Alquilo una habitación que comparto con una desconocida que me enciende poco a poco

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Esta historia que voy a contaros ocurrió hace unos años. El evento que desencadenó todos los acontecimientos que voy a narraros fue la muerte de mi tía Luisa. Siempre estuvimos muy unidos pues mi padre nos abandonó cuando era yo muy pequeño y mi madre trabajaba muchas horas para mantenernos. Mi tía Luisa hizo las veces de madre, sobretodo porque ella nunca llego a tener hijos. Para mí fue mi referente moral y sentí mucho su perdida. Es por todo esto que ella me legó su casa en el testamento. Por aquel entonces yo aun vivía con mi madre pero decidí mudarme a la casa de mi tía. Eran muchos los recuerdos que tenia de esa casa y sentía que era lo que ella querría. Además, después de 27 años viviendo con tu madre cualquiera querría independizarse.

Vivir solo fue un soplo de aire fresco pero he de decir que también tenía sus inconvenientes, por ejemplo me escaqueaba bastante en las tareas del hogar. Sin embargo mi vida en solitario acabó pronto. Mi madre tuvo un accidente laboral que no llego a incapacitarla pero si tuvo que prejubilarse quedándole una pensión de mierda. Yo trabajaba desde hacía casi dos años como administrador de sistemas informáticos y por fin me acababan de hacer fijo. No tenia hipoteca pero si estaba pagándome un coche nuevo por lo que podía ahorrar algo. Sin embargo ahora tendría que darle parte de mi sueldo a mi madre para que pudiera subsistir. Lo pensé detenidamente y decidí alquilar la habitación que me sobraba, así podía recibir un ingreso extra y alguien me ayudaría con las dichosas tareas del hogar que tanto detestaba.

Coloque una oferta en la web de una conocida marca inmobiliaria y recibí bastantes solicitudes. Planeé entrevistarme con cinco candidatos ese sábado y otros cinco el domingo. Si de ahí no me gustaba ninguno haría otra ronda el fin de semana siguiente. De los cuatro primeros candidatos dos me dieron buenas vibraciones, un sevillano que venía a trabajar y una chica de la ciudad que quería independizarse. Los otros dos eran una pareja que vino y que pese a ser majos, descarte porque no quería parejas y un universitario que tenía más pinta de drogarse que de estudiar. Pero todo cambió cuando le abrí la puerta al quinto candidato del día.

– !Hola! ¿Eres Juan? (ese es mi nombre por cierto)

Me quede totalmente congelado. Reconozco que soy bastante tímido pero no hasta ese punto. La chica que había pronunciado esas palabras no mediría más de 1,63. Era rubia de melena larga, con ojos marrones tirando a verdes, todo ello contenido en una carita redondita y coronado por la sonrisa más dulce que he visto nunca.

– ¿Eres Juan o no?

– ¿Eh? Digoooo si, si soy yo. Tú debes ser Miriam.

-Sí, encantada. Se acerco a mí y se puso de puntillas para darme dos besos, pues le sacaba una cabeza.

Me quede observándola nuevamente. Llevaba unos vaqueros largos ajustados y una camiseta de rayas anchas amarillas y blancas que dejaba al aire su ombligo adornado por un piercing.

– ¿Puedo pasar?

-Si, si claro, le respondí por fin saliendo de mi ensoñación. La acompañe hasta el salón y le pregunte si quería algo de beber.

– Agua por favor, si esta fresquita mejor.

Fui a la cocina mientras asimilaba lo que me había pasado. La chica era preciosa, no era guapa tipo modelo pero sí que tenía unos ojos bonitos y una sonrisa preciosa. Además era bajita pero tenía unas curvas de ensueño. Me recompuse y le lleve el agua dispuesto a darle la mejor impresión posible.

– Mmm gracias, estaba sedienta.

Le enseñe la casa y luego estuvimos hablando en el salón sobre las condiciones del alquiler. Después le pregunte sobre su situación.

– Pues llevo un mes o así viviendo en la ciudad. Soy de un pueblo de la sierra y he venido a estudiar.

– ¿Que estudias?

– ADE. Aquí en la universidad.

– ¿Y dónde estás viviendo?

– En casa de una amiga, pero duermo en el sofá ¿Sabes? Solo me estaba haciendo el favor hasta que encontrase algo. Llevo casi 2 meses para encontrar una habitación.

-¿Tanto?

-Si, la mayoría o son caros, o son un tugurio o lo alquila algún baboso…

– Vaya… Bueno yo no lo soy.

– ¿Sí lo fueras me lo dirías?

– Eeeeh…

-Jajajaja tranquilo, no tienes pinta de baboso. Pareces buen chico – me respondió con una sonrisa encantadora.

– Bueno y estás trabajando actualmente? Pregunte intentado salir del paso.

– Si. Estoy de camarera en el Mombasa. ¿Lo conoces?

– Nope.

– Es un garito. Llevo un par de semanas. Trabajo fines de semana y algunos días de entre semana. He traído la nomina y el contrato. También tengo avales de mis padres si te hacen falta.

– Ah si, estupendo.

Estuvimos charlando un rato más de su situación y de la mía. Le conté el tema de mi tía y mi madre y reaccionó de forma muy dulce y positiva. Cada vez me estaba gustando más esa chica.

-Pues creo que eso es todo. Me encanta el piso que lo sepas, muy ordenado y limpio. Estaría encantada de ser tu compi – me soltó con un guiño.

– Me alegro. Es lo suyo, sino nadie alquilaría jaja.

– Entonces, ¿Cuando sabré algo?

– Pues mañana tengo que hacer otra ronda de entrevistas y ya decido. Así que mañana te llamo con lo que sea.

-Genial, esperaré encantada tu llamada – me dijo con un tono de toz meloso. Se acerco a mi y de nuevo volvió a ponerse de puntillas para plantarme dos besos, pero esta vez apoyándose en mi pecho. ¡Chao!

– ¡Chao! Respondí como pude.

Cerré la puerta tras de mí y suspire. Nunca me había sentido tan nervioso delante de una chica desde el instituto. No es que fuera virgen e inexperto, había tenido alguna novieta y eso, pero si que me cortaba un poco con las chicas más atractivas. Era tarde así que me hice la cena y decidí irme a la cama pronto pues la peli que estaba viendo era un autentico coñazo.

Como no era mi horario de irme a dormir no paraba de dar vueltas en la cama. Recurrí al viejo truco del Vladimir (paja y a dormir) por lo que cogí mi móvil y hojee las típicas paginas de videos guarros para tener algo de inspiración, pero tan pronto como una chica rubia apareció en la pantalla recordé a Miriam. Entonces mi entrepierna dio un respingo en señal de confirmación. Libere mi pene de mi pantalón de dormir y empecé a machacármela. Le di al video de la rubia pero no era ella la que aparecía en la pantalla mamando un pollón . Era Miriam la que salía, al menos en mi imaginación. Era Miriam quien se tragaba ese sable sin miramientos, de forma lenta, sensual mientras miraba a la cámara. Mientras me miraba a mí. Mientras me la chupaba a mí. Solté un bufido ronco y un montón de chorros de leche salieron disparados para arriba, aterrizando en mi abdomen, en mis piernas y en las sabanas.

– ¡Joder! Maldije levantándome a toda prisa para limpiarlo antes de que se secara. No recordaba haberme corrido nunca tan deprisa ni con tanta intensidad. Ni siquiera me había dado tiempo a preparar algo para limpiarme. Limpie el estropicio y me quede sobado en cuestión de minutos.

A la mañana siguiente durante la primera entrevista estaba como ido. Una chica gordita y con gafas me explicaba donde trabajaba y sus referencias como compañera de piso mientras en mi cabeza solo había lugar para Miriam y la paja que me había hecho pensando en ella. Me despedí una vez acabada la entrevista y mire mi móvil. Era la 1 del mediodía. Tenía tiempo para comer y descansar hasta la siguiente entrevista que era a las 4. Sin darme cuenta mis dedos maniobraron para abrir la agenda y llegar al número de Miriam. Sin saber muy bien porque presioné el botón de llamada. Un par de tonos más tarde una voz respondió.

-¿Si? ¿Hola?

-Hola, ¿Miriam?

-¡Hola Juan! Dime.

– Nada que te llamaba para decirte que… No tenía ni idea de porque la había llamado pero tenía que decirle algo rápido.

– Para decirme que…

– Que nada… Que eres la elegida jaja.

-¿¿¿En serio??? ¡¡¡Que ilusión!!! Pero… ¿No decías que tenias que hacer más entrevistas?

-Si, pero… Las de hoy me han fallado y sinceramente, de las que he visto la tuya fue la que más me convenció.

– ¡Estupendo! Oye hablamos luego que estoy ocupada y hablamos el tema de la mudanza. ¡Un besazo Juan!

-¡Otro para ti! Me despedí. No sabía muy bien porque había hecho eso. No me quedo más remedio que llamar al resto de candidatos para cancelar las entrevistas. No tenía ni idea de los eventos que desencadenarían mi decisión.