Mi clienta Patricia es la mejor del lugar, nunca falta a sus sesiones y por eso le cumple la fantasía de afeitar su culito y chupárselo

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—Un poco más—dijo Patricia.

Yo seguí juiciosa, pasando la cuchilla de afeitar en torno a su culito. Su ano estaba por completo depilado, pero ella experimentaba una emoción fuerte cuando pasaba la cuchilla por esa zona de su piel.

Patricia apoyaba en ese momento sus dos brazos sobre el borde de la tina, dejando que la mitad de su cuerpo se hundiera en medio de la espuma. Yo en cambio, estaba sentada en la tina, de tal modo que el trasero de ella se encontraba en frente mío. Y en dicha posición, cada vez que lo quería, podía aproximar mi boca y hundir mi lengua en su culito.

Entonces ella experimentaba una sensación aun más intensa de la que le otorgaba la afeitadora; eso me lo confirmaba sus intensos gemidos. Mientras tanto, para mí era totalmente delicioso saborear en mi boca ese ano tan bonito y tan cerradito.

Como ya lo dije en Masturbándome en el baño, Patricia es una de mis clientas habituales. Es mayor que yo en tres años y la primera vez que solicitó mis servicios yo era una chica de 24 años. Hoy tengo 31 y sigue contratándome con frecuencia, aunque una que otra vez decido hacerlo gratis. Ella siempre insiste en pagarme porque es una mujer que tiene mucho dinero; solo basta con decir que posee un local de ropa en uno de los centros comerciales más prestigiosos de Medellín.

Una de las aficiones más profundas que tiene Patricia es la de acabar nuestra experiencia lésbica en la tina de su baño, que es bastante espaciosa. Sin embargo, esa vez que fui a su apartamento, la situación fue a la inversa.

La idea de que le depilara su ano y su vagina es una fantasía que le gusta vivir con cierta frecuencia. Así que se deja crecer el vello durante algunos días, para luego llamarme. No es un misterio que a nosotras las mujeres, como a los mismos hombres, nos crece pelo no solo en la vagina, sino también en el culito.

Esa tarde, después de depilar el escaso vello que había logrado crecer, me pidió que me colocara en la misma posición en la que estaba ella. Es decir, intercambiamos de rol, aunque en esta ocasión ella no encontró ninguna fibra de vello a rasurar, ya que por higiene, belleza y dedicación a mi trabajo de puta, suelo afeitarme con mucha frecuencia mi culito, para así disfrutar más intensamente el sexo anal. Lo hago bajo la lluvia de la ducha, sentándome en cuclillas e introduciendo con precaución la cuchilla entre mis nalgas, entre el asterisco, tal como se le dice al ano.

Aun así, ella se divirtió haciendo lo mismo, lo que me hizo experimentar la misma emoción, que era estimulada también cuando ella aproximaba su boca para besarme el culo. Al cabo de un rato, pasamos entonces a depilar su vagina, que realmente si estaba poblada de buen vello.

—Quiero que me afeites dejando la forma de una V sobre mi panochita—dijo.

Ella se colocó boca arriba y entonces empecé a rasurarla. El vello cortado iba a quedar al borde de la tina, cuando yo sacudía la afeitadora contra éste. Con mucho tacto fui dándole forma a la famosa V que ella esperaba, de modo que sobre su piel se veía la punta de una flecha, como si indicará que la ruta a su placer se encontraba justo ahí, a unos centímetros, en esa cuca de labios gordos.

Siempre me ha gustado acostarme con Patricia. Los tres años que me lleva me hacen verla como una mujer maternal, como una autentica MILF. No es que tenga unos pechos muy generosos, ya que en ese sentido yo sí la supero, pero sus piernas bien torneadas, su rostro femenino y su cabello rubio la hacen una mujer muy provocativa. Su rostro me recuerdo un poco al de la actriz pornográfica Brandi Love.

Esa tarde, después de rasurarle la vagina a su gusto y de besársela apasionadamente, ambas nos dimos una buena ducha. Y después de secarnos con una misma toalla, nos lanzamos a terminar nuestra aventura en la cama doble que ella tiene en su habitación. Sí, una cama doble, a pesar de que ella vive como soltera.

Una vez allí, vivimos el ritual básico de todo encuentro lésbico, acariciándonos y besando una y otra vez, hasta que llegamos a la clásica postura del 69. Patricia siempre tiene la costumbre de que yo me coloque en la parte superior, para así besarme mi vagina hasta el momento en que estalla de placer con un tremendo squirt. De ese modo ella cuenta con la dicha de tragárselo.

Esa tarde sin embargo recuerdo que no pude darle ese placer, ya que el día anterior estuve en un gangbang con seis hombres. Así que no tenía demasiado líquido para eyacular, a pesar de la gran estimulación que hizo ella sobre mi clítoris, chupándome mi vagina como si fuese un fruto y jalando con sus labios a mis labios inferiores hasta que estos se desligaban del mordisco.

Al cabo de un rato, cuando yo llegue a mi orgasmo, no hicimos cambio de posición, sino que ella se levantó y se fue al armario. Buscó en uno de los cajones y encontró un fantástico vibrador. Era una especie de pene del tamaño de un metro en cuyo otro extremo aparecía otro pene. Aquel juguete parecía una espada de cristal rojo, aunque en realidad estuviera hecho de plástico.

Claro, ese vibrador no estaba diseñado para que una mujer fuese embestida con todo su largo. En realidad, Patricia había comprado ese juguete para que una mujer aprovechara un extremo, mientras otra era penetrada por el otro al mismo tiempo. Ya antes habíamos jugado con ese vibrador, así que entendí a la perfección lo que ella quería.

En primer lugar ella me penetró y luego se ajustó el otro extremo en su vagina. Empezamos a realizar fuerza, dejándonos llevar por la pasión y sin dejar que en nuestros rostros apareciera esa sonrisa cómplice, descarada y llena de depravación, como dos niñas que apenas están descubriendo lo que es el sexo. Esa es la misma sonrisa con la que en ocasiones seduzco a mis clientes para que me den propinas. No hay nada más excitante que ver a una mujer sonreír de esa forma.

En fin: así estuvimos durante un rato, mientras nos desafiábamos sobre quien de las dos era capaz de ceder más al largo grosor del vibrador. Naturalmente, el diámetro de este juguete no permite que las vaginas lleguen a tener contacto, a menos que violentamente el pene de uno de los extremos llegara a perforar las entrañas a la mujer.

Patricia tiene otro juguete que sí permite que los labios vaginales de ambas lleguen a tocarse, como si las dos cuquitas se fundieran en mismo beso, mientras el vibrador queda dentro de las dos vaginas. Ese día sin embargo, la emoción era tentarnos al atrevimiento.

Cuando ya no pude resistirme más y me rendí, ella exhalo un suspiro orgásmico para luego declararse con emoción como la ganadora. “Te gané, ¿Qué te pasó Kira? Siempre sueles resistir”. Entonces le conté sobre el gangbang que había tenido el día anterior y las fuertes penetradas que había experimentado junto aquellos seis hombres. Como si se estuviera apiadándose de mí, me dio un beso en la boca y luego nos acostamos en su cama, donde nos dedicamos a ver televisión un rato.

Como siempre suele pedirme ella, la abrace como si ella fuese mi madre y yo una chica que cariñosamente se dedica a darle besos ricos en su boca y en sus tetas. Una hora más tarde Patricia llamó a una pizzería para que nos enviaran un domicilio.

Lee el relato «La primera vez que me acosté con una mujer» en la siguiente dirección: https://orgasmosygemidos.com/2017/08/27/acostandome-con-una-mujer/

Muchas gracias por seguir mis historias querido lector o querida lectora. Te mando unos besitos ricos en donde se te antoje.

Saludos,

Kira Alexandra

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