Con mi amiga todo está permitido ¡No tenemos limitaciones!

Rate this post

Saludos a todos.

Hoy he intentado ponerme al día. En está ocasión les narro mi primer encuentro

Ocasionalmente ayudo a una amiga a atender un pequeño restaurante que tiene, lo hago desinteresadamente por lo mucho que la quiero, y porque ellá necesita compañia.

Marisa es su nombre, y nos conocemos desde hace unos cuantos años. Todo lo que diré es que ambas somos delgadas. En fin, basta de descripciones. Cuando la gente escribe sus relatos por lo general sus protagonistas son increíblemente bellas, pero en este caso tanto Marisa como yo somos mujeres comunes, las dos amas de casa, en otras palabras, entramos en el común denominador de las mujeres.

El pequeño restaurante de Marisa solo abre en las noches, y es ella quien prepara personalmente la comida que se sirve a los comensales. En la parte superior del restaurante hay un tapanco donde se almacenan algunas cosas necesarias para el funcionamiento del lugar como; platos desechables y conservas. También hay un pequeño sofá que Marisa tiene dispuesto para descansar después de las jornadas de trabajo.

Cuando tuvimos nuestro primer encuentro sexual fue Marisa quien tomo la iniciativa, y acepto que me dio mucho temor, pues aunque ya había recibido propuestas de otras mujeres, sobre todo en la universidad, nunca me había atrevido a llevarlas a cabo.

Una tarde, mientras hacíamos los preparativos para el restaurante, estábamos solas dentro del local, los empleados llegaban una hora antes de abrir al público, por eso la cortina metálica estaba abajo.

Estábamos en la cocina del local, hacía calor debido a la estufa encendida, y las dos sudábamos. Marisa se quejaba del calor, pero no podíamos hacer nada más, el extractor y el aire acondicionado estaban encendidos, pero el calor de la estufa dominaba la cocina. Fue entonces cuando Marisa camino al refrigerador y saco un pedazo de hielo, se lo paso por la cabeza, la cara y el cuello mientras me decía:

-¡Que barbaridad!, ya no soporto tanto calor. ¿falta mucho para que este listo el guisado?.

-Ya esta listo, de hecho ya apague la estufa -le conteste-.

-Maravilloso, eso quiere decir que podemos descansar. Tenemos tiempo, faltan dos horas para abrir.

Fue entonces cuando subimos al tapanco, nos sentamos en el sofá y disfrutamos de una bebidas frías mientras esperamos a que llegará la hora para iniciar las labores del restaurante. Platicamos por un momento, de repente Marisa se puso de pie y se quito la blusa y el sostén, lo cual me sorprendió, pero ella insistió sobre el calor, y me invito a que hiciera lo mismo. Confieso que yo también tenía calor, así que ¿que más da?, estamos solas, somos amigas, tenemos tiempo de refrescarnos, ¡adelante!. Me quite la blusa y el sostén, también nos descalzamos. En verdad que estábamos muy relajadas. Seguimos platicando hasta que llego un momento en el que Marisa se me acerco y me pregunto:

-Que lindos pechos tienes. Nunca he tocado unos que no sean los míos, muero de curiosidad- ¿Me dejarías tocarlos?

Confieso que a mi también me da curiosidad tocar los pechos de mi amiga.

-Claro -le respondí -pero tu me bajarás tocar los tuyos-.

No había terminado de hablar cuando sus manos se posaron en mis pechos y empezaron a masajearlos; los levantaba, los acariciaba, y sobaba mis pezones. Por mi parte yo hacía lo mismo con los de ella. Eran tan suaves, pequeños, pero duros. Fue entonces cuando ella simplemente se inclino y me beso un pezón, eso aumento mi temperatura, me empecé a excitar y al mismo tiempo a preocupar. Nunca había tenido este tipo de experiencia. Le pedí que parara, entonces se separo de mi pezón, enderezó la cabeza y fijo su mirada a la mía. Sin decir más palabras se acerco a mis labios y me beso, pero no cualquier tipo de beso, fue un beso intenso, al cual no me pude negar.

Se separo de mi, se puso de pie, e hizo algo que no me imaginaría, se bajo el pantalón junto con las bragas. Estaba totalmente desnuda frente a mi. Yo la contemplaba desde el pequeño sofá, no sabía que hacer o que decir, simplemente la miraba. Se veía encantadora con un aire de picardía. Regreso a donde yo estaba, me empujo suavemente sobre el sofá, levanto mis piernas y jalo de mi pantalón. Ahí estábamos las dos totalmente desnudas. Yo temblaba de vergüenza, pena, miedo, todo mezclado, pero ella se recostó sobre mi, y me susurro al oído;

-¿Tienes miedo?, ¿quieres que experimentemos más?

Esto lo decía mientras ponía su mano entre mis piernas.

Solo asistí con mi cabeza.

Me beso nuevamente y respondí al beso. Bajo a mi cuello, siguió a mis pechos y se detuvo un momento a lamer mis pezones. Yo estaba totalmente confundida, pero experimentaba una emoción especial. Siguió su camino hacía abajo; paso por mi ombligo. No se detuvo hasta llegar a mi vagina, la beso varias veces y sin mayor aviso me introdujo la lengua, ¡QUE MARAVILLA!, una lengua de mujer algo nuevo, dulce, delicioso. Era totalmente diferente al sexo oral que me practica mi marido. Marisa lo hacía con una suavidad increíble. Cuando acorde, además de la lengua, tenía un par de dedos dentro de mi. Estaba completamente húmeda.

Tengo que corresponder a la atención que Marisa me brinda, así que me incorpore, la bese en sus labios y le pedí que se acomodara a gatas en el sofá de tal forma que sus nalgas quedarán alzadas y sus brazos recargados en el respaldo del mueble. Me arrodille en el piso. Su vulva quedaba a la altura de me rostro. No tenía idea de como debería actuar, jamás he chupado el coño de una mujer, no tengo idea a que sabe, pero estaba tan caliente que las dudas se disiparon. Me acerque y le bese los labios de la vagina.

Inmediatamente sentí una leve humedad, en cuanto al sabor era semi-amargo, pero muy agradable. Aplique su misma técnica; le di unos cuantos besos y continúe acariciando con mi lengua. No puedo explicar porque extraña razón mi excitación aumento más y más. Introduje mi lengua tan profundo como pude. El olor y el sabor me resultaban afrodisíacos, ya no podía contenerme recorrí su vagina por dentro y por fuera, fue entonces cuando vi su ano. Jamás me imagine en una situación así. Ese ano lampiño me llamaba, me pedía a gritos que lo besara o lo invadiera. No pude contenerme, introduje mi lengua en su ano, y para no descuidar su vagina le metí dos dedos. Marisa gemía tan rico.

Estaba fuera de mi, sentí que todo estaba permitido. Marisa se separo de mi, me beso y acto seguido bajo del tapanco con rumbo a la cocina. Yo estaba desconcertada, ¿que hice mal?, ¿por que se va?. Cuando regreso con una barra de mantequilla y un par de pepinos grandes, lo comprendí, el juego continuaba.

– La diversión empieza- me dijo con una sonrisa especial

Yo temblaba de emoción, no podía esperar, ¿que haríamos ahora?.

Me acomodo en el sofá, tal y como yo la había acomodado a ella. Correspondió a la atención que le di a su ano; me chupo intensamente. Ahora sentía lo que ella sintió, el más sublime de los placeres, que delicia es una lengua en el culo.

Se detuvo por un momento y abrió la barra de mantequilla, tomo un trozo y lo empezó a untar en mi ano y vagina. Lubricó perfectamente la entrada de mi esfínter, y poco a poco fue introduciendo un dedo. Que sensación tan rica. Todo mi cuerpo vibraba. Sentí que su dedo salía y entraba. Mi ano poco a poco fue dando de si. Yo gemía y ella me decía:

-Te va a encantar.

Metió un dedo más, y después otro. Para cuando acorde ya tenía tres de sus dedos dentro de mi culito. Me ardía y dolía, no sabía si quería llegar más lejos. Estaba tan caliente que no podía dejar de pensar en el uso que le daría a esos pepinos. Saco sus dedos, volteé hacía atrás y Marisa embarraba el vegetal con mucha mantequilla, lo acerco a mi ano y empezó a hacer movimientos circulares, poco a poco mi culo pedía más. Me tomo con su mano izquierda por mi hombro para evitar que me moviera y empezó a introducir el pepino con cuidado, mientras lo hacía lo giraba de un lado al otro. El dolor aumentaba conforme el garrote se abría paso en mi esfínter. Marisa detuvo el empuje para darme oportunidad de respirar.

-¿Lo estas gozando? -pregunto-

-Si, pero me duele-

-Sabes que se te pasará, ¿Tu marido nunca te ha hecho sexo anal?

-Si, claro -respondí- pero el pepino esta muy grueso.

-Empujare otro poquito, prepárate- me dijo-

Acto seguido empujo con más firmeza. Mi ano estaba dando lo más que podía.

Marisa se detuvo, yo me sentí aliviada pese a que ya tenía medio vegetal dentro de mi. Marisa se arrodillo a mis espaldas y empezó a chuparme al vagina, eso me puso a mil. Sentía que se acercaba un gran orgasmo, pero en eso ella se detuvo y, sorpresa, me metio el segundo pepino por la vagina. Yo estaba inmovilizada temblando de placer mientras sudaba y gemía.

-Ahgggggggggg mete más el del ano por favor, lo necesito -le dije-

Marisa acato la orden y empujo el vegetal ¡MUERO DE PLACER!

– Angélica lo tienes todo adentro. Tan solo faltan unos centímetros. ¡Que bárbara!

Yo movía mis nalgas y Marisa seguía el ritmo por mis dos orificios.

Ya no podía, mi orgasmo llego, escurría por mis piernas. Marisa se puso como loca, me pasaba la lengua por mis muslos y nalgas. Mis ojos estaban en blanco.

Poco a poco Marisa retiro los pepinos de mis hoyitos. Cuando saco el del culo me dijo:

-Angélica te quedo abierto como un cráter

Inmediatamente me lo beso y chupo.

Me incorpore y me toque el culo, me dolía, pero me gustaba ese dolor, era placentero.

Nos abrazamos, nos besamos, metí mi mano entre las piernas de Marisa pero me detuvo, y sonriendo me dijo:

-Espera, tenemos que dejar algo para después de la cena.

¡Que emoción! eso quería decir que después de trabajar podríamos seguir.

Nos terminamos de vestir justo cuando los empleados tocaban en la cortina metálica. Preparamos los últimos detalles y nos preparamos a abrir los clientes.

Me emociona haberme atrevido a platicar mi historia.

Espero sus comentarios.

Besos.