El Chico De La Tienda Erótica «no tenía ni la menor idea de lo que era el sexo»

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He de decir que la historia que os voy a relatar hoy es de hace ya mucho tiempo pero, no sé por qué, ayer me acordé de él, será porque escuché su nombre en algún sitio.

El chico de la sexshop. No voy a decir la edad que yo tenía por aquel entonces para que no comencéis a querer indagar pero, la verdad es que, yo era bastante joven por aquellos tiempos y, lo cierto es que, no tenía ni la menor idea de lo que era el sexo o lo que era una sexshop. Vamos, tampoco me toméis como una ignorante, creo que eso era lo más normal a esa edad, se sospechaban cosas pero, no se sabía nada a ciencia cierta.

Él se llamaba Brian (sí, Brian, ¿no os he contado nunca que vengo de Nueva Jersey? Antes de vivir en Valencia, vivía en Haptom, New Jersey, United States of America ¡Wow!) Era el chico más guapo que yo había visto nunca, tenía unos inmensos ojos color azul intenso que con sólo mirarlos te arrastraban a una dimensión desconocida, el pelo rubio que en verano podía confundirse con los rayos del sol y unos labios y una dentadura perfectos que acentuaba siempre con su espectacular sonrisa que quitaba el hipo, puede que todo esto lo recuerde desde mis ojos de jovencita enamorada pero, lo cierto es que no recuerdo chico más guapo, siempre pensé que podría ser un gran actor o un modelo cotizado pero no, ¡el chico trabajaba en una sexshop! Por aquel entonces supongo que él tendría unos 18 años, nunca le pregunté, me daba lo mismo. Yo me conformaba con mirarle, la verdad, podía pasarme las horas enteras mirándole. Me sabía de memoria sus horarios de trabajo y siempre que podía iba al centro comercial donde estaba la tienda en la que trabajaba; si mi madre iba al centro comercial a comprar, yo iba, me plantaba en la puerta de la tienda y ahí me tiraba las horas muertas hasta que mi madre terminaba de hacer todas sus compras; lo mismo hacía cuando acompañaba a mi prima o a la chica que nos cuidaba de vez en cuando a mi hermano y a mí; ir al centro comercial significaba quedarse frente al trabajo de Brian y no quitarle el ojo de encima. No recuerdo cuánto tiempo pasé así, sin hacer nada, sólo le miraba; él alguna vez salía de la tienda y me sonreía al verme en la puerta y yo me emocionaba por esa simple sonrisa y soñaba con ella durante días.

Luego ya, yo pasaba tanto tiempo en ese lugar que un día se acercó a mí y me dijo “¡Hola! ¿Otra vez aquí?” “Sí” “¿Qué haces aquí tan sola siempre?” “Esperar a que mi madre termine de hacer la compra.” Y así empezamos a hablar, cada día un poquito más, así supe que se llamaba Brian, que trabajaba allí para ganar algo de dinero porque quería ahorrar para comprarse una moto, etc., etc.

Mi prima Amy en aquel tiempo tenía 19 años y nos llevábamos muy bien; ella no tenía hermanas así que me trataba como si yo lo fuera y pasábamos mucho tiempo juntas; alguna vez cuidaba de mi hermano y de mí y era amiga de Becky, nuestra canguro. Por supuesto, las dos sabían que a mí me gustaba Brian y les hacía mucha gracia que me gustara un chico que trabajaba en un lugar como ése, siempre estaban haciendo bromas pero, como es lógico, yo no las entendía porque no sabía de lo que hablaban, hasta que un día me aleccionaron. ¡Y menuda lección!…

Ese fin de semana mis padres se habían tenido que ir de viaje así que mi hermano y yo nos quedamos al cargo de Becky y Amy también se vino a casa a pasar el fin de semana. Nada más llegar, Amy me dijo “Bueno, Hest, después Becky y yo te enseñaremos qué tipo de cosas vende tu querido Brian y lo que podrías hacer para conquistarlo.” y se rió (por cierto, a los que os haya podido sorprender que me llamara Hest es porque me llamo Hester, Hester Elsa; dado que mi padre es norteamericano y mi madre española me pusieron nombre inglés y nombre español) Mis padres se fueron y nos quedamos solas; en cuanto mi hermano se fue con sus amigos después de comer, fui con Becky y Amy al salón y allí empezaron a sacar todo tipo de cosas extrañas que yo no había visto nunca, bueno, miento, sólo las había visto a través del cristal de la tienda donde trabajaba Brian. También había una cinta de vídeo en cuya portada salía una chica semidesnuda en una actitud de lo más provocativa. “¿Por dónde empezamos,”, preguntó Becky, “por el vídeo o los juguetes?…” Amy contestó que seguramente el vídeo fuera lo más “instructivo”.

Me preguntó que, qué sabía yo de sexo y le contesté que nada; lo cierto es que la pregunta me sorprendió; he de decir una cosa a mi favor, aunque Brian trabajara en una sexshop por ningún sitio aparecía la palabra sexo, se daba por hecho que la gente lo sabía por lo que se veía por fuera y el nombre de la tienda. Bueno, yo por aquel entonces no sabía el significado de “¿Estás cachonda?”… Y por fuera tampoco es que se viera mucho, la verdad, se veían pocas cosas y las pocas cosas que se pudieran ver os aseguro que aunque las viera un niño no tendría ni idea de lo que eran. Le pregunté a Amy por qué me había hecho esa pregunta y me dijo “Hest, ¡ya te he dicho que vamos a enseñarte el tipo de cosas que vende Brian!… Becky, pon el vídeo. ¿Has visto alguna vez una peli porno, Hest?” Yo estaba totalmente perdida “No, ¿qué es eso?” “Ahora lo verás” Y Becky y ella se rieron.

Pusieron la peli y yo me quedé con la boca abierta aunque he de reconocer que me excitó, fue mi primer contacto con el sexo y he de admitir que la primera vez que se me mojaron las bragas. No sabía exactamente cómo iba el tema, pero con esa clase de imágenes explícitas de sexo pero no duro sino sensual y provocativo me puse “cachonda” y no me quité ni un segundo de la cabeza a Brian.

Cuando acabó pregunté “Esto. ¿Esto vende Brian?…” “Sí, pero eso no es todo. Espera que hay más.” contestaron, “Tengo las bragas mojadas” dije yo con timidez, ellas se rieron y dijeron “Normal.” Me preguntaron que si alguna vez había tocado mi coño y había sentido placer a lo que, como es lógico, contesté que no. Entonces empezaron a sacar toda clase de instrumentos para el placer, un vibrador, un consolador, bolas chinas, y me fueron explicando cómo funcionaban y diciendo que Brian vendía todas esas cosas y muchas más y que seguro que la gente le estaba muy agradecida. La verdad es que yo no salía de mi asombro con semejante descubrimiento sobre el trabajo de Brian, pero la verdad, quería saber más, mucho más; ¡quería descubrir el placer! Y, por supuesto, quería hacer todo lo que había visto en el vídeo con Brian.

Con un poco de miedo me atreví a preguntar si creían que Brian había hecho las cosas que se veían en el vídeo con alguna chica y me contestaron “Seguro. De hecho, si quieres ser la novia de Brian, ¡tú también lo tendrás que hacer! Tendrás que perder tu virginidad” “Pero yo no sé nada de eso.” “¡Que te enseñe él! ¡Seguro que es buen profesor!” “¿Pero cómo se va a fijar en mí?” “¡Ya lo ha hecho!… Te explicaremos nuestro plan.” Y ahí, las dos me explicaron lo que se les había ocurrido que podía hacer para conquistar a Brian.

El sábado por la mañana fuimos al centro comercial para comprar las cosas que necesitaría para llevar a cabo “el plan”. Yo estaba bastante nerviosa pero, a ellas se las veía tan seguras que me dejé aconsejar en todo. Compramos un conjunto de ropa interior ni muy soso ni demasiado sexy, la verdad, hoy en día lo hubiera llamado soso pero, por aquel tiempo, ¡me pareció perfecto! Una minifalda roja y una camiseta negra bastante ajustada aunque no con demasiado escote fue la siguiente elección y por último un brillo de labios y una sombra de ojos bastante clarita. Hechas las compras nos fuimos a comer, a mí casi no me entraba la comida de los nervios que tenía. ¿Saldría todo bien?… ¿Vosotras qué pensáis?…

Por la tarde, volvimos otra vez al centro comercial, ellas me dejaron allí y se fueron al cine para que Brian no les viera. Entré en la tienda y fui directa a él “¡Hester!, ¿qué haces aquí? No me dirás que necesitas algo de esta tienda.” “No, para mí no.” dije yo y proseguí “Es para mi prima. Bueno, para una amiga de mi prima. Es que se va a casar y quieren prepararle una despedida de soltera en casa y, bueno, como ellas están muy ocupadas para venir y mi prima sabe que te conozco me ha pedido que le hiciera el favor y viniera yo en su lugar. Sé que tendría que venir ella pero es que justo ha encontrado un trabajo y, bueno, ¡no ha tenido más remedio que mandarme a mí!…” “OK, OK” dijo Brian sin quitarme el ojo de encima. “¿En qué puedo ayudarte, Hester?” “Bueno, me han dicho que compre un vibrador pero, yo no tengo ni idea de esas cosas.” “Un vibrador. Bueno, te enseñaré los vibradores que tenemos y trataré de aconsejarte, aunque yo tampoco esté muy puesto en ese tema”.

Nos reímos y empezó a enseñarme los vibradores que tenía por ahí, explicándome cómo era cada uno. Y de pronto dijo, “y mi favorito es el siguiente que te voy a enseñar.” “¿Tú favorito?” dije yo sorprendida “Sí, verás.” Y sacó un vibrador con forma de barra de labios, perfecto para llevar en el bolso en cualquier momento. Yo sabía de la existencia de ese vibrador porque una amiga de Becky se lo había contado a ella y ella nos lo contó a mi prima y a mí el día anterior. También sabía lo siguiente que me iba a decir Brian. De momento, el plan estaba saliendo a pedir de boca. “Además, hay una oferta especial, si te llevas éste, te regalamos unas bolas chinas. Podrías darle el vibrador a tu prima y quedarte tú con las bolas chinas, si quieres.” “¡Genial! Eeeem, ¿qué son las bolas chinas?…” “¿No lo sabes? Ven, te enseñaré cómo funcionan.”

Cogió las bolas chinas que regalaban con el vibrador, me cogió de la mano y le dijo a uno de sus compañeros que en seguida volvía. Me llevó a una especie de habitación escondida, supongo que nadie sabría de su existencia a no ser que trabajara en la tienda. Llegamos a ella por un pequeño pasillo con cientos de puertas cerradas y, allá, en el fondo del pasillo, estaba esa habitación. “A veces me quedo aquí a dormir cuando me toca trabajar hasta tarde y no tengo ganas de coger el coche. Es cómodo. Mi tío me la cedió” (acababa de descubrir que trabajaba para su tío, interesante.) No se veía mucho, una mesa, una silla, un pequeño lavabo y un gran biombo, supuse que detrás estaría la cama, si no hubiera dicho que a veces dormía allí, no lo hubiera pensado. “Si se entera mi tío de que te he traído aquí en horas de trabajo, me mata.” “Bueno, estás trabajando, ¿no?” No me quitaba el ojo de encima y yo no me quitaba sus ojos de la cabeza, estaba segura de que si cerrara mis ojos, vería los suyos. “Bueno, ¿cómo se usan?…” “Tienes que masturbarte un poco o estar bastante cachonda y cuando estás excitada te las metes ahí y ellas hacen su trabajo.” “¿Ahí?” “Sí, ahí. Ya sabes.”

Se puso rojo. Sonreí. Durante su explicación yo me había apoyado en la mesa, él se acercó y pasó su dedo índice por mis labios, sus ojos se clavaron en los míos, “Te enseñaré cómo se hace” dijo, su mano pasó a acariciar mi mejilla y de ahí pasó a mi cuello. Me estremecí y, entonces, me besó, fue un beso largo y apasionado, un beso increíble. Rodeó mi cuerpo con sus brazos y bajó sus manos por mi espalda hasta mi cadera, mi culo, mis muslos. A la vez mis manos hicieron algo parecido pero, en lugar de seguir bajando a sus muslos, se pararon en su culo y ahí se quedaron, acercándole a mí, de mis muslos, una de sus manos subió hacia mi vientre y después bajó, primero por encima de mi ropa empezó a acariciar mi pubis, luego metió la mano por debajo de mi mini falda y empezó a acariciarlo por encima de mis braguitas, yo desabroché los dos botones de mi falda y cayó al suelo (era estilo escocés), él hizo un gesto de sorpresa porque no se lo esperaba, pero siguió besándome sin parar y esta vez metió su mano por debajo de mis bragas.

Cada gesto que él hacía con mi cuerpo yo lo repetía con el suyo. Bajó mis bragas, al tiempo que yo desabrochaba y bajaba su pantalón, los dos movimos un poco las piernas para que cayeran por su propio peso.

Él empezó a acariciar mi clítoris mientras yo acariciaba su polla y soltaba pequeños gemidos de placer. Él se corrió y yo sentí mi primer orgasmo. Entonces sus labios bajaron de mis labios a mi cuello, al tiempo que acariciaba mi culo, y su cabeza bajó más hasta que quedó a la altura de mi coño y empezó a lamerlo y chuparlo, ¡yo no cabía en mí de gozo! Al poco, se levantó, se quitó la camiseta, me quitó a mí la mía, yo me desabroché el sujetador y él me llevó a la cama. Se puso encima de mí y empezamos a besarnos otra vez, nuestras lenguas se entrelazaban y jugaban la una con la otra como si les fuera la vida en ello.

Luego él besó mi cuerpo de arriba abajo, creo que recorrió todos y cada uno de los rincones que encontró, no se dejó ninguno. Se puso a mi altura y me miró con sus increíbles ojos, “Eres preciosa”, yo le di un pequeño beso en los labios y volvimos a mirarnos. “Brian.” “¿Qué?” “Métemela. Quiero saber qué se siente. Quiero sentirte dentro de mí” La verdad es que no sé cómo pudieron salir esas palabras de mi boca en aquel momento pero, estaba loca por él y lo que estaba diciendo era cierto. “¿Eres virgen?” “Sí.” Sonrió, “Te vas a reír cuando te lo diga pero. Yo también”.

Esa afirmación evidentemente me sorprendió, bueno, más que nada, me chocó pero, le creí, creí a sus ojos. “Eres. ¡Eres virgen!” “Sí”. Se le notaba aún más cortado que a mí así que traté de no darle importancia “Bueno, ¿y por qué no ibas a serlo? Qué más da. No por trabajar en una tienda de este tipo, tienes por qué haberte acostado con alguien. Una cosa no implica la otra.” Y bueno, lo cierto es que aquí nos cortamos el rollo porque tuvimos una conversación sobre el tema. Lo cierto es que Brian nunca había tenido novia porque era muy tímido y las chicas no se atrevían a acercarse a él, tampoco nunca le había gustado una lo suficiente como para dejar atrás su timidez. Hasta entonces. Y todo lo que sabía de sexo lo había aprendido a través de las películas que vendían y alquilaban en la tienda.

“¿De verdad quieres hacerlo?” “¿Y tú?” “Sí, sería increíble.” Nos besamos una vez más. Sus manos acariciaban mi cuerpo, lo mismo que las mías acariciaban el suyo. La temperatura fue subiendo otra vez entre caricias y besos, un toqueteo por aquí, otro por allá, y una gran excitación que podía más que nosotros. Nos dejamos llevar por la pasión. Así, hasta que él torpemente se puso un condón, se colocó encima de mí y me penetró una y otra vez, el único sonido que se escuchó fueron mis jadeos y al sentir el orgasmo él me tapó la boca con un beso para que no nos oyeran en la tienda. Al acabar, nos dimos un beso en los labios, me retiró el pelo de la cara, hablamos un poco, nos vestimos y volvimos a la tienda.

Compré el famoso vibrador y me dijo “Al final. No te he enseñado cómo se usan las bolas chinas.”

“Otro día”.

Autor: Elsa

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