Antes de mi boda me dan un regalo que nunca voy a olvidar
La víspera de la boda.
Maura removía su té, lentamente, con mucha parsimonia, ajena a todo lo que se movía alrededor suya en aquel pequeño café. Se sentía atractiva, con un pequeño corpiño apenas conteniendo su buen par de tetas, y una minifalda de cuero que dejaba enseñar sus muslos hasta muy arriba.
Hasta hace un año hubiera sido casi impensable verla así, pero ahora, más delgada y después de unos meses de ir regularmente al gimnasio, se podía permitir una faldita de ese tipo, que más que hacerla gordita, resaltaba unas piernas macizas y un culo duro y respingón. El pañuelo al cuello, el perfume que ella solía usar de casada y una tarde de peluquería, daban el toque elegante para estar provocativa, pero sin parecer vulgar.
La prueba de que había acertado, era que la parroquia masculina que había en la cafetería, no le perdía ojo. Algunos con disimulo y otros de forma más clara, con propuestas que viajaban en forma de mirada, fijaban su atención en ella. Se sentía deseada y eso la animó. Significaba que la percepción que tenía de que había superado una etapa difícil de su vida se correspondía con la realidad. Era muy distinta a la mujer que apenas 4 años antes, transmitía su inseguridad y su desorientación en una alimentación desordenada y en una forma de vestir descuidada.
En esa época nadie se habría fijado en ella.
Se tomó el té, ya casi frío. Pidió la cuenta y mientras le traían el cambio, fijo la mirada en un portal varios números más abajo. Bueno, tocaba cerrar definitivamente el pasado y empezar a vivir el resto de su vida. Allí vivía su ex, Rafa. Y ella tenía una visita que hacerle antes de pasar capítulo. O mejor dicho para poder pasar página, para despedirse definitivamente. Salió a la calle y caminó decidida, pero pausadamente, hacia la puerta del bloque de apartamentos.
Mientras andaba, le venían imágenes sin poder evitarlo. En realidad, llevaba un par de días dándole vueltas al pasado, justo desde que Rafa la había invitado a su boda. Entonces los recuerdos la habían asaltado y no pudo evitar hacer un recorrido desde el momento en que todo se le vino abajo, hacía casi 8 años ya…
Recordó el día que le dijo que la dejaba y como a ella se le había caído el mundo encima, no porque fuera algo inesperado: de sobra se daba cuenta que ya no follaban como antes, que había más ganas de descargar rápido que pasión en su cama, que después de tener el crío, ella se había descuidado y buscaba la comodidad antes que el placer… igual que también se daba perfectamente cuenta de los indicios de infidelidad. De como él había vuelto a ponerse en forma, de cómo se arreglaba y como le volvía la mirada pícara que tenía cuando le conoció, siempre atento a las chicas, siempre buscando su oportunidad.
Pero nada de eso le había importado. No mientras él siguiera en su cama. No mientras continuaran juntos. Era solo un bache en su relación, todo pasaría y volverían a estar como antes. Él se daría cuenta… pero no sucedió así, al contrario.
Una de sus infidelidades se convirtió de una aventura de una noche, en una sucesión de polvos y finalmente en una relación. Al final, Rafa la dejo para irse con ella, la puta, como ella la llamaba. La puta que le había quitado el marido. La nombraba así incluso delante de su hijo, incapaz de ver qué dos no se lían, si uno no quiere. Incapaz de aceptar que Rafa la hubiera dejado, a no ser que hubiera sido manipulado, engañado. Sí, toda la culpa debería haber sido de ella… esa era su forma de pensar entonces y no había conseguido cambiarla del todo.
Pasó lista a todas sus paranoias, a todas las tonterías que había hecho, como por ejemplo aprovechar cada vez que podía para seguir acostándose con su marido, pensando que podía recuperar la pasión y demostrarle que la cama también ella está mejor que la otra.
Con Rafa había amado por primera vez y era incapaz de separar pasión, sexo y lujuria del amor. Todo iba indefectiblemente unido. Se había entregado al límite. Jamás hubo nada que le negara a su marido. Habían follado donde y como él había querido. No había práctica que no hubieran probado. Incluso ella, que había sido una adolescente bastante cortada en el tema del sexo, había aprendido a tomar la iniciativa y a proponer cualquier iniciativa que pudiera resultarle excitante a su Rafa.
Y Maura había disfrutado también. Al principio hacía muchas cosas por complacerle, pero luego le había cogido el gusto a esas sesiones de sexo sin parar, hasta caer rendidos. Horas de sexo continuado hasta qué paraban agotados y con molestias de tanto roce y de tanta penetración. Lo que antes hacía de buen grado para complacerle y disfrutar de ver a su Rafa loco de deseo por ella, a veces se convertía también en disfrute propio, sorprendiéndose de gozar con prácticas que no le habían pasado antes ni siquiera por la cabeza.
Fue él quien insistió en que le gustaba verla por casa desnuda. O que no se pusiera sostén ni bragas, para poder meterle mano cuando y donde se le apetecía. Poco a poco descubrió que la excitaba salir desnuda de la ducha y sentarse junto a él. O hacer cosas totalmente en pelota, como recoger las camas o la cocina, solo con el delantal encima. Sus tetas se erizaban de gusto y se mojaba solo con una mirada de Rafa, que le indicaba que había conseguido llamar su atención y ponerlo cachondo. Ella ya conocía lo que seguía…un polvo brutal y sin concesiones, allí mismo, de pie contra la encimera o la pared, a cuatro patas en la alfombra o totalmente abierta de piernas en el sofá.
O aquella vez que asomada a la ventana, Rafa le levantó el vestido y la folló teniendo medio cuerpo apoyado en el alfeizar. No la dejó meterse para dentro y tuvo que continuar con los brazos apoyados y mirando a la calle mientras oculto en la sombra de la ventana, Rafa la follaba despacio para no provocar movimientos evidentes. Ni siquiera cuando cambio de agujero y le penetró el ano, la dejó retirarse. Afortunadamente era la hora de la siesta, el apartamento era de alquiler vacacional y la altura impedía que la gente de la calle pudiera ver claramente su cara de gusto contenido cuando Rafa le llenó el culo de leche.
Era la época en que ya habían agotado todo el catálogo de posturas y prácticas, y Rafa tuvo una vena exhibicionista que le procuraba placer y excitación. Como siempre, ella se dejaba hacer, y como otras veces, le cogió el gusto a salir a la calle sin bragas para que en cualquier rincón su marido tuviera acceso a su coñito. Volvieron a la época en que lo hacían en parques, en el coche o se metían mano en la calle o en oscuros pubs.
La vez más escandalosa fue en la playa, un verano. Junto a una discoteca. Parejitas haciendo cosas en la arena y Rafa, con unas copas de más, pasó a mayores. No se conformó con magrearla o con una paja, la tumbó en la arena y en una zona no demasiado oculta la folló a la vista de otras parejas. Pronto, más de un curioso merodeó cerca de ellos, pero Rafa, lejos de cortarse, se puso más caliente. En un rato había dos o tres tíos a su lado viendo como la penetraba, sin que ella pudiera hacer nada. Pero esa imposibilidad de evitarlo, de forzar que su Rafa dejara de penetrarla, exhibiéndola frente a los demás como un trofeo, volvió a sacar esa parte oculta de Mauri, que le proporcionó un orgasmo de dimensiones épicas. Afortunadamente, a nadie se le ocurrió intentar propasarse y no era época de móviles, si no, sus imágenes hubieran dado la vuelta al país, recordó riéndose.
De esa época adquirió la costumbre que tanto le gustaba y excitaba de salir a veces sin ropa interior, y de pasear desnuda por la casa.
En fin, que, volviendo a la realidad, recordó como intentó recuperarlo, pero no fue posible. La magia para él se había ido. Cuando se dio cuenta que lo único que hacía era poner dos coñitos a su disposición, para complacerlo solo cuando su amante viajaba y no estaba disponible, fue Maura la que decidió dejar de acostarse con él. Se dio cuenta que había tocado fondo.
El día que cogió el teléfono para llamar a la puta y decirle con pelos y señales cuando y como ella seguía acostándose con su marido, en un desesperado intento por conseguir que, si Rafa no volvía, fuera ella la que lo dejara, solo consiguió ponerse en evidencia. Estaba tan descolocada a los ojos de todos y tan neurótica que “la puta” ni siquiera se lo creyó, por muchos detalles que le intentó dar. Realmente estaba tan mal, que ni siquiera fue capaz de planearlo adecuadamente y grabar imágenes, o tener alguna prueba con la que apoyar sus afirmaciones. En cualquier caso, daba igual, no se quería enterar entonces, pero lo suyo había acabado definitivamente.
Sonrío a un par de hombres que se cruzaron, girando la cabeza para mirarla. Al ver que ella también volvía el cuello y sonreía, le lanzaron un par de piropos, que mientras se acercaba al portal, se iban convirtiendo en propuestas más atrevidas. Definitivamente era otra época y era otra Mauri.
Mientras subía en el ascensor recordó lo que le había costado parir esta nueva identidad y esta nueva vida. Cómo a pesar de no volver a acostarse con él, le seguía siendo fiel a la espera de que fracasaran como pareja. Descuidándose personalmente, tanto en lo físico como lo psíquico, rechazando todas las propuestas de relación que se le ofrecían, renunciando a darse alguna que otra alegría de vez en cuando en la cama…
Tardó años en volver a relacionarse sexualmente con otro hombre. Además, tuvo que ser un amigo cercano, que le dio la suficiente confianza y tuvo la santa paciencia de aguantarla en sus momentos más bajos. Empezó a gozar de nuevo poco a poco, como cuando de jovencita descubrió el sexo. Viéndose desnudos, masturbándose uno frente al otro en un juego más propio de adolescentes que de adultos con experiencia. Sintió un súbito calor y se puso cachonda recordando esos episodios. Bueno, eso le vendría bien para su cita con Rafa…Si además de volver a ser una chica apetecible, destilaba un poquito de deseo y lujuria, estaría bien para refregárselo por la cara.
Un atónito Rafa le abrió la puerta. Sorprendido de tenerla allí, a solas ante él, la víspera de su boda.
Ella le había avisado que iba. Había declinado la invitación para asistir al evento. Pero insistió en hacerle un pequeño regalo. Rafa había suspirado aliviado. Se sentía obligado a invitarla, sobre todo, porque el hijo de ambos no entendería que no invitara a su madre. Sabiendo como sabía, de la recuperación el último año de Maura, pensaba que tal vez no fuera mala idea. Ella sabría comportarse sin duda y para su hijo sería una alegría y un signo de normalidad después de tanta pelea entre ambos.
Pero como hemos dicho, sabía que la situación no sería agradable y en el fondo esperaba que ella rechazara, cómo finalmente hizo, la invitación. Lo que no esperaba es que ella le llamara y le pidiera permiso para visitarlo precisamente esa tarde. Pero Mauri supo insistir. Quería darle su regalo a solas. Era su precio por no aparecer en la boda. Y además, qué coño, Rafa se lo debía. Le debía esos 15 minutos tan solo que ella pedía.
Rafa la invitó a pasar. Le preparo un té como sabía que a ella le gustaba. Diez minutos de conversación formal, mientras lo tomaba con su ex, ciertamente impresionado. No solo por su aspecto, cuidado y provocativo, sino sobre todo por la confianza en sí misma, por cómo estaba manejando la situación y dirigiendo la conversación, y por como casi sin darle importancia, se exhibía como la nueva mujer que era. Atractiva en su madurez.
Rafa no le quitaba ojo a su escote. Era de las que no le gustaba llevar sostén y sus abundantes tetas, marcaban pezón en el corpiño. Involuntariamente los ojos se le iban en los cruces de piernas que ella hacía sentada en el sofá. Demasiado bien lo conocía y sabía que se estaba poniendo cachondo muy a su pesar.
No hubo reproches ni malos recuerdos. Solo una conversación muy formal acerca de que era hora enterrar el pasado y que cada uno debía seguir su camino.
– Te deseo lo mejor le comento ella. De verdad.
Se puso en pie para irse. Al ir a incorporarse, la escasa falda se le subió hasta bien arriba de los muslos, dejando entrever una braguita de fino encaje negro marcando el bulto de su coñito. Un desconcertado Rafa le dejó paso hacia la puerta, sin acabar de saber muy bien a que se había debido aquella visita.
– ¡Ahí va! Que tonta. Que me voy y no te dejo mi regalo de despedida.
Mauri se arrodilló delante de su ex y puso la mano sobre el paquete. Pudo comprobar la erección de Rafa.
– Oye… Comenzó a balbucear intentando retirarle la mano.
– No digas nada. ¡Cállate! Respondió Maura sin soltar su verga.
Le abrió la cremallera del pantalón y lo desabotonó, tirando de él hacia abajo. Luego, hizo lo propio con los calzoncillos. Para acabar, le agarró con una mano la base del falo y con la otra le apretó los huevos. La polla dio como un respingo, que ella aprovecho para meterse la punta en la boca y succionarla. Lentamente y apretando con los labios concentrándose solo en el glande. Mientras, mantenía la presión sobre los huevos e iniciaba una lenta masturbación.
Notó como se mojaba y el sabor del líquido preseminal en los labios. Poco a poco se la fue introduciendo cada vez más adentro, hasta que retirando la mano, dejo libre toda la verga para poder metérsela entera.
Le hizo una mamada profunda hasta tocar con los labios sus huevos y pubis. Aguantando dentro hasta la garganta, llenándosela de saliva y babas.
Abrió los ojos y lo miró sin pestañear con la boca llena de polla, viendo a un sorprendido Rafa que no daba crédito pero que no hacía el más mínimo gesto por evitar lo que estaba pasando.
Mientras mantenía la polla en su boca, sujetándola con los labios llevo las manos a sus pechos liberándolos del corpiño. Sus tetas eran junto a su culo, lo que más llamaba la atención de ella. A pesar de la edad y de ser ciertamente generosas, unas tetas sin estrías y aún erguidas.
Incorporándose un poco se sacó la verga de la boca y llena de babas la restregó por sus pechos, haciendo una semi cubana que hizo que Rafa pusiera los ojos en blanco.
Luego golpeó con el falo sus pezones y sus tetas antes de volver a metérsela en la boca, de un tirón hasta el fondo. Notó como a su ex le temblaban las piernas y comenzaba a gemir suavemente ya totalmente entregado. Una vez más la recorrió desde los huevos hasta la punta, introduciéndosela hasta casi tocar la campanilla. Esto le provocó un inicio de arcada, que la obligó a sacársela y a soltar la saliva acumulada, que resbaló por sus labios y barbilla. La imagen puso aún más cachondo, si esto era posible, a Rafa. A partir de ahí, cuando Mauri retomó la mamada, empezó a contraer sus huevos, en un claro signo de que iba a correrse.
Ella se la agarró con la mano, y se dedicó a chupar intensamente el prepucio mientras pajeaba el falo. Los chupetones se debían oír desde el pasillo. Cuando notó la primera descarga en su boca, apretó los labios y cerró los dedos sobre la base de la verga, como si la estuviese estrujando. Se obligó a tragar el semen para poder respirar y también para hacer sitio a la leche que aún continuaba saliendo de la polla de su ex. Pero en ningún momento aflojó la presión, continuando con el miembro en su boca.
Cuando cesaron los espasmos y las pulsaciones, se la sacó muy lentamente, y aprovechando el esperma mezclado con saliva que todavía quedaba en su boca, lo fue echando sobre la verga, dejándola llena de grumos y pringosa. Después, como si de nata o leche condensada se tratase, comenzó a limpiarlo todo con la lengua, desde los huevos al prepucio, ante la mirada atónita de Rafa, que aún se estremecía de placer. Cuando dejó la polla completamente limpia, se relamió recogiendo los restos que pudo alrededor de sus labios.
Se metió las tetas en el corpiño y poniéndose en pie, le dijo a un Rafa aturdido y apoyado contra la pared:
– Ella nunca te hará una mamada como esta. Adiós, esta vez de verdad.
Su ex no pudo contestarle. No le salían las palabras. Cerró la puerta y salió al pasillo. Iba contenta. Quizás algún día le contara a “la puta” lo que le había hecho a su marido la víspera de la boda. Sonrió pensando que como le importaba una mierda que la creyera o no, esta vez sí que sembraría la duda en su mente.
En el ascensor coincidió con un vecino, que vio como ella se limpiaba con ayuda del espejo, algo que parecía crema de la cara. Se sentía segura de sí misma y algo zorra. Era una sensación agradable. El aire fresco de la calle le sentó bien.
¿Y si llamaba a Luis? La tarde era joven y le apetecía follar…