Cuando cumplí 19 años fue cuando descubrí lo que quería el sexo desde entonces no puedo dejar de probar cosas nuevas
Normalmente las chicas tienen su primera vez con su novio, y digo normalmente porque ya nada es como antes y ahorita hasta lo hacen con un familiar, amigo o un desconocido que encontraron en algún bar, club, baile o fiesta. En fin.
Cuando tenía 16 años la mayoría de mis amigas ya habían tenido sexo, hablaban de sus experiencias y de lo rico que habían sentido al hacerlo. Y a causa de ello yo también quería hacerlo. El problema era que yo aun tenía la idea de que tenía que ser con alguien a quien yo amara profundamente, y ese no era el caso; desde luego también estaba el hecho de que no me gusta que me presionen y eso era precisamente lo que hacían mis novios así que yo aplazada más el sexo.
Así siguió hasta que cumplí 19 y seguía sin saber lo que era tener sexo. Mi mayor cercanía al sexo con otra persona fue por teléfono. Tuve un novio por Internet, me llamaba por teléfono, me decía cosas que me calentaban me masturbaba y, joder, era riquísimo; pero yo deseaba que alguien me metiera el pene —sí, las cosas como son—, mis dedos no eran suficientes.
Aquí es donde entra el chico protagonista de este relato: mi mejor amigo. Me llevaba súper bien con él, aunque nunca me había interesado en él de forma amorosa. Nos teníamos mucha confianza pero nunca hablamos algún tema sexual, todo muy equis. Tiempo después llegó un chico nuevo a la colonia, era alto, moreno y le encantaba ir al gym. Me gustaba, y obvio él se dio cuenta.
En aquel tiempo el Facebook y WhatsApp no eran tan populares así que nos comunicabamos por messenger. Después de unas cuantas conversaciones se animó a preguntarme si yo era virgen. Y obvio le dije que no. No quería parecer una niña tonta. Sin pensárselo mucho me propuso tener sexo. Acepté.
Un día se apareció en mi casa, en la noche. Salí y platicamos un rato, hasta que de repente se acercó tanto a mí que me puso muy nerviosa.
—Me encantan tus labios —dijo fijando su mirada en mi boca.
—Gracias, supongo. —Era una inexperta así que sí mi respuesta fue bastante estúpida.
—Voy a besarte.
Y lo hizo.
Fue asqueroso.
El chico me llenó todo alrededor de la boca de saliva —ewww—, nunca me habian besado así y ahí decidí que NO lo haría con él, sin embargo, le permití continuar cuando sentí sus manos en mis pechos —los cuales son muy grandes—, los toco y masajeo por encima de mi ropa. Aquello hizo que me mojara de inmediato.
Dejó de besarme —gracias a dios— y bajó mi blusa que era un poco escotada, y también mi brasier para sacar mis pechos.
—Son hermosos.
No dije nada. Se inclinó y los chupó. Yo cerré los ojos y suspiré profundamente. Sentí su lengua recorrer mis pechos y luego alrededor de mis pezones, después los chupó y mordió. Se sentía tan rico… Mientras los chupaba bajó sus manos hasta mi culo y lo apretó. Hice hasta lo imposible por no gemir, tenía miedo que alguien nos viera o escuchara. No sé cuanto tiempo estuvimos así. Después, sacó su pene. Era grande. Y ahí tuve otra razón para no hacerlo con él. No quería que me lastimara, de por sí tenía miedo de que me doliera y todavía pensar en esa enorme verga en mi vagina virginal…
No.
Lo toqué, estaba caliente y un poco húmedo, empecé a mover mi mano de arriba a abajo, primero despacio y luego cada vez más rápido. Él jadeaba. Entonces puso su mano en mi cabeza.
—Chupalo —ordenó.
Me negué. Era algo nuevo para mí y no sabía que era lo que debía hacer.
—Hazlo, para ponerlo entre tus tetas.
No dije nada y aumente el ritmo de mi mano. Ya no dijo nada y en cuestión de segundos se corrió en mi mano.
Esperé hasta que se tranquilizó, me despedí de él y entré a mi casa.
Prácticamente corrí al baño y me lavé las manos. No pude dejar de pensar en lo que había pasado, pero no quería acostarme con ese chico, por alguna razón empecé a tenerle miedo.
Poco después se lo platiqué a mi amigo, se sorprendió mucho, no podía creer que aquel tipo me hubiera propuesto cosas indecorosas. Aunque me miraba un poco raro.
En una ocasión lo acompañé detrás de unos edificios, ya era de noche y el necesitaba buscar una cosa que se le había perdido por ahí.
Mientras buscabamos me preguntó por aquel chico, pero le dije que no había vuelto a verlo.
—¿Te gustó? Lo que hicieron.
Me quede callada, no sabía qué decirle. Nunca hablábamos de cosas así. Simplemente me encojí de hombros. Continuamos en la búsqueda hasta que él me tomó del brazo y me jaló hacia él.
—¿Lo harías conmigo?
Abrí los ojos como platos. ¡Mi mejor amigo quería acostarse conmigo! No supe que decirle simplemente lo miré.
Entonces me besó.
Besaba mejor que el otro. Me dejé llevar. Me pegó contra la pared de uno de los edificios. Mientras me besaba me rodeo con sus brazos y acarició mi espalda, las deslizó poco a poco hasta mi culo, lo masajeó y apretó.
Podía sentir lo húmeda que estaba. Ansiaba que me tocara justo ahí. Lo deseaba. Lo necesitaba. Sus manos subieron hasta mis pechos.
Yo no quería esperar más. Desabroché mi pantalón y lo bajé un poco. Tomé su mano y la puse ahí, en mi monte de venus. Él acarició por encima de la tela de mis bragas, y después las bajó. Esperé ansiosa porque me acariciara, pero no lo hice. Se sacó el pene —que no era muy grande — y empezó a frotarlo contra mi vagina. Jadee. Se sentía riquísimo.
—Quiero hacértelo.
—¿Traes condones? —pregunté.
—No.
—Entonces no.
—Podemos hacerlo por otro lado.
En cuanto dijo eso, supe a lo que se refería y obvio me negué. Si no lo había hecho por la vagina menos por el culo.
—Por favor, en cuanto sientas dolor paramos.
—No, mejor cuando tengas condones lo hacemos.
No tuvo de otra que aceptar.
Pero continuó con lo suyo. Su pene rozaba contra mi clítoris. Yo gemía y jadeaba despacio.
Abrí mi suéter y subí mi blusa junto con mi brasier.
—Chupamelos.
Y ni tardo ni perezoso lo hizo. Lamía, chupaba y mordía suavemente mis pezones. Aquello, junto con los roces hizo me me corriera muy pronto. Mis piernas me temblaban y tuve que sostenerme de él. Esperamos un rato hasta que me calmé un poco. Y entonces le devolví el favor. Lo masturbe hasta que se corrió. Yo tenía que buscar donde lavarme las manos ya que tenía semen y mis fluidos, ya que su pene estaba bañado de mi humedad.
Nos acomodamos la ropa y buscamos donde pudiera yo lavarme las manos.
Me pasó lo mismo que antes, no podía dejar de pensar en ello. Y quería repetirlo.
Y no pasó mucho para que lo hiciéramos pero está vez sí cogeriamos.