Cuando terminamos siendo más que hermanos. Cuando nos convertimos en amantes

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Mateo está tirado sobre el sofá del salón de su casa. Con el mando de la Xbox en las manos, mira la pantalla del televisor como si se le fuese la vida en ello cuando de repente suena el teléfono fijo.

De su boca salen todo tipo de maldiciones. Llevaba varias horas con un juego y justo cuando estaba a punto de pasar el nivel y estaba más concentrado tienen que molestarle.

Está solo en casa con su hermana. Sus padres se han ido de vacaciones y su hermana Martina está quien sabe donde en la casa. Tras llamarla varias veces a gritos desde su posición para que fuera ella quien cogiera el teléfono y no recibir señal comprendió que tenía que ser él quien tenía que atender si o si. Podría no interrumpir su faena y dejarlo sonar pero el estridente sonido le exasperaba y le desconcentraba aún más. Además podría ser algo importante. Solo entonces pulsa el botón de pausa y se levanta a descolgar el teléfono.

Maldice nuevamente tras apartarse del telefonillo. Es para su hermana. Una empresa la llama por una oferta de trabajo. Solo entonces recuerda que su hermana se quedó sin teléfono móvil semanas atrás y dejó como teléfono de contacto en su Currículum el de casa. Sabía que es muy importante para ella, andaba falta de ahorros, quería sacarse el carnet de conducir y comprar un coche pero sus padres se negaban a pagarle nada más que los estudios dado su derroche los últimos meses, por lo que se puso a buscar trabajo para los meses de verano. Suspira hondo, se dirige hacía el cuarto de su hermana y toca la puerta llamándola. Pero nuevamente no hay respuesta. Desde su nueva posición puede percibir notablemente el ruido del secador. Se está secando el cabello. No iba a escucharle por muy fuerte que golpeara la puerta.

Duda un instante al mirar la manilla de la puerta. No estaba asegurada como todas las habitaciones de la casa. Su madre siempre lo había prohibido por una mala experiencia en su infancia con un incendio. Pero entonces recuerda nuevamente que era importante, su hermana se podía enfadar de todos modos así que ya que se había molestado en ir hasta ahí se decidió por abrir la puerta.

Mateo abre lentamente la puerta y de pronto se queda paralizado. Lo que ve dentro lo deja pasmado. No da crédito a lo que ven sus ojos. Su hermana se encuentra de espaldas a él completamente desnuda y en una posición muy peculiar. Tiene todo el cuerpo de caderas hacía arriba echado hacía delante con el objetivo por su parte de tener la cabeza mirando hacía el suelo y poder peinarse su largo cabello dorado de manera que le pudiese dar mayor volumen. Pero lo que ella no es consciente es que en ese momento también le está dando más volumen a su culo, de por sí ya bastante redondeado, y se lo está ofreciendo a la vista a su hermano.

Ella no ha sentido su presencia, su posición y el ruido del secador se lo impiden. Mateo contempla absorto el cuerpo de su hermana. Su culo es respingón, sus piernas firmes y su piel tersa. Nunca se había detenido a mirar detenidamente a su hermana pero lo cierto es que ahora corrobora que a sus dieciocho años es preciosa y tiene un cuerpo de infarto.

El cuerpo de él empieza a reaccionar, pero no como debería. Está tardando demasiado y debe ser correcto, tiene a alguien importante a la espera para algo igualmente importante.

—Mar-Martina —logra pronunciar en un tono no del todo audible.

No hay reacción por parte de ella. Mateo se va acercando más lentamente hasta que no puede avanzar más. El culo de ella casi logra rozar contra su entrepierna, ya bastante abultada, hasta que la torpeza de él en esa situación hace que choque contra ella.

Martina se alza y se gira bruscamente asustada dejando a la vista de él la otra mitad de su cuerpo desnudo. Sus hombros levantados, su fina y delicada cintura, su vientre plano, sus amplias caderas, su provocativo Monte de Venus que esconde con la ayuda de sus firmes muslos su más preciado tesoro, y sus turgentes pechos, que no siendo muy grandes, destacan en ellos la piel generosa de los pezones rosados. Definitivamente, para Mateo a sus veintidós años es la chica más hermosa que ha visto.

Los ojos verdes de ella se abren como platos y seguidamente su boca con objeto de pedirle explicaciones, pero no le da tiempo a enfadarse, se siente abrumada ante la intensa mirada de su hermano. Entonces ella piensa de nuevo en ese tacto duro queriendo atravesar una de sus nalgas y lo asocia con su hermano, «¿realmente era su pene? ¿estaba empalmado? ¿o es fruto de su imaginación?» —se pregunta.

Siguen esperando al teléfono, recuerda Mateo. A él sólo le alcanza la lucidez suficiente para tenderle el teléfono. Ella comprende y contesta con la voz entrecortada. Era la llamada que esperaba justo ahora justo en ese momento y ella sigue siendo incapaz de quitar la mirada de los ojos de su hermano.

Mateo no quiere irse pero se siente avergonzado de la situación y sabe que incomoda a su hermana, por lo que sale de ahí casi corriendo. Se mete en su cuarto, pero su mente sigue completamente en el cuarto de su hermana, su miembro también.

Martina es capaz de atender la llamada con la cordura justa. Una entrevista de trabajo. La primera. No sabe bien como sentirse. Sólo sabe que es idiota, su obsesión por tener el cabello perfecto le ha llevado a activar el aire caliente del secador en un día donde el calor es extremadamente agobiante.

Se termina de alisar el cabello y se viste como tenía previsto, había quedado con un par de amigas para tomar algo pero es incapaz de quitarse de la mente a su hermano. Había sido totalmente descuidada por lo que asume la culpabilidad de la situación y, sin atreverse a mediar palabra con su hermano, sale en volandas de la casa.

Él siente el portazo de la puerta de salida pero no logra sentirse mejor. El tiempo desde luego no ayuda. El sol de la recién llegada tarde es abrasador. Mateo se da una ducha bien fría y sale de casa rumbo al gimnasio. Ante todo, necesitaba distraerse.

«¿Cuando es que se torció su amistad?» —pensaban ambos. Mateo adoraba a su hermana pequeña, le encantaba pasar el tiempo con ella de niños. Martina sentía lo mismo hacía su hermano. Se llevaban a las mil maravillas, pero lo cierto es que crecieron y actualmente llegaron a una situación en la que apenas cruzaban palabra. Diferentes gustos, diferentes compañías, pero sobre todo fue la autoridad desmedida de él, según ella, y la rebeldía de ella, según él, lo que terminó distanciándoles.

Martina está sentada en la terraza de un bar junto a sus amigas Lorena y Sofía. Son las únicas del grupo que actualmente no tienen novio pero tienen aventuras con chicos, y no dudaban frecuentemente en introducirlos en la conversación contando su experiencia sin censura alguna.

Lorena se había enrollado el pasado sábado con un tal Javier. Todo fue bien, ambos se atraían enormemente y acabaron en el baño de una discoteca follando, pero como habitualmente le pasaba, el chico se vino antes de que ella terminase. Sofía había roto con su novio hacía un par de semanas, le había puesto los cuernos y su experiencia sexual con él no es que fuese muy satisfactoria. Lo había intentado de nuevo el pasado sábado también pero el tipo, quien ni le había dicho ni su nombre, aunque era muy guapo acabó vomitándose encima y ella salió huyendo.

Escuchaba experiencias parecidas una y otra vez. No eran buenas, pero aún así sentía envidia. Ella pese a haberse enrollado con chicos nunca les permitió llegar hasta el final. Aún es virgen, la única virgen del grupo, por lo que se siente apartada, nunca participaba en esas conversaciones.

«No te preocupes Tina, ya llegará tu momento» —trataban ellas de animarla siempre.

Siempre quiso que ese día fuera inolvidable, pero para eso tenía que encontrar al chico adecuado y aún no lo había encontrado. Y más convencida estaba cuando escuchaba las malas experiencias de sus amigas, no era seguro, pero si era con amor al menos se aseguraría que el chico se preocuparía de actuar con cuidado y darle el mayor placer posible. Pero el amor no llegaba y ella empezaba a perder la paciencia.

Entonces se volvió a cruzar por su cabeza la imagen de su hermano mirándola intensamente. Era deseo. No le quedaba la menor duda. Ni en sus mejores sueños hubiera imaginado ser deseada por su querido Mat tiempo atrás. Durante su pubertad, su hermano, que aún iba al instituto en esa época, era uno de los chicos más deseados de las estudiantes, tanto que ni para su hermana pasó desapercibido. Constantemente era objeto de conversación de sus amigas y compañeras de clases, las cuales eran excesivamente amables con ella con el objetivo de acercarse a su hermano, ellos eran inseparables y todo el mundo lo sabía.

Pero luego ella empezó a salir de fiesta y el comenzó a tratarla mal, o eso creía. No aprobaba ninguna de sus salidas, cuestionaba todas sus compañías y la reprendía por cualquier cosa, y ella, resentida, empezó también a meterse con la vida que llevaba su hermano. Pero lo cierto es que él siempre la quiso, él siempre se preocupaba por ella, por eso lo hacía. Sino no se molestaría.

Él es su hermano sí, pero sería el chico perfecto para ella. Él la quiere, él tendría cuidado, él la consentiría. Ahora además descubría que la deseaba, y mucho, su mirada no engañaba y tiene que aprovechar su oportunidad cuanto antes, si esperaba se arriesgaba a que ese deseo por ella se desvaneciese. Él es finalmente el elegido.

Se levanta, coge su bolso y se disculpa ante sus amigas. «Lo siento, no me encuentro bien, será mejor que me vaya a casa» —les dice. Le ofrecen su ayuda, pero ya a ciertos metros la rehúsa «estaré bien» —las asegura.

Mateo está en el gimnasio, intenta distraerse con un ejercicio de pesas, pero lo cierto es que no deja de pensar en su hermana. Su dulce y noble hermanita pequeña, la quería tanto, no podía creer que ya había crecido y se había convertido en una mujer tan hermosa, aunque también rebelde, o eso creía. Nunca la hacía caso, en nada. Quizás era demasiado autoritario, quizás no era para tanto, quizás lo que sentía eran celos y por eso actuaba así.

Sacude la cabeza, no puede ser, es su hermana. Pero entonces viene a su mente el cuerpo de su querida Martina desnuda y el deseo se apodera de todo su ser. No puede más, apenas lleva quince minutos y se dirige a las duchas del gimnasio. De nuevo una ducha bien fría. Iría a casa, estaría solo, pensaría todo con claridad y cuando llegase su hermana a casa estaría preparado para disculparse y darle una explicación convincente.

Martina se apresura a ir a casa, lo tiene todo bien planeado en su cabeza, por eso de camino no olvida comprar un paquete de condones. Es la primera vez que tiene eso en sus manos, un calor recorre todo su cuerpo, se siente demasiado excitada. Agiliza el paso pero cuando llega a casa descubre que su hermano no está. Recorre todos los cuartos, no hay rastro de él por ningún lado, entonces tras acercarse al cuarto de él por segunda vez, entra en él. Nota que hay una fotografía tirada en medio de su cama. Se aproxima.

Es una fotografía de ellos dos de niños. Ella con seis años disfrazada de princesa sonreía felizmente a cámara mientras su hermano con diez años, vestido de vaquero y también sonriente, la abrazaba con cariño desde detrás.

De sus ojos empiezan a brotar lágrimas. En ese preciso momento Mateo entra en casa, y Martina al notarlo llora es más fuertemente de manera sobreactuada con la fotografía en su regazo. Entonces él se encuentra con esa escena.

—¡Martina! —exclama él preocupado mientras se acerca a la cama donde está sentada— ¿qué ocurre?

No hay respuesta. Mateo se siente como un canalla, está seguro, y más por cómo miraba la fotografía, que esto viene por lo que acababa de ocurrir hacía apenas un rato.

—Tina, te juro que no era mi intención pasar sin llamar… pero yo… era importante y se que tienes mucha ilusión por trabajar… yo… no sé cómo explicarte que… es decir yo…

—Mat —le interrumpió clavándole la mirada. Él estaba rojo de la vergüenza intentando explicar el duro bulto que sintió sobre su nalga— ¿Tú me sigues queriendo? mucho, ¿verdad? ¿igual que aquí? —pregunta señalando la fotografía.

—Pero nenita, que cosas me preguntas, claro que te quiero —le afirma mientras se sienta al borde de su cama junto a ella y atrapa su mano.— Sé que no he sido el mejor hermano pero siempre te he querido y muchísimo, demasiado, y lo seguiré haciendo siempre —le aclara con rotundidad mientras la abraza con ternura.

—Entonces, no tendrás inconveniente alguno en hacerme un favor ¿no?

Martina se aparta lo suficiente para poder mirarle y le vuelve a clavar la mirada, un brillo extraño inunda sus ojos verdes.

—¿Qué clase de favor? —la pregunta con mucha curiosidad.

—Tan solo dime si o no. Si tanto me quieres, no te importaría comprometerte sin saberlo.

—Yo… pero tiene que ser algo que te pueda dar. No puedo prometerte la luna cariño.

—Me lo puedes dar, no es algo económico ni peligroso ni imposible. Dime si o no. —le exige.

—Sí —afirma él entonces sin dudarlo— lo que tú quieras hermanita mía, te lo prometo —se compromete, las lágrimas de ella entonces desaparecen por completo, ya lo había conseguido, no podía negarse— ahora dime que quieres princesita.

—Te quiero a ti Mat —le confiesa mientras acerca los labios a los suyos.

—¿Cómo? —exclama él confundido apartándose.

—Quiero que me hagas el amor, aquí y ahora.

—¡Qué! pero nenita ¡qué dices! —exclamó escandalizado, no daba crédito a lo que le pedía. Tardó un momento en reaccionar.— Dime que no es verdad lo que he escuchado —Martina asiente y se le acerca de nuevo para demostrarle que es verdad, él se aparta— yo… no, no puedo, no puedo— negaba asustado con la cabeza.

—Ya te has comprometido Mat, no puedes negarte. Se que me deseas, no puedes negarlo y yo también te deseo. No se lo diré a nadie, te lo juro si es lo que te preocupa, será nuestro secreto —le asegura mientras acaricia una de sus mejillas y le echa una mirada cargada de deseo.

—Tú… ¿me deseas?

Mateo sigue sin creerse lo que está oyendo. Martina atrapa las manos de él con las suyas sin apartar ni un momento los ojos de los suyos.

—Inmensamente, desde hace mucho. Y también te quiero muchísimo, como tú a mí, por eso quiero que seas el primero… sé que no me harás daño y querrás consentirme buscando también… mi placer.

—El primero… ¿aún eres virgen?

Martina asiente. Mateo está a punto de levantarse aún más asustado, la situación le parece totalmente perturbadora pero entonces antes de dar el primer paso su hermana lo intuye y lo detiene atrapando fuertemente las manos suyas que sujetaba y lleva una de ellas a su entrepierna colándola por la fina tela de la minifalda que vestía. Su pene enseguida reacciona, se siente húmeda.

—Sólo me vas a consentir con lo que yo quiero y tú también lo vas a disfrutar, ambos vamos a disfrutar, eso no es nada malo.

—¡Que no es nada malo! ¡Martina, por Dios! ¡soy tu her…

Ella no lo deja acabar, se abalanza sobre él y le calla tapando su boca con la de ella. El chico está completamente tenso pero ella se las apaña y busca seducirle con todos los recursos posibles. Busca su labio superior, busca el inferior, los chupa, los muerde, juega con ellos hasta que consigue su objetivo y la boca de él tras varios segundos cede y se une al beso.

Se ha resistido como correcto y ejemplar hermano mayor pero finalmente se ve superado y cae rendido a sus encantos. La desea demasiado, no ha dejado de pensar ni un momento en su cuerpo desnudo, nada más que ha tramado en su mente una y otra vez como hacerla suya. No lo puede evitar. Desde que la vio desnuda se ha vuelto una obsesión.

La atrapa y la termina de colocar en su regazo situando las piernas de ella a sus costados y profundiza el beso. Sus lenguas danzan al son del frenético latir de sus corazones, sus respiraciones se vuelven agitadas, sus manos inquietas se recorren el uno al otro y la dureza de la entrepierna de él de nuevo se hace latente chocando contra la piel de ella, pero esta vez ella deja escapar un gemido ante su contacto.

Martina se acomoda nuevamente buscando mayor contacto y entonces descubre que la ropa sobra. Se aparta ligeramente para poder quitarse la blusa, pero su hermano descubre su intención y la inmoviliza bajo la mirada decepcionada de ella. Tendría que convencerle de nuevo, pensó, pero entonces él la besa de nuevo en la boca intentando llegar con su lengua a lo más profundo de su cavidad y cuando queda medianamente satisfecho sale, lame su cuello de abajo a arriba y termina mordiendo su oreja.

—Quieres que te haga el amor nenita, pues bien eso haré, pero a mi manera. Tú no harás nada, es la condición. Te voy a follar una y otra vez hasta que te retuerzas de placer —le asegura con la boca pegada a su oído.

Martina no es capaz de pronunciar nada más que gemidos mientras él desciende nuevamente con su lengua desde la oreja hasta el cuello, lo que él asume como un asentimiento.

—Muy bien cariño, pero ahora primero dejarás que tu hermano te cargue y te lleve a la habitación de nuestros padres, esta cama se me queda pequeña para todo lo que quiero hacerte —le informa él con una voz autoritaria que él mismo desconocía, ya no es capaz de pensar con objetividad, se siente desesperado abandonado al intenso deseo carnal que siente por la mujer desnuda que descubrió.

Ella vuelve a contestar a base de gemidos. Que la tomase en la cama de sus progenitores le daba aún más morbo. Deseosa por sentirle le rodea con los brazos cuando la carga por los aires y aprisiona su pecho contra el de él. Él puede sentir claramente sus pechitos contra sus pectorales y su corazón latiendo desbocado contra el suyo. Ante todo ella lo quiere y él la quiere a ella, y ambos lo saben pero el deseo y la tensión sexual entre ambos es demasiado fuerte como para hacerles pensar en las posibles consecuencias.

Cuando llega a su destino la echa con cuidado en la extensa cama de sus padres acomodándola sobre la almohada. Entonces se coloca sobre ella y la vuelve a besar en la boca. Desesperadamente. Como si desde su último beso hubiese pasado una eternidad. Sus lenguas intercambian saliva y paladean cada rincón de sus bocas. Sus manos, inquietas, se acarician el uno al otro, se palpan, descubriendo la extensa anatomía que se aprecia bajo las ropas que poco a poco van cayendo a merced de Mateo.

En apenas unos minutos la tiene completamente desnuda para él, tal y como la tuvo un rato atrás. Ahora era hora de retomar lo que no pasó y debió haber pasado. Demasiados formalismos, demasiados tabús, eran ahora arrojados tal como sus ropas se arrojaban al suelo sin ningún tipo de consideración.

Mateo se detiene un momento y mira a su hermana. La idolatra con la mirada de arriba a abajo. Ella se la devuelve ya sin ningún tipo de pudor. Aunque se siente decepcionada ya que ella aún solo ha podido apreciar la desnudez de él de cintura para arriba. No está nada mal con sus pectorales marcados por las largas horas de gimnasio, pero quiere más, pues eso ya lo conocía.

—¿Te gusta lo que ves? —le pregunta ella rompiendo el silencio.

—Muchísimo —reconoce él— no te imaginas todas las cosas que he imaginado hacer desde que te vi así antes…

—Muéstramelo —le pide mientras se relame los labios sensualmente aprovechando que el vuelve a mirarle a la cara, él entonces se echa sobre ella nuevamente y le roba un beso rápido ante eso— quizás es lo mismo con lo que he fantaseado yo.

—Puede ser, pero solo algunas cosas, no en la cantidad en la que deseo yo.

Mateo continúa el beso por su barbilla, descendiendo por su cuello a base de lametones. Ella se estremece ante el contacto.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Cariño, no tienes nada de experiencia, no puedes imaginar lo que nunca has visto.

Lo siguiente que siente Martina es la lengua de su hermano en uno de sus pechos ascendiendo en movimientos circulares hacia el generoso pezón que lo coronaba mientras daba atención al otro con una de sus manos.

—He-he visto vídeos —logra pronunciar ante ese delicioso contacto.

Mateo llega a la cima de su delicioso pecho y lo mordisquea con cuidado tras lamerlo con mayor atención que el resto. Ella no puede evitar soltar un intenso gemido.

— No es suficiente nenita, hay cosas que sólo se pueden descubrir con la propia experiencia personal —afirmó él tras lamer su otro pecho— pero no te preocupes, tu hermano te va a enseñar todo.

Él continúa descendiendo su lengua por su abdomen a la par que sus manos dibujan por sus costados la preciosa silueta curvada de su hermana, hasta justo detenerse al final. Ha ido descendiendo sobre ella hasta acabar sentado entre sus piernas cerradas y estiradas. Entonces cambia de posición y se sitúa a un lado de ella.

—Ahora abre tus piernas cariño, ábrelas para mí —la pide mientras acaricia su muslo más cercano.

Ella le mira pero no reacciona ante su petición. De pronto, sus mejillas se tiñen de carmesí, entraban en territorio inexplorado. Su hermano que le había quitado casi salvajemente la ropa mientras la besaba le había retirado sus bragas junto a su falda. Ella terminó de quitarse todo ello en esa posición ayudándose de sus piernas y desde entonces había mantenido éstas juntas, bien apretadas la una contra la otra.

Él entonces cambia su expresión de la cara a una seria, empieza a dudar si ella quería continuar con lo que ella misma había iniciado, entonces por primera vez desde que la llevó al cuarto de sus padres se alza y se para detenidamente a mirarla a los ojos. Había miedo en ellos, mucho miedo. A Mateo se le encoge el corazón.

—Mi amor…

Martina abre sus ojos como platos, tal y como hizo hace un rato cuando se vio sorprendida por su hermano. No sabe como describir la sensación que le invade en ese momento. La razón, nunca la había llamado así pero él lo interpreta como un mayor pánico por su parte.

—No tenemos que hacer esto si ya no quieres, si decides no continuar lo entenderé —dice vencido en su dolor mientras se va alejando.

— ¡No! ¡Mat, no! —se apresura ante la inminente separación de él— no quiero que te vayas mi amor.

Martina logra atrapar a su hermano de la muñeca, Mateo siente como tiembla la mano de ella, después la mira de nuevo y siente sus lágrimas.

—¿Cómo dijiste? —inquiere confundido.

—No quiero que te vayas, Mat. Yo… quiero hacerlo, solo… bueno yo… es que me da vergüenza que me veas ahí abajo —admite finalmente avergonzada por miedo a que se vaya.

—Me dijiste… me llamaste mi amor.

—¿Qué? —exclama ella— no, no, no ¡fuiste tú!

—Te oí perfectamente… y yo… —Mateo se para a mirar de nuevo detenidamente a su hermana a los ojos, están llorosos por segunda vez en el día y el nada más odia que verla llorar, se siente conmovido y frágil, capaz de darle cualquier cosa que ella pida en ese momento todo por hacerla feliz, tal como hoy, tal como siempre, y fuese lo que fuese él siempre disfrutaba dándoselo—… puede ser, creo que te amo Tina.

Martina se queda paralizada. Intenta asimilar lo que ha escuchado, pero no puede en unos pocos segundos y no contesta.

—¿Qué quieres ahora mi amor? yo te lo daré, lo que sea —le ofrece él.— No debes avergonzarte, eres preciosa, demasiado. Para mí eres la mujer más hermosa que he visto, quizás no lo seas, pero así lo siento porque te amo, por eso sea lo que sea lo poco que me queda descubrir de ti sin duda me va a gustar.

—Si me amas de verdad entonces no puedes irte sin hacerme el amor. Solo que yo… me sentiría mejor si primero te desnudas tú.

Mateo la sonríe y sin decir nada y sin perder el contacto visual, se levanta frente a ella y se desabrocha el pantalón, pero cuando va a bajárselo duda.

—¿No prefieres hacerlo tú?

Martina se muerde los labios y asiente. Entonces extiende sus manos temblorosas hacía él. Comienza por acariciar su torso desnudo y va bajando alternando su vista entre lo que acaricia y los ojos de su hermano. Mateo poco a poco se va calentando de nuevo, cuando ella llega a su entrepierna y acaricia su miembro sobre la fina tela de su pantalón de verano éste ya se encuentra totalmente duro.

Ella palpa con sus manos cada detalle de su contorno, conociéndolo, apreciándolo hasta que deseosa acomoda sus manos y tira de toda la ropa que Mateo viste hacía abajo. Entonces se queda maravillada, había oído en bocas ajenas comentarios sobre la hombría de su hermano, pensaba que exageraban, pero ahora comprueba que estaban en lo cierto. Vuelve a extender sus manos, pero entonces duda de nuevo y levanta su mirada hacía los ojos de su hermano.

—¿Podría… puedo tocarte? —le pregunta un tanto avergonzada.

Mateo la sonríe dulcemente notando la inexperiencia de su querida hermana, era el primer pene que veía.

—Puedes tocarme lo que quieras cariño y como quieras. Ahora soy todo tuyo —le asegura.

Martina entonces lleva con decisión sus manos al pene de su hermano y empieza a acariciarlo desde la base hasta la punta del glande. Primero sus movimientos son tibios y vacilantes, después, se tornan cada vez más ardientes y profundos. Y cuando siente que lo controla incorpora su lengua.

La lengua de ella acaricia las bolas de él, sus manos envuelven todo su pene. El goza, gime, la impulsa con sus manos, aferradas al cabello de ella, y alternando su mirada entre sus ojos y su boca. Entonces ella cambia de posición, besa su glande e intenta de repente meter toda su hombría en la boca. Pero cuando atraviesa su glande, sale rápidamente y tose.

—Ya ya, amor —dice Mateo mientras la sujeta— no te la intentes tragar, te vas a hacer daño y no quiero.

—Pero quiero darte placer Mat —se lamenta.

—Ya lo haces cariño, no hace falta que hagas eso. Ya lo conseguirás con el tiempo con práctica pero ahora no quiero que te lastimes.

—¿De veras te gusta?

—Me encanta. Todo. Tan solo mírala, ella no engaña.

Martina vuelve a mirar con atención su miembro. Éste se alza imponente delante de ella totalmente erecto hasta que él aprovecha su distracción para atraparla en sus brazos y echarla sobre la cama para colocarse sobre ella.

—Bien, espero que ya estés preparada mi vida porque ahora quiero consentirte yo y mucho.

Acto seguido le da un profundo beso y desciende sobre su cuerpo.

—¿Me vas a penetrar? —le pregunta ella, sumamente emocionada y nerviosa a la vez.

—Sí, pero aún no —le informa él.— Ahora dame tu tesorito cielo, no temas.

Ella suspira profundamente y cierra los ojos, entonces asiente. Mateo acomoda las piernas de ella a su gusto y las intenta abrir, ella entonces cede dejando expuesta su feminidad. Él la sonríe cuando le vuelve a mirar.

—Tienes un coñito precioso mi vida.

Mateo la mira maravillado, ante sus ojos tiene una vulva de labios grandes, rojos y brillantes, fruto de los fluidos emanados desde su interior de la excitación. Lleva por instinto sus dedos y la estimula suavemente con sus dedos por la parte externa. Entonces se inclina y acerca su boca. Empiezan las caricias, y con ellas los gemidos.

La lengua de él llena de atenciones a toda la piel que rodea el sexo de su hermana. La excitación entonces explota en una riada de placer extendida hacía sus muslos lo que da lugar a que la saliva de él y la miel de ella se toquen comenzando un frenético baile al ritmo de incontables suspiros y gemidos.

Traslada su lengua desde la cara interna de sus muslos hasta llegar al centro de su sexo para quedarse, surcando cada pliegue, cada hendidura. Chupa, lame y absorbe trazando patrones, sin interrupción, dando lugar a sonidos carnales no escuchados en su piel nunca antes. Sus piernas sobre los hombros, sus pechos bajo las manos, y las manos de ella sobre la cabeza de él en medio de un vaivén de caderas.

La intensidad de sus gemidos aumenta cuando alcanza su punto de nervios. Ella se siente al límite e intenta cerrar sus piernas.

—Mat… para —le pide ella— me voy a venir.

Él acomoda de nuevo las piernas de ella, abriéndolas aún más.

—Pues hazlo, te dije que voy a follarte una y otra vez y eso haré. Tú solo disfruta mi amor.

Entonces él intensifica sus movimientos con su lengua y sus manos y lleva ambas hasta llegar al límite. El cuerpo de ella no tarda en contraerse de nuevo y entonces decide dejarse llevar. Un intenso placer la sacude desde la cara interna de su clítoris y arquea su espalda.

— Oooooooh ¡Mat!

El orgasmo golpea el interior de Martina y se abandona a él, su cuerpo se contrae, sus manos se retuercen y su boca se abre en su totalidad.

— Ooooh oooohh ¡¡aaaaaaaaaaahhhhh!!

Ella jadea mientras se recupera mientras que él sólo sonríe complacido continuando los besos entre sus piernas.

Tras unos instantes de serenidad él decide volver a la carga. Pero esta vez se alza y cambia de posición de manera que queda sentado justo frente a su vagina.

—¿Me vas a penetrar? —le pregunta ella ansiosa de nuevo.

—Aún no —le vuelve a contestar él.

Mateo vuelve a meter sus dedos entre los labios vaginales comenzando de nuevo con un leve frotamiento. Los gemidos vuelven, entonces él se acopla y lleva la punta de su pene hacia la entrada de su vagina. Pero no lo presiona.

Él acaricia con su glande la vulva de su hermana, sin llegar a hacer presión, y empieza a desplazarlo hacía su clítoris, y desde ahí hasta su ano, una y otra vez de manera acompasada. El movimiento se va acelerando al mismo tiempo que los gemidos y los flujos de ella van aumentando.

Cuando ella piensa por enésima vez que la va a penetrar, Mateo detiene el pene sobre su clítoris y empieza a frotarlo. Pero esta vez él se detiene justo cuando su placer se intensifica, apartando rápidamente su pene ante la primera contracción para presionarlo sin reparo alguno justo en la entrada de su vagina.

Logra introducir el glande. Ella emite sonidos de dolor y él sale. Entonces son los dedos de una de sus manos los que lleva hacía el clítoris, lo acaricia, y de pronto, sin aviso, vuelve a presionar el pene hacía el orificio.

—Aaaaahhh —grita ella de dolor.

Mateo logra enfundar casi completamente su pene, llevándose por delante en ese movimiento el himen, y de esa guisa se deja caer con cuidado sobre ella. La besa, la abraza, y finalmente entrelaza sus manos con las de ella.

—Te amo hermanita, te amo como nunca ame a nadie.

—Me dolió Mat, me molesta —se queja ella entre lágrimas.

—Lo sé, tu cuerpo debe acostumbrarse a este intruso que tanto te quiere —la dice, ella se ríe logrando apaciguar su dolor— iré despacio hasta entonces, te prometí placer mi vida, y eso te daré.

Él se acomoda sobre el cuerpo de ella sin llegar a despegarse del todo, con gestos de retomar la penetración. Entonces ella recuerda algo.

—Mat, en unos de los bolsillos de mi falda hay un paquete de condones.

—¿Cómo?

—No tienes ninguna protección puesta —afirma ella.

—Eso lo sé, me refiero es que ¿cómo tienes un paquete de condones?

—Bueno yo… los compré de camino a casa, por si te convencía. Nunca antes había tenido eso en mis manos —le asegura ella.

Él entonces se relaja. Se siente entonces estúpido. Claro que dice la verdad, el mismo había notado su virginidad romperse ahora mismo.

—Tienes un hermano muy celoso cariño. Eso le hace autoritario o estúpido a veces. Espero que alguna vez le perdones. Ahora solo déjame darte placer, no te preocupes, cuando llegue el momento estrenaremos ese paquete que compraste.

Mateo vuelve a inclinarse y sale poco a poco de ella para volver a entrar al mismo ritmo. Ella hace gestos de dolor pero mucho menos pronunciados. Entonces él aprovecha para presionar aún más hasta lograr introducir la totalidad de su pene en su interior.

—¡Oh Dios! —exclama él sorprendido.

Él se detiene por la sorpresa, pero al momento retoma el movimiento entrando y saliendo de ella sin detenerse a la velocidad más lenta que podía.

—¿Qué pasó? —pregunta ella asustada tras quejarse nuevamente del dolor.

—Mi vida, ¿notas mis bolas chocando contra la entrada de tu tesorito?

—Umm no sé —dice ella moviendo sus caderas, demasiadas sensaciones nuevas en poco tiempo, pero entonces abre los ojos sorprendida, sí, los siente como es posible, el pene de su hermano se ve tan grande— Sí, creo que si.

—Eso es prueba que eres mi hermanita —afirma él— Eres profunda, mi amor, y te confieso algo, tú y solo tú, has llegado hasta ahí.

Martina deja escapar una sonrisa. Eso la hace sumamente feliz, y la distrae, tanto que no ya siente dolor en la embestida que le atesta en ese momento su hermano.

La siguiente ya no le duele pese a que Mateo ha ido aumentando su presión y velocidad progresivamente.

Entonces viene el placer, y ella se lo hace saber a base de gemidos. Instintivamente abre más sus piernas queriendo que la penetrara más duro. El rápidamente la complace y la embiste fuertemente.

— Ooooh si así así oooooooh, ¡Mat! ¡me encanta!

—Si mi vida, así, siénteme, si ves todo lo que te ama tu hermano.

Su pene comienza a chocar duramente contra las paredes vaginales de ella, sus testículos hacen lo propio contra la vulva de ella, mientras que los fluidos vaginales se extienden por doquier.

—¡Ooh si! ¡Mat, si!, ¡Justo ahí, no pares mi amor, no pares!

El cuerpo de ella tiembla cuando el placer se intensifica, y logra con su presión prolongar el orgasmo de ella durante casi un minuto.

Cuando ella está a punto de alcanzar el clímax él se deja llevar, embistiendo fuertemente durante unos segundos, ella arquea su espalda y se viene.

—Oooooooooooh…

Entonces ella voltea hacía su costado buscando el colchón para reprimir su grito.

Sólo entonces Mateo sale por completo yendo contra sus instintos. Abraza y besa a su hermana entre palabras afectivas mientras se serena y tras ello, la vuelve a atrapar en sus brazos para cambiar de posición y comenzar de nuevo el baile del que hicieron gala escasos minutos antes.

Así una y otra vez.

La cama de sus padres suena al compás de sus pieles chocando por cada posición sexual que experimentan.

Entonces cuando Mateo siente que ya no puede más le pregunta a su hermana.

—¿Qué posición te gustó más cielo?

Martina se queda pensativa un momento. El es incapaz de saberlo, porque en cada posición su hermana se ha venido entre fuertes jadeos. Pero finalmente tras indagar en su mente logra que se le iluminen los ojos.

—Tú sobre mí, en la que me levantas las piernas.

Él la sonríe felizmente.

—Sí es deliciosa cielo. A mí también me encanta.

Acto seguido Mateo se baja de la cama y busca algo entre las ropas. Cuando su hermana vuelve a verle tiene puesto el profiláctico sobre su pene, listo para ser usado sin cuidado alguno.

—Quiero que me des tan duro como dices que me amas —le indica ella cuando se acerca.

—Eso es demasiado mi amor.

—Soy capaz de soportarlo porque yo también te amo demasiado —le confiesa ella— y también confío en ti más que en nadie. Será tu prueba de amor.

Mateo la besa profundamente fruto de la efusividad entre varios «te amo». Y entonces empieza la acción. Él se coloca encima de ella arrodillado mientras levanta las piernas de su hermana y las coloca sobre sus hombros, en paralelo a la cama, de manera que la penetración se produce ejerciendo una mayor de su miembro, que acaban chocando casi con violencia sobre las estrechadas paredes vaginales.

Los abundantes fluidos femeninos y las contracciones pronto hacen presencia, justo antes de que él se abandonase por completo y se liberarse dentro del condón. Pese a que Martina siente que la penetración fue fugaz en comparación a las anteriores, fue mucho más intensa y placentera. El sentir el abundante semen caliente de su hermano en su interior mientras su cuerpo a la vez se contrae, aun no siendo una experiencia completa dada la protección, era la sensación más deliciosa que había experimentado nunca.

Tras la fuerte demostración de pasión ambos caen rendidos en la cama abrazados, mimándose con tiernas caricias y besos.

—¿Qué vamos a hacer Mat? —pregunta ella tras un rato.

—No lo sé mi amor, de momento disfrutemos el uno del otro ¿si? , tenemos veintiséis días completamente solos en casa por delante.

Después…

Eso aún queda muy lejos.

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