Así fue como inicie en el sexo público a los 28 años

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En primer lugar me voy a presentar, mi nombre es Sara y actualmente tengo 31 años y estoy casada desde los 26. Soy una chica con el pelo castaño oscuro, rizado y media melena, mido 1,62 y peso 65kg, una buena talla de pecho natural, 95c y según mi marido un buen culo de puta. No soy ninguna modelo, pero mi cuerpo y mis atributos no pasan desapercibidos aunque tenga cara de no haber roto un plato en mi vida.

Me casé joven y muy enamorada y sigo estándolo, espero que por mucho tiempo, y la verdad es que la relación con mi marido, para mi, es extraordinaria, en todos los sentidos y se puede decir que tengo un auténtico semental en mi cama.

Nuestra vida sexual como pareja es muy activa y muy satisfactoria, al menos ahora…

Al principio yo era una chica tímida, con poca experiencia en el sexo y mi marido, que me saca 3 años, había tenido muchas más experiencias que yo. Casi sin darme cuenta, un dia estaba de rodillas, pidiendo airadamente que me la metiera en la boca. Poco a poco, fue haciendo de mi lo que quiso hasta convertirme en una auténtica zorra.

Cada vez que practicábamos sexo, yo sentía la necesidad de ser más y más descarada y de dar lo máximo de mi como puta de su propiedad y yo observaba como a él le gustaba cada día más que me superase en mi descaro.

Recuerdo una noche que me dijo que me invitaba a cenar en un restaurante italiano de nuestra ciudad en una zona céntrica y de pronto se me ocurrió que esa noche quería que fuese inolvidable para el. Me vestí con un vestido corto negro con un escote muy pronunciado que dejaba a la vista ambos laterales de cada uno de mis pechos, con el que no podía llevar sujetador y por supuesto tampoco me puse pezoneras. Antes de salir de casa ya se quedó sin palabras y me dijo… ¿piensas ir así a cenar?, a lo que yo respondí, si, ¿no te gusta?…. y me respondío de nuevo… creo que va a ser una gran noche.

Al llegar al restaurante, nos sentaron en una mesa y tras un rato dilucidando que íbamos a pedir, vino el camarero a tomar nota de la comanda, pedimos lo que habíamos hablado y el camarero se marchó.

Como ya os he comentado antes, el tamaño de mi pecho es considerable aunque no descomunal y aquel escote no dejaba mucho a la imaginación. Al marcharse el camarero, mi marido me dijo, mírate las tetas…. las miré y vi que mis pezones estaban a punto de romper la fina tela que los cubría… te has puesto cachonda ya y no nos han traido ni la bebida, me dijo. Solo sonreí, no supe responder de otra forma ni reconocer que estaba mojando las bragas de una forma que nunca antes lo había hecho y sentía como las miradas de muchos de los ahí presentes se clavaban en mi escote y mis pezones no abandonaron su intención de ser admirados por todo aquel que quiso hacerlo.

Al terminar y pagar, salimos del restaurante y decidimos ir a tomar una copa a un local cercano, yo pisaba fuerte sobre mis tacones, esa noche me sentía una diosa admirada y deseada por todo aquel que se dignaba en observarme aunque solo fuera tímidamente.

Llegamos al local y pedimos nuestro combinado favorito, no estuvimos mucho tiempo, pero fue suficiente para sentir como todas esas miradas lascivas, morbosas y descaradas observaban mis pechos con atención. Antes de salir fui al baño y me quité las finas braguitas que llevaba, las guardé en mano y al reencontrarme con mi marido se las entregué en la mano y le dije… aquí tienes a la puta que tanto has deseado siempre. No me contesto, me cogió de la cadera, y con un gesto firme abandonamos el local y nos dirigimos hacia donde habíamos aparcado.

El coche estaba a unos 10 minutos a pié, durante los primeros 5 minutos no dijimos nada, simplemente caminamos en dirección al coche, su expresión facial había cambiado desde que le había entregado las bragas justo antes de salir del local. Decidí dar un paso más, nunca había sentido ese poder de controlar la situación y de dejarlo sin palabras, así que mientras caminábamos por la acera, solté su mano y sin pensarlo ni un segundo más, aparté la parte del vestido que cubría mis pechos, los dejé completamente al descubierto mientras caminábamos, la calle en ese momento estaba solitaria y lanzándome la más intensa mirada que había observado nunca en mi marido, me dijo… si viene alguien seguro que las vas a esconder, a lo que yo respondí, sé que esto te encanta y a partir de este momento mis tetas son públicas.

Paró de caminar en seco y me dijo, quédate quieta, te voy a hacer una foto para que no se te olvide lo que acabas de decir, sacó su teléfono movil y me hizo una foto.

Seguimos caminando hasta el coche y por el camino nos cruzamos con un hombre paseando a su perro, que miró mis pechos con notable timidez, pasó una pareja joven que ella dijo «vaya tela», y ya llegando al coche nos cruzamos con dos chicos de nuestra edad más o menos y uno de ellos dijo, muy buena hembra y muy bien adiestrada.

Llegamos al coche, lo abrió y me dijo, muy bien, primera prueba superada, ahora viene la segunda, no subas al coche…, entonces el entró, se sentó en el asiento del conductor y me dijo, ven aqúi, me acerqué hasta su puerta, aún con mis pechos fuera del vestido, arrodíllate en el suelo, me dijo, lo hice sin pensarlo ni un solo momento, el abrió sus pantalones, sacó su miembro y me cogió la cabeza desde atrás y me llevó la boca contra su polla, chupa zorra.

Ahí estaba yo, en pleno centro de la ciudad, con los pechos fuera, de rodillas en la acera y haciendo la mamada más morbosa que jamás habia imaginado.

Era tarde y la calle estaba solitaria así que no pasó nadie durante aquella caliente felación, duró poco, unos 10 minutos intensos de envestidas en mi garganta que acabó llena del líquido más placentero. Al terminar me dijo, entra en el coche puta que hoy vas a necesitar más leche, vámonos a casa…

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