Ana se quedó esa noche trabajando como seguridad cuando es animadora, paso hablando tanto tiempo con su compañero que sin darse cuenta tuvieron sexo en el trabajo
– ¿Sabes por qué ese cabrón de Eduardo me ha puesto guardia este fin de semana?
Ana era una de las nuevas animadoras a las que había contratado el parque para los peques. Tenía treinta y pocos y estaba para echarle un par de cientos de polvos.
– Ni idea.
Yo no le caía bien porque era de la opinión como muchos del parque que yo era un pijo engreído de mierda.
– No le habrás dicho tú, que querías librar el fin de y como os lleváis tan bien, me habrá encasquetado a mí el marrón…
– Si, claro, precisamente como la caigo tan bien, a mí me ha puesto de seguridad y en la caja…
– No jodas!. Sí?.
– Sí!.
– Hijo de puta!…
– Ana te invito a un café para celebrarlo.
Ana se quedó completamente pasmada, boquiabierta, ojos abiertos y en su rostro ví un cambio hacia bien.
– Bueno, tengo ante mí a la piba más potente del parque. Estás cañón.
– Tengo novio.. o eso creía.. creo que me la está pegando con otro.
– Si te la está pegando con otro es G I L I P O LLAS!.
Lo dije lentamente pero con determinación.
Ana se rió primero pero luego sus ojos se llenaron de lágrimas…
– Y por qué dices que es un gilipollas.???
– Joder si yo tuviera una novia como tú, le dejaría bien claro que es mi reina, mi joya.
– Anda! Este y yo que pensé que a ti no te iba, no sé pensé que te molaban más las giris.
– A mí me gustan las tías trabajadoras, y tienes un largísimo etc de cualidades que están impresionantes…
– El café no me gusta, pero si me invitas a un refresco te lo acepto. Bueno no un refresco tampoco que estoy a dieta… Agua, joder, no sé a qué….Bueno déjalo.
– Oye! Tengo una idea mejor, el cabrón de Eduardo tiene bebidas en su oficinita, entramos charlamos y le birlamos lo que tenga por ahí.
Ana se rió a carcajada limpia, me miró esta vez con una sonrisa abierta, franca feliz en la cara. De repente se me acercó mucho como para susurrarme al oído algo.
– Me estás levantando la moral. Gracias. Yo que pensé que eras un cabrón inaguantable, eres todo lo contrario.
– Fuimos caminando a la caseta y la distancia que normalmente guardaba se desvaneció, nuestras manos so rozaban, incluso sus senos me rozaban. Era algo increíble. Estaba tan cerca.
Llegamos a la cabina, oficina, entramos. Ana llevaba unos pantalones cortos, una camiseta blanca que permitía ver que tenía un sujetador oscuro.
– Sabes llevo intentando llamar a Luis le he dejado tres mensajes en el móvil, tres Whatsapps y no me contesta.
– Ana! Por qué no lees entre líneas… y además por qué no abres los ojos y te fijas que hay otros tíos en el mundo muy cerca de ti, a los que les gustas muy mucho. Luis está pasando de tu culo, que por cierto es muy lindo, y no te merece.
Ana estaba delante de mí y a punto de abrir la nevera cuando se dio la vuelta.
– A quién coño le puedo gustar yo, si estoy como una foca.
Al darse la vuelta, ví unos ojos algo llenos de agua como de alguien que va a llorar. Alguien que no veía o que no se daba cuenta de que el que estaba loco por ella era yo.
– A mí. A mí me gustas. Estás buenísima y te comería entera…
Aunque sorprendida se dio cuenta de que era cierto.
En la guerra y en amor, en las relaciones la teoría no sirve, hay que arriesgarse de vez en cuando… Así que me armé de valor y me fui acercando poco a poco a ella. Al principio creo que Ana estaba algo sorprendida, hubo un atisbo de sonrisa, y al ir a acercarme retrocedió un poco hacia la nevera pero no me paró con la mano. Iba a besarla en los labios, despacito, giré la nariz, me aproximé muy suavemente y la besé. Noté un pequeño sobresalto por su parte pero no opuso resistencia. Su mano se abrió y el móvil se cayó al suelo. Me separé de su rostro giré mi nariz y ella automáticamente giró su cara para aceptar un nuevo beso. Nuestros labios se frotaron, las bocas se abrieron ligeramente y su lengua entró a divertirse con la mía. Nuestros cuerpos se acercaron relajadamente, pecho contra pecho. Yo irremediablemente me estaba excitando.
Estuvimos gozando durante un rato que me pareció celestial.
– Gracias, necesitaba sentirme deseada así, con suavidad y elegancia. Y noto que te excito.
– Sí. Mucho. ¿Te gustaría salir conmigo como pareja?.
– Me sorprendes!.
– Me gustas mucho, me pones, te deseo.
– Yo tenía hambre de caricias, de abrazos, de besos. Creía que no le podía gustar a ningún tío.
Obviamente notaba cómo estaba yo de excitado porque estábamos muy cerca.
Su mano se fue a mi entrepierna, con suavidad me apretó el pene, lo masajeó.
– No veas cómo me excita sentir un pene así poniéndose duro….
– ¿ Te han dado alguna vez un masaje suave en la ducha…?
– No.
– Hoy va a ser la primera vez, mi bombón!.