Convenzo para que mi tímido amigo pierda su virginidad

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Esta historia que te quiero relatar sucedió cuando tenía 20 años y estudiaba en el quinto semestre de comunicación en la UVM. Yo tenía un amigo que se llamaba Enrique, y aunque se me hacía muy buen niño, siempre me sacaba de quicio la forma en que miraba a las mujeres con cierto morbo e inseguridad, y a la mujer que más veía con indecencia, ¡era a mí!

Hola, me llamo Pamela Valle (24), deja me describo físicamente: mido 1,65mts., soy algo esbelta, de piel clara, ojos color miel y pelo castaño lacio que me llega un poco arriba de la mitad de la espalda. Soy talla 4, o para ser más específicos. Mis pechos miden 87 cmts. y los acompañan unos pequeños pezones color capuchino, tengo una cintura de 66 cmts. que van siempre acompañados de un piercing en mi ombligo y mi cadera es de 92 cmts. que es adornada por un pequeño tatuaje a mi costado derecho de la huella de mi perrito… algunos me han dicho que hasta tengo un cierto parecido a Mila Kunis.

Por su parte, Enrique era mi amigo de hace unos semestres en clase de Administración y contabilidad en negocios de comunicación, o sea, muchas matemáticas (yo soy muy torpe para ello), pero él era muy bueno para la materia, por lo que me le pegué a él todo el semestre para poder pasar la materia. Físicamente, Enrique media no más de 1.80 de altura y como 115 kilos de peso, o sea, era algo llenito, por no decir obeso; su cara todavía parecía de niño, mirada algo ingenua y con unos cuantos barritos por una mala alimentación.

Me acuerdo que era un viernes en la escuela y yo salía de mi última clase del día (iba en el turno matutino), y me lo encontré en las mesas del patio mientras veía a las chicas pasar, su mirada iba directo a sus traseros, en fin, tenía que acercarme a el para hablar del proyecto del próximo parcial que haríamos por parejas, y siendo honesta, lo vi tan solito allí sentado como un cachorrito abandonado y me generó cierta ternura.

– Hola Enrique ¿cómo estas? (lo saludo de beso en la mejilla).

– Hola Pam, estoy saliendo de clases ¿y tú?

– Oye Enrique, quisiera checar contigo lo de la proyecto que tendríamos que exponer para la clase de administración.

– Sí Pame, si quieres lo checamos de una vez (toma su mochila).

– Cool, pero… me muero de hambre, hoy no me dio tiempo de desayunar y ya pasan de las 2 de la tarde, por qué no mejor vamos a comer y lo platicamos.

– Sí, cool.

Salimos de la universidad y me dijo que fuéramos en su coche, y yo gustosamente acepte ya que lo podría convencer de ir a un lugar por mi casa y evitar viajar apretada en el transporte público ese día. Él muy amablemente abría siempre la puerta del coche para que yo entrara o saliera del mismo, obvio, yo sabia que lo tomaba como oportunidad para verme de reojo el escote de mi blusa de tirantes, o el trasero de mis jeans ajustados… me desesperaba que lo hiciera tan obvio, pero también creo que me había acostumbrado, ya que era consiente de que lo hacia más por curiosidad que por morbo. En fin, comimos una hamburguesa y pedimos unas cervezas holandesas que tenían casi el triple de alcohol de una convencional, por lo que Enrique (que no sabía y se tomo 3 casi seguidas) ya estaría entrado en confianza para platicar temas más tabú.

– Oye Enrique, ya que estamos en confianza y nadie de la escuela está para escucharnos. En todo el tiempo que te conozco, nunca te he visto alguna novia o platicar con una chica, cualquiera diría que yo soy la única chica con la que tienes cierta amistad, ¿a caso eres gay, ligeramente sociópata o misógino de closet? (le pregunté en tono de broma mientras que con la cara le hacia una mueca).

– No, para nada Pame, es que simplemente no me gusta mucho hablar con la gente.

– No, ya en serio Enrique, tú no eres tímido, más bien eres selectivo, ya que te veo siempre hablar con los chicos del equipo de básquet, es que hay algo que me escondes (mientras jugaba a que le picaba con mis dedos su brazo más cercano a mí). ¡No, espera ya sé!, una ex novia te hizo daño en el pasado y por eso no quieres nada que ver con otra chica en adelante.

– Sí, algo así por el estilo Pam (me respondió algo temeroso a mi juego)

– No Enrique tú juegas conmigo y hay algo que no me quieres decir, anda dime, soy tu amiga, inclusive te puedo presentar a alguien… ¿qué tal a Inés?, ¿no te gusta ella?

– Sí, bueno no sé, tal vez (se sonrojó y agacho la mirada mientras cerro su mano algo tensa).

Fue en ese momento mientras lo veía todo incomodo que me di cuenta que mi posible teoría sobre por qué Enrique era muy tímido, pero muy vista floja era verídica, y me lancé a que lo confesara.

– No sé (mientras frotaba el mentón con mi mano), no es que seas un misógino, nunca me has tratado mal; no es que seas sociópata ya que siempre te veo convivir con mucha gente, y no es que seas gay, ya que siempre te veo desvistiendo a las chicas con la mirada como albañil. (mientras le sonreía con cierta maldad de juego).

– Pero Pam yo no… hago eso.

– No nos vayamos tan lejos pequeño, toda esta tarde me has visto las nalgas al abrirme la puerta del coche, me has visto el escote cuando crees que veo hacia otro lado u cuando bajas la mirada mientras platicamos para verme los labios y no digo que lo hagas con maldad, sino más bien te genera curiosidad… Enrique tú no eres un chico al que una mala mujer le destrozo la seguridad en querer conocer a otra, tú eres un chico que no ha tenido la oportunidad de tener a una mujer. ¡Enrique tú eres virgen! (le digo con cierto asombro).

Enrique no levantó la cabeza, sólo se quedó callado… -bien Pamela, te pasaste de la raya-. Me sentí mal de incomodarlo y hacerle sentir poca cosa. Me paré de mi banco y me acerque a él, yo creo que pensó que le iba a reclamar por que me viera de manera libidinosa porque levantó su mirada y me miro con unos ojos grandes y cristalinos casi a punto de llorar; no le dije nada y le abrece, le pedí perdón por incomodarlo de esa manera. Así nos quedamos por unos 5 minutos hasta que pagamos y él me llevo a mi casa… fue un viaje muy callado.

Las semanas pasaron y yo veía en clase a Enrique más callado de lo normal, algo más inseguro al hablar conmigo, o con cualquier mujer… yo creo que sentía que nosotras podíamos oler su virginidad como un perro oler la adrenalina de un sujeto con miedo y me empecé a preocupar por ser culpable de romper la seguridad de un ser humano, y por qué no, de ya no pasar la clase de administración que tomábamos juntos, yo no podría solita.

Dicho eso, espero sepan que ya me había mentalizado a ser yo quien le quitaría la virginidad a Enrique, y siendo honesta con ustedes y conmigo, en ese momento no era un sacrificio ya que llevaba más de un semestre sin novio y como dos meses sin sexo, el cuerpo también pide contacto humano ¿no creen?, además, me gusta mucho la idea de ser la primera de alguien.

Era viernes y me quise vestir muy bella para que él no pudiera bajar su mirada o hacer como que no existiera. Me pinte los labios de rojo, use un perfume Dior que me encanta, me puse una camisa negra traslucida que dejaba ver mi abdomen y mi bra del mismo color, unos jeans negros ajustados y unos tacones de tiras del mismo color que mostraban mis deditos… quien sabe, tal vez y tenia un fetiche por los pies como Quentin Tarantino, estaba segura que eso ayudaría a cumplir mi cometido. Ya no aguantaba las ganas de decirle a Enrique de mi propuesta (si se le puede decir así); pero el muy desgraciado no entró a clases ese día a pesar de ver su coche afuera del cole estacionado, así que al terminar la hora, salí a buscarlo y lo encontré en las canchas y me le acerqué a él como novia toxica.

– ¡Enrique, necesito hablar contigo!

Lo llevé hacia los sanitarios detrás de la escuela que normalmente están deshabitados, todo el camino (como dos canchas de distancia) me lo llevé de la mano sin escucharle razones hasta llegar a los baños de hombres y cerré la puerta con pasador.

– ¡Niño, esta nueva actitud tuya no me gusta y tiene que parar ya!

– Pero… (algo incomodo porque cerré la puerta del baño y estábamos solos los dos).

– ¡Pero nada, déjame terminar! El hecho de que no hayas tenido sexo con una mujer a estas alturas de tu vida no te hace diferente a los demás carajo (mientras camino de lado a lado del baño haciendo ruido con los tacones al caminar).

– Pero el baño… (sigue incomodo).

– ¡Me vale madres el baño! (perdón, estaba algo enojada), Enrique no puedes correr de tus problemas, el hecho de que no hayas tenido sexo no significa que no puedas encontrar a alguna chica que sí te quiera más adelante, no debes aislarte del mundo corriendo de los problemas, no debes dejar de intentar de abordar a una linda chica, de seguir hablando con tus amigos, de sorprenderme con lo bueno que eres para las matemáticas o peor aún… de hacerme sentir culpable por afectar tu confianza al decirte que eras virgen, perdón, no debí hacerlo… ¿me perdonas?

Enrique seguía callado, pero mostró algo de vida ya que al estar frente a él, noté que no paraba de verme el brasier, era como si quisiera que se trasluciera como mi blusa, al ver que subía la mirada no dude en atacar.

– ¿Me estas viendo los pechos?

– ¡No Pam, perdón yo no quería!

No le respondí, solamente me dirigí a la puerta y me cercioré que estuviera trabada la puerta, tal vez Enrique sintió que me había ofendido, pero se sorprendió al escuchar mis tacones caminar hacia él, a lo que me miró de frente y sus ojos se abrieron como nunca cuando vio que me quitaba la blusa y se la aventaba, él permaneció inmóvil como estatua. Me coloque de espaldas a él dejando mi culo poco más arriba de su pene, ya que traía tacones y soy de piernas largas, inmediatamente tome sus brazos y los lleve a mis pechos para que me los acariciara. Podía sentir el pene de Enrique crecer debajo de su pantalón y me éxito mucho, a lo que tome su mano izquierda para que desabrochara mi pantalón y así, él pudiera palpar por primera vez una vagina, mi vagina. Enrique estaba nervioso, pero al momento de acercar mi cara a su oreja y le empezara a gemir, juro que sentí su pene más tieso.

– Mmm… ah… ay… mmm… niño, ¿te gusta lo que tocas?

– Si (respondió sin saber cómo estaba pasando eso).

– Mmm… ay que rico… uhmmm… Enrique, mira el espejo ¿te gusta lo que ves?

– ¡Sí, mucho!

– Mmm… oye, ¿me dejarías ser tu primera vez?

– ¡Cómo, aquí en el baño! (Enrique saco su dedo de mi vagina).

– ¡Claro que no tonto! Está muy sucio aquí y estas sudado de jugar básquet. Te propongo esto: Tú me ayudas con la presentación de administración, yo te ayudo con lo otro. Todos ganamos, tú no estarás incomodo por no haber tenido sexo, y yo no me sentiré culpable de que vagues por la escuela como un ente desolado. ¿qué dices, tenemos un trato?

– Ehm, sí, me gustaría, ¿pero cómo sería eso, al terminar vendríamos aquí o cómo?

– No tonto, iríamos a un hotel… mira, tú ese día vienes muy guapo y yo muy guapa, presentamos el proyecto, pasamos, firmamos calificación y yo me encargo de lo demás ¿ok? (mientras hablo me subo el panti, me abrocho el pantalón y me pongo la blusa).

– Sí, ok.

– Por cierto (me acerco a él y le doy un largo beso), me encanta que me veas las nalgas (mientras le doy la espalda y camino a la puerta meneando las caderas).

Pasaron dos semanas y no está por mas decir que Enrique volvió a mostrarse muy feliz, inclusive creo que hasta se volvió más sociable que nunca. Era jueves en la tarde, le dije a Enrique que mañana era el gran día mientras le guiñaba el ojo, a lo que el se sonrojó. Le di un beso cerca de los labios y me alejé, no sin antes de dar unos pasos, voltear y ver que Enrique me veía las nalgas nuevamente, al darse cuenta solamente le mande un beso, me di la media vuelta y volví a caminar haciendo el vaivén de caderas más notorio.

Era hoy el día de… y, debo confesar que me sentía nerviosa. Me pare temprano para bañarme, usé el rastrillo para… bueno ustedes ya saben para qué, y también la rasuradora para que mi vello púbico estuviera parejo, nunca me ha gustado quitarlo por completo, siento que un poco de bello que acompañe la zona de mi vagina genera más misticismo que la mayoría de chicas que se suelen ver en el porno.

Me vi de frente al espejo mientras cepillaba mi cabello y me ponía perfume, estaba totalmente desnuda y con la piel de gallina esperando sorprender a alguien de buena manera en su primera vez. Opte por usar pantis negras con adornos dorados metálicos a los lados y un bra del mismo color para combinar; me puse un vestido Hugo Boss gris oxford de cuello mao y manga larga, pero entallado del torso para presumir mis curvas, y un dobladillo que me llegaba dos ó tres dedos arriba de la rodilla; mis zapatos fueron unos tacones Steve Madden de aguja negros de 12 centímetros. Me maquille ligeramente, pero me pinte bien los labios de rojo carmesí. Solamente quedaba pedir mi taxi de aplicación, pasar el curso y hacer a un chico perder su virginidad conmigo… que nervios.

En la escuela Enrique iba bien arreglado con un pantalón de lana azul marino, una camisa blanca de manga larga y un suéter en V azul más claro de rombos y un reloj metálico. No está de más decir que pasamos con buena nota la clase de administración, y que yo pase con nota alta el llamar la atención de todos al ir de camino al coche de Enrique para ir a celebrar.

Él me abrió la puerta del coche, pero antes de entrar le tome del rostro y le plante un beso, le dije: “Enrique vamos a la colonia Roma, allí hay un hotel que me gusta y creo que te gustará.” Él solamente gesticulo que sí con la cabeza mientras me regalaba una sonrisa un tanto nerviosa, pero feliz.

Llegamos al hotel, pedí la llave y tomamos el elevador, la habitación estaba en el 5to piso, y mientras íbamos en el elevador tuvimos una pequeña charla.

– Enrique, ¿estás nervioso?

– No, bueno, sí… un poco…

– Yo, también.

– Pero, cómo, digo si tú eres muy guapa, y luego de la vez del baño estoy seguro que el único inexperto aquí soy yo.

– Sí, pero esta es mi primera vez siendo la primera de alguien.

El elevador llego al quinto piso y yo salí primero y me dirigí a la puerta de la habitación, quería que Enrique viera mi trasero otra vez más, aprovechando que el vestido resaltaba mis curvas. Al entrar al cuarto le pedí a mi próximo amante que me dejara entrar al baño para refrescarme, no sin antes vincular las bocinas del cuarto con mi celular para amenizar el ambiente. Frente al espejo del baño, opte por sacarme el vestido y salir con bra, panties y tacones; me retoqué el labial, un poco más de perfume y puse un playlist de música lenta de R&B.

Salí del baño y Enrique no daba crédito de lo que veía, una chica en lencería negra se acercaba a él. Yo ya me sentía excitada, la música me hacia querer bailarle para mejorar su primera vez. Me acerque a él, le di un pico en los labios y le dije que le iba a hacer un pequeño striptease, se sentó en la orilla de la cama atento mientras yo me ponía a unos pasos a su frente dándole la espalda. Todos mis movimientos eran lentos, al ritmo de la música, meneaba las caderas de lado a lado, hacia el amague de bajarme las panties, no fue hasta el séptimo amague de que di la media vuelta y acerque mi busto a su cara, misma que frote con mi abdomen. Volví a darme la media vuelta, me senté ligeramente en su regazo mientras movía las caderas para hacer contacto con su miembro; al mismo tiempo me desabrochaba el bra por el frente, me levante y caminé al final del cuarto meneando la cadera, tire el bra al suelo y antes de dar la vuelta para quedar de frente a Enrique me vi al espejo (ya sé, la egolatría ante todo), me veía hermosa, mi cuerpo ya mostraba un ligero sudor que daba brillo a mi piel, por lo que quise hacer algo más, me agaché con las piernas estiradas, viendo a mi amante en turno, le sonreí y me volví a levantar, inmediatamente me bajo la panti y me vuelvo a agachar con las piernas juntas, dejando que él vea mi trasero, mi vagina y mi vello púbico en todo su esplendor. Me vuelvo a levantar y doy la media vuelta, camino como modelo en pasarela y me acerco a su oreja, le susurro que se quite la ropa y se recueste en la cama.

Bebí un poco de agua, tomé un par de toallitas húmedas de mi bolsa y me dirigí a la cama, me recosté a la altura de sus piernas y le bajé el bóxer, ya que era la última pieza que tenia puesta, supongo que por nerviosismo. Le empecé a limpiar el pene con las toallitas húmedas para quitar cualquier olor y para verme más profesional, avente las toallas sucias al suelo, me acerqué a su cara para besarlo y morderle la oreja mientras le decía cosas al oído.

– Enrique, ¿te gusta lo que está pasando?

– Sí, mucho Pam, gracias.

– ¡Ahmm! (hice una cara de reproche, que él mismo entendió su error).

– Perdón.

– No te preocupes, amor, te voy a hacer una… mamada (perdón, me dio pena decirlo, suelo solamente hacerlo, no decir instrucciones, no soy Dora la exploradora). Quiero que te relajes, que respires y me veas hacértelo, cuando te vayas a venir solamente palma mi mano o mi espalda, ¿ok?

– Ahm, sí, cool, gracias… ¡ay, perdón Pam, lo volví a decir!

No le preste atención y me puse entre sus piernas, me iba a quitar los tacones, pero me pidió que me los dejara puestos (siendo honestos, me agradó que tuviera el valor de pedírmelo), puse mi cabello a un lado y empecé a besar su pene, lo babeé y me lo metí a la boca, no pasaba de los 11 cmts. de largo, supongo por la obesidad de Enrique. Una vez que ya estaba bien ensalivado su pene, procuraba que sonara el mete-saca por la saliva; una vez con ritmo no dejaba de mirarlo a la cara, él estaba sorprendido, no daba crédito a verme haciéndole algo que hasta hace poco solamente veía en los sitios porno. No pasó ni un minuto cuando me toco la mano, al mismo tiempo que sentía su cuerpo estremecer… me sorprendió, pero a los pocos segundos tenia una considerable cantidad de semen en mi boca. Para ser honestos me sentí algo decepcionada, pero no era mi fantasía a cumplir, sino la de este chico que me había llenado la boca con medio envase de yakult caducado. Me trague su esperma y me le abrace para platicar un poco en lo que lo enlistaba para el segundo round.

– Pame, perdón por durar tan poco, de verdad que lo sien…

– No digas nada, está bien, dale tiempo, me gustó verte estremecer por lo que te hacia, te besaría, pero no creo que quieras luego de tragarme tu leche.

– Para nada, eres la mujer más bella del mundo.

Enrique me tomaba de la cadera y me besaba con más pasión que nunca, a lo que yo respondo de igual modo. Pasaron como 30 minutos, y mientras que entre besos nos comíamos, le comenté lo que le quería hacer ahora.

– Amor, ya te bailé, ya me he tragado tu esperma, pero ahora, quiero que termines en mí, ¿qué dices, ya estas listo para el segundo round conmigo?

– Si Pam, claro que sí, pero, no tengo condones.

– Tonto, en el servicio hay condones junto a las toallas (mientras me escondía en su pecho peludo para disimular la sonrisa).

– Perdón, no me di cuenta Pam.

– No importa, y no me importan los condones, hoy no los usaremos.

– Pero Pam, no quiero que tengamos… un embarazo, ¿o sí?

– No te preocupes de nada, yo no estoy en mis días fértiles y soy súper regular… y ni tú, ni yo tenemos alguna ninguna enfermedad allá abajo, así que no te preocupes (lo bese tiernamente en toda la cara y pegué mi pierna encima de la suya, mientras que mi vello púbico hacia un ligero contacto con su cadera), no te preocupes de nada.

Dicho eso me monte en Enrique, su pene ya estaba erecto, pero yo lo tenia presionado entre su barriga y el exterior de mi vulva, me coloque de tal manera que su palo hiciera contacto con mis labios vaginales. Me gustaba la vista de su cara perdida en mis pechos mientras yo me hacia de atrás hacia delante, bañando su pene con mis fluidos vaginales. Casi de inmediato tomé sus manos y las coloque en mis nalgas, él inmediatamente las apretó y las separó, uno de sus dedos tocaba a la puerta de mi ano (niño travieso muestras signos de vida, eso me gustó mucho). Yo no me quedé atrás y me incliné hacia él como un piloto de motos estrujando el tanque de gasolina con las piernas, pero a diferencia de ellos, yo abrazaba con mis piernas a un chico sorprendido y excitado, que presionaba su pene contra mi abdomen que ya mostraba liquido preseminal. Me acerqué con los ojos cerrados, puse mi frente sobre la suya, lo bese tiernamente y le dije:

– Estoy muy caliente, penétrame ya, termina dentro y no te preocupes de nada amor (me acosté boca-arriba a su lado, doble y abrí las piernas que todavía calzaban mis tacones que tanto le gustaron a Enrique). Hazme tuya corazón, te quiero dentro de mí ya por favor… mmm… anda ven… mmm…

Él se incorporó, se puso de rodillas frente a mí mientras jugaba con su aparato. Yo solo veía un teddy bear gigante con mala flexibilidad que trataba de abrir el compas de sus piernas para que su pene embonara con mi vagina… ¡moría de ternura! Me senté, le planté un beso y me quité los tacones (¡muy sexys y todo, pero ya me cansaban los malditos!), inmediatamente tomé una almohada algo grande y la puse debajo de mi cadera; también tomé las manos de Enrique y las llevé a palmar mis nalgas para darme más altura y placer. Empecé a gemir un poco mientras mi mano estrujaba una de mis tetas y me volvía a acostar para darle una vista majestuosa a mi amante en turno. Mis piernas lo rodearon para abrazarlo, y hacerle saber que volviera a intentar penetrarme. ¡Voila, Enrique ya no era virgen! No más, yo le veía bombearme. Su barriga presionaba mi vientre, lo que estrechaba mi cavidad vaginal y me daba más placer, le coloqué mi pierna derecha en su hombro para que me besara o lamiera el píe, y él entendió (cosa que me gustó), mientras que con mi mano derecha busqué la suya para llevarla al interior de mi muslo y lo acariciara, él entendió de nuevo (cosa que le recompensé con más gemidos, y siendo honestos, no eran para nada fingidos). Él me veía de cuerpo completo y me mostraba una gran sonrisa, misma que le respondí con morderme los labios, estrujar mis tetas, arquear la espalda y soltar más gemidos:

– Mmm… aaah… grch… sí… grshhh… sí… dame más… cógeme así… dame más… sí… siií… aaaaah… (pasaron unos minutos y…).

– ¡Pamela, me voy a venir!

– Mmm… pues vente… vente dentro de mi vagina… mmm… vamos… dámelo todo amor… sí… vente dentro de mí…

– ¡Mmm sí, ya voooy!

Enrique se había venido dentro de mí, y le quise dar una panorámica de lo que había sucedido. Cuando se echo para atrás, yo hice una variante de la postura uttanasana de yoga, que fue básicamente abrazar mis piernas estiradas, pegadas al al torso y dejarle a la vista mi vagina llena de su semen, mientras que al tiempo le sonreía y decía:

– Me ha gustado tener tu semen dentro de mí, y me agrada ser tu primera vez.

– A mí también me ha gustado que seas tú mi primera vez Pamela, eres muy hermosa, me gustas mucho, te amo.

– Jajaja sí, qué lindo Enrique, voy al baño ¿ok? (me paré a arreglarme al baño, un tanto preocupada ya que quería ser quien le quitara la virginidad, no que fuera mi novio, pero, se lo atribuí al momento emocional que cruzaba).

– Sí… oye… ehm, estas bellísima, me encantas.

– Jajaja… ahorita regreso (le di un pequeño beso en la boca y me dirigí al baño).

Para cuando regresé del baño, me recosté a su lado y nos abrazamos un rato más hasta que tuvimos que tomar una ducha y entregar la habitación. Salimos bromeando, y jugueteando mientras nos dirigíamos al coche para que Enrique me llevara a mi casa.

Creo que no esta de más decir que nunca fuimos novios, y que nunca volví a tener relaciones sexuales con Enrique, pero sé que él siempre va a tener en su mente el que yo le hubiese quitado la virginidad, y al recordarlo se volverá a excitar. Eso para mí es como una medalla de honor, y una historia que quería compartir con ustedes.