Aproveché la confianza que me tenían, así fue como pude tener a Carolina en mi habitación completamente para mi

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Mi nombre es Carlos, tengo 32 años, soy asistente sanitario y vivo solo en mi piso desde hace ya unos 6 años. Soy de complexión normalita, ligeramente alto, moreno, ojos oscuros… vamos, lo que se dice una persona del montón.

Justo en el piso de enfrente viven Paqui de 25 años, Carolina de 23 y la madre de ambas, Sonia de 45 años, viuda desde hace bastantes años, por lo que en ejercicio de buena vecindad, me he visto obligado a ayudarles en muchas ocasiones con los típicos problemas domésticos que suelen acontecer en todas las casas. Dicho de otra forma, soy el primer recurso al que echan mano cuando algo no funciona o no saben que hacer con un problema.

Debido a que les conozco desde que me mudé y a que eran casi adolescentes entonces, les tengo un gran cariño que es recíproco, y aunque Sonia quedó muy desolada tras el fatal desenlace de su matrimonio, hubo de hacer frente a la situación y sacar adelante a sus hijas como buenamente pudo, trabajando en lo que se le presentaba.

Con el paso de los años, las niñas crecieron y se convirtieron en dos jóvenes guapas y atractivas, aunque quizás la falta de la figura paterna les dejó una huella de cierta candidez en su forma de ser, que Sonia no pudo compensar, ya que ella misma, también era un tanto inocente en su carácter.

Nunca pasó nada hasta hace unos meses en que Sonia me pidió que colgara unas cortinas que había puesto a lavar.

–Carlos, ¿me harás el favor de pasar cuando termine la lavadora y colgar las cortinas para que no se arruguen? Paqui te avisará cuando termine, porque me tengo que ir a trabajar.

–Pues claro Sonia, no hay problema.

Al rato Paqui llamó al timbre y me dijo que la lavadora había terminado el lavado, y que su hermana estaba sacando las cortinas de la lavadora.

Comoquiera que hay confianza entre nosotros ni siquiera se me ocurrió vestirme, pues siempre ando por casa en camisetas y bermudas y de esta guisa me fui a colgar las cortinas.

Al entrar al lavadero quedé impresionado, pues Carolina estaba agachada extrayendo las cortinas de la lavadora y mostraba unas redondas y poderosas nalgas que yo no había podido contemplar en su plenitud hasta ahora. Hasta se le marcaban escandalosamente unos gruesos labios vaginales y el surco anal porque no llevaba puesta bragas bajo el pijama.

Cómo una descarga  eléctrica, un espasmo me recorrió desde mis testículos hasta mi glande, (nunca antes me había ocurrido) y en cuestión de segundos tuve una erección tremenda.

Me acomodé la polla como pude, y con el pretexto de traer una pequeña escalera que tengo, volví a casa. Nada más entrar saqué mi polla y me la sacudí enérgicamente con el culo de Carolina en mi mente. En cuestión de un minuto, me corrí copiosamente sobre el suelo, al mismo tiempo que imaginaba que era el culo de Carolina el que me succionaba y me sacaba le leche, mientras en mi cerebro se instalaba un solo propósito: follarme el culo de Carolina.

Cuando me hube serenado un poco, tras limpiar los chorretones del suelo, cogí la escalera y volví a casa de las vecinas. Paqui me dijo que tenía que colgarlas en el dormitorio de su madre, y allí fui precedido de su hermana que llevaba las cortinas en sus brazos. Observé que Carolina vestía una camiseta de tirantes con amplio escote que dejaba ver casi la mitad de sus hermosa tetas (joer, cómo se había desarrollado la nena). La verdad es que acababa de ser consciente de que el tiempo había operado los cambios naturales y tanto una como la otra, lucían unos generosos atributos que las hacia muy atractivas y apetecibles.

Subí a la escalera y empecé a colgar la primera pieza de tela, cuando las patas de la escalera resbalaron abriéndose unos centímetros. Entonces se me ocurrió pedirle a Carolina que sujetara la escalera, y desde arriba pude contemplar a placer los dos meloncitos, así como el canalillo entre ellos.

Mi polla comenzó a reaccionar con estos estímulos, y decidido a dejarme llevar, dejé caer al suelo uno de los ganchitos de la cortina para poder recrearme con el culazo de Paqui, quien solícita se agachó a recogerlo mostrándome su culo como antes había hecho Carolina… (no sabría decir cuál de los dos culos me estaba apeteciendo follarlo más)…

Cuando volví la vista abajo sorprendí a Carolina con los ojos entornados y su boca mordiendo el labio inferior a unos centímetros del bulto que mi polla erecta provocaba en las bermudas. Tenía la mano que no sostenía la escalera entre los muslos, y disimuladamente se frotaba el coño.

Al advertir que le estaba observando, sacó su mano de entre los muslos, se sonrojó y para justificarse dijo:

–Es que me duele el vientre… porque soy muy estreñida.

Paqui asintió con la cabeza.

–Supongo que tomarás algún laxante, ¿no?

–Sí… Yo creo que los he probado todos.

Como un flash, me vino a la mente una idea perversa, e inmediatamente le respondí:

–Yo sé de un método para hacer de vientre cada vez que te encuentres así, pero no te lo puedo explicar ahora.

Ambas se miraron y entonces Paqui preguntó: ¿y no nos puedes explicar en qué consiste…?

–Lo haría con gusto, pero es un procedimiento que se ha de llevar a cabo persona a persona.

Terminada la tarea de colgar las cortinas me marché a casa con la seguridad de que no tardarían mucho en volver a preguntar sobre el asunto.

A mediodía Sonia llamó a la puerta.

–Hola Sonia, ¿qué tal…?

–Hola Carlos. Gracias por colgar las cortinas…

–De nada. Ya sabes que me tenéis para lo que haga falta.

—Oye… ¿Cómo es eso de que sabes quitar el estreñimiento…?

–A ver… No sé trata de quitar definitivamente el estreñimiento, sino de aliviar la retención…

–¿Pero es algo como tomar una infusión o un jarabe, no…?

–No lo tomes a mal, pero solo lo puedo tratar con la persona interesada y en privado.

–¿Y dices que funciona siempre…?

–Te lo puedo asegurar, no falla nunca…

A estas alturas estaba seguro de que mi plan iba a funcionar perfectamente.

–Sonia me miraba como si yo fuera un santo varón. Se había tragado todo el cebo, y solo faltaba esperar a que picaran y tirar del hilo.

–Se lo diré a Carolina. ¿Cuándo puede venir a probar…?

–Tengo que salir un momento, es cuestión de media hora. Después, cuando quiera…

–Vale Carlos. Hasta luego.

Cuando Sonia se marchó mi polla estaba morcillona a causa de la conversación.

Salí a la farmacia a comprar unos microenemas en tubitos monodosis que son muy efectivos para el caso, un aceite corporal y regresé a los pocos minutos a mi piso.

No habrían pasado diez minutos cuando Carolina estaba llamando a mi puerta…

–Carlos, vengo por el remedio ese que comentaste esta mañana, a ver si me soluciona este problema que tengo. Me ha dicho mi madre que no falla nunca…

–Pues que yo sepa, nunca ha fallado. Tú solamente déjate hacer y no te extrañes de nada de lo que yo diga o haga.

–Vale. Mamá me ha dicho que siga tus instrucciones al pie de la letra.

–Pues vamos a mi habitación donde estaremos más cómodos.

–A ver… Como tengo que darte un pequeño masaje es mejor que te desnudes para no mancharte la ropa.

Ella misma se quitó el vaquero y dudó en quitarse la camiseta, pero le dije que no quería mancharla con el aceite de masaje. Se quedó en braguitas y sujetador.

–Muy bien. Túmbate boca arriba.

–La imagen era espectacular. Carolina casi desnuda en mi cama y sólo había tenido que embaucarla con un cuento.

–Voy por el aceite de masaje.

Comencé a verter aceite sobre el bajo vientre y a masajear haciendo círculos, a fin de provocar el avance intestinal del contenido del colon.

–Carlos… ¿de verdad esto del masaje sirve para algo?

–Mira, todo ayuda… Este procedimiento se basa en la suma de varias acciones, que por sí mismas estimulan los movimientos peristálticos de los intestinos, de forma que inevitablemente provocan la evacuación al cabo de pocos minutos.

–Ah, vale…

Mientras hablaba mi polla iba creciendo alentada por el contacto de mis manos sobre la piel de Carolina.

Bajé unos centímetros las braguitas so pretexto de masajear todo el recorrido del colon, incluso sobre los pelitos del monte de Venus, sin que Carolina pusiera ninguna objeción.

Cuando creí que había masajeado suficientemente el bajo vientre, dije:

–Segunda fase: Ahora vamos con la lubricación que facilitará la evacuación.

–Quítate las braguitas y ponte en cuatro sobre el borde de la cama.

Carolina frunció el ceño, pero después de unos segundos se quitó las braguitas de espaldas a mí, y se arrodilló sobre el borde de la cama.

Ufff… casi me da algo… Era la imagen de esta mañana cuando me estaba masturbando. Tuve que agarrar mi polla sobre las bermudas. Sus gruesos labios vaginales eran sonrosados, con muy pocos pelos, como yo los imaginaba en la mañana. Se me puso la polla como una piedra.

–Ahora voy a comenzar a lubricar. Si te hago daño, me lo dices, e iremos más despacio…

Apoyé ambas manos sobre los cachetes, haciendo ligera presión hacia el exterior abriendo el surco lo suficiente para contemplar el hermoso ano de Carolina.

Con un lubricante sexual embadurne mis dedos y comencé a acariciarla zona perianal. Al inicio dió un pequeño respingo, pero pronto pareció asumir el tratamiento.

–¿Te molesta o te hago daño…?

–No…

–Entonces… ¿sigo…?

–Sí, sigue…

Volví a verter lubricante directamente sobre su orificio anal, y comencé a meterle mi dedo índice poco a poco hacia adentro, hasta que todo él entraba sin dificultad.

Cambié el índice por el corazón añadiendo más lubricante. El dedo profundizaba todo lo posible sin hallar ninguna resistencia, por lo que opté por meter los dos dedos a la vez.

Ahora sí percibí cierta resistencia a la vez que trataba de escabullirse encogiéndose.

–Tranquila, relájate… A ver… Apoya la cabeza sobre el colchón o sobre tus manos. Ahora voy a distraer tu atención para que no te duela.

Con los dedos de mi mano izquierda comencé a acariciar sus labios vaginales que estaban chorreando. Busqué el clítoris mientras los dedos de mi mano derecha entraban y salían de su culo.

Carolina se hallaba apoyada sobre su mejilla en el colchón y respiraba agitadamente, mientras exhalaba quedamente rítmicos ronquidos. Su mano derecha disputaba con la mía para masturbarse. Había llegado la tercera «fase» del tratamiento.

Sin dejar de follar su culo me quité las bermudas, y apliqué sobre mi polla una dosis de lubricante extendiéndolo por toda su longitud.

–Ahora vamos con el masaje profundo…

Mi polla estaba a reventar, pero gracias a la paja que me había hecho unas horas antes, iba a aguantar todo lo que hiciera falta. Apoyé mi glande a la vez que sacaba lentamente mis dedos del culo, por lo que apenas me costó introducirlo en el anhelado orificio. Inicié un suave bombeo que provocó que Carolina acompañara con gemidos cada uno de mis empujones, aumentando yo el ritmo progresivamente, y ella elevando el volumen de sus gemidos paralelamente.

Viendo el grado de excitación, creí que había llegado el momento de rematar el tratamiento.

Alcancé uno de los tubos que había comprado y retiré el sello. Acto seguido introduje la cánula en su culo e inyecté la dosis completa. Seguidamente metí la polla de una vez hasta los huevos, empujando con todas mis fuerzas.

–¡Verás como ahora sí cagas Carolina!

–¡¡¡Ahhh… Siento frío por dentro Carlos… !!!

–¡¡¡Estoy tocando el tapón con la punta de la polla…!!!

–¡¡¡Ahhhh…!!! Rómpelo Carlos, empuja fuerte hasta deshacerlo…!!!

Ella empujaba hacia atrás de forma sincronizada con mis empujones, por lo que la penetración era máxima, notando yo que mi polla topaba claramente con el tapón, hasta que no pude aguantar más y me corrí en su interior como nunca, de forma abundante, a la vez que Carolina tuvo su orgasmo, dejándose caer de lado derrengada sobre la cama en cuanto la hube soltado.

Fuí a lavarme mientras Carolina recuperaba el resuello tendida sobre la cama.

Cuando salía del aseo vi venir a Carolina corriendo por el pasillo, con las manos atrás señal inequívoca de que ya había hecho efecto el tratamiento…

Efectivamente, el tratamiento había sido totalmente eficaz… Y tal como se lo tomó Carolina, creo que habrían más ocasiones para aplicarlo… Jejeje