Dominando a su marido sumiso a su gusto
Una pieza de música clásica sonaba en nuestro dormitorio iluminado por velas… Estábamos en penumbra… Miré a mi encantadora esposa Lola y observé que estaba de rodillas frente a mi chupando mi pene, haciendo que creciera rápidamente y se expandiera en grosor… Me estaba dando lo que se dice, una buena mamada.
Esto era algo que no me esperaba.
Desde que mi esposa me hizo firmar un contrato de «esclavo», hace más de seis meses, en el que acepté renunciar a todos mis derechos como esposo y someterme a ella como esclavo a tiempo completo, había sido relegado a tener un solo orgasmo al mes… No me permitía tener relaciones sexuales con ella, ni masturbarme sin su permiso… Ella controlaba mis orgasmos con mano férrea, como lo hacen todas las mujeres dominantes.
Mientras pensaba esto, su cabeza continuó moviéndose hacia arriba y hacia abajo a un ritmo constante mientras sus labios me llevaban rápidamente al punto de no retorno, es decir, a correrme.
Habían pasado cuatro semanas muy largas desde mi último orgasmo, y podía sentir llegar una corrida de proporciones épicas preparándose para estallar… No era tan ingenuo como para pensar que Lola me iba a permitir eyacular y mucho menos en su boca… Conocía a mi esposa… Algo más iba a pasar y probablemente no sería agradable… Esta iba a ser nuestra primera vez en jugar a un juego en el que ella quería que yo estuviera al límite para la ‘fiesta’ de esta noche.
Cuando mi polla comenzó a latir anunciando la llegada del inminente orgasmo, mi esposa repentinamente detuvo sus manipulaciones orales y comenzó a atar un largo cordón de cuero negro alrededor de mis testículos… Con rapidez dio tres vueltas a mi saco escrotal con el cordón y luego lo cruzó dos veces por encima y debajo de cada uno de mis testículos para que se separaran como ciruelas púrpuras maduras a punto de estallar… El golpe de gracia ocurrió unos segundos más tarde, cuando ella enredó repetidamente el resto del cordón alrededor de la base de mi polla y luego ató los dos extremos… Esto cortó el flujo de sangre a mi ingle, y no tardé mucho en que un intenso dolor apareciera de inmediato.
Mi esposa Lola recogió la mordaza y las esposas que estaban en el suelo y luego se puso de pie para poder ver mejor como quedó su trabajo terminado… Frunciendo los labios como si estuviera sumida en sus pensamientos, dio un paso atrás y me sonrió con picardía.
– «¿Te duele?», me dijo.
– «Un poco», respondí.
– «¿Sólo un poco?»
– «Pregúntame de nuevo dentro de una hora», le dije.
– «¿Por qué?»
– «Porque para entonces mi polla y pelotas probablemente serán de un tono azul oscuro y el dolor, insoportable.»
– «No quiero esperar una hora», me dijo.
Lola dio un paso adelante, agarró mis testículos con su mano enguantada de cuero, y los apretó hasta que mis ojos comenzaron a llorar… Un sendero de lágrimas comenzó a correr por los lados de mi cara y un profundo gemido de agonía escapó de entre mis labios…Pero, no grité.
Lo que yo quería era experimentar dolor sexual y mi esposa lo sabía.. Uno de sus objetivos era no sólo ayudarme a convertir mis fantasías oscuras en realidad, sino también a satisfacer mi retorcida necesidad de sentir mucho dolor a manos de una mujer dominante.
Realizando este tipo de practicas, ambos sentíamos aumentar nuestra secreción de adrenalina y buscábamos nuevas formas de que esta secreción fuera continua… Lola me dijo después de casarnos que el destino la había traído a mi vida para que pudiera infligirme dolor y sufrimiento… Y yo le creía.
– «¿Cómo te sientes ahora?… ¿El dolor es más intenso?», me preguntó.
– «Sí”, dije.
– «¿Sí?»
– «Sí, me duele mucho más que antes, señora.»
– «Pero, ¿duele lo suficiente?»
– «No, señora!»
– «Eso es lo que necesito saber.»
Lola continuó apretando mis testículos con su mano derecha mientras me miraba a los ojos.
– «No sé si podré soportar más dolor… Me duele mucho», le dije.
– «Yo espero que sí.»
A mi esposa le encanta hacerme sufrir, hasta el extremo que su coño se moja y se excita sexualmente cuando no encuentra limites a infligir dolor… Nada para ella es tabú y es capaz de hacer cualquier cosa, alcanzando explosivos orgasmos.
Colocando sus suaves y rojos labios sobre mi pezón izquierdo, Lola lo besó y lo chupó hasta que la pequeña protuberancia se endureció.. Entonces sentí sus dientes afilados mordiéndolo, sacando sangre y haciendo que temblara incontrolablemente… Soltó mis dolorosos testículos y envolvió sus dedos enguantados alrededor de mi dura polla, acariciándola con una ferocidad enloquecedora, desafiándome en silencio a correrme sin su permiso.
Yo sabía lo que ella estaba haciendo pues una de las reglas más estrictas en nuestra casa es que eyacular sin el permiso de mi esposa se traduce en el peor castigo posible.
Si mi semen saliera ahora disparado sin permiso, tendría que soportar los azotes más severos que uno se puede imaginar… Esto era algo que sabía por experiencia personal y fue un error que nunca quise repetir… Amaba a mi esposa, pero también le tenía miedo… Comprendí el lado sádico de su personalidad y supe exactamente lo que ella era capaz de hacer cuando se la provocaba.
– «¿Te gustaría correrte?», dijo ella bromeando.
– «Sí”, respondí.
– «¿Crees que te has ganado el derecho a correrte?»
– «No, señora.»
– «Veremos cómo te portas esta noche y tal vez te recompense después con una corrida.»
Lola liberó mi pene justo a tiempo… No habría durado otros diez segundos antes de estallar finalmente en su mano enguantada… Ella miró su palma con evidente disgusto y un gran ceño fruncido cruzó su cara.
– «Mira lo que le hiciste a mi costoso guante… Es asqueroso», dijo ella, levantando su mano para que la viera.
Bajé la mirada hacia la palma de su mano y vi el brillo del líquido del semen sobre el cuero negro.
– «Lo siento… No fue mi culpa», le dije.
– «Entonces, ¿de quién es la culpa, eh?… Porque creo entender que estás diciendo que la culpa es mía», dijo.
– «No, señora.»
– «Tendré que castigarte por este acto horrible… Ahora, lame el semen de mi guante», dijo colocando la palma de su mano contra mis labios.
Rápidamente comencé a lamer el líquido pegajoso de su guante de cuero… Me encantaba el olor a cuero y ya estaba acostumbrado al sabor de mi propio semen pues cada vez que Lola me permitía tener un orgasmo, siempre me ordenaba que limpiara el desorden con mi lengua… No importaba si eyaculaba en el suelo de la cocina, en la pierna de mi esposa, en su mano, en un par de sus medias sucias, o en sus botas de cuero negro… Una vez que me corría, tenía que lamer el semen o arriesgarme a tener un nuevo orgasmo, un período de tiempo mucho más largo.
– «Ya está bien… Lo has limpiado… Ahora, voy aplicarte tu castigo… Voy a traer una regla de madera para golpear tu polla… Creo que necesitas una buena paliza por lo que has hecho» me dijo, quitando su mano de mi boca.
Ví a mi esposa retroceder un par de pasos para verme bien… Se quedó allí parada vestida solo con medias negras, zapatos de tacón de aguja negros y guantes de cuero negros… Su cabello castaño estaba recogido en un moño apretado, dándole a su hermoso rostro un aspecto más severo… Lola también se había aplicado un ligero toque de maquillaje en sus ojos oscuros y en sus pómulos, acentuando sus rasgos aristocráticos para parecerse aún más a una verdadera diosa.
– «Date la vuelta y coloca tus manos detrás de tu espalda», dijo.
Sentí sus esposas en mis muñecas y luego colocó un bozal de una pelota de goma en mi boca y la sujetó firmemente con su correa de cuero detrás de mi cabeza… Quedé completamente a merced de mi esposa.
Lola se apretó contra mí, carne contra carne, besando la parte de atrás de mi hombro desnudo y luego el costado de mi cuello… Sentí su aliento caliente en mi oído… Sus manos enguantadas de cuero se deslizaron alrededor de mi cuerpo desnudo… De repente, con una mano agarró mi polla con un agarre parecido a un tornillo de banco, levantándola hacia arriba, mientras que con la otra mano sujetó mi pezón derecho y lo torció brutalmente… Lo que estaba haciendo me excitó tanto que el impulso de correrme fue abrumador.
– “¿Tienes miedo?”, dijo ella.
Asentí con la cabeza.
Mi esposa me mordió en mi oreja derecha y se echó a reír.
– «Tal vez te dejé que me veas o simplemente me escuches mientras Raúl me folla… ¿Esto te excita?»
Asentí de nuevo.
– «Puedo imaginarme la gran polla de Raúl golpeando dentro de mí coño mientras tú estás a los pies de la cama, mirando como soy follada», dijo Lola susurrándolo en mi oído.
Ella quería que me imaginara esto y trataba de excitarme ante la idea de que Raúl estaba entre sus piernas, empujando repetidamente su polla dentro del coño o del culo de mi esposa.
De repente pude sentir su pelvis frotándose con avidez en mis nalgas como si estuviera tratando de follarme por detrás.
Me llevó a nuestro dormitorio y luego se fue… Mientras estaba solo, me di la vuelta para mirar hacia la entrada del armario en donde con toda seguridad me encerraría allí para no ver como follaba pero si escuchar sus gemidos y gritos de placer.
No sé cuánto tiempo tardó mi esposa en volver, pero me pareció una eternidad… Cuando Lola regresó, ví que llevaba una regla de madera de unos 40 cm en su mano derecha… Tenía una sonrisa en su rostro que me decía que me iba a causar mucho dolor.
Poniéndose a mi lado, me golpeó con fuerza la pierna con la regla y luego me ordenó que separara más mis pies… Hice lo que me ordenó y me puse como ella quería, es decir, abierto de piernas, flexionadas, sacando culo y de puntillas.
– «Es hora recomenzar con tu castigo», dijo, golpeando la cabeza de mi pene con la regla… Se escuchó un fuerte sonido de golpe, seguido de un gemido de dolor… El golpe con la regla dolió y traté de alejarme cuando ella me golpeó por segunda vez… Mis inútiles esfuerzos por escapar del castigo la hicieron reír.
– » Saca el culo y ofréceme bien tu polla… Voy a golpearla hasta que llegue Raúl… Será mejor que reces para que llegue pronto.»
No tengo idea de cuántas veces Lola me golpeó con la regla… Dejé de contar después de los cuarenta y dos… Los golpes se hicieron más rápidos y progresivamente más fuertes a medida que aumentaba el conteo… A pesar de esta tortura, nunca perdí la erección.
El apretado cordón de cuero alrededor de la base de mi polla y la pérdida de circulación sanguínea pueden haber tenido algo que ver con eso… Cualquiera que sea la razón, mi polla sobresalía hacia fuera, esperando ansiosamente cada golpe con la regla… Al final, el dolor pareció estimularme… Si Raúl no hubiera tocado el timbre de la puerta, creo que hubiera disparado mi carga en el piso alfombrado en cuestión de minutos.
– «Te has salvado por la campana… «¿Quieres que deje la puerta del armario abierta?», dijo ella… Su rostro estaba claramente enrojecido de emoción.
Asentí con la cabeza.
– «Quieres oírnos follar, ¿verdad, cariño?»
Asentí de nuevo.
Lola me besó en la mejilla.
– «Haremos mucho ruido… No quiero que te aburras», dijo.
Luego cogió una bata de seda de una de las perchas, se la puso y se ató el cinturón alrededor de su cintura… Mi esposa me besó por última vez y luego salió del armario para ir abrir la puerta de casa.
Escuché el sonido de Lola y su amante hablando mientras subían por la escalera que estaba justo al lado del salón y entraban en el dormitorio principal.
– «Te ves muy sexy esta noche», le dijo Raúl a ella.
– «Lo hago para agradarte», le respondió.
– «Solo mirarte hace que mi polla se endurezca.»
– «Ya lo veo, ya.»
– «Donde esta tu esposo?»
– «Ahí en el armario», dijo.
– «¿En el armario?»
– «Sí… En el vestidor… ¿Te gustaría verlo?»
– «¿Qué está haciendo en el vestidor?», dijo Raúl.
– «Estábamos jugando un juego nuevo.»
– «¿Puedo preguntar en qué consiste ese juego?»… Y ella rió.
Caminaron hasta la entrada… Pude ver a Raúl junto a mi esposa, contemplándome dentro del pequeño recinto y en la semioscuridad.
– «Esto que ves hace que mi coño se moje sólo de pensarlo», le dijo ella
– «¡Uff!… Cómo me calienta lo que dices», le contestó Raúl.
Mi esposa entró en el vestidor y desatando el cinturón de seda de alrededor de su cintura, se quitó lentamente la bata para que Raúl pudiera ver su cuerpo desnudo… Y su marido, también.
– «Raúl, ven aquí», le dijo ella.
Raúl rodeó con sus brazos la cintura de Lola, presionó su cuerpo contra el de ella y la besó en la boca… Ella gimió cuando sus labios se separaron tras haber aceptado su lengua dentro de su boca… Su mano derecha estaba palpando la nalga izquierda de mi esposa y los dedos de su mano derecha exploraban suavemente su coño.
Luego, agarrando con las dos manos el culo de Lola con fuerza, apretó su pelvis contra la de ella y ambos comenzaron a moverse refregándose, uno contra la otra, en un furioso infierno de lujuria.
Y mientras yo observaba a mi esposa en los brazos de otro hombre, podía sentir que mi erección continuaba… Una inesperada oleada de celos llenó mi mente, pero yo no era rival para Raúl… Traté de luchar contra estos deseos oscuros que no me servían para nada.
No había manera de que pudiera apartar los ojos de las escenas que se desarrollaban ante mí… Tras los besos apasionados, ví cómo Raúl le cogía su pecho izquierdo con la palma de su mano y le acariciaba el duro pezón con la punta de los dedos.
– «Fóllame», le dijo ella.
– «¿En la cama?»
– «No… Aquí en el suelo, frente a mi esposo… Quiero que vea cómo disfruto cuando tengo a un hombre de verdad dentro de mi coño», le dijo Lola, sonriendo.
Retrocediendo lentamente del armario, Lola se tendió en el suelo enmoquetado frente a la puerta… Raúl la siguió sin dudarlo… Se arrodilló y se colocó entre sus piernas… Se desabrochó rápidamente los pantalones y se los quitó e hizo lo mismo con el calzoncillo.
Raúl quedó de espalda a mí, por lo que no podía ver el tamaño de su polla… Mi esposa me había dicho la semana pasada que era impresionante tanto en longitud como en anchura… Cuando bajó su cuerpo hacia el de ella, ví como Lola alargó su mano y le agarró su polla, guiándola hacia la entrada de su coño.
– «La tienes en la entrada… Empuja tu polla y métemela», le dijo ella.
Sin perder ni un segundo, Raúl empujó con fuerza y Lola gimió en voz alta por el placer que le dio su enérgica entrada… Ella plegó sus piernas hacia sus pechos espatarrándose para que él pudiera penetrarla aún más profundamente… Luego las envolvió alrededor de su espalda baja para mantenerlo en su lugar cuando su cuerpo comenzó a moverse de arriba-abajo, signo claro de la follada que le estaba dando.
Mis ojos siguieron el ascenso y la caída de sus nalgas, sabiendo que con cada movimiento hacia abajo, Raúl estaba empujando su polla en mi esposa, llenando su vagina lo más completamente posible, satisfaciéndola de maneras que ya no podía hacer.
– «¡Asíiii!», gritó ella.
Raúl levantó la mitad superior de su cuerpo con los brazos y luego la miró a los ojos.
– «Te necesito, Raúl… Me das mucho placer con esa gran polla que tienes y yo haré todo lo posible y lo que me pidas para que disfrutes con mi cuerpo», le dijo sabiendo que yo la estaba escuchando.
La velocidad de subida y bajada de sus nalgas aumentó a medida que empujaba su polla con más fuerza hacia mi esposa… Ví cómo él bajó la cabeza y besó sus labios, mordiendo juguetonamente el superior.
Luego colocó sus brazos alrededor de sus hombros y tiró de su cuerpo hasta el de ella… Se besaron, gimieron y follaron como si no hubiera mañana.
Vi a Lola mirarme por encima del hombro… Sus ojos estaban llenos de pasión y sabía que estaba cerca de tener un orgasmo… Ella me envió una sonrisa de satisfacción que me desgarró el corazón.
– «Córrete dentro de mí», le dijo ella.
Eso era todo lo que Raúl necesitaba escuchar.
Arqueando su espalda como una cobra danzante, condujo su pene repetidamente hacia su humedad, gimiendo con lo que sonaba como pura agonía mientras eventualmente eyaculaba su semen en el coño de mi esposa.
Cuando ella notó que le estaba tirando el semen dentro de su coño, le provocó su orgasmo… Ella mientras se corría, lo agarró con fuerza con sus brazos y piernas, enfrentándose a sus embates finales con una desesperación urgente, gritando de placer cómo nunca la había oído gritar y moverse de ese modo.
Quedaron uno sobre la otra y los minutos pasaron escuchando tan solo el sonido de sus respiraciones, hasta que una vez se repusieron escuché:
– «Qué bien me lo he pasado… Cómo he disfrutado… Sentí cada chorro de semen que te tiré dentro y lo disfruté mucho», dijo Raúl.
– «y yo lo veré más tarde cómo me va saliendo», dijo mi esposa.
– «Tu esposo ha tenido un bonito espectáculo… Ahora necesito ir al baño.»
– «Ya sabes dónde está, cariño.»
Raúl se bajó de encima de Lola, se levantó lentamente y luego desapareció de mi vista.
Mi esposa siguió tumbada en el suelo, mirándome con un brillo de malicia en sus ojos… Sus piernas estaban separadas, y pude ver un pequeño chorro de semen que salía de ella y caía sobre la alfombra.
– «¿Disfrutaste viendo cómo me folló?», me preguntó ella.
Asentí con la cabeza.
– «Bueno… Creo que ya has visto más que suficiente esta noche.»
Poniéndose de pie, Lola se acercó al armario y me sonrió… Luego, saludándome, juntó la puerta dejando un resquicio, riéndose de la expresión de mi cara.
Y quedé en semioscuridad… A partir de ahora ya no iba a ver nada… El juego cambiaba ahora… Sufriendo mucho dolor en sus genitales por el efecto del cordón de cuero muy apretado, tendría que escuchar los gemidos de placer, las risas y los comentarios sexuales que obviamente se iban a producir.
Y así pasaría la noche, una noche más de la vida de esclavitud que había aceptado tener de forma voluntaria… Era un sumiso que estaba siendo moldeado al gusto de su esposa.
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