Claudia tiene un marido que usa de excusa una apuesta para regalarle una noche llena de morbo y nuevas experiencias

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Claudia tenía 45 años y a los ojos de su marido Javier cada vez era una mujer más atractiva y sensual. Claudia y Javier llevaban cerca de 20 años casados y tenían dos hijos (mellizos) estudiando en la universidad y viviendo fuera de casa durante el curso escolar. Claudia no aparentaba 20 años, ni los quería aparentar. No había mantenido su figura a base de cirugías estéticas constantes, horas de gimnasio inhumanas o una preocupación obsesiva por su aspecto y por ser eternamente joven. Simplemente, se conservaba muy bien y era una mujer sensual y elegante. Además, su trabajo en una gran empresa que incluye mucho trato con clientes hacia que cuidara su aspecto y vestimenta a diario. En resumen, Javier estaba convencido de ser un hombre tremendamente afortunado al tener una mujer como Claudia a su lado. Claudia sabía que era una mujer atractiva y a lo largo de su vida, especialmente cuando era más joven siempre había tenido “éxito” con los hombres y había disfrutado de las miradas de otros hombres en su vida cotidiana.

Sin embargo, a lo largo del último año Claudia había perdido algo de confianza en su propio aspecto y en el papel que su atractivo desempeñaba en su vida. No es que fuera un persona superficial y banal, pero sí que comprendía de si misma que sentirse atractiva y sentir que atrae a los hombres con los que trabaja e interactúa es algo que, para bien o para mal, desempeñaba un papel importante en su vida y su autoestima. Por ello, en el último año había dado el paso y había claudicado a la cirugía estética: una intervención para realzar sus pechos, no agrandarlos, ni cambiarlos, sino ayudar a que recuperaran la forma y firmeza que la edad, dos partos y extensas lactancias habían “deteriorado”. Vestida, con sostén, apenas se notaba la diferencia; pero desnuda, en ropa interior o bikini la diferencia era notable y este cambio no hizo más que reavivar hasta límites insospechados el deseo y la libido de Javier. Y es también el cambio que precipitó los acontecimientos que forman este relato.

Algunas semanas después de la intervención, cuando Claudia ya estaba completamente recuperada y se paseaba desnuda por la casa – cosa que hacía habitualmente ahora que estaban otra vez solos la mayor parte del tiempo y más ahora que quería poder admirar su “inversión” en los diferentes espejos de su hogar- Javier empezó a excitarse bromeando con su mujer y diciéndola que este verano iba a volver locos a todo el mundo en la playa con sus bikinis y, especialmente, sus topless: “¡Prepárate para hacer girar cabezas, crear situaciones embarazosas en los paquetes y bañadores de los hombres y, especialmente ser la MILF del verano entre los chavales de la cala a la que solemos bajar!”. No eran comentarios especialmente elegantes, y aunque Javier los decía en broma, Claudia podía ver que realmente era algo que excitaba a Javier: pensar que su mujer es deseada y “calienta” a otros hombres. No había celos, ni una actitud machista-posesiva en Javier y esto era algo que Claudia adoraba de su marido. Pero los comentarios de Javier también daban en la llaga en algunas de las preocupaciones de Claudia, que expresó como pudo en la conversación:

– ¡Bueno, pero eso es sólo por mis nuevas tetas, si no fuera por eso no se fijarían en mí, vestida por la calle pasaría desapercibida!

A lo que Javier replicó que eso era absurdo, sí que se fijarían en ella, lo que pasa que no se nota tanto, ni es tan descarado como cuando están en la playa y básicamente lo que se hace es pasar el tiempo “fichando cuerpos”. Y así estuvieron charlando sobre esto y otros temas triviales mientras se terminaban una botella de vino en casa un viernes por la noche que completaron con una maravillosa sesión de sexo. Al terminar, cuando estaban relajándose, Javier se lanzó a la piscina y propuso el reto que pensó zanjaría definitivamente las inseguridades de Claudia: “¿qué te apuestas a que si salieras a ligar una noche de copas serías capaz de ligarte al hombre que tú quisieras, no al típico baboso o el que va a por todas, si no el que tú elijas y realmente desees de entre todos los hombres que veas esa noche?”, a lo que Claudia contestó: “¡pues nada, porque eso es una chorrada, yo no salgo de copas, ya ni me acuerdo de cómo se liga y seguro que pierdo!”. Javier zanjó crípticamente el tema declarando: “déjalo en mis manos”.

II

Y así pasaron dos meses en los que Claudia y Javier continuaron con su vida, muy felices, ocupados con su trabajo y familia y disfrutando el uno del otro, hasta que un viernes a medio-día Claudia recibió un mensaje de Javier inusualmente directo y asertivo (algo que le gustó) con las siguientes instrucciones y datos: “Esta noche cumplimos la apuesta. Tengo trabajo esta tarde así que voy a pasar por casa en un rato para arreglarme y cambiarme y nos vemos esta noche directamente. He reservado mesa en Mesón Regajal a las 9pm. Nos vemos ahí ¡ponte espectacular y lo más seductora que puedas! (estoy de reuniones el resto del día, no podré hablar más hasta esta noche)”.

Claudia pensó que el mensaje era una chorrada, pero una cena especial en Mesón Regajal, era un plan estupendo. Este era de los restaurantes favoritos de Claudia y Javier y que, por su precio y dificultad para conseguir mesa, sólo visitaban en ocasiones especiales y noches que terminaban siendo maravillosas. Así que cumpliría con lo dicho en el mensaje, se vestiría “estupendamente” y arreglaría con todo detalle para su marido y disfrutaría de una gran cena y noche con Javier. Y es lo que hizo, apareció puntual a las 9pm en el restaurante “despampanante” y radiante, dejando prácticamente boquiabierto a Javier en la barra del bar donde ya la esperaba – y haciendo girar más de una cabeza al cruzar el restaurante para llegar a la mesa reservada. La cena fue maravillosa, romántica y alegre con el vino y otras bebidas espiritosas. Una noche especial pero no tan diferentes a otras que habían disfrutado antes, por lo que Claudia en alguna que otra ocasión durante la cena se preguntó a sí misma qué estaría tramando Javier.

Cuando estaban terminando la cena y disfrutando del licor final, Javier desveló su plan. Primero pidió (más bien ordenó) a Claudia que le diera su anillo de casada y al cogerlo, se quitó también el suyo y guardo ambos en su bolsillo. Después explicó su plan: “Ahora vamos a ir “Shrills”, no vamos como pareja, podemos entrar juntos o por separado. En “Shrills” tienes permiso para tontear con quien quieras, ligarte a quien quieras y hacer lo que quieras dentro de la sala. Yo me alejaré de ti y disfrutaré de la sensación que vas a causar y el éxito que vas a tener como uno más en la discoteca. Si no encuentras ningún hombre que te atraiga o no tienes éxito con él pierdo la apuesta. Si tienes éxito la gano yo y hablaremos después del pago” – “Shrills” una sala-discoteca bastante conocida entre varias de la ciudad, como un sitio de “singles” y “cuarentones que salen a ligar” y sobre la que tanto Javier como Claudia habían oído hablar con todo lujo de detalles a través de las historias y relatos de las aventuras de sus amigos/as separados/divorciados/singles. Así, el plan sonaba a auténtico delirio y una “paja mental monumental” por parte de Javier. Pero la noche estaba siendo maravillosa y Claudia quería reconocer la planificación y amor que había puesto Javier, y envalentonada también por el alcohol decidió seguirle el juego pensando “se va a enterar”.

III

Poco después estaban dentro del local, cada uno de pie en lados diferentes de una gran barra cuadrada en un lado del local. Javier sentado en una banqueta tomando una copa, jugando el papel de “mirón solitario que claramente es la primera vez que hace esto”. Claudia radiante en la barra intentando pedir una copa. No sabía por qué pero desde el momento en que entró en la sala empezó a sentirse electrificada y segura de sí misma como no lo había estado en tiempo. Sabía que hoy estaba muy atractiva, pero en el poco tiempo que había pasado en el local no pudo dejar de constatar cómo la miraban los hombres e incluso las mujeres (con la mezcla habitual de admiración y envidia). Así que ahí estaba en la barra esperando a ser atendida; en el poco tiempo que llevaba ahí ya la habían entrado varios “babosos” a los que educadamente logró dar largas. Estos no contaban, Javier lo había dejado bien claro: conseguir un hombre no es difícil, el reto es conseguir el que ella quiera y por el que realmente sienta atracción esa noche. Finalmente, pidió su copa, un ron añejo muy exclusivo con un poco de zumo de limón natural y algo de hielo picado. Una bebida inusual sólo para sibaritas y eruditos del ron que probó en un viaje a Cuba y que desde entonces convirtió en su bebida. Al pedirla, un hombre que se encontraba recogiendo sus bebidas a su lado y en el que hasta entonces no se había fijado dijo: “por fin, una mujer que sabe beber” y sin mediar más palabra cogió sus copas y cruzó la sala para reunirse con la chica rubia con la que parecía estar. Claudia siguió con la mirada al hombre, más que nada sorprendida por este inusual diálogo. El desconocido era atractivo, alto y bien formado, de aspecto viril y bien vestido con una chaqueta azul, pero era el “típico hombre” prácticamente opuesto a su marido en estilo que no aguantaría mucho tiempo – aunque sintiera morbo por este tipo de hombres.

Después de esto, volvió a su bebida y paso el rato hablando y riendo con diferentes hombres, también bailó un poco, se lo estaba pasando muy bien, pero no había conectado con ningún “pretendiente”, ni había tenido química con nadie… empezaba a sospechar que igual perdía la apuesta cuando recibió un mensaje de Javier –que sabía que estaba en el local pero le había perdido la pista y no podía ver- en el móvil: “el que te ha gustado es el de la chaqueta azul del principio, la chica rubia con la que se ha liado antes se ha ido, ahora está sólo en una de las mesitas del fondo del local: ¡sedúcelo!”. Otro delirio de Javier pensó Claudia, pero si al comienzo de la noche Claudia ya decidió seguir este juego, ahora más avanzada la noche, más desinhibida y con más anhelo por sentir ese cosquilleo, simplemente siguió las instrucciones del móvil. Se acercó al “hombre de la chaqueta azul” y dijo: “a ver si tú eres por fin el hombre que de verdad sabe invitar a una mujer que sabe beber”, una chorrada de línea, pero suficiente para poder tomar algo, entablar conversación y poner en marcha los juegos de seducción. Luis, así se llamaba (o hizo llamar el tipo), era un fanfarrón, pero era también un hombre de mundo y culto. Conocía Cuba y otras muchas partes del mundo por sus viajes de negocios y tenía experiencias interesantes que contar de cada lugar, pero estaba claro que le gustaba escucharse, llevar la voz cantante (mandar en el trabajo) y sentirse superior a lo demás – incluyendo las mujeres con las que se relaciona. En fin, un personaje con el que Claudia nunca podría tener una relación significativa pero que en ese momento le estaba dando un morbo indescriptible.

Al poco tiempo estaban besándose en un rincón apartado del local, después fueron a la pista de baile, de por sí la pista ya estaba bastante llena y hacía bastante inevitable que Luis terminase bailando bastante pegado a Claudia. Ahí es cuando Claudia se llevó la “primera” sorpresa de la noche, una de las veces en las que Luis empezó a bailar pegado a la espalda de Claudia, simplemente no pudo evitar notar su “paquete”, el cual además claramente albergaba una polla semi-dura que se prometía bastante considerable. Así siguieron bailando y besándose, subiendo el nivel de calentura y magreándose lo suficiente para que Claudia pudiera confirmar que, efectivamente, Luis prometía tener una “herramienta” considerable. Pero estaban llegando hasta el límite de lo que podían hacer en “Shrills”, lo siguiente sería dar un paso más “en la intimidad”. Claudia claramente había perdido la apuesta y estaba empezando a pensar que era hora de despedirse, ir a casa y bajar el calentón de esta noche maravillosa y también muy surrealista con su amado marido Javier.

En esto estaba pensado esperando en el pasillo de acceso al servicio cuando se llevó al “segunda” sorpresa de la noche. Por algún efecto extraño causado por los espejos ubicados en los pasillos, la forma de lo baños masculinos y la colocación de los urinarios en los baños, se podía ver claramente el reflejo en un espejo de los hombres usando uno de los urinarios, normalmente simplemente su espalda o lateral pero mucho más si el hombre se colocaba de determinada manera. Las chicas en la fila ya se habían percatado de esto y bromeaban con cada usuario como entretenimiento mientras hacían fila para usar el siempre lleno baño femenino. Pero entonces, fue Luis el que ocupe el “urinario voyeur” y quedó desvelado lo que guardaba en su pantalón. Se colocó en el urinario de tal forma que se vio “todo”, saco una polla enorme de su bragueta, claramente “morcillona” (Claudia había tocado por encima del pantalón ese paquete completamente duro hace apenas unos minutos) y empezó a mear de manera firme y caudalosa. Claudia apenas podía contener los temblores que esa escena le provocaba y el resto del público de la fila no hizo más que quedar en silencio, incapaces de hacer un chiste sobre Luis. Definitivamente, Claudia necesitaba volver corriendo a casa y saciar su excitación con Javier – un gran amante, pero no dotado con la herramienta de Luis, con la cual esta noche se conformaría con fantasear mientras follaba con Javier. A punto estaba de salir corriendo del local sin ir al baño y sin despedirse de Luis cuando Claudia recibió la “tercera” sorpresa de la noche, en ese preciso momento recibió otro mensaje de móvil de su marido: “Llévatelo a casa y que te folle todo lo que necesites y como lo necesites, lo estás deseando. Simplemente dile al tipo que igual tu compañera de piso está en su habitación o si ha salido igual llega más tarde. Cuando hayas terminado y se vaya ven directamente al cuarto de invitados y me cuentas todo, te estaré esperando ahí”.

IV: EPÍLOGO

Al llegar a su casa Claudia y Luis follaron. Follaron durante horas. Luis no era un amante atento, no seguía el ritmo ni medía las sensaciones de Claudia, pero follaba con firmeza, metiendo su descomunal polla hasta el fondo de Claudia y dando a Claudia lo que esa noche necesitaba. Claudia chupó la polla de Luis, no pudo evitarlo quería probarla y sentir en su boca lo que no tenía duda iba a ser la polla más grande que jamás disfrutara. Luis apena dedicó tiempo al sexo oral con Claudia, lo suficiente para lubricarla y poder penetrarla sin fricción, ni mayor resistencia (aunque Claudía estaba más que suficientemente lubricada sin esta “ayuda”). Fue una noche de sexo rudo, protagonizado por la innegable “estamina” de Luis, pero de poca imaginación, sin posturas creativas, ni grandes variaciones: Luis agarraba con firmeza a Claudia y la follaba sin parar. Fue una noche de varios orgasmos de Claudia y de Luis, una noche de sexo seguro con un desconocido, desde luego sin sexo anal y con protección “todas las veces”. La excepción fue la cuarta eyaculación de Luis esa noche (Claudia perdió la cuenta del número de orgasmos), Luis dijo que quería correrse en las tetas de Claudia y ella dejó que lo hiciera, sacando su polla de la vagina de Claudia y quitándose el condón para la corrida final– Claudia pensó que sus “nuevas” tetas son el trofeo en el que comienza la cadena de sucesos que desembocaron en esta noche y merecían esta marca. Poco después Luis se vistió y se marchó rápidamente, sin grandes despedidas, ni falsas promesas, dejando a Claudia saciada y satisfecha. Al oír cerrar la puerta de la calle, Claudia siguió la última instrucción de su marido y fue al cuarto de invitados. Entró desnuda, con semen de otro hombre sobre sus pechos, sudada e impregnada por el aroma de un desconocido, cansada pero excitada, desbordada por las emociones al reencontrase con Javier, su amor y compañero irremplazable, el cual nada más verla entrar dijo: “cuéntame todo sobre tu noche con Luis”.