Compartiendo la novia de mi ex

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Más de dos años y medio de relación pasan factura. Nos conocimos como se conocen ahora la mayoría, por una app. Todo fue genial, no fue el primero, pero ahora sé que fue mi gran amor.

Con 24 años en ese momento yo vivía con mis padres. Él con 29 ya tenía su propio piso. Por lo que enseguida comencé a pasar allí la mayoría de los días y a los pocos meses ya vivíamos juntos.

Todo era perfecto. Una relación idílica. Roberto era un hombre increíble. Terminé mis estudios y comencé a trabajar. En la cama… bueno era genial. Creo que fue lo que me hizo enamorarme de esa manera. Había encontrado a un hombre que no sólo era buen amante, también era morboso y sin miedo a probar cosas. Era la primera vez que hablaba con alguien de sexo como quien habla del tiempo. Algo impensable comparado con las anteriores relaciones.

Pero la monotonía, la casa, los trabajos… poco a poco la llama se fue apagando. Yo tengo claro que fue él. Pero seguro que su versión es distinta, da igual… el caso es que la cosa fue en picado.

Y pasó lo que pasa cuando te descuidan. Alguien llegó, un viejo amigo. Ese con quien no has tenido nada, pero sabes que siempre ha querido. Ese que se interesa por ti, te pregunta, está ahí… y eso pasó. Cuando Robert no estaba, estuvo él. Las conversaciones por WhatsApp pasaron a llamadas después de enfadarme con mi novio. Llegó el primer café, la segunda cerveza y el primer polvo.

Solo fueron dos o tres veces, quizás un par más. Yo tenía claro que no sentía nada por ese amigo, pero me sentía muy sola y él me comprendía. Roberto parecía que le daba igual que yo saliese “con mis amigas”. Lo que conseguía que yo fuese más enfadada a mi cita y acabase desquitando mis frustraciones con otro.

Pero, aunque parecía que no se daría cuenta nunca, si lo hizo. En medio de una discusión me dijo que lo sabía. Que ya no podía más y que quería dejarlo. La pelea se caldeo más y acabamos echándonos en cara todo lo posible. Hasta que le mandé a la mierda, recogí mis cosas y me fui de su casa.

Volver a casa de los padres después de una ruptura tiene sus ventajas. Pero subir la autoestima no es una de ellas. Al principio, cargada de odio y decepción fue casi más fácil. Pero el enfado fue bajando y comencé a echarle de menos. Le había bloqueado de todos los medios posibles y él a mí. Me vino bien durante los dos primeros meses para no caer en la tentación. Pero si había algo que era superior a mí, era callarme las cosas. Y tenía mucho que decirle.

Tiré de nostalgia y le escribí una carta. Le dije de todo. Le expliqué porque tenía la culpa de que lo hubiéramos dejado. Pero no hubo respuesta.

Aguanté dos meses más, pero la duda de no saber si había recibido mi carta se hizo una bola cada vez más grande en mi cabeza. Envié otra, está vez solo quería hablar y dar por cerrada la relación, lo necesitaba para seguir con mi vida. Pero le dio igual. Pasó de mí y de mi bienestar, dejándome sin respuesta.

Para entonces yo ya había conseguido seguirle en RRSS con perfiles falsos. Aunque él nunca publicaba nada, veía sus nuevos contactos, mujeres… lo que no me vino muy bien para controlar mi ansiedad.

Entonces llegó el día. Una tal Nadia le etiquetó en una foto. Reconocí el restaurante en cuanto lo vi. Allí habíamos estado nosotros celebrando nuestro segundo aniversario. La sangre me ardió. La foto era reciente, solo había dos copas de vino, acababan de sentarse a cenar. Un impulso me hizo pedir un taxi, tenía que verlo con mis propios ojos.

Me deshice del pijama y me vestí corriendo mientras llegaba el taxi. Increíblemente tuve tiempo de maquillarme y ponerme el pantalón que mejor culo me hacía y un buen escote. No iba a dejar que mi ex me viese hecha unos zorros. Me despedí de mis padres diciendo que había quedado con una amiga y bajé a esperar el taxi.

Mis nervios eran como un timbal resonando en mi pecho. No por no saber que decir a mi ex. Aún no había pensado esa parte. Mi corazón salía por la boca pensando en llegar antes de que acabasen la cena, no quería perder esta oportunidad. Era la noche, no sabía de qué, pero esa era la noche.

Apretando un acelerador imaginario llegamos al restaurante. Cuando vi su coche aparcado en la puerta los nervios cambiaron de razón. ¿Qué iba a hacer? No tenía ni idea. Pero por suerte ellos salieron en ese momento del restaurante, bien acaramelados cogidos de la mano. Vi como le abría la puerta a esa niñata esmirriada y como arrancaba el coche. Tenía más tiempo para pensar que hacer mientras los seguíamos.

Me costó un poco convencer al taxista, por lo visto no es tan fácil como en las películas que persiga un coche. Le dije que era mi pareja y que estaba embarazada de él. Que necesitaba saber si me era infiel. Parece que se apiadó de mí y le seguimos… hasta su casa…

Vi como entraban tan juntitos, tan … empalagosos. ¡La había llevado a mi casa! ¡La que había sido mi casa durante más de dos años! ¡A esa cualquiera! ¿Qué coño había visto en esa morena? Esa niñata que iba de diva con ese vestido ajustado. ¿Qué pasa que no tiene frío? La muy zorra le daba igual cogerse una pulmonía con tal de lucir escote. ¿Por esa putilla me había cambiado?

– Señorita, yo no tengo problema de seguir esperando, pero el taxímetro sigue corriendo…

Era cierto, la factura ya era más que importante y los números no dejaban de subir rápidamente aún estando parados. No me quedó otra que pagar y bajarme.

¿Qué coño estaba haciendo? Allí, sola en mitad de la fría noche, frente la casa de mi ex. Estaba claro que él ahora se estaría follando a aquella tetona asquerosa. Seguro que eran de mentira. Era muy delgada para tener esas tetas naturales. ¡Con ese maquillaje de putón! Y yo allí, muerta de frío. ¿Llamaba a la puerta? Cómo iba a hacer eso… con ella allí… ¿Y si se quedaba a dormir con él? Era un miércoles, mañana se trabaja… ¿No tiene casa esa zorra?

Al menos pasaron dos horas, helada de frío sentada en un banco mirando la puerta. Todo ese tiempo podría haberlo usado para decidir que hacer. Pero mi mente solo era capaz de pensar en mí ex follando con esa morena de piernas largas. Lo que le estaría haciendo, todo lo que me hacía a mí… Haciéndola gritar de placer, dejándola con las piernas temblando…

La puerta se abrió por decimosegunda vez. Esta vez no era un vecino, era ella. Vi como caminaba hasta un coche aparcado. ¿Andaba raro? Seguro que el cabrón de Roberto la había dejado reventada… Arrancó el coche y se fue.

Era ahora o nunca. Había pasado la noche fuera de casa, muerta de frío. Y no iba a ser solo para esperar a que mi ex echase un polvo. Fui hasta la puerta y llamé. No sabía que decir, por suerte, no hizo falta. El confiado de mi ex abrió sin preguntar.

Subí hasta nuestra casa, bueno ahora la suya, donde se follaba a cualquier guarra. La puerta estaba abierta. Seguro que pensó que era la tal Nadia que se había dejado algo. Entré y le vi de espaldas. Solo llevaba el pantalón, su espalda lucia desnuda mientras servía una copa de vino de una botella a medias.

– ¿Qué te has olvidado, preciosa? ¿O es que ya me echas de menos? – dijo sin girarse.

– Tenemos que hablar. – fue lo único que se me ocurrió contestar.

– ¿Isa? ¿Qué coño haces aquí? No tengo nada que hablar contigo. Vete por favor.

Tardé mucho, muchísimo en convencerle para que me escuchase. Casi mejor, pues no tenía ni idea que iba a decirle. No sabía ni la razón que tenía para estar allí. ¿Quería volver con él? No… quería cerrar esa etapa de mi vida y necesitaba hablarlo con él. Me lo debía, por todo el daño que me había hecho.

Con más mano izquierda que nunca le convencí a hablar 10 minutos conmigo. Me senté en el sofá, mientras él se ponía la camisa, pero la dejaba abierta. ¿Intentaba seducirme?

– 10 minutos, Isa. Deja de mirarme y empieza.

¿Qué coño se creía? ¿Tan bueno se piensa que está? Sí… tenía un aire sensual con el pecho al descubierto y la copa de vino en la mano. ¡Vino! Una copa me vendría bien.

– ¿Te importa si me tomo una copa?

Él se limitó a levantar los hombros y se sentó en el sillón que estaba frente a mí. Rellené la copa que estaba vacía sobre la mesa y la bebí de un trago. Entonces caí en la cuenta que estaba bebiendo de la copa de esa mujer. Una sensación extraña recorrió mi cuerpo. Nunca había tolerado muy bien el vino, debía ser eso.

Comencé a hablar. La conversación fue casi un monólogo. No estaba acostumbrada a eso. Él siempre me rebatía, pero me estaba dejando hablar a mí sola. Fui pasando de un tema a otro. Le dije todo lo malo que había hecho. Que era su culpa que yo hubiera caído en brazos de otro hombre. Lo mal que lo había pasado. Él no hablaba, solo me miraba mientras lo hacía yo y volvía a rellenar mi copa, la de esa morena, Nadia…

Su falta de confrontación y el alcohol me hizo rebajar mi enfado. Comencé a hablarle con más autocontrol, o menos … le dije lo que le echaba de menos. Qué sabía que había otra mujer. Que no le había olvidado…

– … yo no he estado con nadie desde que lo dejamos. Porque aún te quiero.

Al escuchar mi voz diciendo eso algo se rompió en mí. Su maldita cara de chulo se elevó al cubo. Esa chulería que tanto me fastidiaba cuando discutíamos y tanto me ponía cuando jugábamos…

– Bueno, ya lo tuviste antes de dejarlo. Ya no somos pareja. Puedo estar con quién quiera.

– Sí, sí, lo sé. Y yo también. Puedo follarme a quien quiera. Ahora mismo podría estar follando, pero no quiero. – le dije, tratando de igualar su chulería.

– Pero estás aquí… – contestó mirándome como él sabía.

– Sí. Porque necesitaba hablar contigo.

– Pues ya has hablado. ¿Por qué sigues aquí?

Sus ojos amenazaban con desnudarme. ¿O era cosa mía? El sexo siempre había sido nuestro vértice en la relación. Le había atacado, había apelado a sus sentimientos por mí, le había dicho que le quería… ¿y si probaba otra estrategia?

– Me han dicho que hay rupturas que necesitan despedirse más… íntimamente… para poder cerrar heridas y seguir adelante. – le solté, con mi mirada de femme fatal.

– ¿Estás diciendo que quieres follar conmigo?

– Bueno… dices que se acabó. Si no sientes nada por mí, no veo ninguna razón para no echar un polvo y así poder cerrar este capítulo de nuestra vida.

– ¡Jajajaja! Isa… estás muy mal. No voy a follar contigo. Ni siquiera debería haber dejado que entres en mi casa. No confío en ti.

– ¿Cómo que no confías en mí? ¡Hemos sido novios tres años!

– Estas mal, Isabel. Mal de la cabeza. Necesitas ayuda. Y no, no me fío. Me has escrito diciéndome de todo. De hecho, has empezado tu discurso culpándome de ser prácticamente el diablo. ¿Y ahora quieres que te folle? ¿Para qué? ¿Para luego decir que te he violado?

– ¿De verdad crees que yo haría eso?

– Sí. Después de todo lo que he vivido contigo, lo creo. Y tal como están las cosas, ahora hace falta un contrato para echar un polvo. No quiero problemas en mi vida.

No me podía creer lo que me estaba diciendo. Era una tontería. No quería por la zorra esa. Por la tal Nadia. Entonces lo tuve claro. Si conseguía que follase conmigo habría roto la magia con esa mujer. Dejaría de verla de la misma manera, le entrarían dudas. Yo era mejor que ella en la cama. Más caliente, más pasional, más guarra. ¡Tenía que hacerlo!

– Lo firmo.

– ¿Qué dices?

– Que lo firmo. Si te quedas más tranquilo, escribimos un papel donde doy mi consentimiento. Me parece una gilipollez, pero si así consigo que confíes en mí.

– Que no, que pasó. Luego dices que lo has firmado bajo coacción o yo que sé. Que no. Vete. Por favor, vete.

– Hago una declaración en un vídeo. Así se ve claramente que no hay coacción ni leches. No te preocupes que dejaré bien clarito las ganas que tengo de follar contigo. – le dije con voz sensual.

Vi en su rostro como sopesaba la idea. Dentro de nuestras muchas fantasías, grabarme y hacerme fotos le encantaba. Aún debía tener una buena colección porno mía. ¿Se masturbará viendo mis fotos?

– ¿Y cómo vas a hacer para que no quede ninguna duda? – me dijo, notando en su cambio de actitud que entraba en el juego.

– Sabes que soy muy convincente. Y si no te parece suficiente, siempre puedes ordenarme añadir lo que quieras al vídeo. – le dije, mordiéndome el labio al terminar.

Lo pensó por unos segundos y fue a por su móvil. Vi como contestaba unos mensajes antes de volver a sentarse en su sillón. Mi corazón latía a mil. Estaba a punto de grabarme reconociendo que deseaba follar con mi ex. Y él contestando a alguna zorra. A la tal Nadia seguro….

– Bien. Vamos a intentarlo. Pero si veo que el vídeo no me convence, te vas y no vuelves a molestarme.

– No te preocupes, se lo que te gusta.

Apuntó con su móvil hacia a mí y terminé mi copa antes de empezar a hablar.

– Me llamo Isabel González López y he venido a casa de mi ex, Roberto García Estévez, porque quiero follar con él. Con este video quiero dejar constancia e intentar convencer a mi ex para que me folle como solo él sabe.

En sus ojos vi lujuria. Lo tenía hecho. Sabía lo que le ponía tenerme así de desesperada. Que reconociera que le deseaba. Pero en cambio, no dejó de apuntarme con el móvil, seguía grabando.

– ¿Estás diciendo que quieres que tu ex te folle?

– Sí. – contesté mirando a cámara y pasando mi lengua por los labios.

– ¿Sabes que acabo de follar con otra hace menos de media hora y quieres que te folle?

Un odio visceral recorrió mi cuerpo. Y no sé porqué razón se fue a quedar justo en mi sexo. Sentía un calor en aquella zona. Los celos me mataban, pero estaba cachonda.

– Sí. Sé que acabas de follarte a otra. Y eso me pone aún más cachonda. – le dije, mirándole a sus ojos tras el móvil.

– A otra no. Tú eres la otra. La que ha venido aquí a bajarse los pantalones ante su ex suplicando un polvo. ¿O no es así? – me dijo, aún apuntándome con el objetivo de su móvil.

– Sí. Así es. Soy la otra. Quién se tiene que bajar los pantalones y suplicar por un buen polvo de su exnovio.

– Pues venga, bájatelos.

Lo había conseguido. Estaba cachondo. Ya era mío. Me puse en pie y me bajé los ajustados pantalones mientras él no dejaba de grabarme.

– Que te bajes los pantalones no es suficiente. Bájate también las bragas. Quiero que quede grabado como mi ex se baja las bragas para conseguir un polvo conmigo.

Y así lo hice. Para ese momento no solo él estaba excitado. El vino y volver a sentir ese hormigueo entre las piernas al ver su lado dominante… Ese que tantas veces había conseguido que hiciera lo que él quería. Con mis pantalones en los tobillos, bajé mis braguitas blancas de lunares. No había tenido tiempo ni para pensar en ponerme algo sexy. Al llegar con ellas a las rodillas me detuvo. Me quería así, con las bragas en las rodillas suplicándole porque me folle.

– A juzgar por ese matorral, es cierto que llevas mucho sin follar.

Miré hacia abajo y casi me muero de vergüenza. No había caído en la cuenta. Llevaba sin depilarme desde que lo dejamos. No había estado con ningún hombre en 6 meses y tampoco tenía ánimo para cuidar esa zona. Cómo pude tape con mis manos mi frondoso y rubio sexo, sintiendo como mi cara se ponía roja de la vergüenza.

– Lo siento, no tuve tiempo. Vi la foto de tu chica en Facebook y salí corriendo al restaurante. – le dije, sin pensar lo que estaba reconociendo.

– Así que me espías por Facebook. Y no puedes aguantar verme con mi chica, que me persigues por toda la ciudad, con tu coño peludo.

Ya no era ese juego de calentamiento donde me humillaba para conseguir un polvo. Ahora era mucho más real si cabe. Le había reconocido que le espiaba, que le perseguía. Y lo peor de todo, me había referido a ella como su chica. Pero ya no había vuelta atrás. Seguía grabando. Seguía interesado en follarme. Y si me iba sin hacerlo, tendría un vídeo mío humillándome para nada.

– Sí. Te sigo en redes sociales con un perfil falso. Te he seguido del restaurante hasta tu casa. Y he esperado más de dos horas en la calle, muerta de frío, a que te follases a tu chica. Porque necesito tu polla. Necesito que revientes este coño peludo. – le dije, descubriendo mi sexo ante la cámara.

– Pues ponte de rodillas y suplica a tu ex que te folle.

Él sabía lo que me excitaba arrodillarme frente a él. Y yo sabía lo que le gustaba verme así de sumisa. Lo tenía. Era mío. Me había costado mucha humillación, pero le tenía donde quería. Me arrodillé, con mis pantalones en los tobillos y las bragas en las rodillas y le supliqué a mi ex.

– Roberto, por favor. Te lo suplico. ¡Fóllame! Fóllame como tú sabes. Lléname entera.

Mirándome uso su mano libre para liberar el botón de su pantalón. Lo abrió y dejó a la vista su bóxer azul claro con un bulto bien marcado. Se acercó a mí y mi boca se hizo agua. Sabía lo que quería. Una buena mamada de su ex. Estaba muy cachonda y él sabía que la chupaba muy bien cuando estaba así. Mis manos se fueron a su paquete, pero me detuvo.

– ¿Quieres chuparme la polla?

– Sí. – le dije relamiéndome con lujuria.

– ¿Quieres chupar la polla que se acaba de follar a otra?

Esa sensación ácida de celos volvió a mí. Pero sin entender la razón, me calenté más.

– Sí. Quiero chuparte la polla que acaba de follarse a tu novia.

– ¿Quieres probar a qué sabe el chochito de mi novia?

– Sí… mucho. Quiero probar el sabor de su coño. Limpiarte la polla de sus jugos. Déjame por favor que saboreé a tu novia de tu polla.

Estaba fuera de mí. No entendía cómo podía estar diciendo todo esto. Y siendo grabada. Mañana me arrepentiría lo más grande. Pero ahora solo pensaba en su rabo. En su rabo y en el coñito de ella.

– Abre la boca, pero no chupes. Primero te dejare olerla.

Abrí la boca y saqué la lengua. Él sacó su herramienta medio erecta y la puso sobre mi cara. Sin lugar a pensarlo, inspiré fuerte. Quería descubrir su olor. El olor al chocho de la novia de mi ex.

– Olfatea como la perra que eres. Imagina el coñito de mi novia. Un chochito precioso, cerradito, depilado, muy mojado.

Tener su polla en mi cara había conseguido que mi excitación me hiciera olvidar todo lo demás. Para estas alturas mi lado sumiso había tomado el control y solo podía obedecer. Por lo que, con mi boca abierta, sintiendo el calor de su miembro, pero sin poder hacer lo que más deseaba, olí su rabo buscando el aroma a mujer en él. Y sí, olía a sexo. Estaba claro que mi ex acababa de follar.

– ¿Te gusta como huele? Seguro que estas deseando probarlo. ¿Quieres saborear el coñito de mi novia?

Escuchar como llamaba “su novia” a esa zorra asquerosa se clavaba en lo más profundo de mi alma. Pero estaba muy cachonda. Había conseguido sacar su lado más morboso, ese que tanto me ponía.

– Sí… Déjame saborear a tu novia chupándote la polla… por favor… – le dije, mirando a cámara.

Saber que me estaba grabando en una escena tan humillante me excitaba más todavía. Tenía claro que mi orgullo estaba como mis bragas, en el suelo con mis rodillas. No quería pensar en que podía pasar con ese video. En si alguien se enteraba de que estaba suplicando de rodillas a mi ex para chuparle la polla con sabor a chocho. Solo quería disfrutar del momento. De ese sexo salvaje que solo él sabía darme.

– Abre bien la boca. Te la voy a meter, pero no quiero que chupes. Quiero que mantengas la boca bien abierta con mi polla dentro.

Abrí todo lo que podía la boca con mi lengua fuera. Me sentía patética, como una perrita a los pies de su dueño. Y me encantaba esa sensación. Su miembro entró en mi boca, no entero, poco más de la punta. Su polla descansaba sobre mi lengua mientras yo sentía como crecía con mi calor y mi humedad. Mantuve mis labios bien separados por mucho que desease besar y saborear esa barra de carne. Notaba como mi saliva comenzaba a escurrirse por las comisuras de mi boca. ¿Por qué me ponía tanto que me tratase así? Le mire suplicante sin poder hablar. Necesitaba que me diese permiso. Haría lo que fuera ahora mismo por probarla. Por saber si solo sabía a él, o también a esa morena de piernas perfectas.

– No tengo claro que quieras chuparme la polla. Mejor lo dejamos, te subes las bragas y te vas a casa.

Mis ojos expresaron sin lugar a dudas mi desesperación. Traté de mover la cabeza negando, pero no quería desobedecer. Algo me pedía ser obediente sin fallar en nada. Siempre había sido sumisa con él, pero ahora era distinto. Ahora necesitaba serlo.

– ¿No? Bueno hacemos una cosa. Para que quede claro que quieres, vamos a ir a la cama. Te dejaré chupar de camino mientras te grabo. Si sueltas mi polla, entenderé que no tienes muchas ganas y lo dejamos aquí.

En cuanto dijo eso cerré lo poco que faltaba mis labios y comencé a chupar. No pensaba soltar mi comida por nada del mundo. Él empezó a andar de espaldas y yo apreté fuerte los labios mientras le seguía de rodillas por la que antes era mi casa. No fue a un paso lento, por lo que tuve que esforzarme al máximo andando sobre mis rodillas para no dejar de mamar. Las piernas empezaron a dolerme, pero no podía fallar. Me agarré a su culo y pegué bien mi cara contra su pubis. Su pene me ahogaba, pero no iba a soltarlo. Entre sonidos guturales y un patético caminar llegamos a nuestra habitación. Lo supe cuando se detuvo para después sentarse sobre la cama. Continué con mi mamada, esta vez disfrutando al máximo al no tener que pasear por toda la casa.

– Tengo que reconocer que lo haces muy bien. Se nota cuando le pones ganas. Si lo hubieras hecho así siempre…

– Soy la que mejor te la ha chupado ¿verdad? Reconócelo. – le dije entre lamidas.

– Siempre se te dio bien. Pero ahora lo haces con más ganas. ¿Es porque sabe a otra?

Era cierto, con el miedo a perderlo no me había acordado de ese detalle. ¿Sabia a coño? No lo sé… si tenía un sabor diferente, a sexo. Como cuando se la chupaba después de haber follado. Sin darme cuenta comencé a absorber con más ganas, tratando de diferenciar el sabor propio de su hombría y reconocer el de una mujer, que no era yo. ¿Qué me estaba pasando?

– Ya veo que tengo razón. Bueno no te preocupes, si tanto te gusta, te dejaré que me limpies la polla después de follar con mi chica más veces.

Esa frase era para que mordiese lo que tenía en la boca. Pero lejos de tomármelo como la humillación que era, para mí fue una invitación a volver a repetir con él.

– ¿Lo prometes?

– ¡Jajajaja! ¿Tanto te gusta mi polla que quieres venir a limpiarla después de cada polvo con mi novia? ¿O es su coñito lo que te gusta?

– ¿Quieres que lo haga? ¿Quieres que vuelva otro día a chupártela?

– ¡Claro! Es muy divertido ver a tu ex tan desesperada por polla que no le importe que acabe de follar con otra.

¡Joder! Me estaba poniendo a mil. Esa fantasía de ser una cornuda limpia pollas me estaba volviendo loca. ¿Fantasía? Era realidad. Su polla sabía a sexo. A coño. No llegaba a diferenciar claramente los sabores, pero estaba claro, había estado dentro de una mujer. ¡Y me ponía muy cerda!

– ¡Fóllame a mí! ¡Por favor! No puedo más. Necesito que me revientes con este pollón. Igual que a ella. Fóllame como a Nadia… por favor…

– ¡Jajajaja! ¡Que patética eres, Isa! Y lo peor de todo es que ya deberías saber que no pienso follarte.

Me quedé de piedra con su pene en mi boca. ¿Qué había dicho? ¿Qué no? No podía ser. Después de todo. De haberme grabado de la manera más humillante. De haberme vuelto loca con esa mamada. No podía dejarme sin follar…

– ¿Cómo que no? He hecho todo lo que has querido. Me has grabado. Te la estoy chupando como nadie te la ha chupado en tu vida. Y deseo que me folles y me hagas todo lo que quieras. ¡Fóllame! Hazme tuya.

– Isa, Isa, Isa… Tengo que reconocer que me has vuelto a animar. Y eso que me había quedado muy relajado después del polvazo con ella. Pero lo siento… Sabes muy bien que no me pone nada los coños peludos. Y el tuyo… eso es un puto felpudo amarillo. ¡Joder, da mucho asco!

Me sentí hundida. Mucho más humillada que por ser una cornuda consentida. Era cierto… llevaba seis meses sin depilarme y no era lo más erótico del mundo. Pero tanto como asco… solo era pelo… no podía quedarme así. Comencé a lamerle suavemente las pelotas mientras mi mano le pajeaba. Intentaba convencerle, llevarle al punto de desear correrse y que todo le diera igual. Que solo quisiera hacerme el mayor número de perversiones. Lo que no me di cuenta es que también estaba llegando yo a ese punto. Me sorprendí a mi misma usando mi otra mano entre mis piernas. Apartando con mis dedos mi vello púbico y buscando mi botoncito. Estaba empapada. Mi felpudo amarillo estaba pringado de mis flujos. ¿Cómo podía ponerme tanto ser humillada por mi ex?

– Por favor… haré lo que quieras… Lo necesito… Te necesito… Necesito tu polla dentro de mí…

– ¡Qué no, Isa! No insistas. La próxima vez ven bien depiladita y ya veremos. Pero yo no la meto en ese matorral. – me contestó entre risas.

– Fóllame el culo.

Ni siquiera lo pensé, solo lo dije. Estaba tan desesperada que no podía concebir la idea de no ser follada por mi ex. Sabía que el sexo anal era algo que le encantaba. Solo lo hicimos un par de veces. No puedo decir que no me gustase, pero la mayoría de las veces que lo intentamos me sentí muy incómoda. Me dolía… y esa sensación extraña… La mayoría de las veces solo le dejaba meterme un dedo mientras lo hacíamos, pero su polla, esa polla… Y ahora le estaba pidiendo a mi ex que me sodomizase por no querer follarme mi coño peludo.

– Puf… no sé… Ahora lo dices porque estás desesperada. Pero luego empezaras con las quejas, que te duele… Es tarde y no tengo ganas de andar con tonterías. Solo quiero correrme y dormir.

– No me quejaré. Nada. Fóllame como quieras. Todo lo fuerte y rápido que quieras. Lo aguantaré. ¿No me digas que no quieres romperle el culo a tu ex? Puedes reventarme y correrte dentro de mí. Eso te gusta… lo sé. Sodomizar a tu ex hasta llenarle el culo de leche.

– Ummm… no es mal plan, la verdad. Esta bien. Pero no quiero ni una queja. Si me haces parar, te vistes y te vas.

– No habrá ninguna queja. Morderé la almohada si hace falta. Fóllame. Reviéntame el culo con tu polla.

– Bueno… Primero quiero ver tu ojete. Si tienes el coño así de peludo… Como esté igual me corro en tu boca y adiós.

No había caído en ese detalle. No es que fuese una zona donde yo tuviera mucho vello. Pero si es cierto que con él lo retocaba de vez en cuando para estar perfecta. ¿Cómo tendría el culo? Se apartó y me hizo subir a la cama. Estaba completamente desecha. Lógico después de una sesión de sexo con aquella zorra morena. Me hizo ponerme a cuatro patas sobre la cama y dejar mi culo expuesto hacia él.

– Ábrete el culo. ¡Inspección anal!

Muerta de vergüenza lo hice, sin saber que se iba a encontrar. Mi ex estaba examinando mi ano para ver si era adecuado para ser follado. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Dónde estaba mi orgullo de mujer?

– Bueno… las vistas de ese chocho peludo no son muy agradables, pero al menos tienes el culo sin pelos. ¿Preparada?

– ¡Sí! ¡Métemela! – le contesté eufórica de saber que había pasado la prueba.

Comenzó a jugar con su dedo en mi entrada. Por lo menos se tomaba el reparo de dilatarme. Sentí algo húmedo caer y resbalar entre mis nalgas. Había escupido para lubricarme. Su dedo fue entrando en mí. Me encantaba. Por fin sentía como me tocaba. No se había molestado hasta el momento en hacerlo. Ni siquiera me había desnudado, aún mantenía mis tetas tapadas por la camiseta. Pero su dedo estaba dentro de mi culo. Comenzó a moverlo y entonces escuché su móvil. Había recibido un mensaje. ¿Sería ella? ¿Quién podía ser a estas horas? Otro mensaje. ¡Jódete zorra! Tú novio me está metiendo un dedo en el culo, por eso no te contesta. Comenzó a coger ritmo, me estaba follando con su dedo. Escuche el sonido digital de un teclado. No podía ser… miré y allí estaba, con un dedo dentro de mi culo y con la otra mano contestando el mensaje.

– Puf, así es imposible. Vamos al tema y terminemos pronto.

Sacó su dedo y sentí como apuntaba con su pene a mi pequeño agujerito. Necesitaba más dilatación. Más lubricante. Era demasiado gorda… me iba a romper.

– Échame lubricante, por favor.

– ¿No decías que sin quejas?

– No me quejo… pero me vas a romper… un poco solo…

– No. Las ex no tienen derecho a lubricante, eso es para mi novia. Tú a pelo.

Fue decir eso y comenzó a empujar. Lo hizo lentamente, pero sin detenerse. Mucho más rápido que las otras veces que lo habíamos intentado, la mayoría sin éxito. Comenzó a dolerme mucho. Pero no me iba a quejar. No le detendría. Aguantaría como fuese. Me tenía que follar. Tenía que ser infiel conmigo. Romper su relación. Aunque él me rompiese el culo para ello.

Su polla fue entrando sin descanso y yo hice lo que le había dicho. Busqué una almohada y hundí mi cara en ella. Pensé que me iba a partir en dos y entonces se detuvo. La tenía toda dentro de mí. No podía moverme del dolor. Pero él sí. Comenzó a bombear a mi espalda, a follarme el culo. Su ritmo comenzó lento, pero subió rápidamente. Me estaba follando a su antojo, para su placer. Como un trozo de carne, sin importarle si me dolía o me gustaba.

Yo ya mordía la almohada para no gritar. Pero empezaba a gustarme. Sentirme un objeto sexual me excitaba. Ser usada para su disfrute. No entendía nada, pero era eso. Esa sensación de inferioridad, de ser solo un medio para su placer. Ser la otra, la amante, la cornuda.

Sin llegar a desaparecer el dolor, dejé de pensar en él. Comencé a gemir de placer sintiendo como mi recto sufría las embestidas de mi exnovio. Me gustaba, me dolía, pero me encantaba. Levanté la cabeza y arqueé la espalda. Quería disfrutarlo al máximo. Entonces lo vi. Entre los cojines y las sábanas revueltas. Un tanga negro. Esa zorra se había ido con el coño al aire, con aquel vestido tan corto. Maldita guarra. La odiaba a muerte. Y mientras su novio me reventaba con una rabia descontrolada, tiré el tanga al suelo. Roberto era mío. Era a mi a quien estaba follando ahora, puta tetona roba novios.

Era un polvo salvaje. Sentía como me abría cada vez más. Como llegaba más adentro en cada envestida. Y me encantaba. Mañana no podría andar, pero me encantaba. Si ella había salido escocida de aquí, yo saldría con el culo roto. Pero necesitaba más. Estaba muy cerca, pero necesitaba un poco de estimulación en mi coño. Ese coño peludo que tanto asco le daba a mi ex.

Se iba a correr. Su forma de follarme lo anunciaba a base de golpes de sus huevos en mi coñito. Yo también quería. Quería correrme a la vez que él. Cuando me llenase el culo de su leche. Llevé mi mano derecha a mi entre pierna. Buf… Era increíble. Me frotaba como una perra salida mientras el me taladraba sin piedad. Me iba a correr. Tiré la almohada al suelo junto al tanga. Quería que los vecinos me oyeran gritar. Que supieran que me estaban partiendo el culo y me encantaba. Entonces lo vi. Una mancha en las sábanas. Una mancha enorme. Como un charco justo debajo de mi cara. Esa zorra se había corrido hasta mearse encima. Había manchado mis sábanas, donde tantas veces yo había dormido. Donde ahora su novio me estaba reventando el culo. Y yo iba a correrme junto a él. No sé porque lo hice. Supongo que estaba ebria de lujuria. Como drogada de excitación. No hay otra razón que justifique que llevase mis labios a ese charco y sacase la lengua. Me iba a correr lamiendo su corrida.

– ¿Qué haces? – me dijo de repente, sin dejar de taladrarme.

– Nada de tocarse. Ahora disfruto yo solo. Tú sufre. – me dijo apartando la mano que me masturbaba.

Aliviada porque no se hubiera dado cuenta de que estaba lamiendo la mancha de su novia, no me quejé. Dejé que llevase mis brazos a mi espalda y me sometiera en una postura muy incómoda. Sujetó mis muñecas con una mano, dejando mis brazos retorcidos. Por lo que mi cara quedó aplastada contra el colchón, justo en ese charco que yo había estado lamiendo. No quedaba otra. Continue lamiendo mientras mi ex me follaba con una furia salvaje hasta que se corrió dentro de mi culo. Yo grité lo más fuerte que había gritado nunca con la ultima embestida. Cuando sentí como me partía en dos, clavándome hasta el fondo su espada. Pero también disfruté cuando sentí esos disparos directos a mi intestino. Me sentí una zorra. Una guarra usada para su disfruté. Y estaba muy cachonda.

– Ahora, límpiamela. Mi chica no es como tú. No le gusta saborear a otras mujeres.

Casi sin poder moverme, repté por la cama para desengancharme de la polla de mi ex. Ni siquiera me ayudó para sacarla. Cuando por fin quedé liberada, sentía el culo abierto como nunca antes. Me había destrozado. Pero estaba muy cachonda. Tanto que no me importó lo más mínimo llevarme a la boca eso que acababa de salir de mi culo. No me gustaba el sabor. Era agrio, era mi culo. Me gustaba más cuando sabía al coño de esa chica… pero lo chupé igual. Fuera de mí. Completamente desesperada por un orgasmo.

– ¿Puedo tocarme ahora? ¿Correrme mientras te limpio la polla de mi culo?

– ¡Que cerda eres! Esta bien. Pero rapidito. Tengo sueño.

Comencé a tocarme a cuatro patas mientras degustaba y dejaba bien limpia esa polla. Limpiándole la polla a mi ex para que su novia no descubriera que me había sodomizado. Joder como me ponía… Escuché otro mensaje. No podía ser… había cogido el móvil mientras yo se la estaba chupando. Estaba a punto de correrme, necesitaba que se centrase en mí. Aunque solo me mirase como me corría limpiándole la polla. Entonces escuché una voz femenina. Era un audio… y lo estaba escuchando mientras me frotaba el coño con su rabo en mi boca.

“Ya te echo de menos, amor. Me hubiera encantado quedarme a dormir contigo. Pero que sepas que me he acordado de tu norma. Toda mujer que pasa por tu cama tiene que dejarte las bragas. Allí te las dejé. A este paso tendré que ir a trabajar con el chichi al aire. Quizás mañana lo haga… de momento hoy dormiré como me has dejado. Un besazo mi semental.”

Estaba a punto de correrme cuando me distraje escuchando su voz. ¿Qué norma era esa? ¿Hacía colección de bragas de todas las que se follaba? Se apartó de mí, llevándose su salivada polla con él. Comenzó a buscar por la cama, mientras yo seguía frotando mi pepitilla desesperada. ¿Cómo podía pasar de mí de esa manera? Era una mujer 10. Guapa, con buen cuerpo, recién follada por él… y pasaba de mí.

– Aquí están… en el suelo. – dijo él, recogiendo el tanga.

– Ven aquí… Quiero correrme con la boca llena. – le dije desesperada.

– Isa… Un poquito de consideración. Que me he follado a dos tías esta noche. No tengo más ganas. Córrete y vete. Quiero dormir.

– Por favor… me voy a correr ya… Deja que lo haga con la boca llena.

– Ummm… vale…

Abrí mi boca deseosa pero no fue su polla lo que entró dentro. El cabrón de Roberto metió el tanga de Nadia en mi boca. Me quedé mirándole sin poder hablar. El solo se reía. Pero no dejé de tocarme. Estaba muy cerca de mi ansiado orgasmo. Mi mente me decía que parase, pero mi cuerpo no obedecía. Cogió su móvil y me hizo una foto masturbándome a cuatro patas con el tanga de su novia sobresaliendo de mi boca. Luego fue al otro lado de la cama y siguió fotografiándome desde atrás.

– Esto de recuerdo. Luego te las mando para que veas como te ha dejado el culo tu ex.

Escribió algo, supongo que contestando a su novia. Y después se puso a grabarme de nuevo. Y así fue como llegué a mi ansiado orgasmo, siendo grabada a cuatro patas con el tanga de su novia en mi boca.

Caí rendida sobre la cama con mi culo en pompa. Lo sentía tan abierto que tenía miedo a que se saliese su semen. Rober se tumbó en la cama, con sus pies junto a mi cara. Comencé a besarlos con devoción. Me había usado como una puta y yo estaba ansiosa de más, ansiosa de él. Pero me instó a que me vistiera y me fuera. Ni un beso, ni un abrazo, ni siquiera recuperarme de mi orgasmo. Me puse en pie intentando apretar el culo para evitar que la gravedad hiciera que me manchase. Iba a subirme las bragas cuando recordé el audio de Nadia. Me descalcé, me quité los pantalones y saqué mis sosas y castas bragas, para luego volver a vestirme sin ellas.

– Toma, creo que, según las normas, tengo que dártelas. – le dije, ofreciéndole mis bragas.

– Has estado atenta, muy bien. Déjalas en el primer cajón del armario.

Ni siquiera se molestó en cogerlas. Fui hasta el armario, al mismo cajón donde yo antes guardaba mi ropa interior. Lo abrí y estaba lleno de braguitas, sobre todo tangas muy sexys. ¿Cuántas tías se había follado en 6 meses?

– Toma, guarda esto también.

En cuanto miré, el tanga de Nadia chocó contra mi cara y cayo al suelo. Me agaché a recogerlo y lo hice un ovillo en mi puño con fuerza. Odiaba a esa zorra. Si pudiera le estampaba mi puño en su carita de niña buena. Eché mis bragas, cerré el cajón y le miré. Ya estaba tumbado en la cama con intención de dormirse. Me moría por acostarme a su lado y dormir abrazada a él. Pero había insistido mucho en que me fuera. Aguantando las ganas de besarle para despedirme, cerré la puerta de nuestra habitación. Y después la de su casa. Mientras que esperaba un taxi que me llevase a casa de mis padres, abrí la mano. Allí estaba esa tanguita de encaje. ¿Por qué me lo llevé a la nariz? Eso para otro día…