Cómo me gusta que me domen
Marc entró en la cuadra con la pistola en la mano. Recogió las muñecas de los miembros de la banda de viciosos y encañonados y unidos por una cuerda los condujo a la camioneta. Mar estaba dispuesta a seguir a Marc donde fuera necesario. Quiso liberarse de sus grilletes y Marc se percató.
–¡Quieta, perra! ¡Volveré por ti! –calmó Marc a la mascota abandonada y acarició su carita de muñeca. Ella aprovechó el fugaz contacto con esa deseada mano para besarla apresuradamente.
–Toni, ¿te importaría que Maui e Irene nos la preparen para encularla esta noche, después de terminar con estos sinvergüenzas? Pueden usar esa misma manguera para lavarla. Ella puede permanecer todo el día encadenada en la cuadra, está acostumbrada –se dirigió finalmente a su antiguo colega.
–Seguro que estarán encantadas de hacerlo –observó Toni, que no había reparado en la mirada de envidia y recelo de Maui ante la extraordinaria belleza de Mar. Nadie se sorprendió porque Mar sonriera pese a la crueldad implícita en las palabras de su antiguo dueño. Cualquier atención de su amo perdido era un premio para ella.
Doce horas tardaron en volver los hombres sin traer ningún rastro de la pandilla de degenerados, salvo unos resguardos de dos cuentas corrientes en Andorra. Maui e Irene impartieron las clases ese día. En esas fechas veraniegas solo había infantes diletantes y algunas propietarias de caballos que iban a darse un paseo. Entre las propietarias de caballos asiduas estaban Marta y Mireia. Ese podría ser su último verano juntas, Mireia se iba a ir a estudiar a Estados Unidos y Marta tenía que sacarse el carnet de conducir para ir a la universidad. Así que las dos tuvieron que renunciar al habitual viaje familiar y se quedaron en sus casas de la playa.
Las profesoras prepararon una cena fría que satisfizo los estómagos hambrientos de los tres justicieros. Al terminar de cenar, Marc invitó a sus anfitriones a disfrutar de su antigua esclava:
–Creo que ahora que estamos más tranquilos, podríamos usar todos a Mar. Ella no se quejará, tal vez incluso lo disfrute, pero le enseñará a no intentar aprovecharse de jovencitas.
Esa tarde, mientras la habían lavado concienzudamente con la manguera de agua fría, las dos amazonas habían podido admirar sin reparos la perfección de las curvas y la piel de la última modelo de Luppo. Maui recordó la noche en que desvirgaron a las pijas y pensó que podría ser divertido unirse a la fiesta.
–¡Bien! ¡Vayamos todos! –exclamó Maui entusiasta dando alegres palmadas.
Marc la detuvo:
–Esta noche, no. Vamos a darle su merecido a Mar y no quiero testigos incómodos ni súplicas de clemencia.
Maui se sintió decepcionada de no participar en la fiesta. Ella desde luego no iba a suplicar piedad por esa zorra. Pese a que la cuadra estaba a una distancia considerable de la casa, escuchó los gritos de la muñeca esclavizada desde la soledad de su cama. No le gustó la sensación de que Toni estaba haciendo su merced con otra chica y ella no podía siquiera ver cómo disfrutaba de ella o limpiar ese miembro caliente que adoraba aunque fuera con el sabor a otra hembra.
Los hombres al llegar a la cuadra no encendieron la luz y entraron sigilosamente, cada uno portaba un látigo. Cuando se había quedado sola tras la limpieza, Mar no sabía qué hacer y al entrar en calor después del gélido baño, se adormiló. Los duros nudillos de su otrora soberano contra su cuero cabelludo la arrancaron de los brazos de Morfeo. La misma mano, cuyos artejos acababan de golpear su cráneo, tiraba ahora de su melena para elevarla. Era la grave voz de Marc la que le indicaba lo que tenía que hacer, aunque el foco que encendió Dani solo le pedía cerrar los ojos.:
–Vamos a atarte a la pared y por cada grito que des, te daremos diez latigazos más.
–Yo solo hice lo que mi último amo quería. Usted me había abandonado y yo solo intentaba complacer a mi nuevo amo –se justificó Mar asustada.
–Sabes que no está bien abusar de la inocencia de una virgen. Te vamos a castigar como mereces. Es mejor para ti que lo aceptes y que no me repliques.
–Acepto su castigo. Sabe que siempre podrá hacer conmigo lo que quiera, yo nunca he dejado de saberme suya –terminó admitiendo la preciosidad.
Después de esta sentencia de Marc y el acatamiento de la misma, ya no hubo más palabras. Los fuertes brazos de Toni y Dani sujetaron cada muñeca a un grillete de la pared dispuesto para castigar a las pijas más viciosas y sus talones también quedaron indefectiblemente apresados en los grilletes más bajos. La perfección de la inmaculada desnudez de Mar contrastaba con la ajada madera de la pared. Sus pechos expuestos desafiaban a la gravedad con sus brazos elevados. ¿Para qué vendarle los ojos si sabía en qué consistiría su castigo? Realmente no era necesario porque no podría hacer nada por evitar los golpes, su inmovilización era total y el foco lo suficientemente brillante como para cegarla.
Empezó Marc a ensañarse con el látigo contra ese lienzo en blanco. Sus enormes, pero turgentes pechos fueron la primera diana. No era solo el desprecio por haber engañado a una niña lo que se escondía detrás de todos aquellos latigazos, también estaba liberando su furia hacia sí mismo por no haber sido capaz de aceptar que realmente amaba más a Mar que a su propia esposa, ahora ex esposa y por los celos reprimidos durante tanto tiempo porque Mar había aceptado a otros amos cuando él la despreció. Eran sentimientos incongruentes los que dirigían aquel castigo impío, pero el resultado era el mismo que si tuviera razones más justas, una marca tras otra se dibujaba en la piel de Mar tras cada golpe.
Cuando Toni se dio cuenta de que si Marc continuaba de esa manera, las marcas podrían ser irreversibles, se ofreció a continuar él mismo el castigo. Marc le cedió el turno y Toni cambió el objetivo de sus azotes. Empezaron a dirigirse uno tras otro al clítoris anhelante, cada uno más cerca que el anterior. No era la primera vez que unos azotes atinaban en la fuente del placer de Mar, pero sí la primera que los propinaba un látigo despiadado en lugar de una certera fusta.
Las fuertes descargas que provocaba el látigo dirigido por Toni en el cuerpo de la esclava eran complejas, Por un lado la dejaba cerca del orgasmo y por otro, cerca del desmayo. Toni continuó los golpes hasta que Marc recordó la perfección de la redondez del trasero de la rea.
-Hay que voltearla. No basta con azotar su culo, también podremos usarlo. Para algo lo han preparado vuestras esclavas.
Toni y Dani no reconocían a Maui e Irene como sus respectivas esclavas, pero se apresuraron a girar a la prisionera. Al liberarla, ella mostró un tremendo agotamiento por el castigo y pudo desplomarse. La mano de Marc agarró esa larga cabellera rizada y evitó que siguiera obedeciendo las inexorables leyes de Newton. Un sonoro bofetón ayudó a soltar la suficiente adrenalina para reactivar ese cuerpo, pero fue la voz del amo la que le recordó de su única función en la vida,:
–Tú has nacido para servirme, no para quejarte por unos azotes. ¡Abre esa boca de zorra!
Medio segundo después la boca de Mar estaba inundada por una polla ardiente. El deseo del mosso d’esquadra por poseer a Mar de nuevo era casi imparable. Mar solo abría la boca, dejaba que Marc guiara los movimientos de su cabeza tirando de su melena y habría tragado todo el semen que Marc le hubiera regalado. En cambio, el policía catalán se detuvo demasiado pronto y él mismo terminó por sujetarla a la pared, esta vez con su carita hacia la pared.
–¡Mirad! ¡Mirad bien este culo! –comentó orgulloso a sus amigos mientras lo abría y le daba unas nalgadas al todavía níveo trasero.
–No creas que hoy te lo abriré con la ayuda de vaselina o siquiera de saliva –susurró Marc al oído de la chica temblorosa–. Hoy voy a romper tu culo sin piedad, pero antes lo azotaré bien hasta enseñarte los límites de la moral.
¿Alguien contó los latigazos en ese culo aquella noche? Mar perdió la cuenta en treinta y cinco. En cualquier caso, el púrpura amarillento fue el color dominante del día siguiente y casi no podían distinguirse unos azotes de otros, Una extensa mancha morada decoraba esa piel hasta hace poco blanquísima.
–Es el momento de partir este culo –concluyó por fín Marc a sus impacientes amigos. El ex amo de la modelo fue el primero en penetrarla. El deseo acumulado hizo que no tardase demasiado en correrse. Con el semen aún manando del vértice de su glande, Marc liberó las muñecas de la presa para que pudiera limpiar con su lengua los restos que su ano no había tragado. Ella tuvo que rotar sus hombros en una posición casi imposible, sus tobillos la querían obligar a mirar siempre hacia la pared pero la mano en su cabellera le indicaba el movimiento correcto.
–¡Ahora podéis usarla a vuestro antojo! –regaló Marc a los oídos de los jinetes cuando su miembro relucía..
Ninguno de aquellos hombres había mirado a los ojos a Mar, que reflejaban tanto miedo como deseo acumulado. La docilidad de la chica contrastaba con la crueldad de los gestos de cada amo. Los hermanos tenían una regla, solía empezar Dani y cuando terminaba, mientras el benjamín obligaba a limpiar su sexo, el primogénito arremetía con su inmensa verga recrecida por dopaje hormonal. Esta vez no fue distinta.
La mano de Dani fue disciplinando el cuerpo de la chica y sujetó sus muñecas a la espalda hasta forzar el contacto de los generosos pechos con la astillada pared de madera. Si su despiadado amo no la hubiera sujetado del cabello, tal vez su cara se hubiera estrellado contra el suelo. Unas palmadas indicaban a esas piernas inevitablemente abiertas por los grilletes de los talones cómo debían abrirse más, el falo de Dani iba poniéndose cada vez más duro junto a la entrada trasera. Mar lo sentía creciendo entre sus nalgas y acercándose a su ano. Ella no quería negarse, pero su cuerpo recordaba la bestial penetración de Marc que la había dejado dolorida y decidió por su cuenta cerrarse.
Marc se percató de la rebeldía de ese cuerpo dolorido. ¡Qué importaba que su pene hubiera salido manchado de sangre femenina? Acaso no lo había limpiado escrupulosamente esa perra obediente. Fue la mano de Marc la empujó la carita angelical contra el muro, sujetando la cabeza del manojo de pelo recogido en la mano del policía. Dos guantazos en la misma mejilla sirvieron a la chica para mostrarse más colaboradora.
–¡Ábrete, puta! –Marc escupió esas palabras junto a la cara de su amada y añadió el salivazo que deseaba su ano, pero que se quedó deslizándose por sus mejillas, bajando lentamente hacia sus desaprovechados labios–. Desde hoy te van a encular cada día estos dos sementales. Espera a que te destroce la brutal polla de Toni para rogar por saliva. Ahora colabora con la suave penetración de Dani.
Todo el cuerpo de Mar empezó a temblar. Sentía miedo, sentía desesperanza, sentía frío. ¿Por qué estaba tan excitada? ¿Por qué se sentía entregada a Marc si la iban a ultrajar otros dos hombres? Si la mano de su amo no sujetara su cabeza, caería desplomada al suelo. Sentirse sujeta por él le daba esperanza de recuperarlo.
Dani no reparó en el estado de la hembra. Atravesó ese cuerpo violentamente.
–No te olvides de dar las gracias y limpiar bien la polla –recordó las normas el antiguo amo de la víctima y volvió a dar otras dos bofetadas que resonaron en la mente de la prisionera.
La violencia desatada por los machos y la belleza corrompida de la joven hicieron que Dani sintiera muy pronto la urgencia de liberar su semen. Marc que apreció los ojos en blanco del maestrante, recordó de nuevo sus obligaciones a la perra desobediente:
–¿Qué se dice, perra?
–¡Gracias! –Mar tuvo que agradecer la oleada blanca en su interior mientras la mano de su amo se detenía después de cada palmada en sus labios para recordarle que debía besar la mano que la castigaba como otra forma de apreciar el castigo. Siempre que Marc la había entregado a otros amos en el pasado, le había sujetado su cabeza con sus dedos entre sus rizos y con la otra mano había golpeado sus labios o sus mejillas. Ella sabía que tenía que besar siempre la mano de su amo cuando la castigaba en la boca, para ambos significaba que ella agradecía cualquier castigo de su amo. Por unos segundos, los dos se miraron intensamente y parecía que la conexión de otros tiempos había vuelto a aparecer, que la esclava más entregada disfrutaba de su amo orgulloso.
Era cierto que esta forma de sentirse dominada la excitaba en exceso, pero nadie había prestado atención a su coño hambriento desde que Toni lo había azotado. Hubiera dado lo que fuera porque le permitiesen al menos tocarse ella misma para calmar su cuerpo y obtener alguna recompensa después de tanto dolor. No le dieron tiempo a la pequeña modelo a que sus manos brevemente liberadas pudieran tocar su pepita. Esta vez fue Toni el que las recogió a su espalda y usó la otra mano para indicarle al cuello de la chica cómo debía lamer su dueña la verga de su hermano. Marc tuvo que unirse a la coreografía para que cada cuerpo apareciera en una nueva posición. Una vez que vio que la perra estaba realizando bien su tarea, Toni le liberó las manos para aclararle lo que debían hacer:
–¡Abre bien tu culo, zorra! –urgió ante las premuras de su falo erecto.
Mar sintió cómo el enorme taladro la iba partiendo. Nunca había sentido nada tan grande dentro de su cuerpo y mucho menos de su culo. Sentir cómo iba rompiéndose casi le hizo perder el sentido, pero la experta mano de Toni decidió acariciar aquel famélico clítoris. Esa maldita caricia a esa chica humillada la hizo orgasmar como hacía tiempo que necesitaba. Fueron sus contracciones involuntarias las que avisaron a Marc de la rebelión de ese cuerpo vicioso. Marc no atendió que la boca de Mar seguía prestando sus atenciones a la polla del benjamín, y arremetió contra la mejilla izquierda de la joven, mientras la derecha se apretaba contra la pared de madera. La chica hizo lo posible por abrir la boca y no lastimar a un venerado miembro al dejarlo escapar. Ella era consciente de su falta y empezó a suplicar:
–¡Perdón! ¡Perdón! ¿Perdón! No he podido evitarlo. No me dio tiempo ni a pedir permiso, la mano de Toni ha sido demasiado certera y mi clítoris tenía demasiada hambre de ser calmado después de volver a sentirme suya, amo.
–Ni siquiera Toni se había corrido dentro de ti, zorra. ¿Cómo te has atrevido? Que sepas que no podrás volver a correrte en mi ausencia, por mucho que te toquen estos dos –aclaró el policía a su prisionera mientras volvía a abofetearla y escupirle en la cara. “Mi ausencia” resonó en la mente de la esclava.
–¿No me llevará con usted? –preguntó angustiada Mar mientras la saliva de su amo le recorría su rostro. Había supuesto que tras ese castigo, ella volvería a servir a su amo a diario.
–¡No, hasta que hayas aprendido a ser usada por cualquiera y a no correrte hasta que tu auténtico amo te autorice! –sentenció Marc, sin saber siquiera él mísmo por qué no quería llevársela aún con él, ni si él se consideraba su auténtico amo.
–¡Exactamente, muévete zorra hasta que me saques todo el semen! –gimió Toni que con tanta charla se había desconcentrado un poco.
–Espera un poco Toni, voy a liberarle un pie para que podamos ensartarla los dos a la vez –reinvindicó el dueño de la esclava.
Al poco de liberar el pie, la mano urgente de Toni apresó la cadera móvil para rotar el cuerpo prestado. El jinete no podía esperar y empezó a cabalgarla sujetándola de su grupa y ensartándola como a ninguna otra potrilla. Mar galopaba mientras su jinete la retenía de las crines. Esa cara que miraba orgullosa e inevitablemente hacia arriba, la mano de Toni tiraba de sus bucles hacia atrás, no era sino una tentación para la desenvuelta mano del amo. Marc tuvo que dirigir el cuerpo de la potrilla para conseguir penetrarla vaginalmente de frente, entre las embestidas de Toni y el ritmo frenético de la hembra.
Cuando los tres cuerpos se acomodaron, la mano izquierda de Marc apretaba las mejillas de la modelo y su mano derecha acompañaba el compás con musicales guantazos. La cabeza como la entrepierna estaba presa por delante y por detrás. Las caras de ambos enamorados se juntaban demasiado, cada uno inspiraba el aire que exhalaba el otro. Sentían tanta necesidad el uno del otro que parecían querer devorarse, respirarse, integrarse en un solo ser, aunque Mar sentía también la enorme polla de Toni rompiéndole su culo. La frenética disputa de los dos falos en sus orificios parecía destinada a convertirlos en uno solo.
Marc se sabía el auténtico poseedor de ese cuerpo doblemente penetrado. Volvió a escupir en las mejillas de melocotón y acercó su lengua a esa cara. Besó esa boca siempre dispuesta para él después de haberla abofeteado de nuevo. ¡Qué cálidos y ansiosos siempre los besos a Mar! Siempre entregada.
La sensación de que podía ser la última vez que la poseyera su amo, el reenamoramiento que sentía cada vez que la besaba, la polla de su amo de nuevo en su coño, el lugar de donde nunca debería haber salido para Mar, y la sensación de que su cuerpo podía romperse en cualquier momento por la brutal doble penetración, hicieron que un sinfín de orgasmos ametrallara su cuerpo, sin ser ella capaz de detenerlo y mucho menos, de pedir permiso para comenzarlo o no. ¿Cuántos bofetones le ocasionó esa insurrección de su necesitado cuerpo? ¿Por qué la prohibición de su amo de correrse unido al castigo severo por hacerlo, donde su cara no sabía de dónde le venían los golpes, la llevaban a un espasmo tras otro?
Ambos machos terminaron por correrse dentro del cálido cuerpo de la hembra, aunque tuvieron que moverla ellas mismos, ella solo convulsionaba una vez tras otra, indiferente al escarmiento que recibía a diestro y siniestro. Finalmente fueron las crines de esa yegua en celo las que permitieron guiar su lengua para limpiar cada rincón de los prepucios ardientes, de los glandes híperirrigados. Era la mano de su amo la que decidía qué adorado miembro debía venerar aquella boquita.
–Has vuelto a correrte sin permiso, perra. No has aprendido nada.
–Sentí que podía ser la última vez que le sintiera dentro, mi cuerpo se rebeló. Cuando me besó, sentí que era una despedida. Quería disfrutar de usted mientras fuera posible. Yo misma me avergüenzo de mi cuerpo, pero espero que no sea la última vez que quiera usarme. Se lo suplico, úseme otra vez. Soy suya para siempre.
Aquellas palabras conmovieron al antiguo amo. Realmente no le apetecía que aquella fuera la última vez que iba a usar ese cuerpo fantástico en su vida, pero que la sensación de ser la última hubiera sido tan fuerte para desencadenar esa reacción en el sexo de su esclava, le llenó de orgullo. No quedaría sin castigo su desobediencia, pero desde luego que volvería a follar ese coño.
Cuando los tres la habían usado, empezaron a hablar sobre el destino de la joven sin liberar el último tobillo preso. Cada palabra dejaba más claro que la anterior que la joven no tenía derecho a opinar sobre su propio destino.
–¿De verdad pretendes dejárnosla un tiempo? –preguntó Toni extrañado y en cierto modo, encantado ante la posibilidad de usar a semejante hembra a diario.
–Así no me la puedo llevar, necesita entender que tiene que ser más obediente. Cuando estaba conmigo, solo se corrió sin permiso durante el primer mes. Hay mucho amo descuidado y parece que está muy desentrenada. Tiene que entender que conmigo no puede negociar y que estoy dispuesto a volver a abandonarla si no obedece cada una de mis órdenes Yo no soy un fotógrafo de esos que se creen que tener una sumisa es subir cuatro fotos a internet de una niña con los pezones anillados..
–Yo encantado de tenerla un tiempo, pero creo que tendrás que venir a menudo y terminar llevándotela al cabo de pocas semanas –negoció Toni, que ya había alquilado alguna vez la cuadra para domar a alguna pija por petición de su marido.– A muchos les hemos cobrado un alquiler generoso, pero tratándose de esta potrilla, creo que podremos asumir los gastos.
–Al menos vendré un día por semana para ver cómo avanza la doma. Espero no tener que dejarla mucho tiempo y que cuando la vea, no me de motivos para no volver a verla.
Estas frases realmente hicieron daño a la joven. Ella nunca había hecho otra cosa que obedecer a Marc y no había conocido otra esclava mejor domada que ella misma. No lo pensaba por orgullo, sino por convicción y después de haber conocido a muchas otras. Le vino a su mente la imagen de un amo orgulloso que pensó que su esclava aguantaría más latigazos que Mar y retó a su amo. La competición fue humillante para la otra esclava, Mar soportó perfectamente el doble de latigazos y fue capaz de satisfacerlos infinidad de veces. Como castigo, la otra esclava, solo pudo limpiar del suelo el semen de ambos amos con su boca, después de que se follaran y encularan a Mar.
No acababa de entender qué esperaba Marc de ella, era cierto que se le habían escapado multitud de orgasmos, pero llevaba demasiado tiempo desatendida y su cuerpo buscaba vías de escape después de haberse sentido de nuevo propiedad de su amo. Especialmente cuando pensó que podría perderlo de nuevo y que sería la última vez.
–¿Quieres que le apliquemos algún adiestramiento especial a esta jaca? –intercedió Dani.
–Confío en vosotros. Es muy lista y aprende rápido. Solo la falta de un amo estricto la ha corrompido un poco. Ella hará por recuperarme, estoy seguro. Quiero enseñarle que si desea volver conmigo, va a tener que demostrarme hasta dónde puede llegar por mí. Durante este tiempo, vosotros podréis usarla como deseéis, sin importaros si lo que le obligáis a hacer es demasiado humillante. No quiero que tenga límites ni para mí ni para vosotros. Y es importante recordaros que en mi ausencia, no puede correrse, aunque por supuesto tenéis permiso para tocarla como queráis.
Algo agotados se fueron a la cama. Marc se apiadó de su esclava y se la llevó para que durmiera a los pies de su cama en el dormitorio de invitados. Tuvo que volver a ponerle el collar de perra que le quitó cuando la dejó hacía meses. Esa noche quiso usarla algunas veces más, antes de abandonarla en la cuadra, pero el simple hecho de volver a llevar su collar de perra, reconfortó un poco a la cachorra abandonada.
Al llegar a su dormitorio, Toni se acostó desnudo como siempre. Maui no había dormido intentando adivinar qué habrían hecho con la modelo de ojos aguamarina. Quiso explorar el agotado cuerpo de su macho y acercó su nariz y su boca al glande guardado en su capucha. Usó su lengua para revivir el miembro y no paró hasta que pudo encontrar todos los aromas que deseaba no haber encontrado. Le dolió incluso más el aroma a saliva de la nueva rea que el resto de olores a fluidos diversos. Ella pensaba que la limpieza de su adorado falo era una tarea exclusiva de ella, que era la auténtica sacerdotisa de su dios. Toni la apartó con desgana y le pidió que lo dejara dormir. Ella se acurrucó junto a él e intentó llorar en silencio. Toni durmió extenuado por el largo día.
Viernes, 29 de julio
Al amanecer, Marc se levantó. Ese día trabajaba y tenía que llegar a Barcelona antes de las ocho. Apenas sintió a su dueño moverse, Mar se despertó. A gatas fue a besarlo. Marc le ofreció su mano para que la besase.
–¡Lléveme con usted! Sabe que puede hacer conmigo lo que quiera, si no quiere que hable, seré muda, si no quiere que me mueva, seré una estatua, si me quiere de perra, siempre iré a cuatro patas, si quiere una sirvienta, esa seré yo –suplicó por última vez Mar.
–Te llevaré conmigo, pero no ahora. Tienes que aprender a obedecerme incondicionalmente. Cuando estabas conmigo, nunca te corrías sin mi permiso.
–Pensaré cada minuto en usted, mi amo.
–Ahora te devolveré a la cuadra donde permanecerás en mi ausencia.
Marc llevó a su esclava tirando de la correa del collar de perra. Al dejarla abandonada, su intención era quitarle el collar de perra y sujetar su cuello a la argolla metálica unida a la pared por una cadena algo oxidada.
–No me quite su collar. Me hace sentirme más suya –rogó la sierva con los ojos húmedos.
Marc no dudó en conceder este premio a su entregada perra e incluso le ofreció sus manos para que las besara en la despedida. Antes de irse, dejó una mano sujeta a un grillete de la pared.
El hereu se despertó solo en la cama. Cuando Maui vio la ventana abierta, subió ya vestida con vaqueros y camiseta ceñida y la mejor sonrisa que era capaz de poner ese día. Quería agradar a su hombre:
–He preparado tu desayuno favorito. Creo que necesitas recuperar fuerzas y ya volveremos a la rutina habitual.
–Sí, es cierto. Además, durante unas semanas nos quedaremos con Mar. Marc quiere dejarla unas semanas en la cuadra para que se la domemos mejor. ¡Cómo si no estuviera bien domada!!!
–¿Cómo? ¿Que la zorra esa se queda en casa? ¿A santo de qué? –se giró Maui, que ya estaba bajando hacia la cocina.
–¡Calla! Este negocio es mío y yo lo llevo como quiero y como me enseñó mi padre. Si quieres, puedes irte. De hecho ayer hicimos lo que nos dijiste: le sacamos con facilidad dos millones de euros a Igor Zhukov de sus cuentas en Andorra para sobornar a políticos españoles, Nos ayudó mucho a convencerlo que viera al comisario corriendo desnudo por los montes después de que le hubiéramos metido toda la coca que tenían en su cuerpo. Nos explicaste que un millón sería para ti y el otro para Vika, pero puedes hacer lo que quieras con ese dinero. Así que puedes irte cuando quieras, pero no decirme lo que tengo que hacer en mi casa –respondió sin pensar Toni, aunque se arrepintió de la expresión «mi casa» al oírsela a sí mismo, quería que Maui la sintiera también como su hogar.
–No quiero irme, pero quiero que tú entiendas que soy una persona, que tengo sentimientos, que te quiero, que no quiero ser solo tu juguete sexual. No sabes valorar lo que tienes. Me estás haciendo mucho daño.
–Claro que valoro lo que tengo, pero sé lo que quiero de ti y es mucho más de lo que me estás dando. Voy a tener que domarte más estrictamente y puede que hasta deba marcarte al fuego como a una yegua para que siempre recuerdes quién decide.
–¡Cómo te atrevas! –amenazó Maui y levantó la mano para reafirmar que estaba dispuesta a defenderse como fuera..
–¿Cómo me atreva qué? –respondió Toni, mientras se abalanzaba sobre Maui y le cogía la mano amenazante. Afortunadamente ya habían llegado a la planta inferior, lo que evitó un accidente en las escaleras. Toni retorció ese brazo hasta que Maui gritó:
–¡Suéltame!
Lejos de soltarla, Toni continuó retorciendo el brazo hasta que Maui tuvo que reclinar su cuerpo y terminó con su barbilla sintiendo el frío suelo. Con el brazo retorcido, sintió cómo la rodilla de su amado novio se clavaba en su espalda.
–¿Qué haces? ¡Déjame!
En ese momento, Toni estaba fuera de sí y absolutamente excitado. Nada podría parar esa fuerza de la naturaleza. Una azotaina en ese trasero todavía embutido en la tela vaquera fue el primer objetivo de esa rabia incontenible. Cuando su propia mano empezó a enrojecerse, cambiaron de meta. Sus manos se movían rápidamente con el único anhelo de arrebatar los vaqueros a la hembra. El cuerpo de Maui se convirtió en un muñeco de trapo, indefenso ante la enorme potencia de las manos de su novio. ¡Cómo elevó su cadera para desabrochar el botón que cerraba el vaquero! ¡Qué poca resistencia opuso la frágil cremallera! ¡Cómo se deslizó el rudo denim por la suave piel de la joven! ¿Por qué le rompió el tanga que tanto le había gustado?
El traidor coño de Maui no paraba de lubricar, mientras sus manos intentaban una resistencia imposible. Una parte de su cuerpo quería entregarse, pero el obseso Toni no quería abrir un orificio que estuviera deseando ser abierto. Quería sentir cómo forzaba otro más estrecho. Cuando Maui elevó su cadera para ser follada, una mano estampó su cara contra las baldosas de la cocina.
–¡Voy a romperte el culo! –fue lo único que farfulló el amante perturbado. Desde ese momento, Maui cerró su orificio trasero convencida que sin su colaboración, no podría ser penetrada analmente.
Ante la resistencia encontrada, Toni agarró los dedos de la insurrecta, les escupió y se los metió bruscamente en el ano. Maui no quería colaborar, pero no pudo hacer nada para impedirlo. Violada por sus propios dedos, el ano se dilató lo suficiente para permitir el comienzo del estupro. El principio fue algo dificultoso, pero la dureza del mástil de Toni no estaba dispuesta a detenerse ante ninguna resistencia. ¡Qué ultrajada e indefensa se sentía Maui en ese momento! Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, cuando una experta mano empezó a acariciar la pepita desleal a su propietaria, tal vez porque su verdadero dueño era otro. Aún faltaban varias embestidas para que aquel falo se descargara, cuando Maui sufrió dos orgasmos involuntarios seguidos.
–Te voy a enseñar a ser obediente –necesitó explicar un Toni irracional. Una sucesión de golpes en la grupa de la chica, unidos a la violenta penetración anal y a la mano que no dejaba de estimular ese clítoris traidor se convirtieron en una cascada de orgasmos incontrolados en el cuerpo de la fierecilla.
Los jadeos de Toni y las convulsiones de su miembro hicieron pensar a Maui que estaba llegando la calma.
–¡Límpiame!!! –este escueto imperativo parecía devolver el universo a su orden. Maui se sorprendió a sí misma feliz venerando con su lengua a su eterno dios. Con Toni de pie y Maui arrodillada adorando su ídolo, comenzó una desigual conversación: Cualquier respuesta incorrecta podría ser corregida con un sonoro bofetón, la mano de Toni guiaba los movimientos de la delicada cabecita de Maui, cuyas mejillas descansaban entre las dos inmensas manazas. No había amenaza implícita, pero Maui se sentía más segura entre las manos del hombre que la dominaba y se sabía incapaz de hacer otra cosa que complacerlo.
–¿A quién puedo follarme? –preguntó Toni.
–A quien desees –contestó la alumna favorita y aventajada del profesor de equitación sin detener en ningún momento su tarea..
–¿Qué puedo hacer contigo?
–Lo que quieras. ¡Dómame a tu capricho!
Toni había conseguido apaciguar la furia interior que le había poseído hacía pocos instantes, aunque la dedicación de esa lengua entregada mantenía intacta la erección, Aún así fue capaz de expresar unas pocas ideas más verbalmente:
–Hoy tendrás que preparar de nuevo a Mar, Dani y yo la usaremos a lo largo del día y no queremos sorpresas incómodas. También puedes aplicarle algo de crema a su piel magullada, hay que devolverla relativamente intacta, o al menos, sin marcas permanentes. Ya decidirá Marc si quiere marcarla de otra manera.
Esa frase y el semen de su dueño incorporado a su metabolismo reventaron otra puerta oculta en la cabeza de Maui y de repente una única sinapsis recorría todo su cerebro proyectando en su mente una sola imagen desde distintos ángulos: ella misma marcada al fuego permanentemente como propiedad de su amo, como le había contado Irene de sí misma.
–¿A mí me marcarás algún día? –se sorprendió a sí misma preguntando una anhelante Maui.
–Quiero que tu piel proclame que eres mía –confesó el amo.
–¿Haremos una fiesta para celebrar mi marca? Me gustaría que todos nuestros amigos compartieran ese momento, que sepan que soy tuya sin condiciones y que sean testigos de mi absoluta entrega –expresó un novedosisimo deseo Maui, quien nunca había querido casarse ni tener una celebración de boda tradicional.
–¿Por qué no? –confirmó Toni sonriendo, que ya imaginaba una fiesta BDSM por todo lo alto en el club ecuestre. Nunca habían organizado ninguna, pero es cierto que ahora tenía muchos más amigos en el ambiente bedesemero que nunca.
En menos de una hora, Irene y Maui se encontraron en la cuadra de Mar dispuestas a prepararla para sus amos. Irene había oído parte de la conversación entre Maui y Toni, pero no se atrevió a comentar nada, solo miró con complicidad a Mauiy recordó el día de su marca. Le gustaba la idea de una fiesta BDSM para celebrar la marca de Maui.
Mar seguía dormida cuando llegaron las dos caballerangas. La encontraron con su mano sujeta al grillete de la pared y su mano libre agarrando la correa de su collar. Ambas habían sido enviadas por sus novios con el mismo objetivo, mantener en buen estado y siempre disponible para ser penetrada por cualquiera de sus orificios al animal más bello del mundo. Irene y Maui se miraron incrédulas al admirar la perfección del cuerpo de Mar, pese al intenso castigo de la víspera, aunque se compadecieron un poco de la cautiva al ver la inmaculada piel de ayer convertida en un solo moretón. Ninguna parecía convencida de que Mar pudiera aportar algo positivo a sus vidas.
La pretérita doma de Marc, tan estricta, la había convertido en la esclava perfecta y la exitosa mezcla genética, en una mujer demasiado hermosa. Era difícil rivalizar con ella, incluso para el pivón de Maui, quien seguía con sus inexplicables complejos estéticos, pese a sus cientos de miles de seguidores de su perfil de instagram de modelo y sus piernas torneadas, su culo perfecto, sus grandes y turgentes pechos, sus dientes impecablemente blancos y sus preciosos ojos azules.
Irene por su parte había interiorizado mejor que su novio podía estar con las chicas que deseara, había aceptado entregarse incondicionalmente hacía tiempo. Tampoco veía en Mar una rival tan seria, en parte porque Dani no la miraba tan fijamente como Toni. El hereu hacía tiempo que no estaba en una relación larga y estaba acostumbrado a mirar con descaro a todas las chicas que le gustaban sin reparar en los celos que pudiera ocasionar. Tal vez eran esos ojos fijos de Toni en el fantástico cuerpo de Mar, ora en sus pechos, ora en su trasero, ora en su sexo anillado, ora en su boca entreabierta, lo que atormentaban tanto a Maui, más allá del placer que pudiera proporcionarle la esclava perfecta.
Tal vez por eso, fue Maui la que despertó a Mar con una patada y le arrojó un cuenco metálico que rellenó con leche y le tiró un poco de pan. La cadena que retenía su mano, le daba suficiente libertad para poder beber del suelo y Mar hizo el amago de coger el cuenco. Maui tiró del pelo rizado de Mar, hasta que comprendió que tendría que lamer el cuenco inclinando su cabeza y a cuatro patas, como una cachorra. Cuando Maui observó que la hembra cuadrúpeda obedecía dócilmente, no dudó en posar un pie sobre su nuca.
–Lame del cuenco con la lengua, como te corresponde y aprende que donde pisa una leona, no borra la huella una gata –aclaró Maui a la esclava. Irene se sorprendió ante la crueldad que demostraba Maui hacia su hermana en la sumisión. Los celos de Maui se mezclaban con la sensación de felicidad de domar una esclava para entregársela como regalo a su dueño y se descubrió ella misma excitada como la noche del desvirgamiento de las pijas.
–Ya podemos empezar a lavarla –afirmó la celosa enamorada apenas terminó el desayuno la presa. Irene, asombrada por los comentarios de su compañera, ya estaba empuñando la manguera desde hacía un rato. El fuerte chorro de agua fría impactó en la piel de la modelo a cuatro patas y Maui fue dirigiendo el cuerpo de la chica con pataditas que le indicaban cómo debía ofrecer su cuerpo al chorro, al par que con sus manos le aplicaba gel para eliminar la grasa y los restos de semen, sudor y otros fluidos.
Sin demasiados reparos, Maui separó los cachetes hasta que apareció el enrojecido ano ensangrentado y lo ofreció a la manguera.
–Usa la manguera para la lavativa y cuando se haya vaciado, la volveremos a limpiar por dentro y por fuera. Es posible que tengamos que limpiar la polla de nuestros hombres después de usarla y no quiero lamer la mierda de esta guarra –volvió a humillar Maui a la modelo doblegada.
Para el segundo lavado, sujetaron las manos de Mar al gancho que colgaba del techo. Para ello esposaron sus manos. Ambas admiraron por unos segundos ese impresionante cuerpo expuesto. Al terminar la segunda lavativa, las dos amazonas observaron que tras varios días de falta de cuidados, su pubis no estaba a la altura de las circunstancias. Maui fue por su propio calentador de cera a la casa, siempre le gustaba estar depilada impecablemente. Mar empezaba a convertirse en su muñeca. Fue un momento de cierta intimidad entre las tres, Irene sujetaba ese cuerpo preso convertido en marioneta y Maui tiraba con fuerza de las tiras de cera enfriadas sobre la piel. Empezó por la parte más externa del pubis y poco a poco fue acercándose a esos labios enrojecidos por el castigo de la noche anterior. Mar mantenía las piernas abiertas, era la primera vez que la depilaban de pie y le costaba mantener la postura, pero Irene le recordaba cómo mantener la compostura bien dándole con la rodilla en su culo, bien tirando hacia arriba su barbilla con su mano, bien tirando de la cadena que sujetaba el gancho.
Un espectador externo no sabría si la estaban atracando o depilando. ¿Por qué se sintió observada Maui? No es fácil saberlo, pero su mirada escrutadora encontró dos parejas de ojos cómplices escondidos entre la paja. “¿Quiénes serán?”, se preguntó a sí misma intrigada. Empezó a realizar movimientos lentos para acercarse a donde sospechaba que estaban las mironas y las sorprendió con un manotazo en sus nucas.
–¡Solo mirábamos! Tenéis una chica presa. Deberíamos avisar a la policía –intentó Mireia un ataque como mejor defensa.
–Calla, zorra, que ja volguessis tu estar al seu lloc! Jo crec que si ens mereixem un càstig, hauria donar-nos-Toni –traicionó Marta a su amiga y expresó sus propios deseos. Solo ver a la prisionera, ya la excitó sobremanera.
–Si queréis que Toni vuelva a tocaros, vais a tener que conseguir que esta zorra se corra entre vuestras lenguas cuanto antes –resolvió la ágil mente de Maui, que no veía en las dos niñatas rivales serias. Fueron las manos de la propia amante de Toni las que arrastraron esas cabezas de sus respectivas cabelleras hasta situar el músculo oral de Mireia en húmedo contacto con el órgano eréctil de la vulva prisionera. El esfínter trasero de la rea sintió los lametones aplicados de la alumna más joven.
–Sabe raro –se quejó Mireia al encontrar restos de cera rodeando ese pubis casi impoluto.
Esta vez fue la mano de su propia compañera la que empujó el cogote de la dieciochoañera. Marta quería acabar esta tarea cuanto antes para conseguir el retorno del deseado donjuán.
–¡Vigila que no paren! –ordenó Maui a la veterinaria, que no acababa de entender lo que estaba sucediendo.
Maui suponía que por allí habría un consolador destinado a reemplazar los miembros agotados. No tardó demasiado en encontrarlo en un arcón lleno de instrumentos de tortura y objetos de placer sexual. Empuñando su falo incansable se acercó por detrás a la esclava y se lo metió sin preaviso a la abierta Mar en su sexo. Tiró hacia atrás de su melena hasta tener su oído junto a sus labios y le susurró a la belleza morena:
–No te preocupes, si te corres con nosotras, nadie lo sabrá, ni tu amo, ni los nuestros. Lo que pasa entre chicas, queda entre chicas –apeló la nueva jefa a una supuesta fraternidad femenina, pero dejándole claro que estaba a su disposición.
La complicidad de Maui, sentirse dominada aunque fuera por una hembra, las juveniles lenguas aplicadas y el vibrador en su coño terminaron provocando que un nuevo orgasmo hiciera temblar ese cuerpo. Aunque estaba acostumbrada a compartir un hombre con otras mujeres, siempre prefería sentir un miembro masculino llenándola que esos excesos bucales. Sin duda se sentía agradecida a la penetración artificial perpetrada por la mano de su enemiga.
–¿Qué se dice? –interrogó autoritaria la carcelera tirando hacia atrás de la larga cabellera. Mar pudo sentir el cálido aliento de Maui en su cara al pronunciar la pregunta.
–¡Gracias! –respondió como un autómata la palabra grabada a fuego en su cerebro.
No hubo descanso para la prisionera. Irene decidió que era el momento de terminar el aseo y tras indicar a las jóvenes con el pie que se apartaran, descargó un nuevo manguerazo sobre el sexo con restos de cera. Irene se esforzaba por mantener impecable a la cautiva.
Cuando Toni entró en la cuadra se encontró a las dos amazonas dando un masaje con crema hidratante a cuatro manos a la rea con el fin de intentar recuperar la piel castigada. Las dos adolescentes esperaban arrodilladas la presencia de su idolatrado maestro. Irene y Maui disfrutaban recorriendo con sus manos ese cuerpo voluptuoso, aunque Maui estaba tirando de la anilla del pezón cuando su dueño saludó:
–¿Cómo está la esclava? Veo que la estáis cuidando muy bien.
–La zorra esta está demasiado bien. Incluso ya se ha vuelto a correr con unos pocos lametones de estas putillas –delató Mar rápidamente y señaló a las casi vírgenes.
–¿I vosaltres què feu aquí? –increpó sorprendido Toni al reparar en las pijas.
–Veníem a fer una passejada amb els nostres cavalls, però la Maui ens ha demanat un favor a canvi de deixar que ens folles –respondió Marta deseosa de ser usada.
–Jo em follo a qui vull i quan vull i Maui ho sap i ho accepta –aclaró el único hombre de la cuadra. La belleza del cuerpo de Mar desnudo y expuesto captó de nuevo la mirada escrutadora del patrón. Con sus propias manos fue girándola para ver una a una las marcas del castigo del día anterior. Las yemas de sus dedos reconocieron centímetro a centímetro ese cuerpo algo resbaladizo por las cremas aplicadas. Finalmente levantó la cara
–Así que no has aprendido nada… Voy a llamar a tu amo y tú le vas a confesar lo que has hecho. Él decidirá qué hacer para corregirte –le aclaró Toni su futuro a pecadora y se puso a seleccionar el nombre de Marc en la agenda de su móvil.
–¿Marc? Soy Toni. Llevabas razón con tu esclava, está muy mal acostumbrada. Te la paso para que te confiese sus nuevas faltas –Toni le acercó el teléfono a Mar para que pudiera hablar y ante el silencio de la esclava, tiró con fuerza de su melena y le gritó:
–Confiésale a tu amo lo que acabas de hacer.
–Me he corrido, amo. Fue con unas adolescentes que me lamían por todo mientras estaba atada y con Maui, que me penetraba con un vibrador a tope –admitió la acusada entre sollozos.
–¿Qué podemos hacer? –preguntó Toni y puso el altavoz para que la esclava pudiera oír el verdicto del amo.
–Es terrible lo que dice, ni siquiera fue con un amo. Solo con los lametones de unas niñas y siendo dominada solo por una mujer. Es más grave de lo que creía. Creo que no volveré a pasar por ahí al menos hasta dentro de dos semanas y no sé si entonces querré follármela siquiera.
–No hará falta si no quieres, dentro de dos semanas haremos una fiesta para marcar al fuego a Maui e invitaremos a muchas chicas sumisas y muchos amos. Incluso si no quieres a Mar, podríamos subastarla a otro amo improvisó el catalán con su siempre habitual avidez para el pelotazo –. Por supuesto estás invitado decidas lo que decidas.
–Iré a la fiesta y mientras pensaré lo que hago con Mar. Durante estas dos semanas, vigilad que no se corra y si lo hace, enviadme un whatsapp, quiero saber todo de su evolución –contestó el mosso y colgó el teléfono.
–¿Podremos ir a la fiesta? –preguntó impertinente la joven Marta.
–Solo si hacéis de mesas humanas –replicó rauda Maui, cuyo sueño de ser marcada al fuego estaba salpicado de imágenes con chicas sumisas haciendo de mesas humanas.
–¡Ya me acuerdo de ti! Eras la mesa humana en la fiesta del jeque. ¡Cómo disfrutaste en aquella fiesta! –recordó en voz alta la infortunada Mar.
Esta vez el bofetón se lo dio una mano femenina.
–¿Qué sabrás tú, zorra? –añadió Maui indignada y vio como Toni la abrazaba.
–Dos semanas es el máximo tiempo que tendremos a la zorrita, no te preocupes más, amor –susurró al oído Toni a Maui mientras le daba besitos en la oreja y el cuello.