Como desvirgue a un chico sin saberlo
Se que el título suena a cuento de viejita! Pero es que lo que les voy a contar demuestra que en definitiva, cuando eres joven y te estás iniciando en el sexo, el alborotamiento hormonal alcanza otro nivel.
La zona en donde vívía era muy visitada por turistas de todas partes, así que no era extraño que en tiempo de vacaciones la gente recibiera en sus casas a amigos y familiares que iban a pasarse unos días de playa y sol. Fue lo que pasó con mis vecinos, quiénes recibieron de visita a dos hermanos: Reina y Tito, quiénes venían de otra región del país a pasarse los días de verano.
Como solía ocurrir cuando llegaban chicos al barrio, Reina y Tito comenzaron a frecuentar los sitios comunes en donde se reunía todo el grupo muchachos, fue así cómo los conocí. Tito me ubicó desde el principio y me galanteaba cada vez que podía -ya saben, amores de verano- y como a mi me vuelve loca un hombre grandote con buen cuerpo no tardé en hacerle ojitos, así comenzamos a frecuentarnos, salíamos por ahí con el grupo, nos veíamos en la plaza a diario, la cosa se hizo costumbre.
Una tarde nos fuimos todos a un paseo junto a la playa, llevamos una caja de cervezas, un poco de música nos dedicamos a pasar el rato. Tengo que contarles que, este lugar solía ser el espacio de las «parejitas», ya que se está ubicado en lo alto de una especie de malecón frente al mar que resulta muy conveniente, sólo tienes que bajar por un costado y tienes full espacio para ubicarte entre las piedras, lejos de la iluminación del paseo y además con los sonidos del mar como telón de fondo, por lo que
Entre un trago, una agarradita de manos, una caricia, un beso disimulado, las cosas se fueron prendiendo, así que como buena local invité a Tito a conocer el rinconcito privado en el malecón, jeje. Bajamos, nos hicimos un lugarcito y las cosas se empezaron a calentar, yo lo notaba un poco nervioso, pero asumí que quizás nunca había estado al aire libre con nadie o algo así. Como no parecía decidirse, le pedí que se recostara un poco y le abrí la cremallera para bajarle los pantalones, aquella verga saliò casi que volando como una flecha, «si me tardo un poco más le hubiese hecho un hueco al pantalón», pensé. Entonces me levanté la blusa para dejar mis tetas al descubierto, y era increíble como se le levantaba la verga, parecía que tenía vida propia, yo encantada ver cómo estaba.
Luego comencé a lamerle las bolas y el tronco, lo hacía despacio, dejando que mi lengua se relajara sobre su verga y subiera sin apuro cubriendo cada centímetro, no le había dado ni cuatro buenas lamidas cuando Tito ya estaba fuera de si, sudando frío, con la verga rígida y goteando y una tembladera por todo el cuerpo, así como lo leen, recién había comenzado y ya estaba a punto, de hecho no tardó nada en correrse. Creo que notó mi cara de sorpresa ante esa corrida en tiempo record, trató de decirme que yo le gustaba muchísimo y que toda la situación había sido muy morbosa, pero luego me dijo la verdad, y es que era virgen! Jamás había estado con una chica y mucho menos había recibido una mamada, así que fue tanta la emoción que no pudo aguantarse.
«En serio? Pero qué edad tienes tú?» Le pregunté con curiosidad, y resultó ser apenas tenía dieciocho años, Tito era puro cuerpo y tamaño pero en realidad era un carajito como decimos en mi país. No pude evitar reírme, no como burla sino por lo loco de la situación, le estaba lamiendo la verga a un chico virgen y menor de edad. Claro yo tampoco era demasiado vieja, tenía tan solo diecinueve, pero igual jamás me imaginé que ese muchacho tan grandote me fuera a salir con eso. Cuando le pregunté si le había gustado me dijo que muchísimo, que jamás pensó que hacer algo así y menos a la orilla de la playa. «Bueno Tito, pero me dejaste bien excitada, ahora te toca a ti, si te atreves?»
Todavía no le había terminado de preguntar cuando ya estaba bajándome los pantalones, entonces me acomodé sobre una saliente de piedra con las piernas abiertas, de forma que pudiese acomodarse frente a mi cuca y comencé a guiarlo para que me la mamara. No puedo describir lo caliente que me sentía, indicándole entre suspiros, gemidos y jadeos lo que quería que hiciera… «Chúpame el labio, así… suavecito, ahhhh. Pon la lengua en ahí, muévela, así, así, ahhhh, ahhhh, métela un poquito, dale, dale mássss». Cuando alcancé el orgasmo y lo vi estaba otra vez como un bate, menos mal yo cargaba un condón en el bolso -nunca me falta jeje- Así que se lo puse y continué guiándolo para que me cogiera… «Pon la punta, así… empújala suavecito, deja que entre poco a poco ahhhh, eso muévete así, rico, sigue, sigueee». No tardamos mucho en acompasarnos moviendo nuestros cuerpos al compás del deseo, hasta que lo alcanzamos otra vez, la verdad fue que la pasamos más que rico juntos. Luego nos acomodamos y subimos al paseo para regresar con el grupo, la miradita de picardía de Tito hablaba por si sola.
Debo decir que como todo el que se inicia en los placeres del sexo, Tito estaba más que «motivado», jejeje, así que a partir de esa feliz ocasión lo estuvimos haciendo casi que a diario hasta que le tocó regresar a su casa, era una delicia disfrutar del hambre loca con la que se lanzaba sobre mi hasta dejarme rendida. Luego de que se fue nos estuvimos escribiendo por un tiempo, todavía somos amigos de hecho, aunque ahora él está casado y ya no anda pendiente de mi, pero siempre nos acordamos de aquella primera vez en que sin saberlo le robé la virtud, jajaja.
Espero que les guste la historia, no es tan larga y detallada como otras que he visto acá, no tengo ese nivel de experiencia, pero eso si, todo lo contado pasó en la realidad.