Al final me termine follando al maduro que deseaba

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Después de mucho tiempo, hemos conseguido cuadrar nuestras vidas, y por fin tenemos la oportunidad que tanto estábamos esperando. Tú le has dicho a tu familia que tenías que viajar por trabajo, y yo le he dicho a la mía que me iba de fin de semana con unos amigos. No ha sido fácil llegar a este momento, pero por fin lo estamos viviendo, que es lo importante.

Quedamos en un lugar intermedio entre tu casa y la mía, llego allí y entro en tu coche. Tú haces el amago de darme dos besos en las mejillas, pero yo te beso en los labios directamente, los dos sabemos para qué hemos quedado y qué es lo que vamos a hacer durante el fin de semana. Durante las 2 horas que dura el trayecto hasta que llegamos a la casa rural donde vamos a alojarnos, hablamos de muchos temas, algunos más banales y otros más trascendentales. Los dos nos encontramos muy a gusto, de hecho, a mí me encanta escucharte. Habría estado bien poder acariciarte la pierna, pero el diseño de tu moderno coche me lo impide.

Llegamos a la casa rural y tú te encargas de pagar el alojamiento mientras yo voy deshaciendo las maletas. Eres un hombre que tiene dinero y le gusta demostrarlo, te gusta aparentar que lo haces por ser caballeroso, pero en el fondo sabes que te encanta que todo el mundo sepa de tu poder adquisitivo. Yo, por supuesto, no me voy a quejar, ambos sabemos que me tienes en el bote y que tenemos las mismas ganas de follarnos, pero si te sientes mejor contigo mismo pagándolo todo yo no voy a impedir que lo hagas.

Quizá pueda parecer extraño que durmamos en la misma cama, pero luego dan por hecho que somos padre e hija y lo dejan pasar, pero lo cierto es que aunque no lo somos, por edad perfectamente podríamos serlo.

Nos sentamos en el sofá a descansar y no tardo nada en posar mi mano sobre tu pierna y comenzar a deslizarla hacia arriba.

-¿Te molesta? —pregunto sabiendo la respuesta.

-Me encanta, me encanta cuando me tocas así, como si nada, pero sabiendo que es tu señal de que quieres sexo.

-Así es —digo al tiempo que me siento a horcajadas sobre ti.

Quedo sentada de rodillas en el sofá, contigo entre mis piernas y mi culo apoyado en tus rodillas.

Me inclino hacia ti lentamente, y cuando parece que vamos a besarnos, me giro y me acerco a tu oreja.

-Desde que te vi supe que necesitaba que follásemos, nunca había deseado tanto follar con alguien como lo deseo contigo —te susurro al oído.

A continuación nos besamos, lentamente, poco a poco, saboreándonos, disfrutamos de nuestros labios y de cómo nuestras lenguas libran una lucha.

-Te quiero dentro de mí, necesito que me folles —vuelvo a susurrarte, cada vez más cachonda.

En este momento tu paquete ya choca notoriamente con el pantalón.

Así que nos levantamos y nos desnudamos.

Una vez desnudos, volvemos a ponernos en la misma posición en la que estábamos antes.

Me encanta sentir nuestros cuerpos ardiendo en deseo, somos puro fuego cuando deseamos tan intensamente follar hasta que el cuerpo no nos aguante más.

Me encanta sentir el roce de nuestros cuerpos desnudos.

No eres un hombre demasiado peludo, pero me encanta sentir tus pelos chocando contra mi suave piel.

Volvemos a besarnos, esta vez, muy apasionadamente, más que besarnos lo que hacemos es devorarnos el uno al otro mientras apretamos más y más nuestros cuerpos.

Al mismo tiempo, froto mi coño contra tu pene, esa fricción me provoca un gran placer, que al mismo tiempo hace que tu miembro siga aumentando de tamaño.

Además, tus manos van recorriendo mi cuerpo, recorren todas mis curvas, algunas veces en caricias muy suaves y otras ejerciendo mucha presión; ambas cosas me encantan.

Me tumbo y tú comienzas a comerme el coño, he de admitir que lo comes de maravilla.

Primero das una rápida pasada con tu lengua a lo largo de toda mi vulva, humedeciéndola todavía más de lo que ya lo está debido a mi excitación. Luego te centras en mi clítoris, lo lames con suavidad, haces círculos sobre él con tu lengua, y lo succionas con fuerza. No tardo nada en tener un orgasmo. Eso nos pone aún más cachondos. Lames todos mis fluidos y metes un dedo en mi vagina, a continuación me besas, me encanta que lo hagas después de que me haya corrido, me encanta el sabor de mis fluidos, y más aún tomarlos de tu boca.

Yo te hago una paja.

Cambiamos de posición, ahora eres tú quien se tumba, listo para disfrutar de la mamada que voy a practicarte.

Primero lamo tus huevos, poco a poco, lentamente, al tiempo que te pajeo. Luego lamo muy bien todo tu tronco, para luego esparcir sobre él una gran cantidad de babas. Mi manera de salivar me permite hacer unas mamadas muy jugosas. Me encanta chupar pollas, así que eso es lo que hago a continuación, me meto tu polla en la boca y la chupo con intensidad. A continuación me dedico únicamente a tu precioso capullo, lo lamo, lo chupo, lo succiono, juego con él disfrutando al máximo. Pero no soy yo la única que disfruta, te doy tanto placer que acabas pidiéndome que pare para que no te corras todavía.

Nos levantamos del sofá y vamos hasta la cama.

Allí me tumbo boca arriba.

Acaricias todo mi cuerpo, masajeas mis pechos, los lames y succionas mis pezones. Vas dándome besos por todas partes, hasta llegar a mi vulva, la cual lubricas otra vez con tu lengua. A continuación yo vuelvo a llenar tu pene de babas.

Ahora que los dos estamos bien lubricados, es hora de tener tu pene dentro de mí.

Primero lo mueves a lo largo de mi vulva, para luego introducir tu polla en mi interior. Nos tomamos unos momentos para adaptarnos a la sensación de esta nueva forma de unión de nuestros cuerpos hasta que vuelvo a susurrarte al oído.

-Fóllame, fóllame, fóllame —te impero con necesidad.

Tú cumples mis deseos sin dudarlo. Metes y sacas tu polla dentro de mí una y otra vez mientras yo gimo como nunca lo había hecho. Al rato te corres, pero tu pene apenas pierde tamaño, así que seguimos follando.

Esta vez, me pongo a cuatro patas, y apoyo mi cuerpo contra la cama y mi cabeza en la almohada. No tardas en empezar a embestirme, en esta posición la penetración es mucho más profunda y todo se siente con mucha más intensidad, sigues follándome en esta posición hasta que vuelves a correrte.

Luego, lames toda mi zona íntima hasta que no queda ni un resquicio de fluidos, luego yo hago lo mismo con tu pene, y nos fundimos en un apasionado beso.