Comenzó a estudiar kinesiología, le encanta dar masajes. Aunque jamás se imaginó que disfrutaría de que se lo hagan a ella
Esta serie, se compone de relatos que siguen una trama, aunque se pueden leer individualmente, los tres primeros están en amor filial, pero creo que este queda mejor en esta sección.
El domingo me desperté tardísimo, me acordé del pasado día, haciéndome a la idea que eso no era repetible.
Me duché, tratando de sacar de mi cuerpo los restos de la crema, las babas, y demás fluidos que me habían quedado pegoteados.
Saqué las sabanas y las metí en la lavadora, mientras tanto hice comida en abundancia, para cuando se despertaran las enamoradas.
Tuve razón, aparecieron rozagantes, pero con un hambre que todo lo que pillaban les iba bien; me llenaron de elogios por la comida, y ahí aproveché para dejar sentado que no contaran conmigo para otra fiestecita, que si terminaban agarrándose de los pelos, no iba a ser culpa mía; lo entendieron bien, parece que la despedida la tomaron como eso, y ahí empezaba una relación más madura.
El lunes me llamaron a mi nuevo móvil, era Susana si me parecía bien pasar el miércoles por su casa para darle unos masajes, que ya le había dicho Inés de cómo iba la cosa, le dije que sí, y que hablaríamos en su casa, me dio la dirección y quedamos.
Tenía un poco de miedo, con Inés las cosas se habían dado naturalmente, nos conocíamos y fue algo así como; ella lo necesitaba y a mí me convenía y ya está, pero ahora ya me estaba metiendo de lleno en un negocio con gente desconocida que tendría que satisfacer.
Decidí ponerme ciertos límites, lo mío era hacer masajes, si llegaba a pasar algo como con Inés, sería porque me diera la gana y no por unos euros más o menos.
Cuando llegué me recibió Susana, tenía un piso para ella sola; con lo que valían los muebles, yo me podía armar un consultorio, me hizo pasar a una sala donde estaban servidos dos vasos con jugo de frutas, se sentó en un sillón como para cuatro y me hizo sentar a su lado, le notaba cierta timidez, no debía estar acostumbrada a estas citas; bueno yo tampoco, pero tenía que tirar para adelante.
-Silvia, Inés ya me dijo que lo tuyo son masajes placenteros si le ponemos un nombre, y hasta ahí llegas. Mira, yo soy un poco rara y quería que lo hicieras de cierta manera, te hice venir y si no quieres igual te voy a pagar, pero me gustaría que esta fuera solamente la primera vez que vienes. – me estaba diciendo delicadamente que, si no hacía lo que quería, esta sería la primera y la última.
– Susana, dime lo que quieres y yo te puedo decir si estoy dispuesta a hacerlo o no, hay cosas que no hago por dinero, así que si no te satisface, no necesitas pagarme, que no estoy en venta.
– Por favor, no te ofendas que no te voy a pedir nada que vaya contra tus principios, una de las cosas que te quería pedir, que me llamaras Susi.
– Mujer, te llamo como se te dé la gana, aparte que es más corto y más lindo.
– Bueno, lo otro es que me gustaría que te vistieras con la ropa que yo te doy, y si me dejas arreglarte un poco.
– Muéstrame la ropa y vemos como me arreglas, después nos fijamos si hay próxima vez. – me estaba haciendo una idea bastante escandalosa de la ropa que me iba a traer, pero bueno, si no me gustaba no volvería, pero mil euros tampoco los encuentras en la calle.
– Mira es este uniforme a ver si te queda. – era un uniforme común de colegio privado, falda, camisa a cuadros, y no tenía nada de raro ni de malo. – pasate al baño y vístete, me parece que es tu talla.
Me dio cierta tranquilidad que ni siquiera pretendiera verme desnuda, el baño tenía cambiador y era grande como mi habitación, joder, como gastaban el dinero estas tías; la camisa me quedaba bastante bien, un poco apretada en el pecho era para alguien que tuviera las tetas un poco más chicas, que las mías, pero no escandalizaban, la falda era corta como las del preparatorio, y era más lo que prometía que lo que enseñaba, salí ya vestida y se quedó encantada.
-Date una vuelta ¿a ver cómo te queda? – me giré delante de ella – te queda divino, dejame maquillarte un poco, y te hago una cola en el pelo.
– Bueno, después me la deshaces,
Me maquilló con gusto, no me pintarrajeo toda como temía, y al terminar, me miró y creo que hasta se emocionó, me miraba con adoración.
-Una cosa más – la mire rara, que aquí se venía el grano – ¿te puedo llamar Teresa o mejor Tere?
– Si, Susi llamame como más te guste; ahora si quieres te doy los masajes ¿te parece?
– Si, si, cierto que te está corriendo el tiempo.
– Bueno, no es por eso, que no estamos contrarreloj, te decía por si te apetecía empezar ahora.
– Claro que me apetece, ¿me quitas la bata?
Se dio vuelta coqueta para que se la quitara, tenía un cuerpo hermoso, bien cuidado, una piel suave, tersa se ve que más de una crema lo mantenía tan vivo, aunque era una mujer que casi llegaba a los cuarenta, parecía mucho menor, y las horas de gimnasio se notaban en la firmeza de sus carnes; puf… ya le estaba haciendo una radiografía.
Se acostó, mostrando una espalda bien formada, sobre todo donde cambiaba de nombre.
-Tere soy toda tuya – me susurró
Le puse la crema en la espalda, la esparcí por el cuello; digamos que era lo mismo que le había gustado a Inés, lo estaba repitiendo, cuando llegué a sus glúteos sentí como temblaba.
-Tere, que bien lo haces, eres la mejor. – murmuraba entre suspiros, me daba gusto a mí, ver el placer que le propiciaba, aunque no fuera la mejor. Cuando le empecé a pasar el dedo alrededor del ano, me dijo “Tere por ahí hoy no, que no estoy preparada” eso me hizo pensar que podía haber otra vez que sí, lo estuviera. Seguí penetrando la mano entre las piernas, hasta acariciar sus labios con suavidad. Respiraba agitada, no sé qué me daba hacerla esperar, pero la rutina era esa, y si me había resultado una vez, iba a tratar de explotarla todo el tiempo que viera que me daba resultado.
Seguí por las piernas, hasta llegar a los dedos y la hice delirar un poco, le pedí darse vuelta, lo hizo mirándome como implorando, tenía una carita de ganas, que pedía por favor que se las calmara a como fuera, volví hasta el cuello bajando de a poco hasta sus senos, estaban exultantes, los pezones parecían saltar fuera de ellos, se los magreé un poco, pero vi que ya le salían las lágrimas, mientras frotaba una pierna con la otra.
Corrí la mano hasta llegar a su vagina, automáticamente se abrió dándome lugar para meter los dedos entre su vulva; se lo hacía despacito, escurría el dedo corazón entre sus pliegues, para irla penetrando suavemente, estaba tan lubricada que entró todo casi sin sentirlo, con la otra le seguía acariciando las tetas, hinchadas, duras, calientes, y ella mirándome a los ojos para que la liberara de ese suplicio.
Le introduje otro dedo más, y empecé a moverlos más vigorosamente, me tomo la mano y me la beso, mientras con la otra el mete y saca la hacía pegar saltitos, buscando la penetración.
-Tere por favor – me susurraba, le acaricie la cara mientras la escuchaba repetir – Tere por favor – me acerque más.
– ¿Qué quieres corazón?
– Por favor. – pedía con los labios entreabiertos, me di cuenta que quería un beso, y viéndola así no tenía corazón para negárselo, me acerqué a su boca y apoyé mis labios contra ella, cuando me separé, la escuché, “por favor Tere hazlo ya” casi llorando; no lo pensé más, la besé con un beso como para las grandes ocasiones, dejé que su lengua profanara mi boca hasta conocer cada rincón.
Comenzó a moverse desesperada, respiraba su aliento, sujetaba mi cabeza para que no pudiera dejarla, la verdad que tampoco me daba mucha gana de hacerlo, que se sentía bien así.
Sentí el apretón en los dedos, y un rio corría sobre mi mano perdiéndose en el colchón, fue pausando el movimiento, mientras aflojaba el apretón a mi boca iba cayendo sobre la almohada, la quedé mirando mientras sacaba la mano de adentro de ella, estaba colorada, como avergonzada.
-Perdoname, no me pude contener, por favor no te creas que soy así.
– ¿Así cómo? ¿esto es lo que buscábamos no?
– Digo lo del beso, eso no está en tu trabajo.
– Bueno, tampoco todo no puede ser trabajo, algo hay que dejar a la imaginación, aparte besas muy bien, pero te pido que no lo comentes.
– Gracias, pero de verdad no quiero abusar de ti, y estate tranquila que no voy a decir nada.
– Calmate no es abuso, se dio así y ya está, y date vuelta que te falta una parte.
– No, mira la hora que es, entre todo ya se pasó tu tiempo, lo seguimos otro día, ¿te parece?
– Susi ¿no te gustó? – pregunté preocupada
– Sí, me gustó mucho, pero quiero quedarme con la impresión de lo que sentí, después de esto hoy nada puede ser mejor, anda que te tienes que arreglar toda.
Tenía razón, me tenía que cambiar, arreglarme el pelo, el maquillaje lo iba a dejar, no me quedaba nada mal. Cuando terminé y salí del baño, Susana ya se había puesto la bata.
-Ven que te acompaño a la puerta – cuando estaba por abrir y darme el sobre me preguntó
– Sin ningún compromiso, ¿no me darías otro beso?
– Porque no, te dije que besabas muy bien – y le di un morreo no tanto como el anterior, pero para que se acordara.
– Gracias, toma y perdoname lo sacada que estuve, ¿podrías venir el miércoles que viene? hoy me quiero quedar con la sensación de lo mejor que pasé, pero estoy deseando saber lo que me perdí, si puedes venir dime que sí, que estoy muy en falta.
– Si Susi, ¿te parece bien a la misma hora?
– Sí que me parece, te espero. – y me dio un pico antes de cerrar la puerta.
Salí contenta, había pasado la prueba de portarme profesionalmente con alguien desconocido, no voy a negar que en cierto momento me acoso la calentura, pero no como la vez pasada, y aparte quedó tan contenta que me contrató para la próxima semana.
Iba como la del cántaro, sacando cuentas que a ese ritmo, me iba a comprar un coche para no usar el de mi tía, y guardar para montar un consultorio cuando me recibiera.
Llegué a casa, Claudia no estaba, se debía de haber ido a yudo, que cuando estas se empezaban a poner de espaldas, tenían para rato.
Saqué el sobre y casi me desmayo, me había metido dos mil euros y un papelito, “por las extras” si por un morreo me pagaba así, no sé qué pasaría si llegáramos a mayores.
No me quería entusiasmar tanto, por si se me caía el cántaro, pero acordándome de lo que había pasado y los dos mil, estaba tan contenta que el arreglo que me hice solita, me dio tanta satisfacción que no extrañé nada.
La semana siguiente fue perfecta, Inés me llamó para que no me comprometiera para el viernes, que tenía sesión con ella, lo que hacía que por lo menos otros dos mil, entrarían esa semana en mi haber.
El miércoles volví a lo de Susana y ya me estaba esperando, me dio un beso en la mejilla, y me preguntó si quería tomar algo, le dije que no, pero aproveche ese momento, para preguntarle si se había equivocado con el dinero que me había puesto en el sobre. Sabía que lo había hecho a propósito, pero quería demostrarle que a pesar de hacer esto, era honesta.
-No corazón, si el momento que me hiciste pasar, vale más que eso, ¿hoy te vas a vestir como el otro día verdad?
– Si lo quieres sí, ¿me vas a maquillar? El otro día me quedó muy bonito.
– Si, cambiate que después te maquillo y te peino.
Me cambié, y me dejé arreglar como quiso. Después se estiro en la cama, y lo demás era lo mismo que tenía programado, nada más que al llegar a sus nalgas, al acariciarle el ano me dijo.
-Tere, despacito cariño que hace mucho.
Era la clave para abrir esa puerta, me puse un poco más de crema en el dedo y fui penetrando ese culito despacio ante los gemidos de la buena de Susi.
-Susi, si te duele no lo hacemos, ¿quieres que lo saque?
– No, sigue que lo estás haciendo muy bien. – no era la primera vez que recibía visita por ahí, pero cómo bien dijo hacía rato que no lo usaba para eso, así que lo movía con cuidado, mientras con la otra mano, me ocupaba de la parte delantera.
Como no quería que me pasara igual que la vez pasada, le seguí dando en esa posición hasta que se corrió, después de eso se dio vuelta mostrando lo bien que la había pasado, y lo bien que pensaba que la volvería a pasar.
Después de darle un buen repaso a las tetas bajé las manos buscando los puntos del placer, le metí el dedo corazón en la vagina llenándolo con sus jugos, pero lo saqué y seguí camino hacia abajo, llegando al agujerito que tanto placer le había dado antes, y volví a perforarla mientras el pulgar ocupaba el lugar que había dejado libre.
Con la otra mano, le frotaba el clítoris haciéndola estremecer de gusto. Le temblaban los labios mientras miraba los míos con codicia, ya la había besado antes y no había pasado nada, así que no valía que me hiciera la estrecha, después de todo por más que ella no le diera valor al dinero, yo si se lo daba, y algo podía hacer para ganarlo.
Cuando la besé, parecía que había apretado el gatillo, porque nada más entrelazar las lenguas, se deshizo en un orgasmo explosivo que hasta me manchó la falda.
Después de eso quedó como mareada, la dejé descansar y fui a cambiarme, cuando volví ya se había recuperado; lo demás fue algo de conversación y avisarme que en dos semanas me iba a llamar, que la verdad que la dejaba como nueva.
La semana venía que más no se le podía pedir, como había supuesto, Susana me puso dos mil en el sobre, y el viernes fui a atender a Inés que eran mil más, me estaba volviendo codiciosa.
Después de hacer mi tarea, Inés me sorprendió con un pedido.
-Silvia, ¿sabes? mañana es el cumpleaños de mi ahijada, y no sabía que regalarle, y se me ocurrió que si puedes, sería un buen regalo una sesión de masajes como las que tu das, ¿puedes?
– ¿Pero cuantos años tiene tu ahijada?
– Poco más que tú.
– Pero Inés, ¿es lesbiana o la quieres hacer lesbiana tú? A esa edad se las puede apañar sola, ¿o también cree que le va a salir más caro involucrarse con alguien?
– No, nada que ver, que le gustan las mujeres, le gustan, y que se podía apañar sola también, lo que pasa que tuvo un accidente, y… ahora está muy decaída.
– ¿Qué paso, quedo desfigurada o algo así?
– No, mira, este es su retrato, era motoquera entre otras cosas, y yendo a la carrera de Valencia, tuvo un accidente y le amputaron las dos piernas a la altura de las rodillas, desde entonces abandono los estudios y no salió más de casa, a no ser para curarse, y quisiera ver si tú la animas. – En la foto se veía una muchacha hermosa con una sonrisa franca, dueña del mundo, y eso me daba miedo, por no saber cómo estaba ahora.
– Me la pones difícil, yo voy hacer todo lo que pueda, a ver lo que pone ella.
– Bueno mujer, yo te doy lo mismo que si lo hicieras conmigo, sé que si no sale bien, no va a ser culpa tuya, pero si anda, mejor regalo no voy a encontrar.
Salí con dos pensamientos ambivalentes, por un lado, eran mil euros más, pero por otro, si estaba encerrada en su desgracia, se me iba a poner difícil.
No era que nunca hubiese trabajado con gente discapacitada, que en kineo llegaba de todo, pero era gente que ya lo tenía asumido, y ella parece que no.
Llegué pasado el mediodía, se suponía que ya estaría avisada, llamé a la puerta y en seguida me abrieron, era ella en su silla de ruedas, me recibió con bastante descortesía.
-Ah eres tú, pasa ya me aviso Inés. – ya no me pareció tan bonita.
– Supongo que eres Marcela, yo me llamo Silvia por si te interesa. – le contesté con mala leche.
– Uhm… perdona no me presenté, a ver pasa quiero hablar un rato de la ocurrencia de mi madrina. – me invitó a sentarme en el sillón de la sala – mira esto es una cosa de ella, y agradezco todo lo que trata de hacer por mí, pero te darás cuenta que no me hace ninguna gracia, y que nunca necesite llegar a esto.
– Siempre hay una primera vez para todo, Inés me contrató para hacerte unos masajes gratificantes, o como tú quieras llamarlos, pero si no quieres poco puedo hacer yo.
– ¿Pero no te da nada hacerlo con una persona cómo yo?
– A ver; yo atiendo en kinesiología personas mucho peor que tú, por lo menos si en lo físico se refiere, hay algunas con enfermedades progresivas, que saben que van para peor, pero la pelean, lo tuyo no va a empeorar, pero tendrás que ver tú como tomas la vida, si eres valiente para pelearla o te quedas llorando. – me miró con desafío, tenía unos ojos hermosos, y ahora llenos de vida.
– Pensé que era otro tipo de masajes, y no estoy segura si necesito los tuyos.
– Son otro tipo de masajes, son como quieres que sean, pero si no pones algo de tu parte, sean los que sean no te van a servir para nada. – se encogió de hombros.
– Podemos probar, total que ya la madrina pagó el regalo. – esa contestación me cayó como una patada en el culo.
– Mira Marcela, no necesitas hacerlo si es que no quieres, vine a darte un rato amable, pero si no lo quieres, te doy lo que me dio Inés lo gastas como se te da la gana, y en paz.
– Eh parece que no te va mucho hacer tu trabajo con una incapacitada.
– Si tú eres feliz revolcándote en tu pena hazlo, y si quieres que te ayude un poco a pasarla mejor, para eso vine.
– Vamos a la habitación. – Me lo dijo con rabia, fue señalándome el camino en su silla de ruedas, cuando llegó se apoyó en los posabrazos y casi saltó a la cama, empezó a quitarse la ropa.
– ¿Quieres que te desnude yo?
– Puedo sola, todavía sirvo para algo.
– Pues hazlo sola y vamos a ver si puedo hacer algo que no puedas hacer tú, anda ponte boca abajo. – se acostó y mostró un culo precioso – ¿hiciste mucho deporte?
– Si, bastante cuando podía, ¿porque lo preguntas?
– Por nada, por cómo se te ve.
– Que ¿te impresiona?
– Si, la verdad que sí.
– Pues si te impresiona no sigas. – contestó girándose furiosa.
– ¿Por qué no voy a seguir? Un culito tan bonito por mucho que me impresione, sería pecado no atenderlo. – se quedó mirándome y una sonrisa se le dibujó.
– Bueno, si es eso lo que te impresiona tanto atiéndelo.
Empecé como siempre, por el cuello seguí por la espalda hasta llegar a sus nalgas, lo que había surtido efecto con las otras, suponía que también tendría que andar aquí.
Metí el canto de la mano entre sus cachetes, hasta llegar a su vagina, que bien mojada la tenía, era un buen síntoma; con el dedo de la otra mano, le pasaba crema por el ano, esperando la contraseña para saber si podía entrar o no, se empino un poco y pude abrirle los labios hasta colar dos dedos en su vagina, soltó un bufido de impaciencia, le estaba acariciando con mimo el culito tan resultón que tenía.
– ¿Silvia que me estás haciendo?
– Huy perdona, no lo tomes a mal.
– ¿Quieres meter de una puta vez ese dedo, o para que te crees que puse el culo así? – me quede con la boca abierta, pero enseguida me sobrepuse, y empecé a meterlo de a poco, después de eso ya pasaba a ser una cuestión mecánica, solo tenía que meter y sacar por los dos lados para llevarla al orgasmo, gemía, gruñía, se aferraba con las manos a la almohada al mismo tiempo que la mordía tratando de acallar sus propios gritos.
– Sigue así…sigue así, no pares que me viene, aaah me corro, me voooy.
Y se corrió de forma brutal, fue parando sus movimientos hasta quedar inmóvil. Me sequé las manos y la limpié, me fijé si el anito le quedó manchado, pero por suerte no, de cualquier manera, me fui al baño a lavarme, y con una toalla mojada se lo volví a lavar hasta dejarlo como nuevo, era tan bonito que los dedos se me iban para ahí.
Le masajeé los muslos, y se me dio por probar algo que había estudiado, pero nunca había probado. Con delicadeza le pasé la mano por los muñones, no sabía si le parecería mal, mientras lo hacía se empezó a reír y a agitarse.
-Para, no me hagas cosquillas en los dedos que me haces reír. – termino de decirlo, cuando se dio cuenta.
– ¿Cómo hiciste eso? – preguntó asombrada.
– ¿No te gustó? Las terminales nerviosas te quedaron, por eso las cosquillas.
– Bueno dejalo ahí, ya no vale la pena sentirlo.
– Como quieras, anda date vuelta que te falta por adelante.
Se giró y se quedó mirándome, cuando se acostó no tuve oportunidad de verle la delantera, pero ahora que la veía me quedé sorprendida de lo bien que estaba. No sé si todas las mujeres que atendía eran las que tenían las mejores tetas, o yo era una tetofila, porque no me podía creer lo bonitas que se veían. Me fui hasta su cuello a comenzar el masaje, pero no podía apartar le vista de sus senos, parecían que me llamaban, cuando llegué a ellos les pasaba las manos como haciendo castillitos de arena, los agarraba de la base y los llevaba hacia arriba, consiguiendo que sus pezones me señalaran acusándome de deseosa; me temblaban los labios de las ganas; Marcela me miraba, pero no me importaba, no podía apartar mis ojos de esas maravillas.
– ¿Quieres? – me preguntó, la miré y estaba tan embobada que no le entendí, pero ella si me entendió, pasó la mano detrás de mi cabeza y me fue llevando hasta que mi boca se hizo dueña de ese manjar que se me ofrecía.
Mamé como una niña pequeña, había entrado en trance, me retiró y cuando la miré con reproche, me llevó a chuparle la otra, mientras me besaba la frente y me acariciaba el pelo.
Me apoyó las manos en los hombros y empezó a empujarme para abajo, le hice caso, simplemente no quería separarme de esa piel tan suave, en mi camino encontré su ombligo, lo besé le quise meter la lengua pero no hubo caso, no daba para eso, me fue llevando hasta el punto de llegada, recorrí su pubis y ahora sí, sentí unos labios que se abrían a la fuerza de mi lengua y choqué con una protuberancia durita, respondona, la tome con los labios y conseguí sacarle a la dueña, un gemido que le salía desde el alma, no me importaba ella, solo quería lo que estaba al alcance de mi boca, seguí el camino que me llevaba a la cueva de los deseos y allí me hundí; recorrí su interior hasta donde me daba la lengua, estaba desbocada, recorría toda esa rajita hasta volver al clítoris, donde me ensañaba hasta llevarla al borde del orgasmo y retirarme a sumergirme en la fuente donde encontraba todos los jugos que volcaba, volví hacerle dos veces más, cuando la escuché gritar.
-Ya Silvia, ya, no me tengas así, hazlo de una vez que no aguanto.
Mientras me decía eso, me tomó de la cabeza y me sujetó fuertemente contra su coño, mientras con movimientos desesperados se corrió en mi boca, regalándome la miel que brotaba de su panal.
Quedó desmadejada, me subí y me acosté al lado de ella; yo también tenía que descansar, la emoción fue grande, y mis necesidades básicas, seguían acuciándome, pero me iba a tener que aguantar.
Cuando abrió los ojos, me miró y vio mi cara toda mojada.
-Cómo te puse, pero lo que estabas haciendo ya era tortura, hacía tanto, puf… sí que fue fuerte. – me atrajo a su boca y me plantó un beso que casi hace que me corra – tengo sed ¿me acompañas a tomar una cerveza?
– Podría ser, yo también tengo sed, (aunque fuera de otra cosa no se lo iba a decir) pero primero dejame lavar la cara.
– Yo también me tengo que lavar, pero no la cara. – fuimos juntas al baño yo a la pileta, ella al bidet, estábamos manchadas las dos de lo mismo, pero en diferente sitio.
Tenía una habilidad con su silla que parecía que la tuviera incorporada, se puso una bata, y mientras me pidió que me sentara en la sala, fue a buscar dos botellines y dos vasos, los sirvió, se sentó al lado en el sillón.
-No sabes cuánto hacía que no sentía esto; estuve asquerosa a lo primero, pero tengo que reconocer que mejor regalo que este ninguno, pero me da no sé qué, que haya sido yo la que lo pasé bien, tú en ayunas, y me pareció que también querías recibir algo a cambio.
– A mí ya me pagó Inés, no tienes que hacerte cargo de cómo estoy yo.
– ¿Sabes lo que pasa? que hacerme cargo de cómo estás, también podía ser un disfrute para mí, no te creas que no me daría placer sacarte un orgasmo.
– Pensé que habías quedado satisfecha.
– Si hiciera dos años que no estas con una mujer, comprenderías el placer que se siente cuando haces vibrar a una. Dime, cuanto te pagó mi madrina por sacarme la calentura.
– ¿Para qué quieres saberlo?
– Se lo puedo preguntar a ella y me lo va a decir.
– Mil euros, es lo que me paga cuando se lo hago a ella.
– Te iba a pedir si te podías quedar otro turno, pero por esa cantidad no.
– Si me pagaron mil, por sacarte la calentura, ni loca te voy a pagar más de mil para que me la saques a mí. – se quedó mirándome sorprendida y nuevamente la sonrisa se adueñó de su cara.
– ¿Te parece si vamos a la cama?
– Creo que es lo mejor, ¿te llevo?
– Puedo sola – me dijo huraña, fue a subirse a la silla, pero otra vez se le ilumino la cara con esa sonrisa que le quedaba tan hermosa, – pero también me puedes llevar tú.
La cargué en mis brazos, y me abrazó como una beba, la llevé y la senté en la cama.
-Silvia ven y dejame desvestirte. – me desabrocho la camisa y la dejó caer, me atrajo hacia ella, para desenganchar el sujetador. Cuando lo sacó, se quedó mirando – mira que preciosidades que tenías escondidas y tú abusando de las mías.
Me apretó contra ella para alcanzar una teta con su boca, ahora era yo la que sentía el fuego correr dentro de mi cuerpo, fue bajando las manos y aflojándome la falda la hizo caer, quedé solamente con las bragas y para colmo empapadas, cuando me toco ahí se dio cuenta.
-Serás boba, y pensabas irte así. – me hizo caer en la cama y se subió arriba mío, todo el camino que había recorrido en su cuerpo, ahora ella lo estaba recorriendo en el mío, pero mejor; creo que sí que era boba, porque todas sabían hacer las cosas mejor que yo, mi coño latía ofrecido y ella era una artista, su lengua parecía la serpiente del Edén, me llevaba al paraíso a darme la manzana pecadora, agarró un almohadón y me lo metió debajo; con la lengua recorría mi perineo llegando hasta el agujerito prohibido, pero el placer que me daban sus lamidas me hacían perder la cabeza, volvió hasta mi clítoris y dos dedos se introdujeron en mi vagina, cuando siento otro querer penetrar por el portal trasero.
-No Marcela, por ahí nunca.
– Siempre hay una primera vez para todo, vas a ver que te va a gustar.
Sentí cómo lo iba metiendo, produciéndome una molestia que de a poco fue transformándose en placer, lo única virginidad que me quedaba, la perdí en un cumpleaños y que no era el mío.
Es difícil describir lo que me hizo sentir, y no es que haya salido de un convento, que después de la fiesta con mi tía y Elisa pensé que poco me faltaba por sentir, pues ese día con Marcela sentí todo amplificado, tenía que averiguar por qué.
Nos quedamos besándonos y disfrutando de nuestras caricias.
-Silvia, ¿esto lo haces con muchas?
– Mira, por empezar nada lo hago con muchas, que no atiendo a tantas, y esto lo hice contigo nada más.
– ¿Y por qué? ¿te da morbo o lastima verme sin piernas?
– No creo que sea eso, para decirte la verdad cuando tenía la cabeza en tu coño, me daba lo mismo que no las tuvieras o que tuvieras cuatro.
– ¿Y entonces por qué? de verdad si no lo haces con nadie ¿porque lo hiciste conmigo?
– Marcela, una vez hablando con mi tía, le dije que esto solamente se hacía cuando se estaba muy enamorada, y mi tía me dijo, o muy caliente; yo en el amor a primera vista no creo, así que saca la conclusión.
– ¿Y se te pasó la calentura?
– No del todo, te miro a ti y mucho no ayudas.
– Qué, ¿no te gustó lo que te hice?
– Sí, me gusto, pero sigues en pelotas y que te crees que soy de madera. – me miró risueña, cuándo se sonreía parecía un sol.
– ¿No quieres quedarte esta noche? miramos alguna película y después veo lo que puedo hacer para terminar de sacártela.
– Tendría que hablar con mi tía.
– Que ¿le tienes que pedir permiso?
– No, pero traje el coche de ella, y si lo necesito se lo tengo que llevar.
– A claro, bueno si no puedes no puedes. – dijo desencantada –
-No te dije que no puedo, pero tengo que preguntarle, tampoco no es mucho problema, que se lo llevo me tomo un taxi y en una hora estoy de vuelta.
Otra vez alumbró la habitación con su sonrisa.
– Bueno entonces habla y a ver que hacemos
–Un momento, habla tú con tu mama y dile que me quedo.
-No necesito avisarle ya soy bastante grandecita.
– Marcela, es tu cumpleaños, ¿estas segura que no se va aparecer con una fiesta sorpresa? Mira si nos encuentran liadas, “mirando películas”.
– Tienes razón, tu hablale a tu tía que yo le hablo a mi mama.
Le hablé a Claudia y me dijo que me quedara tranquila, que se iban a quedar en casa, creo que les estaba haciendo un favor.
Marcela habló con su mama, estaba en casa de Inés y venían para traerle algo de comer y brindar, querían levantarle el ánimo, y no le hacía mucha gracia.
-Va a ser mejor que nos vistamos, que en cualquier momento caen, ¿te parece si nos damos una ducha?
– Si lo hacemos rápido puede ser, anda vamos. – tenía una bañera con yacusi, pero no había tiempo para tanto, así que nos duchamos y apenas si nos metimos mano.
Arreglé la cama y eché un desodorante por si venían a la habitación, y fuimos a sentarnos juiciosamente en la sala a mirar la tele.
Al rato llegaron, traían una torta pequeña pero que alcanzaba, y dos botellas de cava para el brindis, Inés estaba tan contenta de vernos así, que me abrazó con efusividad, no tanto Carolina la madre, que me miraba con desconfianza, pero no se atrevía a reprocharme nada viendo a su hija tan contenta.
En un momento Inés me llamó aparte para decirme que si me tenía que pagar más solamente se lo dijera, que ver a su ahijada tan animada no tenía precio, por supuesto le dije que no, que era cortesía de la casa, pero que tratara de convencer a la madre, que no me la iba a comer a su hija.
Soplaron las velas, pasaron los brindis y Inés la invitó a Carolina al teatro, y después que se quedara en la casa de ella, que dejara que nosotras nos arregláramos solas.
Se fueron y nos quedamos en el sillón conversando.
-Me dijiste que estudiabas kinesiología, ¿y cómo te va?
– Bien, aparte de estudiar también practico en el consultorio de mi tía, así que se me hace fácil aprender.
– ¿Pero esto no te da más dinero?
– Esto no es para hacer una vida, te imaginas que si un día tengo pareja no puedo seguir con esto, aparte que lo que estudio me gusta; ¿y tú que haces?
– Estaba estudiando administración de empresas, pero con el accidente dejé.
– ¿Porque no sigues? puedes estudiar a distancia, y trabajo vas a encontrar más fácil con estudio que sin él, Inés también te puede ayudar.
– ¿Sabes lo que es estudiar sola? Es tan aburrido que no tienes aliciente para nada.
– No se te ocurre que si estás sola, un poco es porque quieres.
– Te crees que es tan fácil conseguir compañía así cómo estoy,
– Sí que me lo creo, con esa carita y todo lo que viene abajo, no se te va hacer difícil nada, si es que te convences de que lo puedes hacer.
– Si me convenzo que te quedó calentura de antes, y que te la puedo sacar, ¿podré hacerlo?
– Que me quedó calentura no lo pongas en duda, solamente hay que ver si me la puedes sacar o la empeoras, empecemos por aquí. – tomándole la cara le metí un morreo para entibiar el ambiente. Estuvimos besándonos y acariciándonos.
– ¿Qué te parece si nos vamos a la cama?
– Creo que es lo mejor, ¿te llevo? – se me colgó del cuello y la levanté fácilmente.
– Creo que te gusta llevarme para agarrarme del culo.
– No te quepa la menor duda, hay que aprovechar cuándo se puede.
Nos acostamos y nos fuimos desnudando una a la otra, a Marcela se le había olvidado el complejo de lo que le faltaba, y a mí con lo que había me alcanzaba, al momento estábamos entrelazadas, probamos un 69 que nos salió de fábula, y aunque era ella la que llevaba el ritmo, yo la acompañaba sin perder el paso, hicimos el amor hasta terminar agotadas, durmiendo abrazadas sin ganas de despegarnos.
A la mañana abrí los ojos y Marcela me estaba mirando.
-Buen día, ¿hace mucho que te despertaste? Te noto pensativa
– No, hace un ratito, y estaba pensando si meternos un rato en el yacusi, que te parece. – no me creí que estaba pensando eso, pero la idea me entusiasmo.
– Vamos ¿te llevo? dime cómo quieres así no me acusas que te quiero tocar el culo.
– Mejor me lo tocas, porque sé que de ahí no me vas a soltar.
Nos metimos en la bañera después de controlarle la temperatura par que estuviera medio tibia. Marcela había agarrado dos gorras de baño, para no mojarnos el pelo.
Me recosté contra una salida para sentir las burbujas en la espalda, me abrió las piernas y se sentó entre medio apoyando el culo en mi pubis, mis tetas se clavaban en su espalda, y aprovechaba para refregarse cosa que me estaba poniendo malita, en eso apoyó la cabeza en mi hombro y con las manos en el fondo, se fue levantando hasta apoyar la vagina en una boca de donde salían las burbujas.
-Ah… no sabes que bien se siente esto.
– Ni lo sé, ni lo puedo saber, que donde voy a meter las piernas si lo quiero hacer.
– Pues no sabes lo que te pierdes.
– No me hagas dar envidia, ¿quieres?
– ¿De verdad quisieras saber?
– Y claro, veo la cara de gozo que pones, cómo para que no me den ganas.
– Te voy a hacer sentir lo que se siente, quedate quietita. – sin más, metió la cabeza bajo el agua y apoyando la boca en mi vagina sopló haciéndome sentir un cosquilleo que me hacía delirar, sacó la cabeza sobre el agua y preguntó.
– ¿Y qué tal, como lo sentiste?
– Muy bien, tienes recursos para todo.
– Espera que te hago más. – y volvió a repetir, me hizo poner cómo una plancha, un poco más y evaporaba el agua, cuándo salió la agarré y la atraje hacia mí, la empecé a besar y se pegó tanto que nuestras vaginas se tocaban.
Comenzó a moverse entre jadeos, y cada vez se apretaba más y cada vez sentía el palpitar de su vulva contra la mía, los clítoris se rozaban haciendo un cortocircuito de placer que nos llevó a otra dimensión. El orgasmo nos llegó con una violencia desconocida.
Extrañamente nos quedamos calladas sin soltarnos del abrazo, ella apoyada en mi hombro dejando el cuello al alcance de mis labios, pero algo había pasado, que nos hizo quedar mudas.
– ¿Qué estás pensando?
– Que nos tenemos que salir del agua, que va ser hora de que me vaya. – no me creyó, pero igual hicimos cómo si lo hubiese hecho.
Salimos nos secamos y la llevé a la cama nuevamente, se puso como unas fundas en los muñones, y caminó hasta buscar la ropa, con la que se vistió.
-Podías haberme dicho, te las buscaba yo.
– No tiene caso, mañana no vas a estar, quería que vieras que grotesco que parezco así.
– Eso no me parece grotesco, verte llorar tu desgracia sin tratar de remediarlo, si me lo parece.
– Silvia, no te confundas, para ti esto fue una calentura de momento, las cosas se ven en la cotidianidad, y esto no es un ejemplo.
– Pues si por mi fuera, la cosa no tiene por qué terminar aquí, nos podemos ver sin compromiso, mal no la pasamos.
– Sabes una cosa, siento que esto es peligroso, yo tampoco creo en el amor a primera vista, pero a la segunda o la tercera, haciendo lo que hicimos cambia la cosa.
– Y si nos enamoramos qué, acaso no lo podemos vivir cómo todo el mundo.
– No mientras tu hagas eso.
– Comprendo, no te vas a enamorar de una puta.
– No seas tonta, que a puta no me vas a ganar tú; quiero que entiendas que aunque yo haya andado con todo lo que se me cruzaba, si me llego a enamorar me voy a entregar con todo, pero también quiero todo, y no soportaría saber que estás dándole placer a nadie más que a mí, aunque sea con las manos.
– Si… te comprendo, pero hagamos una cosa; podemos ser amigas, ¿no quieres que haya sexo?, no lo habrá, pero eso no quita que sigas estudiando y que podamos hacerlo juntas cada vez que podamos. Yo cuándo me reciba voy a dejar esta vida, y quien te dice que realmente necesite alguien que me administre, y después si llegamos a sentir algo más que amistad, veremos cómo nos arreglamos.
– ¿Y me tengo que creer que en todos estos años, no vas a encontrar a alguien que te “administre”.
– Ah, y me tengo que creer yo, que no vas a encontrar a alguien para “administrar”, ¿y vas a estar esperando por mí?
– No es lo mismo, mira cómo estoy.
– Marcela, lo que te pasó, te pasó y no tiene remedio, pero no me vengas que eso te imposibilita para ciertas cosas, porque yo no lo noté.
– En dos años no había hecho nada con nadie, ¿qué quieres?
– Eso porque te encierras a condolerte, te puedo asegurar que desde ayer no noté que te faltara nada, no te estoy pidiendo que te cases conmigo, simplemente te pido que me dejes ayudarte a terminar tus estudios.
– ¿Y porque lo ibas hacer? ¿Qué ganas con eso?
– ¡Porque me da la gana! Porque quiero ayudarte a que salgas del pozo en que te estas revolcando de puro gusto, porque no soy tan jodida para hacer todo por dinero, y porque no sé…; porque te tendría que mandar a la mierda, y no sé por qué no te mando.
– Puf… que carácter de mierda que tienes; no sé si vamos aguantar mucho tiempo estudiando juntas.
– Podemos probar, ponemos un poquito cada una y quizá ande, ¿Quieres?
– Probemos, a lo mejor tienes razón, pero no me das mucha esperanza – me contestó con una sonrisa.
– Bueno quedamos, después te averiguo todo para anotarte, quizá puedas adelantar materias este año, y me voy que mi tía ya debe estar esperando el coche.
– Qué, no me vas a dejar darte el último beso antes de empezar a ser amigas.
Me agache para besarla, se colgó de mi cuello estrellando sus labios contra los míos, con la lengua me hizo un reconocimiento bucal, que me corto el aliento, estuvimos un rato sin tener la voluntad de separarnos, hasta que volvimos a la realidad, nos separamos sin ningunas ganas.
-Me parece que no es justo que tú te sacrifiques besándome y que yo no te lo devuelva.
Ahora era yo la que la tome del cuello, para darle el morreo del día. Cuando paramos, una mezcolanza de sentimientos se entrelazaban dentro mío, a ella quizá le pasaba lo mismo, porque la humedad de su mirada, mostraba la misma indefinición, que sentía yo.
-Bueno, después te llamo, me voy porque esto se está poniendo difícil.
– Anda, vete amiga, que tu tía te está esperando.
Le di un pico rápido de amistad; quizá fuera a ser complicado, pero iba hacer todo lo que pudiera para que por ahora quedara en eso, después ya vería.
Iba en el coche pensando en los riesgos de este trabajo, ¿podría ser que me hubiese enamorado? No quise seguir pensando, iba hacer todo lo posible por ayudarla y quizá por ayudarme, el tiempo lo dirá.
Agradezco a todos los que me leen y comentan, espero que les guste, a pesar que a veces me vaya para otras categorías.