Bea con el consolador penetraba a Olga para que estuviera más excitada y así poder follar los tres como jóvenes cachondos
Jueves por la tarde de un caluroso mes de agosto, aunque ese día el cielo estaba completamente cubierto.
Todo el mundo deseaba que descargara una buena tormenta que refrescara el ambiente. Sin otra cosa que hacer decido llevar a los amigos unos cuantos tomates a cada uno ya que la cosecha había sido muy abundante. Hago un reparto lo más equitativo que puedo en distintas bolsas y las dejo en el maletero de mi destartalado Ibiza de segunda mano.
Mi primera parada es en casa de Olga, seguramente no estaría en casa (siempre hago las cosas por impulsos, así que no avisé a nadie), en tal caso se lo dejaría a la vista tal y como tengo hecho en otras ocasiones. Llamo al timbre de la finca y no obtengo contestación alguna, como era de esperar no hay nadie en casa (los padres están de viaje por Francia y tanto Olga como su hermana pequeña Diana aprovechan las vacaciones de verano al máximo… ¡y no tardaría en descubrir qué de cierto es esto!) Paso al interior de la finca y dejo en el marco de la ventana del lateral de la casa la bolsa con los tomates, saco una nota de mi cartera y me dispongo a dejarle un mensaje cuando oigo ruidos en el interior… ¡No son ruidos! ¡¡¡Son gemidos!!! Alguien se lo está pasando bomba dentro. No podía dejar pasar esa oportunidad de ver en acción a Olga o a su hermana, ambas son muy guapas: pelo rojísimo y piel blanca como la leche. Olga tiene 22 años y un cuerpo bien trabajado, quizá un poco escasa de pecho (pero no por ello menos apetecible, en más de una ocasión intenté liarme con ella sin lograrlo). Su hermana Diana, de 19 años, es demasiado delgada para mi gusto, tanto que parece que con un abrazo la vayas a romper, pero curiosamente está bien dotada de pecho y con unos ojazos verdes hipnotizadores.
Decido entrar sigilosamente en la casa para ver algo de la acción aunque se me pusieran los dientes largos de envidia. Me meto casi de puntillas poniendo especial atención en las tablillas ya muy gastadas del suelo para que no me delatara algún ruido. Sigo el sonido de los jadeos y gemidos que no acabo de identificar a cuál de las hermanas corresponden. “Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero” seguido de un tremendo gemido, ya he podido identificarlo, se trata de Olga. La puerta de la habitación en que se encuentran está entornada, no me es posible ver nada. Había llegado hasta allí, el morbo y la curiosidad podían más que la cautela y el respecto por la privacidad. Echaría un buen vistazo y me iría por donde había llegado, con idéntico sigilo pero seguro que mucho más excitado (sus gemidos me estaban poniendo a cien). Mano en la puerta, empujón mínimo… chirrido que parece que va a romper los tímpanos… cuatro ojos en dirección a mí. Dos de ellos, efectivamente de Olga que estaba boca arriba acostada en la cama con su preciosa larga melena roja ocupando un espacio considerable; y el otro par de ojos, ¡ay! ¡qué daño estaban haciendo! ¡parecían matarme!, pertenecían a Bea, una morenaza de formas muy redondeadas y nariz pequeñita muy simpática (aunque para mí era lo único simpático en ella).
Bea se puso inmediatamente de pie (estaba a la altura de la entrepierna de Olga, no era muy difícil adivinar qué le estaba haciendo) e intentó tapar su sexo con un brazo mientras que con el otro hacía lo posible por ocultar su generosísimo pecho. Mientras se encaraba a mí preguntándome qué estaba haciendo allí pude observar cómo Olga se tapaba con las sábanas… Si había llegado hasta allí era para observarla y no había conseguido mi objetivo; me había dejado muy sorprendido encontrar a otra chica en vez de un chico. Bea (que había cogido la almohada para taparse mejor) estaba enojadísima y Olga enseguida se unió a ella, se puso a su lado y me preguntaba qué hacía allí, sino sabía llamar,… yo sólo acerté a decir: “¡así que sois lesbianas!”
Tras unos segundos de silencio lo dismintieron reiteradamente, que no era lo que parecía… ¿iban a negar lo que estaban haciendo?… que eran heterosexuales pero de vez en cuando les gustaba estar con una chica… “tranquilas, tranquilas, podéis ser lesbianas si queréis”… que si les gustábamos mucho los hombres, que si las pollas les daban mucho placer… “vale, vale, pues no os cortéis, seguid entonces” (al tiempo que me sacaba la camiseta y dejaba a la vista el gran bulto que tenía en mi pantalón, aquello me había puesto muy caliente y tenía mi polla a punto de estallar allí dentro. Mientras, Olga se me había pegado literalmente y me decía suavemente al oído “¿no se lo contarás a nadie, verdad? Será nuestro secreto”. La verdad es que no se me había pasado por la cabeza el contárselo a nadie, ni chantajear con ello, tampoco era mi estilo. Enseguida puso su mano en mi paquete y me desabrochó el pantalón, mi palpitante polla pudo al fin respirar… por unos segundos porque Olga me tiró encima de la cama y puso todo su empeño en ella. ¡Al fin me enrollaría con ella!
Bea exclamó un “¡por Dios!” y se tumbó en la cama a prudencial distancia mía mientras observaba lo que me hacía Olga. Su lengua recorría toda mi polla, acercaba sus labios a la punta y besaba, chupaba, lamía con una glotonería sin igual. Alargué mi mano hacia Bea, pero ésta me la apartó de un manotazo. Olga lo vio y se dio la vuelta, quedando su apetitoso culo apuntando hacia Bea y al alcance de mi mano, ocasión que no desaproveché. Bea no pudo aguantar más la tentación y se lanzó hacía Olga, a quien yo ya había separado las piernas. Bea se situó para seguir haciéndole lo que le estaba haciendo cuando yo las interrumpí. Intenté volver a tocar a Bea pero nuevamente me rechazó, quedaba claro que podía mirarla pero no tocarla. Olga hacía uso de su mano, frotándome la polla arriba y abajo, sobándome las pelotas,… me incorporé, quería besarla, acariciar sus tetas, enredar mis dedos en su larga cabellera. Bea seguía a lo suyo, comiendo incansablemente el coñito, su cuerpo me estaba provocando cada vez más y no se dejaba tocar. Me giré hacia el culo de Olga y empecé a acariciarlo, pellizcarlo suavemente, arañarlo ligeramente y a repartir mis besos por él; Bea aún debajo de Olga se acercó hasta los pechos de ésta y comenzó a mamárselos. Yo no podía soportarlo más, pillé uno de mis preservativos para follármela, pero con un semi-gemido Olga me dijo que no, que estaba reservado para su novio (en teoría tenía novio militar, pero nadie más que alguna amiga -entre ellas Bea- afirmaban haberlo visto), le dije que sería un rápido “mete-saca” (ni yo me lo creeía), pero tras la tregua en los morreos continuos con Bea susurró que en todo caso por la “otra entrada”.
No me atraía nada la idea, pero necesitaba meterla ya, mientras me la meneaba lo pensé y al final no lo hice. Me tumbé sobre la cama y las observé. Olga intentó por tres veces ponerse de pie pero Bea lo impedía, esa mujer parecía un pulpo, al fin lo consiguió y se acercó a su armario, y del hueco del fondo de la izquierda sacó una caja, y de la caja sacó un juguetito… No me lo podía creer, yo estaba loco por follármela y ella sacaba un consolador. Olga se puso histérica, tanto es así que se acostó a mi lado y abrió sus piernas, dejando la derecha sobre las mías pero enseguida las dobló. Olga había embadurnado el consolador y se acercaba con él hacia Bea, quien le suplicaba que se lo metiera ya, pero en vez de hacerlo, Olga se acercó a mi polla y me la chupó un poco; tomó la mano de Bea y la puso sobre mi polla, quiso retirarla pero no se lo permitió… “si no juegas con ella no disfrutarás de este otro juguete”. Y empezó a mover su mano, pero con bastante desgana, Olga la animó, “pon interés u hoy sólo yo lo usaré” (mientras acercaba el consolador a su cueva). Bea incrementó el ritmo, pero muy repentinamente y a lo bruto, incluso me estaba haciendo daño pero aún así me gustaba, acerqué mi mano a su pecho pero me dijo que no me pasara. Olga hizo un gesto afirmativo y recorrió con su lengua el cuerpo de Bea, yo no perdí detalle, su lengua dibujaba círculos en las aureolas de Bea, con su boca atrapaba los pezones y succionaba, bajó hasta el abdomen y se entretuvo con su ombligo al tiempo que rozaba con el consolador el pecho de Bea…
¡Bea! ¡Esa mujer era tremenda! Me estaba literalmente destrozando la polla… al fin me corrí, mi leche salió disparada a borbotones. Olga levantó la vista y se rió, acto seguido frotó el consolador por los labios de Bea y se lo introdujo. Bea me dijo: “Ven, hazlo tú”… ¿Me estaba puteando?… Yo estaba loco por follármelas, ella nisiquiera me dejaba tocarla, ¿y ahora quería que hiciera eso? Aturdido empecé a mover el consolador, metiéndolo, sacándolo, girándolo,… mientras, Olga se había sentado sobre la cabeza de ella. Los gemidos no tardaron en llegar por parte de ambas. Recreé mi vista, tenía un primer plano inmejorable de dos mujeres hermosas en todo su esplendor. Bea acercó su mano e hizo que incrementara el ritmo, y al poco arqueó su espalda y retornó su posición; yo suave y lentamente retiré totalmente el consolador y grité excitadísimo a Olga: “A qué habitación da la ventana del lateral donde suelo dejarte cosas?” Era justo la de enfrente, un cuartito de estar. Corrí allí, abrí la ventana y cogí la bolsa de tomates. Fui con ella a la cocina y mientras buscaba un cuchillo podía escuchar los gemidos de Olga. ¡Esas mujeres eran insaciables! Corté un par de tomates y volví al cuarto. Bea con el consolador penetraba a Olga (ya veo que no sólo está reservado para el novio). Restregué los tomates por su cuerpo, afortunadamente sí dejaron la pulpa… y Bea soltó el consolador y se tendió sobre Bea, frotando sus cuerpos primero y lamiéndose mútuamente después… ¡Me había quedado fuera del juego! O al menos eso parecía…
Olga me miró y preguntó: “¿Hay más tomates? Tráelos todos abiertos” Mientras iba por ellos oía como cuchicheaban algo. A mi vuelta me esperaban muy sonrientes, cogieron los tomates y tumbándome boca arriba me los restregaron por mi cuerpo, incluido por mi pene, y me hicieron levantar las piernas para impregnar mi culo, poniendo especial interés en mi ojete. Cuando usaron todos los tomates Olga comió todo mi cuerpo y Bea se limitó a la zona de mi culo, dando numerosos lametones en mi ano e introduciendo primero un dedo, luego otro y otro. Sin previo aviso me metió el consolador. Olga respondió a mis quejas: “Has sido un niño malo y tienes tu castigo”, al tiempo que me daba un riquísimo beso y colocaba mis manos sobre sus tetas. Olga hizo unos cuantos vaivenes con el juguete pero aquello no me estaba gustando nada. Me levanté, recogí mi ropa y me metí en el cuarto de baño, entrando directamente en la ducha sin idea de si habría agua templada al menos.
Tras mi larga ducha, las chicas estaban en la cocina tomándose algo, pasé por allí, les dije que estuvieran tranquilas, que guardaría el secreto, y me dirigí a la salida con un sabor agridulce (había realizado la fantasía del 90% de los hombres: estar con dos mujeres al mismo tiempo, pero nunca había imaginado un encuentro así). Desde aquel día mi relación con Olga se deterioró muchísimo (sin embargo cada vez estoy más unido a su hermana Diana; ojalá algún día pueda llevar a la práctica el complemento de mi fantasía: acostarme con dos hermanas a la vez, y espero que esa experiencia me sea más positiva), y el poco contacto que tenía con Bea se desvaneció… ¡pero lo peor, lo que más me fastidia es que desde ese día he sido incapaz de comer un solo tomate!
Autor: Chris