Ayudando a mamá después del duelo

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Todo comenzó con una trágica noticia que sacudió a mi familia: la muerte de mi padre. Por desgracia era una tragedia que se repetía en múltiples hogares debido a la pandemia mundial que atravesábamos.

El triste acontecimiento me impactó a mi, que con 23 años iba a tener que ser el nuevo hombre de la casa, y también a mi hermano Xavi de 19 años al que seguramente afectaría a la calidad de sus notas en la universidad. Los estudios nunca fueron lo mío y por suerte para mi y para mi familia tenía un buen trabajo como mecánico con el que podría contribuir en casa a partir de ese momento.

Mi trabajo, el cual conllevaba un esfuerzo físico, junto con mi actividad en el fútbol federado provocaba que tuviera un cuerpo de atleta, bastante musculado y fibroso. Lo único que me asemejaba a mi hermano eran nuestros 180 centímetros de altura, ya que el era bastante delgado y dejado en lo que a la actividad física se refiere. Me llamo Eduardo, por cierto, aunque todo el mundo me llama Edu.

Tengo la cara cuadrada y el pelo corto y oscuro como mi piel y mis ojos. Mi hermano tiene el pelo rubio y por aquel entonces lo tenía lo suficientemente largo como para apreciar que lo tiene ondulado y unas gafas que no ocultaban sus ojos claros. Físicamente somos totalmente diferentes aunque algunos rasgos faciales denotaban nuestra consanguinidad. Claramente él salió a mi padre y yo a mi madre.

Cristina, mi madre, se cuidaba mucho yendo al gimnasio para mantener su espectacular cuerpo que destaca por un vientre plano, un redondo y firme culo aunque eran sus grandes pechos lo que llamaba más la atención (100-65-95). Tal era su belleza que años atrás provocó más de un comentario obsceno entre mis compañeros de instituto que desembocaba en una buena pelea por mi parte.

Si su cuerpo era impresionante, su rostro no era menos. Largo pelo moreno, cara redondeada, ojos grandes y expresivos, nariz normal y labios carnosos. Daba gusto admirarla y te dejaba sin palabras con su característica sonrisa dentada, que mostraba una dentadura perfecta, al mismo tiempo que achinaba los ojos. Su sonrisa nos alegraba el día a mi hermano y a mi pero tras la tragedia dejó de mostrarla.

-Esto es una puta mierda… Se ha ido, vale, pero mamá no puede seguir así. -dijo Xavi mientras desayunábamos a solas en la cocina.

-Es normal que esté hundida, ha perdido al hombre de su vida.

-Ya, joder, pero no puede quedarse encerrada en su cuarto de por vida. Sus dos hijos seguimos aquí, ¿no?

-Dale tiempo. Lo que tenemos que hacer es estar con ella y tratar de animarla. Déjamelo a mi.

Acabé de desayunar y me levanté dando una palmada de ánimo en la espalda de mi hermano pequeño. Recogí la mesa y le preparé un vaso de leche con miel a mi madre con la intención de darle algo caliente y dulce que le animara.

-Mamá, ¿se puede? -dije yo tras picar en su puerta y abrirla.

-Si, claro cariño, pasa.

-Joder mamá, ¿Qué haces aquí sentada a oscuras? Vístete y sal a que te de el aire… y de paso desencaja algunas mandíbulas con ese espectacular cuerpo que tienes. -dije tratando de animarla.

-No me apetece. -contestó mientras le subía las persianas de su habitación para que entrara algo de luz.

-Joder mamá, llevas una semana así, mira que ojos tienes… Necesitas despejarte un poco y dejar de pensar. Y sobre todo, necesitas comer algo. Toma, te he traído leche con miel y algunas galletas.

-¿Despejarme como lo hiciste tú ayer? ¿Trayendo a una chica a casa para follártela? Os escuché…

-Pues si, por ejemplo. Lo que sea con tal de no pensar. Ahora mismo no es el mejor momento para hacerlo y tenemos que buscar la manera de evadirnos, distraernos…

-Olvidar no es la solución.

-Tal vez, pero no te estoy pidiendo que olvides, te pido que salgas del pozo y dejes de martirizarte.

-Supongo que tienes razón. Bueno, vete, tendrás cosas que hacer.

-Ni hablar. De aquí no me voy hasta que te lo comas todo.

-Vas a llegar tarde al trabajo.

-Le diré al jefe que es todo por tu culpa y tendrás que asumir las consecuencias.

-Está bien… -dijo sacando una leve sonrisa.

-Bueno, dime si soy buen cocinero o no.

-Edu, las galletas son del supermercado y es un simple vaso de leche con miel.

-Basta mamá, por favor, tantas palabras de agradecimiento me abruman.

De nuevo le saqué una sonrisa y esta vez más amplia que la anterior.

-Por cierto, tienes que firmar unos papeles que te he dejado sobre la mesa del recibidor. El otro día fui al ayuntamiento para pedir que nos los enviaran y lo único que tienes que hacer es firmarlos. Yo me encargo de llevarlos de vuelta.

-Gracias cariño, te lo agradezco.

-Si quieres agradecérmelo, haz el favor de darte una ducha… ¿Te acuerdas de lo que es? Y no hace falta que laves la bata que llevas, ya me encargaré yo de quemarla.

-Muy gracioso… Esta tarde me ducho.

-Claro que sí, ya verás que bien sienta.

Esperé a que finalizara y me llevé la bandeja a la cocina. Después me dirigí raudo y veloz al taller y mi jefe, dadas las circunstancias, no se quejó de mi tardía entrada.

Tras finalizar mi jornada laboral me pasé por el supermercado antes de dirigirme a casa. Compré los ingredientes necesarios para hacer la pizza casera que tanto me gustaba elaborar junto con mi madre y tras la compra me fui directo a nuestro hogar. Vacié las bolsas en la nevera y despensa y me dirigí a la habitación de mi madre para interesarme por su estado.

En el interior de su cuarto no encontré mas que oscuridad, por lo que encendí la luz de la lámpara del techo. Al hacerlo pude ver a mi madre, boca abajo con la misma bata, y una botella de whisky sobre la mesita de noche.

-Mmmhhheeee… gruñó mi madre quejándose de la luz.

-Joder mamá, ¿Qué coño haces?

La levanté y la cogí sobre mi hombro, como si fuera un saco de patatas.

-Menudo pestazo a alcohol… Te vas directa a la bañera.

La bañera era nuestro destino e hice una parada en la habitación que había justo antes.

-Xavi, hazme un favor y cambia las sabanas de mamá… Cuando acabes pon una lavadora, que yo voy a remojar a esta. -dije dándole una palmada al trasero que tenía a la altura de mi rostro.

Xavi obedeció y yo senté a mi madre en el váter mientras le preparaba un caliente baño de espuma.

-No hace… ¡hip! No hace falta hijo…

-Me da igual lo que digas. Si quieres dar órdenes, empieza a comportarte como una adulta, ¿me has oído, jovencita?

Le imité claramente con esa bronca suya tan característica y le saqué una nueva y leve sonrisa. Cuando la bañera estuvo lista le animé a desnudarse y tras ver su torpeza decidí ayudarla. No fue difícil ya que al quitarle la bata me permitió ver que solo llevaba un sujetador y bragas de un color rojo intenso. Llevaba tiempo sin pisar un gimnasio pero su cuerpo lucía espectacular: un gran sujetador con unos grandes pechos oprimidos en su interior que pedían salir por la parte superior, un generoso y firme culo que invitaba a manosearlo con ambas manos y unas piernas largas con hermosos y tonificados muslos. Dudo que hubiera una mujer con mejor cuerpo a sus 48 primaveras tras haber sido madre por partida doble.

Le bajé las bragas y necesité arrodillarme para hacerlo. En ese momento mi rostro quedó a escasos centímetros de su vagina, la cual estaba compuesta por unos buenos labios, que ocultaban el interior de su cavidad, y algunos pelos cortos nacidos seguramente por su dejadez.

Tras su prenda inferior ahora le tocaba el turno a la superior. Le quité el sujetador y sus pechos descendieron ligeramente. Su tamaño y el hecho de haber amamantado a dos niños hacía que no tuviera la turgencia de una colegiala pero pese a ello eran notoriamente pronunciados, con cierta firmeza, cuando se visualizaban desde un perfil.

Hice que pasara una mano sobre mi hombro y le ayudé a meterse poco a poco en la bañera.

-Bueno, ¿Te tengo que enjabonar también?

-No hijo, con esto es suficiente, bastante vergüenza he pasado ya. Gracias.

-Joder mamá, menudas tetas tienes. -dijo Xavi haciendo acto de presencia.

-¿A que si? Tetas así no se ven ni en tu universidad. -dije yo con tal de animar a mi madre a toda costa.

-Callaros ya y dadme algo de privacidad, que soy vuestra madre. -dijo tapándose.

-Está bien. Tómate el tiempo que necesites y en cuanto estés lista hacemos una buena pizza casera. He comprado todo lo necesario.

-Hoy no creo que cene… Pero mañana la hacemos sin falta, me apetece.

-¡Perfecto! -finalizó Xavi.

Mi hermano y yo si que cenamos esa noche y mientras lo hacíamos pasó mi madre ante nuestros ojos con la toalla atada al pecho.

-”Fiu fiuuu”. -silbó Xavi.

-Anda, dejaros de tonterías que a parte de ser vuestra madre voy camino de ser una cincuentona.

-Mamá, si el día de mañana me caso espero que mi esposa se mantenga la mitad de maciza a tu edad de lo que estás tú ahora mismo. -dije.

-¿Casarte tú? A este paso no sé cuando vas a sentar la cabeza para dejar de traer una chica diferente cada semana… -reprochó ella.

-¡Au!

De nuevo una sonrisa y parecía que la cosa iba por buen camino con la ayuda de mi hermano. Esa noche, fruto de la tranquilidad que me daba ver a mi madre más alegre, conseguí dormir mejor que las noches anteriores. La evolución que llevaba su felicidad se vio confirmada a la mañana siguiente con la sorpresa que me llevé al acceder a la cocina. Allí estaba mi madre, en pijama y sin la bata, preparándonos el desayuno.

-Buenos días. -dijo ella.

-Buenos días mamá.

-Buenos días. -dijo mi hermano apareciendo tras de mi.

-Os he hecho tortitas.

-Joder, colesterol, cuanto tiempo. -dijo Xavi.

-Te quejarás de como te he alimentado todo este tiempo.

-A base de avena y otros carbohidratos, nada de grasa y azúcares… Menuda tortura china era eso.

Mi madre se reía, parecía que de nuevo éramos una familia y desayunamos tranquilamente los 3.

-Echaba esto de menos. Aunque me va a costar asimilar que ya no habrán otras cosas, como el beso de despedida que me daba siempre vuestro padre antes de marcharse a trabajar.

-Las buenas costumbres no tienen porque acabar.

Me levanté y le di un buen beso en los labios. Se quedó parada, sin reaccionar, y mi hermano imitó mi acción para darle otro beso.

-¡Guau! Vale, no hace falta que os alegréis tanto de verme.

-En esta casa no se va a echar nada de menos. A falta de un beso, toma dos tazas. -dije guiñándole un ojo.

-Eso. Comienza una nueva etapa, con nuevas costumbres. -me apoyó mi hermano.

-Anda, vestiros que vais a llegar tarde.

-Y ahora vamos a ser dos los hombres de la casa. -continuó Xavi.

-Si, dos buenos hombres. Uno se va a estudiar al cole y otro a jugar con coches…

-Ja, ja… muy graciosa mamá. -dije irónicamente.

La cosa iba por buen rumbo y los 3 empezamos el día de forma animada. Tras acabar mi jornada laboral me apresuré a mi domicilio para confirmar el buen estado de mi madre y, al llegar, ella estaba junto a mi hermano riendo mientras se tiraban harina el uno al otro.

-Veo que habéis empezado sin mi.

-Acabamos de empezar. Solo estábamos haciendo el tonto. Anda, dúchate y vamos haciendo nosotros la cena, te lo debemos. -dijo mi madre.

-Pues no os diré que no.

El olor a pizza casera horneándose llegó hasta la ducha y mi hambre me obligó a salirme antes de lo esperado. Me puse el pijama y preparé la mesa para saborear en compañía la ansiada pizza.

-¿Y bien? ¿Has salido de casa? -le pregunté a mi madre durante la cena.

-Todavía no, pero tranquilo, mañana iré a comprar.

-Viernes al mercado, para no perder la costumbre. -dijo Xavi.

-Sí, aunque otra costumbre era salir a cenar con vuestro padre el primer viernes de cada mes, y ya no podrá ser.

-Puede y seguirá siendo así. Ya te he dicho que en esta casa no somos de dejar las costumbres. Mañana salimos a cenar la mujer y los hombres de la casa. -dije yo.

-Dirás uno de los hombres… yo tengo que estudiar, tengo los finales.

-Bueno, pues uno de los hombres… El “hombrecito” se quedará a vigilar la casa.

-No sé… No será lo mismo. -dudó ella.

-Por supuesto que no, será mejor. Ponte tus mejores galas que mañana te llevo a un sitio lujoso. -dije guiñándole un ojo con la intención de sacarla de casa.

-Está bien, tú ganas.

Tras la cena me ofrecí para recoger la mesa y mi madre se quedó en el salón viendo la televisión mientras mi hermano y yo nos encerramos en nuestros respectivos cuartos. No cabía duda que habíamos alcanzado una sólida calma que nos permitía respirar a todos.

La mañana siguiente transcurrió como la anterior, con beso en la boca incluido en la despedida de cada uno. Tras llegar de trabajar me di una buena ducha y me acicalé para la esperada cita. Mi madre se hizo esperar y cuando apareció me dejó con la boca abierta. Se había maquillado y llevaba un vestido negro, ajustado, que llegaba hasta la parte baja de sus muslos. En su parte más alta tenía unos finos y largos tirantes que nacían de un amplio escote que dejaba poco o nada a la imaginación. Solo una prenda a la vista, a parte de los zapatos de tacón fino, del mismo color que su vestido, y un pequeño bolso y bonito collar como complementos.

-¡Guau! Menudo pibón. -dije yo.

-Creo que me he pasado…

-A la mierda los estudios, ¿Puedo ir? -dijo Xavi.

-Lo siento, he reservado para dos.

Salimos los dos de casa y al llegar a mi coche me porté como un caballero abriéndole la puerta.

-Uy, que galán… ¿Así es como las conquistas?

-Solo a algunas… Otras se hacen derogar… -le contesté guiñando un ojo.

Había reservado en un lugar bastante pijo, en las afueras, y caro también aunque la ocasión y la mujer bien merecían el esfuerzo económico.

-Madre mía, que lugar tan glamuroso. -dijo tras sentarse en nuestra mesa para dos.

-Te lo mereces.

-No sé yo… Tiene que valer mucho dinero.

-No más del que me puedo permitir. No lo pienses más y disfruta de la cita.

-¿Es una cita? Se me hace un poco raro salir a un sitio así con mi hijo.

-Olvídate, hoy no soy tu hijo. Soy un joven y atractivo empresario que desea conquistar a una dama. -dije poniendo una voz grave para meterme en el papel.

-¿Una dama? Creo que la gente nos mira pensando que sólo una mujer mayor como yo se puede ligar a un chico como tú gracias a su dinero.

-Yo creo que nos miran los hombres y tienen celos de no poder aspirar a un pibón como tú.

-Anda… Tú que me miras con buenos ojos.

Mi madre empezó inquieta, nerviosa, pero no tardó en animarse gracias a mis anécdotas graciosas y, por supuesto, el vino. Algunas historias que le contaba tenían cierto toque romántico e incluso erótico con la intención de desinhibirla y así provocar que me empezara a ver más como un hombre que como un hijo. Poco a poco fuimos dejando de lado la relación maternal y comenzamos a soltar pequeñas puyas picantes.

-…y hasta ahí puedo decir… como bien sabes soy un caballero.

-¿Eran como mis tetas?

-Ninguna podría tener esos pechos tan grandes y apetitosos. Y habría necesitado 3 tarros de nata.

-Menudo caballero que habla con ese desparpajo de mis pechos.

-Touché…

Tras la cena, y como si fuéramos adolescentes, le llevé a un mirador en el que se veía toda la ciudad desde los asientos delanteros de mi coche.

-Guau, que bonito… Muchas gracias cariño, me lo he pasado genial. -decía admirando las vistas.

A mi madre le brillaban los ojos y estaba preciosa en aquel momento. Sin lugar a dudas habíamos tenido una cita perfecta y se merecía un final que estuviera a la altura.

-Cristina… -dije para captar su atención.

-¿Crist…?

En cuanto se giró le besé apasionadamente la boca y ella me correspondió al inicio.

-Para, para… ¿Qué estamos haciendo? Eres mi hijo.

-No soy tu hijo. Ahora mismo soy el hombre de la casa o una cita con un hombre al que estás conociendo, lo que prefieras. ¿No te ha gustado?

-Sí, besas muy bien pero…

-Nada de peros. Me he propuesto un objetivo hoy y no voy a parar hasta alcanzarlo.

-¿Qué te has propuesto?

-Que hoy te vayas a dormir con una sonrisa de oreja a oreja, esa sonrisa que te da una primera cita con un esperado y correspondido beso.

-Esto no está bien… Es raro.

-Confía en mi, esto es justo lo que necesitas ahora mismo. Déjate llevar y mañana me cuentas como has dormido. Si mañana no le ves el lado positivo, nos olvidamos de estos simples e inocentes besos.

No dijo nada y dirigió sus ojos a mis labios. Incliné mi cabeza y le regalé 3 tiernos y apasionados besos. En el cuarto nuestras bocas se solaparon y nuestras lenguas se enlazaron en su interior. Mi madre demostraba gran maestría moviendo de manera ágil su lengua. Me dejé llevar y ascendí lentamente la mano que tenía sobre su rodilla, deslizándola por el interior de sus muslos.

-¡Vale! Creo que ya está bien para una primera cita.. -dijo frenándome.

-Perdona si he sido brusco.

-No, en realidad ha sido una primera cita con todas sus fases, incluyendo la parte en la que la chica frena al chico.

-¿Verdad que si?

-Bueno, ¿volvemos a casa?

-Lo que la señorita mande.

Arranqué el coche y tras aparcarlo en el garaje lo rodeé para ayudar a salir a la dama. Le cogí la mano y no se la solté hasta llegar a casa. Tras pasar la puerta, y con la ayuda de la misma mano, la atraje hacia mi para juntar nuestros cuerpos y así darle un último, mojado y duradero beso.

-Buenas noches… -dijo ella poniéndole fin.

-Buenas noches… Por cierto, ¿Te apetece salir mañana? Podríamos ir al cine.

-¿A ver qué?

-Lo que tu quieras, por supuesto.

Sacó la mejor sonrisa que había mostrado en semanas y cada uno se fue a su habitación. No sé que hizo ella, pero yo no tuve más remedio que hacerme una necesaria paja pensando en la cita con mi madre pero fantaseando con un desenlace distinto.

A la mañana siguiente la encontré en la cocina, medio bailando y tarareando una canción que había escuchado en la radio de mi coche.

-No sé que hiciste ayer, pero ha funcionado. -me dijo mi hermano.

-Y la cosa no acaba ahí, hoy nos vamos al cine. Imagino que tendrás que seguir estudiando…

-Así es… Bueno, me voy a la biblioteca.

-Y yo a correr.

Ambos nos despedimos de mi madre con el habitual beso y me propuse salir a hacer ejercicio. En ocasiones esas sesiones las utilizaba para ligar y contonearme frente a algunas chicas de mi edad pero ese día tenía mis pensamientos enfocados en otra mujer y en la sesión de cine que me esperaba esa misma tarde.

Se me hizo larga la espera hasta la segunda cita, y eso que fue cuestión de horas, pero esta al fin llegó. Me puse algo mas casual que la cita anterior y ella hizo lo mismo. Se presentó en el salón con unos tejanos super ajustados que provocaban que se le marcaran sus preciosas piernas. En la parte superior llevaba una camiseta roja de tirantes, con un escote casi tan sugerente como su vestido de la noche anterior.

-¿Estoy guapa? -dijo girándose para mostrarnos su redondo y maravilloso culo para deleite de mi hermano y mío.

-Joder, a la mierda los estudios, en serio, ¿Puedo ir?

-Otra vez con lo mismo… Piénsatelo mejor la próxima vez. Ya he comprado las entradas y no queda ninguna butaca. -mentí con el objetivo de estar a solas con aquel bellezón.

Mi madre había escogido un drama romántico el cual no me desagradaba ya que deduje que debido a la temática del film no habrían niños molestando y serían todo parejas como nosotros. Astutamente había elegido los asientos en un lugar apartado, alejado de curiosos. Tras subirnos al coche llegamos al cine con tiempo de sobra.

-Que mentirosillo eres… Si está casi vacía la sala. -me recriminó mi madre.

-Lo siento pero 3 son multitud…

-Que malo eres… -dijo sonriendo.

La película comenzó y a los pocos minutos pasé uno de mis brazos tras su cabeza para posar mi mano sobre su hombro. A la media hora de película no pude reprimirme más y con la mano que tenía libre le giré su rostro para darle el primer beso con lengua de la tarde.

-Algo me dice que no me vas a dejar ver la peli. -dijo ella.

-Si me estoy propasando solo tienes que decirlo.

Me contestó con un nuevo beso y aproveché su iniciativa para llevar mi mano de su hombro a su pecho. Nuestros besos cada vez eran más intensos y también lo fue la fuerza con las que manoseaba su teta sobre la tela. Tras un par de minutos en esa guisa nuestros besos cesaron pero el masaje de mi mano sobre sus pechos no paró.

Tenía el mejor pecho que había tocado en mi vida y no pude, ni quise, evitar meter un dedo en el interior de su sujetador para apreciarla a pelo. Lo hice con cuidado y disimulo, introduciendo un dedo que inspeccionaba el terreno desconocido. A ese dedo le siguieron otros 4 y mi palma no se quedó atrás. Se sentía increíble y no desperdiciaba la ocasión para estimular su gran y erecto pezón que se ocultaba en el interior. La respiración de mi madre se aceleraba y no tardó en encontrar mi boca con la suya. Nuestras lenguas batallaban en el aire y decidí liberar uno de sus pechos sacándolo al exterior.

-No, para…

-Perdona, ¿no te gusta?

-Por mucho que actuemos, no dejas de ser mi hijo…

-Sólo en tu cabeza. Dime, ¿Cómo dormiste anoche?

-Con una sonrisa de oreja a oreja…

-¿Lo ves? Y Xavi y yo hemos visto lo feliz que estabas hoy al levantarte, hacía muchísimo que no te veíamos así… Lo de ayer, y lo de hoy, es lo que necesitas para evadirte, pasar página y seguir adelante. Todo esto lo olvidaremos con el tiempo o quedará en una simple anécdota. Hazme caso, relájate, disfruta… y mañana me cuentas.

-Está bien, pero déjalas donde están… No quiero que me las vean los demás.

-Bueno, nadie nos ve… Pero como quieras.

-¿No te gusta así?

-Podría ver la trilogía entera así…

Sonrió y volvió a atacar mi boca. Así estuvimos la mayor parte de la película: mis manos perdiéndose en sus infinitos pechos y mi lengua manteniendo un pulso con la suya. Tal era nuestro desenfreno que no nos percatamos del fin de la película hasta que se encendieron las luces de la sala.

-¿Te ha gustado la película? -le pregunté.

-Me ha encantado. ¿Y a ti?

-Hay partes que no las he visto bien… Me gustaría repetir.

Volvió a sonreír y tras un largo beso abandonamos el cine. El desenlace de la cita fue exactamente igual que el de la primera: ayudándola a salir del coche, entrar juntos a casa y despedirnos con un buen beso hasta la siguiente cita.

-”Llámame” si te apetece volver a salir. -le dije.

-Está bien, te “llamaré”.

De nuevo una paja nocturna pensando en ella y de camino al baño, para limpiarme, me topé con Xavi. Estaba con la polla sacada cascándose una paja mientras espiaba a nuestra madre a través de la puerta entreabierta.

-¿Se puede saber que estás haciendo? -le reproché entre susurros.

-No, que coño estás haciendo tú para que se masturbe de esa manera nada mas llegar a casa.

Me asomé y en su cuarto había bastante oscuridad, aunque no la suficiente como para impedirme apreciar el cuerpo desnudo de mi madre que se tocaba un pecho con una mano y se introducía dos dedos de la otra en su vagina.

-Lo que haría un buen hijo: hacerla feliz y hacer que se sienta bien. Si a mamá le hace feliz sentirse deseada y le ayuda a no hundirse en la mierda, que así sea.

-Y de paso beneficiarte de ese cuerpazo.

-Beneficios colaterales…

-Yo también quiero.

-Pues cúrratelo como estoy haciendo yo.

Me dirigí al baño y dejé atrás a mi hermano. De nuevo una plácida noche para todos y una vez más le siguió una bonita mañana. Tras levantarme me dirigí al baño y me paré en la puerta al escuchar que había alguien en su interior. Aprecié que era mi madre y mi hermano pero no atinaba a acertar lo que decían. Seguro que mi hermano había empezado a maquinar algo. Al minuto salieron los dos a la vez y traté de disimular mi espionaje.

-¿Qué hacíais los dos ahí dentro?

-Nada, no tenía ninguna toalla a mano y tu hermano me ha acercado una.

-Mi hermano no, uno de los hombres de la casa.

-Me lo has quitado de la boca. -dijo él.

Los 3 acabamos desayunando juntos y mi hermano fue el primero en despedirse para encerrarse en su habitación. Yo seguí sus pasos y me despedí con el beso de «siempre».

-Esto de la costumbre del beso… No me acaba de convencer.

-¿Por qué? Es una buena costumbre y no tiene nada de malo…

-No… y a decir verdad vuestro padre iba más allá en su despedida cuando no estabais delante.

-¿Más allá? ¿En que sentido?

-No se cortaba y me tocaba mi entrepierna para tentarme.

-¿Ah si? Pues en esta casa no somos de dejar las costumbres, ya lo sabes.

Desde su espalda le abracé por su cintura con una mano y con la otra fui descendiendo lentamente por el interior de sus bragas.

-Pero no así… El lo hacía por fuera.

-Esta costumbre es mejor.

Bajé hasta encontrarme su rajita y labios y al hacerlo me percaté que se había depilado.

-Para, como costumbre no me gustaba antes y ahora tampoco.

-Pero la del beso a los hombres de la casa la mantenemos… -dije sacando mi mano.

-Ya veremos.

-Bueno, ¿Algún plan para hoy?

-Pues sí, me ha llamado Susana para comer fuera y dar una vuelta.

-¡Olé! Así me gusta.

Parecía que no íbamos a tener una tercera cita ese día pero me alegré notablemente por ella. Me despedí con un nuevo beso y no la volví a ver hasta la cena.

-¿Cómo te ha ido con Susana? -le pregunté.

-Muy bien. Por lo visto tiene un nuevo novio.

-¿Ha dejado al otro? -preguntó Xavi.

-No. Ahí está lo gracioso, está con dos a la vez aunque ellos no lo saben.

-Hay que ver con Susana… No pierde el tiempo. -dijo mi hermano.

-Pues no me parece mal. Que disfrute, que no pierda el tiempo, que se lo merece. -dije yo.

-Brindo por ello. -ayudó Xavi.

La cena transcurrió con normalidad y tras la misma nos encontrábamos cada uno en su habitación, o eso pensaba yo. Me dirigí a la cocina con la intención de hidratarme y vi una luz proveniente del salón. Al acercarme vi que era mi madre que estaba viendo la tele, y lucía un espectacular camisón.

-¿No tienes sueño? -le pregunté.

-Si, acabo la peli y me voy a dormir.

-Tu camisón… ¿Es una vieja costumbre?

-No, que va… Tal vez sea una nueva.

-Me gusta.

Al acercarme a ella aprecié a través de su transparente camisón que no llevaba sujetador. Tras alegrarme la vista me volví a dirigir a la cocina pero esta vez con otro objetivo. Volví sobre mis pasos y de nuevo me encontraba en el salón pero esta vez acompañado de una botella de vino y dos copas.

-¿Y eso? -dijo mi madre.

-No sería una tercera cita sin vino.

-Uy… ¿Me quieres emborrachar? -dijo cambiado su postura, pasando de estar recostada a sentarse para hacerme sitio.

-Tal vez… Además, estamos de celebración. -dije mientras ponía una copa llena en sus manos.

-¿Y que se celebra?

-El buen presente y el mejor futuro. Por las nuevas y buenas costumbres.

-Chin-chin.

Me senté a su lado en el amplio sofá para ver la película aunque mi atención recayó sobre su espectacular figura y diminuto camisón. Tenía que tragar saliva para no babear teniendo semejantes tetas a mi alcance. El nivel del vino bajo rápidamente en la botella y sólo quedó un pequeño poso en ambas copas.

-Uy, esta peli es algo picante… -dije mientras pasaba mi mano tras ella para simular la misma posición que habíamos ejercido el día anterior en el cine.

-No tanto como lo que te propones.

-¿Y qué me propongo?

-Dímelo tú. -dijo mirándome a la cara.

No podía ser de otra manera y nuestras bocas se encontraron tras largas horas echándose de menos. Su corto camisón me invitaba a repetir lo que me propuse en la primera cita, en el interior de mi coche: disfrutar de sus piernas y su sexo con mis manos. Sin pausar los besos llevé una mano a la zona externa de su muslo y noté su suave piel depilada. Tras un par de minutos mi mano cambió de pierna y ahora acariciaba la zona interna de su muslo, acercándome peligrosamente a su entrepierna. Mi madre abrió algo más las piernas y aproveché para establecer contacto con su vagina sobre la tela, la misma que se empapó con sus fluidos a los pocos segundos.

La velocidad de los besos y de la lengua de mi madre se aceleraron y elevó su pierna más alejada para llevarla al otro lado de mi cuerpo. Se había sentado encima mío y me agarraba la cabeza con las dos manos con tal de disfrutar de aquel morreo. Aproveché la nueva postura para disfrutar de su trasero con ambas manos. Tenía un culo espectacular y lo disfruté al máximo con mis manos introduciendo cada una de ellas por el lateral de sus bragas para notarlo piel con piel.

Mi polla era un mástil y mi madre la notaba con su coño y la disfrutaba con los movimientos que impartía su cadera. Sus pechos estaban muy cerca de mi cara y quise desviar toda mi atención a ellos. Paré de besarla y con su ayuda le quité los tirantes para liberar unas tetas que me daban la bienvenida.

-Esto es lo que te proponías. -dijo ella.

Sin decir palabra me llevé uno de sus tiesos pezones a la boca y provoqué un profundo gemido en mi madre. Lo succionaba con ganas y al mismo tiempo mis manos las amasaban. Mi madre seguía acariciándome el pelo y se dejaba llevar. Tanto se dejó llevar que me sacó la polla de mi corto pantalón y comenzó a masturbarme.

Quise darle el mismo trato pero la postura hacía que la tarea fuera incómoda para ambos. Por este motivo la volví a sentar sobre el sofá y sin perder mi posición le aparté la zona de sus bragas, que cubrían su coño, a un lado para acariciar toda su rajita. Mi boca siguió con la misma misión: lamer, besar y morder esas impresionantes tetas. Ella seguía suspirando, gimiendo y masturbándome mientras me acariciaba la cabeza con la otra mano.

Tuve la iniciativa de meterle un dedo en su apretado coño y al rato se le unió otro más. La boca de mi madre seguía reclamando la mía y aceleró el ritmo de su mano en mi polla, síntoma de que le estaba gustado todo aquello. Nuestras lenguas, una vez más, jugaban en el aire como si se tratasen de espadas en combate y decidí acelerar el ritmo de mis dos dedos.

-Ufff… Como sigas así me voy a correr. -dijo ella.

-Esa es la idea. ¿Te gusta así? ¿O así? -dije acelerando todavía más la velocidad del mete-saca de mis dedos.

-¡Joder! No aguanto más. ¡JO-DEmmmmmpppphhhh!

Llegó al clímax y rápidamente llevó un cojín a su cara para reducir el sonido de su inevitable grito.

-¿Te ha gustado? -le pregunté .

-Ya lo creo. Pero ahora te toca a ti.

Volvió a la misma tarea con su mano y con la otra acariciaba mis huevos. Me premiaba con dulces y tiernos besos y no tardé en soltar múltiples chorros de felicidad sobre mi abdomen.

-Quiero que seas feliz. -le dije.

-Gracias, cariño… ¿Me puedes ayudar a llegar hasta la cama? Entre el vino y todo lo que acaba de pasar, estoy un poco mareada.

-No tienes ni que preguntarlo.

Continuará…