Conociendo a mis suegros por completo
Mi EGO me hacía flotar sobre la tarima de aquel hogar que había mancillado. Ahora ya no era solo el cabrón que se estaba follando a su hija, ahora era el muy cabrón hijo de puta que se estaba follando a su hija y a su mujer. La noche de la urgencia enseñé a mi suegra para qué sirven los dedos ¡Ay madre mía las maduras, esas maravillosas criaturas! Me encantan, no lo puedo remediar. Esas mujeres expertas, sabedoras de su belleza y del morbo que producen, que saben maximizar sus virtudes, como sus voces, sus gestos y sus roces. Pero tenía un problema, nunca he catado a ninguna…, en verdad mi lista de mujeres es más bien corta, un par de novias anteriores a mi actual Irene. No obstante, las cosas cambiaron el día que conocí a mi suegra, una de las mujeres que más me excitaba de todas cuanto conocía.
Comenzaré describiendo a Victoria, aunque no pueda representar todo lo que me produce con palabras. Es una mujer obviamente madura, creo que ronda los 45, pero se lo he preguntado. No es muy alta, medirá 1,67 m una medida perfecta para una mujer… de piel blanca como corresponde a una pelirroja, un poco más granate de lo normal, imagino que tintado…otras veces se pone rubia. Es una mujer delgada y con unos pechos apetecibles sin ser grandes. Además, la dama tiene una posición económica elevada, lo que no hace sino aumentar el morbo. Sabe vestir muy bien, insinuando sin enseñar y bastante apretadita siempre. La relación de Victoria se había vuelto particularmente conmigo bastante estrecha desde el primer momento de conocernos, y eso nos dio cierta confianza…, unido a que ella me gusta y ella lo sabe, ocasiona no pocos roces, por su parte o por la mía, que distan de ser involuntarios. Nunca he sabido si ella se siente atraída por mí o solamente quiere demostrar su atractivo, pero claro queda que lo consigue. Ese verano solo íbamos a pasar unos días para conocernos nada más, pero la cosa se alargó más de la cuenta y ya llevábamos casi una semana. Poseían un chalet espléndido con ciertos lujos, una piscina semi olímpica desde la que se puede ver toda la montaña que parece el paraíso. Los hechos se desencadenaron de una manera natural, tanto que no esperábamos ninguno de los dos, pero que nos vinieron a ambos como anillo al dedo.
Yo estaba pasando el día allí, junto a Irene su madre, Victoria. El marido de ésta estaba trabajando, por lo que no había podido venir. El día había sido divertido, como siempre, con baño en la piscina y deleite con el cuerpo de Victoria incluido, cuando por la tarde se desató la tragedia. De repente, llamaron a Irene unos conocidos con un familiar con problemas psíquicos que tuvo un brote, solo se les ocurrió en llamar a mi novia para que le echase una mano…, acudió rauda. En este punto, no está de más explicar que el chalet está lejos de cualquier núcleo urbano, y debía de trasladarse al otro punto de la urbanización…. Mi suegra no quería quedarse sola, así que yo caballerosamente, me quedé con ella. Tranquilos, empezamos a cenar, acompañando la opípara cena con un buen vino, tinto y fuerte, del que nubla los sentidos…, al cabo de tres o cuatro copas, a Victoria se le empezó a soltar la lengua, preguntándome por las chicas, por mis relaciones y demás. Ahí es cuando vi mi oportunidad e intenté aprovecharla. Como se suele decir, si cuela, cuela, si no, me la pela… – Bueno Victoria, la verdad es que estoy centrado en mi trabajo, y además a las chicas no es que le interese mucho, Irene es una excepción…, empecé diciéndole.
– Vamos Héctor, no digas eso. Un hombretón como tú las habrás llevado locas, decía Victoria sentándose cerca de mí.
– Por favor, deja de decir esas tonterías, no soy ningún hombretón, soy normalillo o peor, le contesté, empezando a sentirme un poco incómodo.
– Pues mira, será porque mi marido tiene 56 años y una buena barriga, pero a mí sí me pareces un hombretón, por no decir un MACHO, mi suegra un poco tomada me pasó un dedo por el pecho, por encima de la camiseta. En este punto, vi posibilidades reales de volver a cumplir con uno de sus sueños eróticos, y de paso beneficiarme a esa morbosa madura.
Decidí afianzarme en ese juego que nos llevábamos entre los dos y atreverme un poco más… – Bueno, la verdad es que las chicas de mi edad tampoco me atraen demasiado, algunas salvo excepciones son unas niñatas sin personalidad, ya no hay auténticas mujeres… como tú, me lo jugué todo a una carta, pasándole un dedo por la cara.
En este momento, para dejar clara la situación, estábamos sentados uno muy próximo al otro, mirándonos fijamente, mientras seguíamos bebiendo vino, ya íbamos por la segunda botella, y los sentidos estaban algo “tocados”. – ¡Ay! ¡Qué tontos sois! Queréis mujeres de verdad cuando sois niños y queréis niñas cuando sois hombres, de verdad, esto de los hombres es un suplicio, dijo Victoria entre la risa y la ironía. Además, he visto chicas de tu edad pasando por la calle que parecen modelos, no sé quién preferiría a una vieja de tetas caídas como yo.
– No sé a qué te refieres con lo de “tetas caídas”, dije encendiéndome, viendo muy victoria muy cerca. Yo solo veo un par de pechos perfectos y en su sitio.
Haciendo un alarde de valentía del que no me creía capaz, se los cogí suavemente, soltándolos al momento…, me sentí sonrojado y algo abochornado por mi atrevimiento. Este gesto sorprendió a mi suegra, pero la excitó tanto que fue ella quién se atrevió a dar un paso más… – ¡Vaya, no sabía que te gustaran tanto! Si tan perfectos te parecen, ¿por qué no les echas un vistazo más de cerca?
Mientras decía esto, Victoria se soltó el lazo del vestido que llevaba, revelando sus magníficas ubres que tanto ansiaba volver a ver. Son unas preciosas colinas redondas, si bien algo caídas, nada que hiciera disminuir su atractivo, con grandes pezones oscuros, ya duros por la excitación, rodeados por aureolas también oscuras y grandes. El movimiento de Victoria me dejó sin habla e irreflexivamente, agarré ese par de mamas mientras lanzaba mi boca hacia la suya. Empecé a besarla, y pronto advertí que su lengua respondía a la mía con determinación y lujuria jugueteando dentro de mi boca, de manera algo torpe hacía lo mismo, no sé si por el alcohol, por los nervios, por la falta de práctica o por una mezcla de todo. En este punto, nos levantamos y nos fuimos al sofá, unidos por nuestras bocas, y con mis manos en una prolongación de sus apetecibles tetas. No obstante, algo no iba bien, Victoria no correspondía a mi pasión, la propia pasión que revelaban antes sus palabras. El hecho de desnudarse abiertamente ante mí tenía claro lo que era…. Aquello era un sentimiento que podía evitar que alcanzáramos la meta, y que me iba a costar un poco vencer…, ahora la culpabilidad que sentía le atenazaba a ella. Sabedor de esta circunstancia, decidí ralentizar las cosas y hablar con ella, antes de que su rechazo fuera más obvio….
– Victoria, ¿te pasa algo? Te noto algo fría, dije mientras acariciaba su pierna.
– Héctor, Héctor, no podemos hacer esto otra vez. Soy una mujer casada, tengo cariño a mi esposo y además ya eres parte de la familia…, eres tan joven, contestó ella un poco abatida.
– Pero Victoria, ya lo hemos hecho…
– Pero ahora es diferente corazón… ¡A los dos no apetece follar! Por no decir claramente FORNICAR.
La respuesta me dejó más helado de lo que esperaba incluso, ya que la cantidad de sentimientos dando vueltas sobre la cabeza de Victoria era enorme. Sin embargo, no me rendí, sino que seguí intentando convencerla, con la palabra… y con mi mano derecha…
– Oh vamos Victoria, no hacemos nada malo, solamente queremos disfrutar un ratito esta noche, que de otra forma sería muy aburrida. Ni quiero quitarte a tu marido, ni abandonar a Irene…, soy un hombre que sabe lo que quiere ahora, y lo que quiero eres tú, dije besándola dulcemente en los labios, mientras con mi mano continuaba mi asedio sobre sus muslos, acercándome mucho a su secreto.
Proseguí mis movimientos, ya que ella no oponía resistencia, incluso, instintivamente abría un poco más sus piernas. Así llegué hasta sus bragas, las cuales encontré completamente empapadas. Victoria me miraba, presa de una excitación culpable que no conseguía frenar, pidiéndome con la mirada que siguiera. Aprovechando esta brecha en su negativa, y el silencio de Victoria, esperando que avanzara algo más, desplacé sus bragas a un lado, dejando al alcance de mis dedos su vulva, la cual estaba inundada pos sus flujos.
– Héctor… mmm… esto está…mmmmmal, por favor, para… el juego se terminó…, me decía en un último intento por evitar que la masturbara, aunque todo su cuerpo me pedía que siguiera.
Empecé a acariciar su clítoris, con mi dedo índice, mientras pasaba los otros por sus labios, abriéndolos un poco. Comencé a masajear su botón sobre el capuchón, después directamente sobre el clítoris, con dulzura, mientras los gemidos empezaban a escapar furtivos de su boca. – Te gusta, ¿verdad? Apuesto algo a que llevas mucho tiempo sin que nadie te haga esto, dije yo, degustando la victoria que mis hábiles dedos acababan de concederme, ya que había derrumbado todas sus defensas.
– ¿Tiempo dices? En mi vida… había sentido algo así… Nunca me habían hecho algo como esto…, me contestó Victoria, luchando contra los suspiros y los gemidos que salían, cada vez con mayor fuerza, por su boca.
– Vaya, pues esto es lo que puedes tener conmigo, y muchas cosas más que te puedo descubrir, Victoria… le dije mientras volvía a besarla.
En este caso, no solo no opuso resistencia, sino que atrajo mi cara hacia la suya y me devoró la boca con ansia, como un animal salvaje que es liberado tras mucho tiempo en una celda. Tras esto, se quitó a duras penas las bragas, intentando que no dejara de tocarla, bajó mi bañador, dejando a la vista mi polla, que orgullosamente erguida esperaba a ser acariciada. – No quiero que pares con esto nunca, Héctor, nunca, dijo mientras echaba mano de mi artefacto, para empezar a masturbarlo con intensidad, mientras seguíamos besándonos.
Al poco de seguir en esta posición, con potentes gemidos y unas intensas convulsiones, Victoria se corrió sobre mi mano, dejándola impregnada de su flujo. Mi reacción, en este momento, fue llevarme los dedos a la boca, y probar el sabor de mi suegra… – Vaya Victoria, sabes tan bien como esperaba, le dije socarronamente.
Ella, fuera de sí, me pidió que la penetrara…, necesitaba sentir mi vergazo dentro de ella, como hacía tiempo que no sentía una. Yo, sobra decir que obedecí, acostándome en el sofá sobre ella, me abrió las piernas recibiéndome despatarrada con todo el coño entreabierto. Con tan solo la guía de mi pelvis enfilé mi polla en el coñito de mi suegra, haciendo recorrer mi glande por toda su raja desde el capuchón de su clítoris hasta la bocana de su vagina que se fue tragando mi cipote elevando un poco su culo para ayudar a alcanzar la cota máxima calando la pieza hasta las pelotas. Con cadencia fui dando embestidas que incrementaban su ritmo, mientras besaba sus labios y ella mamaba mi lengua. Una vez me liberaba me enzarzaba con sus tetas a chupetones mamando de sus pezones, a la vez que ella solo era capaz de gemir. – ¡¡Hum, hum, hum!! ¡Joooder Héctor, sigue por favor, no pares nunca de hacer esto! ¡No pares de FOLLARME! Me decía mientras la atravesaba cada vez más fuerte.
A su hija no le entraba más de dos tercios, pero a su madre sí le ahondaba hasta las mismas pelotas los 22 cm de rabo grueso que tenía para ella. El escuchar a mi madura suegra, mientras sus tetas se movían, acompasadamente junto a su cuerpo en un vaivén hipnótico, escuchando sus gemidos y su mirada de placer, unido a lo apretado de su interior haciendo presión sobre mi espolón inhiesto, iban a hacerme estallar de un momento a otro. No quería, porque quería aguantar lo máximo, satisfacer totalmente a esa mujer que se había convertido en mi amante en estos dos tres últimos días…, pero iba a correrme como en mi vida, en menos de un minuto. Estaba demasiado salido como para aguantar más de diez minutos, y ya cerca de tal cota le solté…
– Victoria, voy a, voy a… a correrme, le dije mientras le agarraba los enormes ubres lecheras, le pellizcaba los pezones…. Ella gemía como descosida intentando animarme a acabar…
– Quiero que te corras cariño… quiero que te corras dentro de mí… ¡Dámelo todo otra vez! ¡PRÉÑAME! Me abrazó con sus manos y sus piernas haciéndome un ovillo del cual no pude escapar. – ¡Vamos mi amor quiero que me lo des todo! Me dijo Victoria, totalmente extasiada.
Con esas palabras, otorgándome permiso para bañar su interior con mi semilla blanca cargada de millones de bichitos locos por preñar a la dama. Aceleré mis embestidas, alcanzado el clímax, mientras percibía que mi compañera hacía lo mismo. Percibí como salía el primer chorro de leche hacia su cuello uterino, llenando la entrada del mismo, así como las contracciones de su coño sobre mi polla a la vez que los chorros de esperma espeso salían hacia el interior de mi suegra, me indicaban que ella se estaba corriendo al mismo tiempo que yo por sus gemidos entre esténtores…, lo que por extraño que parezca, me alegró, indicando que existía una conexión especial entre ambos. La clavé a tope y con sus succiones vaginales y mis pequeños vaivenes dentro de su fondo vaginal fui soltando lechazo tras lechazo dejando secos mis cojones por segunda vez esa semana. Ella debió sentir algo parecido, ya que al terminar, me besó con una mezcla de pasión y cariño que me dejó atontado y, devolviéndole el beso terminamos abrazados en el sofá…, exhaustos, sudorosos y un tanto enajenados. Me sentía atolondrado corriéndome dentro de ella, extrayéndome las energías de mi cuerpo en cada eyaculación…, fue bestial el apareamiento animal no había llevado cerca de veinte minutos.
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Desde que se fue Irene pasaron un par de horas, pronto volvería, pese a ello nos recreamos desnudos acariciado cada centímetro de nuestros cuerpos…. Tras separarme de ella, después de volver a besar todos los poros de su cuerpo que estaban al alcance de mi lengua, Victoria metió un dedo en su interior y, tras sacarlo impregnado de mi leche, lo introdujo con deleite en su boca, diciendo… – ¡¡Vaya Héctor, sabes tan bien como esperaba!! Después de este sarcasmo, me dio un sonoro azote y decidimos arreglarnos aparentando que allí no había pasado nada, esperando la llegada de Irene. Mi novia llegó una hora y media más tarde y nos pilló charlando en el porche del jardín, se unió a nosotros y de esta manera terminaba una noche de fantasía, sacada totalmente de un sueño. Aún hoy pienso que aquel polvo no ocurrió, pero vuelvo en sí tras el pequeño detalle, de que se ha convertido en mi amante habitual cuando tenemos la ocasión. Ahora vivimos a pocos minutos en coche, y quedamos para dar rienda suelta a nuestra pasión cada vez que alguno lo necesita, descubriendo cosas nuevas (para ambos) y saboreándonos mutuamente, como el más delicioso de los postres…, creo que ella piensa lo mismo de nuestra relación. En casa cuando nos juntamos es la suegra más atenta, manteniendo las distancias, pero a solas es la hembra más caliente y Puta que puedas encontrar… Comenzaremos como fue la primera vez, cuando conocía a los padres de mi novia. Aquella mañana Irene me increpaba sobre mi mejor facha para presentarme en casa de sus padres… – ¿Pero te has puesto esa corbata?