De tanto leer se me antojo coger con mi primo
Me encantan los relatos eróticos. Cuando era pequeña, encontré escondidas unas novelas que mi mamá leía en la cocina. Eran esas historias que hoy llamaríamos “hot mom”. Por eso cuando encontré esta página, no pude dejarla. Me gustan todos los relatos, pero últimamente me calienta mucho leer el sexo entre primos. Me parece que no es tan grave, como hacerlo con tu hermano o con tu padre, o quizá solamente es mi forma de no sentirme culpable.
Pues de tanto leer, pensé que yo también quería probar. Y no era difícil elegir. La verdad es que tengo primos de todas las edades, que se dedican a diferentes cosas. Elegí a uno que es menor que yo por 5 años, yo tengo 35. Aunque no lo había pensado antes, sí me he dado cuenta de que a él le gusta siempre abrazarme “bastante” cuando son las reuniones familiares, y hasta lo he cachado un par de veces viéndome las tetas cuando me agacho por algo. Además me encanta su barbita, es mucho más alto que yo, y se dedica a la fotografía. Ese fue el pretexto.
Un domingo de carne asada en la casa de la abuela, decidí probar suerte. Llevé una falda larga holgada, con un top corto y escotado. Una chaqueta ligera encima. En cuanto llegué a saludarlo, sentí sus manos en mi espalda apretándome hacia él, como de costumbre, pero esta vez su mano recorrió mi espalda al darse cuenta de que no llevaba brassier. Al separarnos, lo noté cómo me veía el escote tratando de comprobar lo que con su mano sospechaba. Yo sonreía.
Durante la comida decidí darle buenas vistas de mis tetas, me levantaba y agachaba para recoger cualquier cosa, y él, desde donde estaba sentado, no perdía pista. Rato después, me alejé de las mesas, asegurándome de que él me viera, y me fui a un pequeño sillón, donde me acomodé, de forma que cruzaba las piernas subiendo mi falda. Empecé a revisar el celular y no tardó él en llegar.
– ¿Un tequila, primita?
– Claro, pero suavecito porque se me sube muy pronto.
Sin más, se fue y regresó con dos vasos bastante cargaditos. Empezamos a platicar de lo más natural, pero sus ojos se iban a mi escote cada vez de forma más obvia.
– ¿Pues qué tanto me miras? -, le pregunté sonriendo
– Nada, primita -, contestó él medio chiveado.
– Mmmmhhh…, y yo que pensé que me estabas viendo cara de modelo y querías que posara para ti.
– ¿Lo harías? -, dijo él con ojos de plato.
– ¡¡Ay, claro!! Ya sabes que eres mi primo favorito.
Las risas siguieron y también el tequila. Yo estaba más que desinhibida en ese momento y argumentando que aumentaba el calor, me quité la chaqueta, haciendo que el primo tragara saliva con el show de mis tetas sin sujetador.
– ¿Y por qué no vamos de una vez a hacerte unas fotos, prima? Hoy te ves muy pero muy guapa.
– Oye, pues no es mala idea. Además aquí la fiesta ya está muy aburrida.
Lo bueno de querer cogerte a un primo es que nadie nota nada malo. Así que cuando nos despedimos para ir a su casa, nadie dijo nada.
Llegamos caminando, no estaba lejos. Su casa estaba sola porque mis tios y sus hermanos seguirían en la fiesta hasta bien tarde.
– ¿Cómo quieres que me ponga?-. le pregunté con carita inocente.
– Hace rato en el sillón te veías bien linda. Acomódate y voy por la cámara.
Así lo hice. Bajé un poco más el escote del top, me senté en el sillón de tres piezas y crucé mis piernas encima, quedando semi acostada. Mi primo llegó en pocos minutos con su cámara y con un par de cervezas.
– ¡Primooooo! ¡¡Tequila y ahora cerveza?? Me quieres emborrachar, ¡¡eh!!
– Hace calor, prima, y nunca cae mal una cervecita.
Tomé la cerveza que me ofrecía mientras él acomodaba el tripié de su cámara y colocaba todo lo necesario.
– A ver prima, primero así, tu brazo detrás, así como la del titánic, ¿te acuerdas?
– ¡¡Claro, primo!! Pero esa vieja estaba desnuda – Y solté la carcajada.
– ¡No cómo crees? Yo no te pediría eso, nada más quiero verte cómo te queda esa pose.
– Ay bueno, que igual con lo borrachita que ya me siento, pues chance te diría que sí a todo.
Claro que no estaba tomada, soy de mucho aguante. Pero además de la fantasía de coger con mi primo, siempre había querido que alguien me manoseara creyendo que yo estaba borracha, pero sin estarlo. Así empezó a tomarme varias fotos, llegó la segunda cerveza, luego la tercera, la cuarta… En ese momento ya no sabía si yo estaba fingiendo o si de plano ahora sí estaba muy tomada. Entre foto y foto y entre cheve y cheve, el primo se acercaba a decirme cómo acomodarme, tomaba mis brazos, mi cintura, movía mis piernas y en cada cambio, rozaba como no queriendo mis pechos que ya marcaban los pezones. Yo me dejaba hacer fingiendo que era por el amor al arte de la fotografía.
– Primoooo… ya fueron muchas fotos y me siento medio mareada.
– Tranquila prima, ya acabé con las fotos, ¿te quieres acostar mientras guardo esto?
– Sí, primo, a ver si puedo descansar poquito.
Se fue entonces a dejar sus cosas y yo supe que era mi momento. Entre mareada y cachonda me acomodé de perfil en el sillón, dejando mis nalgas casi al aire. Subí mi falda pareciendo que era descuido y fingí dormir esperando que él hiciera el resto.
No me equivocaba. En instantes llegó él y al notarme dormida empezó a hablarme bajito, midiendo qué tan perdida estaba. Luego de varios intentos por despertarme con su voz, empezó a tocar mi espalda. Yo seguía en lo mio, actuando a la perfección. Con más confianza, bajó su mano a mis nalgas y las dejó ahí esperando mi reacción. Al notar que nada hacía yo, subió más la falda, para ver mis nalgas por completo.
– Pinche prima…
Amasó mis nalgas cada vez con menos cuidado. Así, todavía de lado, sentí cómo metía su mano por debajo de mi top para tocar mis pechos. Yo quería hacérselo aún más fácil, así que aun con los ojos cerrados, me giré para quedar completamente boca arriba. Él se detuvo al pensar que yo despertaba, pero no quitó su mano que rozaba mi pezón durito. En esa posición era más sencillo todo para él. Bajó mi top hasta mi cintura y se dedicó a chuparme con todas las ganas. Sentía su lengua y no pude evitar gemir un poco. Él paró de nuevo, pero yo parecía en verdad sumida en un buen sueño. Quiso ir más allá y me bajó la falda encontrando mi tanga húmeda y mi sexo depilado.
– Se me hace que eres bien zorra, prima.
A partir de ahí se dejó de cuidados. Creo que sospechó que yo fingía porque ya no le importó que yo me despertara. Metió sus dedos en mi vagina y empezó a masturbarme, mientras la otra mano apretaba mi pezón y su boca chupaba mi otro pecho. Vaya con el primo, a su edad sabía muy bien hacer lo suyo. Me esforcé bastante para no correrme con el buen trabajo que me estaba haciendo en todo el cuerpo.
De rato, se detuvo. No sabía lo que estaba pasando, yo seguía con los ojos cerrados. Entonces lo sentí encima de mi abriéndome las piernas, me clavó de un solo movimiento su pene y grité de placer.
– Deja de fingir, putita, y mírame mientras te cojo.
La frase, el morbo, casi me corro. Abrí mis ojos y encontré la mirada más viciosa que había visto. La escena me calentó aún más. Ahí estábamos los dos, cogiendo como locos en la sala donde tantas veces convivimos en familia. El sillón de mis tíos, la sala de mis primos. Yo arañaba su espalda y levantaba mi cadera para sentirlo aún más duro, aún más dentro. Él siguió bombeando y yo jadeaba.
– ¿Leche, primita?
– Sí, por favor.
Entonces se descargó por completo. Mi vagina se aferraba a él y lo ordeñaba hasta sacarle todo.
– Eres una puta, prima.
– ¿No me digas que no me traías ganas, cabrón?
– Pues sí, llevo muchas pajas pensando en ti.
– Pobrecito, necesito compensarte por eso.
– Pero primero déjame agradecerte la cogida, prima.
En un segundo bajó a mi entrepierna y empezó a comerme toda. Su leche, mis jugos, todo. Pero qué buena lengua me estaba dando. Me abría más y más de piernas y el parecía cogerme con la boca. Tanto que no tardé en correrme y él se chupó todo lo que salía de mi.
– Ahora sí, primita, págame el favor.
Se quitó de encima y yo entendí lo que quería. Me levanté, él se acostó mientras yo me ponía de rodillas en la alfombra para dedicarle la mejor mamada que he hecho en la vida.
– Prima!!! No te conocía estos talentos… has de tener a todos bien pendejos con esa boquita.
Sonreí sin separarme de su pene. Quería que viera lo que una mujer de mi edad sabe hacer. Entre chupadas, pajeadas, tragándome todo.
– Prima, ya, ya, por favor, me corro.
Quería quitarse pero no lo dejé, haciéndolo explotar en mi boca, tomándome toda su leche dejándolo limpio.
– No manches prima… por estas mamadas hasta te pagaría.
– Pues aprovecha que hoy me tienes gratis.
Seguimos jugando, para esa hora ya estaba fresco y habíamos tomado una manta para cubrirnos. Cuando escuchamos el sonido de la reja en la puerta, se levantó de un brinco.
– Tápate y no te muevas -, me dijo y se fue corriendo a su cuarto.
Hice lo que me dijo y miré alrededor buscando que nada delatara lo ocurrido. Cerré los ojos y esperé. En unos minutos abrieron la casa mis tíos que llegaban bastante contentos. Alcancé a escuchar la voz de mi tío un poco más alegre de lo normal y arrastrando un poco las palabras.
– ¡Hijo!, ¿qué passsó?, ¿dónde andasss? –
Mi primo salió de su cuarto extendiendo los brazos hacia arriba como si acabara de despertarse.
– ¿Eh? Nada, me quedé dormido. Ah, mi prima se quedó dormida en el sillón mamá, ¿le avisas a mi tía? Yo creo que ya no se levanta en toda la noche, se tomó unas cervezas de más.
– Claro hijo, yo le aviso. Lo bueno que está con nosotros y no anda de borracha quién sabe dónde o con quién.
Mi corazón parecía salirse. Temía que quisieran levantarme y que se dieran cuenta de que estaba prácticamente desnuda en su sala.
– Bueno, iré a traerle otra cobija a esa niña -, escuché decir a mi tía.
– Tú ya vete a acostar, mujer, yo me encargo -, contestó el tío.
Le dieron las buenas noches a mi primo, los otros primos también se fueron a su cuarto. Las luces se fueron apagando. No podía creer la suerte que había tenido. Me había cogido a mi primo favorito en su casa, en su sala, en el sillón de la familia. Sonreía, mi sexo ardía de tantas cogidas que nos habíamos dado. Me llevé la mano a mi conchita húmeda, que aun adolorida quería más guerra. “Sí soy bien puta”, pensé.
Entonces escuché la voz de mi tío.
– Sobrina, sobrina, ¿estás dormidita? Te traigo otra cobija.
¿Qué debía hacer? Entonces mi tío se agachó para colocarme la cobija y empezó a acomodármela en el cuerpo. Parece que no terminaba de acomodarla porque seguía pasando sus manos por mis hombros, mis piernas. Me estaba tocando de más. Eso no lo esperaba. Sudé frío. De repente sentí cómo bajaba las cobijas y mi top, dejando al aire mis tetas. No podía creer lo que estaba pasando y menos cuando empezó a pellizcarme los pezones. Escuché unos ruidos extraños y aprovechando la oscuridad, entreabrí un ojo. Mi tío se había desabrochado el pantalón y se pajeaba.
– Ora sí cabrona, por andarme calentando hace rato en la comida.
Siguió pellizcando, jalando, se agachó a chuparme como si pudiera sacarme leche. Se levantó y de repente sentí unos chorros cayéndome en la cara, me estaba tirando su leche encima. No podía creerlo. Escucharlo hablarme así, sentir su semen corriendo por mis mejillas, me pusieron tan cachonda que no pude evitar abrir la boca y sacar la lengua intentando limpiar algo.
– Pinche zorra, si ya sabía que eras una mama vergas.
Me acercó de nuevo su ya flácido pene y lo metió en mi boca. Haber probado a su hijo y ahora probarlo a él, me hizo saber lo perdida que estaba. Me dediqué a chuparlo con todas las ganas que tenía. Su pene reaccionó en poco tiempo, lo que me sorprendió por la edad de mi tío. La posición era un poco incómoda para mí, así que me incorporé para sentarme y quedar bien frente a él y seguirlo mamando.
– ¿Ya estás bien despierta, puta?
Hice un ademán afirmativo con la cabeza sin dejar de pasar mi lengua por sus huevos. Seguí y seguí hasta que de nuevo se corrió, esta vez dentro de mi boca, como había hecho su hijo un par de horas antes.
– ¡Qué buena puta eres! Pero esto no se acaba aquí. Quiero partirte el culo, nada más deja que me reponga, no soy como mi hijo que puede darte rabo tantas horas seguidas.
Me quedé en shock. ¿Cómo supo lo que había ocurrido? Se rio al ver mi cara, pellizcó de nuevo mis pezones y se fue a su cuarto.
Lo que pasó el resto de la noche, lo contaré en otra ocasión, y si les ha gustado, no olviden escribirme a [email protected] Besos húmedos a todos.