Con la amiga de mi hija y su novia

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Gabriela era una mujer divorciada desde hacía 5 años y vivía con su hija que se encontraba en el último año del instituto. Desde que su ex marido la dejó por otra mujer su vida se volvió gris, trabajando como secretaria en una empresa y haciéndose cargo de llevar adelante la casa y mantener a su hija, cargando con la tristeza de la separación. Después de tanto tiempo su vida empezaba a recomponerse y a permitirse disfrutar pero tenía un gran rechazo a los hombres luego del sufrimiento que le había ocasionado su ex. La necesidad de tener sexo la llevó a nuevos horizontes y por primera vez en su vida había experimentado con una mujer. Fue con Carmen, una compañera de la oficina con quién terminó gozando en el marco de un viaje de la empresa. Luego de una noche de copas acabaron en la habitación del hotel. Su colega era mucho menor que ella y más lanzada. Esa noche Gabriela probó un coño por primera vez y lo repitió en los baños de la empresa en un par de ocasiones. Sentía culpa, creía que estaba haciendo algo malo, pero el deseo y la necesidad eran más fuertes. La relación con Carmen fue fugaz pero la dejó marcada.

De eso habían pasado ya dos años. Fue un oasis en su monótona vida y desde la última vez que se enrolló con su colega en su auto no había vuelto a disfrutar del sexo aunque era una asidua practicante de la masturbación que sin embargo no terminaba de satisfacerla. A Gabriela no le faltaban ofertas de hombres, a sus 47 años se encontraba en muy buena forma. Era una mujer de cadera prominentes, un culo redondo con un poquito de celulitis pero que lo mantenía firme al igual que sus redondas y carnosos muslos. Era la parte que más atraía de su cuerpo aunque sus senos no se quedaban atrás. Eran medianos pero bien conservados y su rostro era muy bello, con una amplia sonrisa, ojos claros y cabello oscuro.

La madura pasaba mucho tiempo en la empresa por lo que su casa estaba muchas horas del día sólo para su hija. Se había convertido en el sitio donde los jóvenes iban luego del instituto a estudiar pero también a otras cosas. La jóven había tenido su primera vez pero también algunas de su compañeras que le pedían ir a su casa para enrollarse con algún fulano. Gabriela sospechaba pero no le daba importancia. Prefería que estuvieran seguros en su casa y que su hija gozara de más libertades que las que ella había tenido.

Una tarde cualquiera salió más temprano de su oficina para ir al oculista pero al llegar a la clínica le habían suspendido el turno por enfermedad del médico. Era temprano y decidió irse a su casa para descansar y disfrutar de la tarde. Quería estar a solas con algunos de sus juguetes sexuales ya que venía de varios días sin poderse masturbar. Al entrar a su casa se quedó paralizada por lo que presenció: Rocío, una bella jóven amiga de su hija, se encontraba en cuatro sobre el sillón y otro jóven que no conocía la estaba follando apasionadamente. Los jóvenes no se percataron de su presencia. Tal vez un par de pasos más con sus tacos sobre el piso de la sala delataba su presencia. Pero apenas los vio se quedó quieta casi sin respirar y se refugio sigilosamente detrás de una pared para recuperar la tranquilidad y evaluar cómo reaccionar.

Los observó cuidadosamente para no ser descubierta y la escena de esos jóvenes no le permitía pensar con claridad. Rocío era una de las mejores amigas de su hija, una muñeca de tez blanca, cabello castaño largo, delgada de 1,65 con pocas tetas pero con un culo redondo, firme y carnoso que era la envidia de todas las chicas de su curso. Sus piernas parecían esculpidas y su cara inocente le otorgaban una sensualidad particular. Sus suaves gemidos eran cautivantes. El chico que la acompañaba parecía unos años más grande y pese a su juventud tenía un hermoso físico. Sin estar muy marcado tenía una espalda ancha al igual que sus brazos y un pecho fuerte. Si bien hacía 5 años que Gabriela no estaba con un hombre, no pudo evitar el deseo de estar en el lugar de Rocío recibiendo una polla. Además la juventud de ese chico le inspiraba más confianza que la de un hombre de más edad. De manera inconsciente la madura empezó a calentarse admirando esos cuerpos dándose placer. Había pensado en volver a entrar a la casa haciendo más ruido para que los jóvenes se percataran pero no podía dejar de observarlos.

El destino le jugó una mala pasada (o una buena según por qué lado se mire) porque Luis, que así se llamaba el chico, se dió cuenta de su presencia cuando giró la cabeza hacia el lado en que se encontraba Gabriela. Se dio cuenta de que los estaba espiando por más que la madura se haya querido ocultar. El jóven quedó sorprendido pero no sé asustó. Se dio cuenta que la madura que suponía que era la dueña de casa, la estaba pasando bien observandolos, por lo que siguió follando a Rocío unos segundos y luego interrumpió diciéndole algo al oído. Gabriela permanecía oculta al otro lado del muro, estaba dura como una estatua creyendo que había sido descubierta. No quería volver a observarlos pero tampoco moverse. El jóven se retiró del sillón y con pasos casi imperceptibles se dirigió a dónde estaba la madura y la sorprendió colocándose frente a ella completamente desnudo. Gabriela emitió un grito de sorpresa sin saber que decir. En vez de ser ella quien los sorprendiera follando en su propia casa, era ella la sorprendida espiando. Se quedó fría, con la mente nublada. Balbuceó una excusa, de que había llegado de trabajar y no los quería interrumpir. El jóven se presentó con una sonrisa. Consciente de su belleza, se le cruzó por la mente seducir a esa madura que no sabía que Luis también era amante de su hija y que junto a Rocío había protagonizado un trío en más de una oportunidad.

Él la agarró suavemente de su mano y Gabriela quiso reaccionar pero éste le colocó un dedo sobre su boca para que haga silencio y la dirigió a la sala donde se encontraba Rocío que estaba ruborizada y tapaba su desnudez con su vestido apoyado sobre su cuerpo. Al caminar, la madura no pudo dejar de admirar la polla de Luis que se encontraba semi parada. Ese chico estaba bien equipado por todos lados, tenía una pija gruesa y aparentaba buen tamaño. Mientras se acercaban, la chica saludo a la madre de su amiga tímidamente. Gabriela pidió perdón por interrumpir, argumentando que no sabía que estaban en la casa. Ella era de personalidad fuerte, pero la situación la había dejado a la defensiva. No entendía bien por qué el chico la había ido a buscar, no podía adivinar sus intenciones pero bastaron unos segundos para que las revelara. Cuando ambos estaban parados al lado del sillón donde se encontraba Rocío, el jóven deslizó su brazo por la cintura de la madura y acercó su cuerpo al suyo para besarla. La situación, el bello cuerpo de Luis y la necesidad acumulada, hicieron que Gabriela ceda y se empiecen a besar suavemente. Sentía esos brazos fuertes que envolvían su cuerpo necesitado. El chico agarró uno de los brazos de la mujer y los colocó en su propia cintura. El contacto con la piel desnuda fue electrizante y se empezó a soltar. No pensaba lo que hacía, solo quería disfrutar de un hombre que parecía distinto a su ex y a todos los que habían querido seducirla todos estos años. No pensaba en que su hija pudiera llegar, no pensaba que Rocío estaba presente pero saberlo la exitaba aún más.

Luis posó sus manos sobre el culo de la madura arrancándole un leve gemido. Ésta llevaba el traje de su oficina con medias que subían hasta su cintura, unas bragas discretas y finas, una pollera azul y apretada apenas por encima de sus rodillas y una camisa blanca. Los besos eran más calientes y desinhibidos, las manos de jóven empezaron a subir su falda para tocar mejor su culo. La madura bajó sus manos a la cola lampiña y parada del chico, hundiendo sus uñas en esa carne jóven. Sentía la erección de Luis sobre su vientre y con la otra mano empezó a acariciar esa polla. Hacia mucho que no tenía una entre sus manos. Era mucho más grande que la de su ex. La sentía dura y caliente. Para esta altura la madura estaba muy mojada, sus jugos empapaban sus bragas por completo. Rocío admiraba la escena, la calentaba mucho. Le calentaba el cuerpo de su amante pero también lo prohibido de que la mujer sea la madre de su amiga, con quién había experimentado el sexo lésbico en varias oportunidades. De a poco empezó a acariciar su coño mientras los observaba.

Luis se recostó en el sillón, al lado de Rocío. Quedó con sus piernas abierta y su polla mirando al techo. Gabriela entendió la invitación y se arrodilló frente al jóven para comer su pija. Era gruesa, con un glande grande. Iba totalmente depilado. La madura posó sus labios por el interior de sus piernas disfrutando de su piel suave. Pasó su lengua por los alrededores de la entrepierna. Luis suspiraba. La madura no había perdido su experiencia y la paciencia que tenía la hacia distinta a las jóvenes con las que había estado. De a poco, Gabriela empezó a chupar esa polla que combinaba su propio aroma con los fluidos de Rocío. Esto la exito más. Le hizo recordar las aventuras con Carmen. Se dedicó a chupar con pasión la pija del joven. Estaba compenetrada en su labor y no se percató cuando Luis invitó a Rocío para que se uniera a la madura. La jóven dudaba, temía que la madre de su amiga respondiera mal, pero se moría de ganas de concretar ese trío. Si la mujer había llegado hasta ahí no tenía autoridad para poner muchos límites.

Rocío se levantó dejando a la vista su desnudez y se acomodó al lado de la madura, ambas arrodilladas frente a la polla de Luis. A Gabriela le sorprendió pero por dentro estaba deseando que la chica se les uniera, pero lo que no esperaba era que Rocío empezará a comer la pija al mismo tiempo que ella. Gabriela no se corrió. Siguió pasando su lengua a lo largo del tronco y se tocaba con la lengua de la jóven. Ambas se concentraron en el placer que le estaban otorgando al chico que disfrutaba como nunca. Los roces entre las lenguas fueron más intensos. Gabriela abrió levemente sus ojos para encontrarse con la mirada y la sonrisa pícara de Rocío. Nunca había tenido su rostro tan cerca y no pudo evitar fundirse en un caliente beso con aquella belleza. Se besaban y compartían sus lenguas con el pollón de Luis en el medio. Gabriela estaba en las nubes. Tanto tiempo de abstinencia y ahora estaba envuelta en el primer trío de su vida con esos jóvenes. No podía evitar llevar la mano a su coño para calmar su calentura. Sus jugos habían traspaso sus bragas y ahora humedecian sus medias. La jóven percibió esos movimientos y abandonó los besos y la polla de Luis para dirigirse detrás de la mujer que continuó dándole placer al chico.

La chica se colocó de rodillas detrás del culo de Gabriela. Le hacía acordar al de su amiga pero éste era un poco más grande. Se moría por probar a esa mujer y le bajó las mafias junto a sus bragas dejándolas en sus rodillas. La madura sintió como se liberaba de esa ropa y esperaba ansiosa los movimientos de Rocío, que tímidamente empezó a besar las nalgas desnudas de la madre de su amiga. Gabriela suspiró, sentía la suavidad de esos labios recorrer su culo y casi tiene un orgasmo. La chica exploraba el interior de su cola con la lengua hasta posarse en su agujerito anal. Lo saboreó, le encantaba su olor. Con sus manos agarró las nalgas de la mujer y hundió su cara chupando como si no hubiese mañana, bajando su lengua hasta su coño cubierto con pocos pelos bien recortados. Los gemidos de la madura fueron más fuertes. La calidez de los besos y la lengua de la chica la hacían retorcer de placer. Gabriela estaba inclinada con su culo levantado y la falda de su traje de oficina por la cintura, mientras recibía la lengua de Rocío en su coño y comía la polla de Luis.

La mujer no tardó mucho en obtener su primer orgasmo expulsando abundantes fluidos que empaparon la cara de la amiga de su hija. Sus gemidos fueron intensos, el placer infinito. No estaba pensando en nada, sólo quería gozar. El orgasmo no la relajó, quería más, mucho más. Llegaba el momento de sentir nuevamente una polla en su interior. Se sentía muy a gusto con ese chico y ahora fue ella quien tomó la iniciativa. Se incorporó, en un sólo movimiento desesperado arrancó los botones de su camisa quedando sólo con su sostén y se terminó de sacar sus medias y bragas, quedando sólo con su pollera envuelta en su cintura. Se colocó en cuatro patas en el amplio sillón ofreciéndole el coño a aquel joven que no dudó en penetrarla. A pesar de su tamaño entró con facilidad. Gabriela sintió como esa polla gruesa y caliente se abría lugar al interior de su coño. Se le activaron sensores de placer que hacía mucho estaban fuera de servicio. Se reencontró con una polla después de mucho tiempo y sentía que era el momento y la situación indicada. Esa pija la llenó, esperó a que entre toda para empezar a moverse coordinando movimientos profundos y decididos. Sus nalgas golpeaban la entrepierna de Luis le agarraba con ganas su culo.

Rocío había quedado al margen pero quería su cuota de placer. Se acostó boca arriba con sus piernas abierta frente a la cabeza de Gabriela que estaba deseosa de probar aquel coño jóven y completamente depilado. Estaba brilloso por los jugos que emanaba y se vislumbraba un clítoris pequeño y rosado. La madura se aferró a sus suaves muslos y comenzó a besar su interior. La chica suspiraba. No podía creer que la madre de su amiga estuviera entre sus piernas a punto de comerle su coño. Gabriela gozaba de la penetración de Luis y de a poco empezaba a probar el coño de Rocío. Lo disfrutaba como un manjar, pasaba su lengua por cada pliegue, succionaba delicadamente su clítoris, metía un par de dedos en su interior. La embriagaba el sabor de sus fluidos. Y se empezó a desatar un orgasmo en cadena: Luis no aguantó más, quería acabar hace rato y comenzó a soltar chorros de leche al interior de Gabriela y fue el desencadenante del segundo orgasmo de la madura que ahogó sus gemidos en el coño de Rocío que estallaba en un remolino de placer sintiendo la lengua de la mujer en su clítoris y sus dedos en el interior. Sus muslos se tensionaron, apretó con fuerza la cabeza de Gabriela contra su entrepierna y sus gritos se escucharon por toda la cuadra.

La madura quedó con su cabeza recostada en los muslos de la jóven mientras que ésta recobraba su respiración. Luis se incorporó y se dirigió al baño. Las mujeres se sentaron y siguieron besándose. Ambas querían continuar. Gabriela estaba disfrutando de la lengua cálida de aquella belleza, de acariciar su suave piel, de lamer esos pequeños pezones rosados. Se recostó boca arriba invitando a la chica a hacer un 69. Rocío apoyó su coño en la boca de la madura y se inclinó poniendo su cabeza entre las piernas de la mujer. Quería volver a comer su coño y tomar la leche de su amante. Gabriela no sólo estaba disfrutando de la concha de la amiga de su hija, también agarraba esa colita perfecta, envidia de todo el curso. Separaba sus nalgas y subía con su lengua para probar el agujerito de su ano. Ambas seguían gozando, sintieron los pasos de Luis que se acercaban regresando del baño, que en un momento se detuvieron.

Con voz entrecortada el chico dijo «Hola Celeste, te podemos explicar…». Había llegado la hija de Gabriela que no podía creer la imágen que veía sobre el sillón. Continuará…