Engañando a mi pareja en el teatro. Sexo desenfrenado
Desenfreno en el teatro
El teatro abría sus puertas y nos preparábamos para el gran debut.
Éramos una pequeña compañía de actores y cantantes, que íbamos a interpretar una adaptación del cuento de La Bella Durmiente.
La historia era muy básica, pero era un buen comienzo. La mayoría éramos nuevos en el teatro.
La Bella Durmiente no era nueva, Laura era una actriz con trayectoria y la figura de la obra.
El segundo experimentado y Príncipe de la obra era Julián. Marido de Laura en la vida real.
Sus papeles eran solo por actuación. La pareja no se llevaba bien hacía tiempo y era algo que se podía respirar.
Laura era muy liberal y por demás de cariñosa con todo el mundo. Julián era el extremo opuesto, vivía celoso y amargado.
La tragedia de la pareja fue un regalo para mí, Gael.
Era el más nuevo y el más joven del elenco, así que desperté el interés de Laura y la ayudé a vengarse de su celoso marido.
Ella no soportaba sentirse presa de Julián y necesitaba sentir que transgredía los límites impuestos.
Entonces, unas semanas atrás, empezó a insinuarse, a acariciarme durante los ensayos cuando Julián no la veía.
Si quedábamos solos atrás de las cortinas, aprovechaba para abalanzarse y besarme, o restregarme sus enormes senos en la cara.
Me dejaba con la verga dura en cada encuentro y no veía la hora de penetrarla.
Eran todos juegos, pero muy arriesgados. La adrenalina que nos provocaba ser descubiertos por Julián lo hacía muy excitante.
A minutos del debut, ella no estaba para nada nerviosa. Llevaba años en eso y se cambiaba con tranquilidad.
Yo tenía papeles muy secundarios e iba a comenzar haciendo casi el ridículo, disfrazándome de pájaro. Así que estaba mucho más intranquilo.
Renegaba preocupado con mi atuendo, hasta que escuché su llamada.
«¡Gael! ¿Puedes ayudarme?», decía mirando a los costados y abriendo su vestido para mostrarme sus hermosas tetas.
¡Dios! Trataba de contener mi erección, mientras ella me miraba y se pasaba la lengua por los labios. ¡Cómo me calentaba!
Me había puesto nervioso. Ella lo sabía y sonreía mientras me veía acercarme tratando de disimular el bulto en la ridícula calza amarilla.
«¿Me ayudas a cerrar mi vestido atrás?», preguntó con tono inocente.
Me coloqué a sus espaldas, todavía nervioso y comencé a cerrar su vestido.
«¿Te puse nervioso, pajarito?» Me dijo en voz baja, burlándose de mi atuendo.
Me desafiaba, así que respondí.
Miré a los costados y nadie estaba prestando atención. Llevé mis manos a sus enormes senos y los sujeté con fuerza. «El pajarito no está nervioso», le dije al oído y me apoyé en su trasero, haciéndole sentir mi erección. «El pajarito está bien preparado», añadí.
Ella suspiró y me miró de reojo.
Le devolví una pícara mirada y volví a ponerme el resto del disfraz.
Las escenas de la obra eran tan básicas como el guión: La Bella cantaba con los pájaros, las brujas hablaban del hechizo para dormirla, La Bella se pinchaba con un alfiler y caía dormida, el príncipe cantaba y se presentaba, un carruaje transportaba a La Bella dormida, el príncipe discutía con las brujas, el príncipe besaba a La Bella, ella se despertaba y cantaba.
Ingresé con otros cuatro tipos que hacíamos de pájaros. Iban a ser dos pájaros cantando a cada lado de La Bella y yo en el medio, más atrás, apareciendo cuando La bella se inclinaba para los costados.
Ingresó Laura cantando y el público aplaudió.
Se puso delante de mí, con los otros cuatro pájaros a sus costados, pero hizo un pasito de baile fuera del guión y retrocedió, apoyando sus carnosas nalgas en mi entrepierna y llevándonos un metro atrás de los otros cuatro actores.
Los muchachos se extrañaron de aquel paso, pero cantaban mirando al frente como habíamos ensayado.
A mí se me puso la verga como una piedra, me alejé un poco porque me estaba desconcentrando, y puse mis manos en la cintura de Laura, tal como lo habíamos practicado.
Laura debía posar sus manos sobre las mías, pero se volvió a salir del guión.
Llevó ambas manos atrás y se aferró de mi duro bulto.
Ella seguía cantando como si nada, mientras comenzaba a sobarme.
A mí se me hacía muy difícil, pero tenía que concentrarme.
Cuando ella se inclinaba para un lado, yo aparecía por el otro. El público me veía aparecer y desaparecer detrás de Laura y parecía resultarle gracioso.
Yo transpiraba.
Trataba de concentrarme y Laura volvía a hacerlo difícil.
Corrió el elástico de mi calza con una mano y metió la otra, para sujetar mi caliente verga desnuda.
¡No lo podía creer! ¡Hasta dónde había llevado el juego! ¡No sólo podíamos ser vistos por Julián, sino por el público entero!
La adrenalina brotaba, el corazón casi se me salía del cuerpo, pero la excitación que tenía era incomparable.
Me empezó a pajear, sin salirse de la obra. Cantaba como si nada.
Yo trataba de seguir, pero su mano me estaba volviendo loco y un par de veces confundí mi movimiento.
El público reía y aplaudía, entendiendo que el equívoco era una parte graciosa de la obra.
Estaba a punto de estallar, cuando terminó la escena y se apagaron las luces.
Corrí tras las cortinas y me envolví en ellas para ocultar mi erección.
Laura pasó a mi lado y me susurró «¡Eso sí fue excitante, pájaro loco!»
¡Dios! ¡Esa mujer estaba demente, pero cuánto me calentaba la desquiciada!
Era la escena de las brujas que cantaban, así que me fui a cambiar para la escena del carruaje.
La siguiente, era la parte en que Laura se pinchaba y caía dormida. El príncipe cantaba con ella durmiendo en el fondo y luego la cargaban al carruaje los otros cuatro actores, mientras yo los lideraba.
Me cambié y volví a mi lugar entre las cortinas. Las brujas terminaban su canto y a metros mío Laura ya estaba lista en la oscuridad. Frente a una mesa de largo mantel y adornada con flores, que era donde caería dormida.
Me vio espiando detrás de ella y movió su trasero, provocándome con una sonrisa.
La luz la enfocó, así que tuve que esconderme rápidamente.
Cantó unos minutos, fingió pincharse con una gran aguja de utilería y se dejó caer sobre la mesa.
Su trasero hermoso quedó en lo alto cubierto del largo vestido. Yo no hice más que fantasear con esas firmes nalgas.
El Príncipe entró en escena. La luz se dirigió a Julián, que empezaba a cantar, mientras La Bella quedaba dormida en la mesa, iluminada con una tenue luz, al fondo del escenario.
Se me ocurrió una idea descabellada, pero a tono con los juegos de Laura. Lo dudé, pero la excitación me ganó.
Sabía que Laura debía permanecer tendida en la mesa y no podría moverse sin estropear la función, así que fui a gatas hasta donde estaba ella.
El largo mantel me ocultaba del público y la luz tenue que iluminaba a Laura no le daba chances de escapar.
Julián seguía cantando, mientras yo levantaba de a poco el vestido de Laura, para meterme dentro.
Las piernas de Laura se movieron instintivamente tratando de alejarme, hasta que me aferré a los cachetes de su gordo culo con fuerzas y comprendió de quién se trataba.
Se relajó y empecé a separar sus cachetes. Abrió las piernas lentamente, para que nadie lo note.
Corrí su fina tanga hacia un costado, para ver de cerca su apretado agujero, mientras llevaba mi mano libre a su clítoris.
Comencé a masajear su frente en pequeños círculos y saqué mi lengua para lamer su dulce ano.
Le dieron unos pequeños espasmos que trató de contener cuando mi lengua hizo contacto con su culo apretado.
Se relajó y volvió a separar aún más sus piernas, lentamente.
No tenía mucho tiempo y la calentura era demasiada, así que empecé a lamerla desenfrenadamente.
Hacía el movimiento de mi dedo en su clítoris más intenso y sentía cómo su sexo se mojaba poco a poco.
Mi lengua entraba y salía de su exquisito ano, jugaba un poco y volvía a entrar.
Las piernas de Laura temblaban y me motivaban a más.
Julián estaba por terminar de cantar y no quedaba nada de tiempo, así que saqué mi lengua y metí un dedo en su culo mojado.
Los músculos de su trasero lo estrangularon por un momento y lo volvieron a soltar, para que se empiece a mover en su recto.
Yo iba tratando de salir del interior del vestido de Laura, pero sin dejar de tocarla.
Uno de mis dedos entraba y salía de su ano a gran velocidad, mientras otro manoseaba su empapado clítoris.
La quería hacer acabar.
Las piernas de Laura volvieron a temblar, cuando Julián cantaba su última estrofa.
Aumenté el ritmo y la intensidad al extremo. Mis dedos la hacían retorcer y no me detuve.
Convulsionó y liberó su caliente jugo en mis manos. Esperó al platillo final de la canción y dejó escapar un gemido, tapado por la música y los aplausos.
Alcancé a salir y a sacar mis manos a tiempo.
Los otros cuatro actores ingresaban y yo me incorporaba detrás de Laura, mientras las luces nos enfocaban.
Los demás no entendían cómo llegué tan rápido, pero le dieron poca importancia y siguieron el guión.
Alzaron a Laura y la dirigieron a la carroza mientras yo los acompañaba. Era mi turno de cantar.
Sentaron a Laura dentro de la carroza, me dieron paso para sentarme en el otro asiento y cerraron la puerta.
El público nos veía asomar desde dos ventanas, que comenzaban a la altura de nuestros pechos.
Comencé a cantar, sacando una mano por la ventana, para acompañar el compás de la música.
Mis cuatro compañeros ahora movían el carruaje escondidos, para simular su marcha.
Yo todavía mantenía la erección que me había provocado el culo de Laura, pero me concentré lo suficiente como para no errar la letra.
Cantaba algo así como «Duerme Bella, Duerme Bella y cae rendida», cuando noto que Laura aprovecha la canción para simular que se desplomaba dentro del carruaje.
El público lo tomó como otro detalle gracioso de la obra, rió y aplaudió la ocurrencia de la gran actriz.
Pero Bella tenía otra de sus picardías en mente.
Seguía cantando, cuando sentí sus manos aferrarse a mi bulto.
La miré de reojo, sin dejar de cantar y me lanzaba una mirada desafiante.
Abrió la cremallera de mi pantalón y lo corrió lo más que pudo, haciendo saltar mi miembro duro y caliente.
Dejó sus manos aferradas a la base y se metió toda mi carne en la boca.
Por suerte era un pequeño momento musical, así que pude tragar saliva mientras cerraba los ojos y trataba de disimular.
Yo había tomado ventaja cuando ella hacía de dormida, ¡pero ella me mamaba mientras cantaba! ¡Estaba completamente loca!
No sé cómo hice para seguir, pero continué cantando.
La intensidad de su mamada no se hizo esperar, quería devolverme lo que le había provocado.
Sus manos empezaban a masajear mis huevos, mientras sentía que mi verga se metía en su garganta. Era increíble.
Comencé a sudar a mares, pero manteniendo mi canto.
Una mano fue descendiendo, mientras la otra seguía en mis huevos y su boca no paraba de comerse mi miembro.
¡Un dedo empezó a masajearme el culo! ¡Dios!
Era demasiado. No podía mantener el canto. Me salteé un verso de la canción recuperando el aire y canté la última parte haciendo el más grande de mis esfuerzos.
Laura se atragantaba con mi dura verga que convulsionaba y me metía el dedo en el culo, sabiendo que terminaba la canción.
Hice todas mis fuerzas para no eyacular. Me contuve, me contuve y lo logré.
Las luces se apagaron, y se cerró el telón delante de nosotros. El público aplaudió.
Laura debía salir del carruaje para la última escena.
«¡Maldito!», me dijo al oído mientras quedábamos a oscuras. «Esto no queda así. Ya voy a tomarme todo lo que tenga esa sabrosa verga», completó, mientras acariciaba mi tembloroso miembro y salía del carruaje.
Me había vuelto loco. ¡Qué mujer! ¡Qué mujer!
La parte del príncipe discutiendo con las brujas estaba en escena.
Tras el telón, el carruaje había sido removido y yo quedé parado a un costado, con las manos en la entrepierna, para tapar mi erección interminable.
Casi contra la última pared del escenario, preparaban la cama donde el príncipe encontraría a La Bella Durmiente.
La cama era la misma mesa que había usado Laura en la escena donde se dormía. Habían agregado unas tablas, que simulaban los lados de la cama y traían un alto colchón, para que La Bella Durmiente pueda recostarse y ser vista por el público a la distancia.
La cama estaba lista y todo el elenco ya había dejado el lugar, para acomodarse en la parte delantera del escenario, donde harían su entrada final.
Yo también tenía que marcharme, pero mi erección no cesaba y tenía la mente nublada por la lujuria.
Laura ya debía estar por llegar para acomodarse en la cama y no resistí la tentación.
Con la verga aún erecta y saliendo de mi pantalón, me moví con velocidad para sacar el alto colchón de la cama.
Tomé la sábana que lo cubría, unos almohadones y me subí a la mesa.
Me recosté entre las tablas y me puse a acomodar los almohadones a mi alrededor, cuando entró Laura.
Se subió a la mesa, para recostarse en la cama y me vio.
«¡Jaja! ¡¿Qué haces, sabandija?!», me dijo.
En lugar de estar alarmada por mi presencia, parecía contenta viéndome tan loco como ella. ¡Qué mujer!
«No quería dejarte con las ganas de vaciar todo esto», le dije señalando mi verga desnuda.
«Parece que hice un buen trabajo», dijo en forma sensual y serena, mientras me la sujetaba con fuerza, «Esto es un tronco. Un tronco de exquisita carne caliente que no puedo dejar de probar»
«Hagamos esto, mi sabandija», dijo mientras cubría mis piernas con su pollera, tapaba mi rostro con almohadones y se recostaba sobre mí, dirigiendo mi verga a su culo aún mojado.
No sé si se había sacado la tanga mojada o seguía al costado, pero tenía pleno contacto con su agujero mojado.
Laura se acomodaba y movía su trasero de un lado a otro, para que mi verga comience a entrar.
Su culo inquieto era muy apretado y la cabeza de mi aparato estaba haciendo fuerzas para entrar.
La escena de las brujas estaba terminando, y la cabeza de mi dura verga terminaba de entrar al hambriento culo de Laura, mientras ella dejaba escapar un gemido y se aferraba a mis muñecas.
El telón comenzaba a abrirse y era el último segundo para movernos con libertad.
Tomé a Laura de la cintura e hice presión con mi miembro erecto, Laura se sentó con fuerza para ayudarme, y mi verga se hundió en lo más profundo de su apretada cueva.
El telón terminó de abrirse y el público aplaudió al ver a Laura.
Las tablas que nos cubrían eran muy altas y, sin el colchón, sólo podía verse el pecho y la cabeza de La Bella Durmiente asomando.
Julián se acercaba para la escena final.
Temía que mi escondite fuera muy evidente, y creo que lo mismo temía Laura, porque empezó a contraer sus músculos y su trasero me estaba ahorcando la verga.
Pero era tanto el ego de Julián y la poca atención que le prestaba a Laura, que pasó hasta el fondo del escenario con los ojos fijos en el público y una gran sonrisa.
Puso una mano sobre el abdomen de Laura y siguió cantando sobre su amor por la Bella Durmiente.
Fue ahí, donde Laura vio una oportunidad que yo jamás me hubiera imaginado.
Estiró el brazo que escondía tras la cama, el que daba a Julián, y empezó a sobarle la verga a través de sus pantalones.
¡¿Qué carajos estaba haciendo?! Me pregunté, ¡¿Quiere que nos descubra?! ¿Le calienta su marido justo ahora? ¡¿Está loca de remate?!
Julián se puso nervioso. Trataba de sacar la mano de Laura. La miraba de reojo, pero el público no podía notarlo.
Primer punto para Laura. Había hecho que Julián, por voluntad propia, se esfuerce por mirar al público y no a Laura. Eso restaba chances a que nos descubra.
Pero Laura no se quedó ahí, por supuesto.
Tomó la mano de Julián que posaba en su abdomen y la fue llevando poco a poco a su entrepierna.
¡Era una genia de la estrategia! Completamente desquiciada, ¡Pero una genia!
Julián solo podía entender que estaba caliente con él. Su ego no le permitió dudar mucho.
No podía arriesgar el espectáculo y le siguió la corriente. De todas formas, la mano que tenía Julián dentro de la supuesta cama no se veía desde donde estaba el público.
Laura empezó a mover su cintura de arriba hacia abajo, lo suficiente para que mi verga se pueda mover en su interior.
Para el público, el movimiento era imperceptible.
Julián pensaba que su mujer se estaba pajeando con su mano y Laura estaba disfrutando del entrar y salir de mi carne dentro de su culo, bien en frente de su marido.
¿Acaso no era una genia? ¿Una genia con el culo más perfecto que puede haber?
Su trasero me volvía loco. Sus redondos cachetes aplastándose una y otra vez en mi cuerpo, su jugoso ano abriendo la boca para tragar mi gorda verga y su estrecho recto aferrándose a cada centímetro de mi miembro en llamas…
Mi cuerpo se extasiaba y mi mente estaba drogada con la situación.
La adrenalina recorría mi cuerpo con pequeñas descargas eléctricas que terminaban en mi glande enterrado en lo más profundo de Laura.
Con una mano tomaba los dedos de Julián y no sé hasta qué punto se los pasaba por su sexo, mientras la otra mano se sujetaba de mi brazo escondido, que arañaba cada vez que mi verga daba espasmos de placer.
Mientras su culo hambriento se atragantaba con mi gorda carne, su vagina se empapaba y mojaba con su jugo caliente mis huevos que estaban a punto de estallar.
Julián seguía cantando y movía su mano libre en el aire, para desviar la atención del público.
Notaba que el ritmo de Laura se iba acelerando y no sabía qué hacer.
Trataba de presionar con su mano, para detener su movimiento, pero hacía que mi dura verga se entierre más en Laura y ella se vuelva más loca.
Laura conocía la letra de la canción y sabía que quedaban apenas unos versos.
Quería sacar toda mi leche caliente de una vez y quería volver a mojarse como lo hizo minutos atrás.
Aumentó aún más el ritmo. La mesa se empezaba a mover y Julián lo trataba de disimular con movimientos fuera de libreto.
Laura apretaba los dedos de Julián en su sexo para justificarse, mientras atragantaba su recto con mi dura verga.
Julián cantaba su último verso, mi miembro se hinchaba y empezaba a temblar en lo profundo de Laura.
Julián terminaba su canto y yo explotaba dentro de Laura.
Julián besaba a La Bella para que despierte de su hechizo, mientras Laura sentía cómo mis chorros de semen invadían su estrecho agujero.
La música le daba pié al despertar de Laura y ella dejó escapar una mezcla de grito y gemido, mientras su vagina descargaba chorros de jugo caliente. Inmediatamente unió ese grito a su canto, se incorporó y completó su estrofa final.
La gente aplaudía de pie, mientras Laura aún seguía acabando. Mi verga extasiada temblaba en su interior y mis huevos se empapaban de su dulce flujo.
Julián y su ego se hicieron cargo del aplauso.
Mi presencia era casi evidente cuando Laura se sentó erguida, pero el tipo ni se dio cuenta. Rodeó la mesa y se fue al frente del escenario a recibir el aplauso del público, mientras la cortina se cerraba detrás de él.
Laura destapó mi rostro antes de levantarse y me dijo «Llevo veinte años de carrera y, honestamente, este fue el mejor espectáculo de mi vida, sabandija», frotó mi cabeza como a un niño, se levantó, me guiño el ojo y se fue a recibir el aplauso.
Creí entender algo de lo que dijo. Cerré mi cremallera, recuperé un poco el aire y me fui del teatro sin que nadie me viera.
Te voy a extrañar, Laura. Y tu recuerdo siempre va a ser el mejor espectáculo de mi vida.