coño, rozándolo suavemente.

Elisa abrió las piernas dejándome hacer, y yo comencé a urgar en su húmedo coño.

Esa actitud de zorra de mi mujer me estaba poniendo muy cachondo y mi polla estaba a tope, lo mismo que la de nuestro masajista, que lucia enorme, mientras no paraba de sobársela. Le hice una seña y se acercó hasta nosotros.

– Date la vuelta. Ponte boca arriba y abre los ojos.

Mi mujer muy obediente se dió la vuelta y cuando abrió los ojos y nos vió, no podía ni articular palabra.

– Hola cariño. Esta es tu sorpresa. – Le dije a mi mujer mientras alargaba mi mano y cogía la polla de Miguel para enseñársela

– Vaya sorpresón. Es enorme. Pero que haces tú aquí? – Dijo mi mujer mirándonos a los dos.

– Te vamos a dar un masaje a cuatro manos y luego follaremos todos. -Dijo Miguel.

– Mmmmmm. Eso suena muy bien. Pero tú y yo hablaremos luego en casa. – Dijo Elisa mirándome a los ojos con una sonrisa pícara asomando en su cara.

Con mi mujer tumbada y a nuestra merced, los dos nos dimos aceite en cantidad en las manos y acto seguido comenzamos a embadurnar y sobar el cuerpo de Elisa, que estaba con los ojos cerrados y dejándose hacer. Yo me ocupaba de sus piernas, mientras Miguel se ocupaba de sus pechos y el resto de la parte de arriba. En esa posición, nuestro masajista había aprovechado la ocasión para hacer lo mismo que me había echo a mí la semana anterior y sujetando la barbilla de mi chica, había metido su enorme polla hasta donde le cabía , Elisa respiraba como podía con ese trozo de carne metido hasta la garganta. Mis dedos estaban dilatando el coño de mi mujer que estaba derretido literalmente. Muy húmedo y tan abierto que mis dedos entraban y salían con una facilidad que nunca había notado. Estaba más que preparada para recibir el pollón de Miguel.

– Quien de los dos me va a follar primero? Tengo el coño echo agua y ganas de que me folléis los dos.

– Fóllatela tú Miguel. Ábrele el coño. Luego la follaré yo con el coño bien abierto.

Miguel no dijo nada, fué hacia una mesita, abrió un cajón y sacó un preservativo. Yo me retiré de sus piernas, dejando sitio para que se colocara él. Me puse de rodillas junto a su cabeza y girándola, metí mi polla en su boca. Elisa empezó a hacerme una mamada de impresión. Mientras Miguel se había colocado entre sus piernas, se las había levantado y con su coño expuesto al máximo le dió un lametón en los labios, succionándolos y estirando de ellos. Mi mujer sacó mi polla de su boca y volviéndose hacia él, le dijo.

– Vamos. Reviéntame cabrón, follame hasta reventarme.

Entonces, y sin moverle las piernas, Miguel se incorporó y sujetándola de los tobillos, posó la punta de su hinchada polla en los labios del coño, rojos e hinchados por la excitación, cuando sintió que estaba en la posición correcta, empezó a empujar. Elisa alternaba miradas entre la cara de su follador y su polla. No se perdía detalle de cómo esa barra de carne la estaba perforando centímetro a centímetro. Notaba su calor y su grosor, lo que la hizo tener un orgasmo casi inmediato.

– Ahhhhhh. Me corro,siiiiii. Como me abres el coño. Dios que bueno. Sigue follándome así. -Dijo mi mujer, y acto seguido me agarró la polla y se la llevó a la boca, donde siguió con su magistral mamada.

Miguel embestía con fuerza a mi mujer, arrancándole gemidos a cada empujón. Al rato de estar así, cambiamos de postura. Entonces mi mujer se puso de rodillas y nosotros a su lado de pie, de manera que nuestros miembros quedaban a la altura de su boca. Sujetándolas, comenzó a alternar entre una u otra para seguir mamándonos a los dos a la vez. Siempre tenía la boca ocupada. Poco después se puso a cuatro y pidió:

– Vamos folladme cualquiera de los dos.

– Me la voy a follar yo, que tengo ganas de notar su vagina abierta y chorreante. -Dije mirando a Miguel y viendo cómo este se quitaba el condón.

Tomé posición detrás de mí mujer y Miguel se colocó a mi lado, nada más metérsela a Elisa y empezar a moverme y a empujar con todas mis fuerzas, sentí una mano deslizándose por mi culo, metiéndose entre los cachetes y separándomelos. La sensación me encantaba y eso unido a la sensación del coño abierto de mi mujer, me hacían empujar con más fuerza. Moviendo las caderas de manera exagerada. Metiendo y sacando mi polla entera en cada embestida. Sus gemidos y la repentina presión en su coño me indicaban que estaba sin parar de correrse. Sentí como un dedo invadía la intimidad de mi culito de forma repentina, solté un gemido y continué follando a tope. Otro dedo lo acompañó pronto y noté como se me dilataba el ano. Llevé una mano hasta el miembro de Miguel que estaba a tope y le dije mirándolo fijamente:

– Que quieres? Follarme?

– Si. Te quiero follar el culo. Desde el momento que te ví.

Elisa giró la cabeza y se metió en la conversación.

– Le vas a follar? Nunca ha probado, y con lo grande que la tienes lo vas a reventar.

– Tiene el culito muy dilatado, le entrará bien. Le daré lubricante especial. – Miguel se levantó y fue de nuevo hasta el mismo cajón de antes. Sacó otro preservativo y un tubo de gel dilatador anal.

El masajista tomó el mando de la situación y cambió posiciones:

– Mario, túmbate boca arriba, y tú Elisa siéntate en su cara para que te coma el coño mientras me lo follo.

Nos colocamos en esa posición y pronto sentí el gel dilatador en mi ano. Estaba frío, pero en cuanto empezó a meterme los dedos, mi interior empezó a arder, la fricción era deliciosa y él entrar y salir de sus dedos me estaban poniendo muy cachondo. Mi polla parecía reventar con esa estimulación. Elisa había puesto su coño en mi boca y mirando hacia adelante, no se perdía detalle de la operación.

– Vamos, fóllatelo. Quiero ver como lo desvirgas con ese pollón.

Miguel sacó sus dedos y poniéndose el condón me levantó más aún las piernas y apuntando su polla empezó a empujar.

Sentí un calor abrasador y una presión que nunca había sentido, noté como seguía empujando y como se abría paso en mi interior. No sentí dolor, pero si mucha presión. Empezó un suave movimiento de vaivén mientras yo notaba cada vez más adentro como se abría mi interior como nunca antes. Cuando la metió entera mi mujer cogió mi polla y empezó a menearla llenándomela de sangre y poniéndola a punto de estallar. Miguel y ella se miraban con complicidad mientras yo con la polla metida hasta adentro, lamía y succionaba sin parar el coño de Elisa, que cuando vió la polla desaparecer entera. Tuvo un orgasmo casi inmediato.

– Ves como si que le cabía entera?. – Le dijo Miguel.

– Luego la quiero en mi culo. Quiero sentir lo mismo. Que a mi seguro que me cabe. Luego me follareis los dos a la vez. – Respondió mi mujer.

los suaves vaivenes del masajista se transformaron en embistes brutales, metiéndome toda la polla hasta que sus testículos golpeaban violentamente mi culo. La sensación era de dominación total. Me estaba reventando el culo, y me gustaba la sensación. Estaba a punto de correrme cuando Elisa que lo notó, paró todo para que nos calmáramos y la folláramos a ella.

– Parad pareja de sementales, que os vais a correr y yo todavía quiero más. Quiero mi ración doble de polla. – Bajó de encima mío e hizo que Miguel saliese de mi culito. Entonces ella se puso a horcajadas encima mío y poniendo el culo en pompa le dijo a Miguel. – Ahora ábreme el culo y me follais los dos.

Nuestro follador, se cambió el condón y lubricándo está vez el culito de mi mujer se la metió de un solo golpe hasta más de la mitad. Mi mujer dió un grito de sorpresa y dijo.

– Ten cuidado animal. Que me vas a desgarrar.

– Las zorras que se corren como tú tienen el culo dilatado y preparado siempre. No te quejes y disfruta.

Le sujetó del pelo y de otro empujón enterró su falo entero dentro del interior de mi mujer, que cedió ante el asedio de ese ariete de carne que era la polla de Miguel.

Yo acariciaba los pechos de mi mujer, pellizcando sus duros pezones, mientras notaba el movimiento de vaivén de sus cuerpos encima mío. Esperaba el momento de metérsela con mi miembro a tope.

– Vamos. Folladme los dos.

Detuvieron sus movimientos y una de las manos de Elisa, bajó hasta mi polla, sujetándola se fué sentando encima, metiéndola en su coño. Miguel estaba dentro de su culo y la presión era enorme. Los ojos de mi mujer se pusieron en blanco y un grito se escapó de su boca, cuando sintió las dos pollas en su interior.

El movimiento iba a ser complicado ya que la presión, sacaba la polla de otro cuando enpujábamos. Nos coordinamos y cuando uno entraba, salía el otro, de manera que siempre tenía un agujero ocupado. El roce de esa polla en el interior de mi mujer me estaba volviendo loco, los tres estábamos en trance. Era la mejor follada para Elisa hasta la fecha.

– Me voy a correr, avisó Miguel, rompiendo la magia del momento.

– Yo también. – Dije mientras notaba que el calor iba aumentando en mi vientre.

– Correos en mis tetas.

La aparté de encima mío y acto seguido se puso de rodillas. Nosotros nos pusimos de pie, a Miguel le dió el tiempo Justo para quitarse el condón. A la segunda sacudida de su mano, un chorro de semen salió despedido y fue a parar al cuello de Elisa, el segundo a encima de las tetas y lo restante al mismo sitio. Al ver ese espectáculo, me empecé a masturbar muy fuerte, lo que desembocó en una corrida enorme con chorros de leche que llenaron el pecho de mi mujer.

Elisa era un espectáculo, sus tetas estaban llenas de leche, sus pezones, su canalillo, su cuello, todos sus pechos.

Se puso de pie entre los dos y nos dijo:

– Ahora me las vais a limpiar. Los dos.

Nos cogió de las cabezas y las dirigió hacia sus tetas, para que diéramos buena cuenta de sus pechos rebosantes de leche. Pasamos un buen rato limpiando con nuestras lenguas sus tetas, hasta dejarlas sin una gota de semen. Cuando acabamos con nuestra tarea. Elisa se volvió hacia mí y me dijo:

– Ahora vete a casa y espérame allí, que a mi todavía me tienen que dar un masaje relajante.

Y cogiendo de la mano a Miguel, se fué al centro del tatami y se tumbó boca abajo. Retirando su pelo, ladeó la cabeza y le dijo a Miguel.

– Ahora te toca a ti solo.

Deja una respuesta 0

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *