Convenzo a mi hermana pequeña de hacer una orgía con amigos

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El ascensor se paró en el bajo con una leve sacudida que me hizo agarrar el bolso blanco para que no se me cayera del hombro desnudo. Las paredes estaban llenas de nombres de chicos y chicas a rotulador, corazones y algún que otro insulto referente a gente que no conocía. Laura salió empujando la puerta con fuerza y seguí su culo redondo por toda la portería hasta que salimos a la calle. El sol me cegó durante el tiempo que tardé en ponerme las gafas de sol que llevaba de peineta, para que mi pelo rubio y rizado no me cayera por la cara. Un par de tíos que pasaban en ese momento se quedaron mirándonos descaradamente, pero Laura siguió andando pisando fuerte en la acera con sus tacones. Desde detrás Laura era preciosa, exageradamente femenina, pensé. Ni las mujeres de verdad eran tan… mujeres. Ella lanzó su pelo negro y liso hacía atrás y me sonrió.

– Venga, Tía… corre.

Yo me puse a su lado con pasos pequeños y ella me cogió la mano. El muslo de mi pierna derecha se desnudaba con cada paso que daba a través de la raja que tenía la falda blanca. Pensé que estábamos demasiado arregladas para ser las cuatro de la tarde, pero aquel pensamiento me duró menos de cinco segundos. Yo era Yolanda. Tenía un cuerpo digno de mujer y si quería demostrarlo no tenía nada de malo. Además, según me había dicho Laura, estábamos en una ciudad muy liberal y nunca nadie la había dicho nada por exhibirse de aquella forma. Con cada minuto que pasaba me ponía más nerviosa. Miraba cada cinco minutos el móvil por si Dani me llamaba para ir a hacerme las primeras fotos y me tocaba continuamente el pelo. Me subí el top rojo un poco al pasar una pareja con un hijo y el hombre quedarse mirando mis dos pechos, que aunque falsos todavía, eran muy sugerentes. No entendía como muchas mujeres no disfrutaban de esas miradas lascivas que los hombres ponían al ver un buen cuerpo femenino. Hacía tiempo que me apasionaba sentirme observada de aquella forma, así que cuando me miraban de aquella forma juntaba mis labios y alargaba el cuello pavoneando mi cadera para que aquella mirada se convirtiera en puro sexo.

Tras cruzar la esquina después de esperar que el semáforo se pusiera en verde entramos en una cafetería normal y corriente, con una amplia cristalera desde donde se veía el paseo marítimo. Una chica rubia de unos 26 años estaba sentada en una mesa leyendo un libro. Levantó la vista al abrir Laura la puerta. Era guapa, aunque para mi gusto de una belleza quizás un poco salvaje, porque tenía los rasgos muy marcados. Su rubio era casi platino, muy parecido al mío, y no se por qué pero estaba segura que su nariz no era suya. Sus ojos pequeños eran marrones oscuros y su cuerpo era muy delgado. Laura la gritó con una voz chillona desde la primera mesa, nada mas entrar.

– ¡Mira que eres zorra, tía…!

El camarero subió las cejas y se quedo mirándome cuando entré despacio tras Laura.

– ¿La nueva?

Preguntó a Laura que iba andando a por la chica sentada..

La chica que estaba leyendo se levantó y dio dos besos en la mejilla a Laura con la planta de las manos hacía arriba a la altura de la cabeza. Después miró al camarero.

– Si… eso parece… ¿verdad?

Yo di un paso adelante.

– Soy Yolanda…

Dije. La chica me dio otros dos besos en la mejilla. Odiaba el gesto aquel de subir los brazos cuando se daban besos. Aquella chica tenía algo raro que no me cuadraba.

– Pues yo soy Gema…

miró a Laura.

– ¿Ya conoce la casa?

Sin esperar a que Laura respondiera por mi, abrí la boca.

– Si… esta mañana… Dani me recogió en la estación.

– Coño con la nueva… El propio Dani la enseña la casa. ¿Vas a ser su favorita?

Laura se sentó cogiéndola del brazo.

– Gema, tía, ¿que tal Brando?… o como se llame ese cabronazo.

Gema desvió la vista de mis ojos. ¿Que había sido aquello? ¿Su favorita?. Definitivamente Gema no me iba a gustar. Me senté con ellas y pedí un whisky con cocacola.

– ¿No es pronto para

tomarse una copa?

Me preguntó Laura.

– Ehhh… no, es la costumbre… no te vayas a creer que yo

– Ya, vale, haz lo que quieras. Pero cuidado con cagarla en las fotos, ¿vale?. Igual que vienes te puedes ir. No serías la primera.

Me dijo Gema dejando el libro en otra silla. Después miró a Laura.

– Pues el muy jilipollas me preguntó que si estaba tirándome a otro.

Según terminaba la frase una sonrisa burlona se le formaba en la cara morena, pero demasiado calculada para ser real. Era la primera vez que veía una cara así de operada, como las que salían el televisión, completamente estiradas y sin expresión. Nunca me operaría así, me dije, era muy raro mirarla. Laura soltó una carcajada. Gema me ofreció un cigarrillo que acepte cuando el camarero me traía la copa.

– Hija, nunca te eches novio en este trabajo…

Me dijo Gema soltando el humo. Después me cogió la mano.

– ¿Has visto el jacuzzi del baño?

¿Me había guiñado un ojo o me lo había imaginado? Me puse nerviosa sin saber que decir. Laura cogió mi mechero y se encendió un cigarro.

– Si… y lo conoce muy bien, ¿verdad?

Me preguntó. Yo me puse roja como un tomate y ellas se rieron. Parecía que hubiera llegado dos meses tarde a mi primer día de clase… esa sensación de que todos se conocen y hablan de cosas que no entendía. Sonreí como si realmente me hiciera gracia todo aquello y bebí un trago largo de la copa.

– Bueno, ¿te han hecho fotos antes?

Me pregunto Gema con un móvil azul en la mano, sin mirarme.

– No… nunca…

Dije indecisa. Tanto Laura como Gema o Cristina eran tan autosuficientes que me daban envidia. Seguro que sus fotos eran espectaculares, como las que solía ver en Internet.

– ¿Es difícil?

Laura soltó una carcajada tirando la ceniza al suelo. Volvió a lanzar su pelo negro y liso hacia atrás, en lo que ya parecía un tic pijo y no algo casual. Antes de abrir la boca para explicarme cualquier cosa de las fotos, mi móvil comenzó a sonar por toda la cafetería. Corriendo abrí mi bolso y al oír la voz de Dani noté que mi polla se ponía dura. Intenté concentrarme para que no fuera demasiado evidente que bajo esa faldita tan ajustada había un pedazo de carne alargado.

– Si…

Contesté en un hilillo de voz agudo y sin fuerza. Él me dijo que se había adelantado la sesión y que quería verme dentro de veinte minutos en el estudio. Los nervios comenzaron en el estomago, como si tuviera gases, y después me fueron subiendo hasta mis manos. Temblaba. ¿¿¿Y si no servía para eso???

Dejé el móvil en la mesa como hipnotizada. Miré a Gema y a Laura que hablaban en voz baja sobre algo que no conseguía oír y me levanté dejando cuatro euros encima de la mesa para que pagaran la copa.

– Me… me tengo que ir… Dani…

– ¿Vas ahora para el estudio?

Me preguntó Laura subiendo sus cejas suaves y negras. La escuchaba desde muy lejos, como si estuviera en un túnel muy profundo. La vi levantarse cuando yo asentía lentamente. Laura miró a Gema que torció los labios y después me cogió del brazo.

– Ven, anda… vamos a quitarte esos nervios que tienes.

Me llevo a rastras hasta el portal de nuestra casa. Me metió en el ascensor y al abrir la puerta de casa, dejó mi bolso encima de la mesa de la cocina. Me besó en la mejilla.

– Estas súper nerviosa… tía, pero eso es normal ¿sabes?… todas pasamos por eso… pero ya veras como todo va a salir fenomenal.

Mientras decía eso vi como pasaba sus uñas largas por mi cintura y daba un paso pegándose a mí. Se acercó tanto a mi oído que podía sentir el calor de su aliento poniéndome la carne de gallina. La punta de sus pechos chocaban contra mi top, y la piel de mis hombros sentían las cosquillas que su pelo negro y liso producía al pasar suavemente por encima de ellos.

– Te voy a enseñar nuestro secreto para salir mas tranquilas… desnúdate y espérame aquí…

Me dijo en voz baja, casi en un susurro. Vi como se alejaba por el pasillo y luego se perdía tras nuestra puerta. Me bajé la falda lentamente dejando que ésta cayera sobre mis tobillos. Me quite el top con cuidado de

no romper los rellenos y después las plataformas que llevaba. Lo deje todo desperdigado por el suelo, sin importarme que se arrugara. Me quedé solo con las braguitas blancas elásticas y mi cuerpo depilado, temblando de nervios, o de frió, o de ambas cosas, apoyada en la pared.

Laura salió del cuarto. Estaba desnuda también. Volví a sentir envidia de su cuerpo, de sus pechos tan perfectos, de su forma de moverse, de su pelo tan liso… Era como si hubiera salido de una revista y fuera directa a por mi. Sus brazos se posaron en mis hombros y comenzaron a tocarme suavemente, poco a poco. Mi carne se puso mas caliente, y tuve que cerrar los ojos. Sus dedos fueron bajando milímetro a milímetro por mi cuerpo hasta que llegaron a mi entrepierna. Me quitaron las braguitas y éstas cayeron entre mis piernas hasta el suelo. Levante los pies para que salieran y con un golpe leve las aparté del suelo. Su olor a champú lo llenaba todo. Respiré hondo aquel olor a limpio y entonces sus labios comenzaron a besarme los pechos. Su lengua pasó por encima de mis pezones y me mordí los labios para no soltar un gemido. Su mano había llegado hasta mi polla, y me paso sus dedos por encima. La notaba caliente y empinada. Entonces Laura se agachó y pude sentir que su lengua caliente y sus labios carnosos me atrapaban la polla. Abrí los ojos y miré para abajo. Ella me miraba con mi la polla dentro de su boca, y comenzaba a cabecear. Su mano llegó hasta mi culo, y allí su dedo comenzó a jugar con mi agujero. Primero rozándolo poco a poco, dando pequeñas vueltas sobre el. Después fue introduciéndose poco a poco hasta lo mas profundo.

Gemí de placer y un escalofrió me hizo ponerme de puntillas. Laura se levantó y me dijo que me pusiera de espaldas. Yo apoyé mis manos abiertas en la pared, y le mostré mi culo en pompa. Sentí su polla entrar como antes había hecho con el dedo, y de nuevo me mordí los labios. Su pequeño escroto me golpeaba las nalgas cada vez que ella hacía fuerza para que entrara hasta el fondo. Era una delicia. Cerré mis manos en un puño cuando ella metió su mano entre mi cuerpo y la pared y me hizo una paja muy rápida. Entre su polla caliente dentro de mi y su mano jugando con mi polla, tuve un orgasmo muy largo, y casi me caigo al no poder aguantar el temblor de placer que recorrió mi cuerpo.

Me senté encima de la ropa y apoyé la espalda en la pared. Laura me miraba desde arriba.

– Que… ¿como estas?… ¿mas relajada?

Yo no podía hablar. Estaba como en una nube de relax. Me notaba hinchada, roja y de mi culo salía un hilillo blanco espeso. Afirmé varias veces.

– Pues ahora, una duchita fría rápida y una sesión de fotos deliciosas. ¿No te apetece?

Me dijo cogiéndome del brazo ayudándome a levantar. Mientras subía, cogí las braguitas del suelo. Sin decir nada caminé hasta el baño y me metí en la ducha. Por el cristal laminado del baño vi el contorno de Laura meterse en otra ducha. Oí como abría el grifo y el agua comenzaba a caer. Hice lo mismo, pero cuidando que mi pelo no se mojara. Me limpié a conciencia y después me quede un rato mirando como el agua se escapaba por el desagüe dando círculos, como si me estuviera hipnotizando.

Cogí una toalla y me sequé delante del espejo. Tenía mejor cara. Me sentía mas relajada y con ganas de probarme a mi misma delante de Dani. Me maquille como nunca y fui a mi cuarto. Escuché la televisión y risas de Laura hablando con Gema al final del pasillo. Deje la toalla en la cama y me pregunté que me tenía que poner. Elegí un pantalón blanco y una camiseta de tirantes negra ajustada. Me puse las sandalias de tacón de corcho y cogí el bolso. Era hora de irme.

Al llegar al salón Laura me sonrió y Gema cambió de canal sin ni siquiera mirarme. Me quedé plantada esperando que me dijeran algo.

– ¿Estas preparada?. Me preguntó Laura fumándose un cigarrillo con los pies encima de la mesa.

– Si… creo…

Dije.

– Bueno, pues mira, cuando bajes, cruza la calle y vete al portal de enfrente, el numero 13. Pone Dani en el portero automático… es el cuarto. Venga.. vete, no llegues tarde.

Me dijo haciendo un gesto con la mano como para que me fuera corriendo. Gema me miró de refilón, pero no me dijo nada. Antes de cerrar la puerta escuché a Laura gritar.

– ¡

¡Muchas suerte, tía!!

El estudio era grande, sin paredes. Había muchos focos, grandes y pequeños colgados del techo y encima de barras metálicas. También había plásticos de colores transparentes tirados por el suelo, y muchos cables llegaban a un aparato grande marrón que tenía ruedas. Al fondo, una pantalla blanca muy grande cubría la pared, y una especie de escenario bajo blanco con unas moquetas de colores estaba construido enfrente de la pantalla. A su alrededor había más focos y algunas sillas de pinza. Un ropero largo se encontraba a la izquierda, y a la derecha un cuarto abierto a oscuras.

– ¿Hola?

Pregunté sin decidirme a dar un paso más.

Dani salió del cuarto oscuro con una caja en la mano. Me miró de arriba a abajo y me sonrió.

– Espera mientras lo preparo todo, ¿vale cariño?

Me dijo tocándome el brazo. Estaba serio, y pensé que así debían ser los profesionales. Llevaba una especie de calculadora con un medio huevo blanco pegado a ella del cuello. Me quede quieta. No sabía que hacer, y eso me ponía nerviosa. El dejó la caja junto a uno de los focos y sacó una bombilla muy grande. La cambio cogiéndola con un paño y dejó la otra bombilla en la caja. Se dio la vuelta.

– Mira, en el ropero de allí encontrarás un vestido rojo de látex. Vete poniéndotelo, ¿vale?… en seguida vendrá Manuel para maquillarte.

Dani se dio la vuelta y volvió a meterse en el cuarto oscuro, cerrando la puerta. No se oía nada del exterior, y al ser todas las paredes blancas aquel lugar transmitía la sensación de estar en un hospital extraño. Fui hasta el ropero, quité un plástico transparente que envolvía todo y busqué el vestido rojo. Estaba entre una falda verde y un vestido blanco. Lo saqué de la percha. El vestido era rojo chillón, y era elástico. Así que aquello era látex. Nunca había visto un vestido como aquel. Era bastante provocativo, y de una pieza. ¿Me cabría?. Me quité el pantalón y me quedé en bragas de nuevo. Lo dejé encima de una silla de pinzas negra. Cogí con mis manos el vestido y me lo puse por encima, solo para probar si era mi talla. Aquello era bastante pequeño, y dudaba que me entrara…

Alguien entro por la puerta principal. Era un chico joven, de veintipocos años. Llevaba el pelo moreno corto y tenía una forma de andar bastante femenina. Tenía unos ojos verdes preciosos. Me sonrió.

– ¿Yolanda?

Preguntó dejando un maletín metálico en el suelo. Parecía que estaba muy acostumbrado a pasearse por aquel lugar.

– Si…

Dije yo tocándome el pelo para hacer algo que calmara los nervios.

– Bien… es verdad, me dijo que todavía no estas operada. Bueno, bueno, bueno. Ese vestido te va entrar como un guante.

Se acercó a mi mientras decía aquello y me dio dos besos en la mejilla.

– Soy Manuel, el maquillador… ¿ya has estado con las chicas?

Yo asentí.

– Son maravillosas… un poco chismosas pero son lo mejor. Aunque cuidado con Gema…

Me dijo dándose la vuelta para coger la maleta metálica. La puso encima de una silla y me llevó de la mano hasta un tocador que no había visto a la derecha. Encendió las bombillas que rodeaban el espejo.

– Mira, ponte el vestido y te sientas aquí un rato. Vamos a ponerte guapa.

Yo me quité el top sin vergüenza alguna, y dejé el sujetador con relleno en una percha. Comencé a ponerme el vestido haciendo fuerza porque el material del vestido se me pegaba a la piel y no me dejaba subírmelo por las piernas.

– Perdona, perdona, chica…

Me dijo Manuel desde el tocador señalando mis piernas.

– Sin bragas… que luego se nota todo…

Yo me puse un poco roja de vergüenza. Tenía que aprender muchísimo de todo aquello, pero estaba decidida. Me quité las bragas y dejé mi polla colgando. Después, y con cuidado de no dar de si el vestido, metí las dos piernas y me lo subí hasta el pecho. Metí un brazo, después el otro e intenté cerrarme una cremallera muy larga que subía por mi espalda hasta mi cuello. Era imposible. Antes de romperme el brazo, noté una mano que me ayudaba. Era Dani.

– Espera… todavía no… todavía no tienes los pechos que necesitas…

Me dijo sonriéndome.

Me dió mi sujetador con relleno y me lo puse roja de vergüenza otra vez. Después volvimos a repetir la operación de la cremallera hasta que por fin subió hasta arriba. Notaba mi cuello rodeado del vestido y en mi cuerpo no había ni una arruga. Me sentía extraña sabiendo que todo mi cuerpo estaba de rojo. Extraña y sensual, porque aquel vestido era muy excitante. Volví a pensar en mi hermana y Sonia, y en lo que pensarían viéndome así.

– Ahora siéntate ahí con Manuel.

Cuando andaba, el vestido emitía un sonido como de plástico. Me senté en la silla escuchando como se estiraba la parte de mi culo. En el espejo mi cuerpo era delgado, y los rellenos de los pechos daban el pego a la perfección. ¿Como había llegado a eso en tan poco tiempo?… y era poco tiempo porque a veces recordaba aquel día que mi hermana me hizo bajar a comprar tabaco vestida de Yolanda por primera vez… y ahora, al mirarme, envuelta en un vestido de látex preparándome para unas fotos que sabía dios donde saldrían, me parecía todo normal. Estaba sintiéndome mas segura que nunca pese a los nervios, pero yo ya era Yolanda, y siempre lo sería.

Manuel terminó de maquillarme, aunque yo me veía un tanto pálida. El se debió dar cuenta de mi gesto, porque me miró a la cara.

– Es para los reflejos de los focos, chica. No te preocupes que estas bellísima.

¿Bellísima?. Me encantó escuchar aquello. Me levanté descalza moviendo mi pelo que ahora estaba mas ahuecado, como mas grande. Moví mi cadera de forma mucho mas sensual que de costumbre… aquel vestido me hacía sentirme como una gatita en celo, y de nuevo me puse caliente. Era una chica de revista, una pija preciosa y lo mejor es que en breve mis pechos serían como los de Laura. Me encendí un cigarrillo y me senté en la silla. Solo mirar para abajo y ver mis piernas entalladas en ese rojo pasión me hacían perder la cabeza. Respiré el humo agrio y lo expulse hacía arriba. Dani había salido del cuarto y sin decirme nada estaba colocando unos focos directamente encima del escenario. Las luces se cruzaban en tres rayos oblicuos, que parecían una corona real.

– Yolanda… sube aquí, por favor. Y cálzate.

Dani me señaló unas sandalias transparentes con muchísimo tacón. Me las puse y de repente mi cuerpo pareció que basculara de un lado a otro. Eran súper altas, y mi culo se puso completamente en pompa. Subí al escenario guardando el equilibrio como pude. Dani me enfocó a la cara. Después subió a mi lado y me puso en la frente aquel aparato blanco con forma de medio huevo. Miró un número y volvió detrás de los focos.

– A ver, ahora apoya tus manos en las piernas y avanza solo la cara. Muéstrame esos labios tan bonitos que tienes.

Yo estaba sudando de los nervios, del foco aquel tan fuerte, y de no tener ni puta idea de como poner los labios. Puse cara como de puta, porque así era como veía yo a aquellas modelos que veía en Internet, juntándolos mucho y hacia afuera. Escuche el click de una cámara de fotos. Los focos me deslumbraban, y después de unos cuantos clicks más escuche la voz de alguien más dentro del estudio.

El foco grande se apagó, y pude ver con un poco mas de claridad. Era un hombre de traje oscuro, de unos cuarenta años, exageradamente atractivo. De cara alargada, ojos claros y mandíbula cuadrada. Subí una ceja y me puse nerviosa. Me estaba devorando con la mirada.

– Ya puedes bajar, Yolanda… por hoy hemos terminado.

Me dijo Dani. Yo bajé sudando y me encendí un cigarrillo en cuanto cogí el bolso. Dejé caer el peso de mi cadera a la derecha, pavoneándome delante de aquel hombre. Estaba caliente por los focos, por sentirme una verdadera mujer de revista. El se acercó. Me miró el culo.

– Bien, bien… tú eres la nueva.

Yo expulsé el humo con chulería, hacía arriba. Sentía que debía comportarme como una famosa. Le miré mientras me tocaba una de mis uñas rojas. Con seguridad. Que no creyera que era una tía estúpida, y además estaba harta de escuchar eso de “tía nueva”. Aunque fuera verdad me sentía como un tiro escucharlo.

– Si.

Le dije.

El miró a Dani y después a mi de nuevo. Se acerc&

oacute;. Dani se alejó con la cámara entre las manos mirando un visor grande. Allí seguro que estaba yo.

– Bueno, Dani no te ha comentado nada de este negocio, así que si quieres te sientas un momento y firmas el contrato.

¿Contrato?… Así que había pasado la prueba. Tuve un momento de alegría que no pude contener y esbocé una sonrisa en la cara. El se dio cuenta.

– Si, el contrato. Mira, la cosa funciona así:

Y subió un papel que no entendía delante de mi cara. La verdad es que desde que era Yolanda se me había olvidado casi hasta leer. Pero me daba igual.

– Si…

Dije como si realmente entendiera aquellos gráficos.

– El 70 por ciento va para nosotros. El otro 30 para ti. Y no es poco. Si eres como Dani dice que puedes ser podemos hacer dinero los dos. En ese 70 está incluido los gastos de la casa… menos el teléfono.. y bueno, la ropa de las fotos. ¿Te parece bien?

En mi casa siempre se decía que había que leer muy bien las cosas antes de firmarlas, pero yo estaba tan excitada que cogí su pluma y escribí mi nombre, Yolanda, debajo de la fecha. ¿30 por ciento? Seguro que era mucho dinero, aunque que ellos se quedaran un 70 por ciento que me parecía demasiado. Sobre todo porque no sabía cuantas fotos me iban a hacer, ni en donde saldrían ni… El hombre se puso de pie.

– Muy bien. Solo queda una cosa…

Miró a Manuel que estaba cerrando la maleta metálica llena de peines, cepillos y cremas.

– ¿Cuanto crees que costarán unos pechos para ella?

Manuel subió los hombros.

– Pues me imagino que lo mismo que antes. ¿Quieres que hable ya con Pedro?

¿Pedro?, ¿Pechos?… mi corazón bombeaba sangre a mas velocidad de lo que yo era capaz de asimilar. Parecía que mi cabeza pesaba cada vez mas y casi podía notar la vena del centro de mi frente dilatarse con el ritmo. Eran mis nuevos pechos… estaban hablando de mis pechos.

– Mira, Yolanda,

Comenzó a decirme aquel hombre…

– Estamos de acuerdo que necesitas un poco de delantera, ¿verdad?

Yo asentí expulsando el humo del cigarrillo. Aquel traje de látex me estaba matando de calor.

– Bien. Pues te digo lo mismo que a las otras chicas. Puedes pagártelas tú por tu cuenta o dejar que lo hagamos nosotros. Te lo descontaremos poco a poco de tu treinta por ciento. La operación es cara, y el tipo de pecho que quieras te lo dejamos a ti, por supuesto. Así que como quieras…

Yo asentía. Aquello si que era un sueño. Y encima ellos se encargarían de todo.

– Quiero unas como las de Laura.

Dije muy rápido, sin pensar. El hombre sonrió.

– ¿Laura?… jajaj… es tu decisión. ¿Entonces?

– Si…

– ¿Si, que? ¿Lo hacemos nosotros?

Yo asentí. Dani salió con una fotografía en la mano. Era de una chica tremenda, rubia con el pelo largo y rizado y envuelta en un vestido rojo de látex. Mostraba los labios como una puta, apretados y hacia fuera. La verdad es que aquella mujer parecía una auténtica zorra. Se la entregó al hombre que sonrió afirmando levemente con la cabeza. Era yo.

– Bien, bien… Esto promete. Y ya que vas a pasar por el quirófano… ¿quieres hacerte algo mas?… Pedro tiene muy buenas manos para todo esto.

¿Algo mas?… De repente me vino a la cabeza la cara de Gema y me dio miedo. No quería parecer una muñeca inflable.

– Eh.. no… gracias…

El sonrió.

– Bueno, como quieras… pero es una pena porque unos labios mas gorditos ayudarían, pero es tu decisión. Mañana te diremos cuando tienes cita con Pedro.

Miró a Manuel que asintió varias veces mientras se ponía al hombro la maleta metálica.

El hombre se levantó y salió con Manuel por la puerta. Me quede sentada apagando el cigarrillo. Tenía que calmarme. Todo estaba pasando muy deprisa… pero yo solo podía pensar en la fotografía aquella que reposaba encima de la mesa del tocador y en mi cuerpo con pechos como los de Laura. Era increíblemente excitante. Recordé a mi hermana cuando una vez me preguntó que si no quería operarme, y mi contestación de nunca… que lo mío era solo fetichismo. Como cambiaban las cosas.

Dani cogió la fotografía y la metió en una carpeta transparente.

– Ya puedes quitarte el vest

ido, Yolanda…

Me dijo apagando un foco del techo. Después desapareció por la puerta oscura. Me desabroché la cremallera hasta donde pude, lo suficiente para poder sacar los brazos de aquel vestido rojizo y me los toqué. Estaban empapados de sudor. Cuando me cambié de ropa y ya llevaba el pantalón y mi top, me ajuste los rellenos fantaseando que eran ya mis nuevos pechos delante del tocador y me acerqué a la puerta donde estaba Dani.

Tenía un ordenador enfrente, y estaba retocando con el ratón mi fotografía.

– ¿Te gusta?

Me preguntó sin mirarme.

– No lo sé… no parezco yo.

El dobló el cuello y me miró.

– Pues esa es la Yolanda que yo vi cuando te conocí… y cuando aprendas a mover ese cuerpo delante de una cámara serás todavía mejor… por cierto, me encanta eso de los labios…

Yo me acerqué. Dani me parecía súper excitante. A lo mejor era un síndrome de Estocolmo raro… pero Dani tenía un algo especial cuando me mandaba con ese gesto tan serio. Me puse detrás de él y comencé a hacerle un masaje en la espalda.

– Estoy trabajando…

Me dijo apartando mis manos de su cuello. Pero yo quería mas. Le cogí de un hombro y conseguí que la silla diera la vuelta y me dejara a Dani enfrente mío. Antes de que el tuviera tiempo de abrir la boca yo estaba ya de rodillas. Le pasé mi mano por su cuerpo y abrí su bragueta. El estaba callado mirándome desde arriba. Abrí su calzoncillo y comencé a lamerle la polla de arriba abajo. Era lo menos que podía hacerle por todo lo que me estaba regalando. Su mano se posó en mi cabeza y me agarró los pelos con fuerza. Me asusté de la fuerza que tenía, pero aquello me hizo sentirme más excitada. ¿Qué me estaba pasando últimamente?… Me obligó a mirarle.

– Eres un poco puta, ¿no?

Yo desvié la mirada al monitor del ordenador y vi mi foto, mi cuerpo, mis labios… Bajé la cabeza y comencé a mamarle la polla haciendo que mi piercing de la lengua chocara con su fresón. La verdad es que era una auténtica puta. No sabía que me hacía seguir adelante, pero estaba segura que fuera lo que fuese, lo estaba disfrutando al máximo… como siempre me decía mi hermanita.

Chupé su polla como nunca, intentando que el ritmo fuera continuo. En mi cabeza volvía una y otra vez la fotografía… mi cuerpo ajustado dentro de un vestido rojo de látex, mis labios tan juntitos… mi mirada lasciva…. Mi mano le subió la camisa para que no se manchara cuando se corriera, aunque yo sabía que me tragaría hasta la ultima gota de lo que él sacara por aquel pedazo de carne caliente.

– Jo… joder…

Dijo Dani después de que mi lengua jugara con su glande, dando vueltas concéntricas.

– Si… si… si haces eso en las fotos…

Yo estaba concentrada y no escuchaba lo que me decía. Estaba concentrada en que su polla llegara lo mas al fondo de mi garganta. Súbitamente, como siempre pasa, sentí como su semen corría por mi garganta hasta mi estómago. Caliente y espeso. Dani se puso rígido en la silla. Yo seguía mamando para que nada escapara de allí. Al final me levante dejando el miembro flácido y reluciente. Me sequé la mano con la boca.

– ¿lo harías?

Me preguntó mientras se encendía un cigarrillo.

– ¿El qué?

Pregunté. No sabía a que se refería.

– Pues a hacer eso enfrente de la cámara…

Yo me quede parada. ¿Follar delante de una cámara?. Eso era porno. No… no sabía que decir.

– Se paga muchísimo mejor… mira a Laura…

Me dio una foto de Laura dejándose encular por un negro con un mandoble como un brazo de largo. Estaba echada hacia delante, mostrando su culo en pompa.

– No… no lose…

Dani soltó una risilla. ¿Laura había hecho aquello delante de la cámara?.

– Bueno, anda… vete a casa a ducharte. Mañana comenzaremos en serio… y piensa en lo que te acabo de decir, ¿vale?

Se dio la vuelta y cogió el ratón para hacer algo que no entendía en unos menús de la pantalla. Yo cogí el bolso y salí a la calle mareada. Una cosa era dejarme hacer fotos, hacer alguna que otra mamada a quien yo quisiera y otra muy distinta follar delante de gente… Es

o sí que porno… ¿Qué diría mi hermana de todo eso?… Tenía que hablar con ella y con Sonia… que me dijeran si no me estaba perdiendo… porque iba hacía abajo a mil por hora, y sin poder sujetarme. Pero estaban mis pechos nuevos… y el dinero… y esos vestidos. Me vi a mí misma empalada por aquel negro y un escalofrío me recorrió la espalda. Sonreí y salí a la calle. Mañana sería otro día.

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